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martes, 15 de diciembre de 2015

El Wall Street de La Paz, su historia y personajes

Luis Antezana tiene 85 años y hace 60, aproximadamente, frecuenta el café del Club La Paz, el edificio de estilo francés construido entre 1939 y 1943 que resguarda el ingreso a la avenida Camacho. Esta vía es conocida como el Wall Street de la ciudad de La Paz, porque concentra los edificios de bancos, financieras, casas de cambios y hasta a los librecambistas, hombres y mujeres de expresión desconfiada que en el mismo lugar dan vida al mercado negro del dólar. El mundo financiero formal e informal paceño palpita en el lugar.

Desde las ventanas del cafetín que dan a la avenida, Luis ha visto cómo nació y se fue transformando la avenida. Los años han pasado, dejaron marcas en su rostro delgado y pálido, pero no han tocado sus recuerdos. Cuando los revive, los ojos se le iluminan, se fijan en un punto de la nada y dice: "La Camacho no ha cambiado casi nada. Estos edificios son desde la década de los 40 y 60, prácticamente todos son bancos”.
"El edificio Krsul, del frente, (señala con la mirada), era el Hotel La Paz; en el edificio de la Comibol nació la confitería Dumbo”, añade.
La antigua calle Recreo
El historiador Carlos Gerl señala que la avenida Camacho fue proyectada a principios de 1900. El objetivo era convertirla en un "boulevard de estatus”, donde se instalarían los bancos de la sede de gobierno.
"Era una calle pequeña, la calle Recreo, que fue ampliada tras una expropiación y demoliciones de propiedades (sobre todo de la Orden de San Juan de Dios) que hizo la Alcaldía de La Paz en 1910, aproximadamente”, precisa.

Eso fue después de que el mercado que ocupaba toda la manzana que hoy forman la avenida Camacho y las calles Mercado, Colón y Ayacucho se incendiara hasta reducirse a cenizas.
De acuerdo a información de la comuna, la amplia avenida se abrió entre 1936 y 1941. Partía de la plazuela del Obelisco y se unía a la avenida Simón Bolívar, que desembocaba en el estadio Hernando Siles. A lo largo de su recorrido la vista del Illimani debía ser constante, porque la ruta "creaba una perspectiva de integración” hacia el centinela de La Paz.
Obra de Emilio Villanueva
La Camacho es otra de las destacadas obras del arquitecto Emilio Villanueva, quien años antes había diseñado la avenida Mariscal Santa Cruz y el barrio de Miraflores. La vía comunicaba el centro con el nuevo y moderno barrio.
Junto a Villanueva, otros arquitectos jóvenes, recién llegados del exterior, donde se formaron, fueron los encargados de edificar los primeros edificios del lugar, a los cuales, en su mayoría, bautizaron con sus apellidos, como Saens, Villanueva o Krsul.
Norma, vendedora de golosinas, cigarrillos y refrescos, que tiene su puesto a unos pasos de la puerta del Club La Paz, recuerda: "Antes no había bancos. Era una avenida llena de tiendas de productos que traían de otros países. Donde es ahora el Banco Nacional estaba la Casa Bernardo, ahí vendían tintes y todo para el cabello. Aquí, donde está la cafetería Manolo, estaba la boutique Covana. Este edificio del frente, el Krsul, era el Hotel La Paz. Eso me acuerdo”. La mujer tiene casi 50 años en el lugar. Heredó el puesto a su madre Hilda Santa Cruz .

Es que los edificios que hoy ocupan muchos bancos recién comenzaron a elevarse en los años 60, aproximadamente. Los primeros en construirse fueron el Banco Nacional de Bolivia, el ex Banco Boliviano Americano, Big Beni, Potosí, Bidesa y el Banco Santa Cruz.
De casas de cambios y librecambistas
Junto a estos edificios, en los 60 también comenzaron a instalarse las primeras casas de cambios, como Sudamer, Cambios La Paz y T’argent, donde se hacían las compras y ventas legales de la moneda. Paralelamente aparecieron también los librecambistas, operadores del mercado negro del dólar que pululaban sospechosamente a lo largo de la avenida. "Siempre estuvieron por aquí, parados, pegados a las paredes, casi ocultos”, cuenta Ovidio Paco, transeúnte.
En la época de la hiperinflación , a inicios de los 80, los librecambistas se multiplicaron por cientos para vender y comprar la divisa entonces tan codiciada. Como su actividad era prohibida, se ocultaban detrás de las puertas de algunas casas. La mayoría contaba con un biper (localizador de personas) para ser ubicados. Si el monto para la compra de dólares no era cuantioso, se podía hacer la transacción en algún rincón de la Camacho. Si la cifra del cambio era muy alta, el cambista podía llevar el cambio a domicilio.

Hoy la avenida Camacho mantiene la gran mayoría de sus edificios, igual que a sus personajes: banqueros, librecambistas y comerciantes, y se ha convertido en la zona más congestionada de La Paz.


Centro de "conspiración”

El café del Club La Paz, ubicado en plena esquina de la avenida Camacho, fue el centro de encuentro de los personajes más destacados y reconocidos de la ciudad.
"Los caballeros y las damas más importantes de la clase alta de la sociedad paceña se reunían acá a tomar el five tea o'clock (el té de las cinco). Venían políticos, negociantes y muchas damas muy elegantes, muy hermosas, que tomaban su té de forma muy distinguida”, recuerda Luis Antezana.
"Eso fue hasta antes del 52 (Revolución Nacional), cuando se popularizó y se convirtió en un centro de reunión de políticos y militares que conspiraban desde cambios de gabinete hasta golpes de Estado”, añade.
Antezana cuenta que los administradores del Club La Paz, construido entre 1939 y 1943, se jactan de que "todos los políticos entraron al lugar, menos el expresidente Víctor Paz Estenssoro”.



Empedrada con poemas

En su paso apresurado y atropellado por las aceras de la Camacho, la mayoría de los paceños no percibe que debajo de sus pies se han plasmado las versos más hermosos que la ciudad y su guardián de nieves eternas, el Illimani, han arrancado a los grandes poetas.
"Tuya es la nieve, tuya es la cordillera y el silencio azulado que en tus alturas se congela”, le escribió Óscar Cerruto al Illimani y el verso está impreso en el concreto de una de las aceras de la vía.
"La Paz ciudad tan extraña, tan diferente de las demás ciudades del mundo, tan alta y a la vez tan profunda, no podrías ser albergue de gente sumisa, blanda, mansa, adormecida”, se lee en otra estrofa sellada en la calzada. Pertenece a Alberto Ostria Gutiérrez. No faltan en el lugar los versos de Blanca Wiethüchter, Facundo Espejo Quispe, Fernando Lozada y de otros grandes poetas bolivianos.



Rafael Bustillo Historia de un gran diplomático boliviano


Rafael Bustillo (1813 - 1873). Fuente: Biblioteca y Archivo Privado.

Según el gran diplomático y escritor Alberto Ostria Gutiérrez, la historia de las Relaciones Internacionales de Bolivia, como primer momento presenta a los ‘doctores de Chuquisaca’, los mismos “… con su pluma habían encendido el ideal de la libertad, obteniendo después, junta-mente con los guerrilleros, la independencia del Alto Pe-rú… con los docto-res se inició en el hecho la diplomacia boliviana de los juristas, que sostuvo desde la fundación de la República hasta la guerra del Chaco los pleitos territoriales de Bolivia con todos los países vecinos. Casimiro O-lañeta, Rafael Bustillo, Tomás Frías, Mariano Baptista y Eliodoro Villazón, constituyen, en distintas épocas (este crisol de personajes, J.P.)…”1. Como un justo homenaje a estos grandes patriotas, describiremos la vida y la obra diplomática de Rafael Bustillo, quien con mucho fervor y lógica defendió Bolivia.

Este gran diplomático, nació en la ciudad de Potosí, el 21 de octubre de 1813, fueron sus padres don Dionisio Bustillo y doña Clara Montesinos. Realizó los estudios secundarios en el Colegio Pichincha, situado en la misma ciudad, a la conclusión de los mismos fue nombrado profesor de la materia de Filosofía. Posteriormente, en 1833 el Mcal. Andrés de Santa Cruz por su gran capacidad lo mandó junto a otros cinco jóvenes a Europa, con el fin de que estudiaran metalurgia.

A su regreso al país, trabajó como ensayista en la Casa Nacional de la Moneda. Sin em-bargo, continuó cultivando sus conocimientos y el 28 de octubre de 1842, se graduó como abogado.

Más adelante, Bustillo fue elegido Diputado por Potosí y es nombrado presidente de las Asambleas Legislativas de 1844 - 46, también asistió como Diputa-do a la Asamblea de 1847. Consecutivamente, el Gral. Isidoro Belzu lo nombró Prefecto de Oruro en 1848, al concluir su gestión nuestro biografia-do fue invitado para ocupar una Cartera de Estado.

El 9 de junio de 1849, fue nombrado Ministro de Hacienda, como resultado de su gestión publicó: ‘Memoria que el Ministro de Hacienda de Bolivia presenta a las Cámaras Constitucionales de 1850’ y el ‘Informe del Ministerio de Hacienda de Bolivia a la Convención Nacional de 1851’. Sobre su destacada labor el histo-riador ruso Andrey A. Schelchkov, detalló: “Belzu reorganizó el gabinete y confirmó en los puestos ministeriales a los leales José Gabriel Téllez, Lucas Mendoza de la Tapia y Rafael Bustillo. Gracias a la centralización del poder, el gobierno consiguió controlar el país” 2.

Consecutivamente, ejerció el cargo de Pre-fecto de Cochabamba, en 1851. Más adelan-te, desde el 11 de julio de 1852 ejerció el cargo de Ministro de Instrucción Pública y Relaciones Exteriores, por primera vez. De esta manera, inicio su vida diplomática.

Durante esta gestión Bustillo, negoció la paz con la República del Perú, bajo una “fórmula de verdadera diplomacia, escrita por su tegnología, espíritu, elegancia, habilidad, concesión y estilo cortés, brillante y castizo” 3: Como derivación de su gestión publicó: ‘Exposición que el Ministro de Instruc-ción Pública y Relaciones Exteriores presenta al Congreso Nacional de 1854’ y la ‘Memoria de los departamentos de Ha-cienda, Instrucción Pública y Relaciones Exteriores, presentado al Congreso Ex-traordinario de 1855’.

Seguidamente, por un breve momento se alejó de la política y fue desterrado al norte argentino por el gobierno del Presidente José María de Linares (1857-1861). Tras la caída de este último, Bustillo regresó al país y fue elegido Diputado por Potosí, sobre este mo-mento histórico el publicista José Domingo Cortés escribió: “…se hizo bastante notable por la elocuencia de sus discursos…” 4. Luego fue nombrado por el presidente Gral. José María de Achá, Ministro de Hacienda y Relaciones Exteriores, en 1861.

Consecutivamente, fue designado E. E. y Ministro Plenipotenciario ante la llamada Confederación Argentina. Sin embargo, tras la matanza de Plácido Yáñez, acaecida en el Loreto tuvo que regresar al país y mientras ejerció las funciones parlamentarias en re-presentación de Potosí, fue nombrado Mi-nistro de Gobierno, Culto y Relaciones Exte-riores a inicios de marzo de 1863.

Su primera intervención diplomática re-levante fue el envio de una nota diplomática el 6 de marzo del citado año, al canciller de Chile, Manuel A. Tocornal, donde preciso la posesión territorial boliviana y enfatizó: “… la antigua e inmemorial posesión de Bolivia es un hecho que por no contar con el apoyo de la fuerza, no deja de ser positivo…” 5.

Es en este momento que el Gobierno del Gral. Achá, convocó a una Asamblea Ex-traordinaria en la ciudad de Oruro en mayo de 1863, con el objetivo de tratar la ocu-pación sistemática de la bahía de Mejillones por parte de la República de Chile. En el citado Congreso, Bustillo presentó el patrio documento intitulado: ‘Memoria que el Mi-nistro de Relaciones Exteriores de Bolivia, presenta a la Asamblea Extraordinaria, reunida en Oruro en mayo de 1863’. Entre los principales argumentos Bustillo redactó: “… ni lo que se llamaba durante el coloniaje Español, Reino de Chile, ni lo que después se ha llamado República del mismo nombre, tuvo hasta octubre de 1842 en su jeografía, circunscripción territorial alguna que tu-viese el nombre de Atacama. Consúltese todos los historiadores i jeógrafos españoles a este respecto, i verá que es uniforme su testimonio. Todos ellos están acordes de que el valle de Copiapó era hacia el Norte, la primera provincia o el principio de Chile…” 6. También escribió: “… que Antofagasta esa porción del territorio boliviano, nadie lo ha puesto en duda, i la actual posesión de Bolivia sobre dicho pueblo i cantón no hace más que ratificar lo que los jeógrafos más antiguos i competentes han escrito acerca de esto…” 7. De esta manera nuestro biogra-fiado defendió con mucho patriotismo y sagacidad, el litoral boliviano. Como resul-tado, el presidente Achá obtuvo del Congre-so dos autorizaciones: “…una secreta para buscar la alianza del Perú y otra pública para declarar la guerra a Chile si no se obtenía la devolución de Mejillones por medios diplomáticos…” 8.

