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lunes, 31 de julio de 2017

Himno a la bandera paceña celebra aniversario

El himno a la bandera paceña fue entonado por primera vez el 31 de julio de 2013, en un importante acto protocolar en la plaza Murillo, razón por la que esta fecha se recuerda el día de este símbolo del departamento de La Paz.

Mediante el Decreto Departamental 36 de 23 de enero de 2013, firmada por el gobernador del departamento de La Paz, César Cocarico, los símbolos cívicos del departamento de La Paz son: el escudo, bandera, himno y el himno a la bandera de La Paz.

El doctor Luis Ayllón Mariscal, uno de los compositores del himno a la bandera de La Paz, recordó que ese mismo año por orden del Despacho 380, el alcalde municipal de La Paz, Luis Revilla, dicta un instructivo para la entonación del himno a la bandera paceña.

Por este motivo, los autores del himno paceño Luis Ayllón Mariscal y David Quispe Mamani solicitaron al Concejo Municipal dicte la Ordenanza Municipal intruyendo el 31 de julio como el día de la bandera de La Paz y se entone el himno de la bandera de La Paz en todos los establecimientos educativos del departamento. También se pidió que se efectúe un acto protocolar conmemorando esta gloriosa fecha en la historia de la paceñidad.

La bandera de La Paz, de colores rojo punzó y verde esmeralda, fue creada por nuestros patriotas revolucionarios el 16 de Julio de 1809 y difundida por el prócer José Miguel Lanza durante la Guerra de la Independencia, cuando era Presidente de la Republiqueta de Inquisivi y Ayopaya.

La bandera paceña habría sido enarbolada por primera vez, por Manuel Victorio García Lanza el 31 de julio de 1809.

A partir de 1810, José Miguel Lanza, luchando en las regiones cordilleranas y yungueñas de La Paz y Cochabamba (Republiqueta de Ayopaya) adoptó la bandera izada antes por su hermano, Manuel Victorio, para distinguir a sus tropas en las acciones y combates de la independencia como las de Falsuri y Tumusla.

El coronel Lanza, el 28 de enero de 1825, luego de obligar la retirada al general Pedro Olañeta, ingresó a La Paz bajo la bandera rojo punzó y verde esmeralda, con sus ejércitos mil guerrilleros más. Fue aquí, el 29 de enero, a quince años de la ejecución de los Protomártires, que el pueblo proclamó la Independencia y lo nombró primer presidente, ocho días antes de la llegada del Mcal. Antonio José de Sucre al Alto Perú.

Transcurridos algo más de dos siglos de haber flameado por primera vez nuestra bandera paceña, el 31 de julio de 2009, en solemne acto público realizado por el Gobierno Municipal de La Paz, en la plaza Murillo y en cumplimiento a la resolución prefectural 123/08 que instituye como “Día de la Bandera de La Paz” tramitada por la entidad cívica centenaria “Amigos de la Ciudad” se presentó a consideración de la ciudadanía paceña en himno a la bandera de La Paz, compuesto por el licenciado David Martin Quispe Mamani y el doctor Luis Ayllón Mariscal.

miércoles, 26 de julio de 2017

Recuerdan natalicio de Jaime de Zudáñez

Un 25 de julio de 1772, nació en Chuquisaca el prócer de la independencia nacional Jaime de Zudáñez. Ayer, en homenaje a su natalicio, la unidad educativa que lleva su nombre realizó un desfile con la participación de su imponente Banda de Guerra, una de las más destacadas de la Capital.

martes, 25 de julio de 2017

Instituciones rinden homenaje a la bandera cruceña


La población cruceña, a través de sus instituciones y colegios, rindió homenaje ayer al 153.º aniversario de creación de la bandera cruceña.
El gobernador Rubén Costas y el presidente del Comité pro Santa Cruz, Fernando Cuéllar, encabezaron el acto que se realizó en la entidad cívica, donde se izaron banderas verde, blanco y verde. Al acto asistieron parlamentarios, asambleístas y alumnos del Soria School y del Isabel Saavedra.

La Alcaldía también rindió homenaje al símbolo cruceño en la sesión que se llevó a cabo en el Concejo. A su vez, las damas del Comité Cívico Femenino, al mando de su presidenta, Jenny Atalá, participaron de los actos realizados en los colegios Ignacio Warnes y Tristán Roca.
Germán Carrasco, de la Sociedad de Estudios Geográficos, dijo que la bandera cruceña desde su creación, en 1864, por Tristán Roca, permaneció en el olvido hasta que el 11 de noviembre de 1980, en un acto el médico Rodolfo Roda Daza, líder cívico, la izó nuevamente.

Puerto Suárez recuerda primer izamiento de la bandera cruceña


"La bandera cruceña se izó en Puerto Suárez por primera vez, porque desde su creación, los gobiernos de turno no permitían que la verde, blanco y verde flameara, ni siquiera en la capital cruceña. Este dato es histórico". Esta afirmación corresponde a Adolfo Rau Santander, presidente del Comité Cívico de Puerto Suárez, hijo del expresidente cívico porteño Adolfo Rau Barba.

Según Rau Santander, el 24 de marzo de 1980 su padre y otros dirigentes cívicos porteños hicieron historia al decidir izar la bandera cruceña, por primera ez, después de un cabildo abierto que se llevó a cabo en la Casa Cívica de Puerto Suárez.

El objetivo era "reconfirmar la fe puesta en los destinos de la noble y valerosa cruceñidad", indica el texto del acta firmado por todos los presidentes cívicos de los diferentes municipios. "Recordando al ilustre cruceño, don Andrés Ibañez, repitiendo: Bajo el cielo más puro de América se reeditará la consigna de una raza de nunca ser esclavos. ¡Viva Bolivia!, ¡Viva Santa Cruz!", expresó Rau Santander.

