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lunes, 14 de diciembre de 2015

Ramón García Pizarro, reconocimiento bicentenario



También intervino para ordenar las fiestas populares y folclóricas como los fandangos, que eran vistos como grandes ocasiones para el pecado “por los deshonestos movimientos del baile y por el viento de la música provocativa”. Fomentó la ganadería, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, fundó escuelas de artes y oficios.

El 6 de diciembre pasado se cumplieron 200 años del fallecimiento de Ramón García de León y Pizarro, presidente de la Real Audiencia de Charcas al que, por una jugada del destino y por un juicio histórico equivocado, se le recuerda como la personificación de la tiranía y la injusticia que provocaron la insurrección popular del 25 de Mayo de 1809.

García Pizarro murió sin conocer el título de Marqués de Casa Pizarro que el rey Fernando VII le otorgó el 24 de octubre de 1815. La carta real de sucesión la recibió su hijo Rafael, el 22 de febrero de 1817, en España.

Su vida
Fue bautizado en 1738 en la Iglesia Mayor de Orán, hoy territorio de Argelia, y, más tarde inició una ascendente carrera militar como cadete en el Regimiento de Infantería de aquella colonia española en África. Es un excelente ejemplo de promoción social y de éxito; en definitiva, puede ser catalogado como un hombre de fortuna que logró escalar hasta los puestos más relevantes de la administración colonial española en América.

A los 35 años de edad, García Pizarro se casó con Mariana Joaquina Zaldúa y Gamboa; tuvieron dos hijos: José María y Rafael Francisco, quienes siguieron la profesión de su padre en diferentes niveles del ejército realista.

En Guayaquil
Su labor en Guayaquil fue muy importante. En esa época estos cargos jerárquicos eran considerados “empleos”.

García Pizarro se encargó de la instrucción, equipamiento y disciplina de las milicias, fortificando la ciudad y su acceso portuario con buena cantidad de artillería, ante las noticias o rumores esparcidos de que tres fragatas inglesas llegaban a las Indias y que ya estaban en Río de Janeiro. Se trataba de una falsa alarma, ya que la expedición inglesa fue a las Indias Orientales. Sin embargo, sirvió para que la ciudad y el puerto adquirieran un aspecto moderno. También intervino para ordenar las fiestas populares y folclóricas como los fandangos, que eran vistos como grandes ocasiones para el pecado “por los deshonestos movimientos del baile y por el viento de la música provocativa”. Fomentó la ganadería, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, fundó escuelas de artes y oficios...

En Salta
Tenía 54 años cuando llegó a la ciudad de Salta. Realizó inspecciones a Santiago del Estero, el Chaco y otros centros poblados. Pero sin duda su obra más destacada fue la fundación de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, la última fundada por españoles en el actual territorio argentino. El acta respectiva indica la fecha del 16 de julio de 1794, aunque la población conmemora la fundación el 31 de agosto de cada año, juntamente con el día de San Ramón Nonato. Allí se fusionan una actividad cívica con una religiosa.

Finalizando su mandato, ordenó la construcción de la torre del edificio del cabildo. En ese tiempo, falleció en Salta su esposa Mariana Joaquina.
A su nuevo destino lo acompañaría su hija adoptiva, Ana María Pizarro: para llegar a La Plata tomó el camino de la quebrada de Humahuaca, pasando por la villa de Potosí.

Audiencia de Charcas
Desde su llegada comenzaron los inconvenientes por los espacios de poder entre él y los oidores, algo que se hacía evidente en situaciones hasta anecdóticas como las de etiqueta y protocolo.

En 1803, García Pizarro delineó el plano de la ciudad de La Plata describiendo los edificios y lugares importantes e indicando una cronología de los presidentes de la Audiencia de Charcas. Actualmente, el documento original se conserva en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.

Fue un gran benefactor de la ciudad: construyó una nueva alameda que llamó El Prado (hoy Parque Bolívar), con calzadas, pirámides, asientos y pila de agua. Con sus “bandos de buen gobierno” estableció el comercio del pan y la carne, evitando el agio y la especulación; controló los excesos producidos el Miércoles de Ceniza y las fiestas seculares en honor a la Virgen de Guadalupe.

Con la tuición de su patronato real, intentó una reforma a la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca que, luego de la expulsión jesuítica de Charcas, quedó casi abandonada. Para ese fin se valió del arzobispo Moxó, que había llegado a la ciudad en enero de 1807.

La llegada del arequipeño José Manuel de Goyeneche a Chuquisaca, comisionado por la Junta de Sevilla para preservar los derechos del rey Fernando VII, ocasionó un evidente malestar. Goyeneche traía cartas de parte de Carlota Joaquina (hermana del rey preso por Napoleón Bonaparte y casada con el Príncipe de Portugal), con la pretensión de que sea reconocida como sucesora de la corona real.

Esa noticia provocó un rechazo generalizado, pero el Acta de los Doctores del 12 de enero de 1809, redactada por Manuel Zudáñez, representó el inicio de la postura política hacia un derrotero que cambiaría la historia desde Charcas…

Revolución en Chuquisaca
García Pizarro y el arzobispo Moxó fueron acusados de aceptar la propuesta de Carlota Joaquina y de favorecer los intereses portugueses, en detrimento de los derechos de la corona española.

