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martes, 28 de febrero de 2017

Padilla es salvado por su esposa Juana

En la aldea de Pomabamba, hoy Villa Azurduy, los realistas tomaron preso y sentenciaron a sufrir la pena de muerte, al guerrillero patriota Manuel Ascencio Padilla, y en momentos en que iba a ser ejecutado, apareció su esposa, doña Juana Azurduy, y con valor extra-ordinario, arremetió contra los realista y lo libró de la muerte.

¿QUIEN FUE MANUEL ASCENCIO PADILLA?

Uno de los guerrilleros mas notables de la guerra de la independencia, que salieron de lo vulgar y que figuraron resplandecientes en el cielo de la gloria, fue sin duda alguna, el esforzado patrio-ta don Manuel Ascencio Padilla.

Nació este egregio varón en la hacienda Chiripina, de la provincia Chayanta, el 28 de septiembre de l774. Su infancia la pasó al lado de sus padres, que fueron Melchor Padilla y Eugenia Gallardo.

En los viajes frecuentes que hizo a Chuquisaca el joven Padilla entabló amistad con Moreno, Monteagudo, Lemoine, Arenales y otros patriotas, quienes lo iniciaron en las nuevas ideas libertarias despertando en su alma el fue-go del patriotismo.

Con Castelli estuvo en Guaqui, con Belgrano en Tucumán, Salta, Vilcapujio y Ayohuma. Su vida no fue sino un continuo combate por la noble causa de la libertad.

En Chuquisaca casó con una encantadora jovencita, Juana Azurduy, la que tomó gran afición a la vida guerrera, siendo la inseparable compañera del esposo en los campos de batalla.

Padilla en nuestra historia es una figura muy semejante a la de aquel Viriato, que hacia temblar las legiones romanas luchando por la patria. En España hubiera competido con Mina y en México con Morelos.

PADILLA CAE PRISIONERO DE LOS ESPAÑOLES

En febrero de 1816, acompañado de don José Ignacio Zárate, otro de los guerrilleros notables de la independencia, se propuso librar al vecindario de Tapala de los abusos que cometía el corregidor Carvallo en nombre del Subdele-gado Manuel Sánchez de Velasco.

Al efecto, se dirigió al aposento donde dormía Sánchez de Velasco, tomó preso a este y se apoderó de todas las armas que tenia en su poder. Armó con ellas a sus partidarios, y de Tapala pasó a Pomabamba, donde también se apoderó del alcalde Loai-za y de todos los elementos de guerra que este guardaba para combatir a los patriotas. Como la jornada de Tapala hasta Poma-bamba había sido larga y fatigosa, Padilla, Zárate y los que los acompañaban se entre-garon al descanso sin tomar las precauciones necesarias para su seguridad, ni pensar en sus enemigos a los que creían anonadados. Más el corregidor Carvallo, que sin ser sentido por los patriotas los había seguido desde Tapala, con 25 hombres, cayó sobre ellos y los sorprendió dormidos, sin darles tiem-po para defenderse. No obstante Padilla y Zárate, repuestos de la sorpresa, intentaron la lucha, que re-sultó infructuosa, por ha-ber sido abandonados por sus soldados.

“Padilla fue echado en tierra con mucha dificultad, porque para ello fue pre-ciso manearlo; luego que lo aseguraron perfecta-mente, lo vejaron y ultraja-ron de modo cruel, des-pués de apalearlo bofe- bofetearlo a su sabor”. Otro tanto hicieron con Zárate.

UN MUERTO QUE RESUCITA

Un consejo de guerra, formado por Sánchez de Velasco, Carvallo, Loaiza y Carré sentenció a Padilla a sufrir la pena de muerte. Colocado el reo en el patí-bulo, Sánchez de Velasco pidió que se aplazase la ejecución hasta que viniese un sacerdote a prestarle los auxilios de la religión. Carvallo y los otros, contrariados por la indicación, y sin oír los razonamientos del subdelegado, hicieron fuego sobre Padi-lla, pero con tan mala puntería, por el estado de beodéz en que se encontraban, que no tocó al reo ni una bala.

Loaiza, como queriendo dar al ajusticiado el tiro de gracia, le asestó en el ojo un tre-mendo puñetazo, dejándolo por muerto. “El bravo Zárate, contemplaba esta escena ten-dido en tierra, sus enemigos le remachaban los grillos. Ya en su corazón había elevado un plegaria por el eterno descanso de su compañero de armas…”

Padilla que había extendido sus brazos, haciéndose el muerto, notó que en la pretina del pantalón llevaba la daga arrebatada a Loaiza. Al tocar su empuñadura, su corazón se dilató, brillaron sus ojos, desenvainó la daga, cortó las ligaduras que lo sujetaban al patíbulo y brincando como un tigre enfure-cido, hirió con cinco puñaladas a Loaiza. Aterrado este, y creyendo que el muerto ha-bía resucitado, salió de la casa, dando alaridos de espanto y no pa-ró hasta refugiarse en el templo.

PADILLA ARREMETE A SUS ENEMIGOS; PERO OTRA VEZ CAE PRISIONERO

Padilla se armó del mayor coraje, no obstante las heri-das que le mortificaban, empezó a repartir puñala-das a derecha e izquierda, logrando dominar y vencer a sus enemigos, quienes como se sabe, estaban em-briagados. Aprovechando la confusión, Zárate consi-guió deshacerse de sus ligaduras y emprendió la fuga.

Los realistas, avergonza-dos de haber sido vencidos por un solo hombre volvie-ron a atacarlo, aullando como aúllan los lobos enfu-recidos. Eran 28 contra el sólo y hubo de su-cumbir al número. Para dominarlo, lo enlaza-

ron como se enlaza un toro furioso; le ama-rraron los pies y las manos, con ligaduras de cuero fresco, poniéndole un cepo en el cuello.

Asegurado de este modo, volvió a funcio-nar el consejo de guerra, que lo volvió a sentenciar a muerte por unanimidad de vo-tos. Más había divergencia de opiniones sobre el modo de ejecutar la sentencia: unos opinaban por la horca y otros opinaban por-que fuese fusilado. Al fin acordaron aplazar la ejecución para el día siguiente, por estar ya avanzada la noche, y además, añadían que el escarmiento debía ser ejemplar y a vista de todo el pueblo.

Doña Juana Azurduy salva la vida de su Esposo

Dña. Juana Azurduy, que había seguido los pasos del esposo, sin que nadie se diera cuenta, vio que esta vez, la vida del gue-rrillero patriota, estaba verdaderamente en peligro. Entonces puso en juego un recurso supremo, que creyó que le iba a resultar, como en efecto le resultó eficaz para salvar aquella vida tan cara.

Acompañada de Huallparimachi, y de dos sirvientes, todos armados de fusiles, se ocultó en los espesos tolares que cubren los alrededores de Pomabamba, y desde allí empezaron a hacer fuego, gritando: “¡Ade-lante Zárate, adelante Zárate!”, como ha-ciendo creer que este caudillo atacaba el pueblo.

Los españoles que sólo en este momento notaron la fuga de Zarate, salieron al extre-mo del pueblo donde recibie-ron una lluvia de balas, que venían del medio del bosque. Creyendo que este caudillo los atacaba con fuerzas numero-sas, retrocedieron todos, y co-rriendo al lugar donde tenían amarrado a Padilla, cortaron sus ligaduras y lo pusieron en libertad, rogando de rodillas, les perdone los muchos ultra-jes que le habían inferido y evite el degüello por la pobla-ción.

Padilla, noble y generoso como siempre, les ofreció per-donarlos y salió del pueblo, a reunirse con los suyos. Se en-contró con su mujer, quien le explicó la estratagema de que se había valido para salvarlo.

Al día siguiente se incorporo a ellos Zárate con una gruesa partida de patriotas con quie-nes se proponía castigar severamente a los realistas. Estos se habían encerrado en la casa cural izando bandera blanca en la puerta.

Intimados a rendirse, los relalistas lo hicie-ron en el acto, entregando por las ventanas todos sus pertrechos de guerra. Luego salie-ron de la casa con la imagen de la Virgen del Rosario, clamando misericordia y pidiendo se les perdonase la vida.

Los patriotas no abusaron de su situación y sólo se limitaron a apresar a Carballo y Carré, que eran los más peligrosos.

Aumentada la partida de patriotas y provista de armas y municiones, Padilla reunió doscientos montoneros y los organizó en dos cuerpos, uno de infantes y otro de caballos, a los que dió la nominación de Húsares y de cuyo mando se encargo doña Juana para continuar la lucha por la libertad de las tierras altoperuanas.

domingo, 26 de febrero de 2017

El origen y la picardía de los apodos en Tarija



En Tarija suele pasar que se identifica más a algunas personas por su apodo que por su nombre, como el caso de: “ulupica”, “chulo”, “wispilo”, “la cuca”, “nazca”, “michi”, “mono”, “sacacho”, “gallo” y muchos otros más. Como esos casos existen una gran gama de apelativos que denotan un gran ingenio, que va desde lo gracioso, hasta los desagradable y ofensivo.

