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martes, 31 de marzo de 2015

Academia Boliviana de Historia

La Academia Boliviana de Historia Militar es un organismo oficial de investigación y difusión histórica y cultural de las FF.AA., del Estado, fue creada mediante D.S. N° 16469 del 17 de mayo de 1979, promulgado durante el Gobierno del Gral. David Padilla Arancibia.

A partir de 1984 ocupa el Palacio Goitia de manera oficial hasta la fecha. Este recinto histórico militar de Bolivia alberga información histórica en su biblioteca, mu-seo, mapoteca y salón de honor donde expone los cuadros de los presidentes bolivianos. Este inmueble patrimonial único en su estilo es indudable, siendo esta la razón fundamental para que instituciones municipales, públicas y privadas reconozcan el valor histórico, arquitectónico y paisajístico de este bien auténtico que pertenece no solo a esta ciudad maravillosa, sino a todo el país.

Todos los acontecimientos cívicos, sociales, culturales y políticos se desarrollaron en la Plaza Pedro Domingo Murillo, lugar donde se encuentra el palacio Goitia. En su salón de honor se despidió con un almuerzo al Batallón de Caballería de ca-detes Pedro de Villamil, conocido como “el batallón tres pasos al frente”, de igual forma el año 2010 se rindió homenaje al último sobreviviente de la batalla de Bo-querón (Guerra del Chaco), con 93 años de edad.

Su visión es constituirse en el centro cultural de las FF.AA., único y con responsabilidad en el establecimiento y manejo de los objetivos, políticas, estrategias y acciones en los campos culturales e histó-ricos. Siendo además asesor y coordina-dor con la Universidad de las FF.AA. en materia de historia, geografía, sociología, filosofía y etnografía en los diferentes nive-les de formación, capacitación y especiali-zación, asimismo en el ente rector en la implementación, manejo y conservación de los museos y bibliotecas en las FF.AA.

Su misión es coordinar y fomentar la in-vestigación historiográfica de las FF.AA., con rigor documental y bases científicas, durante todo el proceso de formación, ca-pacitación y especialización militar, para crear la cultura histórica, cívica y patriótica en el personal militar, a fin de formar ciuda-danos con identificación y conciencia na-cional y alto compromiso con la patria, aptos para defenderla y apoyar activa y disididamente a su desarrollo.

Su objetivo central es el fortalecimiento institucional intelectual, toma como lema las palabras (VERACIDAD Y SABIDURÍA) y como emblema la luz y el libro que resul-tan consubstanciados en el tiempo y el espacio.

Bolivianos ilustres Jaime Mendoza

Esta ilustre personalidad nació en la apacible ciudad de Sucre, Chuquisaca, el 25 de junio de 1874. Hizo sus estudios en la Facultad de Medicina de Sucre hasta titularse en 1901.

Prestó valiosos servicios humanitarios en la campaña del Acre como cirujano militar. Fue profesor de Medicina y Rector de la Universidad San Francisco Xavier de Sucre. También fue hombre de letras y fundó periódicos en algunas ciudades del país.

De su fecunda y abundante labor literaria destacan “Paginas bárbaras”, novela en la que los protagonistas son los hombres que explotan el árbol de la goma. “En las tierras de Potosí” refleja el drama que vive el hombre de las minas; “Figuras del pasado”, biografía sobre el ex presidente Gregorio Pacheco; “Ayacucho y el Alto Perú” páginas históricas escritas en homenaje al centenario de esta memorable batalla; “Pisar fuerte en el Chaco”, réplica con argumentos históricos a las palabras del ex presidente Daniel Salamanca; “Apuntes de la medicina y el paludismo”, un estudio sobre la medicina en Bolivia.

Entre las otras obras de Jaime Mendoza también están: “La tragedia del Chaco y el macizo boliviano, “El ideal pacifista” en el cual describe la tragedia que se desató en el sudeste del país. “Chuquisaca” obra de carácter histórico; El mar del sur”, “El factor geográfico en la nacionalidad boliviana”, “La tesis andinista”, “El salitre” y una monografía “el niño boliviano”.

Cultivó también el género literario y fruto de sus inspiraciones está el libro “Poemas”. “Los malos pensamientos”, “Páginas bárbaras”, “Memorias de un estudiante” y “Figuras del pasado”. Publicó el libro de versos “Voces del antaño” y varios escritos impresos en diferentes periódicos de la época.

También existen otras obras inéditas y póstumas. Por lo descrito se puede calificar a Jaime Mendoza como un escritor prolífico, falleció en su ciudad natal el 26 de enero de 1939, luego de dedicar gran parte de su vida al trabajo intelectual

sábado, 28 de marzo de 2015

Paraguay devolverá un ‘trofeo de guerra’

La municipalidad de Concepción, 500 km al norte de Asunción, anunció ayer que la comuna local devolverá en abril una campana de la iglesia franciscana de Macharetí, en Santa Cruz, traída a Paraguay como ‘trofeo de guerra’ durante la contienda que enfrentó a ambos países entre 1932 y 1935.

El acto oficial de entrega será el 18 de abril en Macharetí, informó el intendente (alcalde) de Concepción, Alejandro Urbieta.
Los soldados paraguayos que llegaron durante la contienda bélica hasta Macharetí trajeron cuatro campanas. “Dos de ellas quedaron en Concepción”, recordó el jefe comunal, quien reveló que inició las conversaciones para la devolución de la última campana.

viernes, 27 de marzo de 2015

Azurduy o Asurdui: Nuevas revelaciones sobre Juana


LA INVESTIGACIÓN

Los documentos consultados por Torres se encuentran en el Archivo y Biblioteca Arquidiocesanos de Sucre (ABAS) y el Archivo de la Sociedad Geográfica y de Historia “Sucre” en la Casa de la Libertad. Los libros pueden encontrarse en el ABNB y la Casa de la Libertad

Una investigación de Norberto Benjamín Torres arroja nuevas luces sobre la procedencia y fecha de nacimiento de Juana Azurduy. Según la partida de bautizo, la heroína podría haber nacido en enero de 1780 y casi con seguridad en La Plata, hoy Sucre.

En el marco del ciclo de conferencias “Sucre en la historia: Construyendo memoria e identidad” ayer, en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), Bernardo Gantier, Máximo Pacheco, William Lofstrom, Manuel Gómez y Norberto Benjamín Torres compartieron estudios sobre heráldica, personajes y familias de la Colonia en La Plata durante el siglo XVI, documentos franciscanos resguardados en el ABNB e investigaciones sobre el linaje de la guerrillera Juana Azurduy.

Las revelaciones de Torres
Cerrando las conferencias, Torres presentó dos libros: “Juana Asurdui de Padilla, perspectivas y documentos. Tomo II” y “Manuel Asencio Padilla, 1774-1816. Una biografía documentada”, investigaciones sobre fuentes primarias que desvelan nuevas elementos sobre ambos personajes de la historia de la Independencia.

Sobre el libro de Padilla, uno de los principales aportes es la reproducción facsimilar de documentos, entre ellos manuscritos sobre servicios eméritos (una especie de hoja de vida) redactados por el propio Padilla de 1809 a 1815, que respaldaron su gradación militar.

A decir del autor, los documentos facsimilares y comentarios al respecto son en la medida de lo posible inéditos por lo que se constituyen en un aporte a la historiografía.

“Lo importante acá son las fuentes primarias sobre su vida, en este libro sólo se afirma lo que está documentado. Es la primera vez que se hace esto, publicar los servicios eméritos que es de donde han salido muchas biografías de Padilla, pero nadie citaba al documento”, destacó.

Revelaciones sobre Juana
En el libro de Juana, Torres revela nuevos elementos sobre la procedencia y fecha de nacimiento de la generala con el respaldo en su partida de bautizo.
“Yo creo que con esto se la identifica por fin entre sus homónimas, porque hay más de cinco Juanas Azurduy, pero el apellido (original) de la heroína es con s e i, es decir Asurdui, así escribían su apellido y con el tiempo se fue transformando con z y. Además esta es la Juana que se casa con Manuel Ascencio Padilla según la partida de matrimonio”, explicó.

Torres además comprobó que la familia Asurdui es de origen vasco, y que su abuelo fue propietario del mayorazgo de la hacienda de Cachimayu. Dijo que en esa época el apellido era muy común y mucha gente, sin ser pariente de la familia de la guerrillera, por el simple hecho de vivir en su hacienda asumía el apellido para favorecerse del estatus. “Tuvo una abuela, primas con ese nombre, incluso una hermana, Juana de Dios Asurdui, que murió muy joven. Todos, incluso indios y yanaconas se ponían Asurdui porque vivían en ese mayorazgo”, señaló.

Así, en la partida fechada en 26 de marzo de 1780, se establece que Juana Asurdui fue bautizada en San Pedro de Montalván (hoy Tarabuco), como hija de Isidro Asurdui y Juliana Llanos.

En el mismo documento se indica que Juana fue bautizada con dos meses de vida, por lo que habría nacido en enero.

“Según lo que dice el acta de matrimonio, pudo haber nacido acá, en Sucre, porque se señala que es natural de La Plata. Entonces se podría afirmar que nació acá y la llevaron a bautizar allá (a Tarabuco)”, apuntó Torres.

Sobre la fecha más difundida de su nacimiento, el 12 de julio de 1780, Torres aclaró que se trataría de una de las homónimas de la guerrillera, Juana Azurduy hija de Matías Azurduy y Eulalia Bermúdez. “Ni siquiera son parientes de los Asurdui, son otros”, apuntó.

Descartó además las versiones que señalan que nació en Toroca (municipio de Ravelo-Potosí) puesto que su familia nunca fue propietaria de esa hacienda, mientras que los Padilla-Gallardo, la familia de su esposo sí, pues tenían muchas tierras en esa región.

martes, 24 de marzo de 2015

El Día Histórico: 24 de Marzo de 1899 Pando propone a Alonso la celebración de la paz

Al recibir la noticia de la hecatombe de Mohoza, el coronel Pando, Jefe de las fuerzas federales, dirigió al presidente Fernández Alonso, una carta, proponiéndole la entrega de ambos ejércitos a don Belisario Boeto, para que este restablezca la paz y convoque a una Convención Nacional

PANDO RECIBE LA NOTICIA DE LA HECATOMBE DE MOHOZA

A principios de marzo de 1899, hallábase en Sicasica el coronel. José Manuel Pando, a la cabeza del ejército federal en campaña contra el presidente constitucional doctor Severo Fernández Alonso, cuando recibió la noticia de las matanzas de Mohoza.

Penosa impresión causó en su ánimo esta noticia. En el acto comprendió el bravo coronel que si no se daba pronto término a la guerra civil que destrozaba el país, los campesinos se levantarían y proclamarían la guerra de castas, cuyas fatales consecuencias no era difícil prever. Ante esta situación, resolvió proponer al presidente Fernández Alonso la celebra-ción de la paz.

Al efecto el mismo día se adelantó hasta Caracollo, y de aquí despachó a Oruro al doctor Juan O. Monasterios, con una comunicación para Alonso.

LA CARTA DE PANDO A FERNÁNDEZ ALONSO

Esa comunicación decía:

Caracollo, 24 de marzo de 1899.— Señor doctor Severo Fernández Alonso.— Oruro.— Señor:

“Le dirijo la presente con objeto de poner término honroso a la guerra civil que des-troza al país.

Al hacerlo obro por mí solo, con independencia de la Junta de Gobierno Federal, pero, sí, con el propósito de consultarla y obtener su asentimiento.

También creo que usted de idéntica manera, obrará por sí mismo inspirado en el común deseo de evitar mayores daños al país.

Para este objeto he avanzado hasta este punto, con la esperanza de que su res-puesta será pronta y definitiva.

No tengo el propósito dé atacar, por el momento Oruro, y me mantengo de guarnición en Sicasica para cubrir la ciudad de La Paz. Tampoco creo que usted pueda hacer campaña feliz sobre el norte, dados los armamentos que tiene adquiridos, para el caso de una defensa extrema.

Para nadie son desconocidos los males que está produciendo la actual guerra intestina; a ellos puede agregarse, como resultado inevitable los de la guerra de razas, que ya sobreviene por impulso propio de la raza indígena.

El esfuerzo que hiciéramos para poner término a esa guerra civil, y el acto de prevenir, contener y esterilizar la que está siendo iniciada por los campesinos del altiplano, sería para todos tan honroso, si, como lo espero, es aceptado por usted.

