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miércoles, 14 de septiembre de 2016

Días de Ética con los próceres libertarios Francisco del Rivero y Esteban Arze

Esteban Arze impuso una autoridad rigurosamente celosa de la conducta ética en sus propias filas. Al general Arze le interesaba muy poco la corrupción de sus enemigos, ya vencidos. Le preocupaba la de sus mismos entornos. Ordenó que ningún soldado de su ejército, ningún funcionario bajo su administración libertaria, osase robar un solo alfiler de los realistas derrotados; aún tratándose de los más odiosos sojuzgadores. Tampoco era permitido cometer abusos ni violar a las mujeres e hijas del enemigo. Los infractores identificados eran fusilados en el acto, ante la algarabía del pueblo revolucionario…

Todas las crónicas sobre el levantamiento libertario del 14 de septiembre de 1810 coinciden en dar relieve a un suceso histórico correlativo, consecuencia directa de la rebelión de septiembre: la batalla de Aroma, acaecida exactamente dos meses después, el 14 de noviembre de 1810, fecha que marca el hito principal de la revolución cochabambina como aporte la Independencia de Bolivia, con la creación —a partir de esa batalla— del Ejército con el cual se fundaría la República de Bolivia en 1925.

La revuelta del 14 de septiembre no fue necesariamente un hecho independentista sino —como un eco de los levantamientos de Chuquisaca y La Paz en 1909— una adhesión a Junta Tuitiva de Buenos Aires, cuyo Ejército Auxiliar comandado por Manuel Belgrano, como es sabido, intentó derrocar al Virreinato de Lima después de arremeter contra el Virreinato de La Plata al que pertenecía el antiguo Collasuyo.

En el año de 1810, Josep Gonzales de Prada fue nombrado gobernador de Cochabamba tras fallecer Francisco de Viedma. Prada asumió el cargo persiguiendo a los sospechosos cochabambinos que habían tomado parte en los sucesos revolucionarios del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, entre ellos a Francisco Vidal y Manuel Urquidi. También decidió mandar a Oruro a sus entonces correligionarios realistas Francisco del Rivero, Esteban Arze y Melchor Guzmán, “el Quitón”, con la misión de reprimir el levantamiento del indígena Titicocha en Toledo, que se había sublevado a orillas del lago Poopó. Sin embargo, los cochabambinos, ya en Oruro, evitaron el combate con los indígenas sublevados.

Estando acuartelados en Oruro esos tres comandantes realistas sospechosos de simpatizar con la Junta de Buenos Aires, las autoridades virreinales habían decidido desterrarlos a Tupiza (Potosí), para lo cual se esperaba al coronel español Basagoitia, quien, procedente del Cuzco, debía llegar pronto capitaneando las fuerzas enviadas por el virrey Abascal que marchaban al sur para auxiliar al gobernador virreinal de Potosí Vicente Nieto, acosado por las tropas del argentino Castelli. Si los cochabambinos hubieran sido trasladados a Tupiza como planeó Gonzales de Prada, imposibilitados de volver a Cochabamba, jamás se habrían producido los hechos revolucionarios de septiembre, octubre y noviembre de 1810.

“Apercibido Rivero de esas maquinaciones, merced a doña Lucia Ascui, avisó a sus compañeros y, durante la noche, escalaron las paredes del edificio en el que se encontraban, salieron de Oruro con dirección a Cochabamba. A mediados del mes de agosto los fugitivos de Oruro llegaron a Tarata. Desde allí les fue posible ponerse en relación con muchos cochabambinos, para trabajar a favor de la independencia. Carrasco, Oropeza, Montesinos, Oquendo, Arauco y Ferrufino, hubieron de ser los primeros en acoger esas tan generosas aspiraciones”, escribió Eufronio Viscarra.
¿Qué pasó aquel 14 de septiembre de 1810?
FRANCISCO DEL RIVERO En el Bicentenario del 14 de septiembre se le erigió un gran monumento en la plazuela Colón. El 19 de septiembre de 1810 Francisco del Rivero fue aclamado como el primer Gobernador patriota de Cochabamba (y del Alto Perú) mediante un multitudinario cabildo abierto. Tuvo fuertes discrepancias con los generales argentinos que intentaban sujuzgar a los altoperuanos con apoyo de la corona británica. Después de la derrota sufrida por el ejército de Castelli que capitaneaba el general argentino Eustaquio Díaz Velez en agosto de 1811, en Sipe Sipe (Hamiraya), el gobernador cochabambino se rindió ante Goyeneche, quien en junio de ese año ya había vencido al argentino Balcarce en Guaqui. Rivero se vio obligado a una tregua con el sangüinario cuzqueño para evitar las masacres del general realista que tenía fama de no perdonar a los vencidos, ni a niños ni mujeres. Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas de La Plata, ordenó extraditarlo a una cárcel de Buenos Aires bajo el cargo de “traición”, poco antes de que el héroe cochabambino falleciera en su domicilio de la Plaza 14 de Septiembre, actualmente ocupado por el Club Social de Cochabamba.

