Las notables diferencia que, en todo sentido, existieron entre españoles y sus hijos americanos, los criollos, fueron causales de más de un conflicto social. El criollo –condenado a cumplir funciones inferiores, a ocupar cargos secundarios en la administración colonial, a convertirse, como afirma un cronista, en “criado de lujo” de los españoles– sumó un profundo resentimiento y fue protagonista de las más importantes revueltas que agitaron la aparente tranquila vida de los españoles en América. Sumado a este antagonismo la imposición de eleva-das contribuciones a los indígenas empadronados era también aplicada contra un sector de criollos artesanos establecidos en las ciudades. Estos impuestos que se cobraban para incremento de las Cajas Reales, sufrían continuas alzas que más beneficiaban a las autoridades y recaudadores en desmedro de las clases más desposeídas de la sociedad colonial.
La actitud de los criollos y naturales frente a estas determinaciones al principio fueron pacíficas, es decir, muchos se sometían a estas contribuciones de manera resignada, pero más tarde respondieron con enérgicas voces de protesta que culminaron en sangrientas sublevaciones.
En 1661, el corregidor de la provincia de La Paz, Cristóbal Canedo –cuya tarea era administrar justicia y encargarse, en términos generales, del gobierno local– dispuso un aumento excesivo de contribuciones e impuestos, que cayeron las mismas sobre la clase artesanal, compuesta por criollos y mestizos, quienes consideraron la medida como una verdadera extorsión, avivándose en seguida el descontento y el rechazo a estas medidas. Como los reclamos y peticiones ante las autoridades no daban resultado fueron pasando al terreno de la conspiración.
Los artesanos al considerar que habían ingresado en una verdadera tiranía, la cual, a medida que transcurría el tiempo se hacía insoportable, al finalizar el mes de noviembre decidieron acabar con el gobierno opresor y se fijó para el 1 de diciembre de 1661 la fecha del alza-miento a la cabeza de Antonio Gallardo, alias el “philinco”, un carpintero perteneciente al gremio de artesanos de la ciu-dad de La Paz.
A partir de la una de la tarde del día fijado, los artesanos se fueron concen-trando en la Plaza de Armas, reunida la gente se dispuso tomar la Casa de Go-bierno, donde el corregidor Canedo dis-frutaba de su acostumbrada siesta. Do-minado los guardias se introdujeron en el edificio, los sublevados: Antonio Ga-llardo, Juan de Amaya, Antonio de Ordu-ña, Alonso de la Fuente, el sastre Luis de Rojas, y Lino Montealegre penetraron en el dormitorio del corregidor, quien en ese momento estaba en compañía de otros oficiales de servicio y se entabló una batalla campal en el que resultó muerto a puñaladas Canedo.
La noticia de la muerte del corregidor y sus acompañantes corrió rápidamente por la ciudad y los artesanos reunidos en la Plaza ocuparon de inmediato la Casa de Gobierno saqueando sus pertenen-cias, dando mueras al mal gobierno. La ciudad se mantuvo convulsionada por varios días, no había garantía ni para los criollos ni españoles. Durante estos días, Antonio Gallardo líder de la revuelta dis-puso la disolución del Cabildo, el desco-nocimiento del alcalde y del corregidor, luego destituidas ignominiosamente, y sus puestos fueron ocupados por respe-tables ciudadanos de La Paz. Los im-puestos y contribuciones fueron mante-nidos en sus justos límites y así aplacar la ira de los contribuyentes, además se implantó un nuevo orden de cosas ba-sándose en la libertad y los derechos de los individuos.
Por entonces surgió la desacertada idea de atacar Puno y tomar la mina de Ichocota, Gallardo formó un ejército compuesto por 600 hombres y marchó al Perú. Luego de una mar-cha forzada llegó a las afueras de Puno encon-trando a la población pre-parada para rechazar el ataque. Puno ya había sido alertada de esta incursión por algunos viajeros, en-tonces el factor sorpresa que pensaba tener a su favor le fue adverso. Pese a eso, Gallardo ordenó ata-que frontal contra las trin-cheras y fueron recibidos con un nutrido fuego que diezmó las fuerzas invasoras, hallando la muerte el mismo Gallardo, los pocos que lograron salvar la vida volvieron a la ciudad de La Paz, donde no se dejó esperar las con-secuencias de estos actos. En seguida fueron tomados presos por las autorida-des coloniales que habían sido restitui-das en sus cargos. Luego de agobiantes procesos fueron condenados a morir descuartizados y sus cabezas expues-tas en picotas en diversas localidades de La Paz.
El levantamiento del 1 de diciembre de 1661, ocurrido en la ciudad de La Paz, constituye de hecho el primer movimien-to revolucionario que manifestó el recha-zo a las medidas dictatoriales emitidas por el gobierno local impuesto por la Co-rona española en América.
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martes, 1 de diciembre de 2015
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