“…llegó un mensajero con cartas que le daban aviso como en las Charcas, que es una ciudad la postrera de
la gobernación, que estará docientas leguas más adelante del Cusco, en el camino que va al Chile, estaba
un caballero que se llamaba Diego Centeno y que se había alzado en nombre de Su Magestad, con algunos
amigos suyos y había muerto a puñaladas a un capitán de Gonzalo Pizarro que allá estaba, llamado Almendras,
que estuvo en la dicha ciudad de las Charcas por Teniente del Capitán de Pizarro, y tomó la más gente
que pudo, con ánimo de venir sobre el Cusco y apoderarse de él, y como esto había sabido otro Capitán
de Pizarro que estaba en el Cusco, aderezase para ir en contra Centeno que sabía que venía. Lo cual sabido
por Pizarro proveyó que su Maestre de Campo, Carvajal, a la ligera, saliese a su nombre a dar orden cómo
apaciguar aquellos alborotos y castigase al capitán Diego de Centeno. El cual luego se puso en camino y se
recogió y juntó gente y moneda por los pueblos donde iba, para haber efectuar la empresa; y llegando a la
ciudad de Lima, hizo en ella doscientos hombres, donde fueron hechas tiranías a muchos, como tiranos y
traidores que eran, ahorcando y matando a todos aquellos que él creerá que no lo seguían de buena gana.
Y si copiosamente se hubieran de escribir las hazañas de este Carvajal y sus maldades y desafueros, fuera
un proceso infinito de sólo él y de sus cosas. Por manera que con la gente que juntó en esta ciudad de Los
Reyes, se puso en camino y en poco tiempo llegó a la ciudad del Cusco y dentro de ella halló al capitán
Toro con alguna gente, que había ya dado la batalla a Diego de Centeno y le había desbaratado y muerta
alguna gente y otros muchos había ahorcado y justiciado. Y el capitán Diego de Centeno se había escapado
con alguna gente y se había ido con ciertos indios lejos de las Charcas y no sabía donde se hubiese hecho”.
Fuente: Nicolas de Albenino en Páez, 2004.
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