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viernes, 12 de febrero de 2016

De caudillos a exiliados, destino final de los próceres del 10 de Febrero

La Revolución del 10 de Febrero de 1781, considerada como el primer grito libertario de América, conlleva diferentes relatos e historias de las consecuencias que sufrieron aquellos caudillos que osaron levantarse contra el yugo español, algunos cayeron ante el olvido del tiempo, ya que sólo se tiene unas cuantas líneas sobre lo que aconteció con sus vidas luego de la revolución, otros fueron exiliados a diferentes países para sufrir torturas y vejaciones y los más perecieron en una situación de absoluta pobreza.



SEBASTIÁN PAGADOR

Según la versión escrita por Fernando Cajías de la Vega, la noche del 9 de febrero, la revolución estaba preparada, algunos españoles se encontraban escondidos en la casa de Endeiza, ubicada en lo que hoy es la plaza "Manuel de Castro y Padilla", Pagador se convertiría en uno de los caudillos de la sublevación con la proclama revolucionaria que exhortaba a la defensa de la libertad y el amor a su patria, instando a los campesinos a invadir la ciudad y erradicar a los "chapetones", emulando en cierta medida el manifiesto de Agravios expresado por Juan Bélez de Córdoba.

Luego de que Jacinto Rodríguez tomara el poder del corregimiento de la villa, nombró a Pagador, héroe del pueblo, y lo mandó a cuidar las cajas reales, ubicadas en lo que hoy son las calles La Plata y Ayacucho, pero los campesinos que habían profanado templos y casas en busca de riquezas, decidieron irrumpir el lugar, fue en ese instante que sucedió el deceso de Sebastián Pagador, producto de una pelea por cumplir con la misión que le habían encomendado, hiere en la cabeza a uno de los indígenas, enarceciendo los ánimos de los demás sublevados.

Llevaron a Pagador hasta la Plaza Mayor, hoy 10 de Febrero, pero en el trayecto recibió múltiples heridas y palazos que acabaron con su vida, sus restos fueron esparcidos por inmediaciones de la Plaza, se podría asegurar que Pagador fue el primero de los revolucionarios en perder la vida.



LOS HERMANOS

RODRÍGUEZ

Se conoce que Jacinto Rodríguez fue el "cerebro" que planificó la sublevación del 10 de Febrero, colaborado por sus hermanos Juan de Dios e Isidro, considerado por los indígenas como el "Tata", sus negocios con la minería le darían gran influencia entre los mestizos, factor fundamental para la revolución.

Jacinto Rodríguez, llegó a ocupar el cargo de corregidor de la villa, cargo fungió por 18 meses, pues el ex corregidor Manuel Urrutia había sido capaz de huir de la revuelta y en afán de venganza, en 1783 logró que la Corona española dé vía libre para juzgar a los alzados de Oruro, con la ayuda del corregidor de La Paz, Sebastián Segurola, ejecutó las aprehensiones en 1784.

Jacinto y su hermano Juan de Dios fueron los primeros en ser apresados, la historia no da cuenta si Isidro Rodríguez también corrió la misma suerte, los dos hermanos fueron llevados junto a otros caudillos hasta Potosí y luego hasta Buenos Aires, en ambientes del Real Colegio "San Carlos" luego denominada la "Cárcel de Oruro", donde fueron alimentados a plan de agua y pan.

El juicio duró varios años y Jacinto Rodríguez fallecería en 1793 sin una sentencia definida, sus restos fueron enterrados en el Hospital de Bethlemitas, la sentencia definitiva fue promulgada en 1795 por el oidor Francisco Garasa Giménez de Vázquez, condenando a Jacinto y su hermano Juan de Dios a la pena de muerte, pero ya habían fallecido, por lo cual se hizo una ejecución simbólica post mortem.



OTROS CAUDILLOS

Según el autor argentino José Oscar Frigerio, en su libro "La Rebelión Criolla en la Villa de Oruro Principales Causas y Consecuencias", menciona que junto a los hermanos Rodríguez, se sumaron otros artífices de la revolución como Manuel Herrera, Diego Flores, Nicolás Iriarte, Miguel Portillo, José Azurduy, entre otros, a todos ellos se les confiscó sus bienes y fueron llevados a Buenos Aires para su juzgamiento, menos Portillo que murió arrastrado por una mula soltada por los españoles donde él estaba atado, esto ocurrió en Oruro.

En el trayecto, llegando a Potosí, murió Manuel Herrera, los demás presos llegaron hasta Buenos Aires para ser encerrados en la "Cárcel de Oruro". Otros patriotas también corrieron la misma suerte como los hermanos Ventura, Miguel y Felipe Azeñas, María Quiroz, María Francisca Goya, Francisca Orosco, Isidro Quevedo, Bernardino Ibáñez, Pedro Ascuas, Bernabé Pinedo, Sebastián Rodríguez Crespo, Francisco Javier Velasco, Casimiro Delgado e Isidro de la Riva.

A la mayoría de los apresados se les confiscó sus

bienes, a pesar de que habían fallecido se les dio una sentencia simbólica, Manuel Herrera debería ser decapitado, mientras que José Menacho y Diego Flores fueron condenados a la horca, para luego ser arrastrados y descuartizados. Todos ellos fueron calificados como reos de primer orden.

A los reos de segundo orden: José Azurduy y Nicolás Iriarte, se les castigó cortándoles la lengua y la confiscación de sus bienes. La sentencia fue también para Nicolás Herrera y Miguel Portillo, sólo que ellos ya habían muerto antes del dictamen de la pena.

Antonio Quiroz y Juan Gualberto Mejía fueron declarados reos de alta traición a la corona, fueron remitidos a Madrid, España, al igual que el padre Gabriel Menéndez, para Sebastián Pagador el tribunal juzgador determinó que se haga lo que en justicia correspondía a pesar de haber sido cruelmente asesinado.

En 1800 la Corona española reconoció que cometió excesos contra los revolucionarios y para absolver su culpa, a los pocos sobrevivientes se determinó liberarlos de su encierro, así como devolver todas sus posesiones, para sus hijos y nietos, entre los que quedaron absueltos estaban Diego Flores, Clemente Menacho, Nicolás Iriarte y José Azurduy, mas los que ofrendaron su vida a la Patria, que hoy es Bolivia, fueron considerados como los héroes de la Revolución del 10 de Febrero de 1781.

José Oscar Frigerio en su libro "La revolución criolla de Oruro fue juzgada en Buenos Aires", refiere: "Que dentro de la institución educativa estuvieron gran parte de argentinos, próceres de la revolución de mayo de 1810, aunque aún no están confirmadas, existen versiones del carácter oculto en el que fueron juzgados los próceres orureños que dio cierta influencia en el pensamiento de los caudillos de la revolución argentina, específicamente se habla de Mariano Bernal, cura de Paria, que también fue llevado a Buenos Aires, por su condición, trabajó algunos años dentro del Real Colegio "San Carlos", pero no se conocen datos complementarios".

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