En homenaje al líder cívico Adolfo Rau Barba, "luchador por los intereses del terruño", el gobierno municipal de Puerto Suárez bautizó con su nombre una avenida de ese municipio.

Bolívar y la independencia de Bolivia

“He terminado los negocios del Perú. A fines de este mes (agosto de 1825) paso a Potosí y Charcas a dar un gobierno provisorio a un millón de habitantes que fueron del Río de la Plata, han sido libertados por nuestras armas y quieren ser independientes de Buenos Aires y el Perú que todos están conformes con esa idea”.

No dudo que la Asamblea del Alto Perú se decida por la independencia.

En este instante acabo de ver un decreto del Congreso del Río de la Plata que manda darme las gracias por la libertad del Alto Perú y por haberlos mantenido bajo mi protección después de su libertad; que venga una misión al Alto Perú a tratar conmigo sobre la suerte de aquella provincias, dejándolos en libertad de elegir su destino sin pretender dominarlas. Este decreto es muy satisfactorio para mi y muy justo con respecto a aquellas provincias, pues todo lo facilita para el arreglo pacífico de aquel país. Las provincias del Alto Perú están divididas en tres partidos: el primero es por la independencia y es el más grande; el segundo es por el Perú; el tercero es por el Río de la Plata, que es muy pequeño. Por consiguiente, no dudo que la Asamblea se decida por la independencia, sean cuales sean los deseos del Perú y del Río de la Plata. Por consiguiente, vayan Uds. Pensando en este negocio para cuando llegue el caso lo presenten al Congreso bajo los verdaderos colores que él merece.

. . .Si Uds. Están listos de rentas, por qué no le echan a Lima una contribución extraordinaria por todas las que ha dejado de pagar, a fin de que el vacío que haya lo llene ese departamento, por lo que ha dejado de dar, como me parece muy justo. Por supuesto, yo creo que Cochrane haya pagado todo, pero yo quiero saber como es que el comisario dedujo que Cochrane debía doscientos sesenta mil pesos a mi salida de Lima.

Ud. debe saber que los doscientos mil pesos que me dio Cochrane en letras, contra Arequipa, no los han pagado allí, y todo los que Cochrane ha librado al Alto Perú apenas alcanza a trescientos mil pesos. Yo suplico a Ud., mi querido presidente, aclare este negocio con el señor Cochrane, pues todo lo que es dinero es del mayor interés”.

La Paz de antaño Musef

En la fotografía se aprecia el Museo de Etnografía y Folklore (Musef) que se encuentra ubicado entre la calle Ingavi y Genaro Sanjinés. Este edificio tiene estilo colonial barroco mestizo.

En la actualidad continúa con la misma infraestructura, en la fotografía se observa a transeúntes que vestían ropa de la época, hombres con sombrero y de traje.

También algunos jóvenes que probablemente hayan estado prestando su servicio militar y fueron a auxiliar un vehículo –también de la época– que se quedó varado.

153 años desde su creación Homenaje a la bandera cruceña

En un justo reconocimiento a la “Verde, Blanco y Verde”, el gobernador Rubén Costas participó junto a su gabinete del 153 aniversario de la creación de la bandera cruceña.

El acto se llevó a cabo en las instalaciones del Comité pro Santa Cruz, donde participaron autoridades nacionales, departamentales, municipales y cívicas, además de estudiantes del Colegio Isabel Saavedra y Soria School.

Roly Aguilera, secretario general de la Gobernación, resaltó este día por el significado que tiene la bandera para todos los cruceños, siendo un símbolo de nuestra transparencia, verdor, trabajo, desarrollo y esperanza, “tenemos que estar orgullosos de lo que somos y exponer nuestra historia”, expresó.

miércoles, 19 de julio de 2017

La Paz de antaño Hotel París

La fotografía que data de 1917 corresponde al edificio del hotel París, ubicado en plaza Murillo, con la concurrencia de personas por la llegada de embajadores.

Por la época, el hotel Paris era un lugar de encuentros, donde los jóvenes demostraban sus destrezas, como el teniente coronel Donald Hudson, que fue el primer americano que se ganó el corazón de los paceños.

Por su ubicación, en la histórica plaza Murillo, sus huéspedes fueron testigos de grandes actividades históricas que allí pasaron.

martes, 18 de julio de 2017

Melgarejo y el dolor de muelas

Mi padre, don Oswaldo Álvarez de Condarco, médico cirujano de prestigio profesional, conocido por todos en la ciudad de Oruro, más que todo por su modestia y generosidad, tuvo la suerte de atender al sargento de Tarata. Que, por un motín contra su compadre el general José María Achá, llegó a la presidencia de la República en el Día de los Inocentes.

La vida de Mariano Melgarejo es casi de to-dos conocida: Violento y disoluto; ignorante y arbitrario; apasionado y caprichoso; imponiendo su voluntad como norma de conducta y leyes. Militar, formado en cuarteles y revueltas, valiente hasta la temeridad y el sacrificio, al llegar una vez a Oruro, fue vencido por un dolor de muelas, antes que por las dificultades del viaje y sus campañas para derrotar a los opositores.

En esta ocasión, había llegado inesperadamente a media noche, alojándose en el Palacio de Gobierno. El dolor pudo más que su resolución de seguir con el viaje. Desesperado, gemía como un niño y a veces bramaba más que un toro enfurecido. No encontraba alivio ni en la bebida, hasta que su recuerdo le iluminó, ordenando a sus edecanes. “Conducir, inmediatamente, al doctor Condarco, para atender a S.E. de una operación urgente”.