Luego también negoció con el diplomático brasileño Rego Monteiro, la línea fronteriza desde Bahía Negra al Norte. Como deriva-ción de su gestión publicó: ‘Memoria que el Ministro de Gobierno, Culto y Relaciones Exteriores presenta a la Asamblea nacional Ordinaria de 1863’.

Posteriormente, nuestro biografiado fue nombrado Consejero de Estado, cargó que fue suprimido tras el golpe de Estado enca-bezado por el Gral. Mariano Melgarejo. Durante el gobierno de este último, Bustillo publicó: “Espocisión que el ciudadano Ra-fael Bustillo: antiguo ministro de relacio-nes, esteriores de Bolivia, hace de su con-ducta como plenipotenciario en el nego- ciado sobre límites con el Brasil en 1863”, documento valioso que debe ser reimpreso.

Más adelante, con la asunción del poder en enero de 1871 por parte del Gral. Agustín Morales, Bustillo fue nombrado E. E. y Mi-nistro Plenipotenciario ante el gobierno de Chile. Como su secretario fue destinado el escritor Gabriel René Moreno y como fun-cionarios de apoyo: Ángel Garrón y Joaquín Lemoine.

A su llegada a la ciudad de Santiago, el primer tema que trato fue el escándalo de una expedición filibustera promovida por los seguidores del tirano Melgarejo, que a bordo del vapor ‘Tomé’ tenían la intensión de de-sembarcar en las poblaciones bolivianas de Cobija y Mejillones. Sin embargo, esta expe-dición fue interrumpida y juzgada por auto-ridades chilenas.

A inicios de 1872, Bustillo reclamó al gobierno de Chile sobre el nombramiento dentro de territorio boliviano de un “… em-pleado subalterno de la intervención de Mejillones con el nombre de Guarda Inter-ventor de Antofagasta…” 9. Después de ma-gistrales exposiciones en defensa de nuestra heredad patria en audiencias al presidente y canciller mapuche, el tema fue archivado.

También el citado diplomático negoció la conclusión de la famosa ‘medianería interna-cional’ impuesta a Bolivia en el Tratado de 1866. Es en ese sentido, que la diplomacia chilena tomo otro rumbo y por la riqueza que conservaba las costas bolivianas plantearon comprarla, hasta los grados 23° y 24°. En respuesta a esta propuesta Bustillo, respon-dió: “…la altiva y firme negativa… asegu-rándole que aquella no sería aceptable por la nación ni su gobierno, pues veían en aquel una porción sagrada del suelo patrio y lo consideraban, además, como su puerta de calle para comunicarse con el mundo…” 10.

Con el transcurso del tiempo, nuestro bio-grafiado tuvo que tratar otra expedición que fue dirigida por el melgarejista Quintín Que-vedo, que zarpó del puerto de Valparaíso en las embarcaciones ‘Paquete de los Vilos’ y ‘María Luisa’. Las mismas fueron auspi-ciadas por el Gobierno de Chile, esta comi-tiva desembarco en los puertos bolivianos de Cobija y Antofagasta, tratando de restablecer el poder de Melgarejo. Sin embargo, estas fuerzas invasoras fueron derrotadas.

Paralelamente a todo esto, el canciller chi-leno Adolfo Ibañez envió a La Paz al diplo-mático Santiago Lindsay con la intención de negociar una nueva demarcación de Límites acorde a sus intereses, sobre ello dicha auto-ridad instruyó: “…aunque las cuestiones a que he hecho referencia han sido ya inicia-das por este Ministerio, la falta de autoriza-ción bastante para resolverlas en el Repre-sentante que Bolivia nos tiene acreditado, aleja con notable perjuicio de nuestra parte la solución que tanto anhelamos…” 11.

La sagacidad expuesta por nuestro bio-grafiado se contrapuso a la codicia chilena y en respuesta, el Canciller de Chile pidió el retiro del diplomático boliviano. Es de esta manera, que concluyó la misión de Bustillo que intentó “asegurar la paz y la buena ar-monía con Chile, preservando eso si la segu-ridad de Bolivia y ante todo su dignidad” 12.

Posteriormente, el presidente Adolfo Ballivián Coll, lo nombró Ministro de Ha-cienda e Industria, a los pocos meses de desempeñar el citado cargo falleció, el 21 de agosto de 1873.

A modo de conclusión, nuestro biografia-do fue “una de las figuras más sobresa-lientes de la diplomacia y el parlamento bo-liviano, sorprendió los ocultos propósitos del gobierno de Chile de adquirir nuestra costa litoral, sea mediante un contrato de compra, sea provocando revoluciones en esos lugares para determinar su separación de la soberanía boliviana, sea, en fin, po-blándolos, llevando capitales para conse-guir que a la larga los chilenos llegaran a ser ‘dueños de todo’” 13.

Los últimos días del Libertador - 17 de diciembre de 1830 El deceso del Libertador Bolívar

La enfermedad del Libertador se agudizó rápidamente y al dictar al escribano su testamento uno de sus deseos fue que se devuelva la medalla que el Congreso de Bolivia le había obsequiado en mérito de haber paseado la bandera libertadora y bajo su sombra se fundaron cinco repúblicas libres, e independientes de la monarquía española: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, a la que consideró su “Hija Predilecta”.

El desenlace se esperaba de un momento a otro, sin embargo, Bolívar vivió hasta el 17 de diciembre. Fue una prolongada agonía, entonces el Dr. Reverend, quien lo atendió en los instantes finales de su vida, refiere que al amortajar al héroe, notó que su camisa estaba maltratada y con roturas, el dueño de San Pedro Alejandrino, el español Joaquín de Mier, sacó unas camisas nuevas de su propiedad para amortajarlo.

RELATO DEL DR. PRÓSPERO REVEREND

17 de diciembre de 1830.

...Eran la 9 de la mañana cuando me preguntó el Gral. Montilla por el estado del Libertador, le contesté que a mi parecer no podría terminar el día. Las lágrimas se asomaron a los ojos.

Me senté a la cabecera teniendo en mi mano la del Libertador que ya no hablaba si-no de un modo confuso. Sus facciones expresaban una completa serenidad, ningún dolor o señal de padecimiento. Su fin llegaba sobre su noble rostro. A los pocos minutos exhalaba su último respiro.

Su deceso se registró a la una de la tarde de aquel día 17 de diciembre de 1830.

SEGÚN EL RELATO DE BORGES:

Estamos en San Pedro Alejandrino, es el 17 de diciembre. Qué silencio en aquella al-coba, qué frío aquél sudario. Qué soledad de aquel muerto, desde las playas del Caribe hasta los riscos patagónicos, sollozan en duelo una fila de naciones huérfanas.

Simón Bolívar nació en Caracas el 24 de julio de 1783. En vida había cumplido con el mandato de su magnífico destino de dar libertad a cinco naciones de nuestra América. A pesar de su genio militar y combatiente, amaba la libertad, la paz y la fraternidad entre los pueblos. Hombre de gran visión, fue el iniciador del Panamericanismo, reuniendo en Panamá, en 1826, a varios países para formar la Unión Panamericana.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los hijos desconocidos de la Guerra del Chaco

La Guerra del Chaco nos trajo desgracias. Muchos emigraron por su culpa, se fueron a Paraguay y ya no volvieron”, lamenta el asambleísta departamental Vicente Ferreira cuando se le pregunta sobre su pueblo, un lugar llamado Samu’ uguate que se encuentra en Villa Montes-Gran Chaco y que es el único territorio que habita esta etnia.
En Samu’ uguate el calor supera los 40 grados y la pobreza se percibe a kilómetros. Los escasos árboles son codiciados para cubrirse del sol, los niños juegan sin importarles los problemas cotidianos y los hombres adultos, para esta época, ya han dejado el pueblo en busca de sustento económico.
Sin embargo, y pesar de todo, nada ha podido borrar la sonrisa de los pobladores del lugar, quienes caminan descalzos por el duro suelo de tierra, el cual les ha costado recuperar.
En la actualidad, algo más de cien tapietes-entre ellos 30 niños- son los sobrevivientes de una oscura época que ha pasado factura a su pobreza. Detrás de sus sonrisas se oculta una historia de muertes, de lucha y de supervivencia.
La Guerra del Chaco, la más importante en América del Sur del siglo XX, enfrentó a Bolivia y a Paraguay por los límites del llamado Chaco boreal (norte) del Gran Chaco, y en ella murieron unos 60.000 bolivianos y 30.000 paraguayos.
Durante este conflicto bélico, los tapietes “fueron fusilados por soldados de los dos países”, posteriormente el pueblo se vació más debido a que algunos se fueron a trabajar a la zafra argentina y ya no regresaron. “Pero a pesar de todo, continuamos viviendo en esta tierra”, dice Ferreira apenado y dispuesto a revelar los detalles de su lucha.
El departamento de Tarija tiene reconocidos, dentro de su estructura, a tres pueblos indígenas: Guaraní, Weenhayek y Tapiete, los dos primeros son los más numerosos y los más conocidos por la población. De este último poco se sabe.

