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martes, 31 de mayo de 2022

Los Llanos de Mojos - “Terras Pretas” o “Tierras Negras”

Como su nombre lo indica, son extensiones de suelos oscuros que han resultado de la actividad humana. Estos suelos se diferencian notoriamente de los suelos amazónicos (que en muchos casos son oxisoles), considerados pobres en nutrientes y generalmente de colores rojizos o amarillentos (Fig. 122). Numerosas y amplias extensiones de terra preta han sido encontradas en territorios altos, no inundables, en la mitad oriental de la cuenca del río Amazonas. Al estar los suelos enriquecidos principalmente con material vegetal carbonizado y otros componentes identificados (calcio, fósforo, manganeso, potasio, estroncio y zinc), su fertilidad es más alta y hoy en día son muy codiciados para prácticas agrícolas (Arroyo-Kalin, 2014).

Los investigadores distinguen entre: tierras negras, suelos oscuros con mucha presencia de artefactos de cerámica y cuyo estrato tiene una profundidad mayor a ca. 60 cm, y tierras mulatas, que cubren extensiones adyacentes, de mayor tamaño pero que carecen de artefactos arqueológicos, con niveles de nutrientes no tan altos como los de la terra preta, pero todavía mejores que los suelos sobre los que se han formado. Como está comprobado, que la formación de tierras negras, es el resultado de los asentamientos de sociedades precolombinas, su disposición, profundidad y extensión nos dan pautas importantes sobre la intensidad de la ocupación humana en esos asentamientos (para mayor información al respecto, se sugiere Arroyo-Kalin, 2010; 2014). 
“Terras Pretas” o “Tierras Negras”

lunes, 30 de mayo de 2022

Los Llanos de Mojos - Desarrollos formativos (aprox. 3000 a. C. - 300 d. C.)

El período Formativo, que según el esquema clásico incluye los procesos de sedentarización (primeros pueblos), inicios de la agricultura y aparición de la alfarería, parece iniciarse en la Amazonía más tempranamente que en los Andes. Las primeras evidencias de producción alfarera en montículos de conchales que se da en las fases Minas y Taperinha, de sitios cerca de la boca del Amazonas, datan alrededor del 3500 a. C. o incluso antes.

En el río Itenéz o Guaporé, actual frontera entre Bolivia y Brasil, se tienen las evidencias más antiguas de terras pretas (5000 a. C.), que son el producto de asentamientos prolongados (ver recuadro 22). Las excavaciones de Eurico Miller en la década de 1970, en uno de los conchales del Guaporé Medio, denominado Monte Castelo, pusieron al descubierto restos ocupacionales de varios miles de años. En una estratigrafía de 7 m de profundidad, se documentaron entierros humanos, bienes funerarios, hoyos de poste, material cerámico decorado y artefactos líticos, datados cerca del 1800 a. C. (Neves, 2006).

En los Llanos de Mojos, este período todavía carece de datos. Es posible que los sitios del Formativo se encuentren cubiertos por metros de sedimentación aluvial y algún día uno de ellos sea descubierto casualmente en el barranco de un río o al excavar una noria. Sería lógico que si existen sitios arqueológicos para el período de los cazadores y recolectores, estas evidencias continúen y no desaparezcan. Aún más porque a partir del 300 d. C. se tienen numerosas pruebas de la existencia de sociedades sedentarias, agrícolas, muy bien establecidas en las pampas de los Llanos de Mojos.

viernes, 27 de mayo de 2022

Los Llanos de Mojos - Cazadores y recolectores tempranos (aprox. 8000 - 3000 a. C.)

Los restos más antiguos de la presencia humana en la región provienen de un sitio ubicado en el estado de Rondonia (Brasil), cerca de la frontera con Bolivia. Los restos fósiles humanos encontrados por buscadores de oro estaban asociados a megafauna y material lítico. Según Miller (1987), estos restos probablemente datan de la transición entre el pleistoceno y holoceno, alrededor del 11000-9000 a.C.

En los Llanos de Mojos las evidencias más antiguas de la presencia del hombre tienen casi la misma edad. Sin embargo, comprobarlo resultó difícil ya que la ausencia de piedra en la región, anteriormente mencionada, nos priva de los hallazgos que normalmente se asocian con esta etapa en el desarrollo de la humanidad, es decir, las puntas de proyectil hechas de piedra.

Las huellas, que en vez de esto dejaron los primeros pobladores en los Llanos de Mojos, fueron montículos de conchas de caracol. Tres de estos montículos, en gran parte cubiertos por sedimentos de eventos aluviales posteriores, han sido estudiados por un equipo multidisciplinario guiado por Lombardo (et al., 2013). Dos de las islas están situadas al Este de Trinidad y una al Sur de la misma, en el lado Oeste del Mamoré.

Los estudios geoarqueológicos revelaron una secuencia estratificada de depósitos acumulados de gasterópodos de agua dulce, caracoles que pertenecen al género Pomacea, que fueron consumidos por grupos de cazadores-recolectores desde por lo menos 8000 a. C. según fechados radiocarbónicos. Además, se encontraron restos de fauna correspondientes al venado (Mazama sp.) y ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), así como huesos de otros mamíferos, peces, reptiles y aves, algunos de los cuales habían sido quemados. Los estratos contenían también mucho carbón vegetal y el análisis de los sedimentos reveló una entrada elevada de heces humanas en esta formación.

Según los investigadores, el predominio de caracoles manzana en uno de los sitios apunta a que los cazadores de ese período tenían una economía de subsistencia que dependía del bajo consumo de energía, con recursos fácilmente disponibles y altamente predecibles. Se supone que por esta misma razón ninguno de estos sitios fue permanentemente ocupado, aunque se observó que los sitios evidenciaban una dinámica de reocupación, que se traduce muchas veces en el crecimiento del tamaño del sitio, como el detectado en uno de ellos, alrededor del 3000-2000 a. C. (Lombardo et al., 2013).

Mayores excavaciones arqueológicas en estos sitios son necesarias para poder documentar contextos arqueológicos que nos den mayor información respecto al modo de vida de los habitantes de este período de tiempo.

jueves, 26 de mayo de 2022

Los Llanos de Mojos - Los datos etnohistóricos de los Llanos de Mojos

Mucho de lo que sabemos de las culturas que existieron en América antes del período colonial es gracias a los escritos que dejaron los cronistas. En el caso de los Llanos de Mojos, los datos etnohistóricos corresponden al siglo XVII, es decir, son muy tardíos y sus descripciones hacen referencia a poblaciones diezmadas por las enfermedades, la esclavitud y la conquista (Block, 1997; Lehm, 1999).

Aun así, destaca la envergadura de los Llanos de Mojos como centro de importantes culturas, aunque por lo general se hace alusión a un ámbito geográfico inmenso y no claramente delimitado, caracterizado por un número infinito de pobladores (Lizarazu, 1906 [1636]: 121). Es a partir de 1667 que se cuenta con fuentes jesuitas; de ellas, una de las más conocidas es la del hermano Joseph del Castillo, de la Compañía de Jesús, escrita en 1676. Estas fuentes describen un patrón de asentamiento disperso y frágil, de poblaciones reducidas y de una gran diversidad étnica, reflejo de una conquista lenta y avasalladora. Por lo que podemos concluir que los datos etnohistóricos no sólo estaban impregnados de una mentalidad eurocentrista y evangelizadora, sino que el paisaje social en los Llanos de Mojos ya había sufrido fuertes procesos de cambio antes de que los primeros relatos jesuitas hubieran sido escritos.