Sus edecanes, cumpliendo la orden, casi derriban a golpes la puerta del domicilio de mi padre, que apenas distaba una cuadra del Palacio y, notificando al médico le imponen acompañarlos.

Con el instrumental necesario y su maletín clásico, mi padre fue conducido, dejando alarmada a su esposa, la señora Clotilde Sierra de Condarco. Y una vez ante la presencia del Ge-

neral y Presidente, preguntó:

–¿De qué se trata, mi General?

–Melgarejo, en ese instante, se incorpora lanzando bramidos y rugidos, como un león herido y mirándolo fijamente, le responde:

–¡¡De las muelas doctor!!. . . Hay que hacer una “operación urgente”. ¡¡¡Ataque Ud. pronto!!! ¡¡¡Pronto!!!, porque esta muela me ha de vencer.

Ante la inminencia de la orden, mi padre muy presto sacó sus fórceps y elevadores, tomando al paciente más sumiso y resignado que nunca.

El General le indicaba:

–Esta muela doctor – gritando inesperadamente – ¡¡¡A la carga doctor!!!. . . A la carga. . . –, decía débilmente, en el instante en que la extracción se producía.

Cuando la muela le fue mostrada y su alvéolo desinfectado con yodo y alcohol, Melgarejo re-cuperó su bienestar y, entusiasmado exclamó:

–¡Hemos vencido doctor; hemos triunfado!! Esto hay que festejarlo!. ¡Ordenanza! ¡¡¡Sirva Ud. cerveza alemana al galeno!!!. –, mientras mi padre, que era abstemio por temperamento, in-sinuaba: –No suelo beber cerveza mi General–.

El Presidente Melgarejo, desconcertado, mi-rando hacia todos lados sin encontrar una ra-zón, exclamó:

–Eso no se opone doctor para que Ud. me acompañe y brinde por el éxito de la operación. Ordenando después: ¡Ayudante! Prepare Ud. chocolate y bizcochos para el doctor. . .

Inmediatamente, la mesa fue servida y mi padre obligado a brindar tomando chocolate por el éxito de la operación.

Como el tiempo transcurría, su esposa, ya nerviosa por la tardanza y pensando que algo malo le podía haber ocurrido, salió en su busca y llegó al Palacio, siendo recibida amablemente por S.E., quien al escuchar los motivos que ella tenía, sin responder nada ordenó:

–¡Jefe de guardia!. . . Que la escolta presidencial acompañe a la matrona y su esposo para que ningún impertinente se cruce en su camino. Conducirlos hasta su domicilio con todos los honores necesarios a su rango porque hemos vencido al dolor y ha cumplido bien su misión.

He aquí esta anécdota antigua de Oruro, que nuestra madre desde niños nos contaba y que ha sido muchas veces explotada en diferente forma. He aquí la evocación de Oruro en un pasaje de aquellos años turbulentos.

De “El duende” – La Patria – Oruro.

El periódico eventual llamado ‘El Conservador’

Durante el gobierno del general Manuel Isidoro Belzu (1848-1855), fueron distribuidas muchas tipografías en el país, “editándose en ellas no periódicos partidistas únicamente, sino hojas difusoras de conocimientos útiles destinados a fortalecer y elevar la conciencia de las clases populares”, señaló el clásico Carlos Montenegro.

En los primeros meses del gobierno Belcista fueron editados numerosos diarios y pasquines, entre los que podemos citar: ‘Anatema Nacional’ (Sucre), ‘17 de diciembre’ (La Paz), ‘Eco del Sud’ (Sucre) ‘El Conservador’ (Sucre), ‘La Época’ (La Paz), ‘El Nacional’ (Sucre), ‘La Nueva Era’ (Potosí), ‘El Reformador’ (Cochabamba), ‘El Republicano’ (Oruro) y ‘La Verdad Desnuda’ (Sucre), entre otros.

En esta ocasión, narramos la historia del periódico eventual llamado ‘El Conservador’, cuyo primer ejemplar se publicó en la ciudad de Sucre, el día viernes 1° de junio de 1849, de cuatro páginas y formato: “385 x 230 mm.; á tres columnas”, con la finalidad de: “presentar al pueblo los hechos y las cosas en su desnudez, valiéndonos del lenguaje franco y sencillo de la verdad, sin esa fraseolojía pomposa y pedantesca con que se anuncian los apósteles de la subversión”.

Sobre el nombre del citado periódico los editores escribieron: “Conservador pues hemos querido apellidar á nuestro papel, para hacer resaltar la contradicción en que se incurría dándose el mismo título al periódico mas destructor y anárquico que darse ha podido”. También, fue una publicación contra los generales José Miguel de Velasco, Sebastián Ágreda y el abogado José María Linares, todos ellos derrotados en la batalla de Yamparaez, acaecida el 6 de diciembre de 1848. Sobre dichos personajes, los redactores escribieron: “la Nación los ve ya en su verdadera figura; advierte y conoce bien sus hipócritas intenciones; los rechasa, los desprecia, los aborrece. Son para ella los jenios del mal, el fuego de la discordia y las funestas sombras que desde que aparecieron en el teatro político no han cesado de emponsoñarla y aflijirla con su mortífero aliento”.

Por otro lado, contiene información gubernativa es decir: correspondencia y avisos oficiales, partes militares, decretos, información del exterior, noticias y sonetos políticos. ‘El Conservador’, fue publicado en la conocida ‘Imprenta de Beeche y Compañía’. Se vendía en la misma imprenta donde se publicaba, cada ejemplar costaba un real y la suscripción por 15 números costaba 12 reales.

Fue editado por un seguidor de Belzu, que utilizaba el seudónimo de ‘Un tendedero’. Solo se publicaron 16 números, adicionados a algunos ejemplares fueron publicadas las hojas intituladas ‘Alcance del Conservador’, que contenía información gubernativa.