El 25 de mayo de 1809, con la intención de calmar la situación, García Pizarro ordenó la detención de algunos oidores, regidores y un abogado. Solo fue capturado Jaime de Zudáñez, quien se convirtió en el protagonista de la noche revolucionaria, del inicio de las acciones independentistas del opresivo absolutismo monárquico de los reyes españoles.

En la madrugada del 26 de mayo el Presidente de la Audiencia de Charcas firmaba su renuncia al cargo y a la hora, los oidores emitían un decreto declarando que estaban reasumiendo el mando de la presidencia; era la Audiencia Gobernadora.

El sábado 27 de mayo a la una de la tarde, por decisión de la Audiencia, García Pizarro era llevado preso al edificio de la Universidad. Por delante iba el comandante Álvarez de Arenales, con su bastón de mando, y a su lado el oidor Ussoz y Mozi; detrás, el escribano Ángel Mariano Toro.

Eran acompañados por el capitán de las milicias recién organizadas, Joaquín Lemoine, y diez milicianos uniformados y armados con fusiles. El expresidente fue insultado en el trayecto. Se le tomó una declaración y le realizaron un embargo e inventario de sus bienes.

Permaneció recluido en un ambiente de lo que hoy es el Museo Casa de la Libertad hasta el 18 de noviembre de 1809, según un oficio del arzobispo Moxó al virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros.

Al recobrar su libertad, García Pizarro no se fue de la ciudad. Se quedó hasta su muerte.

Después de la revolución
Como consecuencia de la revolución, la vida de Ramón García Pizarro estuvo sometida a contradictorios vaivenes, según designios realistas o patriotas que ocuparon y tuvieron el control de las actividades de la ciudad.

Cuando las tropas de Álvarez de Arenales y Manuel Asencio Padilla ocuparon temporalmente la ciudad en 1815, no ejercieron ninguna hostilidad contra él. Pero no ocurrió lo mismo tras la llegada del militar patriota Martín Rodríguez, quien cometió algunos excesos contra quienes demostraban fidelidad al Rey.

García Pizarro padeció las consecuencias de saqueos, atropellos y maltratos durante el periodo de la independencia.

El final
Su muerte se produjo el 6 de diciembre de 1815. Fue enterrado al día siguiente de las exequias en la cripta del Oratorio de San Felipe de Neri en La Plata (hoy Sucre).

El 6 de julio de 1817 se efectuó la concesión de la Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica por el rey Fernando VII a Rafael García Pizarro, tesorero del Ejército, en premio a sus servicios y a los de su padre, el Marqués de Casa Pizarro en varios cargos, especialmente como Presidente de la Audiencia de Charcas y en las luchas por la independencia en el bando realista.

Este es un homenaje en el bicentenario del fallecimiento de Ramón García de León y Pizarro desde la ciudad en la que descansan sus restos mortales y a la cual embelleció con su labor progresista.

El retiro y la humillación en San Felipe Neri
Ramón García Pizarro buscó en los claustros de la Real Congregación del Oratorio de San Felipe Neri el silencio, la lección, el retiro y la oración. Allí se mantuvo más de siete meses edificando con su buen ejemplo.

Su hijo Rafael presentó la siguiente información al Cabildo secular de La Plata:

“Lo que más atribuló su corazón fue el humillante arresto de su persona el cuatro de Diciembre último, en que profanando la casa santa del Oratorio Neriano, y sin apiadarse de verlo enfermo en cama, donde lo habían postrado a fuerza de pesadumbre, lo sacan de ella, lo conducen escoltado con indecible ignominia y lo ponen presos en la inmunda caballeriza de la Casa Pretorial, donde había gobernado más de doce años, le privan de la comunicación con sus domésticos y de todo humano auxilio, le intiman su destierro, cierran los oídos a sus justas exclamaciones, tienen ya al frente dispuesta la escoba para que camine a pie y sin cama, y así hubiera sucedido si no rescata su respetable persona, como si fuera un esclavo, en el precio de dos mil pesos que fueron los últimos que exhibió (a más de un costoso espadín de oro, que le arrebataron con violencia) la mayor parte en alhaja a falta de numerario que ya no tenía ni para la natural subsistencia de los pocos días que le restaban de vida.

En esta mazmorra fue donde imploró nuevos auxilios del cielo para resistir con cristiana resignación y paciencia este golpe mortal, superior a las débiles fuerzas de su mayor avanzada edad, el cual efectivamente le causó su improvisa muerte antes de las cuarenta y ocho horas, se ocultó en el Oratorio bajo de San Felipe el día seis de Diciembre, donde por la tarde se le encontró muerto al pie del mismo altar que había regado con sus lágrimas confesando y comulgando semanalmente los siete meses que allí estuvo refugiado. Al momento que expiró se apoderaron los mandones revolucionarios de los bienes que se le encontraron”.

De esta manera, el caso de Ramón García Pizarro se convierte en un claro ejemplo de cómo se reprimió a los realistas en Chuquisaca, con humillación pública y expolio total de sus bienes materiales.


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