A pesar de estas desfavorables circunstancias esta información nos lleva a profundas reflexiones. Por ejemplo, que en todas las fuentes escritas se recalque la diversidad cultural y lingüística de los Llanos de Mojos:

La provincia de los Mojos, que consta hoy de más de 6,000 personas repartidas en más de 70 pueblos, unos de 30 personas, otros de 40, los más de 60 á 80, algunos de más de ciento y algunos aunque muy pocos de más de 200 personas, no son éstos más que dos ó tres […] Y por excusar la prolijidad digo que á este modo prosigue lo restante de la provincia sobre este río Mamoré á una banda y otra. Satirnonos, apereanos, mayuncanos, siyoboconos, cubuquinianos, boseonos, muboconos y otros nombres y remata la provincia en los mopereanos que colinda con los canesies distinta provincia que prosigue sobre el río y son enemigos como también lo son los mujanaes que éstos llaman mojrono de donde pueden ser que les diesen á estos indios nombre de mojos, porque á la verdad mujuono suena lo mismo que mujus en lengua moja por ser el o no la nota de su plural. Y este nombre de mojos no lo usan entre ellos, los de Santa Cruz los llaman mojocosi que es lo mismo que mojos por la misma razón de ser el cosi, nota de su plural. (del Castillo, 1906 [1676]: 294, 298-299)

Esta cita, como muchas otras, nos demuestra que los “Mojos” o “Moxos” nunca existieron como una entidad cultural, sino más bien que el nombre aglutina a un gran número de naciones. Del surtido de nombres que menciona del Castillo no quedó ninguno en uso ni tampoco se tiene mayor información sobre la localización de los mismos, ni cómo se diferenciaban los unos de los otros. Por eso, lo que se puede discernir del paisaje cultural que encontraron los jesuitas en el siglo XVII se reduce en el contenido de la siguiente cita:

Por Mision de los Moxos entendemos un agregado de muchas Naciones de Gentiles, que por haber sido la de los Moxos la primera, que solemnemente recibió el Sagrado Bautismo, dio la denominación a todas las demás, que con ella la continúan (Orellana, 1970 [1704]: 28).

Las “naciones”, que con poco detalle aparecen en los escritos tempranos, sólo son los últimos representantes de un proceso histórico largo que comenzó con la llegada a los Llanos de Mojos de los primeros grupos de cazadores y recolectores alrededor de 8000 a.C.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Los Llanos de Mojos - Geografía

 Carla Jaimes Betancourt y Heiko Prümers

La investigación arqueológica en los Llanos de Mojos está estrechamente ligada tanto a algunos desarrollos culturales en Brasil, como a las corrientes académicas que influyeron la investigación arqueológica en la Amazonía (Ver recuadro de Arqueología Amazónica). Por eso se mencionarán también algunos hallazgos relevantes hechos en territorio brasileño, colindante con Bolivia.

Geografía

Los Llanos de Mojos, en el departamento del Beni, constituyen las sabanas tropicales más grandes de Sudamérica inundadas periódicamente. Su extensión, cerca de 130.000 km², es tan grande como todo el departamento de La Paz. Su característica principal es la pronunciada diferencia entre la estación seca, de junio a octubre, y la estación de lluvia, de noviembre a mayo. Las precipitaciones anuales oscilan entre 1.200 a 2.000 mm, es decir que en el Beni llueve cuatro veces más que en La Paz. Incluso existen años donde las precipitaciones pluviales pueden ser aún mayores. Estas acentuadas diferencias ocasionan que el paisaje de los Llanos de Mojos se transforme radicalmente y se encuentren, en época seca, canoas estacionadas en medio de la pampa, o en época de lluvias bosques inundados que se van transformando paulatinamente en ríos o lagunas (Fig. 121).

El paisaje de los Llanos de Mojos parece a primera vista geográficamente uniforme, compuesto por extensos pastizales, islas de bosques, humedales y bosques de galería. Sin embargo, se trata de un mosaico de sabanas geoecológicamente muy diferentes (Hanagarth, 1993). Una característica común de todas estas sabanas son los suelos de sedimentos finos del cuaternario con un alto contenido de arcilla. Estos suelos, en combinación con períodos de sequía severa y lluvias intensas y prolongadas, originan un inadecuado suministro de oxígeno, que impide el crecimiento de árboles y que hace fuertemente visible los límites entre bosque y sabana (Mayle et al., 2007, Lombardo et al., 2013). Un aspecto importante de la conformación aluvial de los Llanos de Mojos es la falta de piedras. Este hecho obligó a los habitantes de la región a conseguir piedras mediante trueque o comercio, o a fabricar sus implementos de materiales sustitutos. La inexistencia de artefactos de piedra en la región influye determinantemente en el reconocimiento de los cazadores y recolectores tempranos en el registro arqueológico.
Los Llanos de Mojos

martes, 24 de mayo de 2022

Arqueología y etnohistoria de las Tierras Bajas de Bolivia - Arqueología Amazónica

 Carla Jaimes Betancourt


Existen muchas razones por las cuales el pasado de la región amazónica fue y es todavía menospreciado. Posiblemente las descripciones etnográficas del siglo pasado son las directas responsables para que las sociedades de los Andes sean vistas como “civilizadas” y las sociedades de las Tierras Bajas como “barbaras”.

Entre 1940 y 1947, Julian Steward editó un compendio de seis volúmenes de los pueblos indígenas de Sud América (Handbook of South American Indians), que fue publicado por el Instituto Smithsonian. En esta obra se clasificaron las áreas culturales de acuerdo a su medio ambiente y potencial agrícola. De esa manera, el área de la cultura andina fue clasificada dentro de los tipos 3 y tipo 4, áreas con potencial agrícola ilimitado o con potencial agrícola en crecimiento, mientras que las áreas culturales de bosque tropical y selva correspondían al tipo 1 y 2, es decir, áreas sin potencial agrícola o con un limitado potencial agrícola. Esta clasificación determinaba al mismo tiempo el desarrollo cultural de sus habitantes. Así, se postuló que las sociedades del área andina tenían el más alto desarrollo cultural de América del Sur, mientras que en la Amazonía se tenían, por un lado, “tribus marginales” de cazadores recolectores y, por otro, sociedades de floresta tropical. Estas sociedades estaban caracterizadas por tener una limitada agricultura de autoconsumo, que si bien permitía el establecimiento de una población más densa y permanente, se encontraban limitadas por un ambiente improductivo, en el que era imposible la producción de excedentes que conlleve a una especialización y división del trabajo, estratificación social y organización política centralizada.

Las claras diferencias que presentaban las poblaciones de distintas áreas geográficas influyeron en gran medida en la lectura de los datos arqueológicos. A mediados del siglo pasado, la arqueóloga Norteamericana Betty Meggers (1954) proponía que el medio ambiente era una condicionante importante de la cultura ya que, según ella, el nivel de desarrollo cultural dependía del potencial agrícola del medio ambiente ocupado. Aunque algunos sitios arqueológicos de importante antigüedad eran encontrados en la región Amazónica, Meggers (1979, 1996, 1997) trataba de explicarlos mediante teorías medio ambientales o difusionistas. Por ejemplo, ella creía que las innovaciones tecnológicas y culturales como la cerámica, la agricultura o la complejidad social, habrían llegado a la Amazonía procedentes de los Andes o Mesoamérica. También postuló que las culturas asentadas en la Amazonía, como por ejemplo la cultura Marajo, en la boca del Amazonas, se habría deteriorado debido a que el medio ambiente tropical no ofrecía los recursos suficientes para mantener grandes poblaciones, lo que limitaba y degradaba sus condiciones sociales.

No obstante, estas teorías no podían explicar las evidencias arqueológicas que de manera más frecuente se iban encontrando en la Amazonía ni tampoco servían para objetar los escritos de los primeros europeos que ingresaron al Amazonas a mediados del siglo XVI e inicios del siglo XVII. Escritos como el del padre Carvajal (1542), quien acompañó en su expedición a Francisco de Orellana, hacen referencia a grandes aldeas, algunas ocupadas por miles de personas, integradas en amplias redes interregionales de comercio y confederaciones políticas regionales. Tales referencias desaparecen de los escritos históricos a inicios del siglo XVIII, posiblemente porque en los primeros cien años de contacto las poblaciones quedaron diezmadas por las epidemias, la guerra y la esclavitud. Sería imposible negar el impacto que tuvo la colonización europea en la densidad demográfica y los modos de vida de los pueblos que habitaron todo el continente Americano.

Retomando nuevamente la explicación sobre las posturas teóricas que influyeron la historia de la arqueología amazónica, se debe aclarar que la mayoría de los antropólogos estaban convencidos de que no era la agricultura sino el medio ambiente en general, lo que influía a las poblaciones. En este sentido, las diferencias en el grado de fertilidad de los suelos y el clima determinan el grado de productividad agrícola, que al mismo tiempo influye en el tamaño de población, la organización política y el desarrollo tecnológico de la cultura.

