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martes, 24 de mayo de 2022

Arqueología y etnohistoria de las Tierras Bajas de Bolivia - Arqueología Amazónica

 Carla Jaimes Betancourt


Existen muchas razones por las cuales el pasado de la región amazónica fue y es todavía menospreciado. Posiblemente las descripciones etnográficas del siglo pasado son las directas responsables para que las sociedades de los Andes sean vistas como “civilizadas” y las sociedades de las Tierras Bajas como “barbaras”.

Entre 1940 y 1947, Julian Steward editó un compendio de seis volúmenes de los pueblos indígenas de Sud América (Handbook of South American Indians), que fue publicado por el Instituto Smithsonian. En esta obra se clasificaron las áreas culturales de acuerdo a su medio ambiente y potencial agrícola. De esa manera, el área de la cultura andina fue clasificada dentro de los tipos 3 y tipo 4, áreas con potencial agrícola ilimitado o con potencial agrícola en crecimiento, mientras que las áreas culturales de bosque tropical y selva correspondían al tipo 1 y 2, es decir, áreas sin potencial agrícola o con un limitado potencial agrícola. Esta clasificación determinaba al mismo tiempo el desarrollo cultural de sus habitantes. Así, se postuló que las sociedades del área andina tenían el más alto desarrollo cultural de América del Sur, mientras que en la Amazonía se tenían, por un lado, “tribus marginales” de cazadores recolectores y, por otro, sociedades de floresta tropical. Estas sociedades estaban caracterizadas por tener una limitada agricultura de autoconsumo, que si bien permitía el establecimiento de una población más densa y permanente, se encontraban limitadas por un ambiente improductivo, en el que era imposible la producción de excedentes que conlleve a una especialización y división del trabajo, estratificación social y organización política centralizada.

Las claras diferencias que presentaban las poblaciones de distintas áreas geográficas influyeron en gran medida en la lectura de los datos arqueológicos. A mediados del siglo pasado, la arqueóloga Norteamericana Betty Meggers (1954) proponía que el medio ambiente era una condicionante importante de la cultura ya que, según ella, el nivel de desarrollo cultural dependía del potencial agrícola del medio ambiente ocupado. Aunque algunos sitios arqueológicos de importante antigüedad eran encontrados en la región Amazónica, Meggers (1979, 1996, 1997) trataba de explicarlos mediante teorías medio ambientales o difusionistas. Por ejemplo, ella creía que las innovaciones tecnológicas y culturales como la cerámica, la agricultura o la complejidad social, habrían llegado a la Amazonía procedentes de los Andes o Mesoamérica. También postuló que las culturas asentadas en la Amazonía, como por ejemplo la cultura Marajo, en la boca del Amazonas, se habría deteriorado debido a que el medio ambiente tropical no ofrecía los recursos suficientes para mantener grandes poblaciones, lo que limitaba y degradaba sus condiciones sociales.

No obstante, estas teorías no podían explicar las evidencias arqueológicas que de manera más frecuente se iban encontrando en la Amazonía ni tampoco servían para objetar los escritos de los primeros europeos que ingresaron al Amazonas a mediados del siglo XVI e inicios del siglo XVII. Escritos como el del padre Carvajal (1542), quien acompañó en su expedición a Francisco de Orellana, hacen referencia a grandes aldeas, algunas ocupadas por miles de personas, integradas en amplias redes interregionales de comercio y confederaciones políticas regionales. Tales referencias desaparecen de los escritos históricos a inicios del siglo XVIII, posiblemente porque en los primeros cien años de contacto las poblaciones quedaron diezmadas por las epidemias, la guerra y la esclavitud. Sería imposible negar el impacto que tuvo la colonización europea en la densidad demográfica y los modos de vida de los pueblos que habitaron todo el continente Americano.

Retomando nuevamente la explicación sobre las posturas teóricas que influyeron la historia de la arqueología amazónica, se debe aclarar que la mayoría de los antropólogos estaban convencidos de que no era la agricultura sino el medio ambiente en general, lo que influía a las poblaciones. En este sentido, las diferencias en el grado de fertilidad de los suelos y el clima determinan el grado de productividad agrícola, que al mismo tiempo influye en el tamaño de población, la organización política y el desarrollo tecnológico de la cultura.

