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lunes, 1 de agosto de 2016

Melchor Florían, el mulato cruceño


La esclavitud de negros llegó hasta América durante la conquista y la colonia mediante tres sistemas: De las licencias, entre 1493 a 1595; de los asientos, entre 1595 a 1789; y de libre tráfico, desde 1789 hasta 1812 y luego hasta 1825.

El primero consistió en permisos otorgados por el Rey aisladamente. El segundo, entregó la trata a una compañía que ejerció el monopolio del suministro de esclavos. El tercero, permitió que cualquiera ejerciese dicho comercio y otorgaba libertad ante Juez o por carta en que constatase esa voluntad.

Esas modalidades también llegaron a Nueva Toledo o territorio de la Real Audiencia de Charcas, a lo que se llamó Alto Perú. Según el censo realizado en el Virreinato del Perú el año 1795, de 1.075.122 habitantes, 40.336 eran esclavos.

Para la vigencia del régimen de esclavitud se creó un aparato jurídico que amparaba el comercio y trata, a través del cual llegaban a América barcos negreros con las bodegas llenas de mercancía humana.

Según el sistema jurídico, fueron las siete partidas --famosa codificación castellana del siglo XIII– las que regían la vida de esclavos blancos y negros, transferidas a América después de la conquista, pero nuevos problemas obligaron a la elaboración de Reales Cédulas que obedecían a los conflictos que se iban generando, como por ejemplo, el cimarronismo, sobre el negro huido rebelde, llamado cimarrón.



Rebelión de esclavos

En Hispanoamérica, la rebelión de negros comenzó en 1537 en México y se agravó durante los siglos XVII y XVIII. Los esclavos fugitivos se refugiaban en las zonas más salvajes e inexploradas, donde se agrupaban y se armaban para combatir a sus opresores. Esos lugares se llamaban “palenques” en Centroamérica, “cumbes” en Venezuela y “quilombos” en Brasil, donde lograron tener estabilidad social y elegir a sus autoridades o coronaban a su rey, organizaban cultos religiosos, realizaban fiestas y rescataban y practicaban sus costumbres y cultura ancestrales africanas.



Esclavitud en Santa Cruz

En lo que respecta a la ciudad de Santa Cruz, hubo esclavos que vivían en domicilios de criollos ricos o en las haciendas de terratenientes, producto del comercio que entraba por el Perú y Buenos Aires o procedía de las colonias portuguesas del Brasil.

Se sabe que ya en 1804 hubo una sublevación de la cual sólo se tienen datos dispersos. Según el diario El Deber, en 1809 se produjo una sublevación protagonizada por los negros libertos que vivían en Santa Cruz, en la zona de Brígida, apoyando a los negros esclavos que buscaban su libertad. La rebelión empezó la noche del 15 de agosto de 1809 aprovechando la procesión de la virgen de la Asunta que salía de la Catedral, pero fueron aprehendidos.



El mulato liberto alzado

La historia que encontré en los archivos de la Gobernación de Cochabamba se refiere a los negros que fueron sofocados y encarcelados por haber participado en un intento de sublevación, específicamente al líder de la rebelión, Melchor Florían, que consigue huir con otros negros presos e intentan, en su fuga, un nuevo levantamiento, sumando otros negros e indios naturales de Santa Cruz.

Este episodio cursa en un expediente colonial que se encuentra en el Archivo Histórico de documentos coloniales de la Gobernación de Cochabamba, que en su carátula lleva el rótulo: “Volumen Nº 31 Expediente Nº 6 años 1809–1810. En este superior despacho sobre las causas de los negros que en esta ciudad de Santa Cruz hicieron alborotos en 25 de octubre de 1809”.