Un fuerte oponente de estas teorías fue Donald Lathrap (1970). Este arqueólogo Norteamericano propuso que los grupos amazónicos habían tenido un desarrollo autóctono y que su medio ambiente era el adecuado para la agricultura intensiva de raíces, como por ejemplo la yuca (Manihot esculenta) domesticada en las llanuras inundables entre los 5000 a 3000 a.C. Lathrap creía además que el aprovechamiento de recursos alimenticios de los ríos amazónicos habría permitido el asentamiento de densas poblaciones, las cuales poseían una notable complejidad social, una sofisticada industria alfarera y una red intercambio de bienes de prestigio a larga distancia.
Mapa de la cuenca Amazónica con las áreas y sitios mencionados.


Los hallazgos arqueológicos no se dejaron esperar (Fig. 118). Efectivamente, en el sitio de Caverna da Pedra Pintada, en el Bajo Amazonas, Estado de Pará, Brasil, se encontró instrumentos líticos datados alrededor de 9000 años a.C. pertenecientes a grupos dedicados a la caza, pesca y recolección de frutas. (Roosevelt et al. 2002). Cabe señalar que éste no es un hallazgo aislado y que en diferentes áreas de la Amazonía de Brasil, Colombia y Venezuela se tienen registros de diversas ocupaciones en torno al 7000 a. C. También cerca de Bolivia se tienen noticias de sitios arqueológicos muy importantes, como los encontrados en los estados de Mato Grosso y Rondonia, cerca del río Guaporé. En los sitios denominados Dourado y Periquitos, diferentes artefactos líticos fueron fechados entre 12000 y 9000 a. C. (Miller, 1987; Meggers y Miller, 2003).

En la Amazonía también se llevaron a cabo importantes innovaciones tecnológicas que incluyen la temprana producción de cerámica. En sitios de conchales ubicados en la desembocadura del río Amazonas, se identificó en los años sesenta una cerámica muy temprana denominada Mina, la cual fue fechada alrededor de 3500 a. C. También en el bajo Amazonas, en el sitio de Taperinha, se produjo el hallazgo de la cerámica más antigua de todo el hemisferio Sur, datada alrededor de 5000 a. C. (Roosevelt, 1991, 1995), y en la cuenca del Alto Madeira, frontera con Bolivia, se tienen evidencias arqueológicas de pueblos sedentarios, que alrededor de 3500 a. C. domesticaron la yuca (Manihot esculenta) y una palma de gran tamaño, conocida en Bolivia con el nombre de tembé (Bactris gasipaes) (Neves, 2011).

Además, en los últimos años se han investigado sitios arqueológicos tan extensos que corroboran la alta densidad demográfica en tiempos prehispánicos, como por ejemplo en la Isla Marajo, en la boca del río Amazonas, donde se documentaron largas ocupaciones en montículos artificiales con áreas públicas y cerámica exquisitamente decorada entre el 400 y 1350 d. C. (Roosevelt, 1991; Shaan, 2004, 2008). En la cuenca del Alto Xingú, se tienen claras evidencias de grandes pueblos conectados por caminos radiales que florecieron alrededor de 1200 d. C. (Heckenberger et al., 2003, 2008). En la Amazonía Central, en el área de confluencia entre los ríos Negro y Solimões, el proyecto PAC ha investigado enormes asentamientos asociados a suelos fértiles, conocidos como “terras pretas” (Neves et al., 2003, 2004, 2006) (Fig. 119) y en el Acre, antiguo territorio de Bolivia, la acelerada deforestación ha hecho visible zanjas circulares, cuadradas y trapezoidales, denominadas “geoglifos”, cuya construcción habría empezado a principios de nuestra era (Shaan et al., 2010; Saunaluoma et al., 2012) (Fig. 120).

excavaciones arqueologicas

Las nuevas corrientes teóricas ya no ven al medio ambiente amazónico como una limitante; por el contrario, se da importancia a la abundancia de sus recursos naturales en los ríos, lagos y selvas y se analizan los procesos culturales de manejo ambiental (Neves, 2011). Una nueva línea teórica, denominada “ecología histórica” (Balée & Erickson, 2006), postula que las sociedades prehispánicas, lejos de adaptarse al ambiente amazónico, transformaron su entorno y modificaron las condiciones naturales de los lugares en las que vivían.
Geoglifos

lunes, 23 de mayo de 2022

Arqueología y etnohistoria de las Tierras Bajas de Bolivia - Introducción

En la percepción de mucha gente, Bolivia es un país andino. Sin embargo, dos terceras partes del territorio boliviano corresponden a las Tierras Bajas, las cuales se extienden al Este de los Andes. Con aproximadamente 684.000 km2, las Tierras Bajas de Bolivia son más extensas que el territorio Paraguayo y geográficamente muy diversas.

Lamentablemente, la mayor parte de estas regiones carecen de investigaciones sobre el pasado prehispánico y estamos lejos de poder reconstruir la larga historia de las ocupaciones humanas en las Tierras Bajas de Bolivia. De todas formas, en este capítulo se exponen los estudios tanto arqueológicos como etnohistóricos realizados hasta la fecha en cada una de las tres macro regiones que conforman las Tierras Bajas: Amazonía, Oriente y Chaco.

Lógicamente, existen diferencias cuantitativas y cualitativas de las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas desarrolladas en cada una de las regiones mencionadas. Los Llanos de Mojos, por ejemplo, han recibido la mayor atención por parte de los arqueólogos, y gracias a esos estudios se dispone de los datos más antiguos y detallados de las poblaciones que ocuparon la Amazonía boliviana antes de la llegada de los españoles.

En el oriente boliviano, las investigaciones arqueológicas en los Llanos de Grigotá permiten formarse una primera idea sobre algunos acontecimientos puntuales de la historia prehispánica de la región, la cual es enriquecida por estudios etnohistóricos que reconstruyen el complejo paisaje cultural de Santa Cruz indígena.

El Chaco boliviano es en gran parte una región arqueológicamente inexplorada y los datos disponibles sobre la diversidad cultural y étnica de sus habitantes, así como la relación que estos grupos mantenían con las zonas vecinas en épocas prehispánicas, son temas abordados por los especialistas en base a fuentes históricas y datos lingüísticos.

Esperamos que la lectura de esta parte sirva para ampliar su conocimiento del pasado prehispánico de las Tierras Bajas y se constituya en fuente de inspiración para valorar, cuidar y proteger la riqueza del patrimonio arqueológico de estas regiones.
Arqueología y etnohistoria de las Tierras Bajas de Bolivia


domingo, 22 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - La llegada de los españoles

El último tiempo del Imperio, luego de la muerte de Huayna Capac, estuvo plagado de conflictos políticos y bélicos entre sus dos hijos: Huáscar y Atahuallpa, a quienes se les había delegado el gobierno de Cusco y Quito, respectivamente. Todos los hechos acaecidos por Huáscar, a quien su hermano mandó matar, fueron utilizados luego por los españoles como excusa para acusar a Atahuallpa de fratricidio.

Según los relatos históricos, el Inca tenía mucho interés de conocer a los españoles. Por ello, se dirigió a Cajamarca donde ellos lo esperaban. Los españoles se escondieron en los principales edificios de la plaza principal, donde observaron su fenomenal ingreso, junto a cientos de bailarines, nobles y guardias. El único español que salió al encuentro de Atahuallpa fue el fraile Vicente de Valverde, quien a través de un intérprete habló con el emperador, compartiendo chicha en un vaso keru.

En esa oportunidad, se ordenó que el Inca aceptara el cristianismo como religión verdadera, sometiéndose a la autoridad del rey Carlos I de España y al papa Clemente VII (Dejo Bendezú, 1993). La indignación del Inca y el desagravio del cura fueron el detonante para que se iniciara la masacre de los súbditos quechuas, a manos de la artillería y los fusiles españoles. La matanza fue sangrienta, ya que miles de sirvientes imperiales murieron en esa oportunidad.