Tranvías para la ciudad de La Paz

En 1902 la ciudad de La Paz tenía más o menos 70.000 almas. Se comienza a sacudir la molicie en que viven los habitantes, hay idea de la prisa y de vencer la distancia. Las extremidades de los caballo favorecen la comunicación, también los bulliciosos coches “Victoria”, pero ello resulta incómodo por la topografía quebrada y en veces la inseguridad de los pocos puentes que dan paso sobre el Choqueyapu; en veces crujen sus soportes cuando pasan más de cinco pasajeros. Hay enormes avenidas tortuosas y pedregosas que trajinar, necesitándose un medio de transporte cómodo, así también económico.

El mismo año, se hace la convocatoria a propuestas para la instalación de un “Ferrocarril Urbano” hasta la villa de Obrajes por motor eléctrico en combinación con el ferrocarril de bajada del Alto, durante la gestión del alcalde Sabino Pinilla, publicándose los avisos en las ciudades de Buenos Aires, Lima, Santiago.

Hasta 1905 se discuten y se observan diversas fallas técnicas por la falta de energía en la planta de Achachicala, que apenas producía algo así como 362 H.P., siendo insuficiente para dicho servicio, se desistió la oferta que formuló el señor Santos Machicado, en la sesión del 13 de junio. La presidencia de la Comuna estaba entonces a cargo del señor Heriberto Gutiérrez.

El 21 de diciembre de ese año, se aprobó la nueva propuesta del señor José Gutiérrez Guerra, que llegó más tarde a ser Presidente de la República, representaba a la empresa llamada “Hidro-Eléctrica”. Según ella, se fijaba la tarifa de 10 ctvs por pasajero, debiendo el Municipio pagar Bs. 2.000 anuales de subvención por cada kilómetro de rieles a construirse. El contrato fue firmado entre los señores He-

riberto Gutiérrez y Alejandro Lastra por la Alcaldía y el señor Horacio Ferrecio por The Bolivian Rubber & General Enterprise Ltda.

Durante la gestión edilicia del señor Carlos Flores Quintela, el 6 de marzo de 1908, se logró aumentar la potencia generatriz de la mencionada usina para ampliar la instalación del servicio eléctrico, y se convino también dar empuje al tranvía de El Alto, a cargo de la misma empresa, hasta Challapampa.

Llegó el domingo 18 de julio de 1909, es día grandioso, se recuerda el Centenario del Primer Grito Libertario en América, al héroe Pedro Domingo Murillo y a los protomártires de la independencia. Concurrieron plenipotenciarios de países amigos y huéspedes de honor a dicha celebración. Como uno de los números centrales del programa, se marca la inauguración del moderno sistema locomóvil, y al fin, “La Paz y los que deseamos ver marchar su progreso en todos los ramos de la humanidad activa a grandes pasos, debe complacerse en sumo grado con la presencia de la realización del nuevo e importante adelanto que desde hoy puede enorgullecerla”, dijo un orador en el instante solemne.

Cerca de las once de la mañana, de la cochera de Challapampa, salen tres carros, pintados de los tres colores de la enseña nacional. Allí están sentados ministros y pomposos representantes de las instituciones estatales como de la alcaldía. El recorrido de la flamante línea fue la avenida Montes, calle Comercio, del Pala-cio de Gobierno, hasta la curva de la calle Loayza, siguiendo el resto sin modificarse. Cerca de la curva del templo de San Juan de Dios, Mercado, uno de aquellos carros fue a chocar contra un poste que se hallaba muy cerca al paso. El manejo estaba a cargo de maquinistas franceses.

Las ancianas observando escépticamente desde sus ventanas enfaroladas de vidrios de colores, no hacían más que persignar-se. . .! ¡Que yo viaje en eso! ¡Santo Dios, estoy más segura a pié!

Mucho peor las campesinas de fuera del radio urbano, tenían espanto al ver estos carruajes moviendo sus ruedas sin ningún impulso visible. La extensa avenida 12 de septiembre (Av. Arce y San Jorge) era puro chacarismo o sembradíos con muros apisonados de barro, piedra y paja (tapiales).

¡Las cosas que hacen los gringos! Alguien decía.

Hasta en el Decano de la Prensa Nacional, que entonces recién cumplía sus cinco abriles, pues fue fundado el 5 de abril de 1904, aconsejaba uno de sus periodistas a la empresa tranviaria, el uso de salvavidas. ¿para qué? Se preguntará el curioso lector, sin duda sonriente. Tal vez se pensaba que el rodante artefacto iba a naufragar en algún riachuelo, de los muchos que había por entonces.

“El pasado domingo, a la hora prefijada, se llevó a cabo en acto solemne. La inauguración del tranvía eléctrico de la ciudad de La Paz. Nueva entre nosotros una línea férrea urbana, a tracción eléctrica, la inauguración ha despertado interés al par que un vivo entusiasmo en aquellas que comprendiendo toda su importancia y significado, ven en el tranvía un factor más en el progreso de la ciudad. Esta ha adquirido, de un momento a otro, un nuevo aspecto de modernidad.

Los carros confortables y de elegante estilo se dejan ir por las avenidas de la población pletóricos de pasajeros que suavemente tendidos sobre los asientos, miran a través de las ventanillas, el paisaje incoherente de la ciudad pintoresca, pasar como una visión cinematográfica. El “TIN TIN” del timbre que avisa la llegada o previene a los transeúntes, suena interminablemente y su rumor habla del progreso, porque las ciudades nuevas y de intensa vida se denotan por el estruendo y el ruido”

“La empresa se merece aplauso por el éxito alcanzado y que sabe acoger cordialmente las observaciones que le van de parte de la prensa, había de hacer lo propio para una que nos parece justa. Sería conveniente, casi indispensable, que se adoptasen a la cabeza de los carros, salvavidas, aparatos que reducen bastante el número de accidentes personales”.

