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domingo, 26 de junio de 2016

Los herederos de la Masacre de San Juan, 49 años después

ra la madrugada del 24 de junio de 1967, hace 49 años…el país terminaba de festejar el tradicional San Juan. Fogatas, juegos, té con té, coca, cigarros, huayños y cuecas; guitarras y charangos amenizaban la noche. A las 04:50, cuando la mayoría dormía y otros se aprestaban a ingresar a los socavones, en primera punta, una ráfaga de metralletas impactó en las casas del centro minero de Siglo XX, en el norte del departamento de Potosí. El gobierno de René Barrientos Ortuño había ordenado el despliegue de tropas del Ejército para, supuestamente, evitar que los miles de mineros respalden la guerrilla del Che Guevara con la donación de una mita (un día de sueldo).

No era la primera vez que este sector de trabajadores, amas de casa y niños que vivieron bajo el yugo del barón del Estaño, Simón Iturri Patiño, sufriera tal arremetida fratricida. El 1 de Mayo de 1923, los pobladores de Uncía, a pocos kilómetros de Siglo XX, soportaron otra embestida del Ejército con el saldo del 7 muertos y decenas de heridos. En 1942 ocurrió la Masacre de Catavi, un poblado minero administrativo. El 28 y 29 de enero de 1947, el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) del entones prefecto de Potosí, Abelardo Villalpando que cogobernaba con la “rosca”, al mando de sus conmilitantes, desató la “Masacre de Potosí” donde murieron centenares de mineros.

En la misma población de Siglo XX, el 28 de mayo de 1949 durante el gobierno de Enrique Hertzog Gariazaval (1897-1981), el Ejército desató su furia contra centenares de trabajadores que había osado secuestrar a funcionarios empresariales, dos norteamericanos y un empleado del Rey del Estaño entre ellos. Las autoridades reconocieron que hubo 144 fallecidos y 23 heridos, precisa el libro Obras Completas de Guillermo Lora (1980: 647, 649).

En tanto que el historiador Roberto Querejazú Calvo, en su obra Llallagua, rememora el 21 de diciembre de 1942 cuando una tropa de soldados atacó a más de 7.000 trabajadores mineros, dejando sin vida a una veintena y heridos a medio centenar en el centro minero de Catavi.

El periodista y escritor Carlos Soria Galvarro en su obra El che en Bolivia, documentó los sucesos de aquel 24 de junio de 1967 cuando los mineros decidieron reunirse en un ampliado nacional para luchar contra la disminución del 50% de los ya míseros salarios. La masacre dejó muchas dudas en la historia. El gobierno de ese tiempo culpó de los hechos a “la labor revolucionaria de la izquierda reunida en Siglo XX” que pretendía la desestabilización del gobierno de turno, sin exhibir prueba alguna de tal extremo.

Lo cierto es que, como afirma varios autores entre ellos Víctor Montoya, Barrientos bajó los salarios a niveles de hambre, desabasteció las pulperías (supermercados de abasto), prohibió el fuero sindical y desató una sañuda repercusión contra dirigentes políticos y sindicales, con el propósito de destruir al movimiento obrero.

Otra de las causas para tal represión fue el temor del gobierno de Barrientos de una posible alianza entre mineros y guerrilleros liderados por el Che Guevara. Pero, además, ese régimen adoptó como excusa el hecho de que los obreros del subsuelo de Huanuni habían declarado a esa región “territorio libre”, desafiando así a la autoridad estatal.

Por esos fatales antecedentes y la calidad de sus cuadros de dirigentes, los centros mineros fuero

¿Pero cuál es el rol que desempeña ese estamento obrero en el contexto político, social y económico de la actualidad?

En los últimos 20 años, la minería nacionalizada como tal ha ido perdiendo protagonismo en la economía nacional. La Corporación Minera de Bolivia (Comibol) uno de los legados de la Revolución de 1952, ya no es el principal sostén económico del país, ya no es “el salario de los bolivianos” como lo fue hasta mediados de la década del 80.

En su lugar, se intensificó la producción de hidrocarburos y no es que la explotación de minerales sea igual de intenso que el gas, sino, porque desde hace dos años, el precio de las materias primas, especialmente de los minerales, estaba por los cielos, por así decirlo aunque sean muy poco lo que llegó a los bolsillos de los verdaderos productores.

Departamentos como Oruro y Potosí, fueron los principales beneficiados con los precios internacionales altos de los minerales, por lo menos eso dicen los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), mostrados los años del auge de este sector. Actualmente los precios de los minerales están bajos, a tal punto que la empresa minera estatal más grande de Bolivia, Huanuni, está en quiebra, aunque el gobierno de Evo Morales y sus dirigentes niegan dicha situación.

En el aspecto político, los trabajadores mineros se convirtieron en los aliados del actual Gobierno. El ministro de Trabajo, Gonzalo Trigo, ha señalado que hoy los mineros asalariados del Estrado co-gobiernan con el Movimiento Al Socialismo (MAS). Este hecho inusual va en contra de un principio revolucionario de los obreros: que los sindicatos deben mantener una independencia política de los diferentes gobiernos, cualquiera sea su tendencia. Pero esto no parece importarles a algunos de sus dirigentes, aunque otros han comenzado a debilitar la alianza con el oficialismo, sobre todo, los que en estos días impulsan las presiones de la COB en demanda de una estabilidad laboral.

Sin embargo, los mineros siguen teniendo un importancia social aunque no determinante en las luchas sindicales, muestra de esto es que el puesto de secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana sigue siendo ocupando por un trabajador del subsuelo.

En todo caso, los mineros de hoy perdieron el espíritu revolucionario que los caracterizaba hace 49 años.

Que algunos dirigentes sean parte del gobierno no significa encubrir denuncias de corrupción, por ejemplo, en el Fondo Indígena o en el llamado caso Zapata. Y menos justificar hechos irregulares, como la compra de vehículos costosos, construcción de edificios ostentosos y otros abusos del poder como el acoso a varios medios y periodistas que mantienen una línea independiente frente a las tendencias partidarias.

Es tiempo de que los dirigentes más lúcidos de hoy, como verdaderos herederos de Rosendo García Maisman (caído en la Masacre de San Juan defendiendo el sindicato de mineros de Siglo XX) recuperen el verdadero sentido de la consecuencia sindical y los principios de honestidad, solidaridad e integridad de esa generación de dirigentes que, hace casi medio siglo, sintieron en carne propia el rigor de la metralla y que soñaron con una nación democrática cuyas mayorías encuentren mejores derroteros.

(*) Estudiantes de Periodismo de la UMSA. Apaza Noemí, Blanco Jhanet, Cárdenas Augusto, Machaca Marlene, Morales Milthon, Leonardini Karina, Limachi Danitza, Quinteroz Guissel y Velasco Isabel. Los autores son estudiantes de la Carrera de Comunicación de la UMSA, dirigidos por el docente Edwin Flores Aráoz.

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