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miércoles, 28 de diciembre de 2016

El cuartel del primer ‘Presidente’ indígena



En medio de aquel valle rodeado por cerros, algunas columnas de piedra se resisten a desaparecer ante el paso del tiempo, que se ha encargado de llenar de matorrales el cuartel general de Juan Lero, personaje que el 12 de abril de 1899 se autoproclamó primer presidente indígena en Bolivia. De ese suceso se ha escrito poco, aunque sigue vigente en el recuerdo de la gente del cantón Peñas, en el municipio orureño de Antequera.

A finales del siglo XIX, el país atravesaba por una disputa entre conservadores y liberales, los primeros con el desgaste después de haber gobernado el país durante 20 años, mientras que los segundos estaban en constante ascenso popular. Los conservadores se hicieron fuertes en Potosí y Sucre, en tanto que los liberales tenían adhesión en Cochabamba, Oruro y La Paz, que se convirtió en la región hegemónica por su economía, lo que hizo plantear el cambio de la sede del gobierno.

El presidente conservador Severo Fernández Alonso, en su intento por solucionar las disputas por la capitalidad, promulgó, el 19 de noviembre del mismo año, la Ley de Radicatoria, que ordenaba establecer el Poder Ejecutivo, de manera definitiva, en Sucre. La respuesta sucedió el 12 de diciembre, cuando en La Paz se organizó la Junta del Gobierno Federal, liderada por los liberales, quienes, a su vez, se aliaron con Pablo Zárate Willka, líder indígena a quien le prometieron reivindicaciones para los pueblos nativos, luego de que en 1880 fueran despojados de sus tierras a través de la Ley de Exvinculación de 1874.

De esa manera comenzó una guerra civil, que fue denominada Guerra Federal. Fernández decidió movilizarse hacia La Paz, pero en Challapata se enteró de que el enfrentamiento iba a ser difícil porque los rebeldes habían comprado más de 2.000 armas, así que el 14 de diciembre ordenó el reclutamiento de voluntarios en Sucre, quienes durante su marcha al norte saquearon poblaciones indígenas.

El enfrentamiento decisivo ocurrió en el pueblo de Segundo Crucero, de Paria, el 10 de abril, donde las fuerzas de Pando vencieron a las de Fernández luego de cuatro horas de combate, lo que supuso la victoria de los liberales sobre los conservadores. Los originarios no olvidaron los vejámenes del ejército del sur ni los 130 años de opresión de los blancos, así que emprendieron una venganza contra quienes consideraban sus opresores.

Ante las promesas incumplidas por los liberales hacia los indígenas, Juan Lero Ponce, natural de Peñas, estancia Quellivani —según el libro Entre la alianza y la confrontación, de Pilar Mendieta—, organizó cuerpos de infantería y caballería, y constituyó un gobierno indígena, del que se proclamó como su primer presidente. El levantamiento de Peñas, que en apariencia servía a la rebelión liberal, en el fondo tenía ambiciosas tendencias de liberación social, escribe Ramiro Condarco en Zárate, el temible Willka. Su reivindicación fue manchada con asesinatos y saqueos, hasta que las fuerzas de Pando detuvieron a Lero, lo encarcelaron y luego lo asesinaron. De esa historia quedan ahora los restos de su cuartel general, en la comunidad Añahuani, en Cóndor Apacheta de Peñas.

“Admiro cómo Juan Lero manejó tanta gente”, afirma el guía Vicente Pacheco en las afueras de dos habitaciones con paredes de piedra que alguna vez ocupó el líder indígena. Ahora, matorrales y plantaciones invadieron el área donde estaban las caballerizas y el campo de entrenamiento.

Testimonio. Metros abajo hay una fosa con restos óseos humanos. Foto: Alejandra Rocabado

El cuartel se encuentra en un lugar estratégico, cubierto por montes, donde en una cueva Juan solía meditar y organizar sus planes, y también donde sus hombres podían esconderse del enemigo. Metros abajo aún quedan restos óseos de personas que fueron ajusticiadas por las fuerzas indígenas. Vicente dice que a unos kilómetros hay otra fosa con más calaveras, que lo mismo que las ruinas de piedra son los testigos de la vez en que Juan Lero se autoproclamó presidente indígena en una población orureña.