Pasajes de una dura historia
Según el estudio del antropólogo Wigberto Rivero Pinto, la cartografía del siglo XVIII sitúa a los tapietes en lugares alejados del río Pilcomayo de Tarija, hacia el este, en dirección al Paraguay. Fue recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX que sus asentamientos fueron asediados por misioneros franciscanos y por criollos-mestizos que ingresaron a la región.
De acuerdo a datos históricos recolectados por El País eN y confirmados por Ferreira, a mediados del anterior siglo, la religión evangélica de la mano de los misioneros suecos, conquistó a los tapietes, quienes dejaron atrás su cultura basada en la magia, las bebidas, la danza y la coca. Hoy, y como herencia, los tres pueblos indígenas del Gran Chaco (Guaraní, Weenhayek y Tapiete) están siendo educados bajo las premisas de la enseñanza sueca en escuelas que estos foráneos fundaron.
Pero el hecho sangriento que marcó la vida de la etnia llegó en 1932, según lo expresa Ferreira. Se trata de la Guerra del Chaco, acontecer histórico que puso contra la pared a los tapietes, quienes intentaron escapar para evitar participar en un enfrentamiento, cuyas razones desconocían. Algunos lograron huir y otros murieron.
Se cuenta que durante su huida los confundieron con espías, razón por la que fueron fusilados. Hubo quienes incluso ayudaron con sus barcazas a trasladar al Ejército por el Pilcomayo. Empero, de la participación de los tapietes en la guerra ya casi nadie se acuerda, sólo quedan algunos rastros, que se han convertido en testigos mudos de la historia.
Un recuerdo de este sangriento episodio se levanta a 20 kilómetros de Samu’ uguate, donde hay cientos de cruces plantadas en el piso. “Allí están los antepasados”, dice Ferreira. El lugar es llamado Curirenda o Tierra de Cruces. Un sitio para que los tapietes no olviden su historia de dolor.
Pero más allá de esto, el asambleísta revela que cuando terminó la guerra, los pocos que quedaron volvieron a sus tierras, mas aún éstas ya habían sido ocupadas por mestizos, los cuales se convirtieron en grandes ganaderos y sometieron a los tapietes al “peonazgo”. Muchos años después se organizaron y se liberaron de este sometimiento.
Hoy sus territorios se extienden por toda la región del Chaco: en Argentina, Bolivia y Paraguay. En Argentina se encuentran en las aldeas de Tartagal y Mosconi; en Bolivia sólo en Samu’ uguate y en Paraguay en las de Curvita y La Merced. Según Ferreira la mayoría de los tapietes se fue a Paraguay.
No obstante, en Bolivia, su lucha por recuperar su tierra permaneció entre sus demandas durante décadas. Así, en el año 2000 el pueblo Tapiete se convirtió en la primera etnia que consolidó una Tierra Comunitaria de Origen (TCO) con una superficie de 24.840 hectáreas.
Samu’ uguate en la actualidad
En Samu’ uguate ya no hay ancianos, por lo tanto ya no hay quienes relaten las leyendas de sus antepasados o conserven sus tradiciones y normas de convivencia. Pero a pesar de esta ausencia, los jóvenes aún guardan con dolor los relatos de sus padres.
“Ya no hay gente mayor en el pueblo, así que ya no se practican muchas costumbres antiguas. Ahora vivimos puros jóvenes y aunque no se hagan las cosas de antes, al menos tratamos de enseñarlas”, explica Ferreira.
El asambleísta calcula que en el pueblo hay en promedio 65 mujeres, 30 niños y 70 hombres. Al concluir el cálculo lamenta que sus hermanos se hayan ido a Argentina y al Paraguay, empero revela que tienen la esperanza de su regreso, pues de Argentina ya tuvieron algunos retornos.
“La migración se debe a la Guerra del Chaco”, insiste Ferreira y destaca que “los tapietes en Bolivia han sufrido bastante por sus tierras”. “Vivíamos trabajando para terceros, éramos empleados. Todo a causa de la guerra”, recuerda, más aún su rostro apenado se llena de orgullo cuando explica que en la actualidad lograron recuperar parte de su territorio.
Para esta tarea se aliaron en un inicio con los weenhayeks y luego con los guaraníes. De esta manera, los tapietes fueron los primeros que obtuvieron su Tierra Comunitaria de Origen. Actualmente sus 24.840 hectáreas se dividen en dos áreas discontinuas de 17.921 y 6.918 hectáreas ubicadas en la provincia Gran Chaco.
Sin embargo, esto no fue suficiente para este pueblo, pues en la década de los 90 sus hombres se organizaron con el objetivo de mejorar la condición de vida de sus habitantes. “Empezamos la vida orgánica y dirigencial a la cabeza de dirigentes que ya no están pero que nos han dejado un camino abierto para los jóvenes”, cuenta Ferreira y añade que no ha sido fácil comenzar “a pelear por las demandas de su pueblo”.
Hasta la fecha, gracias a su organización, se consolidaron varios avances. Así en el año 2014 la dirigencia logró la instalación de alcantarillado, la dotación de agua y la instalación de luz en las viviendas. Sumado a esto se consiguió la construcción de 30 viviendas sociales, proyecto que se efectuó con contraparte del Ministerio de Vivienda, la Gobernación y la Subgobernación.
Lo que no poseen en el pueblo es gas domiciliario pero sobre esto tienen un acuerdo que indica que si bien no llega este beneficio a Samu’ uguate, se dotará de garrafas a los habitantes. Este plan aún no fue cumplido, por lo que en la actualidad cocinan a leña.
Sin embargo, hay otro hecho que ha cambiado la forma de vida de los tapietes, se trata de la sequía que impera en el Chaco, pues ésta ha terminado con la tradición recolectora del pueblo.
Antiguamente sus habitantes poseían parcelas que se ubicaban detrás de sus viviendas, donde se sembraban hortalizas y cereales. Su tradición recolectora tomaba fuerza de octubre a noviembre, meses en los que niños y mujeres acumulaban el fruto del algarrobo en sus llicas; añadido a esto las mujeres recogían miel en el bosque a muy tempranas horas.
“Si hablamos de agricultura es mentir”, dice el asambleísta con tono resignado al tiempo que revela que hoy optaron por la ganadería, pues crían algunas vacas, chanchos y chivos. Esta actividad les sirve sólo para sobrevivir, ya que no tienen las condiciones para comercializar estos productos. Otra actividad es la pesca en el río Pilcomayo.
El resto del año, cuando ya no pueden realizar estas actividades, los hombres salen a la ciudad en busca de otros trabajos mientras las mujeres se quedan solas en el pueblo al cuidado de los hijos.
La organización y vida dirigencial
Hasta 1990, los tapietes trabajaban el campo para hacendados de la región. Pero ese año se organizaron en una Asamblea para enfrentar a los ganaderos invasores e impulsar su propia economía.
El inicio de la vida dirigencial en el pueblo fue difícil, debido a que sus dirigentes no eran escuchados por las autoridades de turno. De esta manera, se sintieron marginados y olvidados a lo largo de la historia. Pero la lucha fue constante y en la actualidad su organización ya tiene 25 años.
Según sus habitantes, al ser el pueblo Tapiete una sola comunidad, en Bolivia posee una sola autoridad superior que es el Capitán Grande, luego le sigue el segundo Capitán Grande y el Secretario. Dichas autoridades se elijen de acuerdo a los usos y costumbres del pueblo.
De acuerdo a Ferreira, la elección se realizaba cada dos años, más aún las últimas autoridades se mantienen ya por cuatro años. “Hacemos una evaluación cada mes de noviembre cuando es nuestra asamblea. Ahí presentamos informe, no sólo del capitán sino de todos”, explica.
Agrega que para estos cargos pueden postularse todos aquellos que tengan cumplidos los 18 años o sobrepasen esta edad. Detalla que el primer capitán fue Daniel Valientes en el año 1990, posteriormente en 1993 entró su padre Tomás Ferreira y en la actualidad el capitán es su hermano, José Luis Ferreira.
“Fallece mi papá hace cuatro años y automáticamente sube mi hermano”, dice y añade que en la cultura tapiete la vida dirigencial es una cadena familiar.
Otro reto para este pueblo fue su representación en la Asamblea Legislativa Departamental, Ferreira revela que para su pueblo esta experiencia fue muy novedosa, pues ahora debían trabajar con “políticos antiguos”. “Para mí ha sido difícil estar rodeado de gente profesional. A mí me sucedió que pensaba mucho cuando quería opinar”, afirma.
Respecto a los proyectos que logró como asambleísta cita la electrificación, el agua en los domicilios a través de la excavación de pozos profundos y el proyecto de viviendas. Pero resalta que un objetivo pendiente se inscribe en el sector de salud, pues Samu’ uguate no cuenta con un centro médico por lo que sus habitantes deben ir hasta el municipio de Villa Montes para ser atendidos. El viaje dura en promedio tres horas y media.
“Teníamos un proyecto pero el alcalde anterior no ha sabido ejecutarlo. Cuando fuimos a preguntar dónde está la plata nos encontramos que esa plata la habían destinado para otro beneficio”, cuenta resignado.
El retorno al pueblo
Para las estadísticas y para Ferreira el pueblo Tapiete en Bolivia está en proceso de crecimiento, sobre todo porque según señala muchos de sus antiguos pobladores están regresando de la Argentina y del Paraguay.
“Tenemos la esperanza de que nuestros parientes vuelvan de Paraguay, donde hay muchas comunidades tapietes”, dice y detalla que antes no estaban organizados, pues se trataba de un solo pueblo grande, que debido a los hechos históricos tuvo que dispersarse.
Pero hoy Vicente Ferreira asegura que su pueblo está en proceso de crecimiento y se niega a que se diga que su etnia está en peligro de extinción. “A veces la gente exagera, decían pa que representante pal pueblo tapiete si es chiquito. Pero somos un pueblo y nos hemos basado en la Constitución”, concluye.

El casamiento convenidob en el pueblo

Ramón García Pizarro, reconocimiento bicentenario



También intervino para ordenar las fiestas populares y folclóricas como los fandangos, que eran vistos como grandes ocasiones para el pecado “por los deshonestos movimientos del baile y por el viento de la música provocativa”. Fomentó la ganadería, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, fundó escuelas de artes y oficios.

El 6 de diciembre pasado se cumplieron 200 años del fallecimiento de Ramón García de León y Pizarro, presidente de la Real Audiencia de Charcas al que, por una jugada del destino y por un juicio histórico equivocado, se le recuerda como la personificación de la tiranía y la injusticia que provocaron la insurrección popular del 25 de Mayo de 1809.

García Pizarro murió sin conocer el título de Marqués de Casa Pizarro que el rey Fernando VII le otorgó el 24 de octubre de 1815. La carta real de sucesión la recibió su hijo Rafael, el 22 de febrero de 1817, en España.

Su vida
Fue bautizado en 1738 en la Iglesia Mayor de Orán, hoy territorio de Argelia, y, más tarde inició una ascendente carrera militar como cadete en el Regimiento de Infantería de aquella colonia española en África. Es un excelente ejemplo de promoción social y de éxito; en definitiva, puede ser catalogado como un hombre de fortuna que logró escalar hasta los puestos más relevantes de la administración colonial española en América.

A los 35 años de edad, García Pizarro se casó con Mariana Joaquina Zaldúa y Gamboa; tuvieron dos hijos: José María y Rafael Francisco, quienes siguieron la profesión de su padre en diferentes niveles del ejército realista.

En Guayaquil
Su labor en Guayaquil fue muy importante. En esa época estos cargos jerárquicos eran considerados “empleos”.

García Pizarro se encargó de la instrucción, equipamiento y disciplina de las milicias, fortificando la ciudad y su acceso portuario con buena cantidad de artillería, ante las noticias o rumores esparcidos de que tres fragatas inglesas llegaban a las Indias y que ya estaban en Río de Janeiro. Se trataba de una falsa alarma, ya que la expedición inglesa fue a las Indias Orientales. Sin embargo, sirvió para que la ciudad y el puerto adquirieran un aspecto moderno. También intervino para ordenar las fiestas populares y folclóricas como los fandangos, que eran vistos como grandes ocasiones para el pecado “por los deshonestos movimientos del baile y por el viento de la música provocativa”. Fomentó la ganadería, el cultivo de la caña de azúcar y del tabaco, fundó escuelas de artes y oficios...

En Salta
Tenía 54 años cuando llegó a la ciudad de Salta. Realizó inspecciones a Santiago del Estero, el Chaco y otros centros poblados. Pero sin duda su obra más destacada fue la fundación de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, la última fundada por españoles en el actual territorio argentino. El acta respectiva indica la fecha del 16 de julio de 1794, aunque la población conmemora la fundación el 31 de agosto de cada año, juntamente con el día de San Ramón Nonato. Allí se fusionan una actividad cívica con una religiosa.

Finalizando su mandato, ordenó la construcción de la torre del edificio del cabildo. En ese tiempo, falleció en Salta su esposa Mariana Joaquina.
A su nuevo destino lo acompañaría su hija adoptiva, Ana María Pizarro: para llegar a La Plata tomó el camino de la quebrada de Humahuaca, pasando por la villa de Potosí.

Audiencia de Charcas
Desde su llegada comenzaron los inconvenientes por los espacios de poder entre él y los oidores, algo que se hacía evidente en situaciones hasta anecdóticas como las de etiqueta y protocolo.

En 1803, García Pizarro delineó el plano de la ciudad de La Plata describiendo los edificios y lugares importantes e indicando una cronología de los presidentes de la Audiencia de Charcas. Actualmente, el documento original se conserva en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.

Fue un gran benefactor de la ciudad: construyó una nueva alameda que llamó El Prado (hoy Parque Bolívar), con calzadas, pirámides, asientos y pila de agua. Con sus “bandos de buen gobierno” estableció el comercio del pan y la carne, evitando el agio y la especulación; controló los excesos producidos el Miércoles de Ceniza y las fiestas seculares en honor a la Virgen de Guadalupe.

Con la tuición de su patronato real, intentó una reforma a la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca que, luego de la expulsión jesuítica de Charcas, quedó casi abandonada. Para ese fin se valió del arzobispo Moxó, que había llegado a la ciudad en enero de 1807.

La llegada del arequipeño José Manuel de Goyeneche a Chuquisaca, comisionado por la Junta de Sevilla para preservar los derechos del rey Fernando VII, ocasionó un evidente malestar. Goyeneche traía cartas de parte de Carlota Joaquina (hermana del rey preso por Napoleón Bonaparte y casada con el Príncipe de Portugal), con la pretensión de que sea reconocida como sucesora de la corona real.

Esa noticia provocó un rechazo generalizado, pero el Acta de los Doctores del 12 de enero de 1809, redactada por Manuel Zudáñez, representó el inicio de la postura política hacia un derrotero que cambiaría la historia desde Charcas…

Revolución en Chuquisaca
García Pizarro y el arzobispo Moxó fueron acusados de aceptar la propuesta de Carlota Joaquina y de favorecer los intereses portugueses, en detrimento de los derechos de la corona española.

El 25 de mayo de 1809, con la intención de calmar la situación, García Pizarro ordenó la detención de algunos oidores, regidores y un abogado. Solo fue capturado Jaime de Zudáñez, quien se convirtió en el protagonista de la noche revolucionaria, del inicio de las acciones independentistas del opresivo absolutismo monárquico de los reyes españoles.

En la madrugada del 26 de mayo el Presidente de la Audiencia de Charcas firmaba su renuncia al cargo y a la hora, los oidores emitían un decreto declarando que estaban reasumiendo el mando de la presidencia; era la Audiencia Gobernadora.

El sábado 27 de mayo a la una de la tarde, por decisión de la Audiencia, García Pizarro era llevado preso al edificio de la Universidad. Por delante iba el comandante Álvarez de Arenales, con su bastón de mando, y a su lado el oidor Ussoz y Mozi; detrás, el escribano Ángel Mariano Toro.

Eran acompañados por el capitán de las milicias recién organizadas, Joaquín Lemoine, y diez milicianos uniformados y armados con fusiles. El expresidente fue insultado en el trayecto. Se le tomó una declaración y le realizaron un embargo e inventario de sus bienes.

Permaneció recluido en un ambiente de lo que hoy es el Museo Casa de la Libertad hasta el 18 de noviembre de 1809, según un oficio del arzobispo Moxó al virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros.

Al recobrar su libertad, García Pizarro no se fue de la ciudad. Se quedó hasta su muerte.

Después de la revolución
Como consecuencia de la revolución, la vida de Ramón García Pizarro estuvo sometida a contradictorios vaivenes, según designios realistas o patriotas que ocuparon y tuvieron el control de las actividades de la ciudad.

Cuando las tropas de Álvarez de Arenales y Manuel Asencio Padilla ocuparon temporalmente la ciudad en 1815, no ejercieron ninguna hostilidad contra él. Pero no ocurrió lo mismo tras la llegada del militar patriota Martín Rodríguez, quien cometió algunos excesos contra quienes demostraban fidelidad al Rey.

García Pizarro padeció las consecuencias de saqueos, atropellos y maltratos durante el periodo de la independencia.

El final
Su muerte se produjo el 6 de diciembre de 1815. Fue enterrado al día siguiente de las exequias en la cripta del Oratorio de San Felipe de Neri en La Plata (hoy Sucre).

El 6 de julio de 1817 se efectuó la concesión de la Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica por el rey Fernando VII a Rafael García Pizarro, tesorero del Ejército, en premio a sus servicios y a los de su padre, el Marqués de Casa Pizarro en varios cargos, especialmente como Presidente de la Audiencia de Charcas y en las luchas por la independencia en el bando realista.