El Partido Federal de La Paz, pide la reu-nión de una constituyente de libre elección para que se resuelva sobre la iniciativa que tiene presentada a la Nación. El Partido Liberal de Bolivia sólo aspira a la libertad y pureza del sufragio. De la armonía de las aspiraciones ha resultado esa unión sin-cera que hoy constituye la fuerza del de-partamento.

De mi parte no he tomado las armas por el predominio del norte sobre otros pue-blos de la República, ni he pretendido desconocer los derechos de otros centros de población; he visto a mi ciudad natal en peligro, después de consumada la revolu-ción del 12 diciembre, y solo he consultado mis sentimientos para ofrecer mi espada.

Creo interpretar bien el patriotismo de mis colegas al pensar que éste paso no ha sido por contrariarlos”…

…“Solo hay una dificultad que superar, para que sea practicada esta iniciativa; que usted proclame, con el ejército de su mando, la presidencia del señor Belisario Boeto, para que éste, constituyendo go-bierno convoque a la Nación a una Asam-blea Constituyente.

Entonces su ejército y el de mis órdenes, bajo un solo mando, restablecerá la tran-quilidad en el territorio de la República.

Si es de su aceptación el pensamiento, puede señalar un lugar y día para que nos reunamos, o enviemos representantes pa-ra acordar detalles.

Me contrariaría que tomase usted esta iniciativa como un síntoma de debilidad; el tiempo no tardaría en desengañarlo, pues su clara razón no puede desconocer que un pueblo que lucha por evitar su ruina y un retroceso de medio siglo, está dispues-to a todo sacrificio.

Quedo esperando la respuesta de usted y me repito con esta ocasión, su servidor muy atento — José Manuel Pando.”

LA RESPUESTA DEL PRESIDENTE ALONSO

El mismo doctor Monasterios fue portador de la siguiente respuesta:

Oruro, 5 de marzo de 1899.— Señor José Manuel Pando.— Caracollo.— Señor:

“Contesto a la comunicación que se ha servido dirigirme de ese pueblo con fecha de ayer.

Lamento más que nadie el daño causa-do ya y que seguirá causándole a la patria, por la presente guerra intestina, no provo-cada por mí.

Concurriré con buena voluntad a toda solución que dentro del régimen legal, pue-da satisfacer las aspiraciones encontra-das: como sería la convocatoria a un con-greso extraordinario, que hubiera de reu-nirse en breve plazo, en el entendido de que mi persona en ningún caso sería un óbice”.

“Respecto al pensamiento de una Constituyente, que se sirve usted propo-ner, hago constar, terminantemente que es de todo punto inaceptable pues ni el pre-sidente de la república, ni ninguna persona o conjunto de personas tienen el derecho de declarar, por sí, caduca la Constitución Política que nos rige hace veinte años, y caducos los poderes de senadores y dipu-tados, que están en su pleno ejercicio.

Tampoco puedo nombrar a nadie, ni al más conspicuo boliviano, por reemplazan-te mío. Soy Presidente Constitucional, y no puedo obrar sino constitucionalmente...”

Con este motivo, me suscribo de usted muy atento S.S.— Severo Fernández Alon-so”.

LA DESPEDIDA DEL CORONEL PANDO

Pando dirigió a Alonso una última comu-nicación por las vías telegráficas de La Paz- Mollendo-Antofagasta-Oruro, conce-bida en los siguientes términos:

“Señor Severo Fernández Alonso Oruro.— Vista respuesta negativa emprendo marcha de Caracollo. Deploro que partido imperante niegue avenimiento razonable propuesto y pretenda la ruina y humillación del pueblo paceño, por: sea, salvar for-mas, no siempre observadas en las más graves crisis de su historia.— Se hundirá Bolivia sea:

Los campesinos entrarán en guerra motu propio a raza blanca; aprovechando los despojos de los beligerantes, se hará poderosa; nuestras fuerzas unidas ahora, apenas podrán dominarla. Parece imposi-ble que no lo aperciba usted.

Con sentimiento, pero dispuesto a la defensa de mi pueblo natal, le digo que no acepto, ni aceptaría Junta, reunión, congreso extraordinario con representantes no electos libremente. Sería renovar pa-siones, en lugar de tranquilizar el país”.

“Concluyo pidiendo, por humanidad, guarnezca Caracollo, protegiendo vecin-dario.— Adiós.— Pando”.

El Diario, 4 de marzo de 1928

gonzalocrespo30@gmail.com

lunes, 23 de marzo de 2015

Calama, la primera sangre por el Pacífico



Cuando cada año se recuerda el Día del Mar, algunas veces se lo hace ignorando el hecho histórico concreto al que alude el 23 de marzo: la Batalla de Calama. Es en esta batalla, desigual en hombres y armas, que se derramaron las primeras sangres boliviana y chilena, después de más de un mes de la invasión del 14 de febrero de 1879. A continuación, se hace una reconstrucción de los hechos inmediatamente precedentes al choque y lo que ocurrió después.

“Calama (...) es el cerrojo de la desembocadura más meridional de los Andes bolivianos”, enlazaba “los sitios de explotación de plata y salitre. (...)”, escribe Claude Michel Cluny en su libro Atacama. Ensayo sobre la Guerra del Pacífico 1879-1883 (publicado en 2008 ).

El panorama en este oasis del desierto de Atacama hoy es otro: “Calama ya no se parece a lo que era entonces, cuando debía parecerse al bosquejo del apacible corazón de San Pedro de Atacama, con sus callejuelas de arena donde se ahogan los pasos y sus muros poco elevados de tintes ocres y sombras rosas oscurecidas por el polvo”. (Cluny)

Para Bolivia, el puente en el vado del Topáter (sobre el río Loa) es un lugar casi de leyenda. Lo que contrasta con el presente. En el puente hay un par de placas de cobre recordatorias, diminutas en relación a la enormidad simbólica de una construcción por la que hoy pasa de manera irrelevante una cantidad también irrelevante de automóviles.

En 1879, este puente, junto a otro —no lejano, en el vado Carvajal— serían destruidos por órdenes del Jefe de las Fuerzas de Calama y Atacama, Ladislao Cabrera, para dificultar el avance de las tropas chilenas, cuyos movimientos se dirigían hacia esa población.

Cabrera ya había comandado con éxito las acciones contra la incursión revolucionaria de Quintín Quevedo, alentada por Chile en 1875. Por esto y por su prestigio público en Caracoles, fue nombrado “Jefe de las Fuerzas de Calama y Atacama” por el presidente boliviano de entonces, Hilarión Daza. La organización de la escuadra comenzó el 19 de febrero, día en que Cabrera llegó a Calama. Hasta ese momento, los chilenos se habían hecho de Antofagasta sin resistencia; Mejillones y Caracoles caerían de igual modo el 21 de marzo.

Antes, el 16 de marzo, un emisario chileno (el diputado Ramón Espech) pidió la rendición de Calama argumentando la superioridad de número de las tropas invasoras. Cabrera contestó: nadie “aceptará someterse a la intimidación que se ha hecho y, sea cual fuere la superioridad de sus adversarios, la integridad del territorio de Bolivia será defendida hasta el final”. (Cluny)

Lo que sucedía en el bando enemigo quedó registrado por el chileno Gonzalo Bulnes, antepasado del actual agente de Chile en La Haya, y autor canónigo de la historia oficial de ese país, en su libro La Guerra del Pacífico (1910): “El coronel don Cornelio Saavedra, Ministro de Guerra i Marina, se embarcó para Antofagasta el 7 de marzo en compañía del contra-almirante don Juan Williams Rebolledo, nombrado jefe de la Escuadra”. (Sic)

El 1 de marzo, Bolivia declaró la guerra al país invasor. Por lo que el traslado de tropas bolivianas era cuestión de tiempo. El Estado Mayor chileno vio entonces por conveniente evitar que las tropas bolivianas logren agruparse por el río Loa (creían que ése podría haber sido el punto de encuentro, aunque finalmente eso se dio en Tacna). “Para eso era necesario pasar el grado 23. Saavedra solicitó autorización del Presidente (Aníbal Pinto) antes de hacerlo, quien se la concedió.”

“Hoy recibi su telegrama en que usted consulta la ocupacion de Calama i Tocopilla, etc. Seria mas ventajoso estacionar en Calama i Chiu Chiu, puntos de mas recursos que Caracoles, las fuerzas que tenemos en este último punto” (Sic), respondió Pinto a Rebolledo dando luz verde al ataque.

“Era deseo antiguo en Sotomayor la ocupacion de Calama. La llamaba el punto más importante, por ser el que todos necesitan ya sea de la costa al interior o de éste a la costa”, escribe Bulnes, que luego intenta argumentar que Calama no era verdaderamente un lugar importante en cuanto táctica militar.

En esto discrepa el escritor contemporáneo Cluny, que afirma que la sola toma de Antofagasta dejaba al ataque chileno desprotegido al sur. “No se podrá defender Antofagasta con seguridad a menos que se cierre la salida de Los Andes; el cerrojo es Calama, al pie de la estrecha puna”. Si bien en Chile se descartaba la posibilidad de que el ejército de Bolivia acuda por el desierto de Atacama, Santiago decide “asegurar militarmente sus accesos”. Esto significa marchar hacia Calama.

Tanto Bulnes como Cluny coinciden en la cifra de las tropas chilenas que se dirigían hacia Calama: 544 hombres equipados para enfrentar la guerra. De acuerdo con la Biografía de Ladislao Cabrera, escrito por este mismo jefe de las fuerzas bolivianas, los defensores llegaban a 135 soldados con armas exiguas, muchas en desuso y sin entrenamiento una mayoría.

Con esta tropa en desventaja, Cabrera ordena la destrucción de los dos puentes mencionados. La disposición táctica de la defensa —según Enrique Vidaurre, en su libro El presidente Daza— es la siguiente: tres grupos, uno frente al vado Yalchincha, otro en el vado del Topáter y el tercero a la derecha de éste a la altura del vado Juana Huaita donde estaba el puente Carvajal.

“Como su línea defensiva abarca una extensión aproximada de 5 kilómetros, es indispensable dotar a cada agrupación de su propio jefe” —escribe Vidaurre— por lo que el ala izquierda es encomendada al coronel Severino Zapata, también prefecto del departamento; un militar de apellido Lara para la del centro, en la que actuaba Eduardo Abaroa; y Emilio Delgadillo, a la derecha. Cluny señala que el 22 de marzo fueron enviados dos scouts bolivianos para vigilar el avance chileno, sin embargo no regresaron sino guiando a la tropa chilena tras haber sido capturados por el enemigo.

Salió el sol del 23 de marzo de 1879. Ya podía verse a la escuadra chilena. Los dos capturados los conducían directamente hacia donde los bolivianos se encontraban atrincherados, si bien los matorrales los ocultaban de su vista. “Desde ese momento, Cabrera, montado en su ágil caballo, recorre toda la línea una y más veces. (...) Se observa el polvo que levanta el avance de tres columnas chilenas”, relata Vidaurre.

La táctica chilena era tomar la plaza atacando por dos flancos, hacia los vados Carvajal y Topáter. Como tenían conocimiento de la destrucción de los puentes, los chilenos habían llevado un escuadrón de carpinteros de Caracoles para que improvisen un paso de madera.

“Habiéndose sabido en Caracoles que los bolivianos de Calama habían destruido los dos puentes del río, Sotomayor organizó una sección de carpinteros, que llevaban tablones en carretas, para repararlos”, cuenta Bulnes. Pero antes de dar paso a los carpinteros, la vanguardia sería su caballería.

Por el sector Topáter, los chilenos comenzaron a cruzar el río por donde estaban el puente destruido, ya con el agua hasta la cintura, recibieron una descarga cerrada; la salva simultáneamente mató e hirió a algunos, encabritando a los caballos que pisaban a los jinetes caídos. Los chilenos entonces retrocedieron. Esto provocó en los bolivianos un arranque de audacia por el que salieron en persecución de los invasores, quedando a la vista del enemigo. La mayoría de los defensores serían aniquilados por la artillería chilena que antes no podía ver de dónde venían las descargas, relata Cluny.