Atahuallpa fue apresado en un palacio de Cajamarca. Los relatos de los cronistas cuentan que lloraba mucho, comía y dormía poco (Poma de Ayala, 1988); pero tuvo fuerzas para organizar dos ejércitos, uno bajo el mando de Chalcuchímac, para que fuese a Cajamarca a liberarlo, y el otro bajo el mando de Quisquis, para que tomase Cusco y eliminara cualquier vestigio de Huáscar. La versión tradicional menciona que el Inca habría mantenido algunos privilegios en prisión, como seguir administrando el Imperio, aprender a leer y escribir y a hablar castellano. Se cuenta también que mantuvo una relación amistosa con Francisco Pizarro.

Cuando estaba preso, es muy conocido el hecho de que Atahuallpa ofreció llenar dos habitaciones de plata y una de oro a cambio de su liberación. La codicia de los españoles hizo que aceptaran y de inmediato se mandó la orden a todo el Imperio para enviar la mayor cantidad de oro y plata hacia Cajamarca. A pesar de haber cumplido su parte, el Inca fue sentenciado a muerte por los cargos de idolatría, fratricidio, poligamia e incesto. Su última concesión fue ser bautizado como cristiano con el nombre de Francisco, para luego ser ahorcado. Su ejecución se realizó el 25 de julio de 1533, enterrándose en la iglesia de Cajamarca. Se cree que Francisco Pizarro lloró la muerte del soberano.

La noticia de la desaparición del Inca tuvo varias repercusiones; entre ellas el que muchas etnias dominadas se sublevaran e intentaran recuperar su independencia. Por su parte, los partidarios de Huáscar (como Manco Inca) se unieron a los españoles para derrotar a Chalcuchimac, a Quisquis y a los demás partidarios de Atahuallpa.

Con estos acontecimientos un nuevo orden se estableció en los Andes, con los consiguientes cambios económicos, sociales y políticos; temas que serán abordados en el siguiente tomo de esta Historia de Bolivia.

sábado, 21 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Balance

Según la información etnohistórica, la presencia imperial no es mayor a un siglo en esta parte de los Andes. Sin embargo, son grandes los cambios desarrollados por las poblaciones locales en ese tiempo. Uno de los más relevantes fue el nuevo orden territorial que experimentaron las poblaciones en relación a los cambios políticos desarrollados. Una muestra tangible de esos cambios es la presencia de la red vial inca y el establecimiento de tambos como áreas de congregación poblacional para la formación de provincias y nuevas estructuras territoriales de las poblaciones anexadas al Imperio.

Otro de los aspectos llamativos fue el crecimiento de la producción a todos los niveles, muy significativo en términos de agricultura, ganadería, minería y, seguramente, también en relación a la producción de bienes y artefactos que demandaron altos niveles de especialización.

Ese hecho hizo que los afanes expansivos y la obtención de nuevos productos se convirtieran en la motivación del nuevo orden imperial. Por ello, el establecimiento de fortalezas y el traslado de gente foránea fue uno de los hechos que marcó la dinámica del último tiempo y el momento en el que irrumpió la colonia española.

A nivel social, el impacto del Imperio produjo un ambiente globalizador, a partir del establecimiento de símbolos homogéneos y la circulación de bienes y servicios que trataban de anular las características mantenidas por los grupos en tiempos anteriores. Uno de los rasgos más llamativos tiene que ver con el aparato religioso y la institucionalización de un nuevo orden ritual que marcó a dichas poblaciones, incluso hasta ahora. Las peregrinaciones a la Roca Sagrada en el Titicaca fue uno de los elementos simbólicos más relevantes en ese sentido.

Por otra parte, la homogeneización de los materiales y el sincretismo que el Imperio logró de las tradiciones andinas más relevantes, convierten a los incas en la síntesis de la cultura y la tecnología acuñada en más de un milenio en los Andes. Por todo ello, y por el tiempo en que esto fue logrado, se constituyen en el desarrollo político más relevante de esta región de América. Sin embargo, por su fuerza e impacto, el sistema imperial no podía mantenerse mucho en el tiempo. Debido al grado de organización y al impacto ocasionado en las poblaciones locales, es un sistema que estaba produciendo reacciones adversas en muchas partes del territorio. Un ejemplo claro es la rebelión de los huancas, quienes lograron realizar alianzas con los españoles en contra del sistema establecido. Esa situación –sin duda– se dio en muchas partes de los Andes, implicando aspectos desestabilizadores que no se podían controlar.

Dicho panorama es el que encontraron los españoles, sumado a conflictos políticos al interior de la élite gobernante y a un afán expansivo hacia las Tierras Bajas que estaba en su auge. Probablemente, todos esos aspectos mostraban una estructura debilitada y/o vulnerable para la avanzada de un nuevo orden. A ello se debe agregar el aspecto mítico, que planteaba la llegada de un nuevo líder, el cual fue mimetizado con los españoles.

Muchas son las teorías acerca de cómo 200 hombres en Cajamarca sometieron a un Imperio de millones de habitantes. Lo cierto es que si todo hubiera estado a favor del sistema en el que las poblaciones vivían, los españoles no habrían logrado el control del Imperio. Como se verá en el siguiente volumen, la Colonia marcó un nuevo contexto para las poblaciones andinas, seguramente como parte de un destino que no se podía evitar, y que era parte ineludible de la secuencia diacrónica en los Andes.

viernes, 20 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - El aporte tecnológico

Los incas tuvieron el desarrollo más complejo que existió en los Andes; para muchos investigadores, haciendo una analogía con civilizaciones como la de los aztecas o los romanos, este desarrollo puede ser considerado imperial (Bauer, 1992; D’Altroy, 1992; Julien, 1982; Pärsinnen, 1992; Pease, 1978, 1982; Presta, 1995; Rostworowsky, 1988; Saignes, 1985, 1990; Schreiber, 1992; Stanish, 1997). Esto está relacionado –como ya se dijo- sobre todo a su afán de expansión territorial y política, aspecto no observado en ningún desarrollo precedente en los Andes.

El proceso expansivo en todo el Imperio implicó cambios radicales para los grupos locales, pero también se invirtió en la creación o rehabilitación de un sistema de caminos, la construcción de tambos y el reasentamiento de colonias (mitmas) hacia diferentes partes del Tawantinsuyo, dando la opción de detentar poder a las autoridades locales administrando y controlando la movilidad para su beneficio. Su sistema organizativo y la construcción de la infraestructura pública utilizaron la fuerza de trabajo, basándose en un sistema decimal, como indica Julien (1982). Un aspecto que lo diferencia de Imperios como el Azteca u otros en el mundo es el hecho de que la extracción de riqueza también utilizó la fuerza de trabajo y no el tributo en especie (Murra, 1975).

A nivel tecnológico, su presencia es la síntesis del conocimiento de los grupos precedentes, por lo cual está marcada por elementos representativos que fueron registrados arqueológicamente en muchas partes de su territorio. Entre ellos, es relevante la arquitectura de este periodo, que si bien denota un patrón muy particular, estaba basada en la tradición arquitectónica de Tiwanaku, denotando su influencia. Los elementos más representativos son estructuras como kallankas, ushnus y torres funerarias, construidas en piedra, con formas y técnicas particularizadas de acuerdo a las regiones. Dicha infraestructura es registrada en diferentes partes de los Andes, sobre todo asociada a centros administrativos.

A ello se debe añadir la infraestructura agrícola, basada especialmente en la construcción de inmensos campos de terrazas y silos, que eran lugares de producción y almacenaje. Este tipo de construcción implicaba trabajos de ingeniería, hidráulica y conocimiento de los ciclos de la naturaleza. Una de sus características fue el establecimiento de un sistema de riegos asociado, al igual que el funcionamiento a secano de este sistema.

Las terrazas o takanas, sistema más utilizado en ese período, consideraban la fertilidad del suelo, el drenaje del agua y prevenían la erosión, para lo cual fueron construidas utilizando rocas grandes que eran colocadas en la base para nivelar el terreno. Con una capa de piedras más pequeñas se generaban conductos reguladores de agua que evitaban que la tierra fértil, donde se sembraba, se escurra entre las rocas; para darle mayor seguridad, se levantaban paredes de piedra. Estas paredes pueden conformar altas y extensas plataformas, como las observadas en muchas partes de los Andes.