Enseguida, se publicó también el siguiente aviso: “COCHEROS.- En vista de la competencia que ya van haciendo las tranvías a los coches, los aurigas han resuelto efectuar reunión, con el objeto de acordar la rebaja de fletes de sus vehículos”

Así, los martirizados caballos y mulas, debían irse jubilando o prestar sus servicios en el campo o dedicarse a otras faenas nobles o compasivas, pues estos animales eran víctimas del furor del látigo cuando ya no podían caminar de cansados o cuando se embriagaba el conductor.

Como complemento de la nota, hasta donde abarcan nuestros recuerdos, en 1918, llegó otra línea de tranvías hasta cerca del cementerio general, habiéndose invertido en su construcción Bs. 19.003,79, incluyendo las obras de refuerzo del puente “Coscochaca” (Tumusla y Eguino), con 2.200 mts. de recorrido.

El costo de la vía de Sopocachi, por 1.450 mts. de recorrido, fue de Bs. 9.630,10.

Para adicionar un detalle que complementa la historia de este medio de transporte, que en efecto fue un verdadero adelanto urbano, cambiando la fisonomía pueblerina de la ciudad de La Paz, no estaría inútil indicar que en 1888 se propuso su establecimiento por don Manuel Murillo Dorado. El Presidente de la República, Dr. Gregorio Pacheco, por Resolución de 28 de marzo, acordó pasarla a la Legislación, donde quedó olvidada, ignorándose las causales de ellos, pues nadie volvió a ocuparse del asunto. La base de la propuesta fijaba un privilegio de explotación de 40 años, denominándose en ese documento “Servicio de Tranways”.

Del libro “Estampas Antiguas de La Paz”.

Se cumplen cien años del “crimen del siglo” por el que fue fusilado un inocente


Frente al pelotón de fusilamiento, Alfredo Jáuregui aprieta un crucifico en su diestra y repite en silencio el Padre Nuestro, mientras un pelotón de fusilamiento enfila sus armas para atravesarle el pecho.

Es el sábado 5 de noviembre de 1927 y unas 6.000 personas han llegado a la polvorienta planicie del Polígono de la Escuela Militar de Aviación en los Altos de La Paz para ver el macabro espectáculo.
El pelotón ya ha cumplido dos órdenes de su comandante —“preparen, apunten”— y aguardan la tercera y definitiva: ¡Fuego¡
12 horas antes de la ejecución
Alfredo Jáuregui, de 27 años, permanece en la oscura Celda de la Muerte. En la pequeña habitación tiene su cama y una silla de madera. Encima de ella hay un candelabro con un cirio apagado y el libro con tapa roja de Los Miserables.
Desea ver a su madre, que tiene, para este momento, un nombre poético: Dolores.
“Hoy este hombre ya no nos pertenece”, escribía El Diario. El País, más generoso, pedía “piedad para el hombre que vivió 10 años con la angustia de todos los días, de todos los segundos”.
Y La Razón preguntaba: ¿Fusilarlo, para qué, hay algún remedio en esto, un escarmiento, un afán de corregir o enmendar?

6 horas antes de la ejecución
A las tres de la madrugada se le permitió confesarse con el canónigo Teodosio Sáenz en la capilla del penal.
—Mamita, exclamó al ingresar al templo, cayendo de rodillas ante la imagen a quien clama: “Tú sabes que soy inocente, ayúdame, Mamita”.
Al fondo dos cirios iluminan amargamente el lugar. A la izquierda hay una mesa y encima de ella un vaso con agua. A la derecha se abre una puertecita que conduce a la sacristía. En uno de los muros cuelga un Cristo crucificado que las llamas de las velas deforman e iluminan de cuando en cuando.
Desde el altar mayor, la Virgen extiende sus brazos. El canónigo Sáenz ha puesto entre las manos de Alfredo un crucifijo. Él lo ha besado con fervor y ha dicho en voz alta: “Señor, tú sabes que soy inocente”.
Sáenz, que permanecerá con él hasta que expire su vida, le pregunta:
—¿Algo que quieras confesar, Alfredo?
En unas horas lo llevarán a los Altos de La Paz, en el recorrido pasará por el Cementerio General, donde más tarde habrán de enterrarlo inerte y ensangrentado. Hay varios escapularios en su pecho que atravesarán las balas de la muerte.
—¿Cree usted, padre Teodosio, que diez años de prisión no son bastantes para quebrar cualquier resistencia? Si supiera algo, ya lo habría dicho.

