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martes, 7 de marzo de 2017

Juana Azurduy de Padilla

Doña Juana Azurduy nació en la ciudad de Chuquisaca, el 8 de marzo de 1781; y no habiendo conocido a su padre, llevó el apellido de su madre, doña Petrona Azurduy.

Doña Petrona dió a su hija una esmerada y estricta educación religiosa, casi monástica, como sucedía en aquellos tiempos, contrariando su carácter audaz y su espíritu varonil.

A los 16 años de edad, fué internada en el monasterio de las Teresas de Chuquisaca; y no habiendo podido avenirse con una vida de encierro y oraciones, que enfermaba su alma y abatía su espíritu, se fugó del convento a los cinco meses de haber sido enclaustrada.

Doña Juana no había nacido para monja; había nacido para los campos de batalla; no había venido al mundo para rezar, había venido para maldecir. Sus manos no se ablandarían con el cilicio y el rosario; se encallecerían con las riendas y con la espada. Luchar por la causa de la independencia de las tierras del Alto Perú.

SU MATRIMONIO

En 1802 doña Juana había conocido en Chuquisaca a don Manuel Ascencio Padilla, bizarro joven que cifraba en los 28 años, natural de Moromoro, de la provincia de Chayanta. Padilla estaba destinado a representar un ruidoso papel en el escenario de la guerra de la independencia americana; presintiendo tal vez esto, doña Juana, que admiraba desde niña a los héroes y guerreros, se unió con él en matrimonio.

Las bodas se celebraron el 8 de marzo de 1805, el mismo en que doña Juana había cumplido 24 años de edad. De este matrimonio tuvo cinco hijos: Manuel, Mariano, Juliana, Mercedes y Luisa; los cuatro primeros murieron en la infancia; y el último nacido en un campo de batalla, en medio del fragor del combate sobrevivió a la madre.

Declarada la guerra de quince años, don Manuel Ascencio Padilla tomó parte activa en ella, siendo acompañado por su esposa en todas o en casi todas sus aventuras militares. Si doña Juana tenía amor entrañable al esposo, sentía también otro amor igualmente sagrado: el amor a la libertad de su patria.

DE CUERPO ENTERO

Doña Juana Azurduy era de sangre, mestiza, en ese grado de cruzamiento en que predomina más bien que la tez indígena el tinte andaluz. Era de gallarda presencia, rostro hermoso, “facciones de perfiles helénicos y ojos expresivos.”

Era la amazona de las guerrillas patrio-tas que se levantaron en el Alto Perú, después de las derrotas de las primeras expediciones argentinas. Como jinete, causaba la admiración de los centauros gauchos que vinieron con aquellas expediciones. Vestida de varoníl uniforme para Ingresar a las batallas; pantalón blanco de corte mameluco chaquetilla roja, la cabellera enroscada bajo una gorra militar con airón entre blanco y azul, manejaba diestramente la espada, el sable y el fusil y aún el cañón, como se le había visto más de una vez.

“Varias veces herida, alguna vez prisionera y moribunda, recuperada se constituía en el terror de las tropas españolas, consuelo de los monteros patriotas, y ante todo y siempre, modelo de virtudes como esposa y madre, la dama chuquisaqueña se destaca adorable en los horizontes de Bolivia y de los fastos de América”.

La primera en atacar las posiciones rea-listas y la última en dejar el campo de batalla, audaz, temeraria en las refriegas, piadosa y dulce en los campamentos; distribuía dineros, curaba a los heridos y atendía el rancho la esbelta señora que en felices tiempos fue una próspera hacendada.

DOÑA JUANA TOMÓ PARTE EN 23 ACCIONES DE ARMAS

En el corto período de seis años desde 1811 hasta 1817, esta heroica mujer concurrió a 23 combates y batallas campales, fuera de innumerables escaramuzas y acciones de guerra, libradas en los territorios de los actuales departamentos de Sucre, Potosí, Tarija y Cochabamba y el norte de las provincias argentinas.

ACCIONES EN LAS QUE PARTICIPÓ

Huanipaya (enero 27 de 1811); Taco-bamba (marzo 14 de 1812); Ayohuma (noviembre 14 de 1813); Tarvita (marzo 14 y 19 de 1814); Molleni (abril 24 y 25 de 1814); Carretas (mayo 2 de 1814); Villar (junio 24 de 1814); Presto (octubre 9 de 1814); La Laguna (febrero 9, 10 y 11 de 1816); Cumpati (marzo 12 de 1816); La Laguna, (mayo 17 de 1816); Chuquisaca (mayo 28 de 1816); Tomina, (mayo 30 de 1816); Villar (septiembre 14 de 1816); La Laguna (mayo 15 de 1817) y muchas otras más, son campos que presenciaron el denuedo y el legendario valor de esta ínclita guerrillera.

Tras abandonar la lucha guerrillera por falta de apoyo, el Mariscal Antonio José de Sucre le otorgó una modesta pensión, la cual le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Murió en condición de indigente el 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común.

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