Pero ¿qué son los apodos y por qué están tan arraigados en Tarija? se le preguntó al historiador tarijeño, Elías Vacaflor, quien explica que los apodos son parte de la “mochila cultural” que trajeron los españoles a América Latina, y que por lo general tratan de justificar a las personas por algún defecto.
Recuerda que hace algo más de 50 años atrás en Tarija se solía frecuentar la plaza Luis de Fuentes, punto de encuentro de amistades y familiares, y ahí se identificaba a muchas personas con el apodo originado por el aspecto, manías y ocurrencias. Estos se llevaban bien sean del agrado o no de la persona.
Pero algo que resalta es que una de las características de los apodos en Tarija es que en gran parte de los casos estos se transmitían durante varias generaciones y se convertían en una referencia de pertenencia a un grupo. Por ejemplo “Wispilo”, que se llamaba así a Luis Martínez, porque tenía un problema en uno de los oídos, con el paso de los años el apodo pasó a ser herencia de los hijos y se mantuvo en el tiempo.
De hecho, Elías cuenta que él heredó el apodo de su padre quien fue apodado por un aparente defecto en la nariz como “Nazca” Vacaflor. “Como el mío muchos apodos quedaron por herencia. Los hijos, recibían un apodo que inicialmente era hasta de los abuelos. Los apodos identifican aquellas personas cercanas y para muchos se vuelve algo como un patrimonio de la familia”, detalla.
Cecilia “Coyoya” Colodro, cuenta que el apodo llegó a la familia desde su abuelo Juan Colodro Robles, quien en la infancia no podía pronunciar bien su apellido y de ahí su apodo. Ahora ella asegura sentirse feliz e identificada con su apodo que pasó por generaciones en su familia.
“Los Colas”, “Los Cololos”, son variaciones que identifican a más generaciones de la familia Colodro. Lo propio pasa con “Los Sacacho” Ávila, que heredaron el apodo de Mario Avila Blacut. El nieto, Diego Arelllano Ávila, explica que se encuentran en la cuarta generación del apodo y dice que lo lleva con mucho orgullo y cuenta que incluso los niños de la familia llevaron en un carnaval camisetas con la inscripción de “Los Sacachitos”.
Pero no todos llevan bien estos patrimonios familiares, existen casos en los que el haber heredado el apodo causa rechazo e incluso dolor y sufrimiento a la familia. Así, el historiador asegura conocer casos de apodos que no fueron bien llevados por la persona.
“No repito el apodo porque es impresionantemente fuerte, se le decía así entre todos los amigos y este señor llegó a ser agente regional en un banco aquí en Tarija, pero como se perdió mucho tiempo, se fue a vivir a La Paz y Cochabamba, y cuando los gerentes superiores lo mandaron a Tarija, los amigos al verlo de tanto tiempo lo llamaron por su apodo, entonces él molesto y pasando calores, pidió por favor que ya no le digan de esa forma porque era ya una persona adulta, casada y profesional”, relata.

Los apodos
En Tarija son varios los apodos conocidos y que se pasaron de generación en generación, uno de ellos es “ulupica”, sobrenombre que lo lleva una familia muy conocida en Tarija y que fue pasando generacionalmente. El origen se remonta a un antepasado que era muy enojón y picante a la hora de expresarse.
“La Ricura”, este sobrenombre era de una joven que tenía buena gusto por las masas y comidas, siempre decía “qué ricura”. “El kaka”, lo lleva una persona que de joven no podía pronunciar bien algunas palabras y tenía una tendencia al tartamudeo.
“Chulo”, es un apodo sonado en Tarija y que responde a una desafortunada anécdota de un joven con la primera experiencia usando un condón que se rompió. El afligido comentó el hecho a algunos amigos ganándose de por vida tal apelativo.
“El Chuya”, es un apodo muy original y que lo lleva un hombre muy gustoso de la sopa, que siempre la pedía “chuyita” de ahí que hasta el día de hoy se lo conoce entre los amigos como chuya.
Dentro de los apodos que hacen referencia a una particularidad física están los muy sencillos como “Michi” por el color de los ojos pero también están los diminutivos. “Al Eduardo se le dice ‘Lalo’, al Gonzalo ‘Tato’ y así muchos otros.
Las mujeres también son víctimas de las ocurrencias de los tarijeños y “cuca” es uno de los apodos que sonó fuerte en el sexo femenino. El origen según el historiador se remonta a una niña que demostraba su gran repudio a las cucarachas y en una ocasión estando en una reunión de bachillerato, comía pipocas cuando vio al bicho pasar por el suelo, con la boca llena grito “cuca, cuca, cucaracha”.
Hay otros apodos de mujeres como el caso de “La Sacacha” Ávila, “Coyoya” Colodro, “La Oveja” Arana, “La Porota” Justiniano, “La Pocha” Martínez y muchos otros que fueron pasados a ellas por sus familiares. Muchas responden a sus apodos, otras no, pero aun así son conocidas por la sociedad tarijeña por el apodo antes que por sus nombres.
“El apodo siempre ha sido una muletilla, así le guste o no le guste al acreedor, hay apodos graciosos, capciosos y los que denotan problemas físicos, como “El Manco” Antelo, “El Sucho Darwich”, “El KaKa” Zelaya, este último entró a la fuerza aérea, era teniente y no quería que se lo siga llamando así. “Los apodos siempre han estado cercanos a la identidad de la persona”, detalla Vacaflor Dorakis.

La política y los apodos
Son varias las personalidades de la política que también llevaban apodos, algunos incluso eran más conocidos por su sobrenombre que por el nombre mismo. Un manuscrito mostrado por el historiador Elías Vacaflor Dorakis, que le fue dejado por su abuelo Pedro Vacaflor, asegura que a Aniceto Arce le decían “Monolito”, porque además de ser bajo de estatura, era un hombre muy fornido con una impresionante seriedad en su rostro.
“A decir de mi abuelo y de otras personas allegadas nadie podía soportar la mirada tan fuerte y todos lo llamaban ‘Monolito’ por su seriedad y frialdad con la mirada”, dice.
El sociólogo, José Antonio Rojas Madariaga, explica que Víctor Paz Estenssoro fue apodado “Mono” cuando fue combatiente en la Guerra del Chaco. “Muchos compañeros no compartían sus ideas políticas porque argüían de que era un imitador de personajes célebres en los aspectos políticos. Así cuando ejerció el poder la doctrina filosófica del MNR, era similar a la del presidente norteamericano Truman, por lo que de ahí surge lo de “Mono” por imitador y además por la forma de su rostro el apodo le era perfecto”, explica.
El sociólogo da cuenta de que “El Gallo” es un apodo que se colocaba a los varones de la familia Bass Werner, descendientes de un padre de origen alemán que llegó a Tarija. “Al tener la piel muy rojiza especialmente en la parte del cuello y al enojarse o renegar la piel del rostro y el cuello se les enrojecía, al igual que los gallos de riña”, aclara.
Posiblemente similar motivo tendría el origen del apodo de Jaime Paz Zamora “El Gallo”, que incluso utilizó aquella imagen como logotipo de partido; sin embargo muchos no descartan la posibilidad de que se le haya atribuido este apodo por su gallardía con las mujeres.

LA INFLUENCIA DE LOS APODOS

Rechazados
No todos llevan bien los apodos familiares, existen casos en los que el haber heredado el apodo causó rechazo e incluso dolor y sufrimiento a la familia. Hay casos en los que los afectados pidieron a todas sus amistades dejar de llamarlos así.

Los políticos
Son varias las personalidades de la política que también llevaban apodos, algunos incluso eran más conocidos por su sobrenombre que por el nombre mismo. Uno de ellos era Víctor Paz Estenssoro quien fue apodado “Mono” cuando estuvo en la Guerra del Chaco

Mujeres
Las mujeres también son víctimas de las ocurrencias de los tarijeños. Muchas responden a sus apodos, otras no, pero aun así son conocidas por la sociedad tarijeña por el apodo antes que por sus nombres.

Prócer Ignacio Warnes

Ignacio Warnes fue uno de los próceres de la independencia cruceña. Ya para el siglo XIX, en una América que se encontraba totalmente convulsionada a causa de la pérdida de la unidad doctrinal, Antonio Vicente Seoane, junto con José Manuel Lemoine, convencieron al coronel Antonio Suárez (el 24 de septiembre de 1810) para unirse a la causa revolucionaria y amotinarse a las milicias a su mando.

Los ciudadanos se reunieron en un cabildo abierto para decidir la destitución de las autoridades españolas y la constitución de una junta de gobierno. Así Santa Cruz de la Sierra decidió dejar de ser parte del dominio español para ser otra cosa que se irá configurando en los siguientes 15 años. En estos sucesos destacaron de manera especial las figuras de Ignacio Warnes y José Manuel Baca (conocido también como Cañoto).

El 9 de febrero de 1825 se promulgó un decreto que mandó convocar a todas las provincias de Charcas a una asamblea constituyente. De acuerdo al decreto, Santa Cruz de la Sierra eligió a Antonio Vicente Seoane y a Vicente Caballero como representantes para asistir a la asamblea constituyente de la Audiencia de Charcas, que daría nacimiento a la República de Bolivia. Por diversas circunstancias, los representantes de Santa Cruz no llegaron a tiempo a las deliberaciones, pero sí para la firma del acta de la independencia el 6 de agosto de 1825.

El advenimiento de la República cambió el estatus político-administrativo de la región, pasando a constituirse como departamento de Santa Cruz, convirtiéndose en uno de los cinco departamentos fundadores de Bolivia, a la vez que Santa Cruz de la Sierra sería designada capital de dicho departamento.

Algunos analistas como Pinto Mosqueira consideran en este siglo varias corrientes políticas. (Guillermo Pinto Mosqueira. Evolución del pensamiento político cruceño, 2009) La primera la denomina ‘integracionista’, con algunas ideas de tinte nacionalista. Esta línea se refleja en el contenido del Memorándum de 1904, presentada por la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz al Congreso de Bolivia, que en una de sus partes decía: “Pedimos ferrocarril, porque tenemos derecho a pedirlo, no para beneficio del Oriente, sino para el bienestar general de la República; porque nuestra conciencia y buena fe nos obliga a demostrar la verdad, descorriendo el velo provincialista que cubre los ojos de nuestros compatriotas del Occidente”. (Boletín de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz. Nº 55. 2003: 58).

Bolivia recuerda 456 años de fundación de Santa Cruz

Santa Cruz de la Sierra fue fundada un día como hoy hace 456 años por el capitán español Ñuflo de Chávez tras una expedición integrada por 158 españoles que partieron desde Asunción.

La nueva población fue bautizada con el nombre de Santa Cruz de la Sierra en honor a la ciudad natal (Extremadura) del fundador.

La fundación se realizó a orillas del arroyo Sutó, en la serranía de Chiquitos, como una avanzada al este de los territorios ocupados por España, próxima a donde hoy se asienta San José de Chiquitos.

