Buscador

lunes, 2 de octubre de 2017

La Higuera, donde el Che reina hace medio siglo



El 8 y el 9 de octubre de 1967 son dos días que aquí no se olvida nunca. Alcides Osinaga lo vio ingresar custodiado por soldados del Ejército boliviano y supo que el hombre desaliñado y herido al que introducían como prisionero en la escuelita del pueblo era Ernesto Guevara, al que le decían el Che y al que el Gobierno buscaba con modales de guerra para impedir que en el país se siembre la semilla del comunismo.

“Yo lo conocí vivo, ese ocho de octubre, y al día siguiente lo vi muerto, cuando lo sacaron para llevarlo en helicóptero hacia Vallegrande. Aquel año yo era muy joven”. Alcides tenía 23 y Ernesto que nació en Rosario, Argentina, tenía 39 años. Alcides desconocía que el guerrillero era uno de los ideólogos y comandantes de la revolución cubana. Aquel día no lo sabía, pero ahora, 50 años después, dice saber todo, o casi todo, del Che.
Los habitantes de La Higuera tienen en sus recuerdos el día
en que mataron al Che en la que fue escuela del poblado

En La Higuera, los ancianos del pueblo aseguran que vieron al Che horas antes de su muerte. Ya no son los muchachos ni las muchachas de hace medio siglo, pero los que quedan, los pocos que quedan, hablan de él como si se tratara de un ser querido, de alguien que les marcó la existencia para siempre.
Y a los pocos que quedan se los cuenta con los dedos de una mano. Alcides Osinaga vive en la última casa de La Higuera, en una casa de adobe, con su hijo que le ayuda a desgranar el maíz y sus dos perros que se alborotan cuando llega algún vehículo motorizado y eso ocurre de vez en cuando.

Pero la primera vez que vio al Che fue mucho antes. Fue el 26 de septiembre cuando el Che junto a otros guerrilleros pasaron por las afueras de La Higuera, por el abra del Picacho. También lo vio mi esposa, con la que en aquel tiempo no estábamos casados. Ella se lo encontró en una senda y él la saludó, le preguntó dónde estaba su marido y ella le dijo que no era casada. El Che, con humor, le apuntó a su barriga y le dijo: entonces ¿ese hijo que esperas para quién es?
En La Higuera aún hay huellas del paso de la guerrilla

Alcides recuerda aquel episodio con gracia y también se ríe. Alcides está ahora apoyado en la fachada de la antigua escuela, donde los soldados introdujeron al Che el 8 y el sargento Mario Terán, por órdenes de La Paz, le disparó dos ráfagas de bala a las 13:10 del 9 de octubre. “Yo lo vi cuando lo sacaron muerto”, reitera.

Gregorio Carrizales vive en la primera casa de La Higuera y tiene 78 años. Su casa también es de adobe y al igual que Alcides él estaba afuera de la escuela cuando vio al Che. “Me di cuenta de que estaba herido de la pierna, recuerda. Gregorio ahora se pone en el lugar de Ernesto Guevara. “Cómo le dolería la pierna”, dice.

El 8 de octubre, en el combate de la quebrada del Churo, el Che fue herido de bala en su pierna izquierda, hecho prisionero junto con Simeón Cuba Sanabria (Willy) y trasladado a La Higuera, donde fueron recluidos en la escuela y en aulas separadas.
Hay 60 personas que aún viven en este pueblo, que está cercano a Vallegrande. Los demás se fueron. Hace 50 años eran 115 familias

“Cuando duele la pierna, el mundo se viene abajo”, dice Gregorio, que desde hace unos meses sufre de ciática, una enfermedad que le provoca dolores de su rodilla que le impiden caminar como antes. Gregorio vive con su esposa que no estaba en La Higuera aquel día inmortal del 8 de octubre. También tiene un puñado de vacas holandesas a las que debe atender todos los días, aunque le duela la pierna, como cree que le dolía al Che aquel día cuando lo vio herido de bala.

Frente a la plaza, la única plaza que existe en La Higuera, en dos casas contiguas la una de la otra viven Irma Rosado Carrizales (71) y Gregoria Montero (73). Irma está sentada en el rellano de la puerta que da a la calle, desgranando maíz y también está pendiente de la llegada de algún visitante que pueda acercarse para comprar alguno de los productos que tiene a la venta en su tienda que le ha puesto el nombre de La Estrella.
Cada cierto tiempo llegan turistas, atraídos por conocer el pueblo donde mataron al Che

“La Higuera está peor que hace 50 años. Cada vez hay menos gente aquí”, se queja y recuerda que en octubre de 1967 en este pueblo vivían 115 familias, muy por encima de las 24 que ahora existen. “60 personas forman esas 24 familias. Ese es el número de habitantes”, dice.

Irma Carrizales se levanta, camina por la habitación pequeña, toma una vela, la coloca en un candelabro y la enciende. Son las 18:10 y la noche ha caído temprano. El cielo está encapotado y las nubes negras son iluminadas por relámpagos que anteceden a truenos de guerra. “Aquí no hay energía eléctrica. Y hace 50 años, cuando mataron al Che, tampoco había”, recuerda.

En La Higuera no hay corriente pero la habrá a partir del 5 de octubre. Así lo aseguró un funcionario de la CRE que en la tarde estaba en el pueblo con otras personas realizando obras para que la luz eléctrica sea una realidad aquí.

Hasta hace unas semanas había electricidad generada por un sistema obsoleto que funcionaba cuando ya nadie necesitaba el servicio, solo de madrugada y por unas pocas horas, comenta Pablo Escobar, en el corredor de su restaurante La Tania, en memoria de la compañera de guerrilla del Che Guevara.

En La Higuera, todo, o casi todo, gira en torno a Ernesto. Hay un almacén que se llama Tienda 8 de Octubre, un hotel: Los amigos… del Che, la escuela donde lo mataron es un museo, existe una expofoto Che Guevara, la casa histórica del telegrafista y un alojamiento comunal que lleva el nombre de La escuela del Che.

Al lado de la casa de Irma hay una casa con pared blanca, donde está escrito: Se vende pan y empanadas y al lado: Tú vives por siempre, Che comandante, amigo. En esa casa vive Gregoria Montero, que paga por ese lugar un alquiler de Bs 100 al mes.

Sus panes son cotizados por los vecinos y por los turistas que llegan, en promedio, cinco por día.
A Gregoria no le cuesta recordar. Recuerda, por ejemplo, que ella tenía 23 años cuando vio al Che. Se acuerda también que era alto y barbudo, que aquel 1967 su esposo que se llamaba Elías Escobar era el corregidor de La Higuera y que ella, junto a otras mujeres, cocinaba para los soldaditos que luchaban contra la guerrilla y que se asentaron en el pueblo.

Hace medio siglo que el Che puso sus pies en la comarca y pareciera que aún no se ha ido. Su nombre y su sobrenombre están visibles a lo largo de esa única calle larga que hay en La Higuera.

Mucha gente se ha ido, pero han quedado sus casas que, abandonadas como están, aún guardan el rostro grabado o la inscripción del Che en las paredes de adobe que, a esta hora de la tarde, son alumbradas por los relámpagos que despiertan una noche oscura y larga y sin pizca de luna.





No hay comentarios:

Publicar un comentario