El 1° de mayo de 1886, en Chicago (Estados Unidos), más de 200 mil trabajadores iniciaban la huelga y la protesta, por una jornada laboral de no más de ocho horas de trabajo, mientras que otros 200 mil obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro.
Los compañeros líderes mártires de Chicago fueron penalizados por su protesta y sentenciados a la horca. Muchos años después de continuar los procesos impulsados por los trabajadores, fueron declarados inocentes; sin embargo, los compañeros líderes y mártires de Chicago ya habían sido ahorcados.
La huelga de Chicago estaba compuesta por una mayoría de mujeres de las fábricas, las que fueron quemadas vivas dentro las propias fábricas, mientras que en las calles se acribillaba a los trabajadores.
A pesar de esta masacre, la tan esperada conquista de una jornada no mayor a ocho (8) horas llegó, junto a otras reivindicaciones como la dotación de ropa de trabajo para todas y todos los trabajadores.
A costa de sus vidas se logró el decreto que establecía: A partir de hoy (1º de mayo de 1886), ningún obrero debe trabajar más de ocho (8) horas por día, pudiendo ser menor la jornada de trabajo de acuerdo a las condiciones y naturaleza de la actividad laboral, es así que la jornada de trabajo para las mujeres no será mayor a siete (7) horas diarias.
LEY BOLIVIANA
Esa conquista hecha norma también fue plasmada en nuestra Ley General del Trabajo. Su artículo 46 establece la jornada laboral no mayor a ocho (8) horas de trabajo por día, así como no se puede trabajar más de cuarenta y ocho (48) horas por semana para los varones y no más de cuarenta (40) horas por semana para las compañeras mujeres.
El artículo 46 de la Ley General del Trabajo marca el inicio de los derechos, beneficios y conquistas de las trabajadoras y los trabajadores. De ahí que la jornada de trabajo es la institución jurídica madre del derecho del trabajo, basado en el Constitucionalismo Social y los lineamientos de la defensa de la jornada de trabajo, que no establece una jornada precisa de trabajo de ocho (8) horas; sino una jornada laboral de trabajo de no más de ocho (8) horas, por lo tanto pudiendo ser menos de ocho (8) horas, como planteó la propuesta de Chicago.
Es así que la Ley General del Trabajo en su artículo 46 señala:
“La jornada efectiva de trabajo no excederá de ocho horas por día y de 48 horas por semana. La jornada nocturna no excederá de siete horas, entendiéndose por trabajo nocturno al que se práctica entre horas 20:00 y 6:00 de la mañana. Se exceptúa de esta disposición al trabajo de las empresas periodísticas que están sometidas a reglamentación especial, la jornada de mujeres y menores de 18 años no excederá de 40 horas semanales diurnas.
“Se exceptúa a los empleados y obreros que ocupen puestos de dirección, vigilancia y confianza o que trabajen discontinuamente, o que realicen labores que por su naturaleza no puedan someterse a jornada de trabajo. En estos casos tendrán una hora de descanso durante el día y no podrán trabajar más de 12 horas diarias”.
HISTORIA
Bolivia, desde el año 1939, impulsó una serie de normas respecto a la jornada laboral. Fue el presidente militar Germán Busch quien impulsó, mediante Decreto la Ley General del Trabajo, que posteriormente fue elevado a rango de Ley General del Trabajo en 1942. Desde esa fecha se hacen diferentes jornadas laborales y modalidades de trabajo, como ser:
JORNADA DIURNA
Es la que se cumple durante las horas hábiles del día con una interrupción de dos horas a medio día.
JORNADA NOCTURNA
Es aquella que se realiza entre las 20:00 horas y las 6:00 de la mañana del día siguiente. En esta jornada nocturna solo se puede trabajar siete horas en la noche. Esta jornada nocturna tiene una particularidad, y es que se reconoce al trabajador la siguiente escala de recargo nocturno que debe sumarse al sueldo o salario:
- 25 por ciento en labores de oficinas, contabilidad y otros
- 30 por ciento en las fábricas
- 40 por ciento el trabajo de las mujeres
- 50 por ciento en trabajos insalubres para la salud del trabajador.
JORNADA MIXTA
Es la que se efectúa parte durante el día y parte durante la noche. Esta jornada mixta no puede exceder de siete horas y media.
