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lunes, 23 de marzo de 2015

La invasión a territorio boliviano en 1879




Una batalla de la Guerra del Pacífico
Cada 23 de marzo el pueblo boliviano recuerda con profundo respeto y admiración la invalorable valentía con que el máximo héroe Don Eduardo Avaroa junto a un contingente reducido de patriotas anónimos defendieron la heredad nacional desde la población de Calama.

El 14 de febrero de 1879, Aníbal Pinto, presidente de Chile instruyó la invasión a la pacífica población de Antofagasta, territorio boliviano, comandado por el coronel Emiliano Sotomayor sin hallar ninguna resistencia, esa circunstancia fue aprovechada por el número crecido de chilenos residentes en la zona para proceder al allanamiento y saqueo de los negocios y domicilios de los bolivianos sin contemplación alguna ni quien ponga orden. Y, como no había resistencia continuaron avanzando en la toma de otros puertos como Mejillones, Cobija y Tocopilla hasta llegar a las cercanías de Calama. En aquella población la situación era distinta, los vecinos importantes de la ciudad como el doctor Ladislao Cabrera, don Eduardo Avaroa y otros ciudadanos se organizaron para hacer frente al enemigo con solo 135 civiles dispuestos para la lucha en base al mínimo armamento disponible de 88 fusiles, 15 escopetas, 31 lanzas, 10 espadas y una que otra arma corta, frente a un destacamento de 600 soldados y 800 civiles chilenos debidamente equipados del armamento moderno.

La mañana del 23 de marzo don Eduardo Avaroa encabezando a un grupo de valientes civiles resguardaba el puente de acceso a la población, en esas circunstancias se suscita el primer ataque de los invasores, el cual fue rechazado con energía; horas después con el despliegue de sus fuerzas los sedientos de la conquista retoman el ataque ocasionando la pérdida de vida de la totalidad de los bravos defensores con sola excepción de don Eduardo Avaroa que quedó mal herido, pero con su fusil en la mano recibiendo del adversario la intimación a la rendición y en respuesta nace el célebre dicho:

"¿Rendirme yo?" ¡Qué se rinda su abuela... cobardes!" Y una seguidilla de disparos pone fin a su valiosa existencia.

Fue una verdadera lección de valentía y amor a la patria, la que nos legaron los defensores de Calama. Ese ejemplo de heroísmo está registrado en las páginas de la historia nacional para que las generaciones venideras accedan a dicha información.

Consideramos necesario reiterar que la invasión al territorio boliviano no obedeció a una declaratoria de guerra, fue un avasallamiento, más claro, un asalto armado en cumplimiento de un plan concebido y proyectado desde el Gobierno de Manuel Balmaceda (1842) cuando descubrieron ingentes riquezas en la zona de Atacama, consistentes en guano y salitre, y aprovechando la dejadez del Gobierno de Bolivia, el Congreso Chileno mediante Ley de 13 de octubre de 1842 "declara de propiedad nacional las guaneras en las costas de la provincia Coquimbo, en el Litoral del desierto de Atacama y en las islas e islotes adyacentes". Esa medida fue en principio, poco tiempo después a través de otra Ley crean la provincia Atacama, nombre y patrimonio geográfico pertenecientes a Bolivia.

El acto de provocación siguió su curso, primero, la incursión en aguas territoriales bolivianas sin autorización. Luego la iza del pabellón chileno en Angamos, posteriormente el apoderamiento del puerto de Mejillones con el argumento de encontrarse en completo abandono y, por último, la explotación inconsulta y arbitraria de la riquezas naturales.

También es evidente que para concretar la proyectada invasión buscó un padrino, Inglaterra, con cuyo asesoramiento y apoyo logístico fue posible llevar a la practica el ambicioso plan.

El tema es vasto, por ahora solo esta breve descripción histórica que ayudará a comprender las causas del bélico con el vecino país.

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