Actualmente el lugar es conocido como Santa Cruz la Vieja, área protegida donde se realizan varios proyectos de investigación arqueológica.

Santa Cruz de la Sierra es la capital del Departamento de Santa Cruz, Bolivia. Está situada al este del país, a orillas del río Piraí. Su población es de 2.453.549 habitantes, que unidos a los de su área metropolitana (municipios de Cotoca, Porongo, Warnes, La Guardia, y El Torno)2 ascienden a 2.749.000 habitantes según datos del INE.

Su crecimiento demográfico está entre los más rápidos de América del Sur y es la ciudad más poblada del país desde que El Alto se segregó de La Paz para ser una ciudad independiente de ésta.

En los últimos años, la urbe cruceña se erigió como puerta de Bolivia al mundo, siendo sede de eventos internacionales como: la Cumbre Iberoamericana y la Cumbre del G77.

El espacio geográfico actual de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra era conocido por el nombre de Las Llanuras del Grigotá por el pueblo Chané, una etnia de origen Arawak que inmigró desde el Mar Caribe desde hace 2500 años ocupando los llanos del oriente boliviano. Los chané llamaban Grigotá a sus reyes.

A partir del siglo XVI, la zona fue conquistada por bandas guaraníes que emigraban desde sudeste, actualmente tierras del Paraguay y Brasil. La causa de este éxodo, realizado en varios tiempos, se debe a la búsqueda de la legendaria Tierra Sin Mal.

El Chiriguanae o Chiriguaná surge por el mestizaje chané-guaraní, que ha sido interpretado como “el que tiene esposa chané”. Los chiriguanos fueron temidos tanto por las etnias nativas como por la resistencia hacia los colonos españoles, siendo el único grupo indígena al cual la monarquía española declaró oficialmente la guerra bajo el gobierno del Virrey Don Francisco de Toledo en 1.573 fue principalmente la región donde se crearon mayores asentamientos jesuitas, misiones o reducciones indígenas. Puesto que en los alrededores aún existía una gran cantidad de pueblos indígenas (muchos de ellos defendidos del avance Español), la labor misionera de los jesuitas llegó a su cúspide con la catequización del total de estos pueblos y la edificación de conjuntos misionales que hasta hoy perduran, siendo nombrados por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, tanto que en Bolivia se constituyó el principal asentamiento de las Misiones Jesuíticas del Nuevo Mundo.

TRASLADOS

La ciudad tuvo tres traslados; cuando Chávez preparaba una expedición para llegar a territorios de los Moxos, fue encontrado muerto en el mes de septiembre de 1568 por un cacique de la parcialidad de los “avá” o guaraníes llamada itatín.

Por avatares históricos, después de muchas penurias, los pobladores de la primigenia ciudad, en 1590 se trasladaron a otra localidad en lo que es ahora el Santuario de Cotoca en manos del capitán Lorenzo Suárez de Figueroa.

En 1591, la mayor parte de la gente llegada de la Chiquitanía siguió su viaje hasta San Lorenzo Real de la Frontera, donde se asentaron definitivamente, manteniendo el nombre de la ciudad natal: Santa Cruz de la Sierra. Una pequeña parte de la gente se quedó en la población de Cotoca durante el traslado.

San Lorenzo Real de la Frontera fue fundada por el capitán español, Gonzalo Solíz de Holguín en territorios de los Llanos del Grigotá el 21 de mayo de 1595.

Santa Cruz de la Sierra, en el lugar de su primera fundación (en la Chiquitanía), tuvo una existencia de 43 años. Cuando los pobladores fueron trasladados por disposición de la Real Audiencia de Charcas a San Lorenzo Real de la Frontera, antes de llegar se resistieron y se establecieron en lo que ahora es Cotoca. Después de 17 años de vivir en Cotoca, parte de su gente aceptó a los padres jesuitas, y a la propuesta del entonces Gobernador Don Nuño de la Cueva de trasladarse al lugar donde hoy es la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.(Wikipedia)

martes, 21 de febrero de 2017

El Tratado de Paucarpata

La primera expedición “restaurado-ra” esperaba hacer frente a Santa Cruz ocupando Arequipa, ciudad leal a la causa de la Confederación Perú Boliviana en todo momento. El 15 de noviembre de 1837 ambos ejércitos, chilenos y confederados, se encuentran en Paucarpata, donde, sin mayores choques, el ejército chileno fue venci-do.

El 17 de noviembre se firmaba entre Santa Cruz y Blanco Encalada –jefe de la expedición chilena– el Tratado de Paucarpata. Por este Tratado se esta-blecía el reconocimiento de la Confede-ración por parte de Chile, la no inter-vención en asuntos internos para ambos países, un tratado de comercio, la devolución de los barcos robados por Chile y el reconocimiento de la deuda, gestionada por el gobierno de Chile para la naciente República del Perú. Los chilenos –y los {restauradores”– regresaron a Chile.

Sin embargo, el gobierno chileno no aceptó el Tratado de Paucarpata, y así, el 19 de julio de 1838 , envió una segunda expedición que venció a las fuerzas de Santa Cruz y la Confedera-ción dejó de existir después de la derrota sufrida en la batalla de Yungay, el 20 de enero de 1839.

El Día Histórico - 20 de febrero de 1839 Últimos días de la Confederación Perú Boliviana

Después de la encarnizada y particularmente cruenta batalla de Yungay (20/01/39) quedaban victoriosas las tropas “restauradoras”, tras haber causado a las de la Confederación 1.400 muertos y tomado una cantidad igual de prisioneros. Esa misma tarde, el Gral. Andrés de Santa Cruz abandonó el campo de batalla y después de permanecer en Lima, siguió hacia el sur, dispuesto a continuar la pelea, pues creía todavía disponer de sus ejércitos del Centro y del Sur, que llegaban a sumar unos 7.000 soldados. Pero al llegar a Arequipa supo que en Bolivia, aun antes de que se supiera allí la noticia de la derrota de Yungay, se había producido un movimiento que derrocaba a su Gobierno.

En esas circunstancias el general Santa Cruz había designado el día 21 para su viaje a Puno y pasar a Arequipa, su propósito era operar la reacción y recobrar la Presidencia de la República de la que lo había despojado el general José Miguel de Velasco.

EL ESTALLIDO DE LA TORMENTA

A las diez de la mañana del 20 de febrero, se operó en Arequipa un movimiento revolucionario contra el Protector. Una Inmensa multitud de gente se reunió en la plaza principal y proclamó la unidad de la república peruana, exigiendo la renuncia inmediata del Prefecto y la sustitución del jefe del batallón Cusco, con otro de la confianza del pueblo. Designado don Juan Gamió para el primer cargo, fue éste a presentarse ante Santa Cruz; pero el Protector, sin darse cuenta todavía de los alcances que tenía el movimiento, se negó a reconocerlo y a cambiar el jefe del batallón. Entonces, una oleada de gente, con actitud airada y amenazante, fue a rodear la casa donde se alojaba Santa Cruz, pidiendo a gritos su cabeza y haciéndole cargos por el fusilamiento del Gral. Felipe Santiago Salaverry.

SANTA CRUZ RENUNCIA AL PROTECTORADO Y LA PRESIDENCIA DE BOLIVIA

Hostigado y amenazado vivamente por el pueblo, Santa Cruz comprendió al fin que nada tenía que hacer ya allí. A los pocos momentos, desde su domicilio sitiado y defendido sólo por 500 hombres de línea, expidió dos decretos y lanzó proclamas a los pueblos del Perú y Bolivia. Por el primer decreto se desprendía de la autoridad protectoral y por el segundo dimitía a la Presidencia de Bolivia. Y en la proclama tristemente decía: “Ya no existe la Confederación, ni yo ya tengo parte en los negocios públicos. Las circunstancias me obligan a alejarme de ustedes, dejando encomendada a la prudencia de ustedes la salvación de la patria que yo no he podido realizar, etc.”.

SANTA CRUZ SALE PRÓFUGO DE AREQUIPA

Obligado por la actitud airada del pueblo, a la que se agregó la fuerza militar, el general Santa Cruz, combatido por sus propios antiguos aduladores, salió prófugo de Arequipa, envuelto en deshecha borrasca y llevando una tempestad en el alma. Le acompañaba sólo una escolta de 500 hombres comandada por el coronel chileno Manuel Larena.

En el trayecto de Arequipa a Laja, sobre el camino de Islay, la comitiva militar del ex Protector fue crudamente hostilizada por todos los habitantes, quienes le disparaban sin cesar tiros de rifle y le lanzaban pedradas, profiriendo los más gruesos insultos contra el prófugo. Todos recordaron en aquellos instantes el fusilamiento del Gral. Salaverry y de sus compañeros de infortunio, y como si quisiesen vengar la sangre de aquellas víctimas sacrificadas por una ambición desmedida, se ensañaron contra el caído y lo amenazaron de muerte. En medio de una lluvia torrencial y de una tempestad de rayos, pudo Santa Cruz adelantarse a su escolta y llegar a Cangata, chacra de La Jara, no sin antes prevenir a sus soldados que contestasen la agresión de la gente enfurecida, con tiros al aire.

DE CANGATA A ISLAY

Doña Petronila Herrera y Rivera, vecina, avisada de lo que había ocurrido con Santa Cruz, proporcionó a éste un ligero desayuno, y para que continuase su marcha, le preparó una alforja y colocó en ella una gallina cocida, pan, chocolate, huevos, pocillos, servilletas, cigarros y otros artículos necesarios para el camino. Viendo además que el ex Protector viajaba con uniforme militar y con gorra, le proporcionó un par de botas, un traje civil y un sombrero.

Terminado su ligero desayuno, Santa Cruz, acompañado de sólo dos ayudantes y seis soldados de confianza, y guiado por un mozo experto de la posta, salió de La Jara a las cuatro de la mañana, sin ser sentido por el batallón que se alejó un poco distante de la casa, y en el que se notaba síntomas de descontento.