JORNADA DE MENORES
El menor debe tener una consideración mayor por razones de escolaridad:
- 6 horas al día
- 36 horas a la semana
LA JORNADA DE
MUJERES
Tiene un trato especial, en razón de la maternidad y de su propia constitución: 40 horas semanales, ocho horas diarias.
- Un mes y medio de descanso prenatal, 45 días
- Un mes y medio de descanso postnatal, 45 días
- Un total de tres meses, 90 días. Fuera de tener dos horas diarias en razón de la lactancia.
EXPLOTACIÓN
En el devenir del tiempo y por el oscurantismo laboral del nefasto Decreto Supremo 21060, se pierde el contenido normativo y doctrinal de la Institución madre del Derecho del Trabajo, como es la Jornada laboral.
Es así que se establecen mecanismos de explotación basados en la producción. Cuanto más se produce más se gana, cuando la Ley General del Trabajo establece que cuantas más horas trabajas más ganas.
Por este 1º de mayo se deben reivindicar los lineamientos doctrinales por los que dieron su vida los mártires de Chicago.
“No más de ocho (8) horas de trabajo”, levantamos la voz para eliminar toda forma de fraude laboral, en homenaje a nuestros antepasados otrora llamados pongos y obreros, quienes dieron sus vidas por mejores condiciones de trabajo, por salario justo y por una jornada laboral humana.
* El autor es abogado y asesor
laboral de la Central Obrera
Boliviana (COB).
Era 1970 y los sueños de alcanzar la justicia
social por medio de las armas subyugaban a jóvenes de diferentes lugares
del mundo, pero no todos hubieran sido capaces de ofrendar sus vidas
por ese ideal. Hoy en día es mucho más complejo imaginar qué puede
impulsar a un joven hacia la posibilidad de la muerte por lograr un
beneficio que no es personal ni material. Gustavo Ruiz Paz “Omar” se
sumó al sueño del Che, de Néstor Paz Zamora y todos los jóvenes que
sufrieron y murieron en medio del monte. Para muchos fue un acto de
heroísmo, otros lo calificaron como, locura, delincuencia.
“Para
nosotros, los niños de la familia él era un mito, el primo guerrillero-
recuerda su primo Roberto Ruiz Bass Werner- era un héroe, un Robin Hood
metido en el monte”.
Para las familias de los que partieron era
algo de todos los días escuchar la radio, estar pendientes de lo que
pasaba en Teoponte viviendo entre la resignación, ante la posibilidad de
la muerte, y la esperanza de que retornen con vida.
Todas las
personas que compartieron con nosotros fragmentos de la vida de Jorge
Ruiz coinciden en que nunca hablaba de la guerrilla. “Algo que siempre
decía, recuerda su primo- es que los mejores de ellos murieron en
Teoponte. Ese era un sentimiento de culpa muy común, de que hicieron
algo mal para no morir”.
“Algo que puedo decir con toda seguridad es
que él nunca se perdonó haber sobrevivido a sus compañeros, fue una cruz
que llevó hasta el final de sus días”, relata Lourdes López, la mujer
con quien se casó en 1966, en Cuba.
“No es fácil ver caer a los
tuyos, a los que combaten junto a ti, gente que fue tu amiga, que son
tus hermanos de lucha”, reflexiona Lourdes.
Un primer Golpe fue el
que sufrió antes de la guerrilla cuando en el año 69 vuelve a Bolivia
para hacer el trabajo de organización del movimiento guerrillero y vive
en la clandestinidad junto con el sobreviviente de Ñancahuazú, Inti
Peredo, quien hizo la convocatoria para reorganizar el movimiento
guerrillero iniciado por el Che.
“Estaban ocultos en un lugar de
donde no se podía escapar y lo rodearon como 100 soldados, Jorge no
estaba ahí porque lo habían mandado a Cochabamba”. En ese ataque, según
la versión oficial, muere Inti Peredo, defendiéndose. “La muerte de Inti
lo afectó mucho, porque él siempre estaba con Inti y ese día no”.
