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domingo, 19 de marzo de 2017

¿Por qué el chapaco habla cantau y el camba sin “S”?



LINGÜÍSTICA | DOS CORRIENTES DEL ESPAÑOL Y SUS RESPECTIVOS CONTACTOS CON LAS LENGUAS DE LOS ANDES Y LA AMAZONÍA SON LA BASE DEL HABLA BOLIVIANA. EL DIALECTO TARIJEÑO SUMA LA PARTICULARIDAD DE LA CULTURA GAUCHA. LA PAZ SUMA UNA CARACTERÍSTICA DE EXPORTACIÓN.

Se heredan, se toman y se dejan, ahí a la vista, al oído, suman desde la vilipendiada “haiga” hasta el aparecido “aperturar”. Ambas, entre otras expresiones, a su manera, pugnan por ser parte de los dialectos bolivianos del castellano.

En cada lengua está grabada la historia de cada pueblo. Es el caso del castellano de estas tierras, la más hablada en el país. En ella, cada día, se sigue escribiendo, sin tergiversaciones ni letra muerta, la historia de un creciente mestizaje. Entre arcaísmos y neologismos, entre quechuismos, aimarismos, anglicismos, conversando, bromeando, cantando, discutiendo, negociando… suman los rasgos de lo que somos y lo que seremos.

Así, tiempo ha, hace siglos y siglos, se formaron las hablas amazónicas, vallunas y altiplánicas. Ésas que, de cuando en cuando, sorprenden a los recién llegados y les dejan con signo de interrogación en la sonrisa o la mirada.

Sin duda, se preguntan, por ejemplo: ¿por qué los bolivianos del sur, y de notable vena artística, hablan el castellano entonando y alargando la pronunciación de algunas vocales? En otras palabras, alguien diría: ¿por qué los chapacos hablan cantado? O ellos se preguntarían: ¿por qué hablamos “caaantau”, incluida esa singular “u” final que reemplaza al “do”?

“Obedece a razones históricas y geográficas -explica la lingüista Mirta Martínez, catedrática de la Universidad Mayor de San Andrés-. Se produjeron, en este caso, contactos de dialectos del castellano. El tarijeño y el chaqueño tienen una fuerte influencia debido al dialecto gaucho”.



LA FUERZA GAUCHA

Entre 1580 y 1780 los españoles llegaron desde el norte hasta lo que hoy es la provincia de Córdoba reforzados con tropas y sirvientes indígenas quichuas. Entraron en contacto con etnias de la región, como los llamados comechingones y sanavirones, entre varias otras. Y, unos y otros, matizaron con sus acentos y tonadas el castellano que les era impuesto. La dicción suave del quichua y la pronunciación alargada de vocales de las otras etnias empezaron a marcar las expresiones. Además, diversas palabras empezaron a castellanizarse. Y todo cobró más fuerza cuando a fines del siglo XVIII la corona dispuso que se extirparan las lenguas indígenas y sólo se hable la lengua imperial (1).

Durante la colonia y las primeras décadas posteriores a la independencia (1810-1816) la población argentina estaba mayoritariamente integrada por descendientes de los pueblos originarios y africanos llevados forzosamente como esclavos. En mucha menor medida había descendientes de españoles y de otros pueblos europeos. El mestizaje entre los distintos grupos produjo un tipo de poblador rural particular, denominado “gaucho”, en el caso del hombre, y “china” (palabra quechua), en el caso de la mujer.

Eran campesinos considerablemente libres, que montaban a caballo, solían alimentarse de vacunos salvajes que poblaban las llanuras. Por esa razón podían prescindir de la necesidad de establecer relaciones serviles con los hacendados. Esta libertad relativa para la época impulsó el desarrollo de una específica cultura gauchesca que se expandió a diversas regiones, entre ellas, el sur boliviano.

Un posterior gran proceso de mestizaje se produjo con la gran ola de inmigración europea iniciada a mediados del siglo XIX. Entonces gauchos, chinas y su cultura, obraron como un gran puente entre el país colonial preinmigración y el país contemporáneo posinmigración. Y, como una oleada, el habla de esa cultura gaucha, influyó en el Chaco y el valle tarijeños que contenían sus propios dialectos del español (2).

Por ello, los tarijeños del valle suelen usar algunos arcaísmos, es decir, palabras que han sobrevivido a siglos de transformaciones. Y de vez en cuando alguien dice “ansina” que es como hace tres siglos se decía nuestro moderno “así”, o alguien dice “mesmo”, el “mismo” de nuestros días. Por esa fuerza gaucha, se juega con los diptongos y aún “ahura” se escucha hablar, bien o mal, del “menistro” o del “maistro”. Y por la misma causa los chapacos deciden eliminar algunas consonantes, jugar alguna de sus bromas, y asegurar que se han “buurlau”. Es más, probablemente concluyan en que se han “maaatau” de risa y que son felices hablando “caaantau”.