“En vez de enviar adelante la infanteria desplegada en guerrillas —cuestiona el chileno Bulnes— para reconocer los tupidos zarzales i las tapias cubiertas con arbustos, se dispuso que tomase la avanzada la caballeria formada en columnas, presentando un espléndido blanco a los tiradores ocultos. No se hizo ningun reconocimiento del terreno, ni del enemigo. No se sabia donde estaba, ni su número, siendo que unos cuantos disparos de artilleria desde las faldas de la quebrada de la opuesta orilla del rio, habrian bastado para que saliese de sus escondites, oculto como se hallaba detras de las tapias de la máquina de beneficio que enfrentaba a Topater, o de unos zarzales tupidos que miraban el vado de Carvajal”. (Sic)

Desde la derecha de Cabrera, hacia el sector de Carvajal —describe Vidaurre— ganaban paso los jinetes chilenos: “cuando una salva uniforme, seguida de un intenso tiroteo individual, deshace la tropa de caballería atacante, cayendo varios muertos y heridos; los caballos huyen en todas direcciones”.

Por el sector de Topáter, la caballería chilena hizo un segundo ensayo y fue rechazada otra vez. Según el diario de Cabrera, en ese momento creyó que obtendría la victoria porque la caballería chilena al retroceder desordenaría a la tropa de a pie. Tras este nuevo retroceso, la escuadra chilena, rehecha y engrosada por todas sus reservas, era notablemente superior en número y su artillería no daba tregua; los bolivianos, ya sin municiones, cedían.

En la línea izquierda sucede algo similar, y a esa altura del combate los carpinteros de Caracoles ya había improvisado unos puentes y los chilenos estaban a punto de rodear Calama. Cabrera entonces ordenó la retirada hacia Chiu Chiu. No obstante, una docena de hombres —número en el que coinciden varios registros históricos— no retrocedieron; entre ellos estaba Eduardo Abaroa. En cambio salieron a descubierto y disparando sus últimas municiones intentaron cruzar los tablones que la sección de carpinteros chilenos había tendido en el vado de Topáter. Todos fueron muertos. No es historiográficamente comprobable que haya sucedido la famosa frase de Abaroa (“¡Que se rinda su abuela... Carajo!”), sin embargo esto no resta en absoluto al heroísmo de estos 12 hombres; tampoco algunas versiones revisionistas de la Historia han puesto en cuestión el papel de Abaroa.

El repliegue se inició y se encaminó hacia Chiu Chiu. Dos horas después de la lucha, los chilenos ocuparon Calama sin salir en persecución de los combatientes de Cabrera. No se ha podido determinar el número de bajas de ambos bandos pues las cifras que se tienen varían mucho de un autor a otro.

“La toma de Calama hace más honor a la defensa que al ataque: el teniente coronel Eleuterio Ramírez (de Chile) no había tomado ninguna precaución para reconocer el terreno. Sus caballeros se encontraban en una mala posición en medio del río por una mala disposición táctica”, juzga Cluny.

La superioridad de los chilenos en ese combate era casi de cinco a uno. Además, estaban equipados para ir a una guerra, mientras que los bolivianos intentaron rechazar la invasión con armas viejas, estando incluso desarmados algunos. Esta fue la primera sangre del conflicto bélico que terminó por dejar a Bolivia sin un acceso a la costa.

Con la invasión del Litoral boliviano, Chile fue en busca de la supremacía geopolítica en el Pacífico y el predominio en la economía del salitre; no obstante, no solo consiguió ambos sino que posteriormente descubrió en el territorio antes boliviano inmensas reservas de cobre, que hoy son el motor principal de su economía. Bolivia busca en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) una negociación de buena fe conducente a un acceso soberano a la costa en el Pacífico, con base en los ofrecimientos hechos por Santiago en repetidas ocasiones.

Calama, la primera sangre por el Pacífico



Cuando cada año se recuerda el Día del Mar, algunas veces se lo hace ignorando el hecho histórico concreto al que alude el 23 de marzo: la Batalla de Calama. Es en esta batalla, desigual en hombres y armas, que se derramaron las primeras sangres boliviana y chilena, después de más de un mes de la invasión del 14 de febrero de 1879. A continuación, se hace una reconstrucción de los hechos inmediatamente precedentes al choque y lo que ocurrió después.

“Calama (...) es el cerrojo de la desembocadura más meridional de los Andes bolivianos”, enlazaba “los sitios de explotación de plata y salitre. (...)”, escribe Claude Michel Cluny en su libro Atacama. Ensayo sobre la Guerra del Pacífico 1879-1883 (publicado en 2008 ).

El panorama en este oasis del desierto de Atacama hoy es otro: “Calama ya no se parece a lo que era entonces, cuando debía parecerse al bosquejo del apacible corazón de San Pedro de Atacama, con sus callejuelas de arena donde se ahogan los pasos y sus muros poco elevados de tintes ocres y sombras rosas oscurecidas por el polvo”. (Cluny)

Para Bolivia, el puente en el vado del Topáter (sobre el río Loa) es un lugar casi de leyenda. Lo que contrasta con el presente. En el puente hay un par de placas de cobre recordatorias, diminutas en relación a la enormidad simbólica de una construcción por la que hoy pasa de manera irrelevante una cantidad también irrelevante de automóviles.

En 1879, este puente, junto a otro —no lejano, en el vado Carvajal— serían destruidos por órdenes del Jefe de las Fuerzas de Calama y Atacama, Ladislao Cabrera, para dificultar el avance de las tropas chilenas, cuyos movimientos se dirigían hacia esa población.

Cabrera ya había comandado con éxito las acciones contra la incursión revolucionaria de Quintín Quevedo, alentada por Chile en 1875. Por esto y por su prestigio público en Caracoles, fue nombrado “Jefe de las Fuerzas de Calama y Atacama” por el presidente boliviano de entonces, Hilarión Daza. La organización de la escuadra comenzó el 19 de febrero, día en que Cabrera llegó a Calama. Hasta ese momento, los chilenos se habían hecho de Antofagasta sin resistencia; Mejillones y Caracoles caerían de igual modo el 21 de marzo.

Antes, el 16 de marzo, un emisario chileno (el diputado Ramón Espech) pidió la rendición de Calama argumentando la superioridad de número de las tropas invasoras. Cabrera contestó: nadie “aceptará someterse a la intimidación que se ha hecho y, sea cual fuere la superioridad de sus adversarios, la integridad del territorio de Bolivia será defendida hasta el final”. (Cluny)

Lo que sucedía en el bando enemigo quedó registrado por el chileno Gonzalo Bulnes, antepasado del actual agente de Chile en La Haya, y autor canónigo de la historia oficial de ese país, en su libro La Guerra del Pacífico (1910): “El coronel don Cornelio Saavedra, Ministro de Guerra i Marina, se embarcó para Antofagasta el 7 de marzo en compañía del contra-almirante don Juan Williams Rebolledo, nombrado jefe de la Escuadra”. (Sic)

El 1 de marzo, Bolivia declaró la guerra al país invasor. Por lo que el traslado de tropas bolivianas era cuestión de tiempo. El Estado Mayor chileno vio entonces por conveniente evitar que las tropas bolivianas logren agruparse por el río Loa (creían que ése podría haber sido el punto de encuentro, aunque finalmente eso se dio en Tacna). “Para eso era necesario pasar el grado 23. Saavedra solicitó autorización del Presidente (Aníbal Pinto) antes de hacerlo, quien se la concedió.”

“Hoy recibi su telegrama en que usted consulta la ocupacion de Calama i Tocopilla, etc. Seria mas ventajoso estacionar en Calama i Chiu Chiu, puntos de mas recursos que Caracoles, las fuerzas que tenemos en este último punto” (Sic), respondió Pinto a Rebolledo dando luz verde al ataque.

“Era deseo antiguo en Sotomayor la ocupacion de Calama. La llamaba el punto más importante, por ser el que todos necesitan ya sea de la costa al interior o de éste a la costa”, escribe Bulnes, que luego intenta argumentar que Calama no era verdaderamente un lugar importante en cuanto táctica militar.

En esto discrepa el escritor contemporáneo Cluny, que afirma que la sola toma de Antofagasta dejaba al ataque chileno desprotegido al sur. “No se podrá defender Antofagasta con seguridad a menos que se cierre la salida de Los Andes; el cerrojo es Calama, al pie de la estrecha puna”. Si bien en Chile se descartaba la posibilidad de que el ejército de Bolivia acuda por el desierto de Atacama, Santiago decide “asegurar militarmente sus accesos”. Esto significa marchar hacia Calama.

Tanto Bulnes como Cluny coinciden en la cifra de las tropas chilenas que se dirigían hacia Calama: 544 hombres equipados para enfrentar la guerra. De acuerdo con la Biografía de Ladislao Cabrera, escrito por este mismo jefe de las fuerzas bolivianas, los defensores llegaban a 135 soldados con armas exiguas, muchas en desuso y sin entrenamiento una mayoría.

Con esta tropa en desventaja, Cabrera ordena la destrucción de los dos puentes mencionados. La disposición táctica de la defensa —según Enrique Vidaurre, en su libro El presidente Daza— es la siguiente: tres grupos, uno frente al vado Yalchincha, otro en el vado del Topáter y el tercero a la derecha de éste a la altura del vado Juana Huaita donde estaba el puente Carvajal.

“Como su línea defensiva abarca una extensión aproximada de 5 kilómetros, es indispensable dotar a cada agrupación de su propio jefe” —escribe Vidaurre— por lo que el ala izquierda es encomendada al coronel Severino Zapata, también prefecto del departamento; un militar de apellido Lara para la del centro, en la que actuaba Eduardo Abaroa; y Emilio Delgadillo, a la derecha. Cluny señala que el 22 de marzo fueron enviados dos scouts bolivianos para vigilar el avance chileno, sin embargo no regresaron sino guiando a la tropa chilena tras haber sido capturados por el enemigo.

Salió el sol del 23 de marzo de 1879. Ya podía verse a la escuadra chilena. Los dos capturados los conducían directamente hacia donde los bolivianos se encontraban atrincherados, si bien los matorrales los ocultaban de su vista. “Desde ese momento, Cabrera, montado en su ágil caballo, recorre toda la línea una y más veces. (...) Se observa el polvo que levanta el avance de tres columnas chilenas”, relata Vidaurre.

La táctica chilena era tomar la plaza atacando por dos flancos, hacia los vados Carvajal y Topáter. Como tenían conocimiento de la destrucción de los puentes, los chilenos habían llevado un escuadrón de carpinteros de Caracoles para que improvisen un paso de madera.

“Habiéndose sabido en Caracoles que los bolivianos de Calama habían destruido los dos puentes del río, Sotomayor organizó una sección de carpinteros, que llevaban tablones en carretas, para repararlos”, cuenta Bulnes. Pero antes de dar paso a los carpinteros, la vanguardia sería su caballería.

Por el sector Topáter, los chilenos comenzaron a cruzar el río por donde estaban el puente destruido, ya con el agua hasta la cintura, recibieron una descarga cerrada; la salva simultáneamente mató e hirió a algunos, encabritando a los caballos que pisaban a los jinetes caídos. Los chilenos entonces retrocedieron. Esto provocó en los bolivianos un arranque de audacia por el que salieron en persecución de los invasores, quedando a la vista del enemigo. La mayoría de los defensores serían aniquilados por la artillería chilena que antes no podía ver de dónde venían las descargas, relata Cluny.

“En vez de enviar adelante la infanteria desplegada en guerrillas —cuestiona el chileno Bulnes— para reconocer los tupidos zarzales i las tapias cubiertas con arbustos, se dispuso que tomase la avanzada la caballeria formada en columnas, presentando un espléndido blanco a los tiradores ocultos. No se hizo ningun reconocimiento del terreno, ni del enemigo. No se sabia donde estaba, ni su número, siendo que unos cuantos disparos de artilleria desde las faldas de la quebrada de la opuesta orilla del rio, habrian bastado para que saliese de sus escondites, oculto como se hallaba detras de las tapias de la máquina de beneficio que enfrentaba a Topater, o de unos zarzales tupidos que miraban el vado de Carvajal”. (Sic)

Desde la derecha de Cabrera, hacia el sector de Carvajal —describe Vidaurre— ganaban paso los jinetes chilenos: “cuando una salva uniforme, seguida de un intenso tiroteo individual, deshace la tropa de caballería atacante, cayendo varios muertos y heridos; los caballos huyen en todas direcciones”.

Por el sector de Topáter, la caballería chilena hizo un segundo ensayo y fue rechazada otra vez. Según el diario de Cabrera, en ese momento creyó que obtendría la victoria porque la caballería chilena al retroceder desordenaría a la tropa de a pie. Tras este nuevo retroceso, la escuadra chilena, rehecha y engrosada por todas sus reservas, era notablemente superior en número y su artillería no daba tregua; los bolivianos, ya sin municiones, cedían.