Lourdes
López conoció a Jorge en Cuba, y fue testigo del acercamiento de Jorge
con los movimientos revolucionarios. “Él llegó a Cuba en el 62 para
estudiar Ingeniería Arqueológica. Apenas llegó a Cuba se incorporó a las
actividades junto con estudiantes de diferentes países del mundo, se
insertó en la dinámica de la revolución y realizó las actividades
propias de la juventud cubana de esos tiempos como el trabajo
voluntario. Entró a las milicias revolucionarias y fue dirigente
responsable de los estudiantes latinoamericanos. Él se fue implicando
poco a poco y fue no sólo simpatizante sino defensor de la Revolución
cubana”.
Fueron esos ideales los que llevaron a Jorge Ruiz Paz a
Teoponte. Él tenía la formación y la preparación necesaria para dirigir a
ese grupo y fue uno de los pocos que sobrevivió. “Sobrevivió porque
estaba mejor preparado, entrenado, y en mejor forma físicamente”,
explica Roberto.
Jorge Ruiz fue testigo de la larga agonía de Néstor
Paz Zamora y permaneció a su lado hasta que no pudo seguir más. El 8 de
octubre muere uno de los ideólogos de ese movimiento guerrillero y él,
Jorge Ruiz, el “Negro Omar” escribe en la última página de su diario de
campaña: “Primo, me has dado la mejor lección de amor a la humanidad”.
“Una
cosa que me contó es que cuando iba a dejar a Néstor, de pronto metió
su mano al bolsillo, un bolsillo al que había metido sus manos miles de
veces y de pronto encontró unos maníes y no entendía porque no los
encontró antes y se los dejó a Néstor antes de irse”, recuerda Roberto
Ruiz.
Una última batalla luego de Teoponte, la vivió Jorge Ruiz, un
21 de agosto de 1971, en el cerro de Laikacota de La Paz, en donde se
atrincheró y combatió contra los soldados del ejército. Él y sus
compañeros derrotaron a un batallón del regimiento Castrillo, muñidos de
armas y granadas con brazaletes rojos como distintivo.
Posteriormente
estuvo a punto de morir debido a lo deteriorado de su salud que no
volvió a recuperar después de Teoponte. “Mi hermano Ñato llamó a mis
papás y les dijo que tenían que ir a La Paz para verlo pues estaba muy
grave. Ellos se fueron en una flota, en el pasillo, porque no había
pasajes. Cuando llegaron los llevaron casi a la media noche, con los
ojos vendados, hasta una casa”.
En esa ocasión Jorge exigió a sus
compañeros que lo vistieran porque no quería que sus padres lo vieran
postrado, caminando a duras penas recibió a sus padres. “Sólo lo vieron
por un rato a mi hermano Jorge, a quien después sacaron del país por
Perú”.
Según Roberto Ruiz, en los años posteriores a Teoponte escuchó
hablar de Jorge Ruiz de tiempo en tiempo, en especial cuando viajó a
estudiar a Tucumán en el año 75, ya que por esa época se estructuró la
Junta de Coordinación Revolucionaria, conformada por el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Argentina, el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, el MIR chileno y los Tupamaros
uruguayos, una respuesta al Plan Cóndor de las dictaduras sudamericanas.
Ruiz
Bass Werner recuerda que varios tarijeños fueron a recibir
entrenamiento en argentina. El 78 Roberto Ruiz retorna a Bolivia y se va
a La Paz donde comienza a militar en el Partido Socialista 1 de Marcelo
Quiroga Santa Cruz. En el 80 se produce el golpe de estado de Luis
García Meza y asesinan al líder del PS1 y según Ruiz, se produce el
desbande de ese partido. “Había pocas organizaciones que luchaban contra
la dictadura en la clandestinidad. Ahí yo escuché hablar de Jorge como
de un miembro prominente del ELN y el 81 me comunican que había que
reorganizar el Ejército de Liberación Nacional y que retornaba Jorge
Ruiz.”
A Roberto Ruiz le pidieron que organizara su internación vía
Perú, entonces se prestó un viejo jeep de Gonzalo Campero y se fueron a
Copacabana. Dio la coincidencia de que entonces se llevaba adelante la
carrera automovilística la Doble Copacabana. Uno de los corredores más
conocidos era Rolando Bass Werner por lo que Roberto Ruiz, cuyo segundo
apellido es Bass Werner partió junto con el hermano menor de Jorge,
Gustavo Ruiz Paz, y le decían a la Policía y a quien les preguntara que
eran parte de la comisión de auxilio del corredor, quien nunca se enteró
de que usaron su nombre.