CUANDO LA “S” SE VUELVE “J”

Los tarijeños del Chaco también, pero con unos matices que recuerdan al habla cruceña, al castellano camba. Es decir, tienden a pronunciar en forma aspirada las “s” finales de las palabras. Claramente podrían marcar su territorio diciendo: “Voj, hermanito, no soj del Chaco”. Y precisamente, entre el Chaco y el valle tarijeños parecen encontrarse las dos grandes variantes del castellano hablado en Bolivia.

El lingüista José Mendoza ha explicado que nuestro país heredó básicamente el habla de tres regiones españolas: Andalucía y Extremadura, en el oriente, y La Rioja, en el occidente.

“En el plano fonológico (la fonología describe el modo en que los sonidos funcionan en una lengua), la gente de La Rioja de España trajo la ‘r’ vibrante - explicó Mendoza-. Es pronunciada en Bolivia, sobre todo en la parte andina, y en el norte de Argentina”.

El lingüista enfatizó que en Bolivia hay una mixtura de hablas que provienen de diferentes regiones de España, pero que en su investigación pudo determinar las más sobresalientes.

“El habla del oriente es diferente a la del occidente y un rasgo característico es la aspiración de la ‘s’ final. La aspiración viene de regiones como Andalucía y Extremadura, y en Bolivia es una marca de estas regiones”, añadió. En el estudio Evolución del Castellano en Bolivia a partir del siglo XVI, Mendoza identifica los rasgos que han dado origen al idioma que predomina en el país (2).

Por esa y algunas razones más, cruceños, benianos y pandinos dicen el célebre “puej”, mientras que los hablantes de tierras altas pronuncian el “pues”. Por eso el habla camba guarda cierto parecido con el habla caribeña de nicaragüenses y venezolanos. Pero, las otras razones para mayores diferencias se llaman contacto de idiomas. Andaluces y extremeños tuvieron en el oriente boliviano básicamente contacto con guaraníes y chiquitanos, en cambio los riojanos se toparon en los Andes con aimaras y quechuas.

“El castellano paceño, por su relación de lengua con el aimara, que no neutraliza expresiones, pronuncia todas las palabras, una a una –explica Mirta Martínez-. En cambio, el habla cruceña tiene además la influencia del guaraní que tiende a apocopar las palabras, a reducir sílabas o palabras finales o intermedias”.



Macheteros
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“UNIQUINGO”

Y vuelven las fuerzas de la historia. El castellano hablado en Santa Cruz guardó características casi únicas hasta los años 50 debido a que la región no estaba contactada ni con el exterior ni con el interior del país. Entre las particularidades aún sobrevivientes se halla el uso del diminutivo “ingo” y el superlativo “ango”. El académico Luis Alberto Roca lo atribuye a los pioneros cruceños que fueron, a fines del siglo XIX, a explotar la goma en el Acre. Ellos decidieron retornar años más tarde a rehacer su vida en tierras cruceñas.

“Debido a la guerra perdieron la goma, pero trajeron el ‘ingo’”, explica en su libro Breve historia del habla cruceña. Para entonces habían adquirido en su habla la derivación del sufijo “inho”. Así, de casinha venía “casinga”, de “altinho”, “altingo”, etc. Roca asegura que estas expresiones son algo propio y único del castellano cruceño.

Eso sí, cuando aceleradamente Santa Cruz se conectó con Argentina, Brasil, y el occidente del país, se multiplicaron las influencias sobre su castellano. “Por ejemplo –advierte Martínez-, al voseo (uso de “vos” en lugar de “tú”) pronominal se le sumó el verbal”. Así, el cruceño hoy dice regularmente frases como “voj tenéj”, “voj queréj” debido a la influencia de los migrantes argentinos. Principio de un proceso cosmopolita que, inevitablemente, afectará cada vez más al habla cruceña.



Cueca
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“CONTARIME”

Y hacia el occidente también Cochabamba tiene sus particularidades. Se trata de una de las regiones donde más simétrica e intensamente han convivido el quechua y el castellano debido a su vocación agraria. Durante décadas y décadas se cimentó un bilingüismo que sumó y fusionó palabras y estructuras. Se llegó al extremo de que hay quienes, medio en broma y medio en serio, postulan la existencia del “quechuañol”.

