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sábado, 8 de febrero de 2020

Movimiento preinsurgente, la Revolución del 10 de febrero de 1781 en Oruro



La tradicional historiografía boliviana considera al 10 de febrero como el primer movimiento preinsurgente previo a las llamadas revoluciones tanto en Chuquisaca como en La Paz de 1809. A pesar de que la idea central aún no era la independencia, se destaca una actitud autonomista de los orureños, que por los últimos estudios realizados podrían tener origen en 1739 con un proyecto multiétnico de lucha contra la tiranía y cambio de la monarquía española por la incásica, cuyos objetivos fundamentales eran romper el yugo de la península y libertar a los naturales y criollos. La villa de Oruro reconoce en 1781 que este proyecto lo recoge Túpac Amaru II, desde Tinta, Cusco, y es la única en apoyarlo.

A fines de 1780 y comienzos de 1781 aparecen pasquines y edictos en la villa, llamando a sacudirse del yugo ibérico y coronar al que es dueño, coincidiendo con las elecciones de cabildo en medio de la disputa por el poder local.

El corregidor Ramón de Urrutia y las Casas, después de las muertes de las autoridades de Paria y Carangas, ve la amenaza de una invasión a la villa y acude a la formación de milicias como tropas de defensa. Al elegir a quienes lideren las mejores compañías da preferencias a los europeos, provocando el descontento entre los pobladores criollos, empeorando la situación al ser desarmados.

El 9 de febrero, ante un rumor de traición, masivamente los milicianos dejan los cuarteles, destacándose la iniciativa y las palabras del sargento Sebastián Pagador, con la arenga: “Amigos, paisanos y compañeros; estad ciertos de que se intenta la más alevosa traición contra nosotros por los chapetones; esta noticia acaba de impartírseme por mi hija, en ningún momento podremos dar evidentes pruebas de honor y amor a la Patria, sino en esta. No escatimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémosla en defensa de la Patria convirtiendo toda la humildad y rendimiento con que hasta aquí hemos sufrido la traición de los chapetones en ira y furor para despedazarlos y acabar si es posible con esta maldita raza”. Las palabras alentaron a los agraviados.

El 10 de febrero de 1781, el español Francisco Santelices intentó dispersar la multitud concentrada en el emblemático cerro Conchupata, siendo rechazado y perseguido por la plebe a la Plazuela del Regocijo, donde se sumaron los milicianos criollos y mestizos. Los peninsulares se refugiaron en la casa de José de Endeyza que fue apedreada e incendiada.

El corregidor, impotente ante la situación, escapa a Cochabamba. El día 11, en consulta con la plebe, Jacinto Rodríguez de Herrera es elegido como Justicia Mayor y es quien se encarga por su actividad y celo de sosegar el estado de cosas (actas de Cabildo de 1781). Los indios rebeldes invaden la villa renaciendo las persecuciones y saqueos. Aquello es señalado por las autoridades peninsulares como parte de una supuesta alianza entre los criollos y los indios rebeldes; sin embargo, más adelante se produce la ruptura por las diferencias de ambos grupos en sus objetivos.

Jacinto Rodríguez de Herrera se vio en la necesidad de acudir a su hermano Juan de Dios que se encontraba en Poopó. Entre los días 13 y 14 se produce el ingreso de tropas de indios provenientes de Sora Sora conjuntamente a Diego Flores, Alférez Real.

Al tratar de tomar las Cajas Reales es herido un indio rebelde por Sebastián Pagador, quien es apresado y conducido ante Rodríguez para ser ultimado cuando era conducido a la cárcel. El Justicia Mayor ordena que se reparta 25.000 pesos entre los rebeldes con la idea de que abandonasen la villa, lo que ocurre parcialmente.

El día 15 se decide expulsarlos, iniciándose la confrontación entre la villa y quienes estaban en los alrededores. Esta hostilidad duró hasta abril, los rebeldes estaban encabezados por Santos Mamani, que nunca se rindió a la insurrección. Los líderes fueron condenados a la horca.

Se detienen y ejecutan a los Amaru en el Cusco y a Túpac Katari en el Alto Perú, dándose por controlada la rebelión indígena del siglo XVIII.

En enero de 1784, Sebastián de Sebastián Segurola, a denuncia de Urrutia y por orden del Virrey, detiene a los considerados cabecillas: Juan de Dios y Jacinto Rodríguez de Herrera, Manuel Herrera, Clemente Menacho, María Quiroz, María Josefa Goya, Francisca Orozco, Gabriel Menéndez, entre otros. El proceso duró 20 años. Algunos fueron liberados, otros murieron en la prisión de Buenos Aires como los hermanos Rodríguez de Herrera y María Quiroz, quienes al final del juicio fueron declarados inocentes.

Lo acontecido en la villa de Oruro el 10 de febrero de 1781 —desplazando al corregidor Urrutia, exigiendo el trato y respeto correspondiente a los mestizos y criollos que se encontraban conformando las milicias, y finalmente enfrentarse a los españoles en la Plazuela del Regocijo— queda en la memoria como la fecha histórica más importante para los orureños y para la futura Bolivia, porque se adelantó a otros movimientos anticolonialistas, rechazando la tiranía peninsular.

El poder local de los criollos orureños se diferencia de otras regiones al obtener tempranamente espacios políticos de poder en esa estructura. Después del 10 de febrero de 1781, los documentos coloniales muestran recelo y temor por la rebeldía y actitud de los orureños.

- Javier T. Cárdenas Medina es historiador, past president de la Sociedad de Historia Y Geografía de Oruro.