Este es un homenaje en el bicentenario del fallecimiento de Ramón García de León y Pizarro desde la ciudad en la que descansan sus restos mortales y a la cual embelleció con su labor progresista.

El retiro y la humillación en San Felipe Neri
Ramón García Pizarro buscó en los claustros de la Real Congregación del Oratorio de San Felipe Neri el silencio, la lección, el retiro y la oración. Allí se mantuvo más de siete meses edificando con su buen ejemplo.

Su hijo Rafael presentó la siguiente información al Cabildo secular de La Plata:

“Lo que más atribuló su corazón fue el humillante arresto de su persona el cuatro de Diciembre último, en que profanando la casa santa del Oratorio Neriano, y sin apiadarse de verlo enfermo en cama, donde lo habían postrado a fuerza de pesadumbre, lo sacan de ella, lo conducen escoltado con indecible ignominia y lo ponen presos en la inmunda caballeriza de la Casa Pretorial, donde había gobernado más de doce años, le privan de la comunicación con sus domésticos y de todo humano auxilio, le intiman su destierro, cierran los oídos a sus justas exclamaciones, tienen ya al frente dispuesta la escoba para que camine a pie y sin cama, y así hubiera sucedido si no rescata su respetable persona, como si fuera un esclavo, en el precio de dos mil pesos que fueron los últimos que exhibió (a más de un costoso espadín de oro, que le arrebataron con violencia) la mayor parte en alhaja a falta de numerario que ya no tenía ni para la natural subsistencia de los pocos días que le restaban de vida.

En esta mazmorra fue donde imploró nuevos auxilios del cielo para resistir con cristiana resignación y paciencia este golpe mortal, superior a las débiles fuerzas de su mayor avanzada edad, el cual efectivamente le causó su improvisa muerte antes de las cuarenta y ocho horas, se ocultó en el Oratorio bajo de San Felipe el día seis de Diciembre, donde por la tarde se le encontró muerto al pie del mismo altar que había regado con sus lágrimas confesando y comulgando semanalmente los siete meses que allí estuvo refugiado. Al momento que expiró se apoderaron los mandones revolucionarios de los bienes que se le encontraron”.

De esta manera, el caso de Ramón García Pizarro se convierte en un claro ejemplo de cómo se reprimió a los realistas en Chuquisaca, con humillación pública y expolio total de sus bienes materiales.


viernes, 11 de diciembre de 2015

Las marcas utilizadas en la ceca de Potosí

Antecedentes históricos
Se conoce que a lo largo de la historia de la moneda hispanoamericana, cada una de las cecas españolas, imprimían en cada una de las piezas acuñadas: su marca, letra monetaria, sigla o monograma, del lugar donde estaba ubicada la Casa de Moneda: México utilizaba “M” con una “o” sobrepuesta; Lima tenía “LM” entrelazada; Santiago la “S” con una “o” sobrepuesta y Potosí la letra “P” y “PTS” entrelazada. Las siglas o monograma que ostentó la ceca potosina, varía de acuerdo a la época.
El recorte temporal (1574-1767), obedece a dos hitos fundamentales para la numismática potosina. En 1574 se inicia la acuñación de la moneda macuquina con la inicial P (dada por R.C. de 21 de agosto de 1565 la misma utilizada para la ceca de Lima) y en 1767 las nuevas disposiciones monetarias disponen una nueva marca, de una PTS entrelazada (dada por R.C. de 3 de octubre de 1750). Este es un período de transición entre la tecnología artesanal y la tecnología mecanizada.
En tal transición, obviamente, existen rupturas y continuidades; al respecto, podemos señalar que a lo largo de su vida institucional y dentro de su proceso histórico, la ceca potosina contó con dos edificios: el primero construido entre 1572-1574 y el segundo de 1759-1773.
En este ámbito los monogramas utilizados fueron: la primera desde 1574 hasta 1773 “P” y la segunda desde 1767 hasta 1825 “PTS”.
La producción monetaria se clasifica en distintos periodos histórico-numismáticos: monedas macuquinas (1574-1773), monedas columnarias (1767-1773) y monedas de busto (1773-1825).
Como institución colonial y republicana, ha acuñado monedas de manera ininterrumpida desde su fundación hasta el siglo XX.

Primera Casa de Moneda
En 1572 fue creada en Potosí la Casa de Moneda, institución dedicada a labrar o fabricar monedas con la plata que se extraía del Cerro Rico.
Después de la exención de la ciudad de La Plata y obtenido el título de Villa Imperial en 1561, la economía local se había acrecentado enormemente, situación que motivó al 5to. Virrey del Perú don Francisco de Toledo disponer su establecimiento para facilitar el comercio y las transacciones mineras.
Historiadores y numismáticos conocidos, han reconocido que la inicial “P” corresponde a la ceca potosina, que desde su fundación y por instrucciones del Virrey Francisco de Toledo, implantó en la moneda de plata; moneda acuñada de forma artesanal a golpe de martillo, con bordes irregulares y mala calidad de las inscripciones, más conocido como “Mcuquina”.
Para ello, hubo una real cédula expresa de Felipe II, uno de los capítulos normativos de la labor establecía: “Yten en cuanto al segundo capítulo del cuaderno de las dichas leyes y ordenanzas se declara la forma que hade tener la dicha moneda de plata que así se labrare, sea la mitad de ella de reales, sencillos y la cuarta parte de reales de a dos y de a cuatro por mitad y la otra cuarta parte de medios reales y cuartillos por mitad y el cuño para los reales sencillos y de a dos y de a cuatro, ha de ser de la una parte castillos y leones con la granada y de la otra parte las dos columnas y entre ellas un rotulo que diga plus ultra que es la divisa del emperador mi señor y padre de gloriosa memoria y los medios reales han de tener de la una parte una cruz y de la otra parte la dicha divisa de las columnas con el dicho rotulo de plus ultra entre ellas y los cuartillos tengan de una parte una Y y de la otra R y el letrero de toda la dicha moneda diga ansi = Phelipus secundus Ispaniarum Indiarum Rex y póngase en la parte donde hubiere la divisa de las columnas una P latina para que se conozca como se hizo en el Perú”.
A pesar del mandato, la “P” era para que se conozca que la moneda se acuñó en el Virreinato del Perú, disposición enmarcada en la R.C. de 21 de agosto de 1561 dada para la ceca de Lima, la misma que se utilizó para Potosí en 1574 por órdenes de Toledo, la única ceca habilitada en este año dentro de la jurisdicción del Virreinato.
El uso de la “P” se extendió hasta el año de 1773, año cuando cesó la acuñación de la moneda macuquina, por disposiciones cedulares.

Segunda Casa de Moneda
Dentro de este proceso, después de casi dos siglos de trabajo continuo en la fabricación de la moneda macuquina, la corona española decide sustituir por una moneda circular y con cordoncillo en el borde, para este objetivo debía construirse otro edificio con los instrumentos necesarios para el proceso técnico de acuñación.
En 9 de junio de 1728 y el 16 de julio de 1730 en el reinado de Felipe V se despachan nuevas ordenanzas que disponen llevar adelante el proyecto de levantar nuevas casas de moneda cuya dirección y administración ejercería la corona y serviría para batir la moneda con nuevas características en su ley, impronta y forma; además de disponer que la moneda sea redonda, acuñada en molinos o volantes y con cordoncillo en el canto, dando lugar a la aparición de la “moneda columnaria”.
Con estas disposiciones en México se inicia la acuñación en 1732, en Lima 1755 y en Potosí se iniciaría recién en 1767, con la acuñación de la moneda de dos columnas sobre ondas de mar, más conocidas como columnarias.
Este proyecto de cambio de la moneda desde 1728, en Potosí entra en vigencia después de casi veinte años, para ello se dictaron seis Cédulas Reales el 3 de octubre de 1750, nombrando técnicos especializados en construcción y en el proceso de acuñación, con ellos la provisión de una nueva tecnología con el título: “Relación de los instrumentos que se remiten de estos reinos a la América, para el nuevo establecimiento que se debe hacer de la Casa de Moneda de la Villa Imperial de Potosí, en cumplimiento de lo que ha resuelto el rey, cuyos instrumentos van en los tercios, y cajones que expresan los números del margen”.
En este documento va inserto el nuevo monograma propuesto para la ceca potosina, posteriormente aparece entrelazada en los manuscritos de la Casa Real de Moneda: y es a partir de 1767 cuando aparece el monograma en las monedas columnarias, hasta el año de 1773, en las de busto de 1773 a 1825, y en el periodo de la independencia para las Provincias del Rio de la Plata (Argentina) en 1813 y 1815 y para la nueva República de Bolivia desde 1825 a 1870.
En general, la mayoría de los historiadores numismáticos se inclinan por relacionar los monogramas con las cecas donde se acuñaron las monedas. En cuanto a su identificación, cierto es que la inicial o el monograma de Potosí figura sobre las acuñaciones del periodo colonial y republicano.

*Miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí.

martes, 8 de diciembre de 2015

El testamento de Bolívar

Bolívar llegó a Santa Marta en estado de postración el 30 de noviembre de 1830, tras una penosa travesía por el río Magdalena desde Bogotá y a pesar del buen clima y las atenciones recibidas, su salud empeoró a los pocos días, teniendo algunos momentos de lucidez que le permitieron dictar su testamento y su última proclama, clamando porque su muerte por lo me-nos permitiera la consolidación de la unidad de sus compatriotas y desprenderse de las ambiciones de poder político.

Hacienda de San Pedro, Santa Marta, 10 de diciembre de 1830.

En nombre de Dios todo Poderoso. Amén. Yo, Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela, hijo legítimo de los señores Juan Vicente Bolívar y María Con-cepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad, hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y so-berano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu San-to, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia católica Apostólica Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte, como católico fiel cristiano, para estar prevenido cuando la mía me llegue con disposición testamental, bajo la invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi testamento en la forma siguiente:

1. Primeramente encomiendo mi alma a Dios nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue for-mado, dejando a disposición de mis alba-ceas el funeral y entierro, y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, e hijo alguno.

2. Declaro: fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijo alguno.

3. Declaro: que cuando contrajimos matrimonio, me referida esposa, no introdujo a él ninguna dote, ni otros bienes, y yo introduje todo cuanto heredé de mis padres.

4. Declaro: que no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la Provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del Sr. Juan de Francisco Martín, vecino de Cartagena.

5. Declaro: que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los señores Juan de Francisco Martín y Poules y Compañía, y prevengo a mis albaceas que estén y pa-sen por las cuentas que dichos señores presenten y las satisfagan de mis bienes.

6. Es mi voluntad que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nom-bre de aquel pueblo, se le devuelva co-mo se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto, que aún en mis últimos momen-tos conservo a aquella República.

7. Es mi voluntad: que las dos obras que me regaló mi amigo el Sr. Gral. Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón tituladas “El Contrato Social” de Rousseau y “El Arte Militar” de Montecuculi, se entreguen a la Universi-dad de Caracas.

8. Es mi voluntad: que de mis bienes se le den a mi fiel mayordomo José Pala-cios la cantidad de ocho mil pesos, en renumeración a su constantes servicios.

9. Ordeno que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen.

10. Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean deposita-dos en la ciudad de Caracas, mi país natal.

11. Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Aya-cucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba de amor que siempre he profesado al expresado Gran mariscal.

12. Mando a mis albaceas se den las gracias al Sr. Gral. Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coro-nel Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida.

13. Para cumplir y pagar este mi testamento y el contenido, nombro por mis albaceas testamentarios, fideicomisarios, tenedores de bienes, a los Srs. Gral. Pedro Briceño Méndez, Juan de Francisco Martín, Dr. Joé vargas, y el Gral. Laurencio Silva, para que de mancomún et in solidum entre ellos, los beneficien y vendan en almoneda o fue-ra de ella, aunque sea pa-sado el año fatal de alba-ceazgo pues yo les pro- rrogo el demás tiempo que necesiten, con libre franca, y general administración.

14. Y cumplido y pagado este mi tes-tamento y lo en él contenido, instruyo y nombro por mis únicos y universales he-rederos en el remanente de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, fu-turas sucesiones en el que haya sucedi-do y suceder pudiere, a mis hermanas maría Antonia y Juana Bolívar, y a los hijos de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernan-do Bolívar, con prevención de que mis bienes deberían dividirse en tres partes, las dos para mis dichas hermanas, y la otra parte para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan, y disfruten con la bendi-ción de Dios.

Y revoco, anulo, y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codi-cilos, poderes y memorias que antes de este haya otorgado por escrito, de pala-bra o en otra forma para que no prueben ni hagan fe en juicio, ni fuera de el, salvo el que presente ahora otorgo como mi última y deliberada voluntad, o en aque-lla vía y forma que mas halla lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otor-go en esta hacienda San Pedro Alejan-drino de la comprensión de la ciudad de Santa Marta a diez de diciembre de 1830.

Ante mí, José Catalino Noguera, Escribano público.

lunes, 7 de diciembre de 2015

El retorno de “La casa de la zapatera”

Una casa ubicada en el centro histórico de Potosí ha sido recuperada para cumplir las funciones que tenía en el periodo colonial.

Era conocida como “La Casa de la Zapatera” y hasta hace poco solo existían referencias orales sobre su existencia. Su recuperación permitió conocer que la historia de ese antiguo inmueble está vinculada a dos de los cuadros más famosos de la Villa Imperial.



