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sábado, 25 de septiembre de 2021

Historia prehispánica: Señoríos y Desarrollos Regionales

 A mediados del siglo XX los hallazgos y las teorías sobre la cronología de las culturas precolombinas del arqueólogo alemán Uhle (1856- 1944) sirvieron a J. Rowe (1962) para precisar y definir una cronología sobre las secuencias de las culturas en los Andes que aún está vigente. La propuesta de “horizontes culturales”, a pesar del debate respecto a la terminología, sigue en uso en cuanto a la secuencia en tiempo y espacio. En cuanto al período del llamado “Intermedio Tardío”, Uhle estableció que luego de la caída de Tiwanaku tuvo lugar una atomización en Desarrollos Regionales, aclarando con ello el panorama histórico-cultural de la región y ubicando a los Señoríos en una etapa intermedia entre dos formaciones estatales: Tiwanaku e Inca. Sin embargo, no se puede aplicar el corte temporal de manera mecánica a todo el altiplano y mucho menos a las Tierras Bajas, debido a que el sello que dejó Tiwanaku al Sur y al Este no es el mismo que en la región del Titicaca y, por tanto, su desintegración no afectó con la misma intensidad a todas las regiones.

Los Señoríos formaron organizaciones colectivas con autoridades y territorios que consideramos no constituyen plenamente un Estado, aunque tengan algunos elementos “estatales”, como autoridades de gobierno, territorio y algún tipo de instituciones sociales y rituales distribuidas de manera relativamente homogénea entre la población. En el aspecto político, se producen también federaciones y confederaciones más visibles en la región del Altiplano Sur que en la del lago Titicaca.

En cuanto a la cultura material que queda como evidencia arqueológica, se estableció que chullpas (torres funerarias) y pucaras (sitios defensivos de altura) son los elementos característicos de este período, tanto así que la memoria indígena hace referencia a un aucaruna o “tiempo de guerra”. Precisamente la inestabilidad política y la competencia por el acceso a recursos, características de esta etapa, se reflejan e en el abandono de varios asentamientos de las llanuras y la presencia de pucaras (fortalezas) distribuidas por todo el altiplano, aunque su intensidad no es igual en todas las regiones. Albarracín Jordán (1996) sugiere la existencia de esporádicos conflictos en el valle de Tiwanaku, lo mismo que sostiene Martti Pärssinen para Caquiaviri (región pacaje), mientras que Stanish (1997) encuentra profusión de ellos en la región lupaca, en el lado occidental del lago Titicaca, lo mismo que ocurrió en la región colla al Norte y Noreste del lago (Arkush, 2009). Es precisamente esta región ubicada en el actual Perú la que fue objeto de sostenidos estudios arqueológicos (Tschopik, 1946, Hyslop, y Mújica, 1976). Probablemente la causa principal de estos enfrentamientos fue  el deterioro climático y las intensas sequías, cuya mayor intensidad tuvo lugar entre los años 1250 y 1310 d. C. En cuanto a la antigüedad de estos restos, Pärssinen (2009) considera que en la región pacaje las pucaras precedieron a las chullpas, en cambio Elizabeth Arkush (2009) encuentra que en la región colla la profusión de pucaras llega incluso hasta la conquista inca, es decir que algunas de ellas son más tardías.

La correspondencia entre el espacio de distribución de las chullpas con el de la lengua aymara marca de manera singular a este período. La región de mayor presencia de estas torres es el altiplano boliviano y en menor medida el altiplano peruano. Nunca se encontraron restos tiwanakotas en las chullpas, lo que dejó muchas dudas acerca de la posible continuidad con Tiwanaku. Sin embargo, algunas chullpas de piedra de distintas formas y dimensiones en la región lupaca se presentan posiblemente reemplazando a sitios rituales Tiwanaku. Las investigaciones arqueológicas en el sector boliviano son aún dispersas y están pendientes interpretaciones de conjunto (Rydén, 1947; Arellano y Kuljis, 1986; Portugal, 1988; Pärssinen, 1990 y Huidobro, 1992). Aún así, algunas cuestiones van siendo respondidas: por ejemplo, si el sistema de enterramiento en chullpas irrumpe en el altiplano rompiendo con una tradición tiwanakota. Esto deja abierta la posibilidad de que el sistema funerario en chullpares se hubiera difundido de Sur a Norte como un fenómeno repentino a mediados del siglo XIII, que enfatizaba el culto a los antepasados (Pärssinen, 2009).

