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viernes, 10 de septiembre de 2021

Historia prehispánica: Reflexiones y debates

El tomo I De los orígenes a la construcción de los Estados Preshispánicos es un esfuerzo por dar una
mirada de conjunto al pasado más remoto de lo que hoy es Bolivia. Dividimos este extenso período
siguiendo la manera cronológica tradicional. Incluimos una línea del tiempo que sirve como orientación didáctica de la sucesión de culturas, su elaboración implicó una serie de decisiones respecto de lo que consideramos lo más relevante en cada etapa. Sin embargo, es preciso aclarar que si bien la sucesión de culturas en el tiempo ordena la información y le da un sentido, la historia no es un proceso lineal hacia una suerte de destino superior preestablecido, es más bien un proceso complejo, expresión de la variedad de opciones asumidas por los seres humanos.

Nos planteamos tres ejes temáticos y de análisis que, de acuerdo a sus peculiaridades, son desarrollados y problematizados de distintas formas en cada capítulo. El primero de los ejes se refiere a la multiculturalidad, presente en todas las etapas aunque no siempre con la misma visibilidad. Su estudio permite conocer cómo se dieron las relaciones entre culturas y sus cambios en el tiempo. Podemos afirmar que la presencia de múltiples expresiones culturales es una de las realidades que se evidencia con mayor claridad. En el altiplano y valles encontramos una diversidad de pueblos en forma cohesionada, mientras que en las Tierras Bajas existe una atomización más marcada. A partir del supuesto de que los procesos identitarios no son sólo consecuencia de la relación entre distintos grupos sino que en gran medida están condicionados por las relaciones de poder, el segundo eje tiene que ver con la tensión entre esta multiculturalidad y la presencia o ausencia del Estado. El tercer eje que guía
nuestras preocupaciones es la relación sociedadmedioambiente pues el período prehispánico es de aprendizaje del control y aprovechamiento de la naturaleza que se expresa en las distintas soluciones culturales de los pueblos.

Fuera de los ejes planteados, quisiéramos resaltar algunos de los problemas generales que encontramos al realizar el trabajo. Uno de ellos se refiere al espacio que debería cubrir el período prehispánico. Sabemos que por entonces los límites geográficos no eran los actuales, pero a veces en los estudios sobre esta etapa no se asume de esta manera. Los límites o las fronteras políticas pueden interferir en las miradas hacia este pasado, enfatizando o minimizando la información según los intereses nacionales,
pues la construcción de la memoria nacional en cada uno de estos países tiene una de sus bases en los logros de este periodo. En Bolivia, por ejemplo, la búsqueda por dar sustento al nacionalismo de los años 50, hizo que se magnificara Tiwanaku y se minimizara a los incas. En cambio en el Perú, los incas representan el punto culminante de su pasado. El énfasis que se hace en cada uno de los países podría distorsionar la cultura de los hechos del pasado.

Este tomo, aunque se concentra en el territorio de la actual Bolivia, intentará superar las miradas nacionalistas.Tiwanaku, por dar un ejemplo, tiene elementos de la cultura chavín, ubicada en el actual Perú, y, si bien su centro estaba al Sur del Titicaca, en Bolivia, tuvo núcleos importantes en Historia prehispánica: Reflexiones y debates Moquegua o Atacama en las actuales repúblicas del Perú y Chile. Lo propio en el período de los Señoríos: un bloque importante de pueblos de lengua  reponderantemente aymara se ubicaba alrededor del Titicaca, lago que, como se sabe, comparten Perú y Bolivia. También en el sur, los carangas abarcaban Arica y el valle de Azapa, actualmente Chile. Por otra parte, los desarrollos de las Tierras Bajas tuvieron migraciones desde el Atlántico que atravesaron el Brasil, Argentina y Paraguay para instalarse en tierras bolivianas. La familia lingüística arawak tiene representantes por lo menos desde Venezuela.

El estudio del pasado prehispánico también encuentra algunas dificultades en la relación entre disciplinas. Tradicionalmente se considera que su estudio corresponde a la arqueología, sin embargo, a partir de documentos de la colonia temprana, tradición oral, documentos visuales, como textiles, cuadros y, por supuesto, crónicas, es posible obtener información desde la etnohistoria, entendida ésta como una especialidad de la historia que ha desarrollado métodos de acercamiento a las fuentes para la interpretación de los períodos prehispánicos más tardíos. Usamos la etnohistoria para subrayar los esfuerzos que se hicieron para superar la falta de registros escritos e incorporamos métodos de interpretación que no están relacionados con la lectura de restos arqueológicos. Si bien ambas disciplinas son complementarias, sus enfoques y sus conclusiones no siempre coinciden, lo que genera líneas de discusión que en muchos casos enriquecen las perspectivas tanto de la etnohistoria como de la arqueología.

Es común que los aportes de la arqueología, con estudios de caso y con la urgencia de encontrar evidencias materiales, sean más puntuales. La etnohistoria, en cambio, suele tener el problema
de dar saltos en el tiempo, del siglo XVI al XX, por ejemplo. Estas perspectivas un tanto diferentes se
hacen evidentes en ciertos momentos, por ejemplo en las hipótesis acerca de la desintegración de Tiwanaku. A pesar de ello, creemos que estas aparentes discrepancias en realidad enriquecen nuestras preguntas y posibles interpretaciones, por ello el presente volumen es precisamente el intento de conjugar los aportes de ambas –y otras– disciplinas para avanzar en nuestra comprensión de este pasado.