En la línea izquierda sucede algo similar, y a esa altura del combate los carpinteros de Caracoles ya había improvisado unos puentes y los chilenos estaban a punto de rodear Calama. Cabrera entonces ordenó la retirada hacia Chiu Chiu. No obstante, una docena de hombres —número en el que coinciden varios registros históricos— no retrocedieron; entre ellos estaba Eduardo Abaroa. En cambio salieron a descubierto y disparando sus últimas municiones intentaron cruzar los tablones que la sección de carpinteros chilenos había tendido en el vado de Topáter. Todos fueron muertos. No es historiográficamente comprobable que haya sucedido la famosa frase de Abaroa (“¡Que se rinda su abuela... Carajo!”), sin embargo esto no resta en absoluto al heroísmo de estos 12 hombres; tampoco algunas versiones revisionistas de la Historia han puesto en cuestión el papel de Abaroa.

El repliegue se inició y se encaminó hacia Chiu Chiu. Dos horas después de la lucha, los chilenos ocuparon Calama sin salir en persecución de los combatientes de Cabrera. No se ha podido determinar el número de bajas de ambos bandos pues las cifras que se tienen varían mucho de un autor a otro.

“La toma de Calama hace más honor a la defensa que al ataque: el teniente coronel Eleuterio Ramírez (de Chile) no había tomado ninguna precaución para reconocer el terreno. Sus caballeros se encontraban en una mala posición en medio del río por una mala disposición táctica”, juzga Cluny.

La superioridad de los chilenos en ese combate era casi de cinco a uno. Además, estaban equipados para ir a una guerra, mientras que los bolivianos intentaron rechazar la invasión con armas viejas, estando incluso desarmados algunos. Esta fue la primera sangre del conflicto bélico que terminó por dejar a Bolivia sin un acceso a la costa.

Con la invasión del Litoral boliviano, Chile fue en busca de la supremacía geopolítica en el Pacífico y el predominio en la economía del salitre; no obstante, no solo consiguió ambos sino que posteriormente descubrió en el territorio antes boliviano inmensas reservas de cobre, que hoy son el motor principal de su economía. Bolivia busca en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) una negociación de buena fe conducente a un acceso soberano a la costa en el Pacífico, con base en los ofrecimientos hechos por Santiago en repetidas ocasiones.

El primer Cuerpo de Bomberos de Bolivia fue fundado en la ciudad boliviana de Antofagasta



El primer Cuerpo de Bomberos de Bolivia fue fundado en la ciudad boliviana de Antofagasta, razón por la que hasta ahora lleva ese nombre.

Dos incendios registrados en esa urbe, el primero en 1871, en la pulpería de la empresa salitrera y que no fue de consideración, y el segundo, el 2 de abril de 1875, cuando un ambiente fue consumido por el fuego a raíz de un estallido en una casa de diversión (timbirimbas) situada en la calle La Mar, motivaron la creación de la unidad. Fue el 4 de abril de 1875, tras una junta del pueblo, cuando propuso la idea y de allí se estableció la formación de dos compañías: la Guardia de Propiedad y la de Hachas, Ganchos y Escaleras.

Según publicaciones de la época, como primera medida se encargó a la fábrica Orchard la entrega de carros, escaleras, ganchos y otros materiales. El primer estandarte de la entidad ya llevó los colores de la tricolor y fue confeccionado “por damas de la ciudad de Cochabamba”, se lee.

El héroe de Calama que enfrentó a 100 chilenos



Una de las balas que llovió sobre él lo hirió en la garganta, la lesión hizo que cayera, y aunque intentó levantarse, la debilidad pudo más. Pero mientras duró la batalla, la fuerza de su espíritu permaneció intacta, armado con un Winchester, desde el espacio en que se parapetó, dio batalla a más de 100 chilenos para impedir la irrupción del enemigo al puente Topáter, en la Batalla de Calama, el 23 de marzo de 1879. Era Eduardo Abaroa, reconocido héroe nacional.

Su hazaña no solo es conocida por historiadores o testigos de la Guerra del Pacífico en una serie de escritos, los propios invasores supieron de ella. Así lo revela una carta escrita por el subteniente chileno Carlos Souper, publicada en un diario de Valparaíso hace 136 años: “Nos sorprendió ver que un boliviano desde adentro hiciera fuego a más de cien hombres, pues amigo, nos dio bala duro, y fue imposible pillarlo por más que se lo buscara”.

El reloj marcaba cerca de las 11.00 y las fuerzas enemigas finalmente lo rodearon y le exigieron su rendición. Fue entonces que Abaroa, con voz agonizante, pero enérgica a la vez, pronunció la emblemática expresión: “¿Rendirme?... que se rinda su abuela…carajo”. “Fuego”, respondieron los chilenos y dos balas terminaron con su vida, una en la cabeza y otra en el vientre. El héroe nacional tenía 41 años.

Roberto Querejazu, en su libro Guano, Salitre, Sangre. Historia de la Guerra del Pacífico, describe a Abaroa como un hombre alto y delgado que nació el 13 de octubre de 1838 en San Pedro de Atacama, fue hijo de Juan Abaroa y Benita Hidalgo. Su educación la recibió en una escuela del pueblo, siendo uno de sus profesores Ramón Leguizamón. Independientemente y ya adulto buscó quien le enseñara la teneduría de libros, por lo que la tomó como su profesión y también fue miembro del Consejo Municipal de Atacama.

Se casó con Irene Rivero, quien fue la madre de sus cinco hijos: Amalia, Antonio, Andrónico, Eugenio y Eduardo.

Cuando llegó la hora de la batalla fue nombrado segundo jefe de los rifleros de Calama, puesto que aceptó honrosamente, no sin antes escribir su testamento.

“El vencedor de Calama no fue (el coronel Emilio) Sotomayor (él dirigió las tropas chilenas), que espectaba el combate desde su coche, aunque su caballo pareció herido en la anca, atestiguando el valor del jinete; no fueron los rotos chilenos que solo acudieron a recojer el botín como los cuervos hambrientos que se ceban en los cadáveres; el vencedor de Calama, fue Abaroa”(sic). De esta forma describió Eduardo Subieta el valor del héroe, en la lectura hecha en la sesión pública de la Sociedad Literaria de Sucre el 25 de mayo de 1879 y publicada por el periódico El Comercio el sábado 7 de junio de 1879.

Querejazu explica que Abaroa fue enterrado por los propios invasores en el cementerio de Calama, a las 18.00 del fatídico día. “Abaroa era tan Quijote, que hasta tenía a su escudero”, un peón que lo acompañó en la lucha y hasta un caballo que llevaba por nombre Chaska.

“Ladislao Cabrera (en Calama) organizó la defensa con los soldados expulsados (por Chile) del territorio boliviano, con los soldados de la reserva boliviana, otros dados de baja y unos 22 civiles. Entre todos ellos estaba Abaroa, quien defendió el vado (cruce) de Topáter”, dice el general Tomas Peña y Lillo, miembro de la Academia Boliviana de Historia Militar.

En el libro Memoria Gráfica, reintegración marítima de Bolivia, del Ministerio de Defensa, se señala que Cabrera arengó a Ildefonso Murguía —orureño que comandó la Batalla del Alto de la Alianza en mayo de 1880 y cuyo ejército sucumbió por la fusilería chilena— al decirle que defendería “hasta el último trance la integridad del territorio de Bolivia”.

En esa misma batalla murió el niño de 13 años y tamborilero del Regimiento Colorados de Bolivia, Juan Pinto, cuando se enfrentó a los chilenos al ver morir a sus compañeros. Otras heroínas fueron las rabonas, madres y esposas quienes acompañaban el paso militar cargando a sus hijos.

Ellas también preparaban la alimentación de los soldados y los cuidaban.

El Litoral, territorio perdido

Con la ocupación de las tropas chilenas del territorio nacional en 1879, Bolivia perdió el departamento del Litoral, su acceso hacia las costas del Pacífico. El ataque se inició el 14 de febrero de ese año en Antofagasta con la llegada de buques y tropas de aproximadamente 200 hombres.

Día a día fueron ocupando suelo boliviano hasta llegar a Calama el 23 de marzo, donde, según los datos históricos, se dio inicio a la Guerra del Pacífico.

En cifras, la ocupación de Chile en el litoral boliviano dejó una pérdida de casi 119.000 km2 de superficie y cerca de 423 km de costa marítima. El costo de la invasión arrastró perjuicios económicos y comerciales para el país.

El departamento del Litoral, que antes tenía la denominación de provincia de Atacama, tenía emplazados los puertos de Tocopilla, Cobija, Mejillones y Antofagasta, además de las caletas Paquita, Huala-Huala, Cobre y Tames, entre otras.

Según el general Tomás Peña y Lillo, investigador y miembro de la Academia de Historia Militar, económicamente Bolivia perdió el guano de Caracoles y Mejillones, el salitre existente en todo el departamento, la plata de Caracoles y el cobre de Chuquicamata.

“Se perdió (...) el guano porque éste y el salitre eran utilizados como abono (y) la plata de Caracoles era utilizada para la acuñación de monedas, además de los minerales que existían en la zona de Calama”, como el cobre.

El historiador explicó que Chile al “conquistar a través de la guerra”, el acceso a las costas del océano Pacífico causó un daño incalculable porque obstaculizó el comercio de y hacia Bolivia. “Ahora nos vemos en una situación que no podemos ni exportar ni importar productos porque tenemos una barrera que se llama Chile”, reflexionó el militar al hacer un balance de la pérdida de 1879.


Tras la invasión chilena afloró el civismo en el país



Indignado y con la ira a flor de piel, así se sentía el pueblo boliviano tras conocer la acción de Chile, que en 1879 invadió territorio nacional, expulsó a sus autoridades y sometió al pueblo de Antofagasta. En las ediciones posteriores al 14 de febrero de aquel año, el diario El Comercio de La Paz reflejó el malestar, las protestas y actos de patriotismo de organizaciones sociales, excombatientes, voluntarios de guerra, citadinos y campesinos a través de cartas, telegramas, avisos, escritos y anuncios con arengas para levantar fusiles y bayonetas a fin de afrontar la guerra.

El presidente de entonces, Hilarión Daza, al enterarse del hecho, el 25 de febrero publicó un manifiesto: “Limitándose Chile a ocupar el Litoral, busca forzarnos a la ofensiva. Bolivia acepta la guerra sin provocarla. La ofensiva pertenece al desgarrador de tratados y al detentador del territorio. Nuestra fuerza es eminentemente defensiva e inexpugnable, no renunciamos a ella (...). Chile vale lo que Bolivia le ha dado (...)”.

A medida que el tiempo transcurría, desde que Chile ocupara territorio nacional y durante el enfrentamiento bélico, las publicaciones en el medio impreso salían una tras otra a la luz, incluso hubo actos de excombatientes de la Guerra de la Independencia (1809-1825), y de la población que se alistó voluntariamente a las filas del ejército para recuperar el mar.

El 21 de marzo de 1879, el mayor Gonzalo Lanza, el comandante Agustín Y. Castellanos y los coroneles Félix Eguino, y Martín Saravia, quienes lucharon contra la colonia española, difundieron una carta: “No pueden por menos indignarse al ver tomadas las costas de nuestro Litoral por una horda de salteadores de nuestros minerales salitreras y guaneras (...), llamado gobierno de Chile, aún late en nuestros pechos el amor patrio y ésta debe extinguirse defendiendo la integridad el territorio nacional” (sic).

En tanto, un grupo de voluntarios para enfrentar la guerra publicó: “Decidimos que es deber de todos los bolivianos concurrir con todos sus esfuerzos a la defensa del territorio nacional hollado por la invasión extranjera, ofrecemos nuestros servicios personales, y rogamos que sirva admitirnos (...) en el ejército activo”. La carta fue firmada por José María Mejía, Federico Sumencio y Felipe Ponce, y enviada al presidente Daza el 5 de marzo de 1879, desde Sorata, La Paz.

Ocho días después de la toma de Antofagasta, en la ciudad de La Paz comenzó el carnaval. Hubo fiesta y las publicidades insertas en El Comercio así lo demuestran: “Máscaras para el Carnaval, acaban de recibirse en el gran surtidor de ferretería (...), calle de Yanacocha, núms.(sic) 47, 49 y 51”.

