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domingo, 19 de marzo de 2017

Toma de Antofagasta, la trágica noticia del inicio de una guerra


DEBILIDAD

Los relatos de testigos que dejaron Antofagasta y las tierras tomadas por las tropas chilenas, coinciden en que el ataque fue sorpresivo y que se ejecutó a costa de la debilidad en la presencia de soldados bolivianos.

En una revisión hemerográfica del ejemplar del 28 de febrero de 1879, del diario El Comercio, se advierte el dolor y el repudio de los bolivianos a la invasión chilena que aprovechó la escasa presencia de soldados nacionales

"Mejillones y Caracoles en poder del invasor”, así tituló el periódico El Comercio su edición de un viernes 28 de febrero de 1879, anoticiando a Bolivia del inicio de la Guerra del Pacífico, tras la invasión chilena. Incertidumbre, asombro y hermanamiento son algunas de las emociones y actitudes que se transmitieron en esa edición de la primera guerra internacional que enfrentaría el país.

“Vivimos momentos de grave incertidumbre, ante la sorpresiva invasión de fuerzas chilenas”, así comienza el relato del corresponsal de prensa de El Comercio en Antofagasta. Su nota va fechada con 15 de febrero de 1879, es decir, al día siguiente del inicio de la invasión de las tropas del vecino país.

Todo comenzó temprano por la mañana, un 14 de febrero de 1879, cuando en la bahía del puerto de Antofagasta, se avizoraron los barcos de guerra chilenos “Cochrane” y “O’Higgins”, junto con el Blanco Encalada, que estaba anclado desde hace unos días.

Los barcos abrieron fuego logrando atemorizar a la población, sorprendida por el ataque de artillería, pero era el inicio.

Después de hacer un acto justo frente al cuartel de la guarnición boliviana, ubicado en la plaza Colón de Antofagasta, la tropa chilena se dedicó a ingresar a las casas a la fuerza y saquear almacenes, matando a toda persona que se interponía en su paso.

Las tropas, según el relato del corresponsal, continuaron al ataque y rodearon la Prefectura, destruyeron el escudo que estaba en su frontis y arrastraron la bandera del país que encontraron en ese edificio.

En medio de todo el conflicto, Genoveva Ríos salvaba otra bandera boliviana, ubicada en la Intendencia de la Policía y el prefecto de Antofagasta, coronel Severino Zapata, emitió clandestinamente una proclama de protesta a nombre de Bolivia.

“El Gobierno ha llamado a fraternidad con el decreto de amnistía y a las armas con el sitio. Guerra para el enemigo, unión para el amigo”, cita otra nota en el diario y es que para la publicación de la nota, una noche anterior ya se habían registrado manifestaciones populosas en contra de la invasión chilena a Bolivia.

Las notas relatan cómo el país vio como un acto de barbarie, la invasión chilena que tomó Antofagasta, Mejillones y Caracoles con “el poder estúpido de la conquista, de una conquista del siglo XIX…!”, se afirma en la edición de ese diario, de la que uno de sus ejemplares se encuentra en una biblioteca particular en La Paz, y que fue facilitado al director del Museo Histórico Militar de Sucre, coronel Dante Rosas.

Las notas llaman a los chilenos filibusteros de Sudamérica y recuerdan que estaba vigente el cumplimiento de un tratado entre Bolivia y Chile cuando el vecino país invadió Perú.

Ese 28 de febrero no sólo la población terminaba de enterarse de todo lo que había pasado en las costas bolivianas, sino que además se enteraba que Hilarión Daza, el presidente de Bolivia de ese entonces, había declarado –dos días antes– a la “patria en peligro y en estado de sitio”, además de conceder una amnistía amplia y sin restricción a todos los bolivianos que por motivos políticos estaban enjuiciados o fuera del país.

La indignación se respiraba por las calles del país, por los rincones de las comunidades y se asilaba en el pensamiento de cada boliviano que se presentaría a la guerra. De hecho, una de las más enérgicas protestas publicadas esa fecha corresponde a cuatro hijos de soldados de la Guerra de la Independencia de Bolivia, pese a que el espacio se titula como “Protesta” y le sigue el anuncio de que “los cuatro soldados de la Guerra de la Independencia suscriben la siguiente protesta: El primero, hijo de don Gregorio García Lanza, uno de los mártires del año nueve, el segundo, hijo de doña Vicenta Eguino, una de las heroínas del Alto Perú. El tercero, hijo de un combatiente de la batalla de Chacaltaya del 16 de Julio. “En los cuatro late aún el fuego ardiente de la Independencia y Libertad Americana. No podemos por menos que indignarnos al ver ocupadas las costas de nuestro Litoral, por una horda de ladrones salteadores de nuestros minerales, salitreras y guaneras, mandados por una compañía de extranjeros rapaces en los establecimientos de nuestro Litoral, todos ellos accionistas del gobierno chileno.

Si aún late en nuestros pechos, el amor patrio, si la providencia nos ha separado una pequeña existencia, ésta debe extinguirse defendiendo la integridad del territorio nacional vilmente ultrajado por los rotos del Mapocho”, indica el manifiesto de los hijos de aquellos que habían luchado por la independencia nacional.

Y pedían que se entone sólo la “Canción Nacional”, para que se repita la estrofa –en ese entonces algo distinta a la versión que se canta ahora del Himno Nacional–: “Si ambicioso poder algún día, sojuzgar a Bolivia intentare, al destino fatal se prepare que otro injusto invasor ya sufrió. Que los hijos del Grande Bolívar han ya mil y mil veces jurado, morir antes que ver humillado, de la Patria el augusto pendón”.

Y es que la huella de la Guerra de la independencia aún estaba presente entre los habitantes, por lo que no era de extrañarse, que en la joven Bolivia se calificaran los actos de Chile como hechos aberrantes al estilo de los conquistadores europeos.

En medio de poemas, cartas de reclamo, informes de parte sobre la ocupación chilena y anuncios relacionados con el Carnaval que se había cerrado recientemente en esa misma semana con el Miércoles de Ceniza, retratando el contraste del paso de la diversión al llanto por la amenaza del atacante, se refleja cómo se recibía en el país la noticia del inicio de lo que sería la Guerra del Pacífico, que terminaría con la pérdida de Bolivia de su acceso soberano al mar y unos 120 mil kilómetros cuadrados de territorio.

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