Dentro del panorama académico existe un desequilibrio; por una parte entre las investigaciones
arqueológicas de los países vecinos que cuentan con mayor cantidad de investigación que en Bolivia, y, por otra, entre los conocimientos sobre el oriente y el occidente de Bolivia. De este modo los estudios, excavaciones, dataciones y otros aportes que se hacen e hicieron en Perú, Chile, Argentina y Brasil sirven para completar el panorama propio.

En cuanto a Bolivia misma, es más lo que se sabe sobre las tierras altas, altiplano y valles, que sobre la Amazonia, Chiquitanía y Chaco. Aunque la región de los Llanos de Mojos ha recibido una atención privilegiada desde principios del siglo pasado (Denevan, 1966; Erickson, 2006, 2010; Jaimes Betancourt, 2012; Lombardo et al., 2012, 2013; Nordenskiöld, 1913; Prümers, 2012, 2013; Walker, 2004 ) y hay recopilación de información etnohistórica sobre la Chiquitania y Chaco (Combes, 2002-2008), todavía existe un desequilibrio de información que podría dar una impresión equivocada del pasado de ambas regiones. Las organizaciones políticas más centralizadas y la impronta estatal determinan una centralidad más contundente en las tierras altas y sobre todo en la región circuntiticaca. En ese entendido, hemos hecho también el esfuerzo por incorporar de manera coherente los últimos aportes sobre las Tierras Bajas intentando, además, tomar en cuenta su propia lógica. Sin embargo, es indispensable tener presente que “lo andino” es en realidad una articulación de diversas ecologías ubicadas en diferentes altitudes y que ríos que nacen en la cordillera de los Andes y desembocan en afluentes del río Amazonas, funcionan como corredores de comunicación entre los Andes y la Amazonía, conectando las historias de los bosques amazónicos subandinos con aquellas desarrolladas en los bosques de llanuras aluviales y tropicales.

En los últimos años el desarrollo de la ciencia en temas como la identificación del genoma humano y la investigación genética sobre los cromosomas ha abierto nuevos caminos al estudio multidisciplinario de la historia más antigua de los seres humanos, las dinámicas de poblamiento en distintos lugares del planeta, las rutas de desplazamiento y el desarrollo posterior de poblaciones locales. Aunque en Bolivia no se han efectuado estudios específicos de este tipo, centros de investigación en el exterior han realizado recientemente análisis de algunos materiales óseos de enterramientos en sitios como Tiwanaku y otros centros relacionados, y los resultados muestran nuevas y sorprendentes posibilidades que la investigación puede seguir en las siguientes décadas y que añaden nuevas dimensiones al conocimiento a través de una colaboración más estrecha de las ciencias sociales y biológicas.

Antes de hacer un desarrollo de las características de cada período corresponde realizar una breve contextualización sobre la cronología y la periodización que utilizamos, esto con el objetivo de explicar los conceptos básicos presentes a lo largo del libro. El inicio del desarrollo cultural se da a través de sociedades de cazadores-recolectores, proceso que dura varios miles de años y que está conceptualizado en dos grandes períodos. El primero de ellos es el Paleoindio, que implica la relación del hombre con la megafauna extinta en el Holoceno. Pocas evidencias de ese período son registradas en Bolivia, pero la información existente muestra que dicha relación se dio principalmente en el sur. Un período posterior es el Arcaico, que es dividido en tres sub-períodos: temprano, medio y tardío, que señalan los niveles de complejidad de esas poblaciones de cazadores-recolectores, las cuales habían sobrevivido a la última glaciación y a la desaparición de la megafauna.

Un desarrollo posterior corresponde al Formativo, período de sedentarización y de alta complejidad cultural, que es parte del proceso de formación de grandes Estados y/o desarrollos socio-políticos, debido a lo cual recibe ese denominativo. Este período también está dividido en tres sub-fases: temprano, medio y tardío, y presenta particularidades en cada región estudiada.

Para los desarrollos posteriores asumimos la periodización establecida en los Andes centrales por Rowe (1944), quien reconoce horizontes culturales y períodos intermedios. El más importante en Bolivia es el Horizonte Medio, marcado por la presencia de Tiwanaku. Sin embargo, también reconocemos una diversidad de grupos culturales en otras regiones de Bolivia que no fueron influenciados por la complejidad estatal de Tiwanaku y que tienen un desarrollo cultural particular. Existe acuerdo entre los arqueólogos en agrupar a estos pueblos como parte de los Desarrollos Regionales Tempranos.

Un período posterior a Tiwanaku es el conocido como Intermedio Tardío, pues es el antecedente a la presencia inca en Bolivia. Al parecer, existió mucha diversidad étnica y cultural en dicho período en diferentes partes del territorio, por lo cual en las zonas que se encuentran fuera de la influencia del Estado de Tiwanaku se reconocen estos grupos dentro del período de Desarrollos Regionales Tardíos. La secuencia prehispánica culmina con la incursión de los incas en Bolivia, considerado el Horizonte Tardío en los Andes o el período Inca en Bolivia. Esta secuencia resume la periodización prehispánica
utilizada en este libro.

Presentamos a continuación un balance de lo estudiado en cada uno de los períodos elegidos con el que se pretende mostrar el estado actual de las investigaciones y también definir nuestro aporte.

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