Hoy, los sistemas de espionaje basados en la alta tecnología y el profesionalismo de expertos en cuestiones de inteligencia y de espionaje aún confían en el conocimiento, arrojo y compromiso de sus dependientes.
Posiblemente, ahora dediquen algo de espacio para las prácticas artesanales que caracterizaron a los sistemas antiguos de inteligencia, anteriores y posteriores a las dos guerras mundiales.
Obtener información sobre el enemigo es una práctica muy remota. Valga citar, por ejemplo, la obra de Tsun Zu El arte de la guerra o deleitarse leyendo la vida de Gengis Khan.
En ambos testimonios, emisarios chinos y mongoles, tomaban la delantera a sus ejércitos y mimetizados en las poblaciones que debían atacar, averiguaban pormenores relacionados con gobernantes, ejércitos, armas, moral combativa, terreno y alianzas que socorrerían al enemigo en situaciones de guerra.
BARBUDOS
Durante el descubrimiento de América en 1492 y hasta el arribo de los ejércitos españoles, que fueron bajando por el Continente en escalas punitivas desde el Caribe a México en 1519 y finalmente desembarcado en las costas del Perú, en 1532, vigías indígenas registraron el paso de los invasores.
En el Perú, dieron parte al Inca Atahuallpa. Desgraciadamente, se impuso la creencia del retorno de los “dioses alados” y la vital información sobre los barbudos y sus enormes casas flotantes, pasó a un tercer lugar.
Además, de acuerdo al relato de Garcilazo, refiriéndose a una batalla entre el ejército inca y la etnia de los chancas, afirma lo siguiente que sin duda, formó más tarde parte de la derrota sicológica de las tropas del incario: “”Habida, pues la victoria contra los chancas (el Inca Viracocha), declaró a sus soldados que no habían sido ellos los que habían vencido, sino ciertos hombres barbudos que el Viracocha le había enviado y que nadie pudo verlos sino él y que después éstos se habían convertido en piedra…”
La leyenda de los hombres alados fue un factor que impidió una reacción inmediata de las huestes indígenas y que explica por qué un grupo reducido de europeos, derrotó sicológicamente a miles de nativos.
REHENES
Parte de lo que llamamos operaciones sicológicas ocurrió en la época de los incas al capturar al dios local y llevárselo preso al Cusco. Veamos cómo lo refiere el historiador Garcilazo Inca de la Vega, en su voluminosa obra “Comentarios reales de los incas” ( publicada en 1959, en honor a los trescientos cincuenta años del nacimiento de Garcilazo; libro cuarto, Capítulo XII, editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos).
Dice así: “Después de sujetada la provincia, lo primero que el Inca hacía era que, como en rehenes tomaba al ídolo principal que aquella tal provincia lo tenía y lo llevaba el Cuzco; mandaba que se pusiese en un templo hasta el cacique y sus indios se desengañasen de la burlería de sus vanos dioses y se aficionasen a la idolatría de los incas que adoraban al Sol”.
Prosigue: “También llevaban al cacique principal y a todos sus hijos (después de la guerra. N. del E.), para los acariciar y regalar…”. En realidad, el ídolo y las autoridades principales de la comarca anexada, estaban presos del incanato, hasta que los rehenes terminaban por rendirse al sistema.
LOS MITIMAES
En el tema del espionaje antes, durante y después de la guerra, existía un grupo humano llamado “mitimaes”, integrado por leales al Inca. Pedro Cieza de León, en su Crónica del Perú, concluida en 1550, revela: “En este capítulo quiero escribir lo que toca a los indios que llaman mitimaes, pues en el Perú tantas cosas de ellos se cuentan y tanto por los incas fueron honrados y privilegiados y tenidos, después de los orejones, por los más nobles de las provincias….”
“En la mayor parte de las provincias del Perú o en todas ellas –continúa Cieza– había y aún hay de estos mitimaes y tenemos entendido que había tres maneras de ellos. Mitimaes llaman a los que son traspuestos de una tierra a otra…” .
Es decir, después que los incas conquistaban un territorio poblado, enviaban contingentes de mitimaes para enseñar cómo se vivía en el incario pero, sobre todo, para “que hubiese alguien que estorbase” cualquier levantamiento de la tierra conquistada.
Cieza de León, agrega: “…entre ellos había espías que siempre andaban escuchando lo que los naturales hablaban e intentaban, de lo cual daban aviso a los delegados o con gran prisa iban al Cuzco a informar de ello al Inca… Para ese efecto estaban puestos los mitimaes… los cuales eran llevados (también), y tenían sus fuertes que son pucaras, para defenderse si tuvieran necesidad”.
En Bolivia, aún existen descendientes de los mitimaes y, como antaño, viven de acuerdo a sus costumbres, hablan su propio idioma pero, están asimilados por la cultura aymara y por supuesto, no espían.
EJÉRCITO MERCENARIO
Sin restarle atributos a las fuerzas bélicas del incario, sus ejércitos tenían un componente especial: la mayoría de guerreros provenían de las regiones conquistadas y su presencia en las huestes del incario, significaba el pago obligado del tributo impuesto por el incanato.
Tras los guerreros bajo bandera, caminaban sus mujeres que se aprovisionaban de alimentos y vituallas, en los tambos edificados a lo largo de los caminos de penetración a comarcas que luego, serían conquistadas.
LAS ARMAS
Otro cronista español, Francisco de Jerez, cercano a Francisco Pizarro, de quien fue su secretario, autor de la Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia de Cuzco, llamada Nueva Castilla comentó en julio de 1532 las características del armamento de los ejércitos del Inca que ingresaban a Cajamarca: “En la delantera vienen honderos que tiran con hondas piedras guijeñas lisas y hechas a mano, de hechura de huevos; estos honderos traen rodelas que ellos mismos hacen de tablillas angostas y muy fuertes; asimismo traen jubones colchados de algodón, tres de éstos vienen otros con porras y hachas de armas; las porras son de braza y media de largo; y tan gruesas como una lanza jineta; la porra que está al cabo engastonada es de metal, tan grande como el puño, con cinco o seis puntas agudas tan gruesa cada punta como el dedo pulgar; juegan con ellas a dos manos; las hachas son del mismo tamaño y mayores; la cuchilla de metal de anchor de un palmo, como alabarda”.
HUAMÁN POMA
Huamán Poma de Ayala, el indio cronista y dibujante, reprodujo en sus gráficos escenas de la guerra y de las armas que empleaban los incas y sus vasallos. Incluso, uno de sus dibujos registra un tipo de tortura contra los capitanes kollas sublevados.
Así es, la ilustración muestra a dos guerreros incas que han capturado a un kolla, al cual le quitan los ojos como castigo. Los kollas fueron identificados por Huamán, por llevar en sus bonetes que les cubrían del sol, una media luna.
El interés por descubrir los planes del enemigo y emplear armas para combatirlo, como ocurrió con los ejércitos del incario es una inveterada costumbre del ser humano y lo registramos en esta nota de investigación. (clovisdiazf@gmail.com).
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