MINERO Y COMERCIANTE

El salón principal de la Casa de Moneda está coronado por dos cuadros que retratan de cuerpo entero a dos famosos personajes de la colonia. En el de la izquierda está un jinete que viste calzón largo blanco, un jubón rojo sobre el que está un cuello de encaje que se extiende por los hombros. Usa un sombrero blanco de alas anchas en el que se puede ver una joya con cuatro rubíes y un diamante al centro.

No hace falta que ningún guía nos diga su nombre porque a la izquierda del cuadro, en un óvalo dorado se lee claramente la inscripción “El Mre de Cpo Don Antº Lopes de Quiroga. Año de 1660”. Se trata, entonces, de Antonio López de Quiroga, uno de los hombres más ricos que vivieron en Potosí y que, a cambio de una suma desconocida suma de dinero, compró el título nobiliario de maestre de campo.

Su fortuna era incalculable. Aunque se lo vincula con la minería, debido a que en el mismo cuadro aparece un ingenio de beneficio de minerales, los autores que se ocuparon de él encontraron suficientes indicios que permiten determinar que su primera ocupación fue el comercio. El cronista mayor de Potosí, Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela, refiere que, al llegar a la Villa Imperial de su natal España, López de Quiroga estableció una tienda de mercancías en la calle de los mercaderes (hoy Linares). Peter Bakewell apunta que “por ‘mercancías’ se debe entender mercaderías importadas, principalmente tejidos, y otras cosas como especias, tocas, pasamanos, papel, zapatos, medias, e incluso hierro y acero”.

Prosperó rápidamente e hizo buenas migas con otro maestre de campo, Lorenzo de Bóveda, un mercader de plata de gran fortuna que tenía una hija, doña Felipa de Bóveda y Saravia. Si algo se le reconoce a López de Quiroga es su sentido de la oportunidad y este se puso de manifiesto cuando, aprovechando su amistad con Lorenzo, se casó con su hija y se convirtió en el heredero de su fortuna.

Hasta ahí su vida parece más bien común pero dos circunstancias lo proyectan hacia la historia, aunque con luces prestadas.

Allá por mediados del siglo XVII, el antiguo templo y convento de San Francisco necesitaba una refacción integral. Por razones desconocidas, los franciscanos acudieron a López de Quiroga quien, contrariamente a su costumbre, aceptó financiar la obra. Pero no lo hizo gratis. Asumió para sí el rótulo de “fundador de la iglesia y convento de San Francisco de Potosí”, aunque esa infraestructura data de 1547, y se hizo pintar un retrato que rinda fe de su “generosidad”. Ese cuadro es el que permaneció en San Francisco durante varios años y luego fue donado a la pinacoteca de la Casa de Moneda.

El otro hecho que le dio fama es el parecido de su nombre con un famoso azoguero de la colonia, José de Quirós, a quien Soraya Aramayo describe como “dueño de ingenios y minas en el Cerro Rico (…) criollo, vecino de la Villa Imperial, capitán, casado con Doña María Sebastiana de Moncada”.

A diferencia de López de Quiroga, quien no tenía la virtud de la caridad, José de Quirós era un hombre excesivamente generoso que repartía limosna a los pobres diariamente y realizaba múltiples donaciones. Aramayo apunta que, entre otras cosas, “costeó dos ricas vestiduras doradas para la imagen de San Francisco de Padua e instituyó la fiesta principal el día de la Asunción”.

La generosidad de don José fue, literalmente, proverbial. Por él se acuñó el dicho “Después de Dios, Quirós” que significa que solo el Creador era más caritativo que él.

Debido a que López de Quiroga y Quirós existieron en la misma época y sus apellidos se parecen, muchos los confunden y creen que se trata de una misma persona. No obstante, el primero falleció en enero de 1699 mientras que el segundo seguía vivo en 1707, cuando estableció una capellanía perpetua para unas casas que compró en la calle delante de la iglesia mayor.



ARZOBISPO Y VIRREY

Otro de los personajes que pasó a formar parte de la iconografía potosina es el décimo arzobispo de Lima y vigesimoséptimo virrey del Perú, Diego Morcillo Rubio de Auñón.

Morcillo no vivió en Potosí sino que visitó la villa durante unos días, 30 si nos atenemos al relato de Arsánz, pero pasó a la historia no solo por los fastos que se desataron por su llegada sino porque esta quedó testimoniada en dos grandes documentos coloniales: la “Historia de la Villa Imperial de Potosí” y el cuadro pintado por Melchor Pérez de Holguín que se atesora en el Museo de América, en Madrid.

La pintura es grande pues mide 2,40 de alto por 5,70 de alto. Es un óleo sobre lienzo cuyo valor no solo radica en graficar un episodio histórico con una fidelidad solo comparable a la fotografía sino también en el hecho de que su autor, Pérez de Holguín, se incluye en el cuadro y, así, nos revela su apariencia.

Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela describe así su llegada: “Fuéronle a visitar y dar la bienvenida los curas, prelados de las religiones y demás estado eclesiástico, la nobleza secular y ministros de su majestad y el señor don Francisco Pimentel, presidente de La Plata, que había días que se hallaba en esta Villa”.

El relato prosigue señalando que “A las 4 de la tarde hizo su entrada saliéndole a recibir toda la Villa, que no cabían por los campos y calles la multitud de sus moradores y fue cosa que no se vio en otras entradas de principales eclesiásticos. Todas las calles por donde pasó se adornaron con ricas colgaduras y arcos de plata labrada, y en la esquina llamada de Las Lechugas (que es una de las que desembocan así en la plaza del Regocijo como en la del Gato) se le hizo un arco triunfal, de los buenos y ricos que se vieron para otras entradas semejantes…”

El motivo para tanto boato era doble: Morcillo, que primero había sido obispo de León (hoy Nicaragua) y después de La Paz, había sido nombrado arzobispo de La Plata (hoy Sucre) y, además, se le había encargado reemplazar temporalmente a Diego Ladrón de Guevara como Virrey del Perú.

Y, aunque los potosinos sabían que el cargo no tenía carácter permanente, lo agasajaron con el fin de conseguir favores del ilustre visitante. “Dijo que en ninguna parte le habían beneficiado sino en esta Imperial Villa con tanta grandeza”, apunta el cronista.

El virrey devolvería gentilezas a Potosí en su segundo virreinato, ya con carácter titular, cuando ordenó la reparación del puente Pilcomayo que unía a La Plata con la Villa Imperial.



LA ZAPATERA

Quien une a ambos personajes y establece vínculos entre los dos cuadros es doña María Joaquina Fuentes, una mujer “exageradamente hermosa” que, según asegura Mirtha Guzmán, fue amante de Antonio López de Quiroga.

Si se cruza los datos de Guzmán con los de Peter Bakewell, López tuvo que haber conocido a María Joaquina cuando ella todavía era muy joven y él ya tenía dos hijas con su esposa, doña Felipa de Bóveda y Saravia.

Antonio debió haber querido mucho a su amante, tanto que le compró una casa en la calle que partía de la plaza del Regocijo y subía hacia las afueras de la ciudad, donde se habían establecido los indios lupacas.

El amor por María Joaquina habría motivado que López de Quiroga iniciara trámites ante la Iglesia Católica para obtener su divorcio y pudo haber sido la razón por la que aceptó costear las refacciones en San Francisco. Guzmán dice que los franciscanos le ofrecieron ayudarle con el trámite ante el Vaticano.

Pero la muerte pudo más que la burocracia eclesiástica y doña Felipa falleció antes que se consume el divorcio. Al quedar viudo, López de Quiroga no habría tenido ningún impedimento para irse a vivir con María Joaquina quien le habría cuidado hasta su fallecimiento.

A la muerte del acaudalado estallaron pugnas por sus bienes. La mayoría de sus propiedades, que incluían grandes extensiones de tierras en áreas rurales, estaban registradas a su nombre o al de sus hijas pero la casa en la que murió no aparecía por ninguna parte. Esa figuraba a nombre de María Joaquina Fuentes así que las hijas poco pudieron hacer para quitársela.

Pero, aunque conservó la casa, la amante ya no tenía la protección económica de su rico enamorado así que debió extremar recursos para mantenerse.

Lo primero que hizo fue convertir su casa en una hospedería para los viajeros que llegaban de los puertos peruanos donde, además de dar cobijo, ofrecía también comida. Como muchos de sus huéspedes cubrían buena parte de su trayecto a pie, sus zapatos estaban arruinados así que María Joaquina se los arreglaba. Fue por eso que la gente de Potosí dejó de verla como la amante de Antonio López de Quiroga y empezó a llamarla “la zapatera”.

En tiempos coloniales, las calles potosinas no tenían nombre y era el pueblo el que las bautizaba tomando como referencia los oficios de sus habitantes. La calle que subía hacia el campamento lupaca fue denominada “de la zapatera” en atención a uno de los oficios de María Joaquina.

Guzmán es profesional en turismo y, basándose en tradiciones y referencias de Julio Lucas Jaimes, asegura que el virrey Morcillo se alojó en la casa de la zapatera el tiempo que permaneció en Potosí y pudo disfrutar de su comida, particularmente de una sopa con carne asada que solo ella sabía preparar.

Como prueba de su afirmación muestra una fotografía del cuadro de Melchor Pérez de Holguín en el que se ve al arzobispo y virrey ingresar a la ciudad precisamente por la calle de la zapatera, hoy calle Hoyos, que es fácilmente identificable por el templo de San Martín, que fue construido a partir de 1592 para los indios lupacas.

En el cuadro se puede ver una casa en la que cinco mujeres y un niño aparecen en la planta alta, de donde cuelgan tres telas; tres de las mujeres son sirvientas y dos tienen la apariencia de ser señoras principales. Quizás una es María Joaquina. Guzmán afirma que fue la manera en la que Holguín identificó a la casa de la zapatera, dando a entender que allí se alojó el virrey Morcillo.

Y la casa permanece. Hasta hace poco, era usada para la distribución del singani Casa Real en una coincidencia notable ya que Antonio López de Quiroga adquirió, entre muchas otras propiedades rurales, la viña y hacienda de San Pedro Mártir de Cinti donde comenzó a producirse el vino que, con los años, pasó a llamarse Casa Real.

Mirtha Guzmán y su esposo, Antonio Flores, compraron la casa con el fin de devolverle la función que tenía en tiempos coloniales: establecimiento de hospedaje.

Ahora, “La Casa de la Zapatera” es el hostal Tuko’s Casa Real, ubicado en el número 29 de la calle Hoyos, y reivindica su pasado colonial. Al ingreso está una gigantografía del cuadro de Pérez de Holguín y en los interiores hay réplicas de los arcángeles arcabuceros. Se recuperó parte de su apariencia original, incluida la campana que llamaba a comer. Mirtha asegura que también se rescató la receta de la sopa de la zapatera y, por tanto, solo puede servirse allí en la casa que un día cobijó a Antonio López de Quiroga y otro al virrey Morcillo.

Lawreano Machaca y la República Aymara de 1956



Nadie sabe dónde están sus restos desde el día en que lo emboscaron, torturaron y casi repitieron aquel ritual de muerte que sufrió Túpac Katari.