Bolillo de la muerte, lunes 25 de octubre de 1927
La justicia ha emitido el fallo inapelable en el largo juicio contra los procesados por la muerte del general José Manuel Pando. La máxima condena por asesinato es diez años de prisión y los hermanos Juan y Alfredo Jáuregui, Néstor Villegas y Simón Choque ya la han cumplido. Aguardan ser liberados.
Se decide, sin embargo, que se les someta a un sorteo público para que a uno de ellos se le fusile y a los otros se les destierre.
El Diario informa que hoy, 25 de octubre de 1927, “la mano del destino extraerá de un ánfora el macabro bolillo con el nombre de un condenado a muerte”.
El Norte anticipa que “una multitud conocerá el nombre del infortunado”.
Miles de personas se han volcado al edifico de los juzgados y calles adyacentes; la escalinata, los pasillos y la sala de audiencias del caso Pando están repletas de curiosos y la Policía impone el orden al caos y manda callar a la bulliciosa masa.
Damas de la caridad y amigos se acercan a Juan y Alfredo Jáuregui, a Néstor Villegas y Simón Choque para expresarles su apoyo y solidaridad.
La prensa se preocupa, en cambio, de recoger las voces de los condenados.
Simón Choque, con una barba canosa, aclara que no pide gracia de la justicia y que nada sabe del crimen.
Juan Jáuregui, pálido y delgado, informa que ha presentado un recurso legal para que el proceso termine.
Néstor Villegas es el de mayor edad del grupo. Se ve tranquilo y sereno.
Alfredo Jáuregui sonríe melancólicamente, pero siente un mal augurio.
—Me parece que las personas que me buscaron antes del sorteo hablaron con lágrimas en los ojos, como si en mi rostro descubrieran el anuncio fatal.
La audiencia se inicia. El piso de madera cruje, las puertas rechinan y algunos vidrios se rompen. El juez Benedicto Tamayo agita la campanilla. Se leen los últimos requerimientos y el auto definitivo.
El juez Tamayo pide a un representante de la prensa que llene en un papel el nombre de los acusados, lo fraccione y que la suerte se encargue del orden para escoger los bolillos de la muerte.
Y la suerte decide el fatal orden: Juan Jáuregui, Néstor Villegas, Simón Choque y Alfredo Jáuregui. El fiscal Uría muestra los cuatro bolillos y pide que se compruebe su igualdad: son del mismo tamaño, tres blancos y uno negro.
Juan Jáuregui extrae el primer bolillo, lo aprieta en su mano derecha, gira la cabeza, ignora al público y se retira. El fiscal le ordena que muestre a la multitud el bolillo y así lo hace: es blanco.
Néstor avanza torpemente hacia el ánfora. Saca el bolillo y lo muestra: blanco.
El público aplaude
Simón choque, firme, introduce la mano en la caja negra y extrae el bolillo, no está preocupado. Levanta el brazo y lo muestra:
—“Blanco, blanco”, exclama la gente.
Se sabe ya quién es el condenado a muerte.
Por unos instantes reina la completa indecisión. El secretario no sabe si llamar al cuarto reo. Alfredo se ve, en último término, obligado a completar el trámite. Un profundo silencio se impone en la sala cuando se levanta de su asiento. Se dirige hacia el ánfora y con una sonrisa triste extrae el fatídico bolo negro. Lo muestra y regresa a ocupar su puesto en el banquillo.
En medio del escándalo, se da por concluido el trámite judicial.
Al día siguiente El Diario informa: “La bolilla negra —dolorosa paradoja— ha correspondido al más joven, al que demostró ser verdaderamente inocente, al más bueno, como decía el público angustiado por la extraña fatalidad del caso”.

Sábado 16 de junio de 1917
Es media tarde y Francisca Quispe entrega a la Policía un fino caballo blanco correctamente ensillado, con alforjas y una manta nueva de lana dentro.
La joven campesina encontró al animal vagando en los altos de La Paz, y pide una gratificación. La Policía ve inscrita en la montura las iniciales J.P., conforma una comisión y comprueba la versión de Francisca concluyendo que nada sabe del caso.
El lunes el rastrillaje se extiende a Achocalla y El Kenko. En este caserío unos vecinos declaran que un caballero, con un animal blanco, pasó por la tienda de Dolores Jáuregui y dijo que había cabalgado desde Luribay.
Un telegrama enviado por la Policía a ese pueblo despeja las dudas: se trata del general José Manuel Pando.
Pando, expresidente de la República, fundador y jefe del Partido Liberal, mayor general del Ejército boliviano y general de división del Ejército del Perú, una figura popular de la nación, vivía en su hacienda Catavi, a un día de camino de La Paz.
Se dedicaba allí a la agricultura, elaboraba vinos y producía aguardientes. Partió de su fundo el jueves 14 de junio de 1917 para celebrar en la ciudad la boda de unos parientes.
Dos familiares suyos, residentes en La Paz, declaran que tanto el caballo como la montura pertenecen al expresidente.
La Policía organiza una gran expedición. Tras una angustiosa búsqueda, un gendarme detecta al fondo de un barranco, sobre Achocalla, un “zapato ensangrentado”.
El descenso se extendió por cuatro horas y, según El Tiempo, “cuando intentaron levantar el zapato descubierto se encontraron que él aprisionaba un pie y que junto con el pie estaba todo un cuerpo humano. Y entonces se supo la verdad: era el general Pando”.
El jueves 21 de junio de 1927 El Tiempo, a ocho columnas en portada y una fotografía del héroe, informa de la “trágica” muerte del mayor general José Manuel Pando y demanda: “…que se establezca la verdad de lo ocurrido mediante la prolija averiguación por las autoridades judiciales”.
La muerte de Pando, fallecido a la edad de 68 años, arremolina a cientos de personas delante de las imprentas para conocer más detalles del caso.
La Policía interroga a Juan Jáuregui, hijo de Dolores Jáuregui, en cuya tienda estuvo el general Pando la noche del viernes 15 de junio de 1917.
En la requisa a la tienda se halló supuestamente un madero ensangrentado. Un aguayo, escondido en una lata de la cocina, estaba también tinto en sangre. Se cree que Pando murió allí y que fue transportado su cadáver hasta la cañada de Achocalla, para simular el embarrancamiento.
Los hermanos Juan y Alfredo Jáuregui son detenidos. A ellos se suma Néstor Villegas, dueño de la casa donde funcionaba la tienda de abasto de Dolores Jáuregui, y Simón Choque, guardavía y telegrafista del ferrocarril.
El día en el que murió Pando, Alfredo estaba muy lejos de los fatales sucesos.