De los trágicos sucesos de 1829 Pedro Blanco Soto

Pedro Blanco Soto, militar y político boliviano, nació en Cochabamba el 19 de octubre de 1795 y falleció en Sucre el 1 de enero de 1829). Se inició desde muy joven en la carrera de las armas, se distinguió en la guerra independentista luchando primero en filas rea-listas mandadas por el general Gerónimo Valdés, y desde 1823 en filas patriotas. En la decisiva batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), cayó herido, siendo asistido por los hombres de La Mar.

Una vez restablecido de su herida, pasó al Alto Perú donde los patriotas ya habían decidido el destino de estas tierras, el de constituirse en una República libre, independiente y soberana con el nombre de Bolívar, en mérito al Gran Libertador que hizo su entrada triunfal en La Paz el 17 de agosto de 1825, por entonces Pedro Blanco ya ostentaba el rango de Gral. del ejército de su patria natal.

Por entonces los enemigos del Libertador Bolívar y de Sucre consideraron llegado el momento de las acciones definitorias para llevar adelante los intentos anexionistas del general peruano Agustín Gamarra. (Era su propósito que el departamento de La Paz formara parte del territorio peruano). Por ello Gamarra y algunos bolivianos que apoyaban las ideas del Gral, desencadenaron una serie de atentados y sublevaciones contra el Mariscal Sucre, obligándolo a renunciar a la presidencia y su salida inmediata del país.

Ante esta crítica situación el Congreso del 3 de agosto de 1828, designa presidente de Bolivia al Gral Andrés de Santa Cruz, que se encuentra en Chile, pero en forma provisoria es elevado a esa situación el vicepresidente José Miguel de Velasco, sin embargo, tres meses después, el mismo Congreso elegió Presidente Constitucional al Gral. Pedro Blanco, quien mostraba cierta subordinación a las ideas del Gral. Gamarra.

El ambiente político se hace más tenso cuan-do el 26 de diciembre Blanco asume la presidencia y ese mismo día dispone la separación de las filas del ejército de todos los jefes y oficiales comprometidos con la política del Mariscal Sucre.

En consecuencia, los coroneles Mariano Armaza, Manuel Vera y José Ballivián se alzan en armas y el 31 de diciembre la soldadesca ataca el palacio de Sucre y toma preso al Gral. Blanco, quien es conducido al Convento de la Recoleta, donde es victimado por la guardia que lo custodiaba, bajo pretexto de que intentaba fugar, era la noche del 1 de enero de 1829. Instantes después, y luego de anunciar: “¡Ya cayó el pájaro!”, Armaza frente al pueblo y las tropas daba cuenta de los hechos.

Al día siguiente (2 de enero) la Asamblea Convencional optó por disolverse y Velasco declaró nulos sus actos (Decreto de 21 de ene-ro). Así quedó restaurado el gobierno provisio-nal elegido por el Congreso de 1828, cargo que había recaído en el Gral. Santa Cruz. Pedro Blanco había gobernado apenas 6 días.

La caída de un imperio

La lucha había sido feroz, los guerreros pelearon sin darse ni pedirse cuartel. Los ejércitos de Huayna Cápac, Sapa Inca que dominaba la gran extensión del Tahuantinsuyo, en la vasta zona peruana (que por el sur había llegado a las orillas verdes del río Maule, en Chile y por el oriente se extendía hasta la cuenca del Amazonas) consideraban un peligro la existencia del reino de Quito, dominado por los Cara, indígenas duros y bravos en la pelea. Y que, si los dejaban ocupar más tierras podían incluso un día llegar a enfrentarse al imperio de los Incas.