Por su conformación y arquitectura, las terrazas agrícolas definen un paisaje nuevo, donde se cultivaban alimentos tan esenciales como el maíz, uno de los principales productos agrícolas de la época. Debido a su funcionalidad, esas antiguas construcciones aún se utilizan para cultivar alimentos tradicionales, a los cuales se sumaron nuevos productos, como el haba, el trigo, las arvejas y la cebada, introducidos con la llegada de los españoles y que actualmente se incluyen en las tradiciones culinarias en esta vasta región.

Las expresiones materiales registradas en los sitios arqueológicos son los restos de trabajo en cerámica, líticos, textiles y metalurgia, en los cuales se lograron grandes avances tecnológicos y artísticos. Como se observa en lo referente a la arquitectura, la tecnología empleada para la producción de esos artefactos fue una herencia de culturas precedentes, pues los incas rescataron las mejores tecnologías de los Andes como parte de su acervo cultural. La elaboración de los mismos correspondía a especialistas, localizados en diferentes partes de los Andes.

La elaboración de cerámica también fue una herencia de Tiwanaku, localizándose sus principales ceramistas en las márgenes del lago Titicaca, considerados los “olleros del inca”, como menciona John Murra (1982). Luego de un periodo donde resaltaba el negro/ rojo en las vasijas, vuelve la policromía en la elaboración de finos artefactos, los cuales eran un símbolo del prestigio de los incas y de los señores locales.

Las formas más típicas y rituales de la cerámica Inca fueron los aríbalos, los kerus (vasos ceremoniales) y los platos playos con decoración geométrica polícroma, producción sumamente estandarizada. Los colores más usados fueron diferentes tonos de marrón y sepia, además de rojo, negro, blanco, naranja y morado, los que producían una gama relativamente variada de combinaciones. Se aprecia en esta alfarería la predilección por los diseños geométricos, predominando rombos, barras, círculos, bandas y triángulos. Este tipo de artefactos se encontraron en los Andes, presentando manifestaciones particulares de acuerdo a las diferentes regiones (Fig. 113).

Paralelamente, se registra material doméstico, el mismo que no presenta decoración y que responde a las características tecnológicas de las diferentes regiones anexadas al Imperio. A este tipo de materiales se los define como estilo Inca local, cuya característica es el uso de un profuso engobe de color rojo.

Por último, también se advierte un sincretismo tecnológico entre el estilo cerámico imperial y los estilos locales. Su característica es la conservación de las formas emblemáticas como el aríbalo o el plato playo, pero el decorado presenta un estilo local. Este tipo de artefactos es registrado, sobre todo, en las áreas marginales del Imperio, siendo uno de los indicadores para establecer el tipo de relación de las poblaciones locales con los incas. Como ejemplo, podemos mencionar los estilos Inca Pacajes, Inca Carangas e Inca Quillacas, registrados en el altiplano de La Paz y Oruro (Fig. 114).
Los Aribalos

A nivel de artefactos líticos, sobresale el fino trabajo pulido, sobre todo de hachas y armas o instrumentos de guerra, los cuales fueron registrados en muchas partes de nuestro territorio. La tecnología lítica era más elaborada que en tiempos anteriores, haciendo mucho uso de finos acabados. Las formas más representativas son las hachas líticas y las azadas, las que se registran en muchas partes del territorio; son artefactos que fueron utilizados a nivel ritual y para la agricultura, respectivamente (Fig. 115). Otro tipo de artefactos líticos son las armas o herramientas vinculadas a los conflictos ejercidos por los incas en su proceso expansivo. Estas armas consisten, sobre todo, en macanas y boleadoras que eran utilizadas junto a las hondas.

En cuanto a la escultura, son relevantes las representaciones zoomorfas de auquénidos, llamas, vicuñas y alpacas, así como algunas representaciones fitomorfas, y numerosos cuencos y recipientes llamados popularmente morteros. En este tipo de expresión se observa la simplificación de las formas por medio de volúmenes geométricos sencillos y una esquematización de los motivos decorativos. La escultura de este periodo se caracterizó por la sobriedad, la geometría y la síntesis, tendiendo más a lo práctico y funcional que a lo formal.
Sincretismo

Hacha Litica


La tecnología metalúrgica fue una de las más relevantes en el periodo Inca, dado que el área andina fue la cuna de la metalurgia. En toda la costa existieron expertos plateros, como una herencia de los poblados de Chimú, Pachacámac, Ica y Chincha, los que eran considerados como los mejores orfebres de los Andes. Durante el apogeo imperial, se enviaron mitmas a Cusco para la producción de objetos suntuarios. Entre ellos, fueron relevantes los artefactos utilizados por las élites, destacándose las diademas, orejeras, pendientes, anillos, pecheras, tobilleras, tupus, (prendedores) etc. Por otro lado, se consignan pequeños elementos rituales y de ofrendas, finamente elaborados en oro y plata, como regalo a las deidades naturales. Algunos de estos objetos fueron registrados en el lago Titicaca y en diferentes contextos rituales. Sin embargo, los más recurrentes son los tumis (cuchillos ceremoniales) y las hachas rituales, artefactos de aleaciones que se registraron en muchos sitios de esta región (Fig. 116).

Es importante mencionar la importancia que tenía el oro para los incas, ya que reflejaba su relación con lo divino, y cuyo trabajo de acopio fue delegado a los mitmas. Para realizar su fundido utilizaban las huayrachinas, donde se realizaban diferentes aleaciones que luego dieron paso a impresionantes artefactos de oro, plata y tumbaga.

Para la creación de armamento se utilizaba cobre y sus aleaciones. Con el bronce elaboraban sobre todo cuchillos ceremoniales y hachas para la nobleza, además de mazas, entre otros objetos militares. Las mazas tenían forma estrellada con un orificio al centro, a fin de colocarla en un palo, por lo cual recibían el nombre de macanas. También se cree que utilizaron platino y hierro, aunque sólo para la elaboración de pequeños ornamentos.
Piezas Ornamentales

En relación a los textiles, es remarcable el hecho de que los incas aprovecharan finas fibras, como las de vicuña, para la elaboración de suntuosas prendas. A la tradición textil existente, cuyos principales representantes fueron las culturas de la costa central –en las poblaciones de Paracas y Nazca–, los incas incorporaron figuras geométricas: cuadrados rectángulos o rombos, ordenados vertical u horizontalmente. Esta nueva forma de representación corresponde a una iconografía centrada en símbolos conocidos como tokapus, significativos de la heráldica prehispánica y mantenida hasta la Colonia.

Los textiles se elaboraban en telares, los que prensaban la trama y la urdimbre con la ayuda de una wichuña, hueso de llama pulido al que le sacaban una punta. Las fibras utilizadas correspondían sobre todo a camélidos, como llamas, alpacas y vicuñas, las cuales tomaban color a partir del tinte de plantas y minerales.

Es justamente en este período en el que prevalece el rol de la fibra de vicuña como elemento suntuario de alto prestigio. Los incas instituyeron el chaku como forma sostenible de obtención y aprovechamiento de la vicuña, es decir que se esquilaba a los animales en vivo para la obtención de la fibra.

Para los incas, la importancia de los textiles fue religiosa, social y política. En ellos expresaban su cosmovisión, su sentido del espacio y de sus divisiones, además de ser símbolos que denotaban el rango social. Los famosos ponchos dameros, blancos con negro y rojos al centro, se destinaban sólo a los orejones o generales allegados al Inca. Se dice que los diseños geométricos, que aparecen en algunos tejidos, servían también para identificar a los incas y a sus familias (Fig. 117). Desde la visión política, los tejidos representaban bienes que se podían intercambiar y/o tributar para cohesionar al Imperio.
Textiles tokapus

A ello se deben sumar las prendas elaboradas con plumas de aves exóticas, que manifiestan un gusto estético por el color y por los recursos de otros ambientes ecológicos. Esta técnica de manufactura se utilizó en mantas, unkus, abanicos y sombrillas, mostrando la relación de los incas con las poblaciones de origen selvático para la adquisición de esa materia prima.