La proclama de Daza está fechada el 26 de marzo, “¡BOLIVIANOS! la República de Chile (...) persiste en desplegar las fuerzas (...). La mera ocupación de una provincia alejada por el mar (...) no es guerra porque no concluye en la victoria, si puede resolverse por tratados de paz consiguientes. Es una detentación vandálica, la guerra permanente, una violación contra el derecho ismo a la guerra (...)”

Entonces surgió la polémica sobre la actuación del presidente. Hay autores como Roberto Querejazu, en su libro Guerra, Salitre, Sangre. Historia de la Guerra del Pacífico (La participación de Bolivia), de 1998, que señalan que Daza conocía de la noticia de la invasión, pero actuó tardíamente, mientras otros como el investigador Gastón Velasco, en 1968, y Luis Antezana, en su libro Daza no ocultó la noticia de la invasión chilena, de 1982, que afirman que no ocultó la ocupación chilena.

Según Velasco, al no haber telégrafo en el Litoral boliviano, la noticia tardó en llegar a La Paz, por lo que se tuvo que utilizar a un mensajero.

Las consignas de El Comercio no solo reflejaron la cólera de los bolivianos al enterarse del ataque chileno, también hubo humor: “¿Quién armó la cahetina? pues, la panza del pobre roto (chileno), que se ha cansado del poroto y ahora quiere probar gallina”, es parte de un poema anónimo publicado en el periódico por esos días, de acuerdo con Querejazu.

En otro manifiesto cívico de los pobladores de Irupana, en La Paz, se pregonaba una Bolivia libre. “Pueblo de Irupana protesta contra la invasión armada de Chile (...) y mantiene la energía de que es capaz el patriotismo ofendido (...) ¡Viva Bolivia libre e independiente! ¡Muera Chile!”.

Un anuncio difundido por los “Vecinos de Sorata”, el 5 de marzo de 1879, convocaba a la unión de todos los bolivianos y se ofrecían voluntariamente al combate. “Unidos todos, sin distinción de clases ni visiones de partidos políticos nos agrupamos en torno del sagrado estandarte de Bolivia y nos ponemos a las órdenes del gobierno nacional ofreciendo nuestros servicios, intereses y nuestra sangre para llevar a cabo la reivindicación del territorio patrio, para vengar el ultraje inferido a nuestra bandera (...)”.

Una carta publicada en el medio tenía como autores a “El pueblo paceño” y decía. “Experiencia dolorosa nos muestra que la pérfida Chile se sobrepone a la justicia, al honor, persiguiendo gloria fantástica, que ciertamente solo es para los cobardes. Morir antes que esclavos vivir.

Anecdóticamente, todos los actos de patriotismo se publicaban en columnas del periódico acompañadas de avisos publicitarios y dibujos que reflejaba la vida en esa época. “Establecido en 1801. Tricófero de Barry para el cabello. Restituye infaliblemente el pelo a las cabezas calvas (...)”, decía una. “Una ganga, ojo aquí, está en venta una hermosa casa recién construida, situada a un costado del Prado, en la que habita la familia del señor Nicanor Herrera (...)”, indicaba otra. “El doctor del Castillo (...) de la facultad de medicina de Lima (Perú) ofrece sus servicios profesionales al público a cualquier hora del día y de la noche y da consulta a gratis a los pobres. Calle del Comercio”, ofrecía otra.


Eduardo Abaroa Hoy se conmemora un nuevo aniversario del heroico combate de Calama



Hoy se conmemora un nuevo aniversario del heroico combate de Calama, llevado a cabo el 23 de marzo de 1879, donde nuestro héroe máximo, don Eduardo Abaroa, luchó y se inmoló en defensa de la patria. Pero, sería conveniente recordar también a otro digno combatiente, don Ladislao Cabrera, quien dirigió precisamente a la hueste que se enfrentó a los chilenos.

Es interesante conocer lo que los historiadores de ese país han escrito sobre la gesta de Calama, sobre todo del principal, don Benjamín Vicuña Mackenna.

Sabemos que la historia de Vicuña Mackenna sobre la Guerra del Pacífico peca de excesivo chauvinismo, pero en lo referente al combate del 23 de marzo de 1879, no puede menos que admirarse y de expresar que “el resultado de aquella extraña acción, en que unos cuantos campesinos y reclutas mal armados se sostuvieron contra una lucida división chilena cuatro veces más numerosa, durante tres horas, fue la pérdida de siete valientes cazadores (chilenos) a caballo y otros tantos heridos”.

Él considera que el ejército chileno no actuó con calma y, por ello, se produjo ese cruento encuentro. Lo lógico habría sido que “aquella tropa debió rendirse a discreción”, ya que no tenía medios ni una adecuada organización para mantener la defensa de esa localidad. Agrega, además, que el ataque a Calama fue “tanto más temeraria e inútil en la forma en que se hizo cuanto que los chilenos sabían con completa certidumbre el número y calidad de la guarnición improvisada que la defendía”.

Señala además, que se conocía positivamente que “no había llegado un solo hombre del interior y que solo existían en Calama como cien hombres armados, con rifles, escopetas, revólveres y lanzas que el coronel Cabrera, subprefecto de Caracoles, había conseguido reunir entre los emigrados de su exprefectura y otros”.

En cuanto al combate en sí, sostiene que el doctor Cabrera, que mandaba en jefe, no había apostado su “asendereada pero valerosa tropa” en los vados del río Loa, como los chilenos supusieron, sino que “con tacto superior al de un letrado, agrupó toda su columna en el camino que conduce a Chiuchiu y a cierta altura que le permitía dominar los puntos vulnerables del ataque enemigo”.

De esta manera, cuando las huestes chilenas se aproximaron al puente del Topáter, hacia las seis de la mañana, Cabrera había ordenado “a un valerosísimo mozo, natural de Calama, casado en ella en venturoso hogar, llamado Eduardo Abaroa, descender al paso encubierto por la enramada, y allí recibió el último a fusilazos a los chilenos desapercibidos”. Ante la fuerte descarga de los fusiles bolivianos, la caballería chilena comenzó a desbandarse.

Fue entonces, comenta Vicuña Mackenna, que “el intrépido Abaroa pasó el angosto río por una viga y con doce hombres hízose fuerte”. Luego continúa: “No quiso el taimado calameño desamparar aquel puesto, confiado a su honor, y allí cayó peleando como león acuadrillado, hasta que el hijo de Carlos Roberto Souper le atravesó con su espada”.

El historiador chileno también cita el relato efectuado por el corresponsal de “El Mercurio” de Valparaíso, sobre el combate de Calama, donde señaló que Abaroa había muerto como un héroe: “Herido en siete partes, no quiso rendirse y siguió haciendo fuego con su carabina. Era un joven inteligente y valeroso, y su nombre debe ser saludado con respeto por todo hombre de honor. Murió aferrado a su arma y apuntando al enemigo. Había disparado más de cien tiros y no quiso retirarse de su puesto ni aun cuando los chilenos habían ya salvado las trincheras”

Los comentarios arriba mencionados refuerzan plenamente la convicción nacional de que el combate de Calama fue una de las hazañas más heroicas de la Guerra del Pacífico, y que el papel cumplido por don Eduardo Abaroa ha sido de extraordinario valor. Pero los bolivianos no sabemos rendir el debido homenaje a nuestros héroes. Mientras que en los otros países involucrados en esa guerra, los días consagrados a recordar a sus héroes del Pacífico son feriados, el 23 de marzo no lo es, y esto es más grave aún, porque para Bolivia esa fecha no solo es un recuerdo del pasado, sino algo presente, vivo y lacerante: el Día del Mar.

Ramiro Prudencio Lizón es diplomático e historiador.


Bolivia afrontó la Guerra del Pacífico (1879-1883) con problemas internos



Bolivia afrontó la Guerra del Pacífico (1879-1883) con problemas internos, políticos y sociales, al igual que Perú, y combatió con una fuerza militar pequeña y sin marina de guerra en comparación a Chile, según el libro ¿Dónde están los Colorados?, del general Tomás Peña y Lillo, historiador e investigador militar boliviano.

Al inicio del conflicto, Bolivia contaba con al menos 10.000 hombres armados, 2.000 soldados eran parte del Ejército, divididos en cuatro batallones de infantería con 500 hombres y siete compañías de 70 efectivos cada uno.

En armamento, las fuerzas bolivianas tenían 3.000 fusiles, la mayoría eran del tipo Minié, Grass y Chassepot, y 700 fusiles Rémington. La caballería contaba con carabinas Winchester; y la artillería tenía 2 cañones Blackely y 2 cañones de sistema Hite. Al declararse la guerra, se compró de EEUU 9.000 Remington. La artillería tenía 4 Blackely y se adquirió de Alemania 18 cañones Krupp y 4 ametralladoras Gattling. La caballería recibió carabinas Winchester.

Al igual que Bolivia, Perú ingresó a la contienda con pocas posibilidades militares. Su ejército tenía 5.000 hombres, llegando a sumar 40.000 a lo largo de todo el conflicto. Tuvo batallones de infantería, de caballería y artillería.

Contaba con 2.000 fusiles Chassepot, 1.900 fusiles Mínie austriacos, algunos centenares de Comblain, Rampart y Beaumont, en un total de 5.000. Compró fusiles Martín-Peabody. También disponía de 1.500 carabinas Remington y Henry. La artillería estaba dotada de cañones de avancarga Blackely y de 30 cañones de bronce tipo White.

La Marina del Perú tenía los blindados “Independencia” y “Huáscar”. Además 2 viejos monitores de hierro, el “Manco Cápac” y “Atahualpa” y 2 corbetas de madera, “Unión”y “Pilcomayo”. La cañonera de madera “Arnao” tenía 8 lanchas torpederas. También probó uno de los primeros submarinos del mundo, llamado “Toro”; llevaba una tripulación de 11 hombres y se sumergía a 30 metros. Fue hundido en el Callao por su tripulación para evitar la captura.

Chile se encontraba mejor armada y preparada para la contienda. Su ejército estaba compuesto por 4 regimientos de infantería, 3 de caballería, 1 de artillería y el cuerpo de zapadores, con 4.000 hombres, llegando a 50.000 soldados con el transcurrir de la guerra. Contaba con 12.500 fusiles Comblain y una cantidad menor de fusiles Grass, Minié, Remington y Kropatschek. Durante la contienda adquirió cientos de fusiles Grass.

Tenía cañones Armstrong y Krupp, ametralladoras Gattling y carabinas Winchester.

Su Marina estaba constituida por 2 grandes blindados, “Almirante Cochrane” y “Almirante Blanco Encalada”, la cañonera “Magallanes”, 4 corbetas de madera: “Esmeralda”, con 22 cañones; la “Abtao”, con 5 cañones; la “O'Higgins” con 9 cañones y la “Chacabuco” con 9 cañones y 4 ametralladoras Hochtkiss. Junto a ellas estaba la Goleta “Covadonga”, capturada a los españoles durante la guerra de 1866. Además 2 escampavías, escoltas de buques mayores.

Este 23 de marzo se cumplen 136 años del combate de Calama

Este 23 de marzo se cumplen 136 años del combate de Calama, para los bolivianos: la defensa de Calama, que dio inicio a la Guerra del Pacífico que involucró a tres países: Bolivia y el Perú (los agredidos) y Chile (el agresor).

Bolivia es el país que más guerras ha tenido en América del Sur, 13 en total. Entonces por qué el episodio que estalló en 1879 lleva cada 23 de marzo a la recordación y a la autoflagelación. Por qué 136 años después los bolivianos recuerdan el Día del Mar. Justamente por el mar.

Un dato revelador de los censos poblacionales de la época muestra que en 1879 existían más bolivianos en Arica e Iquique que en Antofagasta.

Tal es así que estando ya en guerra batallones peruanos se nutrieron de soldados bolivianos. El héroe peruano Alfonso Ugarte se refería a los efectivos del batallón Iquique como “mis cochabambinos”. Chile había proyectado las fases de la guerra. En su discurso en el Palacio de Pizarro, en Lima, el general chileno Manuel Baquedano aseguró: “Nuestra campaña ha comenzado con la toma de Antofagasta el 14 de febrero de 1879 y termina hoy 14 de enero de 1881 con la posesión de Lima en nombre del gobierno y la nación chilena”.