Por eso Huayna Cápac había resuelto jugarse la carta decisiva con astucia, poniendo en juego las armas, aunque al mismo tiempo valiéndose de la inteligencia para dominar al enemigo.

La campaña de los ejércitos incas, aunque feroz y sangrienta, no fue larga, pues eran numéricamente muy superiores a los guerreros del Scyri de Quito. La estrategia decidida por el inca fue la de cercar las fortalezas de los caras una a una, y llegar a un acuerdo con cada uno de sus jefes. Así fue desmembrando el reino de Quito, rompiendo su unidad y reduciéndolo a la obediencia. El último baluarte que se rindió fue la propia capital del reino y sede de su rey, el Scyri de Quito.

Durante la ceremonia de la rendición oficial, estaban presentes los dos jefes, el vencedor y el vencido, el Sapa Inca Huayna Cápac, y el Scyri de Quito, y también sus familias en el esplendor de la corte incaica. Deslumbraban los adornos de oro y plata y los colores de las vestiduras. Pero los ojos del joven Huayna Cápac no estaban atraídos por esos esplendores, sino por la fulguración de la mirada de una de las hijas del rey, que brillaba más que las estrellas.

Terminada la ceremonia, el Inca Huayna se asomó a una terraza del palacio, perdida la mirada en el terciopelo negro de la noche. Absorto en la contemplación, no notó que la hija del Scyri de Quito, la joven y bella Paccha, se había acercado a él.

–¿Qué miras?-, le preguntó.

El se volvió hacia ella, contemplándola fija-mente unos instantes, para contestarle:

–Las estrellas.

–¿Y qué tienen de nuevo? ¿No las ves todas las noches?

–No. Para mi tienen un significado que nunca antes había notado. Brillan con la misma dulzura y la misma intensidad con que brillan tus ojos, que no había visto hasta hoy. Si el oro es el sudor del sol, como decimos, y la plata son lágrimas de la luna, tu sangre es el fuego que está encendiendo mi corazón. . .

Y el diálogo siguió hasta el amanecer, cuando se apagaron las estrellas.

Huayna Cápac tenía su esposa mayor que le había dado un hijo, Huáscar. Pero el Inca quedó prendido de aquellos ojos como estrellas llega-dos del altiplano quiteño y la hizo también su esposa joven. Al poco, de este enlace de amor nacía un hijo a quien pusieron el nombre de Atahualpa, quien heredó la belleza de la madre y la inteligencia del padre.

Era natural que la princesa, madre al fin, destacara ante los ojos de su esposo las excelencias del hijo. Y así el joven Atahualpa fue criado junto con sus hermanos, entre ellos el propio Huáscar quien por las leyes incaicas habría de heredar el trono del padre, ya que se le consideraba de origen divino.

Pero Atahualpa era, como su madre, irresistible. Y conquistó a fondo el corazón de su padre quien, a su muerte, no dejó la totalidad del imperio inca a quien parecía por el destino indicado para sucederle, sino que dividió en dos el territorio, dejando el antiguo imperio del Tahuantinsuyo al Sapa Inca Huáscar, y el viejo reino de los Cara al otro hijo, al hijo de la princesa de Quito, Atahualpa.

No tardó en llegar el día en que la ambición del astuto rey de Cara, Atahualpa, y la convicción de su hermano Sapa, Inca Huáscar, de que todo el reino debía pertenecerle por derecho divino y se encendió la chispa de la discordia.

En el primer encuentro, el Sapa Inca Huáscar llevó la ventaja e hizo prisionero a su hermanastro. Pero las cadenas de la prisión no fueron tan duras para que no pudiera escapar ayudado por su madre, la princesa de Quito.

Magnífico organizador, logró reunir el ejército del antiguo reino de Quito, que se puso bajo las órdenes de dos brillantes generales. Y comenzó la lucha decisiva entre los dos hijos del Sapa Inca Huayna Cápac.