Un fuerte oponente de estas teorías fue Donald Lathrap (1970). Este arqueólogo Norteamericano propuso que los grupos amazónicos habían tenido un desarrollo autóctono y que su medio ambiente era el adecuado para la agricultura intensiva de raíces, como por ejemplo la yuca (Manihot esculenta) domesticada en las llanuras inundables entre los 5000 a 3000 a.C. Lathrap creía además que el aprovechamiento de recursos alimenticios de los ríos amazónicos habría permitido el asentamiento de densas poblaciones, las cuales poseían una notable complejidad social, una sofisticada industria alfarera y una red intercambio de bienes de prestigio a larga distancia.
Mapa de la cuenca Amazónica con las áreas y sitios mencionados.


Los hallazgos arqueológicos no se dejaron esperar (Fig. 118). Efectivamente, en el sitio de Caverna da Pedra Pintada, en el Bajo Amazonas, Estado de Pará, Brasil, se encontró instrumentos líticos datados alrededor de 9000 años a.C. pertenecientes a grupos dedicados a la caza, pesca y recolección de frutas. (Roosevelt et al. 2002). Cabe señalar que éste no es un hallazgo aislado y que en diferentes áreas de la Amazonía de Brasil, Colombia y Venezuela se tienen registros de diversas ocupaciones en torno al 7000 a. C. También cerca de Bolivia se tienen noticias de sitios arqueológicos muy importantes, como los encontrados en los estados de Mato Grosso y Rondonia, cerca del río Guaporé. En los sitios denominados Dourado y Periquitos, diferentes artefactos líticos fueron fechados entre 12000 y 9000 a. C. (Miller, 1987; Meggers y Miller, 2003).

En la Amazonía también se llevaron a cabo importantes innovaciones tecnológicas que incluyen la temprana producción de cerámica. En sitios de conchales ubicados en la desembocadura del río Amazonas, se identificó en los años sesenta una cerámica muy temprana denominada Mina, la cual fue fechada alrededor de 3500 a. C. También en el bajo Amazonas, en el sitio de Taperinha, se produjo el hallazgo de la cerámica más antigua de todo el hemisferio Sur, datada alrededor de 5000 a. C. (Roosevelt, 1991, 1995), y en la cuenca del Alto Madeira, frontera con Bolivia, se tienen evidencias arqueológicas de pueblos sedentarios, que alrededor de 3500 a. C. domesticaron la yuca (Manihot esculenta) y una palma de gran tamaño, conocida en Bolivia con el nombre de tembé (Bactris gasipaes) (Neves, 2011).

Además, en los últimos años se han investigado sitios arqueológicos tan extensos que corroboran la alta densidad demográfica en tiempos prehispánicos, como por ejemplo en la Isla Marajo, en la boca del río Amazonas, donde se documentaron largas ocupaciones en montículos artificiales con áreas públicas y cerámica exquisitamente decorada entre el 400 y 1350 d. C. (Roosevelt, 1991; Shaan, 2004, 2008). En la cuenca del Alto Xingú, se tienen claras evidencias de grandes pueblos conectados por caminos radiales que florecieron alrededor de 1200 d. C. (Heckenberger et al., 2003, 2008). En la Amazonía Central, en el área de confluencia entre los ríos Negro y Solimões, el proyecto PAC ha investigado enormes asentamientos asociados a suelos fértiles, conocidos como “terras pretas” (Neves et al., 2003, 2004, 2006) (Fig. 119) y en el Acre, antiguo territorio de Bolivia, la acelerada deforestación ha hecho visible zanjas circulares, cuadradas y trapezoidales, denominadas “geoglifos”, cuya construcción habría empezado a principios de nuestra era (Shaan et al., 2010; Saunaluoma et al., 2012) (Fig. 120).

excavaciones arqueologicas

Las nuevas corrientes teóricas ya no ven al medio ambiente amazónico como una limitante; por el contrario, se da importancia a la abundancia de sus recursos naturales en los ríos, lagos y selvas y se analizan los procesos culturales de manejo ambiental (Neves, 2011). Una nueva línea teórica, denominada “ecología histórica” (Balée & Erickson, 2006), postula que las sociedades prehispánicas, lejos de adaptarse al ambiente amazónico, transformaron su entorno y modificaron las condiciones naturales de los lugares en las que vivían.
Geoglifos

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