FRANCISCO DEL RIVERO
En el Bicentenario del 14 de septiembre se le erigió un gran monumento en la plazuela Colón. El 19 de septiembre de 1810 Francisco del Rivero fue aclamado como el primer Gobernador patriota de Cochabamba (y del Alto Perú) mediante un multitudinario cabildo abierto. Tuvo fuertes discrepancias con los generales argentinos que intentaban sujuzgar a los altoperuanos con apoyo de la corona británica. Después de la derrota sufrida por el ejército de Castelli que capitaneaba el general argentino Eustaquio Díaz Velez en agosto de 1811, en Sipe Sipe (Hamiraya), el gobernador cochabambino se rindió ante Goyeneche, quien en junio de ese año ya había vencido al argentino Balcarce en Guaqui. Rivero se vio obligado a una tregua con el sangüinario cuzqueño para evitar las masacres del general realista que tenía fama de no perdonar a los vencidos, ni a niños ni mujeres. Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas de La Plata, ordenó extraditarlo a una cárcel de Buenos Aires bajo el cargo de “traición”, poco antes de que el héroe cochabambino falleciera en su domicilio de la Plaza 14 de Septiembre, actualmente ocupado por el Club Social de Cochabamba.

En su memorable “Diario histórico de los sucesos ocurridos en Sicasica y Ayopaya”, el “Tambor” José Santos Vargas testimonió que los 200 soldados realistas de caballería enviados desde Cochabamba por el gobernador Gonzales de Prada “al mando de un don Francisco del Rivero”, llegaron a Oruro “a principios del mes de agosto o por fines del mes de julio. Estarían como un mes y más… De repente desaparecieron de los cuarteles una noche, tal que no quedó uno. De retorno don Francisco Rivero a Cochabamba, se habían sublevado el día 14 de septiembre de dicho año 1810”.

En efecto —según se confirma en la crónica de Eufronio Viscarra— la mañana del 14 de septiembre de 1810, el coronel Francisco del Rivero junto al alférez Melchor Guzmán, a los tenientes Esteban Arze y Bartolomé Guzmán, “aparecieron en Cochabamba a la cabeza de una fuerza de mil hombres y auxiliados por todos los patriotas de la ciudad que, dirigidos por Oquendo, Montecinos, Oropeza y Arauco volaron a su encuentro. Se presentaron a caballo en la puerta del cuartel, apoderándose fácilmente de la tropa y de las armas, merced a la feliz circunstancia de que el regimiento estaba decidido de antemano por la nueva causa y no se derramó ni una gota de sangre”.

Al tomar el cuartel haciendo huir al gobernador Gonzales de Prada, Francisco del Rivero se dirigió a la tropa y con enérgica dulzura dijo a los sorprendidos soldados que se juntaron en el patio: “Hijos míos, os quieren mandar a combatir contra la Patria. No saldréis de aquí sino conmigo y para defenderla con lustras armas. ¡Viva la Patria!” Y el local invadido de soldados y pueblo todos contestaron “¡Viva la Patria!”.

El 19 de septiembre de 1810, Francisco del Rivero fue nombrado Gobernador mediante cabildo abierto y aclamación pública. Pero el verdadero combate armado de su revolución se produciría militarmente dos meses después, en los campos de Aroma.