SUBLEVACIÓN DE LA TROPA

Poco después, el coronel Larena trató de poner el batallón en marcha. Cuando no había acabado aún de pasar lista, la tropa se amotinó; mató a Larenas, hirió a los otros jefes y oficiales y se dispersó, volviendo en desorden a Arequipa o diseminándose en el campo. El segundo jefe, José de la Peña Santa Cruz, sobrino del ex Protector, salvó su vida milagrosamente. Fugó a Paucarpata, y poco después apareció en La Paz, atendido por el nuevo Gobierno.

EN EL PUERTO DE ISLAY

Santa Cruz con su pequeña comitiva galopó desesperadamente hasta Islay, donde también estuvo a punto de ser cogido por un piquete de lanceros que había venido tras de él desde Arequipa. El coronel Hugo Wilson, cónsul de Inglaterra, ordenó a Compton, capitán de la fragata Inglesa “Samarang”, que desembarca-se cien hombres para proteger al fugitivo; pero viendo que aun así éste no estaba seguro en tierra, lo hizo conducir a la nave, para evitar que cayera en manos de sus perseguidores.

SANTA CRUZ SE ALEJA DE LA PATRIA

Algunos días después, el mismo buque “Samarang” condujo al general Santa Cruz hasta Puná, en el Ecuador, donde desembarcó el 13 de marzo. ¡Él, un día omnipotente Protector no pisó más el suelo de la Patria, que tanta gloria le debía!

CAUSAS DE LA DERROTA

Se ha dicho que la derrota se debió, fuera de otras causas, a la traición de los jefes pe-ruanos que combatían al lado de Santa Cruz y a los errores tácticos y estratégicos del protector desde la iniciación de la campaña. El error más notable fue la colocación de la caballería a una inmensa distancia del campo de batalla, dando lugar a que los escuadrones enemigos tuvieran el tiempo suficiente para arrollar toda la infantería boliviana.

Algunos historiadores afirman que el desastre de Yungay se debió también a la ausencia de muchos jefes aguerridos, como Braun, Velasco, Ballivián, O'connor y otros que habían prestado a Santa Cruz eficaz colaboración en anteriores campañas.

martes, 14 de febrero de 2017

LEYENDA DEL QUIRQUINCHO

En épocas, cuando las plagas atacaban a Oruro, muchos quirquinchos habitaban en las riveras y faldas de los cerros Pie de Gallo y Pampas Arenales en representación de la Virgen del Socavón. Vivían felices y tranquilos, hasta que percibieron que algo catastrófico iba a pasar.

Los quirquinchos sostuvieron un gran cabildo y decidieron irse al oeste donde se oculta el sol, junto al Tata Sabaya y Sajama. La noche del Sábado de Tentación dejaron su habitad, tenían que marchar sin darse la vuelta.

Cuando llegaron al lugar llamado "Vito", el anciano jefe decidió descansar un rato y le dio un profundo sueño. Se quedó al centro de los cerros detrás del río Chusaqeri mientras los demás siguieron caminando sin descanso. Pero, desesperados por la falta de un jefe, se empezaron a diseminar por el lugar y ante el susto, a escarbar para ocultarse bajo la tierra.


LA LEYENDA DE HUARI

El semidiós Huari había hecho su guarida dentro los cerros de Uru Uru, en cuyas proximidades habitaba un pueblo Uru, fiel al dios Inti (Sol). Todas las mañanas, Huari era despertado por la primogénita y bella hija de Inti, Huara (Aurora), enamorándose de ella. Al intentar tomarla a la fuerza provocó la ira de Inti, quien le encerró en su guarida.

Huari tomó la forma humana e inculcó odio y envidia a los Urus, quienes abandonaron el trabajo y dejaron de orar a Inti. Además, en venganza, desencadenó cuatro plagas sobre el pueblo: una víbora, un sapo y un lagarto de tamaños descomunales e innumerables y voraces hormigas.

Pero, después de copiosa lluvia, se abrió el cielo cortado por un arcoíris, de donde salió una Ñusta de singular belleza que se enfrentó, en batallas épicas, a las plagas, dejando los rastros de los monstruos petrificados por diferentes sectores. El pueblo, en agradecimiento, decidió vestirse de diablos, personificando a Huari, dando origen así al Carnaval.

LEYENDA DE TATA SABAYA

La imponente montaña Tata Sabaya es la Jach’a Pukara (fortaleza sagrada) de la comunidad aymara de Sabaya en la provincia del mismo nombre.

Según la leyenda, vivía en esa región una doncella, Kariquima, de la que se enamoraron por su belleza los mallkus Sabaya y Sajama. El primero animado por los yatiris enamoró a la doncella; en tanto, el soberbio Sajama, al enterarse del idilio rompió en cólera y tramó una emboscada en la que utilizando su honda hirió a Sabaya, le destrozó los dientes. Sabaya huyó por el extenso salar de Coipasa, donde escupió sangre, con el tiempo cada escupitajo se convirtió en aislados y pequeños cerros (llamados hoy "Sikaa Qullu Qullunaka")

Sin embargo, Sabaya no se rindió y, en venganza, envió conejos silvestres para que comieran la espalda de Sajama. Éste envío a su sirviente a buscar un antídoto donde su hermano Illimani. A su retorno, encontró a Sajama moribundo, le cubrió la espalda con densa niebla que luego se convirtió en nieve, congelando a los conejos.

La Rebelión de Oruro

La raíz de la rebelión orureña, tiene como impulsor los acontecimientos a comienzos del año 1781, ya que hubo incontenibles levantamientos indígenas contra la corona española en diferentes regiones del Perú, la mayoría tuvo carácter antifiscal, entre ellas estuvo la rebelión liderada por Tupac Amaru en el Alto Perú. Oruro, una importante ciudad minera en ese entonces aunque afectada por la baja producción de sus minerales, no quedó indiferente a estos movimientos.

En la víspera del 10 de febrero de 1781, ante las noticias de una invasión de hordas indígenas supuestamente relacionadas con Amaru, el Corregidor de la ciudad orureña, Ramón de Urrutia, ordenó replegar las tropas realistas, compuesta en su mayoría por indígenas, pero corrió el rumor de que los soldados serían pasados por las armas, ante el temor de que se vuelquen a favor de sus coterráneos, se alzaron voces de alarma de los familiares y en la noche los milicianos huyeron del cuartel.

Por otro lado, el pueblo que vivía agobiado por las obligaciones tributarias, los abusos de las autoridades españolas y la decadencia minera, aprovechó esta situación y el 10 de febrero de 1781, salió enardecido a las calles ante el repique de las campanas de las iglesias y por la noche –en medio de la confusión–, grupos exaltados asaltaron e incendiaron las residencias de los españolas, quienes buscaron refugio en el templo de La Merced y otros murieron.

Entre los sublevados se encontraba Sebastián Pagador, sargento mestizo considerado el principal caudillo de la rebelión, quien el 9 de febrero se refirió a un gentío compuesto de indígenas y criollos: "Amigos, paisanos y compañeros: estad ciertos que se intenta la más aleve traición contra nosotros por los chapetones, esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija. En ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro honor y amor a la patria, sino en ésta. No estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas, gustosos en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humanidad y rendimiento, que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor y acabemos de una vez con esta maldita raza".

Estas palabras exaltarían aún más los ánimos de los rebeldes, que derivaron en la gesta del 10 de febrero y la proclamación de nuevas autoridades en un cabildo abierto. Días después, la insurgencia fue aplacada por los chapetones y los mismos criollos.



Héroes

Sebastián Pagador Sargento mestizo, de cuya vida poco se conoce, al extremo que hay quienes afirman que Pagador, no era su apellido, sino que era su cargo (de pagador) en las Cajas Reales. Es reconocido como el principal caudillo de la gesta del 10 de febrero.



Los Rodríguez

Detrás de la insurrección de febrero de 1781, estuvieron varios personajes que la articularon, entre ellos los hermanos Juan de Dios, Jacinto e Isidro Rodríguez, quienes no participaron de la reyerta, sino que junto a la familia Herrera sustentaron la sublevación.



Clemente Menacho Capitán de Milicias, fue detenido junto a otros cabecillas de la insurgencia del 10 de febrero de 1781, tres años después.

Todos fueron trasladados, primero a Potosí y luego a la cárcel de Buenos Aires. Su esposa María Quiroz también fue torturada y encarcelada hasta que murió.



SÍMBOLOS

Bandera: Fue traída por los españoles. Es de un solo color rojo purpúreo vivo que representa el amor, el coraje, la valentía y la sangre derramada por los orureños en muchas rebeliones.



Escudo: Data de 1606, fue traído por Manuel Castro de Padilla en nombre del rey de España, para que sea símbolo de la villa de San Felipe de Austria. Hoy es el escudo del departamento

Asalto al puerto boliviano de Antofagasta

El Concejo de Ministros de Chile, desechando la opinión contraria del presidente Aníbal Pinto, acordó enviar al norte, es decir a Antofagasta, el Cochrane y la corbeta O’Higgins cuyo arribo al puerto había tenido lugar en la madrugada, viniendo ambos a toda máquina desde Taltal. A las ocho de la mañana del 14 de febrero de 1879, se vio desprenderse del Cochrane, un bote con algunos tripulantes, en él venía el emisario, y casi simultáneamente, se procede al desembarco de dos compañías, una de artillería de marina y otra de tierra, a cargo del coronel Emilio Sotomayor y mandada ambas, por el capitán Exequiel Fuentes, el mismo día señalado para la subasta pública de las pertenencias de la Compañía de Salitres, Chile ocupaba militarmente el puerto boliviano de Antofagasta. El jefe de la escuadra chilena, coronel Emilio Sotomayor, en oficio dirigido al Prefecto boliviano en Antofagasta, coronel de ejército Severino Zapata, le expresaba: “Considerando el gobierno de Chile roto por parte de Bolivia el Tratado de 1874, me ordena tomar posesión con las fuerzas a mi mando del territorio comprendido en el grado 23”.