A diferencia de lo que ocurríría en la región lupaca, donde se habría establecido un corte abrupto, Albarracín Jordán y Mathews (1990) enfatizan para la región pacaje una continuidad con Tiwanaku. No sabemos si el patrón de asentamiento disperso que se constata tanto desde la etnohistpria como de la arqueología es parte de esta continuidad o es más bien la muestra de un nuevo poblamiento. Como fuera queda por establecerse si lo que conocemos como Intermedio Tardío, Señoríos o Desarrollos Regionales no fueron más bien provincias incas o wamani, pues la información de la etnohistoria proviene de fuentes coloniales más cercanas al mundo inca. Los trabajos de etnohistoria tienen la dificultad de que la mayoría de ellos se concentra en una nación o Señorío, excepto en algunos casos notables como el de Therese Bouysse-Cassagne (1986), quien, usando como fuente crónicas coloniales, estableció que había una organización del espacio basada en una concepción dual: Urco/Uma a lo largo del eje acuático del altiplano. Por su parte, Charles Stanish (1997) tiene una visión regional que incluye el circuntiticaca (alrededor del lago Titicaca). También en este campo se debe mencionar la propuesta realizada por Teresa Gisbert, que plantea que la caída de Tiwanaku se pudo deber a migraciones aymaras desde el Sur (1987), hipótesis que, aunque muy debatida, promovió nuevas lecturas y reflexiones.

Los estudios, sobre todo de historia, no se concentran en el Intermedio Tardío más bien abarcan períodos más amplios introduciéndose en el período Inca y aún colonial. Algunos autores como Ibarra Grasso (1953), en la década de 1950, se interesaron en estos Desarrollos Regionales cuando el interés dominante era Tiwanaku. A partir de los años 70 creció el interés por estudiar este período. Desde entonces contamos con los aportes importantes que resumimos los más significativos siguiendo un orden geográfico de Norte a sur. Sobre los collas trabajaron Bouysse-Cassagne (1975, 1987), Caterin Julien (1983) y Arkush (2009); sobre los kallawaya Juan Carlos Chávez (2010, 2011); John Murra (1969, 1975), Stanish (1997) y Hyslop (1976) escribieron sobre los lupaca; Xavier Albó (2003), Roberto Choque (1987, 1993) y luego Pärssinen (2009) sobre los pacajes; acerca de los soras trabajó Mercedes del Río (2005); sobre los carangas Gilberto Pauwels, Gilles Riviere (1982), Ximena Medinacelli (2007) y Marcos Michel (2000); Tomás Abercrombie (1986) y Pilar Lima (2008) estudiaron a los quillacas; sobre los charcas contamos con publicaciones de Silvia Arze y X. Medinacelli (1991) y el trabajo colectivo de Tristan Platt, Therese Bouysse, Olivia Harris y Thierry Saignes que además se ocupan de los cara cara, así como Pablo Cruz (2007), M. del Río (1989) y Patrice Lecoq (2003); de los yamparaes se ocuparon Rossana Barragán (1994) y P. Lima; de los chuis Raimund Schramm (1990); de los cintis C. Rivera (2006, 2014); de los chichas se ocuparon Carlos Zanolli (2005), María Beierlein (2008), Mariela Rodríguez (2011) y Florencia Ávila (2013); sobre los lípes trabajaron J. Arellano López y E. Berberian (1981), Axel Nielsen (1998, 2002) así como José Luis Martínez (2011). Todavía hay una serie de grupos más dispersos hacia los márgenes de lo que fue el Imperio Inca como moyomoyos, urus y casabindos. Los urus han merecido una serie de investigaciones desde los años 30 con Alfred Metraux (1931) y Jehan Vellard (1949-1951) que culminan con la obra de Nathan Wachtel (2000). Normalmente el estudio de los otros grupos ha estado inserto en medio de otros estudios.

La dispersión de las investigaciones da cuenta de la atomización de identidades que se hacen visibles en este período. Sin embargo, existen temas comunes de estudio, como la organización territorial y fronteras (Alconini, 2002), el sistema de autoridades, la movilidad en el espacio (Conti y Albeck ,2012) y la metalurgia (Lechtman, 1984; Lechtman y Macfarlane, 2005; Cruz y Vacher comp., 2008). Una línea importante planteada en la obra Qara Qara – Charka (Platt et al., 2006) es la publicación de fuentes junto con estudios sobre una región específica, lo que permite conocimientos comparativos interesantes y abre posibilidades de estudios a futuro.

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