Aunque numéricamente inferior, el ejército de Atahualpa tenía mayor movilidad que el de Huáscar, y poco a poco fue penetrando el terri-torio de Tahuantinsuyo hacia el sur. Y las fuer-zas del Inca, atacadas hoy por un lado y al día siguiente por el opuesto, no pudieron resistir el empuje de Atahualpa. El Inca ante el avance del ahora enemigo, abandonó la capital de Cusco y al poco tiempo fue capturado por su hermano, quien se proclamó a sí mismo, el Sapa Inca del Perú, mientras el verdadero Inca, el destinado por ley divina a regir el imperio, estaba reduci-do a la prisión en una habitación de gruesos muros de piedra, de la que era imposible de escapar.

Al poco tiempo llegó a Atahualpa la noticia inquietante: unas gentes extrañas habían de-sembarcado en la costa; venían en grandes navíos con alas blancas como las aves; los extraños tenían el rostro muy blanco, poblado de negra barba; muchos de ellos vestían pecheras de metal que las flechas no podían traspasar; otros montaban en lomos de ani-males gigantes, que escupían fuego, y cuando corrían traspasaban los escudos y defensas de los incas con unas lanzas muy afiladas y brillantes; otros llevaban unos tubos cortos que lanzaban rayos de fuego y mataban a distan-cia. . . ¿Eran aquellos seres tan extraños los enviados por el dios Viracocha para rescatar el imperio de los Incas de manos del usurpador?

Los conquistadores españoles acababan de poner pie en las tierras peruanas. Se avecina-ba así el fin del dominio incaico, dividido por las luchas entre hermanos, división que los espa-ñoles supieron aprovechar, para vencer a los que no respetaron las leyes divinas del Imperio.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La mujer en la revolución en el Río de la Plata



La doctora en Historia Ana Frega, parte del equipo de investigadores sobre la “Crisis revolucionaria y procesos de construcción estatal en el Río de la Plata”, dice que las mujeres tuvieron una participación viva en la revolución independentista, pero se invisibilizaron en la construcción del relato público porque, para sus contemporáneos, formaban parte de lo cotidiano.

Frega, de nacionalidad uruguaya, es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad la República del Uruguay, estuvo en Sucre participando de un intercambio académico de la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo, que promueve que los estudiantes y docentes que forman parte de esa asociación puedan conocer otras realidades universitarias y sociales.

El intercambio

Frega dice a ECOS que esa actividad es fundamental porque el conocimiento ya no puede limitarse solo a los estados-nación, sino tiene que enriquecerse con redes que vinculen a investigadores de distintos lugares. Además, considera importante para los estudiantes conocer comunidades académicas diferentes. “Sería bueno que el intercambio sea una asignatura más para la formación de los estudiantes”, opina.

Remarca que se debería fortalecer el intercambio académico entre todas las universidades públicas que forman parte del Grupo Montevideo (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia).

“En mi caso, yo trabajo desde hace mucho tiempo en el periodo de la emancipación y trabajar en el Río de la Plata, sin poder acceder a la historiografía sobre la emancipación en Bolivia, era una carencia seria. Pero en los pocos días que estuve en Sucre pude conversar con los colegas, ver qué bibliografía se publicó y también conocer el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), que es una de las casas que tenemos los investigadores”, comenta.

Frega participó en el II Congreso Internacional de Historia “Gunnar Mendoza Loza”, y en los actos de conmemoración por el décimo aniversario de la Carrera de Historia de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.

Se lleva una impresión positiva de la Carrera de Historia porque vio que es joven, tiene una gran perspectiva y muchos proyectos que buscan afirmar la meta de la investigación, una de las fortalezas para la formación.

La investigación

Frega es profesora de Historia y una apasionada de la investigación, a la que comenzó a dedicarse en el Centro Latinoamericano de Economía Humana, en plena época de la dictadura civil militar, cuando la universidad pública estaba intervenida y sin embargo, “los centros privados de investigación sobrevivían y eran como un aire fresco para formarse en esa área”.