Roberto Ruiz se fue hasta Yunguyo, primera
población peruana de la frontera con Bolivia, para encontrarse con
Jorge. “Yo di una vuelta la plaza y no vi a nadie, así que seguí dando
vueltas hasta que en una esquina vi a un negrito que se reía de mí y me
di cuenta que era él. Venía bien disfrazado con una especie de prótesis
que lo hacía ver más cachetón y con el pelo crespo por la permanente,
parecía realmente un negro”. De vuelta seguía mostrando su documento y
diciendo que eran ayudantes de Rolando Bass Werner, los militares en las
trancas veían el documento de Ruiz y no dudaban, así que llegaron sin
contratiempos a La Paz.
Allí iniciaron la tarea de retomar contactos y
empezar la capacitación de viejos y nuevos militantes. Durante seis
meses capacitaron a por los menos 100 personas, se restableció la red
urbana y comenzaron a trabajar en la red rural. Ya habían comenzado a
trasladar material a los Yungas y al Chapare para crear las condiciones
para iniciar la lucha armada cuando Jorge fue tomado preso.
“Cuando
lo detuvieron, recuerda su hermana Marina, ella fue a La Paz para estar
cerca de él. Ahí él me contó que le habían dado una hoja de papel y un
bolígrafo y le han dicho que escriba todo lo que sabe y lo que ha hecho y
lo han dejado para que escriba”.
Jorge Ruiz decidido a desobedecer
ideó al momento la estratagema para evitar el castigo. “Mi hermano
estuvo toda la noche sacándole la tinta al bolígrafo, y lavaba la tinta
que salía con sus orines”. Cuando al otro día volvieron para pedirle que
les dé la hoja con su confesión les dijo que no había podido hacerla
porque le habían dado un bolígrafo sin tinta.
Pierluigi Pagliai, miembro de los “Novios de la muerte” y conocido terrorista italiano, fue el encargado de interrogarlo.
Lo
sometieron a diferentes torturas, principalmente psicológicas. “Parece
que el italiano quería matarlo pero había muchos reclamos de personas
influyentes y el comando instruyó liberarlo y sacarlo del país”, comenta
Ruiz y explica que por entonces la dictadura ya estaba debilitada y por
eso no se atrevieron a ir más lejos como lo hicieron con mucha gente.
Jorge
Ruiz estuvo por un tiempo en Cuba y regresó en julio del 82. Entonces
hicieron un primer operativo que consistió en desplegar desde los altos
del monoblock de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, una
imagen gigante del Che Guevara plasmada en tela. Era un 8 de octubre y
los paramilitares trataban de entrar y subir al edificio para bajarla.
“Nosotros habíamos bloqueado las entradas, los ascensores y les
lanzábamos piedras y bombas molotov, -recuerda Roberto Ruiz-. Resistimos
muchas horas y luego escapamos”.
A los pocos días, la dictadura no
pudo sostenerse más, se instaló la democracia y se canceló el camino de
las armas. “Jorge era el gran referente y muchos compañeros del ELN
querían continuar con el movimiento porque decían que esa democracia era
una farsa”. Por un tiempo se mantuvieron alertas pero poco a poco la
democracia los absorbió. Fue entonces que Jorge volvió por un tiempo a
Cuba. La guerrilla dejó secuelas permanentes en su salud que se fue
deteriorando poco a poco.
“Él nunca se recuperó, era una enfermedad
física pero también psicosomática, no tenía apetito”, explica Lourdes
quien recuerda que cuando volvió a Cuba después de Teoponte sus salud
estaba minada. Estuvo internado mucho tiempo. Al problema físico se
sumaba una profunda depresión por lo vivido en la guerrilla. “Él era el
jefe de operaciones y siempre sentía el no haber podido hacerlo bien”.
Llegó
un momento en que Lourdes no puede soportar más ver el estado de Jorge y
busca una forma desesperada para sacarlo adelante. “Yo tomé su
documento sin permiso y lo matriculé en la facultad de Historia, para
que estudie, como una forma de que él ocupe su mente”.
“Él nunca se
resignó, siempre quiso seguir luchando”, recuerda Lourdes López, quien
fue además de su esposa, compañera, confidente y madre de sus dos hijos
Gustavo y Raquel.