El Prefecto Severino Zapata, protesta enérgicamente en estos términos: “Prefectura del Departamento de Cobija. Antofagasta, febrero 14 de 1879. Señor mandado por mi gobierno, sólo podré salir a la fuerza. Puede usted emplear ésta, que encontrará ciudadanos de Bolivia desarmados, pero dispuestos al sacrificio y al martirio. No hay fuerzas con qué poder contrarrestar a tres vapores blindados de Chile: pero, no abandonaremos este puerto, sino cuando se consuma la invasión armada.

“Desde ahora, y para cuando haya motivo protesto a nombre de Bolivia y de mi Gobierno contra el incalificable atentado que se realiza.

Dios guarde a UD.– (Fdo.) Severino Zapata”.

El prefecto Zapata luego de protestar y ante la evidente inferioridad numérica boliviana, ya que sólo tenía a sus órdenes algo más de 40 policías y Sotomayor había desembarcado con 300 hombre, abandonó el edificio y buscó seguridad en el consulado peruano.

La población antofagastina predominantemente chilena, celebró con entusiasmo el arribo de los buques chilenos, desplazando luego, el escudo boliviano. Dos días después eran ocupados sin ofrecer resistencia alguna Caracoles y Mejillones, puertos también bolivianos.

El 23 de marzo, Calama, donde 135 bolivianos comandados por Eduardo Abaroa oponen resistencia al ataque chileno, muriendo en la acción el héroe de Topáter.

En la ciudad de La Paz al conocerse la ocu-pación de Antofagasta y otros puertos, el presidente Hilarión Daza esperó a que pasaran las fiestas del carnaval para dar a conocer la ocupación de los puertos bolivianos, así el 26 de febrero leyó una proclama que decía: “El 14 de los corrientes, dos vapores de guerra chilenos con 800 hombres de desem-barco y apoyados por un considerable número de gentes depravadas por la miseria y el vicio, asesinos de cuchillo corvo se han apoderado de nuestros indefensos puertos de Antofagasta y Mejillones por sorpresa”.

Una vez tomada Antofagasta sin resistencia alguna los chilenos tomaron Mejillones, Cobija y Tocopilla hasta el 21 de marzo de 1879. Antofagasta inmediata-mente fue convertido en el centro de operaciones militares para futuras acciones a tomar.

14 de febrero de 1879

No hay fecha tan hiriente para los bolivianos, como el 14 de febrero de 1879, porque representa una herida abierta que todavía no cicatriza, un dolor que después de haber transcurrido 138 años lo siente todo un pueblo, al encarnar la injusta e indigna invasión militar chilena al puerto boliviano de Antofagasta, que dio inició a la denominada Guerra del Pacífico, que ocasionó la pérdida del litoral boliviano.

Sin embargo, la historiografía actual, que estudia la citada guerra, describe muy poco sobre la posición de la diplomacia Boliviana de este período histórico. En ese sentido, en esta nota describiremos la manifestación de nuestra diplomacia a través de la correspondencia enviada por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Eulogio D. Medina a su similar de la República del Perú, Manuel Irigoyen. La citada correspondencia fue fechada el 31 de marzo de 1879 y fue redactado en La Paz, posteriormente fue publicada por la Cancillería Peruana en la memoria institucional de la época, quizá es la primera nota oficial que describe la posición de la diplomacia Boliviana.

Es interesante señalar, que en la nota desde un inicio subraya, de que Chile: “ocupó a mano armada la parte del litoral boliviano…haciendo presa de las importantes poblaciones de Antofagasta, Mejillones y Caracoles, tres fuentes de riqueza por sus productos naturales de salitres, huano, metales de plata y de cobre y otras muchas sustancias”. Además, resalta que: “aquel acto atentatorio y altamente depresivo de la soberanía e independencia de Bolivia, de su derecho y dignidad ha sido reagrava-do…con la ocupación de los puertos de Cobija y Tocopilla, que se ha verificado en los días 21 y 22 de marzo (de 1879, J. P.)”.

Para precisar la situación, el diplomático boliviano señala sobre la invasión: “lo encubierto del pensamiento lento y tranquilamente preconcebido, desde tiempo atrás, son circunstancias que afectan la honorabilidad del gobierno de Chile y que dan su verdadero carácter y colorido al crimen consuma-do contra Bolivia y contra el derecho público de las naciones”.

En un esfuerzo de síntesis valioso el diplomático boliviano, repasó a través de su ágil pluma, la titularidad de Bolivia: “que bajo el nombre de el Alto Perú, fue la sección americana, que luchó por mas largo tiempo para con-quistar su emancipación, proclamó su independencia y autonomía en 1825, bajo los límites de las antiguas provincias, que debían constituirla… fue en 1842, con motivo de los descubrimientos del huano de Mejillones, que Chile manifestó sus primeras e infundadas pretensiones al territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24 de latitud austral”. También describe sobre las gestiones diplomáticas enviadas a Santiago por Bolivia, para solucionar el problema limítrofe: “los trabajos é instancias de seis distintas legaciones constituidas en diferentes épocas, no fueron bastantes para sacar á aquel gobierno del medio calculado de aplazamiento y moratorias…consecuencia natural y precisa de semejante conducta, ha sido el sistema chileno de ocupar á mano armada ad perpetuam, en la ocasión mas favorable el territorio codiciado”.

Evidentemente la nación de Chile utilizó como pretexto la Ley boliviana dictada el 14 de febrero de 1878, para invadir. Esta Ley imponía el pago de 10 centavos sobre el quintal de salitre exportado por una sociedad anónima, denominada “Compañía Anónima de salitres y de ferrocarril de Antofagasta”, empresa a la cual el gobierno de Bolivia había concedido la explotación de un vasto terreno salitrero. Es necesario mencionar, que la medida tomada por el gobierno boliviano, fue una cuestión totalmente privada, que no vulneraba los derechos de Chile, ni afectaba su política internacional. Por otro lado, la compañía alegó nacionalidad chilena con residencia en Valparaíso.

Sin embargo, el diplomático boliviano también señaló que el representante chileno en Bolivia, el Sr. Videla, Encar-gado de Negocios a. i., distrajo la atención del entonces gobierno de nuestro país, con el discurso de mediar entre ambos países el conflicto por intermedio de amistosas negociaciones diplomáti-cas. Sin duda, la agresión de Chile en pleno estado de paz, sin previa declara-ción de guerra y pendientes las negocio-nes ofrecidas tomaron completamente desprevenido a Bolivia.

En términos diplomáticos sobre la invasión al litoral boliviano, el canciller Medina, menciona: “ha sido juzgado ya por la opinión pública de América, co-mo un acto atentatorio e injustificable” y que la nación de Chile, “ha alegado razón justifica-tiva ninguna, que autori-ce la guerra ofensiva que ha promovido a Bolivia”.

De esta manera, me-diante esta nota, presenta-mos segmentos de un documento que demues-tra el punto de vista de la diplomacia boliviana, sobre la dolorosa invasión chilena al puerto bolivia-no de Antofagasta.

Video 10 de Febrero de 1781 Grito de Independencia de Oruro

lunes, 13 de febrero de 2017

Andrés de Santa Cruz - El bisnieto del Mariscal boliviano



Es un hombre que le rinde culto a su ascendencia. Se llama Andrés (85) vive sobre la avenida Mariscal Santa Cruz en el edificio Mariscal de Zepita y es nada más y nada menos que bisnieto del Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana, aquel militar y político presidente de la Junta de Gobierno del Perú (1827), presidente de Bolivia (1829-1839) y Protector de la Confederación Perú-boliviana.

Creció con la venia de saberse heredero de una progenie que en su mayoría recaló en Francia tras el exilio del gran Mariscal. Y heredó una gran documentación de su abuelo, también Andrés, que incluye una serie de correspondencias de su bisabuelo entre cartas y escritos a mano que hablan de una época en la emancipada América que buscaba un destino. Aquel material fue documentado en los últimos 12 años y hoy forma parte de un archivo digital que bien podría ocupar decenas de tomos para ser revisados por generaciones y así adentrarse más en la intimidad de uno de los padres de esta patria que, a decir de su bisnieto, de profesión ingeniero mecánico aunque parece más historiador, no reconoce en su total dimensión su vida y obra.

El Mariscal Andrés de Santa Cruz dejó una gran descendencia tanto en Sudamérica como en Europa.

Así es, pero en Bolivia yo soy el único bisnieto entre otras dos bisnietas radicadas en La Paz y Cochabamba. En Francia existe hasta una quinta generación que hacen a un total de más o menos 80 descendientes, mientras que en Bolivia llegamos a 25. Yo soy Andrés VI, mi papá era Andrés V, el hijo del Mariscal era Andrés IV, el Mariscal era Andrés III, su padre Andrés II y su abuelo Andrés I (Ríe).

¿Qué significa ser descendiente de uno de los próceres bolivianos?

Un orgullo que nadie tiene, ser nada más y nada menos que el bisnieto del Mariscal aunque su figura no merece del Estado boliviano la importancia que debería.

¿Usted cree que la historia ha sido injusta con su figura?

Los parientes de Francia han hecho diversos estudios y han concluido que ha sido uno de los 100 políticos más importantes de la historia universal, imagínese. Pero en nuestro país su figura ha sido menoscabada en comparación a la de un Simón Bolívar o un Antonio José de Sucre.

¿Y por qué cree que se da esto?

Porque lamentablemente en nuestro país hemos formado la idea de que cualquier cosa que venga de afuera es siempre mejor que lo hecho aquí. Por ello se le da prominencia a las figuras de los dos libertadores venezolanos y no así a la de Santa Cruz, que fue uno de los primeros héroes y grandes políticos nacidos en esta tierra. Con el tema de su lugar de nacimiento también se ha especulado bastante.

Él era hijo de un coronel español realista Maestre de campo que se casó con una criolla paceña (Basilia Calahumana) cuyo abuelo era cacique de Huarina. El día que nació Andrés (5 de diciembre de 1792) lo llevó a la pila bautismal de la iglesia (actual Catedral) que estaba a tan solo dos cuadras de su casa, que quedaba en la actual calle Mercado esquina calle Socabaya. Y de allí quedó el certificado de bautizo; por aquel entonces no se otorgaba certificado de nacimiento, solo la partida de bautizo que testimonia el lugar y la fecha de nacimiento.