Recuerda que cuando se restableció la democracia no solo se concentró en la docencia sino también en la investigación. Así terminó una licenciatura en Ciencias de la Educación e hizo un posgrado en Uruguay, en temas de Historia Económica y Social en América Latina. Después, hizo su doctorado en Buenos Aires.

En ese tránsito cambió su tema de investigación sobre el siglo XX, retrocediendo al final del siglo XVIII y el inicio del XIX. Suma dos décadas de especialización en ese periodo, en la crisis revolucionaria y los procesos de edificación de nuevas repúblicas.

Su investigación

Para su investigación, Frega no solo se concentró en el Uruguay: amplió su horizonte a la región del Río de la Plata. “Desde mi perspectiva, es necesario recuperar el carácter contingente y abierto de este periodo”, comenta.

Además, el hecho de tener dos directores de tesis, uno en Argentina y el otro en Uruguay, le permitió abrir la mirada a un periodo en el que su país era una zona de frontera entre Brasil y Argentina. Ahí comenzó a trabajar con temas de historia política como el federalismo, el confederacionismo, el centralismo y de qué manera se fueron organizando los sujetos soberanos que surgieron a partir de la revolución.

Frega dice que primero se centró en la década de 1810, en la figura y la expansión de las ideas de José Artigas en el litoral platense, en las provincias argentinas de Entre Ríos, Córdoba, Misiones y Santa Fe. Luego fue viendo los aspectos políticos y sociales, analizando cómo se sintió la revolución en los pequeños poblados y distintos grupos sociales; vio que la gente tenía que seguir con su vida cotidiana, procurando el alimento o casándose aunque se estuviera en guerra, porque era cotidiano.

“Después me di cuenta de que el corte de 1820 no fue bueno cuando José Artigas es derrotado y exiliado al Paraguay hasta su muerte (30 años). Ese corte no fue bueno porque el proceso continuó; entonces, junto con el grupo de investigadores del departamento de historia del Uruguay, incursionamos en la década de 1820 aplicando los mismos esquemas metodológicos que utilizamos en la década de 1810.

Ahora hay varias tesis de doctorado que están tratando de ver con una visión más general, para poder llegar a conclusiones más ricas de las que se tenía antes. Esa es una de las líneas de investigación”, agrega.

Frega explica a ECOS que otra línea de investigación que desarrolló tiene relación con lo conceptual o la historia social de los conceptos. Examinó que en el periodo de cambios también empezó a variar el significado de las palabras; por ejemplo, “emancipación” existía en el Derecho Privado, cuando el padre otorgaba la mayoría de edad al hijo, o cuando el amo le daba la libertad al esclavo; pero en ese vocablo siempre había un poder que habilitaba al otro.

“Pero cuando estudiamos el movimiento de la emancipación, vimos que no es el rey el que tiene el poder de emancipar sino que se emancipa; entonces, lo que cambia es el sujeto que lo va a utilizar. Ese tipo de aspectos son interesantes porque nos encontramos con muchas palabras que hoy tienen significados diferentes”, sostiene.

La tercera línea de investigación tiene que ver con la construcción social del espacio, que considera el tema de las fronteras y de los límites, no solo internacionales sino también del interior; para saber cómo se organizan, si son departamentos o provincias porque cada una de esas formas habla de una competencia por el poder y el control de los recursos del territorio.

La mujer en la revolución

Las mujeres siempre (antes, durante y después) estuvieron presentes en la revolución en el Río de la Plata, en los dos bandos enfrentados: criollos y peninsulares.

Algunos escritos las mencionan cumpliendo determinados roles, como canal de comunicación, de espionaje o de inteligencia, llevando y trayendo noticias; algunas reclutaron gente y acompañaron a los ejércitos, atendiendo en el área de salud, alimentación o servicio sexual.

“No hay tanta referencia sobre si las mujeres participaron en la batalla luchando, pero es seguro que algunas lo hicieron”, asegura Frega. Según la historiadora uruguaya, es un detalle que quedó en las memorias de un militar que escribía sobre la revolución en la Banda Oriental del Uruguay, una fuente muy usada desde hace 60 años.

