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viernes, 9 de agosto de 2013

Daniel Salamanca Urey (1932-1935)

El abogado y político, Daniel Salamanca llegó a la presidencia del país en la época más dura de la historia boliviana, porque durante su gobierno se desarrolló la Guerra del Chaco (1932-1935), conflicto bélico que dejó una honda huella en los pueblos de Bolivia y Paraguay.

Salamanca, nació en Cochabamba el 7 de julio de 1863, murió a los 72 años el 17 de julio de 1935 debido a una enfermedad. Fue elegido presidente Constitucional de la República por el Congreso Nacional en 1931. Su gobierno se caracterizó por su carácter fuerte, para muchos era un hombre al que pocas veces se podía ver sonreír.

Salamanca sufría una enfermedad, en este caso estenosis píloro, algo que le provocaba terribles dolores abdominales, motivo por el cual prefería estar solo, incluso se dice que envuelto con una frazada en los pies y su infaltable cigarro, permanecía por muchas horas en su despacho, con su carácter taciturno de pocas palabras y escasa sonrisa.

Su imagen reflejaba la pulcritud, honradez, honestidad de pensamiento y dueño de una amarga ironía.

Una vez que asumió la presidencia y debido a la mala situación económica por la que atravesaba el país, moderó su actitud proponiendo la desmilitarización del Chaco Boreal y la disminución de los gastos militares. No obstante mantuvo la "penetración" pacífica boliviana en medio de la crisis mundial solicitando préstamos patrióticos a los empresarios del estaño. Uno de los motivos de la guerra se dio con la toma y destrucción, por parte del Ejército boliviano, del fortín paraguayo Carlos A. López ubicado sobre la laguna Pitiantuta, acción que se realizó sin su conocimiento ni aprobación.

El historiador boliviano Querejazu Calvo le atribuye la responsabilidad de haber engañado al pueblo boliviano mostrando la recuperación paraguaya de la laguna Pitiantuta (julio de 1932) como si fuera un ataque injustificado a la soberanía boliviana. Luego, sin poder controlar los sucesos que habían desencadenado irresponsablemente los militares del Alto Mando y la presión de los partidos de la oposición, a los cuales finalmente se sumó, agregó la ocupación, sin causa, de tres fortines paraguayos y una actitud cada vez más rígida de no negociar su devolución lo que empujó al gobierno paraguayo a una sola respuesta: la guerra.

Cuando desde el Comando del Ejército Boliviano le avisaron que su hijo había muerto por culpa de una bala perdida, respondió: "Todos nuestros soldados mueren heroicamente, solo mi hijo murió por casualidad".

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