¿Cuál cree que haya sido la intención en especular con su lugar de nacimiento?

Cuando el Mariscal se fue de Sudamérica empezaron las calumnias, en especial de (José) Ballivián, quien le tenía un odio a muerte, con decir que hizo fusilar a dos de sus sobrinos. Lo han injuriado y como no había quién lo defienda, muchas de esas calumnias fueron quedando en la memoria colectiva. Pasado un tiempo, un cura de Huarina tuvo la idea de, seguramente por darle importancia a su pueblo, hacer correr la voz de que el Mariscal había nacido en aquella población un 30 de noviembre. Esa idea fue creciendo hasta instalarse en la mente popular.

¿Y por qué cree que fue exiliado?

Todo gran hombre también tiene grandes enemigos. Bolivia no solo era envidiada por los países limítrofes sino también respetada en Europa. Puso en vigencia códigos y leyes, y además, debido a su sangre indígena, empezó a proteger a los indios de este país. Los que ahora hablan de reivindicación indígena desconocen la historia, no saben que el Mariscal Andrés de Santa Cruz ya había eliminado los impuestos, los trabajos forzados, el esclavismo, también prohibió el maltrato que sufrían los indígenas en el ejército, en fin. Pero además de ello pagó la deuda que Bolivia tenía con Colombia, no es que las fuerzas colombianas vinieron a luchar por la independencia de manera gratuita, había que pagarles y el Mariscal cumplió con esa deuda. Él elaboró además los primeros códigos de Sudamérica como el Penal, Civil, Mercantil y Militar. Incluso fue el encargado de salvar a Perú cuando este país tenía tres presidentes en el norte, centro y sur. Era un hombre muy poderoso y respetado, y había muchos intereses para que fuera exiliado. ¿Qué hicieron Bolívar y Sucre por nuestro país? Si todo lo tenía que resolver el Congreso; esto lo digo porque la historia se ha olvidado de nuestro verdadero héroe, en muchos aspectos. El Mariscal Andrés de Santa Cruz es uno de los que ha hecho mucho por Bolivia; incluso fue uno de los americanos que gozaba de mayor reconocimiento en Europa, por ejemplo, Napoleón III (único presidente de la Segunda República Francesa) dijo alguna vez que cómo era posible que Santa Cruz no estuviera al mando de un imperio, y lo llamaba para que lo asesore en algunos temas, imagínese, una de las cortes más racistas y discriminatorias confiando en un hombre mestizo.

¿Qué es lo que contiene su trabajo de investigación?

Todas las cartas, todas las correspondencias que escribió él y que le llegaron a él. Por ejemplo, la carta que le envía a su esposa, cuando pudo haber acabado con el ejército chileno tras la victoria en Paucarpata (en el marco de la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Restaurador Perú-Chile), él dice que “la paz vale más que 100 victorias”. Era un caballero, como ya no hay, perdona a los chilenos pero bueno, la historia cuenta después que los perdonados atacan a Bolivia (en la Guerra del Pacífico). También hay cartas del ministro del Perú Mariano Álvarez, del cónsul francés Bernardo Barrère, del almirante chileno Manuel Blanco Encalada, en fin, hay un material invaluable. El archivo tiene cerca de 9.000 documentos que representan algo así como 12.000 hojas. Tardé hasta dos semanas en descifrar algunas cartas cuyas palabras no se entendían; y actualmente sigo encontrando material para incluirlo en esta compilación.

¿Cómo se accede a este material?, ¿tiene pensado publicarlo en impreso?

Eso será tarea de alguna fundación, institución o universidad. Yo lo tengo digitalizado y cualquier interesado podría hacerme llegar un pedido. Esta información está para ser compartida y de esta manera reivindicar la imagen de un héroe olvidado, al que incluso le han hecho un monumento que es un insulto, que está mal hecho, depositado en un lugar olvidado (parque de Aranjuez), rodeado de una malla olímpica donde la gente cuelga ropa. Es una falta total de respeto a una de nuestras figuras más importantes.




Sucre: ¡un hombre excepcional!



A 222 años de su nacimiento, escribir sobre la vida y obra de Antonio José de Sucre resulta una empresa complicada no porque no exista información, de hecho la hay y en forma abundante; el problema es que se ha escrito tanto sobre su vida que resulta muy difícil encontrar un campo de su polifacética personalidad que no haya sido explorado ya.

En el ámbito latinoamericano, y fuera de él, son muchos y muy eminentes los autores que han dedicado grandes y maravillosas obras a la memoria del Gran Mariscal de Ayacucho, empezando por el propio Libertador Simón Bolívar con su Resumen sucinto de la Vida del General Sucre (1825), continuando con genios de la talla de Laureano Villanueva, Rumazo González, John P. Hoover, Wolfram Dietrich, Ángel Grisanti, Rafael Ramón Castellanos, J.A. Cova, Juan Oropeza, Guillermo Sherwell, Ramón Rocha Monroy, José Pereira Claure, William Lee Lofstrom, Rey de Castro y Vicuña Mackenna, entre muchos, muchos otros.

El prócer más completo y cabal de la independencia americana vino al mundo el 3 de febrero de 1795, en la oriental provincia venezolana de Cumaná; lo hace en el seno de una familia aristocrática y de gran tradición militar, los Sucre-Alcalá, quienes encabezados por Don Vicente Sucre y Urbaneja, padre del futuro héroe de Ayacucho, brindaron un invalorable y desgarrador aporte a la emancipación de Venezuela y del continente.

La vida de Sucre fue un arduo y constante batallar. Siempre rodeado de dificultades y obstáculos que parecían insuperables, su envidiable talento, combinado con una mezcla extraordinaria de disciplina, constancia, rectitud, lealtad, valor, astucia, hidalguía y una inagotable capacidad de trabajo, le permitieron salir airoso en medio de las más grandes tempestades.

Habiendo perdido a temprana edad la compañía y el amor de su madre, María Manuela de Alcalá, Sucre abraza precozmente la carrera de las armas. En carta a Bolívar, fechada el 20 de septiembre de 1826, en Chuquisaca, le recuerda: “Usted sabe que yo, de 15 años, he tomado las armas”. Sucre resignará parte de su niñez y adolescencia —y su juventud entera— a la noble causa de la independencia americana.

Poco antes del estallido de la revolución de abril en Venezuela, Sucre es enviado a la ciudad de Caracas (1808) junto a su padrino, el canónigo Mercedario Don José Domingo de Alcalá, para recibir una educación más formal. Inicia estudios de aritmética, álgebra, topografía, dibujo lineal, geometría y construcción civil en la Escuela de Ingeniería Militar del coronel español José Mires, conocimientos que le serán de gran utilidad en sus futuras campañas militares.

En apenas 20 años de meteórica carrera militar, Sucre obtuvo las más altas distinciones y grados a los que podía aspirar un oficial del ejército: de Teniente de Milicias Regladas de Infantería (Cumaná, 1810) a Gran Mariscal (Lima, 1825), incluyendo, por supuesto, el grado de General en Jefe del Ejército Unido Libertador en 1824.

En el terreno político, Sucre exhibe también una hoja de servicios difícil de igualar: Diputado y Senador de Colombia (1819 y 1822), Intendente del Departamento de Quito (1822), Presidente Constitucional de Bolivia (1826-1828) y, en 1830, el postrero año de su luminosa existencia, Presidente del Congreso Admirable, el último de la Gran Colombia.

La diplomacia fue también su campo de acción particular. En este terreno, Sucre estuvo envestido de facultades extraordinarias (a nivel de Plenipotenciario de Colombia) ante los gobiernos de Guayaquil, Perú, Chile y Buenos Aires (1821-1823). Todas las tareas y los compromisos derivados de tan delicada responsabilidad fueron cumplidos con la descollante eficiencia y la sutil delicadeza que caracterizaron siempre el accionar del héroe cumanés.

Fiel a los más sólidos principios republicanos, Sucre impulsa la libertad de opinión y la confrontación de las ideas a través del periodismo. En Quito (1823) funda el primer periódico republicano del Ecuador, El Monitor, y en Bolivia hace lo propio a través de El Cóndor (1825), primer periódico de nuestro país. Esta vocación por informar coloca a Sucre como indiscutible precursor del periodismo continental.

El apego de Sucre a las leyes y a la justicia lo llevaron a crear —e instalar— la Corte Suprema de Justicia de Cuenca-Ecuador (1822) y la Corte Superior de Justicia de Bolivia (1826).

Pero una de las más grandes contribuciones de Sucre a la humanidad, y de seguro la menos conocida, es la de ser el precursor del Derecho Internacional Humanitario. Los términos y condiciones de los tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, firmados por Bolívar y Morillo en 1820, emergieron de la pluma y del preclaro corazón del joven prócer venezolano.

Sin embargo, nunca se manifestó Sucre tan valeroso y magnánimo como en Ayacucho, campo glorioso e inmortal donde su espada selló para siempre la independencia americana. La generosa capitulación concedida por Sucre al derrotado Ejército Real del Perú constituye la más grande muestra de humanismo y consideración que recuerde la historia militar del Nuevo Mundo.

En lo personal, Sucre nunca ambicionó nada para sí mismo. Los premios materiales que recibió por sus destacados servicios en la revolución americana los entregó a las viudas y a los huérfanos que dejó la guerra, en uno y otro bando. Las condecoraciones militares que recordaban sus resonantes triunfos las usó muy poco, y solo con el consentimiento de Bolívar, mientras que otros premios recibidos, desde coronas de oro hasta flamantes cabalgaduras, los cedió a sus subordinados.

