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martes, 8 de agosto de 2017

Muertes trágicas de presidentes de Bolivia

El curso de nuestra historia nos hace conocer que un total de doce presidentes de Bolivia, murieron trágicamente y en diversas circunstancias. Estas muertes fueron provocadas generalmente de forma violenta a tiros de revolver y a estocadas o golpes con puntas de espada. De este total de doce muertes trágicas, ocho corresponden al siglo XIX y cuatro al siglo XX; unos durante el mismo ejercicio de sus altas funciones; y otros, después de haber cesado en ellas.

De los doce mandatarios trágicamente fallecidos, todos fueron militares y con caracteres diferentes, siendo unos, asesinados por venganza; y otros por la ambición de poder.

La secuela de muertes violentas comenzó a poco de haberse fundado la República de Bolivia; diríase con el segundo Presidente que tuvo nuestro país, el Mariscal Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, nacido en Cumaná de Venezuela el 3 de febrero de 1795 y muerto a tiros en la emboscada de Berruecos el 4 de junio de 1830, cuando viajaba de Bogotá a Quito en pleno monte enmarañado cerca de la ciudad de Pasto en Colombia. Su asesinato fue en circunstancias obscuras.

El Mariscal Sucre murió a los 35 años de su gloriosa existencia luego de su renuncia a la presidencia de Bolivia el 18 de abril de 1828 cuando dijo: “Aún pediré otro premio a la nación entera y a sus administradores, el de no destruir la obra de mi creación, de conservar por entre todos los peligros la Independencia de Bolivia y de preferir todas las desgracias y la muerte misma de sus hijos, antes de perder la soberanía de la República”.

El segundo presidente de Bolivia que tuvo una muerte trágica, fue el cochabambino Pedro Blanco Soto, enemigo del Mariscal Sucre y sucesor de éste; habiendo sido coautor intelectual para que estallara el motín de los Granaderos de Colombia en el cuartel de la capital de Bolivia, donde el héroe de la batalla de Ayacucho, salió herido de un balazo.

El Cnl. Pedro Blanco, estuvo en la presidencia de la nación, escasos cinco días, habiendo sido muerto a estocadas en una celda del convento de la Recoleta de la ciudad de Sucre, el primero de enero de 1829, a la edad de 33 años. Su cadáver fue arrojado a un barranco próximo, encontrándoselo entre un enjambre de buitres. Así murió Pedro Blanco Soto, el que no estuvo de acuerdo con la creación de la República de Bolivia, sino el anexarse al Perú, apoyando a las ideas e invasión a territorio nacional por parte del peruano Agustín Gamarra.

El tercer mandatario del país, muerto violentamente, fue el Gral. Eusebio Guilarte Mole, paceño de nacimiento, habiéndose desempeñado como presidente de Bolivia, sólo interinamente por diez días, habiendo sido derrocado por el militar Manuel Isidoro Belzu y muerto a tiros de revólver por sus propios soldados el 11 de junio de 1849.

Antes de este suceso, el Gral. Guilarte fue exiliado a Chile y, por vengar su derrocamiento, había regresado a Bolivia y astutamente reconciliado con Isidoro Belzu, le preparó su muerte en la hora de su venganza, entonces se alzó en armas y después de cuatro días de relativo éxito, su soldadesca y oficialidad se volcaron contra él, matándolo a tiros en pleno palacio de gobierno.

Otro presidente asesinado fue el Gral. Jorge Córdova, cuando éste sin tener poder de mando, fue apresado violentamente por agentes que encontrábanse a órdenes del despiadado Cnl. Plácido Yáñez, comandante militar de La Paz e irreconciliable enemigo del Gral. Belzu.

Jorge Córdova fue muerto a tiros y estocadas la noche del 23 de octubre de 1861 en interiores del tétrico Loreto de La Paz, edificio donde funcionó la Universidad y en ocasiones Sede del Congreso Nacional. Córdova murió trágicamente junto a otros belcistas que alcanzaban al medio centenar, siendo una verdadera carnicería que registra la historia de Bolivia en el gobierno del Gral. José María de Achá.

Fue en este mismo régimen gubernamental cuando Achá soportó la sublevación de un batallón de ejército de La Paz, apoyado por una muchedumbre de la plebe paceñista que no paró en dar muerte al asesino de octubre Cnl. Plácido Yáñez, cuyo cadáver fue arrastrado por las calles de la ciudad y ser castigado así por la justicia popular que conocía de los crímenes perpetrados por el malvado de Yáñez, conocidos como las “Célebres Matanzas de Yáñez”.

Separadamente, otro presidente boliviano muerto de modo trágico, fue el Gral. Manuel Isidoro Belzu, cuando éste recibió disparos a quema ropa de parte del nefasto Mariano Melgarejo Valencia en interiores del palacio de gobierno el 27 de diciembre de 1864 en la ciudad de La Paz.

Sobre este suceso, hubo una versión dando a saber que un soldado mató a Belzu con un tiro de fusil; sin embargo esta relación ha sido desmentida por el juicio histórico. Versión que fue fraguada, seguramente para descargar a Melgarejo, de la responsabilidad de un crimen inútil. El mismo reconoció que había dado muerte a Isidoro Belzu por su propia mano.

Como se dice: “Quien a hierro mata, a hierro muere”. Esto es lo que se aplicó precisamente en la persona de Mariano Melgarejo Valencia, quien fue muerto a tiros de revolver en una de las calles de la ciudad peruana de Lima el 23 de noviembre del mismo año 1871. Siendo asesino del Gral. Mariano Melgarejo, su propio cuñado el Cnl. Aureliano Sánchez, hermano de la célebre Juana Sánchez, la concubina del tarateño Melgarejo.