La presencia inglesa en los ejércitos de Buenos Aires
https://www.facebook.com/wilsongarciameridaRecordemos que las revueltas contra el coloniaje español tuvieron el estímulo del ataque inglés a España, entre 1806 y 1809, cuando el duque de Wellington declaró la guerra a los Borbón que habían abdicado en favor de Bonaparte a cambio de una cortesana francesa que le fue entregada a Fernando VII.
Los ingleses aprovecharon el descabezamiento de la Corona española decididos a quedarse con sus colonias en Sudamérica. Apoyaron con armas y dinero la formación de un ejército independentista en Buenos Aires para apoderarse del Virreinato de La Plata y luego avanzar hacia el Virreinato de Lima siguiendo la ruta Chuquisaca, Potosí, Oruro, Cochabamba y La Paz, hasta donde llegaron las tropas anglo-argentinas entre 1810 y 1813 enarbolando su bandera celeste que terminó siendo también el emblema cochabambino (las tropas originarias del valle, asegura Edmundo Arze, hacían flamear una bandera de guerra colorada).
Respecto a la influencia británica en los sofisticados ejércitos libertadores que surgieron simultáneamente en Argentina y Colombia durante las primeras décadas del siglo XIX, Joaquín Aguirre Lavayén reveló un dato extraordinario cuando escribió sobre esos aprestos del Protectorado Inglés: “El promotor de esa invasión inglesa (a Buenos Aires) fue un criollo nacido en Cochabamba, provincia de Charcas, llamado Aniceto Padilla que el año 1806 hizo escapar de la prisión, en el pueblo de Luján, al general William Carr Beresford, jefe de las entonces tropas invasoras inglesas”.
Según la historia oficial argentina, Aniceto Padilla, acompañado por un pariente del carcelero, usó una falsa orden del virrey Santiago de Liniers para trasladar a los ingleses prisioneros Beresford y Denis Pack de la cárcel de Luján a Buenos Aires. “Los prisioneros y sus conductores fueron trasladados al Tigre, y de allí a Maldonado, que estaba en manos inglesas. De allí pasaron a Montevideo, después de la captura de la ciudad por los ingleses, donde Padilla y el porteño Francisco Cabello y Mesa redactaron el periódico bilingüe The Southern Star, con el que los británicos esperaban congraciarse con los ilustrados criollos”, escribió Carlos Roberts en su libro “Las invasiones inglesas”.
Desde Montevideo, Aniceto Padilla pasó a Río de Janeiro, donde se unió a los carlotistas, que esperaban coronar a la princesa Carlota Joaquina de Borbón (consorte del rey de Portugal, apoyada por los ingleses y adversaria de su hermano bonapartista Fernando VII) como reina del Río de la Plata, ya habiendo sido reina del Brasil. Padilla fue enviado a Londres en 1808 para a colaborar en una hipotética tercera invasión. Regresó a Buenos Aires en 1810, muy poco después de la Revolución de Mayo. “Por consejo de Nicolás Rodríguez Peña, la Primera Junta lo envió a entrevistarse con Lord Strangford en Río de Janeiro y a comprar armas a los Estados Unidos. No tuvo éxito en ninguna de sus dos misiones”. (Tras el triunfo de la Independencia, el osado revolucionario cochabambino colaboró con el mariscal Andrés de Santa Cruz para formar la Confederación Perú-Boliviana. Fue funcionario de ésta y editó un periódico en Cochabamba. Murió en esta ciudad hacia el año de 1840).
Así pues, la rebelión del 14 de septiembre de 1810 fue alentada por un Ejército Auxiliar Argentino profundamente influido por el poderío inglés, intentando transformar las republiquetas guerrilleras indígenas en una guerra convencional. El matiz con el ejército libertador colombiano liderado por Bolívar y Sucre que profesaban el parlamentarismo republicano británico, fue que el ejército argentino del libertador San Martín intentaba mantener un régimen monárquico bajo el Protectorado Inglés.

Retorno a Oruro en octubre de 1810
Sello Postal emitido por Correos de Bolivia el 14 de septiembre de 1910, Primer Centenario de la Revolución cochabambina, en homenaje a Esteban Arze.

Sello Postal emitido por Correos de Bolivia el 14 de septiembre de 1910, Centenario de la Revolución cochabambina, en homenaje a Esteban Arze.

Después del golpe del 14 de septiembre del 1810, las tropas libertadoras de Cochabamba, que desconfiaban de los argentinos, tuvieron que retornar pronto a Oruro para salvaguardar unos tesoros virreinales que Goyeneche, desde el Cuzco, había mandado a confiscar desplazando a sus tropas por la ruta del Desaguadero.

El guerrillero José Santos Vargas, quien entonces contaba con 14 años de edad, fue testigo de aquella “invasión de cochabambinos a Oruro”, en octubre de 1810, lo cual además obedecía a un clamor de los orureños para bloquear el avance que emprendía Goyeneche en pos de aniquilar a las tropas argentinas de Castelli que se expandían sobre el territorio de la Audiencia de Charcas con el objetivo de llegar a Lima misma. De hecho, Castelli y sus tropas de Buenos Aires —que eran parte del Ejército del Norte creado por Manuel Belgrano con el referido financiamiento inglés—, habían ingresado a Oruro en abril de 1810 y permanecían allí cometiendo abusos que indignaron los cochabambinos, por lo cual la consigna de Esteban Arze era “no depender de España, ni de Lima, ni de Buenos Aires”.