5 minutos antes
Desde las primeras horas de la mañana, miles de personas ocupan los alrededores del campo señalado para la ejecución. A las 08.30 ingresan los automóviles con los reos. Descienden todos. Alfredo viste de negro. Tiene en la mano derecha un crucifijo. No cesa de orar el Padre Nuestro.
A dos pasos del patíbulo solicita el uso de la palabra. Extrae de su bolsillo una hoja de papel que ha escrito con la ayuda del cura Sáenz.
—Como quisiera que el espíritu del general Pando se presente en este trágico momento y diga: Retiradlo del patíbulo, porque no es mi asesino.
Pero una fuerte voz manda a callar al acusado.
—¡Basta ya¡ vocifera con furia el fiscal Luis Uría tratando de impedir que continúe con su discurso y ordena: Hemos terminado, señor sacerdote.
Los periodistas y el público protestan y exigen que se deje al reo hablar con libertad. Todos están pendientes de las palabras del condenado.
Y el condenado, con esfuerzo para dominarse y pronunciar con claridad sus palabras, hace escuchar su voz.
—Mi conciencia reposa tranquila, serena, porque nada tengo que me remuerda la conciencia. Dios mío, perdón para mi alma, imploro tu justicia ya que en el mundo no la he encontrado.
Ha concluido la lectura de su carta. Se despoja de su abrigo y las polainas, desabotona su chaleco, desvía hacia un costado la corbata y muestra la blanca pechera de la camisa.
Rodeado de los sacerdotes, Alfredo se sienta en el banquillo. Dos carabineros se acercan a él y le envuelven el cuerpo con las cuerdas que le sujetan al patíbulo. En ese momento se alza la voz de su hermano:
—¿Qué es de la solicitud que he presentado, señor fiscal?
La pregunta queda sin respuesta.
El fiscal Uría se desprende del grupo judicial y a unos metros del condenado pregunta, fuerte y claro:
—Alfredo Jáuregui, el fiscal de la causa, por última vez le pregunta si tiene que hacer alguna declaración del hecho por el que ha sido condenado.
Alfredo, sujeto a su cadalso responde:
—No soy tan infame como el juez Tamayo ni como el fiscal Uría. No tengo nada que revelar a la humanidad. Soy inocente. Soy mártir.
Otra vez se escucha la voz fría y aguda de Juan.
—Hermano, no tienes que humillarte, ni acobardarte. Eterna maldición para los que te condenan.

Un minutos antes
El sentenciado se apoya en el tablón, cruza las piernas, levanta el brazo derecho y pide a Sáenz:
—Esta soga que me quiten, padre.
No hay tiempo para atender la súplica del Alfredo, pero nuevamente Juan se hace escuchar.
—¡Rogaré por ti, hermano!
La columna de carabineros, con las armas apuntando, cumple con disciplina la voz de mando de su comandante que baja la espada y ordena: ¡Fuego¡
Alfredo repite el Padre Nuestro cuando la mortal descarga destroza su pecho.
Un sargento se desprende del pelotón de fusilamiento, y se dispone a disparar el tiro de gracia, pero entonces alguien grita: “No es necesario”.
El padre Franciscano Quiroz llega al patíbulo, despoja al muerto de la venda y le acaricia el rostro y los cabellos. Un carabinero suelta las cuerdas y ayudado por otros deposita el cuerpo en la caja mortuoria. Cuatro personas ayudan a colocar el ataúd sobre un camión y pronto es conducido al cementerio de la ciudad, donde es sepultado en un nicho del cuartel 12.

El ‘narco golpe’ de 1980 fue brutal e inhumano



Tres cruces pintadas con sangre en la fachada de una vivienda al inició de la avenida Antofagasta (carril de ida a la Ceja de El Alto) era la única prueba de que en ese lugar fueron acribilladas tres personas por paramilitares del ‘narco golpe’ de Estado el 17 de julio de 1980. Nunca se supo quiénes fueron asesinados en dicho lugar.

De esa manera se vivió esa jornada del ‘narco golpe’, que fue uno de los más sangrientos y brutales que se vivió en la última mitad del siglo XX.
Julio Llanos, sobreviviente de las dictaduras, describió ese día de mucho dolor para los familiares de las personas que cayeron por el disparo de un arma de fuego o en poder de los paramilitares argentinos que estaban bajo el mando del alemán Klaus Altmann-Barbie.

El golpe de Estado se había consumado cerca de las 09.00 con el anunció de que el Ejército se levantó en la ciudad de Trinidad.
La decisión fue planificada por los servicios de Inteligencia argentinos y fueron sus miembros quienes atacaron la sede de la Central Obrera Boliviana (COB) mientras se reunía la cúpula dirigencial para iniciar la resistencia.

En el asalto murieron Marcelo Quiroga Santa Cruz y Carlos Flores, los sobrevivientes fueron llevados en ambulancias con destino desconocido.

En esa jornada se escuchaban, a la distancia, los disparos de ametralladora, y por aire un helicóptero que fue identificado como el que abatió a varias personas en la feria de la 16 de Julio.

“NARCO GOLPE SANGUINARIO”
El ‘narco golpe’ sanguinario, cuya principal ligazón era el narcotráfico, según el testimonio que dio en su libro Ayda Levy, esposa del afamado capo del narcotráfico Roberto Suárez Gómez, fue apoyado y financiado por su cónyuge.

Klaus Altmann-Barbie fue el nexo entre Roberto Suárez Gómez y el gobierno de García Meza. Los paramilitares a su mando sangraron a la población, según el testimonio de Orlando Figueredo Tellería, quien en su relato detalló que los allanamientos armados a domicilios eran para saquear y asesinar, sin respetar el derecho de las personas.

Los detenidos eran trasladados a golpes, patadas y culatazos. Las torturas en las prisiones eran permanentes con picana eléctrica (en los genitales de varones y mujeres), manguerazos a todos los detenidos y el submarino en bañadores llenos de agua o excremento.