Por otra parte, conceptos y cálculos matemáticos fueron aplicados principalmente en actividades económicas. Los sistemas de registro y cálculo más conocidos eran los quipus y los yupanas. Los quipus eran sistemas nemotécnicos que consistían en tiras anudadas; sólo se anudaban los resultados de las operaciones realizadas anteriormente en los ábacos o yupanas. Los cronistas españoles narran que en este sistema se guardaban fragmentos de la historia de los incas, relatando nacimientos, guerras, conquistas, nombres de los nobles y tiempos de tales eventos.

Los registros arqueológicos realizados en los Andes dan cuenta de innumerables artefactos que prueban el avance de la tecnología incaica. Algunos de esos aspectos también son corroborados en los documentos de la Colonia temprana, donde se describen con detalle algunas tradiciones prehispánicas. Sin embargo, las viejas tradiciones fueron cortadas con los españoles, denotando un nuevo periodo en el que la estética y la tecnología fueron reemplazadas por la funcionalidad de los artefactos y de las construcciones.

jueves, 19 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Curiosidad tecnológica

Son muy conocidas las estatuillas de oro y plata ofrendados en tiempos del Inca al lago Titicaca dentro de urnas de piedra, como las que se observan al lado derecho de la fotografía. Algunos de estos preciosos ejemplares se conservan actualmente en el Museo del Oro de la ciudad de La Paz. Estas piezas muestran la habilidad de los orfebres de la época por la representación de esculturas antropomorfas en posiciones específicas.

Sin embargo, la pieza de madera del lado izquierdo, procedente de Nueva Guinea y registrada en la colección etnográfica de Ralf Buschardt - Berlin (2014), nos muestra mucha similitud con los ídolos de oro. La escultura corresponde a un bastón, cuya terminación es una representación antropomorfa del mismo tamaño y similar posición a las estatuillas referidas.

Sin el afán de interpretar difusiones o paralelismos culturales, llama la atención que en diferentes espacios geográficos y momentos de la historia se registren aspectos como éstos. Si se observara con detenimiento la producción tecnológica de las diferentes culturas en el planeta, sin duda se encontrarían aspectos particulares que podrían motivar muchos análisis e hipótesis sobre las representaciones del imaginario colectivo actual y del pasado.
Curiosidad tecnológica

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Arquitectura inca

El principal material utilizado en la arquitectura Inca fue la piedra. En las construcciones más simples era colocada sin tallar, más no así en las estructuras complejas e importantes.

Los constructores de la época desarrollaron técnicas para levantar muros enormes, verdaderos mosaicos formados por bloques de piedra tallada que encajaban perfectamente, sin que entre ellos pudiera pasar un alfiler. Muchas veces, esos bloques eran tan grandes que resulta difícil imaginar su colocación, estando las mejores muestras de esa habilidad en Cusco. Se sabe que los mejores talladores de piedra eran collas, provenientes del altiplano, posiblemente como parte de la herencia que dejó Tiwanaku en esas poblaciones.

Es por ello que se dice que la arquitectura Inca fue influenciada técnicamente por Tiwanaku, y el lugar donde se hace evidente ese hecho es en Ollantaytambo - Cusco.

miércoles, 18 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Sistema adiministrativo y organización política

Como se vio en el capítulo precedente, en el período que va entre Tiwanaku y los incas, las sociedades andinas estaban organizadas de formas muy simples, con niveles de jefaturas que no implicaban organizaciones centralizadas o estatales. Con las fases expansivas de los incas esta situación fue cambiando paulatinamente, ya que necesariamente implicó la vuelta a un nivel de centralización política con grandes cambios de orden social y económico.

Por ejemplo, los señores del altiplano y los jefes de los pueblos de las Tierras Bajas tuvieron que establecer diferentes niveles de relaciones con el Inca, ya sea para acceder a sus favores y ser parte de la élite gobernante, o para negociar la anexión de sus territorios al Imperio. Ahora bien, esta anexión fue secuencial y se dio a partir de una re-estructuración que implicó el establecimiento de un “tributo” y la organización de las poblaciones en la mit’a para la producción, la edificación de arquitectura pública o el servicio a la élite gobernante.

De la misma forma, la anexión de determinado territorio no era un caso fortuito, pues implicaba la construcción de un centro regional, la vinculación de una red de caminos a la principal (Capac Ñan) y la obtención de algún recurso que pudiera fortalecer los intereses del Imperio. Esos recursos eran de tipo productivo o poblacional; en el primer caso, relacionados a la agricultura, minería o ganadería y, en el segundo, como parte de la gente que fortalecía los ejércitos imperiales o que era enviada a otros territorios como mitmas.

El resto de la población, dependiendo del tipo de alianza que habían logrado los jefes locales, estaba destinada a pagar al Imperio con mano de obra y, excepcionalmente, con excedentes de producción. Todas las poblaciones dedicadas a la agricultura debían abastecer a los ejércitos imperiales; por su parte, los especialistas a nivel de textilería, metalistería, orfebrería, manufactura de cerámica y construcción de obras públicas contribuían con su mano de obra. Por último, una población más restringida, como la de las ñustas (princesas incas) o los niños, era dedicada a actividades sacerdotales o al sacrificio, a pesar de que salían de la contabilización de sus lugares de origen, pues estas personas eran trasladadas a los santuarios principales.

Un fenómeno similar no se había dado antes, y los pobladores andinos estaban en un proceso de asimilación y/o reacción hacia esa nueva situación socio-política. Luego de casi un siglo en este estado, había disconformidad en las poblaciones locales, ocasionadas en algún sentido por tensiones internas vinculadas al acceso al poder. En esta situación se encontraba gran parte de los Andes cuando irrumpió la Colonia, que cambió –en parte– el panorama, pero aumentó grandemente dichas tensiones.

martes, 17 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - La conquista de otros territorios

Una vez establecido el Imperio y sus estrategias de control en los Andes y los valles mesotermos, se inició una campaña militar esforzada en establecer control político y económico en otras regiones. Esas regiones eran parte de las Tierras Bajas de la Amazonía y el Chaco, zonas muy ricas en recursos como madera, alucinógenos, plumas, productos exóticos y psicotrópicos. La conquista o expansión hacia la Amazonía y el Chaco fue uno de los últimos eventos desarrollados por los incas en esta parte de los Andes.

En este ámbito es que como parte de las políticas de avance se construyeron fortalezas para albergar a los ejércitos incaicos, compuestos por pobladores andinos. Ese hecho posibilitó la demarcación de una frontera entre el mundo andino y el de la Amazonía y el Chaco, consolidada a partir del establecimiento de ese tipo de sitios.

En ese mismo sentido, debe decirse que el concepto de frontera fue mal entendido, tanto por la etnohistoria como por la arqueología. Desde una lógica positivista, se entiende como un espacio de conflicto constante y donde las variables de interrelación son anuladas por acciones bélicas o de sometimiento. Sin embargo, la denominada frontera de los incas, a más de contar con esas características, también mostraba una dinámica cultural y poblacional que permitía la circulación de bienes y la interacción de las poblaciones en conflicto.

Es así que se estableció una organización distinta en estas zonas, con niveles de control diferenciados. Éstos tenían que ver con las alianzas que en muchos casos los incas lograron con algunos grupos para permitir el paso de sus ejércitos, lo cual no necesariamente se plasmó en el sometimiento de dicho grupo. Un caso visible de ese hecho es la relación de los incas con los tacanas para acceder a las llanuras de Mojos; se estableció una interacción socio-política que, a la postre, se manifestó en una influencia cultural quechua sobre este pueblo amazónico (ver Tyuleneva, 2010).

Por otra parte, también se advierte que en algunas áreas, el control fue reforzado con la presencia de mitmas, como en Oronkota, para posibilitar el mantenimiento de la dinámica fronteriza (Alconini, 2002). Pero, como en todos los casos de la presencia inca en los Andes, el establecimiento de esta red de puestos fronterizos también respondió a particularidades de cada uno de los casos. Dado que el tema fue escasamente estudiado, el análisis de la organización de zonas de frontera en Bolivia aún está incompleto.

Sin embargo, a partir de los datos etnohistóricos, se conoce que los conflictos y la avanzada hacia las Tierras Bajas por territorio de Charcas (cara caras, yamparas, chichas) motivaron la conformación de los ejércitos expansivos. Este hecho derivó en el establecimiento de una frontera étnica entre los Andes y las Tierras Bajas, denotando un relacionamiento de conflicto que tuvo sus repercusiones hasta el período colonial (Saignes, 1985).