Después de una intachable gestión política y administrativa en Bolivia, Sucre sale del país en 1828, “llevando la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo roto”. Se retira a lomo de mula, con dinero prestado y exigiendo como única recompensa a sus servicios la más escrupulosa revisión de su conducta al frente del país y la no destrucción de su obra: Bolivia. Sin lugar a dudas ¡un hombre excepcional!


viernes, 10 de febrero de 2017

10 de Febrero de 1781, primer grito libertario de América

Desde que se fundó la Villa de San Felipe de Austria el 1 de Noviembre de 1606, se forjó en este terruño un modo de pensar muy diferente al resto de otros pueblos, no solo por la entereza de sus habitantes para construir una región única, independiente, económicamente sustentable y sostenible, sino que en la sangre de los nuevos habitantes circulaba el tesoro más grande que puede poseer un ser humano, como es el de la libertad.

El 10 de Febrero de 1781 es una fecha significativa no solo para los orureños sino para el resto del continente, porque fue el instante que el "reloj" marcó la época de la emancipación.

Por otro lado, el grito libertario de Oruro, fue muy distinto al resto de las otras ciudades que vendrían más adelante, porque no se pensó en el dinero o en asaltar las arcas reales como pasó en Chuquisaca o La Paz, tuvo un sentido más ideológico y profundo, porque se habló de libertad, se habló por primera vez de la constitución de una Patria.

Eh ahí el valor del sacrificio de esos hombres, como Jacinto Rodríguez, Sebastián Pagador, Nicolás Caro, Juan Alberto Mejía, Manuel Herrera, Juan Montesinos, Clemente Menacho, Antonio Quiroz entre otros.

Asimismo, se debe resaltar otro hecho que también marca la diferencia del resto de los gritos libertarios en territorio nacional, no hubo participación de indígenas. Fue netamente de orureños que alzaron las armas en contra del yugo español.

Los indígenas llegaron horas después de la revolución, pero llegaron para tener una participación nefasta, de asalto, y en ese propósito tomaron con violencia las arcas reales, dinero que se guardaba para continuar con la revolución y que debía ser entregado a Túpac Amaru.

Llegaron a la ciudad de Oruro con un espíritu sanguinario, prueba de ello, es la cruel muerte que tuvo el sargento Sebastián Pagador, quien prácticamente fue desollado vivo en lo que hoy es conocida la calle La Plata, por defender las cajas reales.

Y finalmente, fueron ellos quienes traicionaron los conceptos revolucionarios y entregaron a los héroes de esa jornada ante los españoles, para su castigo casi perpetuo en la cárcel de Oruro, instalada en Buenos Aires. Además permitieron que nuevamente sean los chapetones, quienes tomen el control de la Villa.

HISTORIA

Aquel análisis desglosado lo encontramos en el libro "Panorama del acontecer heroico de Oruro" de Alfonso Gamarra Durana, quien precisamente menciona con exactitud:

"La tendencia libertaria surgió en Oruro espontáneamente, porque no se necesita estudiar tratados ni a enciclopedistas para percibir que la libertad no existe en un determinado territorio o que se vive aplastado por la opresión (…) La de 1781 fue una rebeldía propia, cuya causa y doctrina se puede pesquisar en la filosofía que aunó a los insurgentes de febrero a la sola voz de un clarividente (…).

Fue la reacción en busca de nuevos mundos de la integridad de un pueblo. Popular y general de hondo contenido autóctono (…) Este alzamiento fue de criollos que inicialmente se preparaban a defenderse de los indios; que luego, ante la invasión, se los aceptó como aliados: y que, después, ante el vandalismo desatado, se los tuvo que combatir para reducirlos a sus poblaciones naturales", menciona en su libro.

Hay que tomar en cuenta otro detalle, como es la susceptibilidad, porque en la Villa de Oruro corrió el rumor de una invasión indígena que clamaba venganza por la muerte de Tomás Katari, ocurrida en enero de 1781, quien murió arrojado del cerro Chataquila por los españoles. Su muerte fue por intentar recuperar un puesto en la administración española.

De esa acción corrió aquel rumor y los chapetones, resguardaban siempre el Sur debido a esa posible invasión. Aquel panorama fue muy bien aprovechado por los criollos orureños, quienes tras la llegada del español Endeiza de su viaje, arremetieron con todo para decir que Oruro era el centro de la emancipación.

Como corría el rumor de la invasión indígena, Jacinto Rodríguez y sus allegados organizaron la revuelta para dar la señal de lo que se estaba preparando, un alzamiento contra la corona y que a la postre tendría repercusiones trascendentales, que culminarían en el siglo posterior, un 6 de Agosto de 1825, con la fundación de la República de Bolivia.

Según Fernando Cajías en su libro "Oruro 1781: Sublevación de Indios y Rebelión Criolla" menciona, que la versión principal de los criollos se manifiesta en la carta que envió el Cabildo de Oruro a la Audiencia de Charcas el 2 de marzo de ese año (1781) según ellos indicaron:

"Corrió repentinamente un susurro entre la gente plebeya y acuartelada de que se les había prevenido por los europeos la traición de matarlos en las oficinas donde dormían cerrados, y ningún europeo con ellos, para cuyo efecto se les había exigido las pocas armas pertenecientes al público y se había duplicado las de los negros".

LA PROCLAMA

Uno de los hechos más importantes durante la revolución del 10 de Febrero de 1781, fue sin duda alguna la proclama realizada por Sebastián Pagador, otro criollo orureño que aportó con su inspiración a tener como legado ese mensaje eterno, reproducido en el libro "Oruro en su historia" de Ángel Torres Sejas.

"Amigos, paisanos y compañeros: estad ciertos que se intenta la más aleve traición contra nosotros por los chapetones, esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija, en ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la Patria, sino en ésta. No estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas, gustosos en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humanidad y rendimiento, que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor y acabemos de una vez con esta maldita raza".

Fueron esas las palabras de valor pronunciadas el 9 de febrero, horas antes de acechar la casa de Endeiza y matar a los españoles que se encontraban en ella, era la voz de aliento que esperaban los orureños para asumir un espíritu de independencia. El otro mérito es que por primera vez se habló de la constitución de una Patria.

"En ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la Patria".

La arremetida contra los españoles fue épica, si bien ellos tenían armas de fuego, los criollos utilizaron piedras, macanas y también ají, le prendieron fuego y botaron a la casa de Endeiza, situación que los obligó a salir casi de inmediato, momento en el que se armó toda una carnicería.

Murieron los españoles, otros se ocultaron en algunas iglesias, pero a medida que eran encontrados, pagaron con sus vidas la deshonra que tuvieron al invadir este territorio.

Donde hoy está actualmente el monumento de Manuel de Castro Castillo y Padilla, fundador de la ciudad de Oruro, ahí estaba la casa de Endeiza, el escenario fue teñido de sangre realista, los cuerpos eran amontonados como sacos de basura.

Al día siguiente llegaron a la villa los indígenas, como dijimos letras arriba, con una actitud iracunda, no se unieron a los criollos, destrozaron todo lo planificado, y lo que es peor, traicionaron el sentimiento de emancipación.

Los chapetones les convencieron para restaurar el ambiente de dominación y fueron comprados para entregar a quienes fueron partícipes de la revolución y así sucedió.

Los más fueron llevados hasta Buenos Aires y encarcelados en lo que se denominó "La cárcel de Oruro", allí muchos pagaron con sus vidas, en el encierro y el olvido, aquella hazaña épica que estará en los anales de la historia, de haber sellado con su nombre el Primer Grito de América.

jueves, 9 de febrero de 2017

Benemérito del Chaco festejó a lo grande 102 años


Sus hijos alistaron bien elegante con el uniforme militar a don Avelino Alcócer Vava, el último benemérito de la patria de esta zona chiquitana para que celebre por adelantado, su cumpleaños número 102.


El longevo exsoldado de la patria fue agasajado en su casa ubicada en barrio Pueblo Nuevo en San Ignacio por la banda de música del Regimiento Warnes que le tocó Cumpleaños feliz y Boquerón abandonado, que hicieron lagrimear al veterano excombatiente que estuvo en la contienda bélica de Bolivia con Paraguay (1932-1935).


El tema musical alusivo a la Guerra del Chaco llamó la atención de los vecinos del barrio y amigos que se sumaron a los que llegaron para felicitar al cumpleañero.
Asimismo, fue congratulado por el alcalde Moisés Salces y concejales demócratas que participaron del festejo de este ícono del patriotismo nacional.


El excombatiente tiene dos hijos vivos, Avelino y Guísela, de 80 y 56 años, 30 nietos y muchos tataranietos. Es descendiente de padre cochabambino y madre chiquitana.
A la edad de 17 años se enroló en las filas del Ejército y acudió a la guerra por la defensa del Chaco boreal.


Su hija Guísela cuenta que don Avelino come y duerme bien y que, aunque está perdiendo la visión y audición, se siente muy tranquilo.
El aniversario fue el lunes, pero lo adelantaron y celebraron el sábado por decisión de los familiares. Avelino Alcócer cada fin de mes acude con su hija al Banco Unión para cobrar su renta y lo hace en taxi


Video Mensaje de Goni 9 de Febrero 2003 y las repercusiones


miércoles, 8 de febrero de 2017

El cacicazgo de Kutipa en el norte paceño



Cacique o Curaca era el jefe político, administrativo y espiritual de un territorio y representante del Sapa Inca en épocas prehispánicas. El incario utilizó al Curazasgo como mecanismo de pacto: el inca nombraba curacas a los líderes de los pueblos conquistados y aliados a su gobierno. Así se constituyó la nobleza inca (Los Orejones) grupo social privilegiado, compuesto principalmente por los descendientes del Inca (Hijos del Sol), organizados en panacas tanto en Cusco como en otras regiones, también incluía a curacas de naciones aliadas o conquistadas, como los señoríos aymaras de Lupacas, Huarcas, Pacajes, Omasuyos, Carangas.

“Fueron los curacas los que bajo la administración colonial se vieron obligados a adoptar el título de ‘caciques’ como en el Caribe, conservando con ello parcialmente sus facultades de gobierno y administración, así como su legitimidad, pero sujetos al sistema de explotación colonial. Sin embargo, el cacique conserva aún los rasgos nativos de autoridad, como es el ser Awki (padre) de ayllu. Esta es la base de su legitimidad” (Carlos Mamani, Igidio Naveda: Reconstitución del ayllu. 2016).