Separadamente, el derrocador del energúmeno de Melgarejo Valencia, el Gral. Agustín Morales Hernández, calificado como otro déspota de los presidentes de Bolivia, fue muerto en interiores del Palacio de gobierno, por su sobrino el Cnl. Federico Lafaye, quien al recibir serie de ultrajes de palabra, arremetió contra Morales, descargando su revolver sobre su agresor en presencia de algunos jefes de Ejército y edecanes de S.E., hecho ocurrido el 27 de noviembre de 1872.

Otro de los presidentes de Bolivia trágicamente muerto, fue Hilarión Daza Grosolei, llamado “El traidor de Bolivia”, asesinado en Uyuni del Departamento de Potosí el 30 de febrero de 1894, cuando había regresado al país, procedente de Francia, para defenderse de la tremenda acusación como “Traidor a la Patria” y su cobarde actuación en “Camarones” de la Guerra del Pacífico.

Según algunos historiadores, se dice que no se ha esclarecido completamente la verdadera causa del asesinato del Gral. Hilarión Daza; sin embargo, es cierto que los autores de dicho crimen, fueron los mismos escoltas de dicho personaje que lo conducían para llegar a la ciudad de Sucre y allí ser juzgado. Por otra parte, el proceso que se organizó contra los autores del hecho de sangre, no dio otro resultado que el de la condena de éstos, sin que se los hubiera recibido declaración alguna.



Siglo XX

En este siglo pasado, otra víctima de sangre fue el Gral. José Manuel Pando Solares, quien sorteó las insurrecciones del Acre en el Noroeste boliviano.

El Gral. José Manuel Pando fue muerto por órdenes de sus enemigos políticos que aún no fueron identificados por la justicia, aunque después de siete años de proceso judicial, llamado también “El Proceso del Siglo”, se fusiló a Alfredo Jáuregui, inocente para mucha gente nacional.

Se dice que los asesinos del que fue presidente de Bolivia Gral. José Manuel Pando, de principio lo aprehendieron cuando hacía un paseo a caballo, lo acorralaron y lo sometieron a un cruel tormento antes de ultimarlo con armas contundentes. Luego el cadáver de Pando fue oculto por varias horas y, después de un día, ser arrojado a un barranco de El Kenko de La Paz. Asesinato que se produjo el 15 de junio de 1917.

Otro de los presidentes de Bolivia, víctima de sangre, fue el Tcnl. Germán Busch Becerra, el cual se suicidó en su domicilio del barrio de Miraflores de la ciudad de La Paz, en la madrugada del 23 de agosto de 1939.

Este dictador cruceño, deseaba que Bolivia sea socialista y él quería ser más que un escritor, tal es así que en cierta ocasión propinó una severa bofetada al escritor Alcides Arguedas, quien completamente ensangrentado, dolorido e indignado, protestó porque un militar de sólo 34 años de edad vejara a un anciano de 64 años de edad.

Otro hecho injustificado del presidente Germán Busch, fue el ordenar la muerte o fusilamiento del sacerdote potosino Severo Catorceno Rocabado, quien siendo inocente de toda culpa, fue sentenciado a muerte sin proceso alguno, sólo por denuncia calumniosa de cierta persona deseosa en obtener algunas prebendas económicas del sacerdote Catorceno.

El dictador Busch Becerra se quitó la vida, después de libar algunas copas con su familia y en su escritorio de trabajo donde prontamente sacó su revólver y exclamó estas palabras: “Aquí se acaba la presidencia..!”, descargándose un tiro en la sien derecha, sin dar tiempo a que nadie impidiese el hecho.

Otra muerte trágica de otro presidente boliviano, fue la del Cnl. Gualberto Villarroel López, quien encontrado por el tumulto enfurecido de la población paceña, en una dependencia administrativa del Palacio de Gobierno de la ciudad de La Paz, recibió culatazos de muerte, para luego ser arrojado desde los balcones del edificio hacia la calle y su cadáver colgado en un farol de la plaza Murillo la tarde del 21 de julio de 1946.

Gualberto Villarroel López, antes de su trágica muerte, se vio solo, abandonado por todos aquellos que en ocasiones anteriores decían: “jamás abandonaremos a nuestro jefe”. Los únicos que inmolaron sus vidas junto a Villarroel, fueron, su edecán Waldo Ballivián; su secretario privado Luis Uría de la Oliva. Y en otro lugar de la ciudad, fueron muertos, el jefe de tránsito Max Toledo y Roberto Hinojosa. Todos ellos fueron arrastrados por el tumulto y colgados en los faroles de la plaza principal de La Paz.

Finalmente, el último presidente boliviano trágicamente fallecido, fue el Gral. René Barrientos Ortuño, quien pereció carbonizado en la tarde del 27 de abril de 1969, al precipitarse el helicóptero en el que viajaba de Arque a otra población cochabambina.

Otras noticias decían que el “General del Pueblo”, como se le llamaba al Presidente Barrientos Ortuño, habría muerto por atentado criminal; sin embargo se determinó que el helicóptero en que se hallaba el Gral. René Barrientos Ortuño, se enganchó en los alambres del telégrafo y se incendió prontamente, pereciendo horriblemente quemados todos sus ocupantes.



*Presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia “Potosí”.

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