Los principales sitios registrados en esa frontera son Oronkota, Cusco Tuyo e Incahuasi,en Chuquisaca; Samaipata (Fig. 111) y Saipina, hacia Santa Cruz; La Yunga, en Cochabamba, y también varios sitios de Ixiamas, en el Norte de La Paz. Sin embargo, sitios como Las Piedras, en Riberalta (Beni), muestran que los incas ya habían logrado una gran avanzada por el Norte, probablemente a partir de su incursión en Mojos por territorio kallawaya (Fig. 112).

De la misma forma, este hecho sacó a la luz la existencia de un conglomerado poblacional hasta ese entonces mimetizado en su propia dinámica, el cual había desarrollado características y patrones culturales particulares, pero también complejos. Estas poblaciones, consideradas “salvajes” por los documentos coloniales, desarrollaron una dinámica muy interesante en ese último período.

Son muy conocidas, por ejemplo, las invasiones desarrolladas por los chiriguanos en los Andes, quienes nunca fueron sometidos y pelearon hasta tiempos coloniales. Otro caso registrado por los documentos son las alianzas logradas entre los capitanes incas y el cacique Grigotá, quienes sellaron el pacto con la entrega de mujeres a los jerarcas andinos.

Para lograr este impacto sobre los grupos locales, los incas tuvieron que movilizar una gran cantidad de poblaciones, las que generalmente estaban constituidas por mitmas destinados a la guerra y que conformaban sus ejércitos. Todo ello nos muestra que la presencia del Imperio tuvo diferentes matices en las diferentes regiones, haciendo uso de las potencialidades materiales y humanas disponibles, ya que cambiaron y reestructuraron la dinámica existente para lograr un fenómeno político y social no igualado hasta ahora.
La conquista de otros territorios

La conquista de otros territorios

lunes, 16 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Tambos y áreas administrativas

Asociadas a la red principal de caminos, se construyó también una red de edificaciones administrativas, las cuales fueron denominadas tambos, y que mostraban la indudable presencia imperial. Los tambos eran concentraciones constructivas y de poblaciones, que tenían el objetivo de congregar a las elites y administradores de los lugares conquistados por los incas. Contaban con arquitectura monumental y en la mayor parte de los casos estaban asociados al camino principal inca, seguramente en la lógica de controlar el movimiento de poblaciones y de productos locales (Fig. 108).

Tambo Quillacas


Las principales estructuras de un tambo eran las kallankas, grandes construcciones rectangulares, de hasta 70 metros de largo. Se piensa que fueron edificios públicos que servían para el hospedaje de gente, administradores y funcionarios imperiales. Dichas construcciones también estuvieron vinculadas a actividades ceremoniales y a la administración de almacenes. Por lo general, presentan varias puertas, nichos y ventanas en forma trapezoidal, típico signo constructivo imperial. De acuerdo a los registros realizados en gran parte de los sitios, se plantea que las kallankas habrían sido cubiertas con un techo a dos aguas.

Dentro de los tambos más importantes, también se observa la existencia de una plaza central en la que se edificó un ushnu o asiento imperial; se dice que el Inca visitaba los tambos y ese era el lugar en el que tomaba posición para dirigirse a la población. Su arquitectura generalmente corresponde a un estilo arquitectónico local, pero –en relación al grado de importancia que tenía– se observan algunos rasgos sobresalientes. Entre ellos, podemos citar su asociación a torres funerarias de estilo cuzqueño, como las encontradas en el territorio de los carangas. En algunas de las estructuras, también se pueden registrar restos de enlucidos de color, como se observa en Incallacta, sitio administrativo de central importancia. En Bolivia, los tambos más relevantes se encuentran en Paria, Incallacta, Incarracay, Sevaruyo, Opoco, entre otros (Fig. 109).

A manera de balance, puede decirse que la red regional de caminos cambió el patrón de manejo del espacio para adecuarse a la administración incaica, observándose una clara relación entre los caminos, tambos, áreas agrícolas y de almacenaje para abastecer los sitios administrativos. Del mismo modo, dichos sitios se asocian a cerros o huacas, dejando claro que los aspectos rituales, económicos y administrativos formaban un todo indisoluble. Otro aspecto que cabe resaltar es la articulación con la población conquistada, como se evidencia en los restos materiales típicamente Inca o en los restos que son producto del sincretismo entre el estilo imperial y los estilos locales.

A la pregunta de quiénes habitaban esos sitios, se puede indicar que hubo población de distinta jerarquía, compuesta por dignatarios imperiales (hatun curacas), élites locales, funcionarios encargados de la administración económica y sirvientes. Adicionalmente, debido a la naturaleza de los tambos, se observa una población itinerante que era movilizada por los caminos y que se refugiaba momentáneamente en esos sitios. Una imagen congelada de esa dinámica mostraría a los tambos como un pueblo grande, diverso y con mucha actividad.

Un análisis regional de estos sitios muestra que una gran mayoría de los mismos se ubican en áreas de frontera de los grupos locales. Este hecho –en algunas regiones– parece haber demarcado una concentración de poblaciones y de contactos multiculturales, propiciando un fenómeno intercultural y de globalización, en desmedro de las identidades étnicas locales. Tal caso parece observarse en la región de Quillacas (Lima, 2008).

Los tambos tenían gran importancia para el Imperio, ya que eran parte de la avanzada política hacia el sur, lo que explica la inversión en edificación de infraestructura administrativa. En relación a los datos de fines del siglo XVI, las negociaciones con los grupos locales para el establecimiento de esos sitios parece haber sido muy compleja. Los documentos mencionan niveles de alianza de los jefes locales con los incas; pero lo que se observa es una evidente política de desestructuración, manifestada en la implantación de tambos en zonas que teóricamente eran multiétnicas, así como en la emergencia y difusión de elementos globalizantes u homogeneizadores. 
Las Kallankas


Es muy difícil saber cuál fue la reacción de las poblaciones locales frente a esos cambios, aunque puede inferirse que tuvo diferentes expresiones. Sin embargo, el proceso mencionado parece haber sido lento y, en algún momento, pudo ocasionar una crisis interna, sobre todo a nivel socio-cultural. La masificación de los símbolos de la presencia imperial parece marcar el surgimiento de nuevas identidades sociales y/o políticas, debilitando los niveles de autoadscripción étnica. Este es un aspecto que merece ser profundizado en el análisis del impacto que ocasionó la presencia del Imperio en los Andes Centro Sur.

En relación a ese tema, un ejemplo son las alianzas políticas logradas con las élites locales de algunos grupos, como los carangas, que tuvieron como resultado la construcción o edificación de diferentes símbolos, tales como las chullpas de color del Río Lauca (Fig. 110). Estos elementos no sólo muestran una alianza política, sino también la pervivencia de una costumbre y tradición mortuoria que fue conservada por los incas y que se mantiene hasta la actualidad.

Por lo observado, los incas lograron una incursión sutil, pero políticamente respaldada por las jefaturas locales en sus territorios. Los centros administrativos parecen haber centralizado los poderes locales, siendo los sitios desde donde se implementó toda la estrategia para debilitar social y políticamente a las poblaciones. Por tanto, es posible confirmar la generación de sistemas de control, políticamente sustentados en toda la región.
Torres Funerarias

viernes, 13 de mayo de 2022

El Capac Ñan en Bolivia

También se ha mencionado de la importancia que tenía el Capac Ñan para los incas y la movilización de poblaciones, información y producción. Parte de esa red de caminos fue registrada en Bolivia, patentizando la presencia imperial en este territorio. Como se dijo, esta red permitía el aprovechamiento de productos como la coca, metales preciosos, piedras y productos exóticos, y sus registros muestran que estaba dispersa a lo largo de todo el país, definiéndose principalmente dos áreas: el sector Uma y Urco del territorio.

El Cápaq Ñan empieza en Cusco, presentando varias bifurcaciones que luego se extienden a manera de red por todo los Andes. En esta parte, es el eje acuático, el lago Titicaca y el lago Poopó, el que define la red. La entrada del Capac Ñan en territorio boliviano se da a partir de Desaguadero, por el lado Uma, y por el Norte del Titicaca hacia el sector Urco. Los caminos corren en dirección Norte-Sur hasta encontrase en las márgenes del lago Poopó, donde también divergen para luego unirse y llegar al Sur de Bolivia, ingresando a territorio de la actual Argentina (ver Fig. 103).