Sin embargo, nadie reparó cuando ese militar escribió: “María, la correntina, les decía que no fueran cobardes y que tenían que seguir peleando…”. Al respecto, Frega pregunta: “¿Quién era María, la correntina? Uno tiene que formularse esa pregunta para que las mujeres aparezcan”.

“A ese militar no le llamó la atención que haya habido una mujer en el campo de batalla, pero desde el momento en que se formulan las preguntas, las fuentes recién empiezan a mostrar su presencia. Lo que pasa es que las mujeres siempre se destacaron, pero no fueron recogidas por la historia”, señala.

También se menciona a las mujeres y su rol en el área rural y en la población capital de Montevideo. A las mujeres de los comerciantes y estancieros españoles leales a la Corona que fueron derrotados y huyeron a otras latitudes quedándose ellas solas, a cargo de sus casas y familias, en una situación de mucha inestabilidad porque no se sabía qué iba a pasar al día siguiente.

Invisibilizadas

Frega dice que las mujeres tuvieron una participación viva pero se invisibilizaron en la construcción del relato público, porque para sus contemporáneos formaban parte de lo cotidiano. Después, cuando la Historia elabora el relato sobre la nación, los militares y miembros de la élite tienen el rol principal.

“A veces la historiografía se vale de indicios, porque no siempre se puede tener toda la documentación. Pero los indicios permiten seguir buscando y abrir un espacio de indagatoria que se irá llenando a lo largo de mucho tiempo, así se permite asegurar una presencia que de otra manera no se conocería…”, sentencia la investigadora uruguaya. •

sábado, 3 de diciembre de 2016

Hoy es el Día Internacional de la Persona con Discapacidad

A nivel mundial, hoy se recuerda el Día Internacional de la Persona con Discapacidad, y actualmente la población suma más de siete mil millones de personas, de los cuales más de mil millones (el 15%) vive con algún tipo de discapacidad, la mayor parte en los países en vías de desarrollo.

El mensaje oficial señala que este mes se cumplen 10 años de la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Esta Convención, que cuenta con 169 partes y es uno de los instrumentos internacionales de derechos humanos más ampliamente ratificados, ha propiciado importantes avances en el compromiso y la acción en favor de la igualdad, la inclusión y el empoderamiento en todo el mundo, al incorporarse cada vez más la discapacidad en las agendas mundiales en materia de derechos humanos y desarrollo.

Este año, los Estados Miembros de las Naciones Unidas han comenzado a aplicar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, nuestro plan maestro para la paz, la prosperidad, la dignidad y las oportunidades para todos en un planeta saludable, según el comunicado de la ONU.

Con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible interdependientes, la Agenda 2030 se basa en el compromiso de no dejar a nadie atrás. Para lograr este objetivo, son necesarias la plena inclusión y la participación efectiva de las personas con discapacidad en la sociedad y el desarrollo.

Queda mucho por hacer para que las personas con discapacidad puedan alcanzar su pleno potencial como miembros de la sociedad y en pie de igualdad. Debemos eliminar los estereotipos y la discriminación que perpetúan su exclusión y crear un entorno accesible, propicio e inclusivo para todos. Para que la Agenda 2030 tenga éxito, debemos incluir a las personas con discapacidad en su aplicación y seguimiento, y usar la Convención como guía, señala la nota.

En este Día Internacional de las Personas con Discapacidad instó a los gobiernos nacionales y locales, a las empresas y a todos los actores de la sociedad, a que redoblen sus esfuerzos para poner fin a la discriminación y eliminar las barreras, debidas al entorno y a la actitud que impiden que las personas con discapacidad disfruten de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.

Trabajemos juntos en pro de la participación plena y en condiciones de igualdad de las personas con discapacidad en un mundo inclusivo y sostenible que acoja a la humanidad en toda su diversidad, conlcuye.