Esta forma de organización fue asimilada por la corona española y el cacique constituyó un puente entre las culturas ibérica y amerindia. Sinclair Thomson en su libro Cuando solo reinasen los indios menciona: “La posición que ocupaba el cacique o curaca dentro del sistema colonial era de los más delicados e ingratos”.

Durante toda la Colonia varios caciques descendientes del periodo prehispánico hicieron sus trámites para lograr su reconocimiento: entre otros, los Huayna Cápac, Cusi, Cusicanqui, Calahumana, Quirquincha y Kutipa en el Alto Perú.

El caso más emblemático y con consecuencias trágicas fue en 1776, cuando el cacique de Surimana, José Gabriel Condorcanqui Noguera, con el argumento de ser el pariente más cercano de Beatriz Coya, inició un proceso legal para reclamar el título de marqués de Santiago de Oropeza e Inca. Su pedido fue rechazado.

Hay quienes ven en esto el inicio de su rechazo a España y su rebelión como Túpac Amaru, en 1780. Él, su familia y allegados pagaron las consecuencias de su rebeldía y fueron cruelmente ejecutados.

Hubo consecuencias desastrosas para lo que quedaba del sistema social inca. Hasta entonces, los descendientes de la nobleza indígena recibían una serie de prerrogativas de la corona española. Tras la rebelión de Túpac Amaru fueron castigados. De nada sirvió que apoyaran a la corona. La corona española arremetió y decidió que la posición de cacique dejaba de ser hereditaria. Así, se redujo considerablemente las principales fuentes de ingreso económico de las familias.

También se reprimió varias de sus manifestaciones culturales, como el uso de trajes tradicionales en las procesiones, entre otras.

El golpe de gracia para dicha nobleza llegó, irónicamente, con la Independencia. En 1825, Simón Bolívar anuló el cargo de cacique y dictó nuevas leyes de propiedad, lo que derivó en la pérdida del estatus social, económico y político para lo que quedaba de las élites indígenas y en el siglo XIX empezaron a ser olvidadas. Hoy, lejos de las atrocidades del pasado, generaciones jóvenes se interesan en sus nobles orígenes.

KUTIPA. Italaque, población del municipio de Mocomoco (provincia Camacho del departamento de La Paz), no quedó exenta de cacicazgos. Para el siglo XVI, como refieren los registros de la parroquia de Italaque, la región contaba “con tres caciques, uno por parcialidad. Estos caciques eran de la familia Quenallata en la parcialidad de Huarcas, Ninacanchis en la parcialidad de Canchis y Kutipa en la parcialidad de Pacaures”.

De las voces aymaras Kuti que significa regreso o acción de regresar y Pa, él: “El que regresa”. Los aymaras también atribuyen Kutipa a “El venturoso o afortunado”.

Según registros del Archivo General de Indias en Sevilla España (AGI, 532), los Kutipa son originales del Cusco y tienen relación con la familia del Inca Pacha Kutiy Yupanki, en tiempos prehispánicos.

El francés Thierry Saignes en su libro Desde el corazón de los Andes, cita: “Los Caciques-Gobernadores de las demás cabeceras, los Chambilla, los Catacora, y los Kutipa perfilan un gran ascenso en 1567, y siguen alternando en los cargos de ‘Capitanes Generales’ en Potosí y mostrando una nítida prosperidad económica gracias a los ingresos mercantiles, varios compran haciendas en los valles orientales de Larecaja o se hacen reconocer la propiedad de tierras”.

En ese contexto, en el siglo XVI se crea la nueva Reducción colonial de Italaque, como cita el registro del Archivo General de Indias en Sevilla, España (AGI, 532): “En 1596, Charazani forma una parroquia, Mocomoco otra, Carijana y Camata se reúnen en la misma; Umanatta debe unirse a los indios Canchis de Usadca para formar la nueva reducción y la parroquia de Italaque”. Y son los cacicazgos Ninacanchi, Quenallata y Kutipa la base social y administrativa de este nuevo territorio.Como testigos de esta administración cacical queda su legado en la iglesia de Italaque: su sello personal en la parte inferior en el arco labrado en piedra caliza de la puerta principal de la iglesia, que el cura Cejudo denominó “Mascarones Quenallata”.Y tal fue la eficacia de la organización cacical que para el empedrado de la plaza principal de Italaque logró distribuir espacios entre los 49 ayllus o comunidades que para el siglo XVI constituían la reducción de Italaque, dividida en tres parcialidades: Huarcas, Canchis y Pacaures. La tradición oral y libros de actas de Italaque describen el cuidado y limpieza de la plaza de Italaque: “A cada ayllu o comunidad de Italaque se le designaba un cuadrado del empedrado de la plaza para su cuidado, protección y mantenimiento, siendo el cumplimiento del mismo un deber ser categórico para su comunidad”.La mitad del siglo XVIII estuvo marcada por una fuerte intromisión y usurpación por parte de españoles y criollos en la sucesión de cacicazgos en varias regiones. En 1780 estalló una cadena de revueltas en las ciudades del altiplano, los valles y la costa, como expresión del descontento indígena, mestizo y criollo frente a las reformas Borbónicas. El cacique de Surimana, José Gabriel Condorcanqui (Tupak Amaru), líder de la rebelión del Perú, convocó en Tungasuca a fines de 1779 a caciques de varias regiones. Habrían asistido Sebastián Kutipa y José Vera Ninacanchis por Italaque y Diego Quispe por Mocomoco. En marzo de 1780, Diego Quispe, junto a Basilio Antonio, indígena oriundo de Italaque y una tropa de seguidores de Tupak Amaru quemaron y saquearon la iglesia y varias viviendas de españoles de Italaque. Este relato se encuentra en los archivos de la Parroquia de Italaque y de la Catedral de La Paz, y fue recogido por Homero Elías en su libro Cuentos e historias de un pueblo llamado Italaque. Con la independencia de 1825 la figura del cacique fue desvalorada y denigrada por ser un título solo de indios, razón para que muchos descendientes del cacicazgo Kutipa se cambiaran el apellido indígena por uno español. Conocido es el caso que alguno se cambió de Kutipa a Ortiz, renunciando con esto a su linaje indígena e incaico.En el Archivo Nacional de Sucre se encuentran registradas las haciendas establecidas luego de la Independencia de Bolivia en 1825; se evidencia que el cacicazgo Kutipa aun contaba con tierras en la Parcialidad de Pacaures, específicamente en la comunidad de Cacachi, mismas que estaban al resguardo de Dominga Kutipa descendiente del cacicazgo Kutipa.

martes, 7 de febrero de 2017

3 de febrero de 1795 Nace en Cumaná, Venezuela, el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre

El prócer de la independencia de América, Antonio José de Sucre, nace el 3 de febrero de 1795 en Cumaná, Venezuela. Educado por su tío José Manuel, a los quince años se alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participó en la campaña del patriota venezolano Francisco de Miranda (1812) contra los realistas, durante la cual ascendió a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador, se refugió en la isla de Trinidad, donde entabló contacto con Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente. Su arrojo y sus dotes para la guerra determinaron su ascenso a teniente coronel, y como tal tomó parte en la ofensiva sobre Caracas.

En la segunda mitad de 1815 participó activamente en la defensa de Cartagena de Indias, en la actual Colombia, desde donde pasó a combatir en la Guayana y el bajo Orinoco. Con el grado de general de brigada, marchó en 1818 a Angostura, donde Simón Bolívar había instalado su cuartel general y organizaba la República. Allí se convirtió en uno de sus mejores lugartenientes y se ganó la amistad y el respeto del Libertador, quien destacó siempre sus dotes militares y su elevado sentido de la moralidad. Marchó al frente de un ejército en apoyo de la sublevación de Guayaquil, Ecuador, puerto al cual también arribaron tropas del general argentino José de San Martín. Comenzó entonces la campaña de liberación de Ecuador, que tuvo su culminación en Pichincha, batalla librada en 1822.

Con esta victoria obtenida por Sucre se consolidó la independencia de la Gran Colombia, se consumó la de Ecuador y quedó el camino expedito para la liberación de Perú. Sucre entró en Lima en 1823, precediendo a Bolívar, quien tomó todos los poderes en el país. Participó con él en la batalla de Junín y, el 9 de diciembre de 1824, venció al virrey La Serna en Ayacucho, acción que significó el fin del dominio español en el continente sudamericano.

El Parlamento peruano lo nombró Gran Mariscal y General en jefe de los ejércitos. Al frente de éstos marchó al Alto Perú, donde proclamó la República de Bolivia en homenaje al Libertador, a quien encargó la redacción de su Constitución. La Asamblea local lo nombró presidente vitalicio, pero dimitió en 1828 a raíz de los motines y la presión de los peruanos opuestos a la independencia boliviana. Murió en Berruecos, el 4 de junio de 1830.

domingo, 5 de febrero de 2017

Presidente insiste en cambiar himnos a Oruro y Santa Cruz

A pocos días del aniversario de la revolución, el 10 de febrero de Oruro, el presidente Evo Morales, durante un acto de entrega de una infraestructura en el municipio de Antequera de ese departamento, sugirió a los orureños cambiar parte de la letra de su himno departamental porque hace referencia a Cristóbal Colón.

El texto del himno dice “Colón otro mundo nos da”, lo cual para el Primer Mandatario es “totalmente equivocado”, informó Erbol.

“Ojalá hermanos del pueblo orureño podamos corregir esa estrofa del himno a Oruro”, instó el Primer Mandatario.

Días atrás, el presidente Morales también se refirió a la letra del himno de Santa Cruz y criticó que la canción haga referencia a “España la grandiosa”, cuando Bolivia fue invadida y saqueada por ese país.

“Es tiempo de cambios profundos, hay que cambiar nuestra historia hay que cambiar nuestros himnos”, agregó.