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domingo, 23 de agosto de 2015

La Guerra del Chaco a través de Repete

E l poeta cochabambino Jesús Lara (1898-1980) en los años de la Guerra del Chaco (1932-1935) fue convocado a acudir al conflicto bélico con Paraguay. A raíz de este hecho, el futuro novelista tuvo experiencias traumáticas que sirvieron de base a su célebre libro titulado Repete, un diario de un hombre que fue a la Guerra del Chaco (1937). Esta obra recibió el Premio Municipal de Cochabamba el mismo año de su publicación.

Las libretas fueron escritas a partir del 23 de diciembre de 1933 hasta el 13 de marzo de 1934.
Una vez terminada la guerra, Jesús Lara sistematizó cada libreta y tituló a su libro Repete debido a una anécdota que escuchó fraguarse en el infierno verde: vio cómo la terrible categoría de diferenciación étnica, lingüística y cultural que existía desde la Colonia y envenena las relaciones entre los bolivianos, se acentuaba entre los "hermanos” combatientes.
Lara afirma que repete es sinónimo de indio, de hombre de trinchera. Para comprender bien el sentido de esta extraña palabra –dice Lara– hay que conocer la anécdota:
"Algún ministro o algún alto jefe visitaba la línea de fuego. Ocurriósele preguntar a un combatiente acerca de la calidad del rancho (ración de alimento)”. A la cual respondió el soldado: "–No is boino, mi tiñinte… –contestó el indio, para quienes todos, coroneles, generales, son tenientes. El indio raras veces conoce otro vocativo”.
A lo cual vuelve a preguntar el militar: "–¿Por qué?, ¿Qué le falta? / –Nara… / –¿Tiene carne el rancho? / –Sí mi tiñinte / ¿Y sal? / –Sí… / ¿Y chuño? / –Sí… / –Entonces, ¿por qué dices que no es bueno el rancho? / –¡Nu repete, mi tiñinte!...”.
Y es que el soldado quedaba insatisfecho con la ración de alimento que le tocaba. Quería repetir, comer más de lo que se le daba.
La historiografía chaquística se remite a los "grandes” episodios de lucha en trincheras. Hay estudios desde por qué perdimos la guerra (estratégica y tácticas militares), la diplomacia en la guerra, el combate heroico en Boquerón (1932), el "corralito” de Villamontes (1934).
El libro que mejor engloba asuntos históricos, militares, políticos y diplomáticos es Masamaclay (1965) de la pluma del historiador Roberto Querejazu Calvo (1913-2006).
Pero hasta el día de hoy tenemos escasos estudios acerca de la vida cotidiana de los combatientes en el Chaco. Se puede mencionar al Chueco Augusto Céspedes (1904-1997) con Sangre de mestizos. Relatos de la Guerra del Chaco (1936). Cabe señalar también el estudio del historiador René D. Arze, Guerra y conflictos sociales.
El caso rural boliviano durante la campaña del Chaco (1987). Este trabajo en su segunda parte contiene la versión oral de la guerra. El autor recolectó minuciosamente varios testimonios de excombatientes y nos enfoca una versión diferente del conflicto bélico.
Recientemente se público Epístolas de la Guerra del Chaco: voces desde la línea de fuego (Editorial Canelas, Los Tiempos, 2015). Este libro recopila un buen número de misivas de los soldados a familiares cercanos: padres, esposas, hijos y hermanos. También se puede mencionar el diario de guerra Carne de cañón ¡ahora arde kollitas! de Trifonio Delgado (Plural 2015).
A pesar de ser la guerra más larga que tuvo Bolivia en el siglo XX, cabe señalar que no todo era disputa bélica propiamente dicha. Falta una aproximación acerca de la vida cotidiana en el Chaco.
Lo cotidiano
Por eso la importancia de Jesús Lara, que nos retrata esos trozos existenciales auténticos de los soldados bolivianos.
Por ejemplo, Lara vio desde el primer día de su reclutamiento en alguna oficina de Cochabamba, donde los médicos –con alardes de severidad– eran flexibles con unos e inflexibles con otros.
También en tiempos en que la patria necesitaba de sus hijos, acaecía el favoritismo, el llunkerío (adulación interesada) y el compadrerío. A esos soldados "favorecidos” se los declaraba inhábiles para la guerra o aptos solamente para servicios auxiliares (fuera del campo de batalla).
En el transcurso de sus memorias, Lara nos pinta el panorama de los campamentos militares. Observaba soldados llorando, añorando a sus padres, esposa o hijos.
Algunos sentían temor de morir y se aferraban a la vida y se autoherían o fingían estar "terriblemente” enfermos para permanecer en instalaciones de sanidad.
Otros simplemente se la pasaban bebiendo alcohol, vino y singani; ¿sería para quitarse el miedo o serían bohemios? En otros casos unos se ligaban a las apetecibles y escasas enfermeras o cualquier parecido al bello sexo (homosexualismo).
En otro punto, Lara recuerda una fecha "especial”. El 10 de noviembre, aniversario de Potosí. Muchos reclutas potosinos organizaron una fiesta para festejar la efemérides departamental. Hubo orgía, risas, alegría y mucha bebida. No faltó la banda de música del fortín, la cual alternaba con la mandolina y la guitarra de todas las noches.
Lara también rememora que en plena guerra había grupos clandestinos que repartían volantes en los campamentos induciendo a que los soldados desertasen del conflicto. El autor resalta el hecho que como cualquier ser humano "normal” los soldados conformaban grupos cerrados donde se favorecían y ayudaban entre ellos. El "hermano” boliviano que estaba fuera de esa "rosca” tenía que franqueárselas como podía. A pesar que en las trincheras se constituyeron lazos de fraternidad entre compatriotas bolivianos, las viejas discriminaciones étnicas daban paso a la diferenciación lingüística y cultural. En una palabra: repete.
Realidad heroica
La Guerra del Chaco produjo implicaciones políticas, geográficas, sociales y culturales que de algún modo fueron estudiadas y documentadas por nuestros investigadores. Pero todavía hay mucho que desbrozar acerca de la vida cotidiana de los soldados bolivianos.
El conflicto bélico en el Chaco no sólo fue un heroísmo desproporcional de parte de los "pilas” o "bolis”, sino estos fragmentos descritos por Lara nos conducen a una realidad no tan heroica y nos reflejan algunos aspectos incómodos de nuestros valientes soldados que en el fondo son muy "normales”, ya sea en tiempos de guerra o en tiempos de paz.
Son, como diría Friedrich Nietzsche, humanos, demasiados humanos.

Una vez terminada la guerra Jesús Lara sistematizó cada libreta y tituló a su libro Repete por una anécdota que escuchó fraguarse en el infierno verde.

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