Buscador

sábado, 23 de marzo de 2013

CALAMA: la primera sangre boliviana derramada por la Patria

Calama, ese lugar en que el coraje de un puñado de valientes ha levantado el más grande glorioso monumento, junto al histórico río, escuchamos de labios de uno de sus actores, Juan de Dios Berna, la relación hecha de recuerdos, de lo que fue la épica jornada del 23 de marzo de 1879.

Es esa vieja e ignorada reliquia, que ni la edad, han podido hacer mella en su admirable estructura humana, no obstante de faltarle una pierna que le ha sido amputada a consecuencia de una herida ocasionada por la pisada de un caballo que cargó sobre él un “cazador chileno”.

–Tengo 67 años, – comienza el viejo– y soy en Calama el único sobreviviente de la tragedia del 23 de marzo. Todos han muerto o han desaparecido. Soy yo el único que existe de aquellos tiempos en que ofrecimos nuestra sangre y nuestra vida a la Patria. La primera sangre boliviana que se derramó en la Guerra del Pacífico, fue aquí, en Calama.

Yo he combatido a la edad de los 18 años, no cumplidos siquiera, como recluta, era simple soldado y formé en el piquete escogido por don Eduardo Avaroa, él era capitán y con ese grado entró a combatir a la cabeza de los 25 rifleros entre los que estaban los valientes muchachos Marquina y el Kari Kari, muy renombrados por su valor.

Por la escasez de rifles que entonces eran los Remington y habían muy pocos en la comandancia, a mi me dieron un fusil de cargar con cartuchos de pólvora y que los rompíamos con los dientes para preparar el tiro. Otros camaradas tenían fusiles de la misma clase y muchos otros escopetas de cargar con munición, como para cazar palomas. – ¡Por falta de armas hemos perdido la batalla, señor!. . . Como calameño neto, yo tenía desesperación de pelear al lado de don Eduardo Abaroa, porque era muy querido por nosotros y era también calameño como yo. El combate no ha sido precisamente en el Puente de Topáter como dice la historia. Tuvo lugar él a los 50 metros más arriba de dicho puente, en el lugar llamado “Polvorera” de la Compañía de explosivos, allí, en aquél paraje de la orilla del río (nos señala con el brazo extendido a la altura de la barba un lugar en que se notan antiguas edificaciones). Allí mismo había un horno de hacer pan y ahí nos atrincheramos con Abaroa, esperando que el enemigo intentara pasar el río, que entonces no era, como ahora, sin agua y escampado.

Era más bien hondo y con mucha agua y cubiertas sus orilla de chillcas espesas que impedían vernos claramente con el enemigo. El combate empezó a las ocho y media de la mañana del 23 de marzo de 1879, y terminó a las doce y media del día; combatimos durante cuatro horas. Sabíamos que el enemigo había salido de la mina de Caracoles día antes, y desde las 6 de la mañana del 23 ya podíamos distinguir a las fuerzas chilenas en la lejanía. Era una masa enorme de hombres cuyas armas relucían al sol; avanzaba en columna interminable. La historia dice que sólo eran seis cien y bajos dentro del mundo variopinto de la escritura y la búsqueda de una mínima de tranquilidad material para poder crear. Nacimiento de ilusiones y muerte de sueños, “pasar y desaparecer amigos”, la llegada de las canas. Pero vivieron el laberinto de los más variados mundos, geografías y proyectos.

Así nos lo relata Plinio Apuleyo Mendoza: “El se ha vuelto rico y célebre. Yo me hevuelto pobre” “Todo ello desde aquella noche, cuando vio la nieve por primera vez y sin importarle ser tomado por un loco se puso a saltar” Plinio será el pobre, pero su prosa es rica en fortuna y sin calendarios que le hayan producido canas. Cuatro años antes de la publicación de Cien años de soledad, corre 1963, García Márquez en su permanente busca de una razón sólida para su escritura, en una de estas once cartas inéditas que contiene esta obra, la más extensa tal vez, en la que reflexiona como ha venido “acumulando una impresionante cantidad de datos para la novela del dictador y ahora estoy seguro de que su biografía no se parecerá a la de ninguno. No hay remedio será una novela de ciencia ficción” Así nacería ese país imaginario e inimitable de una historia que mentalmente había ido elaborando durante diecisiete años hasta que llegara el momento justo, oportuno, para la gran diana literaria.

Él ya está seguro quienes han sido los padres del boom, los tiene catalogados como los precursores: “El siglo de las luces, de Carpentier; La muerte de Armenio Cruz, de Carlos Fuentes; La ciudad y los perros de Vargas Llosa, y Rayuela de Cortázar. Todo ello sería “cuestión de encontrar un término medio entre Carpentier y Hemingway!” La pasión y apuesta por Fidel Castro y la Revolución de los barbudos es un tema de envergadura política e ideológica que viene de allá, desde hace años siendo polémica bastante acentuada, de hondos principios enfrentados, los cuales en su mayoría han desembocado en el desencanto y rompimiento de amistades entre aquel mágico grupo de majestuosos y excelentes escritores del desbordante Boom de los sesenta y alargadas décadas de un siglo XX envuelto en oro literario. Polémica de alta y tensa temperatura que surge con el caso del poeta Padilla y el escándalo que provoca su condena teniendo por juez a Fidel Castro, un líder conducido por la deformación y ortodoxia evidentemente prisionero del sistema y adoctrinamiento comunista imperante en la Unión Soviética, fue provocando el desaliento en quienes se consideraban fervientes cronopios y famas, nunca mejor etiquetados, provocando el abandono, la separación, siendo Vargas Llosa uno de los primeros. Cuestión que Plinio Apuleyo ve y plantea con toda rotundidad y transparencia, porque a muchos les resulta insostenible tan sucia y lamentable maniobra para ir eliminado la verdadera esencia de la Revolución. Historia de mucha tinta escrita, que ocupa amplio y rico espacio lleno de interés en estas cartas y recuerdos magistrales, vivos, sobre la vida del Gabo autentico, el de amigo de los amigos, la sencillez dentro de sus principios y rarezas, la fidelidad de la verdadera amistad.

Retrato emocionante lleno de sorpresas desde sus comienzos como periodista hasta alcanzar su consagración con el Premio Nobel de Literatura y el justo lugar que le corresponde literariamente en la lengua de Cervantes.

ARGENPRESS.info EL DIARIO, sábado 23 de marzo de 1929.

No hay comentarios:

Publicar un comentario