“Entró Blasco Núñez a Trujillo con gran tristeza de los españoles, hizo pregonar públicamente las ordenanzas,
tasar los tributos, ahora los indios, y vedar que nadie los cargase por fuerza y sin paga. Quitó los
vasallos que por aquellas ordenanzas pudo y púsoles en cabeza del rey. Suplicó y pueblo y cabildo de las
ordenanzas, salvo la que tasaba los tributos y pechos y de la que vedaba cargar los indios, aprobándolas
por buenas. El no les otorgó la apelación, antes puso muy grandes penas a las justicias, que lo contrario
hiciesen, decía que traía espesísimo mandamiento del emperador para ejecutarlas, sin oír ni conceder
apelación alguna. Díjoles, empero, que tenían razón de agravarse de las ordenanzas, que fuesen sobre
ello al emperador, y que él le escribiría cuál mal informado había sido para ordenar aquellas leyes. Visto
por los vecinos su rigor y dureza, aunque buenas palabras, comenzaron a renegar. Unos decían que
dejarían las mujeres, y aún algunos las dejaran si les valiera, ya se habían casado muchos se habían
casado muchos con sus amigas, mujeres de segunda, por mandamiento que les quitaran las haciendas
si no lo hicieran. Otros decían que les fuera mucho mejor no tener hijos ni mujer que mantener, si les
habían de quitar los esclavos, que los sustentaban trabajando en minas, labranzas y otras granjerías,
otros pedíanle pagase los esclavos que les tomaba, pues los habían comprado de los quintos del rey y
tenían su hierro y señal. Otros daban por mal empleados sus trabajos y servicios, si al cabo de su vejez
no habían de tener quién les sirviese; éstos mostraban los dientes caídos de comer maíz tostado en la
conquista del Perú; aquellas muchas heridas y pedradas; aquellos otros grandes bocados de lagartos;
los conquistadores se quejaban que, habiendo gastado su hacienda y derramado su sangre el ganar el
Perú al emperador, les quitaban estos pocos vasallos que les había hecho merced. Los soldados decían
que no iban conquistar otras tierras, pues les quitaban la esperanza de tener vasallos, sino que robarían
a diestro y a siniestro cuando pudiesen; los tenientes y oficiales del rey se agraviaban mucho que les
privasen de sus repartimientos sin haber maltratado los indios, pues no los hubieron por el oficio, sino
por sus trabajos y servicios”.
Fuente: López de Gomara, 1979.
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