Sin embargo, la defensa de Calama tuvo la particularidad del heroísmo. El sábado 22 de marzo de ese año, el puerto de Tocopilla fue ocupado por la tripulación de la escuadra chilena y el almirante Williams Revolledo dirigió una nota al subprefecto Manuel María Abasto, quien envió la respuesta con el mismo estafeta.

“Cábeme decir a usted, en contestación, que no teniendo más fuerza armada que cuatro policías de sable, no puedo oponer resistencia alguna a la determinación consignada en la nota que contesto, apoyada en la fuerza de cuatro vapores y me limito a este respecto a protestar enérgicamente de ataque tan violento, arriando el pabellón nacional de la República en el momento de entregar este oficio al comisionado por usted”.

Siguiendo el plan trazado por los defensores de Calama, se encomendó a Eduardo Abaroa junto a 15 ciudadanos bolivianos la defensa del puente Topáter sobre el río Loa, el último reducto antes de ingresar a Calama. Noche antes habían hecho volar puentes para evitar el paso de las tropas chilenas.

Según documentos, Eduardo Abaroa no estaba casado con Irene Rivero, la madre de sus hijos. Días antes de la defensa de Calama, Abaroa puso en orden sus asuntos personales, incluido el matrimonio. Esta actitud de Abaroa da una idea clara que aquello no sería una escaramuza, sino un combate y, por supuesto, tendría que sacrificar la vida.

La planicie de Calama ocupaba una extensión de tres y medio kilómetros cuadrados, cubierta de matorrales espesos. El río Loa la bañaba por el sur sirviéndole a su vez de defensa natural. El pueblo de Calama estaba situado en una meseta muy cerca de la Cordillera de los Andes que estaba rodeada de serranía que la preservaban del viento helado. Se halla a 250 kilómetros al noreste de Antofagasta. Calama, según el historiador militar Julio Díaz Arguedas, en 1879 representaba una posesión militar importante, porque facilitaba la guerra de emboscadas.

Es importante notar que sobre el mismo hecho armado del domingo 23 de marzo no existen relatos ni documentos, pues el resto de los defensores bolivianos que participaron en la acción tuvieron que retirarse, Ladislao Cabrera vio que todo estaba perdido. Por esa razón es que no existen detalles de la muerte de Abaroa ni de la columna encomendada a él. Las versiones conocidas son de corresponsales chilenos y, con el tiempo, de los combatientes del país invasor.

En una carta fechada el 26 de marzo de 1879 el corresponsal chileno Félix Navarra escribe: “En el vado del Topáter se habían realizado por ambas partes prodigios de valor. Abaroa el animoso jefe boliviano encargado de la defensa de ese punto, vio se acribillado de heridas (…) cual el noble gallo inglés que muere en la arena de la rueda sin dar un grito ni rendirse (…) el desprecio a la vida que se le ofrecía en cambio de su vasallaje y murió como mueren los bravos invocando a la patria (…) Siete de ellos cayeron exánimes entre zanjas y los chilcales (…) a pesar de nuestra victoria (…) nuestros ánimos están mal impresionados. La sangre de nuestros hermanos pesa sobre nuestros pechos y ahoga el júbilo y la alegría. La heroica resistencia de nuestros enemigos infúndenos cierta desazón, pues prevemos la gran cantidad de sangre que será necesario verter antes de obtener el triunfo definitivo (…) La dirección del ataque poco nos satisface y pensamos con cierta tristeza en los prodigios de valor que necesitarán desplegar nuestros soldados cuando llegue el día de sostener una gran batalla (…) si contra un poco más de un centenar de hombres tuvimos que batirnos varias horas, qué pasará cuando nos enfrentemos al ejército regular? (…) Calama, 26 de marzo de 1879”.

Qué importante es gozar hoy de cartas con contenido personal escritas y narradas durante esos días de 1879 para tener una idea más cabal de los hechos. Como la escrita por Abaroa a Ladislao Cabrera cinco días antes de su muerte, y encontrada en la década de los 80 en las oficinas del ferrocarril Antofagasta-Bolivia.

Don Ladislao Cabrera.

Apreciado amigo: Es en mi poder su grata 15 del actual en la cual me solicita junto con todos los vecinos de Calama una contribución para la alimentación de rifleros que defenderán el pueblo cuando ataquen los de Caracoles.

Mi hermano Ignacio y mi familia queremos contribuirle con los siguientes alimentos para la tropa y las bestias caballares y mulares. 1 arroba de azúcar, 1 arroba de arroz, 20 libras de fideo, 30 libras de charque, 1 quintal de papas, 10 libras de sal, 2 barriles de pan desharinado, 1 quintal de cebollas, 5 kilos de café negro, 10 amarros de tabaco, 23 amarros de papel de hilo, 10 cargas barriles de agua para tomar, 20 arrobas de pasto y cebada para los caballares, 9 turriles de pólvora, 1 revólver.

Ruego me avise usted para ayudarle en cualquier menester para organizar la defensa del pueblo sin titubeos para que mande usted a su amigo, atentamente su seguro servidor.

Eduardo Abaroa, Calama, marzo 18 de 1879”.

Al respecto, el propio Cabrera que organizó la defensa de Calama escribiría en 1896 lo siguiente: “Los días pasaban sin que el Prefecto del departamento ni el Comandante General se hubieran situado el primero en Cobija y el segundo en Tocopilla, remitiendo a Calama ningún recurso de guerra. Lejos de eso en Cobija se detuvieron 9 quintales de pólvora fina que remitían a Calama los patriotas Manuel Morris y el coronel Juan Balsa. De los 10 quintales remitidos solo se recibió en Calama uno. Los 9 restantes se detuvieron con la frase: ¿para qué el Dr. Cabrera necesita tanta pólvora? (…) con un quintal le sobra. Nueve quintales de pólvora fina habrían servido para la defensa de los tres puentes sobre el río Loa, donde tuvo lugar el combate (…) En la mañana del 23, destinado a la defensa del puente Topáter con el coronel Lara, mientras se atendía al otro puente, Carvajal, Abaroa con 12 rifleros que se le dieron, entre éstos Marquina, atravesó el río sobre unas vigas de madera y se batía en el campo enemigo, defendido por los escombros de un rancho. Se le hizo contramarchar de tan temerario arrojo y se le intimó perentoriamente, que su puesto era la defensa del puente. Ahí murió, después de haber consumado los 300 tubos que su rifle tenía de dotación.

(...) ¿Qué hacía el Gobierno mientras se preparaba con tan escasos elementos la defensa de Calama? Ocultó la noticia de la ocupación de Antofagasta por más de ocho días por razones fútiles y rehusó conceder permiso a los coroneles Julián María López y Ramón González, generales ahora, que solicitaron reiteradas veces para ir al auxilio de Calama. El general Daza no permitió que los cuerpos de ejército mandados respectivamente por López y González, regimiento Húsares y Batallón Illimani se pusieran en marcha sobre Calama. Decía: Cabrera es un ambicioso que no se propone sino hacer bulla”.

Ladislao Cabrera La Paz, 1896.

Estas afirmaciones hacen reflexionar sobre la improvisación e irresponsabilidad del país en su conjunto. Las mezquindades políticas, la falta de previsión de gobiernos anteriores prepararon el terreno y las circunstancias para una invasión concebida años antes por Chile y su patrocinador Gran Bretaña.

La famosa y hasta patética historia del presidente Daza celebrando el Carnaval en vez de afrontar la emergencia, que era obligación de cualquier gobernante con un poco de sentido común nos ha minado en la moral y hoy lo sigue haciendo en las escuelas. En la década de los 80 con la película Amargo Mar se ha tratado de cambiar la percepción boliviana de Daza y más bien volver “el villano de la película” a Narciso Campero.

Lamentablemente esta versión se ha vuelto historia oficial en los colegios, porque los profesores prefieren poner la película y evitar la lectura. En conclusión:

A Daza le tocó soportar una crisis, hambruna, sequía y, para terminar, una guerra internacional. La medida de los 10 centavos fue imprudente ¿Fue ingenuidad o hubo mano chilena? Respecto a que él conocía de la invasión y su postura de no autorizar la llegada de regimientos a Calama a pedido de Cabrera, López y González hace ver que ahí dio prioridad a la estabilidad de su cargo y se olvidó de su primer deber como militar y Presidente: “defender a la patria”. Sobre su asesinato en Uyuni cuando llegaba de Francia para enfrentar un juicio y mostrar documentos clave, posiblemente se debió a mafias mineras porque se tocarían intereses económicos; lamentablemente esa información se perdió con su muerte.

Los defensores de Calama, un centenar de patriotas bolivianos —en su mayoría mineros, comerciantes terratenientes e inclusive intelectuales— actuaron acorde a las circunstancias, no pensaron en la carencia de medios y armamento, no se preocuparon en el número de chilenos que estaban llegando a Calama. Por supuesto que algunos prefirieron no comprometerse y cuidar sus propiedades sometiéndose al país invasor, pero serían los menos, pues 135 bolivianos defenderían con sus vidas el territorio nacional.

Abaroa y todos ellos eran vecinos y amigos de los chilenos que luego invadirían nuestro territorio. Pese a ello actuaron y se comportaron a la altura del desafío histórico. La frase de Abaroa antes de morir: “¿Rendirme yo?... ¡que se rinda su abuela carajo! es el ejemplo más grande de cómo enfrentar al enemigo y a la adversidad con valentía y coraje.

Al respecto, el coronel Julio Díaz Arguedas, historiador militar boliviano de la primera mitad del siglo XX, se refiere con su análisis militar a que los defensores de Calama hicieron más de lo que tenían que hacer, soportando un combate de más de tres horas. Sin tener experiencia militar, sí individual pero no en conjunto.

Finalmente la “heroicidad”, que en nuestra historia parece una constante la aparición de los héroes en las guerras. Los héroes nacionales son un ejemplo de sacrificio, de renuncia, de ofrenda. Fueron, son y serán un ejemplo en las generaciones bolivianas. Pero también los héroes son el resultado del abandono, la falta de planificación.

Los héroes que llegaron al sacrificio perdieron sus vidas porque hubo un país que los abandonó, que los envió al matadero, porque no les llegaron refuerzos y suministros. ¿Acaso no fue así en Calama?, ¿en la defensa del Acre?, ¿o en Boquerón? Peligrosamente estamos enseñando a las nuevas generaciones que héroe es solo el que muere por su país. Y sí… son héroes. Pero también los son los comandantes que toman decisiones acertadas en el campo de batalla y reducen al mínimo las bajas, los que planifican una acción con inteligencia para lograr el éxito esperado.

Video Condecoraron al último sobreviviente de la Guerra del Chaco

En 1879, Bolivia no contaba con los suficientes recursos para asumir una guerra con Chile



En 1879, Bolivia no contaba con los suficientes recursos para asumir una guerra con Chile, es por ello que el presidente de ese entonces, Hilarión Daza, aprobó decretos que establecían descuentos a los trabajadores y empréstitos internos de los departamentos.

“Que la deficiencia del tesoro nacional no permite atender debidamente a los gastos extraordinarios de guerra (...). Que estando declarado el estado de sitio (...), desde el 1 del presente (marzo de 1879) se hará un descuento a todos los empleados civiles y eclesiásticos, en el pago de sus sueldos y pensiones de cualquier clase que sean (...)”, señalaba un decreto que fue publicado por el periódico paceño El Comercio el 4 de marzo de 1879.

A quienes ganaban de Bs 300 a Bs 800, se les descontó el 10%; a los que se les pagaba de Bs 800 a Bs 2.000, el 20%; de Bs 2.000 a Bs 5.000, fue el 25 %; y de Bs 5.000 adelante, la tercera parte del total. Los que percibían menos de Bs 300 al año no fueron tomados en cuenta.

Chile ya había invadido todo el Litoral boliviano, y así lo confirmaba la prensa de ese país. El 8 de marzo, El Comercio, de La Paz, reprodujo un editorial del periódico Los Tiempos, de Santiago, titulado La lógica chilena: “Ya estamos en posesión del Litoral, que habíamos cedido a Bolivia, y Bolivia no ha sabido o no ha querido conservar. Chile recobra su propiedad sin disparar un fusilazo y en medio de la alegría de las poblaciones”, señalaba en su parte importante.

No solo se dispuso el descuento a los ciudadanos, también se acudió a otras formas de financiamiento. El martes 25 de marzo, Daza aprobó otro decreto referido a que los ingresos ordinarios de la nación, que aún eran escasos, por lo que se ordenó un empréstito nacional interno por la suma de Bs 1.000.000. 