El documento indica que en Santa Cruz hubo una sublevación de esclavos negros, mulatos e indios, muchos de los cuales fueron apresados, entre ellos el cabecilla Melchor Florían, un mulato liberto, que junto a otros logran huir, de lo cual se informó al Capitán de la Guardia de la Tercera Compañía del batallón de Milicias, don José Manuel Rodríguez,

El mulato liberto se había llevado consigo un fusil, en franca beligerancia contra el orden establecido, por lo cual el Juez Real y Subdelegado envió cartas a los curas de las misiones y a los puestos militares. En uno de sus partes, un Capitán de la Guardia informó que Melchor Florían estando preso “blasfemaba, amenazaba y vociferaba frente a la guardia con estas palabras: para que vean quien soy yo, lograré tomar la plaza. Otro informe decía: “los negros mulatos e indios cimarrones y apóstatas en contra los vecinos de Santa Cruz, entre sus amenazas tenían la determinación de degollar a todos los españoles de la región y de llevarse a las señoras, pegar fuego a los hogares y robar en las haciendas”.

Con esas consignas y en gran tropel huyeron de la cárcel, haciéndose de algunas armas como unos pocos fusiles y lanzas. Por ello, el subdelegado de Santa Cruz de la Sierra ordenó la constante guardia de la ciudad, destacando dos compañías para defenderla, despachando, además, otras compañías en busca de los fugitivos, de quienes se sabía que habían llegado a distancia de cuatro leguas hacia Porongo, Bibosi, Buena Vista, San Carlos, Santa Rosa y Tocomochi. Se sabía que los fugitivos habían asaltado varias haciendas e incitado a los negros esclavos e indios a unírseles, logrando que los indios de la Misión de Porongo se sumen a este levantamiento, armados de arcos y flechas y acompañados de sus mujeres y niños, junto con otros indios de las zonas aledañas.



Enfrentamiento con reales

Los alzados se enfrentaron contra las fuerzas del Teniente Rudecindo Ortíz en un paraje llamado Chuchio, de la provincia Cordillera, huyendo hacia la banda brasileña del río Grande, donde se les unieron otros esclavos negros prófugos del Brasil portugués.

Después de sucesivos enfrentamientos se encontraron con las milicias del subdelegado de Santa Cruz, coronel Antonio Seoane de los Santos, quien fallece repentinamente y es sustituido en el mando por don Lorenzo Chávez, quien en sucesivas batallas va derrotando paulatinamente a los rebeldes, persiguiéndoles hasta el Matto Grosso, colindante con la frontera brasileña.

Finalmente, un lluvioso día de fines de 1809, el mulato Melchor Florían fue acorralado y se le intimó rendición, a la cual se negó. Habiéndosele acabado las municiones atacó al soldado más próximo y le quitó su arma. No obstante, otro soldado le disparó causándole la muerte, según algunas versiones. Otras, indican que fue capturado herido y llevado a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde su cuerpo fue colgado en una horca situada en medio de la plaza pública.

Así murió Melchor Florían, un héroe desconocido y un auténtico luchador por su raza y por la libertad de los esclavos y libertos, negros cimarrones e indios apóstatas, cruceños y huidos del Brasil. Muchos de los rebeldes nunca fueron aprehendidos, continuaron su vida y dieron origen a un nuevo mestizaje camba, chané y afrocruceño, cuyos rasgos ya muy diluidos se perciben aún hoy en varios estratos sociales, tanto en el lado brasileño, como en el cruceño y del Río Grande.

“Para la vigencia del régimen de esclavitud se creó un aparato jurídico que amparaba el comercio y trata a través del cual llegaban a América barcos negreros con las bodegas llenas de mercancía humana.”

“En Hispano-américa, la rebelión de negros comenzó en 1537 en México y se agravó durante los siglos XVII y XVIII. Los esclavos fugitivos se refugiaban en las zonas más salvajes e inexploradas, donde se agrupaban y se armaban para combatir a sus opresores. Esos lugares se llamaban ‘palenques’ en Centroamérica, ‘cumbes’ en Venezuela y ‘quilombos’ en Brasil.”



(*) El autor es historiador.

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