“Ya se oía decir que el señor presidente de la real audiencia del distrito del Cusco, un don José Manuel de Goyeneche, mandaba a algunas compañías a Oruro a castigarlos porque atajaron las arcas reales” —relata el “Tambor” Vargas—. “Informados en Oruro pidieron auxilio de Cochabamba a don Francisco Rivero. El número de tropas que Goyeneche mandaba a Oruro era de 700 hombres bajo las órdenes del comandante general, un tal Piérola”.

Siguiendo el relato de Vargas, “Don Francisco Rivero de Cochabamba mandó 2.000 hombres entre los que fueron 200 de infantería armada, dos piezas de artillería, 500 de caballería y los restantes de cívicos (que decían urbanos) al mando del señor coronel y comandante general don Melchor Guzmán, alias el Quitón”.

Eufronio Viscarra informa sin embargo que el ejército expedicionario que también era comandado por Esteban Arze constaba de mil hombres divididos en 10 compañías; y que “se creó también una tropa auxiliativa de 174 indios, encargada de conducir víveres y pertrechos de guerra y hostilizar al enemigo en caso necesario”.

“El partido que más contribuyó a la formación del ejército fue Tapacarí” —dice Viscarra—. “En la tropa creada en Punata con el nombre de ‘Patricios de Caballería’, llama la atención la circunstancia de que jefes y soldados se alistaron en sus caballos propios, y sin exigir el precio de estos últimos”.

Respecto al armamento, según el biógrafo de Arze, “apenas una tercera parte del ejército contaba con malos fusiles, morteros y arcabuces. Las dos terceras partes restantes estaban armadas solamente de chuzos, garrotes, macanas, cachiporras, barras de hierro y lazos”.
La ética memorable de Esteban Arze
La bandera que hicieron flamear las tropas de Esteban Arze en los combates libertarios. Roja como la sangre derramada por la ética y la libertad, con un sol radiante en el centro. | Foto cortesía de Luis Guillermo Bayro Corrochano

La bandera que hicieron flamear las tropas de Esteban Arze en los combates libertarios. Roja como la sangre derramada por la ética y la libertad, con un sol radiante en el centro. | Foto cortesía de Luis Guillermo Bayro Corrochano

Mientras permaneció en Oruro desde el 20 de octubre para custodiar los caudales reales mientras Goyeneche avanzaba por el Desaguadero, Esteban Arze impuso en esa ciudad una autoridad rigurosamente celosa de la conducta ética en sus propias filas. Al general Arze le interesaba muy poco la corrupción de sus enemigos, ya vencidos. Le preocupaba la de los suyos mismos, sabiendo que nadie es “impunemente” inmaculado en estas viñas del señor, más aún detentando un poder nacido de las armas.

Esteban Arze dio una orden expresa para que ningún soldado de su ejército, ningún funcionario bajo su administración libertaria, osase robar un solo alfiler de los realistas derrotados; aún tratándose de los más odiosos sojuzgadores. Tampoco era permitido cometer abusos ni violar a las mujeres e hijas del enemigo. Arze creó un sistema de vigilancia que podría considerarse el primer órgano de inteligencia ética en la historia de la Independencia, y los infractores identificados eran fusilados en el acto, ante la algarabía del pueblo revolucionario.

Pocos días antes de la partida de los cochabambinos hacia La Paz, el 9 de noviembre, en pos de las expediciones enemigas enviadas por Goyeneche, el Ilustre Cabildo de la Real Villa de San Felipe de Austria de Oruro, certificó que Esteban Arze —según Eufornio Viscarra— “logró conquistarse las voluntades todas con el desinterés, talento, sagacidad política y demás virtudes que realzan y caracterizan su persona, consiguiendo por medio de ellas el fin laudable de que su gente no cometiese exceso, extorsiones ni incomodidad alguna en la citada población”.

El fugaz gobierno interventor de Esteban Arze en Oruro, previo a Aroma, fue un modelo de autocontrol administrativo inédito y singular en la historia política de ésta que terminó siendo la República de Bolivia 15 años después. En los siguientes dos siglos, nunca más hubo ejemplo tal hasta nuestros días de esplendorosa corrupción y esmerado mal gobierno.

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