Fue entonces, en 1985 que decide retornar a
Bolivia. Ese retorno significó para Ruiz un mayor acercamiento con
Tarija, en especial con la gente del campo. Fiel a su espíritu
aventurero, Jorge Ruiz salía siempre a recorrer el área rural de su
tierra natal.
“Recibió una concesión minera por el río San Juan del
Oro a la que le puso de nombre la pepita falsa, puso un surtidor que se
llamaba “La Cholonca” y tenía un camión distribuidor de gas”, cuenta su
hijo para quien, estas actividades son las que le permiten conocer al
campesino tarijeño.
Ese fue el acercamiento con su tierra. El
siempre tuvo un contacto muy fuerte con la naturaleza. En un libro,
Jorge Ruiz plasma las vivencias de esos años. “Chapacos”, lo titula y lo
dedica a sus hijos Gustavo y Raquel a quienes denomina “herederos de
ausencias y penurias. Víctimas también de mis sueños libertarios”.
Haciendo referencia al poco tiempo dedicado a la familia, sacrificio
común entre quienes persiguieron los ideales libertarios de la época y
que él vivió intensamente, viajando por el mundo, arriesgando su vida y
alejado de sus seres queridos.
Eran ya otros tiempos y Jorge Ruiz los
vivió en Bolivia, en Tarija, rodeado de la familia de su hermano
Gustavo, su hermana Marina y también su primo Roberto Ruiz.
“Para mis
hijos era como un papá - recuerda Roberto Ruiz Bass Werner - Hasta
ahora ellos hablan del tío “Pechuga” como si estuviera vivo”.
El tío
Pechuga, un nuevo apodo que no saben por qué se lo pusieron pero todos
coinciden en que ese tío fue excepcional. “Él fue como un padre para mí,
más que mis propios papás -recuerda su sobrina Cecilia Ruiz-. Le he
mojado la cama cuántas veces y él con toda paciencia se levantaba, me
cambiaba y se volvía a dormir conmigo”.
Jorge Ruiz Paz vivió una vida
plena dejando prendados de su personalidad a todos quienes tuvieron el
privilegio de compartir un momento con él, una caminata, una plática.
“Era un hombre profundamente culto que había leído mucho pero además era
muy ingenioso, ocurrente, gracioso”, afirma Marina.
Sin embargo, su
salud no se recuperaría jamás. Vivió hasta los 64 años con permanentes
recaídas, pero quienes vivieron con él por esa época no lo recuerdan
enfermo, sino siempre alegre, riendo y ayudando a los demás.
En 1989
Jaime Paz Zamora llega a la presidencia de Bolivia y Jorge Ruiz Paz es
llamado a su lado para colaborar en su gobierno. Es entonces cuando
vuelve a Teoponte para ubicar el lugar en el que quedaron los restos de
Néstor Paz Zamora, para traerlos de vuelta a Tarija. “Allí mi hermano
encontró también su pistola, que había enterrado debajo de un árbol”,
recuerda su hermana Marina.
En abril de 2003 su salud comenzó a deteriorarse rápidamente y en mayo partió para Cuba.
“Yo
estuve con él ese tiempo- recuerda Lourdes- y él siempre pedía noticias
de Bolivia, quería saber qué pasaba después de los enfrentamientos de
febrero”.
“En Cuba me pidieron que le pregunte cuáles eran sus
deseos, si lo podían enterrar en un mausoleo militar allí pero yo no
podía preguntarle algo así a él que nunca hablaba de la muerte y solo le
dije, y qué tal si nos quedamos aquí y él me respondió: “No Beba, no,
yo quiero volver a Tarija”.
El 1 de octubre de 2003 murió Jorge Ruiz
Paz, un hombre extraordinario de quien se puede decir que lo amaron por
igual sus familiares, amigos, camaradas, hombres, mujeres y niños, y
aún hoy, cuando se habla de él, todos tienen algo que decir, confirmando
que la principal virtud de Jorge fue convertirse en un ser inolvidable.
La Frase: “Algo que puedo decir con toda seguridad
es que él nunca se perdonó haber sobrevivido a sus compañeros, fue una
cruz que llevó hasta el final de sus días”.