De esa forma, el departamento de La Paz contribuyó con Bs 350.000, el de Oruro lo hizo con Bs 120.000, Chuquisaca aportó con Bs 130.000, Cochabamba con Bs 160.000, Potosí con Bs 200.000, Tarija con Bs 30.000, y Santa Cruz con Bs 10.000.

El general Tomás Peña y Lillo, miembro de la Academia Boliviana de Historia Militar, señaló que Bs 1.000.000 era equivalente a $us 300 millones aproximadamente de la actualidad.

“Se hizo un empréstito forzoso por un millón y se pidió a la ciudadanía que done todo su oro para la campaña. Entonces se compraron fusiles y cañones. Asimismo se compró de la Argentina, uniformes, chancletas, mochilas, frazadas para llevar el Ejército hacia Tacna (Perú), el cual partió en abril y llegó al iniciar la campaña de Tarapacá. En ese tiempo un fusil valía como Bs 27”, señaló el militar.

“El empréstito es obligatorio para todos los ciudadanos que sean designados como prestamistas, el Gobierno en garantía del empréstito hipoteca las rentas más efectivas de la nación”, decía el decreto.

Antofagasta nació como la capital de la provincia de Mejillones el 22 de octubre de 1868



Antofagasta nació como la capital de la provincia de Mejillones el 22 de octubre de 1868, llegando a constituirse en una de las ciudades más importantes del departamento de Litoral por su creciente economía y población hasta antes del 14 de febrero de 1879, cuando fue invadida por barcos de guerra chilenos. El prefecto del Litoral, doctor José Taborga; junto a otras autoridades se trasladaron del puerto Cobija hasta La Chimba y fundaron allí Antofagasta.

En 1871 se elevó a la categoría de Puerto Menor por la creciente economía y población que en ese tiempo alcanzaba los más de 5.000 habitantes. Mucha gente de diversas nacionalidades acudía atraída por su riqueza: ingleses, franceses, alemanes, portugueses, y en especial el roterío (personas de clase social baja) chileno, originando el rápido progreso de Antofagasta.

Estaba delimitado en terrenos de la Merbourne Clark Company, 17 manzanas y la plaza principal, Colón, las calles Bolívar, Sucre, La Mar, Ayacucho, Washington, San Martín, Caracoles, Aduanas, Santa Cruz y pasaje Ballivián.

Los primeros habitantes se proveían de agua del cerro Moreno, para obtener mayor cantidad del líquido elemental se instalaron máquinas condensadoras. Entre los años 1872 y 1874 se extraía el agua del mar y la sometían al proceso de evaporación para su consumo doméstico e industrial.

Según censo efectuado por la municipalidad el 10 de noviembre de 1878 y certificado por Francisco Latrille, Secretario Municipal, la población era de 8.507 habitantes, 5.234 varones y 3.273 mujeres. El 80% de los habitantes era de nacionalidad chilena con 6.554, bolivianos 1.226, argentinos 226, peruanos 121, ingleses 104 y otras nacionalidades 276.

Abogados 16, albañiles 17, aguadores 15, aserradores 31, agentes 5, abasteros 31, acróbatas 1, comerciantes 575, carretoneros 167, cocheros 15, calafates 11, cigarreros 45, chancheros 3, carpinteros 109, calderos 28, domésticos 198, dulceros 7, empleados públicos 46, empleados de comercio 215, ensayadores 6, empanaderos 3, escritores públicos 3, farmacéuticos 5, fotógrafos 2, fruteros 29, flebótomos 4, fundidores 6, fogoneros 15, hojalateros 9, hoteleros 37.

Herreros 37, ingenieros 10, jornaleros 396, lecheros 2, marinos 10, músicos 13, militares 89, mineros 878, mecánicos 59, notarios 8, procuradores 6, profesores de instrucción 18, pianistas 4, pintores 6, pasteleros 5, propietarios 230, peluqueros 17, pescadores 8, panaderos 42, prestamistas 2, relojeros 10, sacristanes 2, sastres 35, sombrereros 11, tipógrafos 14, telegrafistas 8, tapiceros 1, talabarteros 13,, volatineros 1, vacunadores 1, zapateros 79, sin profesión 2.329.

Bailarinas 4, costureras 360, colchoneras 6, cocineras 258, cantoras 34, floristas 1, lavanderas 399, matronas 5, nodrizas 28, verduleras 16, sin profesión 2.162.

Primer habitante

Juan “Chango” López, oriundo de Atacama, en 1866 se establece en Peña Blanca, Antofagasta, siendo su primer habitante. Llegó allá cuando tenía entre 40 y 45 años. Descubrió vetas de cobre.

Terremoto

La noche del 9 de mayo de 1877 se registró un terremoto en Antofagasta que, según datos de ese entonces, no dejó pérdidas humanas, solo destrozos.

Ningún barco boliviano combatió en la guerra



Hasta antes de la invasión chilena a Antofagasta, al menos diez embarcaciones eran parte de la flota mercante boliviana, la cual se encontraba en manos de empresarios privados, y otras cuatro pertenecían a la Armada con la misión de realizar el control de las costas, sin embargo ninguna de éstas llegó a ser empelada durante la Guerra del Pacífico.

La Razón revisó publicaciones de prensa de 1966 a 1971 en la hemeroteca de la Vicepresidencia donde hay información de los navíos que operaban bajo bandera boliviana antes de la contienda. De acuerdo con el portal del archivo y biblioteca virtual de la Armada Boliviana, el país tenía una Escuadra Naval constituida por el guardacostas “General Sucre”, vendido en 1875; el bergantín “María Luisa”, rematado en 1872 en subasta pública; el cañonero el “Morro”, vapor de guerra, desmantelado antes de la conflagración; el “Sorata”, desmantelado para 1879; y otros de la marina mercante sin condiciones para el combate.

Según el historiador boliviano general Tomás Peña y Lillo, el buque de guerra “General Sucre” era uno de los más importantes porque desde 1844 realizaba controles en la costa boliviana para evitar el contrabando y robo de guano y salitre del Litoral boliviano. En tanto que las embarcaciones comerciales eran alquiladas por empresarios locales, añade.

Una publicación del diario Antofagasta —edición especial de 1971 con motivo del Día del Mar— da cuenta de que los barcos mercantes “Juana”, “Lastenia” y “Llama” eran de los hermanos Ramón y Anan Lemaitre y alquilados para el comercio. En tanto que la “Chanchamocha”, del minero Faustino James, se usaba para transportar minerales.

José María Artola, comerciante español, era dueño de “El Potosí”, que estaba destinado al transporte de minerales y mercaderías desde Cobija y Antofagasta a depósitos en Calama.

Los navíos “4 de Julio” y “Bolivia”, del empresario Guillermo Weelwright, dieron origen a la compañía de vapores del mundo “The Pacific Steam Navigation Company”. Las goletas “Elcira” y “la Elisa”, de propiedad de la firma Doll y Cía., realizaban viajes entre Tocopilla y Cobija y hasta Valparaíso (Chile).

El “Lopéz Gama” pertenecía al brasileño Pedro López Gama, quien en 1873 firmó un contrato con el gobierno para la explotación de las minas de plata de Caracoles. Por último el “Bolívar” estaba dedicado al transporte de mercaderías.


El departamento cautivo del Litoral



El departamento de Litoral, territorio usurpado por Chile en 1879 con la invasión que dio paso a la Guerra del Pacífico, fue creado el 12 de enero de 1867, durante el gobierno del presidente Mariano Melgarejo.

En el nacimiento de Bolivia a la vida republicana (1825), Litoral, que tenía una extensión de 154.393 km2 —más grande que el departamento de La Paz (133.985 km2)—, era uno de los seis “partidos” de la intendencia o presidencia de Potosí. Pasó a ser una provincia por determinación del mariscal Antonio José de Sucre.

De acuerdo con una revisión hemerográfica de los periódicos Antofagasta y El Litoral, ese departamento contaba con dos provincias: La Mar con su capital Cobija, que además era capital del departamento; y Atacama, con su capital San Pedro de Atacama. Luego se establecieron Mejillones, con su capital Antofagasta; Loa, con su capital Tocopilla, y Caracoles, con su capital del mismo nombre. Según datos ofrecidos por el historiador militar general Tomás Peña y Lillo, la población del territorio arrebatado era de aproximadamente de 15.000 habitantes, la mayoría de origen chileno.

Contaba con cuatro puertos: Antofagasta, Mejillones, Cobija —llamado La Mar— y Tocopilla, donde descargaban y anclaban los barcos y buques bolivianos y de otros países. También pertenecían a Bolivia las bahías de Mejillones y Cobija, notable por sus fondeaderos; la de Endimión; la de Algodonales en Tocopilla; la de Moreno o Playa Brava en Antofagasta, con una cadena de arrecifes; la de Herradura, situada al sur de la Punta de Lobos; la de Jorjillo y La Chimba situados al este y al sudeste del Morro de Moreno y al norte de Antofagasta. En aquel departamento que perteneció a Bolivia existen montañas como Viscachilla, a 5.809 metros de altura; Tapaquilcha, a 5.899; Aucasquilucha, a 6.175; Napa, a 4.300 y Huasco —con dos puntas— a 5.030 metros de altura.

Con relación a las riquezas naturales, en el Litoral se explotaba el guano (excremento de aves costeras) y salitre de los yacimientos de nitrato de sodio. Además, es una zona con vetas de plata, cobre, níquel, oro, alumbre, cristal roca, esmeraldas, ágata y bórax.

Ese territorio era atravesado de norte a sur por la Cordillera de los Andes y por el desierto de Atacama. Se dividía en cuatro zonas geográficas. La primera nacía en las quebradas de Huatacondo y abrazaba el macizo de las serranías rodeada por el río Loa y los cerros de Limón Verde y Caracoles. La segunda comprendía la región que asimila a la Cordillera de los Andes, compuesta por el volcán Olca, los nevados de Ancanquilcha, Palpana, Polapi, San Pedro, San Pablo, Paniri, Pumaurco y Linzor. La tercera estaba conformada por los grupos de serranías diseminadas en la región llamada Puna cuya altitud media oscila entre los 3.500 y 4.000 metros. Figuran el volcán Ollagua (Ollagüe), los cerros de Tarapaquilcha, los nevados de Laguna Colorada, Torque, Quetena, Zapaleri, Lina, Antofalla y Mojones. La cuarta, considerada como prolongación de la Cordillera Real, tiene la elevación de los cerros Chorolque, Santa Isabel, Lípez, Granadas, Inca Huasi, Acay y la serranía de Cachi.


Hilarión Daza aprobó un decreto para organizar el ejército nacional en activos, con todos los solteros y viudos de 16 a 40 años, y pasivos, que eran los casados y mayores de 40.



Una vez conocida la invasión de Chile, el 28 de marzo de 1879, el presidente Hilarión Daza aprobó un decreto para organizar el ejército nacional en activos, con todos los solteros y viudos de 16 a 40 años, y pasivos, que eran los casados y mayores de 40.

“La guardia activa estará dispuesta a tomar las armas y trasladarse a los campamentos que les sea designado. (…) se compondrá de (...) cuerpos, llevando cada uno el nombre de la localidad a la que pertenecen (...)”, indicaba el decreto.

Es así que en el departamento de La Paz se conformaron las infanterías Omasuyos, Pacajes, Yungas, Muñecas y otras; en Oruro, el Batallón Paria y Carangas; en Cochabamba, Chapare, Tacaparí y otros; y en Santa Cruz, el Regimiento Valle Grande. “El departamento del Beni (...) remitirá continjentes (sic) personales para engrosar al ejército”, especificaba la orden.

Por otro lado, se conformó el cuerpo Lejión (sic) Boliviana, integrada por rifleros a caballo, que eran jóvenes voluntarios.

El director nacional de la Academia Boliviana de Historia Militar, coronel Rodolfo Antezana, informó que a cada soldado boliviano, en pelea, el gobierno les pagaba 25 centavos diarios, dinero con el que compraban sus alimentos que eran preparados por las rabonas, mujeres que les acompañaba a su paso.

El llamado a la lucha fue tal que el 26 de febrero de 1879, el ministro de Relaciones Exteriores del país, Eulogio D. Medina, envió una carta al cónsul de Bolivia en Iquique, Juan Balsa, adelantando su renuncia para apoyar al ejército. “He puesto en conocimiento del señor presidente de la República el patriótico oficio de U. (usted) (...) haciendo renuncia de su puesto consular y ofreciendo sus servicios activos en el ejército (...)”, decía la misiva.