Por ejemplo, -cita el escritor Ramón Rocha Monroy-, cuando a un criollo “se hace el gringo” le decimos “yanagringo”. “Yana” significa negro; gringo es el norteamericano de EEUU o de origen europeo. “Cielowawita”, se dice a una persona bondadosa; o “cuetesimi”, que significa “boca de cohete”, alguien que habla mucho y “florido”.

No sólo se combinan palabras, sino que se las rompen y alteran como en el caso de los célebres “prestarime”, “llevarime”, “invitarime” o “rebajarime”. Rocha ha explicado que la partícula “ri”, quiere decir ‘por favor’, en una lengua (el quechua) creada para convencer, no para ordenar” (3).



LA VENTAJA PACEÑA

Y frente a la dulzura del castellano cochabambino, la originalidad del cruceño y la musicalidad del tarijeño, el paceño luce una ventaja económica. “El dialecto paceño, debido a que convive con el aimara, es muy pronunciado, no neutraliza ni afloja las palabras –explica Martínez-. Hay una buena cantidad de extranjeros que prefieren aprender el español, como segunda lengua, en La Paz. Esta habla no les trae las confusiones del voceo verbal. Tampoco presenta las aspiraciones ni las palabras apocopadas, ni de la pronunciación diferenciada de la “z”, la “c” y la “s” que hay en la península ibérica, y que crean dificultades de comprensión”.

Obviamente, se refiere al habla estándar y no a la popular, más afectada por la fonética aimara que por su fuerte pronunciación aplasta estructuras. En ese marco, sería difícil que un extranjero comprenda un “Pa que’ps te inscribs en este curso, che, gringo. Que’ps ha de aguantar la gente. ¡No ves que es con ñeke! ¡Hacelo’ps ahuritita o si quieres nomás, oye!¡Su ocurrencia también, ja! ¡Yaaaa!” (4).

En suma, son los dialectos del castellano boliviano, con algunas ligeras variantes en los otros departamentos. Ni bueno ni malo, simplemente propio, construido por quienes, desde sus diversos orígenes forjaron esta patria y por quienes la van proyectando. Los académicos remarcan que no hay un modelo de habla. “Para empezar la lengua es viva, es social, la hablamos sus usuarios –remarca Martínez-. Entonces nosotros siempre estamos propiciando cambios y la referencia de uso es el habla estándar, culta, no popular, de cada país que corresponde a cada academia regional de la lengua española”.

Por ello, probablemente, dentro de unas décadas, cobren factura la creciente influencia de los medios de comunicación y los acelerados procesos migratorios. De hecho, son más cada vez más aceptados mexicanismos como “carnal” o “cuate”, decenas de argentinismos provenientes incluso del lunfardo e incontables anglicismos. Es más, hasta aparecieron inexistentes verbos, usados por amanerados locutores, como “aperturar”, desconocido por academias y diccionarios, y usado en lugar del ancestral “abrir”.

Mientras la humilde conjugación “haiga”, tan mal vista u oída y tan repudiada por personas de aires puristas, sobrevive entre sonrojos. Y, sin embargo, trae un español altamente castizo. “El ‘haiga’ y el ‘haya’ vienen del verbo ‘habere’, del latín –explica Mirta Martínez-. Se lo usa en otras partes de América e incluso es aún utilizado en Andalucía y el norte de España, en las variedades populares y cultas”.

Y entonces que no haiga mayores problemas a la hora de valorar el castellano boliviano. Puej falta poquingo para challar nuestro bicentenario. Ahicito está, trae nuestra historia. ¿No ves?

(1) Variantes del idioma español habladas en Argentina, Berta Elena Vidal de Battini.

(2) Así hablan los cochalas, Los Tiempos Digital, 14/09/15

(3) El castellano boliviano proviene de Andalucía y La Rioja, La Razón, 22/4/15

(4) Basado en El castellano popular de Nuestra Señora de la Paz, ponencia de Carlos Coello Vila.





"Hasta aparecieron inexistentes verbos, usados por amanerados locutores, como “aperturar”, desconocido por academias y diccionarios, y usado en lugar del ancestral “abrir”.



"La humilde conjugación “haiga”, tan mal vista u oída y tan repudiada por personas de aires puristas, sobrevive entre sonrojos. Y, sin embargo, trae un español altamente castizo"



"Por ello, los tarijeños del valle suelen usar algunos arcaísmos, es decir, palabras que han sobrevivido a siglos de transformaciones. Y de vez en cuando alguien dice “ansina” que es como hace tres siglos se decía nuestro moderno “así”

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