Sus asesinos lograron que nada de él quedara, pero, al mismo tiempo, que sea uno de los caudillos más recordados del mundo aymara. Colaboraron tanto al mito que hasta lo inmolaron en el mismo lugar donde siglos antes había sido victimado Makuri, el invencible rey kolla. Posiblemente sabían lo que sucedería porque, en el sangriento frenesí y siguiendo un macabro sortilegio, algunos devoraron parte de sus brazos y sus piernas.
Y no se trata de ninguna leyenda. Testimonio por testimonio, documento por documento, un historiador, Pedro Callisaya, va reconstruyendo —en un trabajo de tesis universitaria— la vida de Lawreano Machaca (1928-1956). Desde hace casi cuatro años confirma o refuta todo lo que se ha dicho sobre quien se proclamó primer Presidente de la República Aymara.
Así suman desde los escritos de las actas judiciales hasta los relatos de la propia viuda de Machaca o de sus contemporáneos. Esos que vieron, por ejemplo, cómo Lawreano, tras vivir durante más de un lustro en La Paz, volvió convertido en brigadier militar.
Vaya sorpresa, Machaca había podido ingresar en una de las instituciones que más selectivamente han discriminado a indios y a pobres. Llegó al Colegio Militar de Ejército (Colmil) nada menos que entre 1946 y 1948, tiempos en que la milicia era exclusividad de jovenzuelos oligarcas. Para ello, debieron sumarse los tres ingredientes que casi siempre lo caracterizaron: audacia, fortuna y preparación.
Ya de niño se había hecho eficiente postillón del oficial que tuvo a su cargo durante varios años el puesto militar aduanero de Waycho (hoy Puerto Acosta). La familia del uniformado llegó a apreciar en gran manera los servicios y habilidades de Machaca. Sin embargo, llegó el tiempo en que el oficial recibió la orden del cambio de destino y tuvo que trasladarse a la sede de gobierno.
Pasaron algunos meses, y un día, en La Paz, Lawreano apareció sorpresivamente en la puerta de la casa y, claro, fue bienvenido. Llegaba además como uno de los iniciales frutos de la primera escuela adventista: Cañamuri, una especie de rebalse de un proyecto peruano. El establecimiento de dicho centro educativo influyó profundamente en la región pues fue la base para la formación de bachilleres e incluso docentes rurales.
Pero además, muy dentro de sí, Machaca guardaba variadas lecciones de otra escuela también importada de tierras vecinas: el indigenismo de Gamaliel Churata, José Mariátegui y Luis Valcárcel.
La investigación de Callisaya aún no ha podido precisar cuáles fueron las razones para que los empleadores de Lawreano Machaca patrocinasen su ingreso en el Colmil.
Pero, como sucedió en algunos casos de entonces, bien pudo ser para que protegiera a otro cadete. Otra posibilidad es que Lawreano haya reemplazado a un postulante de la familia del militar en aquellos tiempos prerrevolucionarios y especialmente violentos. La tradición de esa época hacía que toda familia se ufanara de tener un representante en las Fuerzas Armadas y se avergonzara de lo contrario.
La contextura física y una tez más clara de lo habitual entre los aymaras hacían de Lawreano una opción importante.Lo cierto es que un día del año 46 ó 47 Lawreano Machaca K’hota (laguna, en aymara), convertido en el mostrenco Aureliano Machicado Laguna, inició su carrera militar.
De acuerdo con los testimonios orales recopilados en Waycho, el “brigadier Machicado” regresó a su pueblo pocos meses antes de la Revolución de 1952. Le habían comunicado que tras su próximo egreso como subteniente sería destinado al oriente boliviano. Fue a despedirse de la familia y a visitar la comunidad, tal vez previendo dejarla por muchos años. Pero la ida al hogar le cambió todos sus planes.
Lawreano renuncia a las FFAA
Por aquellos tiempos, para los altiplánicos, el traslado a los confines del oriente era sinónimo de paludismo, muertes violentas y desapariciones. La presión familiar se hizo intensa y, pasados unos días, Lawreano se reintegró a K’hupi, su ayllu natal, dentro de la comunidad de Majalaya de la provincia Camacho del departamento paceño.
El retorno coincidió con una acentuada actividad sindical que preludiaba los días de la Revolución Nacional. Al cabo de unos meses se casó con Dominga Pajarito y, como jefe de familia, asumió propiedad y perfil de liderazgo. Su formación empezó a hacerse sentir en el ayllu, su voz de mando se convirtió en voz dirigencial.
Cuando estalló la asonada de abril, Machaca había escalado en los niveles de dirección campesina más allá de Majalaya. “Se hizo un líder casi automáticamente, y sus compañeros lograron que sea elegido principal representante de la provincia Camacho”, señala uno de los testimonios. Poco después sus conocimientos castrenses proyectaron más aún su influencia.
Con el Ejército virtualmente eliminado, el nuevo Gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) emprendió la organización de milicias obreras y campesinas. Se inició la conformación de los comandos de la Revolución, algunos tan célebres como el del cercano Achacachi, pero posiblemente ninguno tan profesional como el de Waycho.
Lawreano Machaca potenció lo que primero fue simplemente su comando emenerrista con un importante arsenal. Contaba con tres fuentes de aprovisionamiento: las armas que repartía el Gobierno “para la defensa de la revolución”, las de los ex combatientes del Chaco y las del contrabando peruano. Empezaron a repartirse los fusiles Brno (“Máuser”), algunos Garant y un número menor de armas automáticas.
Lawreano, quien decidió organizar los ayllus a manera de compañías, guardó para sí una pistola-ametralladora Brno AG27 (pistán) mientras vestía botas y capa militares. Ése fue su traje de guerra y prácticamente su mortaja.
Así, el hombre de la capa militar empezó a hacer sentir su presencia entre hacendados y autoridades de la región. Pero sus temidos recorridos no sólo eran de acentuada vigilancia, sino de organización. Su viuda hoy recuerda que en varias oportunidades se sintió abandonada, pues Lawreano desaparecía semanas enteras en sus visitas a los pueblos del entorno. Paralelamente, enviaba emisarios a Ambaná, Escoma, Italaque e incluso a los pueblos de los valles.
El historiador Callisaya explica que, pese al creciente poder que Machaca alcanzaba, en lo íntimo no se identificaba con el MNR. El Gobierno de Paz Estenssoro era copado por autoridades mestizas y blancoides mientras las masas indígenas que lo habían encumbrado quedaban relegadas. Según los relatos de los ancianos waycheños, Lawreano dijo entonces a los demás: “Así como nos han utilizado, ahora nosotros los tenemos que usar”.
A principios de 1956, el caudillo había organizado una fuerza de alrededor de 4.000 hombres armados. Los dispuso en tres regimientos a los que los lugareños llaman los “tres ejércitos de Lawreano Machaca”. De entre sus hombres más entrenados formó una temible guardia personal y, paralelamente, lugartenientes que cobraron notoriedad en la región. Inició su prédica política —semanal primero, diaria después— a cada ayllu en un descampado llamado Pijchari; su proyecto estaba en marcha.
Hacia julio, las escuadrillas del líder aymara comenzaron a acentuar las tensiones. Por ejemplo, un extraño sacerdote católico alemán, de apellido Mönsen, quien solía andar armado con un fusil y administraba tierras, perdió sus privilegios. Un día se vio forzado a huir desesperado hacia la vecina Escoma. Los comerciantes que trasladaban cargas por la zona hacia o desde Perú tuvieron encontrones con los virtuales soldados de Machaca.
Autoridades y algunos hacendados tolerados por el MNR decidieron enviar emisarios a La Paz con alarmantes denuncias sobre Machaca y sus subordinados. Las comisiones gubernamentales no tardaron en llegar a reclamar cuentas a Lawreano. Pero se llevaron una agradable sorpresa. Los indígenas y su fornido y vivaz jefe de comando les recibieron con agasajos, comida y vítores a la Revolución y sus reformas. Sin embargo, poco después, más comisiones se verían forzadas a viajar a Waycho.
Tal cual relatan Policarpio Rojas y Alfonsina Paredes, alrededor del 15 de julio de 1956, las reparticiones oficiales de Puerto Acosta fueron tomadas por asalto. De esa forma, Machaca instauró su propio Gobierno en toda la región, pero sin modificar la estructura ya establecida. El Alcalde, el Subprefecto, los jefes policiales y aduaneros, el Intendente y todas las autoridades fueron destituidas y en su lugar juraron indígenas. Los guardias de la insurgencia se desplazaron a los límites de Waycho y nadie podía salir o entrar sin la autorización de Lawreano.
Documentos judiciales de ese tiempo identifican a diversas familias de mestizos que se dedicaban al contrabando o tenían propiedades en la zona. Jiménez, Consuetas, Pintos y Mantillas, entre varios otros, fueron los más afectados. El paso de ganado vacuno, azúcar, pan, manteca y lana hacia Perú empezó a ser controlado en la propia casa de Machaca, convertida en tranca. Los registros citan también a algunos de los miembros del Estado Mayor del líder indígena: Gabino Choquemisa, Zacarías Guachalla, Dionisio Guachalla, Sotelo Villca, Jacinto Nina y Marcelino Yanarico ejecutaban el plan en marcha.
El nuevo orden empezó a hacerse sentir. Machaca impuso su autoridad —según relata Callisaya— incluso afectando las propiedades y ganado de algunos de sus lugartenientes, como Eliseo Acho y los hermanos Surco. Sin embargo, todos se sometieron, unos por miedo, otros por admiración, y no faltaron quienes huyeron del pueblo. No pasaron muchos días para que el caudillo protagonizara una de las jornadas más recordadas aun hoy en Puerto Acosta.

En la cúspide del poder
En agosto de 1956, Lawreano Machaca K’hota, considerado ya por muchos una especie de mesías y predestinado, resumió su doctrina en una masiva concentración. Recordó la contradicción que implicaba que un país de millones de indios estuviese gobernado por grupos de blancos. Reflexionó sobre la posibilidad de que, organizados y preparados, los aymaras podrían conquistar el poder. Se proclamó Presidente de esa República Aymara en formación y extendida rumbo a La Paz.
A la sede de gobierno llegaron las versiones alarmadas de la proclama. El mandato de Paz Estenssoro envió otra comisión, esta vez de mayor nivel y encabezada por el líder sindical Juan Lechín Oquendo. La recepción fue nuevamente cordial. Machaca explicó a Lechín que cumplía las prioridades de la Revolución enfrentándose con los falangistas y cuidando la provisión de alimentos al pueblo. Es más, le presentó a sus tres regimientos. Le explicó que los habían nombrado “Víctor Paz”, “Hernán Siles” y “Juan Lechín”, respectivamente.
Al parecer, supo mostrarse como un formidable aliado, especialmente del ala lechinista. Aproximadamente un año más tarde Juan Lechín volvería a Waycho con un donativo para la viuda de Lawreano.
En los siguientes dos meses la prédica de Machaca se concentró en la estrategia militar. Preveía tomas y alianzas sucesivas ya pactadas con grupos de aliados en cada población hasta llegar a Viacha y El Alto. Según sus cálculos, cien mil indios tomarían la base aérea, previamente saboteada por reclutas indígenas, antes de rodear la sede de gobierno. El primer avance fue fijado hacia la cercana población de Escoma, para el 21 de octubre.
El plan no carecía de oportunidad. En La Paz, el Gobierno afrontaba una gravísima crisis económica y política producto del bloqueo estadounidense. Se vivía además una violenta campaña preelectoral entre el MNR y la ultraderechista Falange Socialista Boliviana. La movilización indígena poco podía ser comprendida. Pero los potenciales afectados de Escoma encontraron valiosos aliados.
Dos días antes de que los ejércitos de Machaca marcharan hacia Escoma, sus lugartenientes Eliseo Acho y los hermanos Surco le llevaron “buenas noticias”. Le explicaron que la población vecina había resuelto proclamarlo como su Presidente y que le preparaba una fiesta de bienvenida. Le aconsejaron que sólo llevase algunas decenas de representantes waycheños y su escolta. En efecto, en Escoma había un ambiente de fiesta, pero algo extraño.
Hacendados y contrabandistas habían abierto la tarde del 20 de octubre sus almacenes a la población. Repartieron con prodigalidad alcohol y comida en las calles y plazas. Ya entrada la tarde empezaron a pregonar que Machaca y su gente venían de Waycho a expropiarlo todo. Paralelamente, habían organizado a decenas de peones armados.
Mientras tanto, en Puerto Acosta, los Surco y Acho no se separaron de Lawreano y sorpresivamente lograron hacer que bebiera alcohol durante la noche. La partida a Escoma fue de madrugada. La viuda recuerda que Machaca y algunas decenas de acompañantes partieron en un camión rojo. La idea de la proclamación victoriosa se esfumó cuando llegaron al puente de entrada a Escoma, sobre el río Suches.
Incesantes cargas de balas recayeron sobre el camión desde los costados del puente. Al desatarse el combate, el vehículo logró retroceder al camino sin detenerse y su chofer llamó a los emboscados.
Machaca no alcanzó a asirse del motorizado y empezó a huir corriendo. La pistan se encasquilló, la fuga se hizo desesperada y fue capturado en una loma llamada Llokallata, a casi dos kilómetros de Escoma.
Los relatos luego aseguran que se desató el ritual de sangre en medio de una multitud ebria y enfurecida. Semidesnudo, con apenas calzoncillos y polera verdes, se le cortó la lengua. Sus captores procedieron a comérsela, conforme a la creencia en que esa acción hace que el crimen nunca sea denunciado. Luego algunas versiones aseguran que se procedió a enterrar vivo al caudillo, pero éste sacó sus manos.
Entonces lo desmembraron y devoraron sus carnes, en el lugar llamado Tiwanaku, la tumba del rey Makuri.
Una breve referencia a los hechos sangrientos es citada en la edición de El Diario del 24 de octubre de aquel año. Días después, una comisión gubernamental llegó a frenar un creciente desborde de violencia. Pero sólo se convirtió en la mecha que detonó enfrentamientos recurrentes hasta marzo de l957.
Al final, nunca pudieron hallarse los restos de Lawreano Machaca. Pese a lo notable de su campaña, murió con apenas 28 años. Su único legado fueron una hija —ya fallecida— y dos hijos. Todos ellos esquivaron su identidad ante la serie de riesgos que les implicaba. Uno de los varones, al parecer, vive en el extranjero, el otro bien puede estar consagrado a una carrera, quién sabe política, quién sabe sindical, quién sabe militar.

Conferencia: Ocupación inca en Chuquisaca

La relación entre los espacios geográficos y las dinámicas sociales que se pueden colegir acerca de los vestigios arqueológicos del imperio incaico en Chuquisaca, serán analizadas por Edmundo Salinas, en su conferencia "Estrategia Geopolítica de la ocupación Inca en Chuquisaca". La exposición es abierta a todo el público y se desarrollará hoy, en la Sala Gunnar Mendoza del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, desde las 18:30.

Esta actividad se lleva a cabo como parte del calendario de actividades académicas anuales que presenta la Fundación ASUR, la Universidad de Todos los Saberes.

