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sábado, 21 de febrero de 2015

El Picacho, un lugar donde la historia hace al paisaje



El Picacho se encuentra en la comunidad de Lajas del municipio de Méndez, en el departamento de Tarija. La casa fue construida en un lugar privilegiado, donde un promontorio de lajas combate la fuerza del río Guadalquivir, debido a que toda la orilla que bordea la propiedad está cubierta de una roca propia de la región. Esto impide la erosión por la corriente perpetua del afluente chapaco.

Allí, en medio del río se encuentra la laja que sobresale del agua y que le ha dado nombre a la propiedad, el pico chiquito, “El Picacho”. “Habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso con abasto de pan y provisión de agua”, Isaías 33:16, se lee en una pared que resguarda el patio principal de la casa del ex presidente de Bolivia, Jaime Paz Zamora.
Pero más allá del texto, el lugar parece ser descrito en el antiguo testamento, según nos hace notar el propio Paz, quien no se explica de dónde conocía Isaías a El Picacho. El País eN visitó la finca y encontró al ex presidente de Bolivia, custodiado por cinco perros y rodeado de plantas y flores.
“Me han quitado la guardia de seguridad así que estos son mis guardianes”, comenta a modo de saludo y nos invita a pasar a El Picacho, el lugar donde habita desde que dejó la presidencia y en el que a cada paso se pueden encontrar objetos que son testimonio de las pasiones, gustos y de la vida de este hombre que ya forma parte de la historia.
La casa tiene 200 años y Jaime Paz la compró a finales de los 80, cuando se encontraba en plena campaña presidencial. Cuenta que la casa perteneció a don Honorio Méndez, pariente del legendario “Moto” Méndez, quien con seguridad visitó la casa en algún momento de su vida. “Él ha debido taconear aquí”, comenta Paz refiriéndose a este hecho.
“Yo tenía una casa que me dejó mi abuela en la calle Bolívar, pero para venir a vivir a Tarija, en la ciudad no, yo quería vivir en el campo y un compadre mío se dio cuenta y me trajo a ver esta casa una tarde, porque pensó que era lo que yo andaba buscando”, relata.
Por aquel entonces, la infraestructura estaba abandonada y emergía en medio de la polvareda y los árboles nativos de la región. Cuenta que eran las cinco de la tarde y dos víboras se erguían en el techo en donde con seguridad encontraban apetitosos pichones de paloma.
“La primera vez que vine esto era un ‘polvaredal’, pero apenas lo vi me di cuenta que esto daba para mucho, en ese entonces estaba en campaña para 1989. No podía dedicarle mucho tiempo así que, con algunos amigos y parientes comencé a restaurarla y ya durante la presidencia tenía una parte habilitada para vivir y venía cada que podía. A los paceños no les gustaba que venga, decían que el Palacio de Gobierno está en La Paz y no en Tarija”, recuerda en relación a su época de gobernante.
Añade que fue esa época cuando El Picacho se hizo famoso a nivel nacional por la clara inclinación de Paz a visitar y disfrutar de este lugar, que ya había escogido para establecer su hogar.
Hasta ahora la casa ha sido preservada en su integridad, los techos aún lucen las tejas con las que la adquirió Paz, los ambientes testimonian que pertenecieron a una familia pudiente, ya que en lugar del único patio tradicional que tienen las casas tarijeñas del campo, ésta tiene dos patios y una capilla.
En los patios y jardines se pueden observar diferentes variedades de árboles, los más viejos son árboles propios de la zona. “Ese es un taco, ese un algarrobo, el de allá un molle”, va señalando Paz, quien se conoce cada espacio de El Picacho porque es parte de su creación.
En el mismo lugar y entremezcladas se destacan variedades de árboles traídos de diferentes lugares del mundo. “Ese es un Ginkgo Biloba chino, esa otra una palmera de Canarias, el otro es un liquidámbar, cuyo encanto radica en que sus hojas adquieren diferentes tonalidades hasta ponerse rojas”, explica Paz.
Todos los rincones de la casa están adornados por esculturas grandes y pequeñas, hechas en piedra por artistas reconocidos y también fueron surcadas por el mismo Guadalquivir, como explica el ex presidente. Al mostrar las piedras éstas poseen formas que hacen pensar en la desnudez de la mujer. Se puede percibir una bañista en el río o el rostro de algún guerrillero. Paz Zamora rescató estas piedras para ostentarlas en su casa.
“Yo estoy en lo que es la vanguardia del arte ahorita, que se denomina arte tierra o art land, y consiste en que la naturaleza hace las cosas y el artista es el que las descubre, las recupera y las instala”, revela.