Paralelamente, se observan caminos transversales que son parte de la red, los cuales comunican los diferentes ambientes ecológicos. Por ejemplo, del camino Uma se desprenden ramales que derivan a la costa y hacia la región de los salares. De la variable Urco se desprenden ramales hacia la región de los valles, tanto al Norte de Bolivia como hacia el este.

Todo ese movimiento estaba relacionado con la circulación de bienes y productos, tanto de orden doméstico como de orden suntuario. Es por ello que el Capac Ñan es entendido como una red y no sólo como un camino real, establecido sobre las antiguas rutas de los llameros, los que desde tiempos tan tempranos como el Formativo circulaban los productos a través de los Andes.

Debido a su importancia, el Imperio invirtió una gran fuerza de trabajo en su construcción. Se puede decir que gran parte de la monumentalidad arquitectónica observada en Cusco es posible de ser apreciada en la elaboración de algunos de los caminos en Bolivia (Fig. 107). De la misma forma, la construcción de estas vías estaba relacionada a un sistema de ingeniería muy elaborado, consistente en la construcción de imponentes plataformas que eran adecuadas a la topografía de los Andes, las cuales tenían un ancho de entre 3 y 10 metros. Esas plataformas eran empedradas y contaban con canales, áreas de drenaje, pasos de agua, etc. adecuados tanto a zonas secas como a áreas de inundación.

Por otro lado, debe mencionarse que los caminos siempre estaban orientados en dirección Nortesur, por lo cual se consideraban las rutas más directas para llegar a Cusco. Se asociaban a apachetas en las abras de cerros y en algunos casos parecen estar marcados por sitios de torres funerarias (chullpas), como se observa en Oruro. Lo que se concluye de estas características es que el Capac Ñan también implicó una transformación del paisaje, tanto visual como ritual, de las poblaciones prehispánicas.

La inmensa red de caminos registrada en Bolivia permitió lograr un amplio dominio territorial, así como el abastecimiento y dinámica de diversos productos materiales, rituales e ideológicos, entre centros poblados ubicados en lugares estratégicos para la agricultura, la ganadería y la minería, principalmente.

Sitios relacionados a los caminos incas son los tambos y las postas, lugares donde se cobijaban los viajeros en sus largas caminatas por los Andes. Los tambos grandes, algunos de los cuales se constituyeron en áreas administrativas debido a la congregación de poblaciones que registraron, se ubicaban cada dos días de caminata. En cambio, las postas se ubicaban a cada día, estando algunas de las veces asociadas a sitios con aguas termales (Lima y Michel, 2005). Algunos de estos sitios presentaban una inmensa plaza rodeada de kallankas, con un ushnu o pirámide trunca en el centro. Este tipo de enormes centros abiertos son también una característica fundamental de la ruta principal.

La ruta por el altiplano se relacionaba a una estrategia cuya finalidad era la de lograr mayor aprovechamiento del camino para la obtención de recursos de humedales alto andinos. Sin embargo, algunos ramales que se bifurcan de la red principal se internan hacia valles mesotermos de producción de granos y otros productos típicos de ese ambiente. Toda esa dinámica, como se puede observar, está interrelacionada con la construcción de áreas administrativas, con la estructuración de complejos sistemas agrícolas y con el aprovechamiento de regiones ricas en minerales.
El Capac Ñan en Bolivia

miércoles, 4 de mayo de 2022

Aprovechamiento de la producción agrícola

Ya se ha mencionado que los incas tuvieron mucha incidencia en el fomento de la actividad agrícola. Eso se debió a que ese tipo de producción, como se observó en Tiwanaku, pudo mantener al Imperio y a sus ejércitos.

En ese sentido, se puede decir que, en ese tiempo, eran tres las formas más comunes para el desarrollo de la agricultura: la construcción de andenes o takanas, la reutilización de camellones o suka kollus y el uso de qochas o lagunas artificiales. Sobre todo en los dos primeros casos, se demandaba de la movilización de grandes cantidades de mano de obra, aspecto que fue asegurado por la política imperial.

Los andenes son también conocidos como terrazas agrícolas o takanas; permitían aprovechar mejor el agua, tanto en lluvia como en regadío, haciéndola circular a través de los canales que comunicaban sus diversos niveles. Este sistema era adecuado, sobre todo, a los lugares escarpados, por lo que sus restos son registrados en las laderas de cerros.

En cambio, la tecnología de los sukakollus es propia de las riberas del lago Titicaca, habiendo sido utilizados durante el periodo Tiwanaku. Son montículos de tierra que permitían almacenar y aprovechar mejor el agua en áreas de frecuentes inundaciones a causa de las lluvias. Se componen de un gran número de surcos simétricos que recolectan el agua y la conducen entre sus canales, permitiendo la fertilización de la deposición adyacente. Esta forma de cultivo fue complementada con la construcción de qochas o lagunas artificiales, utilizadas para cultivar y dar de beber al ganado.

Todos los complejos agrícolas fueron complementados por elaborados sistemas hidráulicos y áreas de almacenaje. Los primeros estaban constituidos por canales y bocatomas, que permitieron la irrigación y el cultivo; en cambio, las áreas de almacenaje estaban relacionadas a una cantidad ingente de silos o qollcas asociadas a las áreas agrícolas. Evidencias de estos sistemas fueron registradas en diferentes regiones de los Andes.

Aunque en muchos sitios se observó el crecimiento de producción agrícola en el último período prehispánico, el amplio valle de Cochabamba fue –en Bolivia– el área más importante. Su importancia radicaba en que era la zona de mayor producción de maíz, considerado éste un recurso de primera necesidad para la elaboración de chicha, además de ser un producto de tipo suntuario que otorgaba prestigio, por lo que también era cultivado con fines burocráticos, militares y ceremoniales. El maíz estaba relacionado a los ritos y fiestas que desarrollaban los incas en honor al dios Sol, a quien le hacían libaciones en vasos rituales de cerámica con esta sagrada bebida.

Con ese fin, una gran cantidad de población fue movilizada al valle (Wachtel, 1982) en calidad de mitmas agricultores, poblaciones foráneas que constituyeron una adecuada fuerza de trabajo. Esas poblaciones provenían de diferentes partes del altiplano y, con el tiempo, se sincretizaron a la población local.

Los centros agrícolas estaban distribuidos en gran parte del valle de Cochabamba, consistiendo en inmensos campos de terrazas, asociados a áreas de almacenaje que mantenían a la élite y a los ejércitos del Inca. Entre los más famosos se encuentran los sitios de Cotapachi y Colcapirhua, áreas donde se almacenaba toda la producción para luego redistribuirla. La evidencia arqueológica permitió el registro de más de 2000 silos en un solo sitio, lo cual da una idea de la magnitud de la producción agrícola en la región.

En función de la documentación etnohistórica, se sabe que esa producción era llevada a los silos para luego ser transportada, por los llameros del Inca, desde Sipe Sipe hasta Cusco (Wachtel, 1982), es decir que el maíz del valle era consumido por la élite imperial. Esto a pesar de que la producción de áreas adyacentes servía para el sustento de los ejércitos imperiales, apostados en las inmediaciones con el objetivo de avanzar por los valles hacia el Chaco y la Amazonía.

Tal vez debido a ello, la construcción de Incallajta muestra la importancia que tenía el valle de Cochabamba para los incas. Ya se ha mencionado que con la incursión de Huayna Capac el valle cobró mayor relevancia, por lo cual en esa región fue construido uno de los centros administrativos más importantes del Imperio. Las fuentes coloniales mencionan la presencia del palacio de este Inca en Incallajta, aspecto que fue corroborado por las excavaciones arqueológicas..

En la parte central del sitio fue registrada una estructura de doble planta que contaba con un espeso revoque blanco, identificándose como el palacio de Huayna Capac. Asociados a este rasgo, se registraron una plaza central, varias kallankas y un ushnu, que denotan la presencia imperial (Muñoz, 2012).