El voluntario Miguel C. Pinto, quien fue llamado a la guardia nacional, aceptó su elección. El 28 de marzo respondió al Ministerio de Estado: “Debo manifestar la satisfacción que tengo al ver que se ha querido utilizar mis servicios (...)”.

Fue prohibido todo comercio con Chile

Debido a la invasión chilena y una vez declarada la guerra, el presidente boliviano Hilarión Daza aprobó un decreto en el que prohibió toda comunicación y negocio con ese país. El periódico paceño El Comercio transcribió el decreto en marzo de 1879.

Los artículos primero y segundo señalaban: “Queda cortado todo comercio y comunicación con la República de Chile mientras dure la guerra que ha promovido a Bolivia”. “Los chilenos residentes en el territorio boliviano serán obligados a desocuparlo en el término de 10 días, contando desde la notificación que se les hiciere (...)”. Solo en caso de enfermedad o impedimento, éste no podía ser exiliado.

Por otro lado, también se ordenó el embargo bélico de las propiedades muebles e inmuebles que pertenecían a los súbditos chilenos en el país, entre otras medidas.

El Ejército chileno habría perdido aproximadamente 5.000 hombres en la contienda, Bolivia entre 3.000 y 4.000 y Perú el doble



Si algo pasa no llores, hoy hubo misa muy temprano en el campamento, los curas dan mucha fe. En la noche todo es silencio…”. Este es un pequeño fragmento de la carta de un soldado boliviano que participó en la Guerra del Pacífico en 1880. La misma estaba dirigida a su esposa que vivía en Oruro, pero no llegó a su destino, porque el combatiente falleció en el campo de batalla y no pudo entregar el mensaje al correo.

Tras una excavación realizada en 1964 en el campo del Alto de la Alianza en Tacna, Perú, se hallaron en una fosa restos de los combatientes de los tres países que disputaron la contienda. Al interior de los morrales que llevaban algunos de los soldados se encontraron misivas casi ilegibles por la acción del tiempo y la humedad de los arenales del lugar.

Según el periódico El Litoral (Bolivia, 1966), los cuerpos todavía conservaban los uniformes casi descoloridos y las escarapelas de metal con las cuales se pudo establecer la nacionalidad de cada uno. En las cartas escritas, que no llegaron a sus respectivos destinos, también se refleja el ambiente y las condiciones en las que se encontraban los soldados durante la contienda.

La cifra exacta de los muertos en la Guerra del Pacífico no pudo ser establecida de forma oficial, pero se calcula que hubo entre 14.000 y 15.000 víctimas fatales y el doble de heridos, según el historiador e investigador militar boliviano, general Tomás Peña y Lillo.

La Carta de un soldado chileno dirigida a su hermano

“Te mandará algo de dinero y muchas otras cositas. Parece que vamos a ir a Lima muy pronto”.

Soldado boliviano escribe a su esposa

“Cuida de las guaguas, aqui estamos bien, los parientes me han atendido siempre, pero hace días que no bajo a Tacna, estamos en el campamento y muy pronto vendrá la batalla, mándame con Tejerina mi poncho café, las botas y las herramientas de herrar, hay mucho que hacer esto será grande, habrá mucha pelea...”.

Carta de un soldado del ejército de perú

“Hemos tenido una revista y nos han entregado algunos rifles nuevos. Estamos armando unas carretas para llevar la artillería. En la estación se están fundiendo balas, mándame mis herramientas que ahora las necesito y pide a don Nicolás las tenazas de la fragua. No tengas pena y cuida de los chicos”.

Misiva de boliviano dirigida a su novia

“Hoy vine a la ciudad a traer agua y aprovecho de escribirte unas líneas, parece que estamos en vísperas de una batalla, no sabemos cuándo. Tal vez el recuerdo te acompañe. Hace 20 días que recibí la última carta y contesté...”.

Carta de soldado peruano a su novia

Días antes de la batalla. “Tenemos muchas esperanzas, nuestros jefes nos alientan, estamos mezclados con las tropas de Bolivia y hay camaradería… no te desilusiones. La Virgen de Cayma hará nuestra la victoria. Ellos (chilenos) están en Locumba y pronto llegarán, tengo muy pocas balas, pero la Patria exige todo de nosotros”.

El 23 de marzo es una fecha clave en la enseñanza de la historia boliviana



La enseñanza la Guerra del Pacífico y la conmemoración del Día del Mar son lecciones que los bolivianos recordamos inevitablemente a lo largo de nuestras vidas. Podemos olvidar otras fechas, datos históricos pero la pérdida del mar boliviano es un acontecimiento que de algún modo nos marca en cuanto al conocimiento de lo injusto y de lo complejo de los procesos históricos. Sin embargo, como sucede con muchas ramas de las ciencias humanísticas, el conocimiento de la historia va perdiendo terreno en la era digital en la que la lectura y la curiosidad por conocer los hechos históricos del pasado van perdiendo terreno.

De acuerdo a Mery Rosso, profesora de Estudios Sociales, es muy importante enseñar la historia de Bolivia a los jóvenes para incentivar en ellos el espíritu de patriotismo. “Yo siempre les digo a mis alumnos que deben conocer la historia de nuestro país para amarlo porque no se puede amar algo que no se conoce”.
Además, Rosso insiste en la importancia de conocer la historia y enseñarla con la perspectiva de generar en los estudiantes un aprecio por la lectura como requerimiento fundamental para conocer la historia y que es mucho más posible hoy con la utilización de nuevas herramientas tecnológicas que facilitan la vida de los estudiantes pero que sin embargo, no se aprovechan. “El estudiante no está habituado a la lectura, una lectura analítica, reflexiva, crítica y eso es lo que les hace falta”, aconseja Rosso y destaca la urgencia de enseñar la historia para que los jóvenes de hoy la estudien y analicen. “Debemos conocer lo nuestro para precautelar lo nuestro, no sólo para esta generación sino para las futuras”.
De acuerdo al director del colegio San Bernardo, Justino Delgado, se trata de una fecha muy importante en la que los maestros trabajan con diferentes estrategias y métodos para enseñar y referirse a este hecho histórico que provocó el enclaustramiento de Bolivia.
“Los contenidos son actualizados y lo que se busca es a través de su enseñanza, que los jóvenes puedan reflexionar sobre estos hechos históricos”, dice Delgado, quien considera además que son los gobiernos los que en cada etapa que les toca gobernar ven la realidad del momento que viven “y por lo tanto deben asumir nueva políticas educativas para que los maestros con sus estudiantes asuman responsabilidades en estos temas”.
Para la profesora de Ciencias Sociales Mery Rosso hoy se debe poner más énfasis que antes en que los jóvenes entiendan lo procesos históricos con una visión muy clara de la realidad que se vivía en las diferentes épocas.
“Cuando se les enseña historia y este hecho histórico en especial, los jóvenes quedan ansiosos por conocer más pero hay que comparar lo que pasó en esa época con lo que pasa hoy, era una época en que no había luz eléctrica, camino ni internet”, explica Rosso para quien hoy es más difícil que los jóvenes imaginen la vida sin las nuevas tecnologías que facilitan la vida y por lo tanto se les hace más difícil ubicarse en el contexto de los acontecimientos y momentos históricos.
“Como podían vivir sin internet, sin fotocopiadora”, se preguntan los estudiantes “y sí, se podía, les digo, cuando estábamos en la normal no podíamos fotocopiar, había que copiar y si querías leer un libro tenías que ir a la biblioteca o llevarlo a tu casa y luego devolverlo”.
Hay que hacer que ellos entiendan que Bolivia no estaba preparada para esta guerra, que “en 1878 Bolivia sufrió una de las sequías más fuertes de la historia de Bolivia”.
Sobre todo en el momento actual, que puede ser definitivo para Bolivia, cuando se acerca el momento en que el Tribunal de la Haya pueda definir la demanda boliviana, es importante que los estudiantes conozcan el pasado y la actualidad de este conflicto que se prolonga por 136 años.
“Estos últimos años, en que hemos empezado los bolivianos a hacer esta demanda en la Corte de la Haya con el gobierno de Evo Morales, estamos encaminando y hablando firme sobre lo que ha sido este hecho histórico y sobre que hemos nacido con una salida al mar”, explica Mery Rosso, para quien es importante hacer un viaje retrospectivo hacia el pasado con los estudiantes y que ellos conozcan los hechos históricos y comprendan la realidad que se vivía en la época en que Bolivia perdió su salida al mar.
En ese sentido, considera importante quedar claros en aspectos como el nombre de la fecha que se conmemora. “Todos dicen Día del Mar, pero no es el día del mar el 23 de marzo, hay que hacer una retrospección histórica, ya un 14 en febrero de 1879, la población de Atacama fue invadida por el ejército de Chile, y el 23 de marzo es una fecha donde se va a defender Calama, por unos cuantos gendarmes y población boliviana que no pasaba de unos cientos. Eduardo Avaroa lidera esa defensa, el punto de defensa fue el puente del Topater, entonces el 23 de marzo se celebra el ataque a Calama”, sostiene la profesora en referencia a lo que ocurrió en esta fecha y la denominación de Día del Mar al 23 de marzo que cada año conmemoramos en Bolivia.



¿Rendirme yo...?, lo más aprendido por estudiantes

Consultamos a los estudiantes de diferentes unidades educativas para conocer sus conocimientos y opiniones en cuanto a estos hechos históricos que son de enseñanza obligatoria en Bolivia, y que según los maestros, despierta mucha curiosidad e interés debido a que la mediterraneidad de Bolivia es sentida por cualquier boliviano, independientemente de la edad. Además, a que se considera uno de los acontecimientos más injustos para Bolivia y también debido a que recientemente se ha vuelto a encauzar la demanda que está próxima a resolverse en Corte de La Haya.
De diez estudiantes consultados, tanto de primaria como de secundaria, la mayoría recuerdan superficialmente el motivo de conmemoración del 23 de marzo como Día del Mar. “Es porque perdimos el mar”, responden 7 de 10. El resto menciona la Guerra del Pacífico y menciona a Eduardo Avaroa y la defensa de Calama. “Se recuerda la Guerra del Pacífico cuando Bolivia perdió el mar y Eduardo Avaroa murió defendiendo el litoral”.
Lo que sí, todos los estudiantes, tanto de nivel primario como secundario recuerdan, es que en esa fecha murió el héroe del Topater y antes gritó su histórica frase. “¿Rendirme yo…? ¡Que se rinda su abuela carajo!
Sobre las acciones iniciadas por el Gobierno en los últimos años para resolver la demanda de Bolivia de un acceso soberano al mar, de 10, solo cuatro han escuchado hablar sobre el tema y tienen una opinión formada al respecto, todos del nivel medio. Tres consideran que la demanda no prosperará y uno que si lo hará y Bolivia podrá recuperar la salida al mar.
De los seis restantes, dos dicen que sí se les habló y encargo tareas referidas a la demanda marítima pero no recuerdan mucho de que se trata y los otros cuatro nunca oyeron hablar del tema, quizá debido a que son estudiantes del nivel primario.
En este caso existen cuatro que consideran que Bolivia “recuperará el mar” y dos que no saben.
Lo que se observa es que el conocimiento del hecho histórico depende de la inclinación de los estudiantes por el estudio de la historia pero que sin duda es un acontecimiento que todos conocen debido a la importancia que se le da dentro de los temas que se estudian en la materia de Estudios Sociales o Historia.
El optimismo en cuanto al futuro de la demanda marítima que expresa el anhelo de tener una salida al mar, la mitad de los niños y jóvenes son optimistas y la otra mitad creen que no prosperará el proceso.



SE CONMEMORAN 136 AÑOS de la guerra del pacífico

La Fuerza Naval
La armada boliviana es una institución que existe en nuestro país pese a que Bolivia ya cumple 136 años de enclaustramiento marítimo, es conocida también como Fuerza Naval de Bolivia y es la rama marítima de las Fuerzas Armadas de Bolivia.

Heroísmo
Eduardo Avaroa, el héroe del Topater tiene un monumento en cada ciudad importante de Bolivia. Es uno de los héroes más reconocidos y recordados por los escolares y estudiantes a lo largo de su vida por la forma en que resistió al invasor.

Desfile
La conmemoración del Día del Mar se celebra todos los años en la plaza del barrio Avaroa en donde se realiza el desfile cívico militar con la presencia y participación de las principales autoridades del departamento