Apoyada en la palmera de las Canarias se puede ver una máscara tallada en piedra, réplica de una máscara de plata que “alguien se llevó”. A la máscara la rodea una enredadera de flores naranjas con un centro azul oscuro a las que Paz bautizó como las “miristas”.
“No las planté, no sé de dónde llegaron, mira el color naranja y al centro un azul intenso. Las trajo el viento y son generosas, se multiplican, no les conozco el nombre y les digo las miristas”, comenta Paz al referirse al partido que lideró y con el cual llegó a la presidencia.
La vista hacia el río es majestuosa desde el balcón de la casa, al frente están los cerros cubiertos de churquis y molles, con las paredes bajas de laja. Se escucha el rumor fuerte del río en época de lluvias y en el medio, está El Picacho histórico.
Seis cipreses altos y erguidos como soldados parecen custodiar la propiedad que no tiene muros por la parte de atrás, por el contrario, unas escaleras de piedra permiten el ingreso y salida hacia el río.
En medio del patio de césped está el campanario, que ostenta las campanas que fue coleccionando Jaime Paz a lo largo de su vida. “Mis campanas”, dice mostrándolas y revela que tuvo muchas y otras se perdieron.
“He perdido muchas cuando estaba clandestino, mi madre me hizo el favor y las agarró y las guardó en Sucre. La campana me parece un objeto bonito, no sólo por la forma que tiene y el sonido, sino que está ligada a la vida y en nuestro caso a la libertad, a la lucha por la independencia, tiene mucho significado para mí”, expresa. En lo alto del campanario se destaca el gallo, mirando el sol.
En cada ambiente de la casa se encuentra un poco de historia, en una chimenea de la sala, añadida posteriormente, se ha empotrado un tronco con fecha 1835 tallada en él, y que fue encontrado cuando Paz compró la casa. Allí están las fotos familiares, los retratos de Néstor Paz Zamora y de su esposa Cecilia. También están los cuadros que el pintor ecuatoriano Guayasamin le hizo y dedicó al ex Primer Mandatario.
El camposanto
Parte indivisible de El Picacho es el camposanto que Jaime Paz creó para enterrar a sus muertos, en él descansan sus padres y está la tumba de Néstor Paz Zamora, a quien hoy el ex Presidente recuerda como un joven lleno de ilusiones que se venía de La Paz en su moto para visitar a la familia y que murió a los 24 años en la guerrilla de Teoponte por perseguir un ideal que, según Paz, no era político sino mucho más vinculado a su devoción religiosa.
“Néstor era piadoso absoluto, seguidor de la doctrina de San Francisco de Asís, él fue más como cristiano que como político a la guerrilla, en el fondo él no era político era un convencido de que el cristianismo era ayudar a los pobres hasta entregar su vida”, explica.
Cada detalle de El Picacho ha sido puesto a lo largo de más de 25 años por Jaime Paz, quien conoce cada objeto, su origen y propósito, por lo que recorrer el lugar es sinónimo de recorrer un museo que encierra las leyendas e historia de Tarija, Bolivia y de la vida misma del ex mandatario.
Paz Zamora describe a El Picacho como a una obra de arte creada minuciosamente para dar la idea de confort y belleza con elementos de la naturaleza que le dan el encanto de lo rústico y esencialmente chapaco.



Evo, Jaime y el gas de Tarija para Bolivia

En la sala de reuniones una colección de piezas paleontológicas y arqueológicas de la zona y otros lugares del país se encuentran distribuidas en estantes de madera junto a los sables conferidos al ex Presidente durante su Gobierno.
Mientras explica el origen de los diferentes objetos, Jaime Paz saca de un estante una botella de vidrio de whisky, con un líquido parecido a esa bebida. La muestra orgulloso y cuenta que esa se la dio como recuerdo un ingeniero cuando se inauguró el pozo X9 en Caraparí.
“Lo guardo como recuerdo del lugar que hoy le da gas a todo al país”, comenta y explica que la exploración petrolera que permitió encontrar la gran reserva que abarca el chaco tarijeño le costó al Estado 18 millones de bolivianos y dice que hasta hoy le ha dado a Bolivia 120 mil millones.
“Cuando Evo vino a verme, yo a propósito, para hacerle una trampa la puse en el escritorio y cayó en la trampa el Evo, a usted le gusta el whisky me dijo, si el whisky que yo tomo es muy fuerte le dije, y le puse en la nariz y se hizo para atrás”, cuenta imitando el gesto del presidente Evo Morales al sentir el olor a gasolina que había en la botella de whisky.

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