Salinas es investigador y Director del Instituto de Investigación Antropológica y Arqueológica de la Universidad San Francisco Xavier.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Killi Killi, el cuartel de Túpac Katari

El lugar es considerado uno de los atractivos de la ciudad de La Paz porque desde su cima se admira la caprichosa topografía de la urbe donde sus pobladores desafían la ley de la gravedad construyendo viviendas que "cuelgan” de los cerros. Pero esa no es su única cualidad: la historia lo señala como el cuartel del legendario Túpac Katari, el indígena que en 1781 organizó un cerco a la ciudad rechazando el dominio español. Desde el mirador, que se encuentra en la zona de Villa Pabón (en esos años parte del campo de Soqueri, actual cerro de Santa Bárbara), Katari dirigió el sitio a La Paz.
La historia cuenta que después de haber proclamando la insurrección contra la colonia española, Katari reunió a sus tropas en los poblados de Sica Sica y Pacajes e inició una gran marcha hacia La Paz. El 13 de marzo, los paceños vieron aterrados cómo, al son de los pututus y gritos de guerra, las tropas indígenas descendían a paso apresurado por la cumbre de El Alto, hoy conocida como la ciudad de El Alto. Poco a poco fueron copando los caminos que venían desde el altiplano hasta la urbe, rodeándola completamente.
Cuando tuvo información de que el cerco estaba instalado, Katari se dirigió hacia el mirador de Killi Killi para dominar desde allí el cerco. Desde el lugar, su mirada podía controlar todo lo que pasaba en la ciudad, que entonces tenía como uno de sus límites el río Choqueyapu. Esta cualidad estratégica le valió para instalar en el cerro su cuartel general.
Cañonazos desde el mirador
Durante el cerco a la ciudad de La Paz los kataristas se habían apoderado de cuatro cañones pequeños, de los cuales dos fueron llevados hasta Killi Killi, desde donde -sin éxito- intentaron algunos disparos. Como no sabían manejar el armamento, capturaron a un soldado español de nombre Mariano Murillo, a quien obligaron a manipular los cañones. Así, aproximadamente a la medianoche, la ciudad se estremeció completa por un cañonazo que venía desde el Killi Killi. Había sido disparado por el rehén Murillo, que tenía la orden de fallar el tiro, pues sólo se trataba de una de las dos señales que los kataristas esperaban para comenzar a quemar algunas casas y derribar muros para tomar la ciudad. Esa noche, la lucha fue intensa. Se escucharon tantos disparos de cañón que La Paz y sus habitantes sitiados entraron en pánico.
La toma del Killi Killi
Desde el mirador, Túpac Katari vigiló días tras días que su estrategia no flaqueara en ningún momento, hasta que el 1 de julio de 1871, después de 109 días de cerco, los españoles lograron vencer el sitio. Entre los que lograron retomar el control de la ciudad estaba el comandante Ignacio Flores, quien, como primera acción, se dirigió a la fortaleza del indígena para tomar el control del lugar.
Pero ese control duró sólo 40 días, porque apenas las tropas de Flores abandonaron La Paz, los indígenas de Katari volvieron a cercar la ciudad. Como lo habían hecho en marzo de ese año, aparecieron nuevamente por el Calvario y por el campo de Soqueri (Santa Bárbara), al son de pututos, lanzado blasfemias e insultos y disparando piedras con sus ondas y algunos fusiles. Su líder apareció por los Yungas y volvió a tomar el control de su fortaleza: el mirador de Killi Killi.
La nueva situación de cerco se prolongó 64 días hasta que en agosto llegaron a la ciudad las tropas del teniente coronel José Reseguín, que rompieron el segundo sitio y dieron fin a la rebelión. Reseguín despojó de las alturas del Killi Killi a los sitiadores.
Una partida de 2.000 españoles apareció por las regiones de los Yungas, amenazando la retaguardia aymara, que tuvo que salir huyendo. La mayoría regresó a sus comarcas originarias. Algunos se reunieron con el grupo de Katari.
Para vencer el cerco indígena habían llegado tropas españolas de La Plata y de Salta, las que rebasaron la presencia indígena en el cerro de Santa Bárbara, en Poto Poto (hoy Miraflores), y llegaron hasta el campamento de Katari, en Killi Killi. A su paso dejaron una matanza y tomaron cuanto prisionero pudieron.
Katari huyó por Alto Pampahasi, pero finalmente fue capturado y ejecutado en el centro de la plaza de Peñas, donde pereció por los brutales tirones de cuatro caballos que jalaron de sus piernas y brazos hasta desmembrarlo. Su cabeza fue cercenada por el verdugo y llevada a la ciudad de La Paz, donde fue exhibida en una picota colocada en la plaza Murillo, y después llevada al cerro del Killi Killi.
Después de varios días sus demás miembros fueron reunidos, quemados y arrojados al viento.

* El autor es historiador.

Lugar dedicado a la historia

El asedio de Túpac Katari a la ciudad de La Paz en 1781 ha quedado registrado para la memoria histórica en la pintura de Mariano Florentino Olivares, quien, como el legendario indígena, miró La Paz desde el Killi Killi para dibujar la ciudad y hacer una reminiscencia del cerco indígena. La obra se encuentra en el Museo Municipal Casa de Murillo.
Y para mantener físicamente el histórico mirador, la Alcaldía de La Paz expropió todas las propiedades que, hasta 1970, se habían elevado en el lugar de manera clandestina y, tiempo después, emitió una ordenanza municipal a través de la cual prohibió extraer greda o tierra arcillosa del lugar y sus alrededores.
En el mirador llama la atención la portada tallada en piedra que ocupa el lugar central del espacio, destinado hoy a la visita de turistas nacionales y extranjeros que quieren admirar La Paz. Se trata de una obra trabajada por el escultor Agustín Callizaya a principios de 1920, para la vivienda de Humberto Cuenca, que estaba ubicada frente a la plaza Isabel la Católica.
La casona fue derrumbada en 1976 para elevar sobre su terreno el edificio Torre de las Américas, pero la portada fue desmontada de la casa de Cuenca y entregada al municipio paceño para que dispusiera su reubicación y acondicionamiento en algún espacio público.
El portón fue enviado primero a la avenida Naciones Unidas, donde dio el nombre a la zona del lugar, La Portada, pero en 1991 fue llevada al mirador Killi Killi, para adornar la imponencia del lugar.


Camargo lanza celebración del Bicentenario del héroe

La Municipalidad de Camargo lanzó oficialmente la conmemoración del Bicentenario de la muerte de Vicente Camargo, que se recordará el 3 de abril de 2016. Hasta esa fecha y durante ese año se realizarán varias actividades conmemorativas.

La presidenta del Concejo Municipal de Camargo, Julia Mancilla, informó que el lanzamiento oficial se realizó en la plaza 6 de Agosto con un acto cívico-militar.

Vicente Camargo comandó el movimiento independentista en el partido de Pilaya y Paspaya, hoy provincias Nor y Sud Cinti, entre los años 1814 y 1816. Cuando se creó la nueva República de Bolivia, en homenaje al guerrillero, se decidió llamar Camargo a la capital de Pilaya y Paspaya, que hasta ese entonces era Cinti, mientras que a la provincia se la llamó Cinti.

Mancilla contó que asistieron al lanzamiento autoridades nacionales, departamentales, militares de las Fuerzas Armadas, Aviación y Naval, entre ellos oficiales nacidos en la tierra cinteña, a quienes se les hizo un reconocimiento por ocupar cargos de importancia en sus instituciones.

Asimismo, se hizo la presentación oficial del libro del Bicentenario que cuenta las acciones de lucha que desplegó Vicente Camargo en la región de los Cintis y quedó claramente establecido que Vicente Camargo nunca se llamó José Vicente como se lo mencionaba hasta ahora.

La Presidenta del Concejo Municipal de Camargo también dijo que la ocasión fue motivo para presentar el afiche del Bicentenario y el tríptico que narra pasajes de la historia de Vicente Camargo.

MÁS PRESENTACIONES
Por otra parte, aclaró que habrá más lanzamientos de la conmemoración en otros municipios de la región y en la Capital del Estado. En esa línea, mañana 4 de diciembre, se hará la presentación en Villa Charcas en ocasión de la celebración de su aniversario de creación.

Mancilla también sostuvo que el lanzamiento en Sucre será la próxima semana y que para ello contarán con la colaboración de la Municipalidad.

martes, 1 de diciembre de 2015

1 de diciembre de 1661 Antonio Gallardo y el primer levantamiento contra los españoles

Las notables diferencia que, en todo sentido, existieron entre españoles y sus hijos americanos, los criollos, fueron causales de más de un conflicto social. El criollo –condenado a cumplir funciones inferiores, a ocupar cargos secundarios en la administración colonial, a convertirse, como afirma un cronista, en “criado de lujo” de los españoles– sumó un profundo resentimiento y fue protagonista de las más importantes revueltas que agitaron la aparente tranquila vida de los españoles en América. Sumado a este antagonismo la imposición de eleva-das contribuciones a los indígenas empadronados era también aplicada contra un sector de criollos artesanos establecidos en las ciudades. Estos impuestos que se cobraban para incremento de las Cajas Reales, sufrían continuas alzas que más beneficiaban a las autoridades y recaudadores en desmedro de las clases más desposeídas de la sociedad colonial.

La actitud de los criollos y naturales frente a estas determinaciones al principio fueron pacíficas, es decir, muchos se sometían a estas contribuciones de manera resignada, pero más tarde respondieron con enérgicas voces de protesta que culminaron en sangrientas sublevaciones.

En 1661, el corregidor de la provincia de La Paz, Cristóbal Canedo –cuya tarea era administrar justicia y encargarse, en términos generales, del gobierno local– dispuso un aumento excesivo de contribuciones e impuestos, que cayeron las mismas sobre la clase artesanal, compuesta por criollos y mestizos, quienes consideraron la medida como una verdadera extorsión, avivándose en seguida el descontento y el rechazo a estas medidas. Como los reclamos y peticiones ante las autoridades no daban resultado fueron pasando al terreno de la conspiración.

Los artesanos al considerar que habían ingresado en una verdadera tiranía, la cual, a medida que transcurría el tiempo se hacía insoportable, al finalizar el mes de noviembre decidieron acabar con el gobierno opresor y se fijó para el 1 de diciembre de 1661 la fecha del alza-miento a la cabeza de Antonio Gallardo, alias el “philinco”, un carpintero perteneciente al gremio de artesanos de la ciu-dad de La Paz.

A partir de la una de la tarde del día fijado, los artesanos se fueron concen-trando en la Plaza de Armas, reunida la gente se dispuso tomar la Casa de Go-bierno, donde el corregidor Canedo dis-frutaba de su acostumbrada siesta. Do-minado los guardias se introdujeron en el edificio, los sublevados: Antonio Ga-llardo, Juan de Amaya, Antonio de Ordu-ña, Alonso de la Fuente, el sastre Luis de Rojas, y Lino Montealegre penetraron en el dormitorio del corregidor, quien en ese momento estaba en compañía de otros oficiales de servicio y se entabló una batalla campal en el que resultó muerto a puñaladas Canedo.

La noticia de la muerte del corregidor y sus acompañantes corrió rápidamente por la ciudad y los artesanos reunidos en la Plaza ocuparon de inmediato la Casa de Gobierno saqueando sus pertenen-cias, dando mueras al mal gobierno. La ciudad se mantuvo convulsionada por varios días, no había garantía ni para los criollos ni españoles. Durante estos días, Antonio Gallardo líder de la revuelta dis-puso la disolución del Cabildo, el desco-nocimiento del alcalde y del corregidor, luego destituidas ignominiosamente, y sus puestos fueron ocupados por respe-tables ciudadanos de La Paz. Los im-puestos y contribuciones fueron mante-nidos en sus justos límites y así aplacar la ira de los contribuyentes, además se implantó un nuevo orden de cosas ba-sándose en la libertad y los derechos de los individuos.

Por entonces surgió la desacertada idea de atacar Puno y tomar la mina de Ichocota, Gallardo formó un ejército compuesto por 600 hombres y marchó al Perú. Luego de una mar-cha forzada llegó a las afueras de Puno encon-trando a la población pre-parada para rechazar el ataque. Puno ya había sido alertada de esta incursión por algunos viajeros, en-tonces el factor sorpresa que pensaba tener a su favor le fue adverso. Pese a eso, Gallardo ordenó ata-que frontal contra las trin-cheras y fueron recibidos con un nutrido fuego que diezmó las fuerzas invasoras, hallando la muerte el mismo Gallardo, los pocos que lograron salvar la vida volvieron a la ciudad de La Paz, donde no se dejó esperar las con-secuencias de estos actos. En seguida fueron tomados presos por las autorida-des coloniales que habían sido restitui-das en sus cargos. Luego de agobiantes procesos fueron condenados a morir descuartizados y sus cabezas expues-tas en picotas en diversas localidades de La Paz.

El levantamiento del 1 de diciembre de 1661, ocurrido en la ciudad de La Paz, constituye de hecho el primer movimien-to revolucionario que manifestó el recha-zo a las medidas dictatoriales emitidas por el gobierno local impuesto por la Co-rona española en América.

El perro de los conquistadores españoles que murió combatiendo contra decenas de nativos

Desde primitivos arcabuces que asustaban más que mataban, hasta relucientes morriones que provocaban gritos de asombro entre los nativos americanos. Si por algo son recordados los conquistadores españoles es por llevar consigo hasta el Nuevo Mundo una ingente cantidad de objetos ideados para doblegar a los nativos. Un arsenal que nunca había sido visto por aquellos lares y que, por tanto, causó verdadero terror en los lugareños (los cuales, por cierto, ya se sentían bastante acongojados ante la vista de aquellos “gigantescos dioses” con pelo en la cara). Sin embargo, además de toda esta ingente cantidad de cachivaches -con-seguidos al otro lado del Atlántico a precio de saldo-, los susodichos “barbudos” contaban también con una serie de “armas secretas” mucho más vivas: animales que combatieron a sangre y fuego junto a ellos. Uno de los más utilizados fueron los caballos, cuya “ayuda” es a día de hoy conocida por todos. No obstante, en el fondo de las carabelas y los galeones de los Reyes Católicos y -posteriormente- de Carlos I, también se escondían perros de presa.

Decenas -y de todo tipo de razas (mastines, galgos, sabuesos...)- fueron los canes que, guiados por conquistadores españoles como Juan Ponce de León, arribaron a las desconocidas costas del Nuevo Mundo y sirvieron obedientes a sus dueños en regiones como Florida o Puerto Rico. Con todo, de entre todos ellos hay uno cuyo nombre ha quedado graba-do con letras de oro en la Historia del Imperio Español. Este no fue otro que Becerrillo, un alano español que, además de acompañar a los militares, dejó este mundo en 1514 y se fue al “cielo de los perros” mientras luchaba -dientes mediante- contra decenas de nativos para liberar a su amo, el capitán Sancho de Arango. Curiosamente, y a pesar de que es uno de los animales más famosos de la conquista de América, la historia de este valiente can ha permanecido entre bambalinas hasta ahora. Sin embargo, es de menester referirse a ella después de que, el pasado miércoles, una perrita de las fuerzas de seguridad francesa, “Die-sel”, falleciese durante el asalto de la policía a un piso del municipio de Saint Denis (en las afueras de París).

LOS PERROS EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

A pesar de que la historia de dichos perros es de las más olvidadas de la época, lo cierto es que el destino de es-tos animales estuvo ligado al de los soldados de fortuna que se dirigían hacia en Nuevo Mundo desde que las tres carabelas cruzaron el Atlántico para colonizar la región. “Los canes peninsulares fueron introducidos en las Indias como acompañantes naturales de sus amos desde el segundo viaje de Colón. Les seguían los primeros caballos, cerdos, gallinas y cabras entre otros animales europeos”, explica Ricardo Piqueras Céspedes -Licenciado en Geografía e Historia y Doctor “cum laudem” en His-toria de América- en su dossier “Los perros de la guerra o el ‘canibalismo cani-no’ en la conquista”. Llevados en un principio a la zona con el objetivo de dar algún susto que otro a los nativos, estas “mascotas” no tardaron en demostrar su valía en combate. Con todo, no causa-ban el mismo pavor que podía generar un caballo en estos lugares (animal que desconocían hasta entonces), pues al otro lado del charco también había pe-rros, aunque de un tamaño mayor, más dóciles y menos sanguinarios. Así pues, los europeos acongojaban por su fiere-za.

De hecho, y tal y como afirma el fa-moso adiestrador y experto en historia canina Segio Grodsinsky, una de las pri-meras veces que los perros participaron en la lid en el Nuevo Mundo fue el 24 de marzo de 1495 en la actual Santo Do-mingo. Allí, Bartolomé Colón (el “herma-nísimo” del genovés) empleó 200 hom-bres, 20 caballos y 20 perros para darse de tortas contra los indios caribes. Des-de ese momento, estos animales se con-virtieron en un activo para los conquis-tadores a la hora de enfrentarse a los nativos y repartir espadazos. “Los perros fueron utilizados constantemente en combate durante toda la conquista, for-mando parte de la hueste, ya fuera en vanguardia como tropa de choque, lanzándolos contra las muchedumbres indí-genas para aprovechar el temor y des-concierto inicial o en retaguardia en la- bores defensivas del grupo de conquista a cargo de la guarda del ganado o de los enfermos, que siempre lastaban y retar-daban el avance principal del grupo”, determina, en este caso, el historiador español.

Pero la batalla no fue el único momento en el que se distinguieron estos animalitos de cuatro patas. Y es que, también eran idóneos para realizar lar-gas guardias nocturnas, evitar embos-cadas y “cazar” indígenas escondidos tras los setos. Algo, por otro raro, que no era extraño que hiciesen los lugareños, pues conocían perfectamente el terreno (por algo era su tierra) y aprovechaban cualquier escondrijo para dar un buen susto a los conquistadores. Esta curiosa labor fue detallada ampliamente por el cronista Fray Pedro de Aguado quien afirmó que, en 1534, varios canes salva-ron a un grupo de soldados de ser asesi-nados vilmente. “Llevaba unos perros consigo, los cuales, sintiendo el olor de los lugareños que estaban en la embos-cada, fueron hacia el arcabuco y, sin osar entrar dentro, comenzaron a ladrar y descubrieron la celada”. Allí estaban, agazapados y esperando, los enemigos. Por tanto, su colaboración evitó tener que llenar algún que otro ataúd de más. No en vano Cristóbal Colón señaló que no iría a ninguna parte sin ellos y que cada uno de estos lebreles valía como diez hombres.

Finalmente, los perros de los conquista-dores también eran usados, como no po-día ser de otra forma, para conseguir comi-da. Así lo recoge Bernal Díaz del Castillo, cronista de lo sucedido al otro lado del Atlántico: “Había mucha caza de venados y conejos, (...) matamos diez venados con una lebrela y muchos conejos”. Un objetivo muy válido, pero que, para desgracia de los canes, podía acabar con ellos mismos en la cazuela. Y es que, si no atinaban a atrapar a la carrera a algún animalillo con el que poder hacer caldo, eran ellos los que eran asesinados en momentos de desesperación por los soldados y metidos entre pan y pan (o lo que allí hubiese, va-ya) para alimentarse.

BECERRILLO, EL PERRO CONQUISTADOR

De todos ellos, sin embargo, el principal fue Becerrillo, cuyo origen es algo miste-rioso. Y es que algunos cronistas conside-ran que nació en España y fue llevado posteriormente a las Américas mientras que, por su parte, otros afirman que era “criollo” (descendiente de europeos, pero nacido en suelo nativo). Curiosamente, una de las teorías más extendidas es que fue alumbrado en la Península y fue bauti-zado como “Becerrillo” porque con este término era con el que se conocía a los canes cuya función era cuidar del ganado. Con todo, lo que sí se conoce a la perfec-ción es que era un alano español, un tipo de animal que -según explica la Real So-ciedad Canina de España en su dossier “Alano español”- se ha caracterizado siem-pre por medir hasta 60 centímetros, pesar de media unos 40 kilogramos y tener una considerable fuerza. “Originario de la Pe-nínsula Ibérica, se tienen referencias de su existencia desde el Siglo XIV. Posiblemen-te descienda de los perros de presa traídos por los pueblos bárbaros tras la caída del Imperio romano”, añaden desde la susodi-cha organización. Esto es: un “bicho” de imponentes dimensiones que, entrenado, podía ser letal.

Becerrillo hacía honor a esta descrip-ción, pues -en palabras del historiador del siglo XVI Francisco López de Gómara- era “bermejo, bocinegro y mediano (…) y conocía a los amigos y no les hacía mal, aunque le tocasen”. De una opinión pare-cida era un cronista de la época que, aun-que permanece a día de hoy en el anoni-mato, es citado en el libro “Repertorio de Literatura y variedades” (editado por la imprenta del Repertorio de México): “Era su cuerpo de color castaño, menos el hocico, que era negro hasta los ojos, y su estatura mediana, sin tener nada de gar-bosa ni elegante; pero era vigoroso, audaz y muy inteligente”. Una vez más, existen diferentes opiniones en relación a sus primeros años en las Américas, pues son muchos los que afirman que luchó a las órdenes de Ponce de León. Sin embargo, parece ser que realmente estuvo bajo el cuidado de un conquistador llamado San-cho de Arango, quien se enorgullecía de ser su dueño debido a que era tan valioso que, tras cada contienda, recibía una bue-na paga: “Su entendimiento y denuedo le permitían ganar un sueldo para su amo de parte y media, la correspondiente a un ba-llestero. Su prestigio y eficacia tranquiliza-ban y daban ánimos en combate a quié-nes le acompañaban”, señala, en este caso, Céspedes.

En sus primeros años en las Américas, Becerrillo luchó contra los indios en el le-vantamiento que estos protagonizaron en Borinquén (actual Puerto Rico) demos-trando un gran valor. Por entonces, a su vez, ya sabía distinguir a las “indias” gua-pas de aquellas que no eran demasiado agraciadas. Así lo afirma, al menos, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien señala en su obra que “se quedaba estático contemplando a una india bella y le ladraba a las feas”. Un perro de los que se puede uno fiar, que se podría decir. No en vano López de Gómara decía de él que tenía la capacidad de distinguir entre las diferentes “razas” de indígenas, que hacía las veces de centinela como ningún otro soldado hispano y que no dudaba a la ho-ra de hacer, con su poderosa dentadura, que un combatiente de la Península vol-viese a su puesto si desertaba.

Además de ser bravo en batalla como el que más, las crónicas también dicen que Becerrillo era ecuánime y sabía distinguir perfectamente el bien del mal. Así lo de-mostró un famoso episodio sucedido des-pués de que la revuelta de dos famosos caciques locales de Puerto Rico fuese aplastada por los españoles. Concreta-mente, se cuenta que los conquistadores andaban por la región acompañados de este fiel can cuando encontraron a una anciana escondida tras unos matorrales. Lejos de acabar con su vida, el oficial al mando decidió entregarle una carta y le solicitó que se la llevara en mano a un líder local. Cuando se hallaba a distancia “de un disparo de ballesta” soltó a nuestro prota-gonista de sus ataduras. En creencia de que la prisionera se escapaba, el animal salió tras ella como alma que lleva el diablo hasta que la atrapó. Todo ello, jaleado por los hombres tras de sí, que le invitaban a acabar con su vida. La fuerza con la que la golpeó fue tal que la tiró al suelo. Sin em-bargo, cuando la mujer pensaba que iba a ser aniquilada entre sus fauces, le dijo: “Señor perro. Yo voy a llevar esta carta al señor. No me hagas mal, señor perro”. En contra de todo pronóstico, el can la olfateó brevemente y, casi entendiendo que tenía una misión ordenada por el oficial español, se “meó” sobre ella y volvió junto a sus dueños tranquilamente sin hacerle absolu-tamente nada.

LA MUERTE DE UN HÉROE

Sus últimos años, Becerrillo los pasó al lado del capitán Sancho de Arango. “Era este un castellano de los de pelo en pecho, arrojado y decidido. Hidalgo de buena ce-pa, que quería a su perro como querían los caballeros de espadón, con ferviente ido-latría”, determina el historiador del siglo XIX Cayetano Coll y Toste en su obra “Colección de leyendas de Puerto Rico”. El can le devolvía ese amor incondicional cuidando de él, como bien explica este fallecido experto en su obra: “No sabía una vez de su casa don Sancho de Arango, que Becerrillo no fuese delante del corcel en observación, como adalid que husmea el peligro, a la par que brincando y ladran-do de alegría”. Por descontado, y como ya había hecho anteriormente, el animal se mantenía alerta toda la noche por si algún desaprensivo se decidía a meterle un acero por donde molesta una berenjena a su dueño. Algo no muy recomendable si se quiere seguir con vida.

Al parecer, aquellos tiempos fueron feli-ces para nuestro protagonista. No obstan-te, todavía le quedaba luchar una última batalla. La misma que acabó con su vida. Esta se sucedió en 1514, año en que un grupo de nativos comandados por un caci-que local llamado Yaureybo asaltó la costa de Puerto Rico, cerca del poblado en el que vivían Arango y su mascota. El com-bate fue tan sangriento, y las defensas cristianas tan precarias, que el capitán decidió vestirse de guerra y acudir a la lu-cha junto a su perro al grito de “¡Santiago! ¡Santiago!”. No era para menos, pues sabía que la siguiente parada de los ene-migos sería la región en la que él vivía. En esa jornada, ambos, hombre y bestia, se batieron como auténticos leones. “Los ca-ribes eran numerosos y aguerridos y, aun-que don Sancho hacía hondas brechas entre ellos, fue herido en el muslo de dos violentos flechazos, a pesar de que pasó de parte a parte a su agresor”, añade Coll y Toste en su texto.

Becerrillo, al ver que su amo sangraba, no lo dudó y sacó fuerzas de flaqueza para salvarle, pues estaba rodeado de enemi-gos y no era sino cuestión de tiempo que se lo llevaran preso para hacer Dios sabe qué con él. “Mordió a diestro y siniestro, furiosamente. Parecía un dragón mitológico, más terrible que Cerbero, el guardador de las puertas del infierno y del palacio de Plutón”, añade el escritor. Aunque finalmente logró que Arango no fuese raptado, lo pagó caro, pues una flecha llena de veneno le impactó en el costado y acabó con su vida. Con la vida de un héroe perru-no que, según se dice, acudía a la batalla con una curiosa ar-madura de algodón elaborada para este tipo de animales. El capitán cayó con él. Sin embargo, la leyenda de este perro no acabó aquí, pues se cuenta que tuvo un hijo llamado Leon-cico que, hasta el final de su vi-da, fue propiedad de Vasco Nú-ñez de Balboa.

Manuel P. Villatoro - ABC_Historia

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