El detenido era obligado a sumergir la cabeza en esos depósitos; parrilla caliente, donde se quemaba los pies de los presos; privación de alimentos; aplicación de capuchas o bolsas de plástico en la cabeza; golpes en las plantas de los pies, cortes y pinchazos, introducción de alfileres en las uñas fueron algunos de los métodos de tortura aplicados.

También se menciona la ingesta de excremento, petróleo, kerossene y otros elementos que provocaban daños en el aparato digestivo, la aplicación de drogas vía oral e inyectables; colgamientos de las extremidades inferiores, azotes corporales, simulación de ejecuciones, ruleta rusa, fusilamientos y otros; amenaza de secuestro y muerte de los familiares de los presos; excavación de fosas que presuntamente servirían para enterrar vivos a las víctimas; callejón oscuro, por donde los detenidos tenían que pasar y someterse a los golpes de los paramilitares.

Julio Llanos recordó que los principales centros de detención y tortura se encontraban en los cuarteles militares, “casas de seguridad” instaladas en varias ciudades del país, Control Político de la calle Potosí, la Dirección de Investigación Nacional (DIN), la Dirección de Operaciones Policiales (DOP) y el Departamento Segundo del Estado Mayor del Ejército, entre otros.

DEL CONGO A ÑANCAHUAZÚ

Por Alejo Brignole

Reflexión en Tanzania (4)

La derrota en África fue para el comandante Guevara algo más que un descalabro militar. Aquella retirada lo llenaba de un pudor profundo porque sintió que había abandonado un campo de batalla internacional para extender la Revolución Socialista. En su imaginario idealista, capitular en África significaba abandonar todo un continente explotado que clamaba liberación. Acostumbrado a las victorias del proceso cubano conducido por Fidel, este revés militar supuso un freno a su impetuoso universo mental, al ansia juvenil y rebelde que le roía las entrañas. A los 37 años, ese revolucionario ya maduro comprendió que no siempre se gana y que los ideales profundos a veces no bastan por sí solos para torcer el curso de la historia.
La derrota del Che en el Congo fue, por tanto, una derrota más moral que técnica, más espiritual que militar. El Che había mordido el polvo y no estaba acostumbrado a ello. Él sabía que esa derrota no le correspondía, pues muchos factores extrínsecos se habían interpuesto en su disciplinado método organizativo. Las tropas africanas no resultaron ser lo que él esperaba y comprobó que disciplinar y motivar a hombres de otras culturas no siempre es una tarea realizable, o al menos sencilla. Las idiosincrasias particulares de aquellos africanos animistas, que conjuraban espíritus y se abandonaban a estados mentales de éxtasis antes de los combates, superaron las expectativas de los instructores cubanos, acostumbrados a otro régimen de conducta frente al enemigo. Como bien le había dicho el Che a Fidel en su correspondencia personal, en el Congo no faltaban armas y equipos, sino soldados entrenados y hombres motivados para un tipo de lucha orgánica, con órdenes y cadenas de mandos. El comandante argentino sabía perfectamente que un fusil en manos incompetentes era lo mismo que nada. O muy poco. Era el genio tras el arma, el espíritu de lucha lo que dirime la suerte en un enfrentamiento. En la Sierra Maestra antes del ’59, más valía un guajiro con un simple machete, que allí un congoleño con un AK-47 sin disciplina ni orden.
Todas estas cuestiones las repasó en su cabeza durante los tres meses que permaneció en Dar Es Salaam luego de la derrota, en la legación diplomática cubana de la capital tanzana. Allí descansó, escribió correspondencia y siguió de cerca las noticias que llegaban desde el Congo. Un antiguo sargento de la policía colonial belga llamado Joseph-Desire Mobutu, ahora ascendido a Teniente General del Ejército Congoleño, dio un golpe maestro con un grupo de militares y desplazó a Kasavubu como hombre fuerte. Durante la misma semana en que el Che cruzaba el lago Tanganica derrotado, Mobutu tomó el poder del país, al que le cambiaría el nombre por el de República del Zaire. El propio Mobutu, a partir de 1972, pasaría a llamarse Mobutu Sese Seko Nkuku Ngbendu Wa Za Banga, cuyo significado era: el guerrero todopoderoso que, gracias a su resistencia e inflexible voluntad para ganar, va de conquista en conquista, dejando un rastro de fuego. Mobutu era un astuto oportunista y un megalómano de pacotilla, muy al gusto de las potencias occidentales que le permitieron hipotecar el país, mientras Mobutu ensayaba alianzas y acuerdos con las corporaciones europeas para la extracción de los ricos minerales del subsuelo nacional: coltán, uranio, cobre, oro, níquel o diamantes.
El Che, gran lector de geopolítica, sabía que la pérdida del Congo significaba perpetuar las condiciones de esclavitud y dependencia que él, Lumumba y otros habían intentado combatir. Y no se equivocaba. Mobutu Sese Seko, al morir en 1997, dejaría al país una deuda externa de 13.000 millones de dólares, de los cuales más de 5.000 millones reposaban en sus cuentas personales de la banca suiza y en paraísos fiscales. Otros muchos millones estaban a nombre de las pequeñas oligarquías mineras y gubernamentales que él creó a lo largo de sus 32 años de gobierno.
La idea del comandante Guevara era empezar por el Congo, ya libre de la influencia colonial de Bélgica, y desde allí comenzar una tarea de acoso guerrillero y revolucionario para finalmente —con la ayuda soviética— liberar a un continente aplastado por casi 500 años de intervencionismo colonial europeo. Las similitudes con América Latina era evidentes para el Che, aunque mucho más trágicas y exacerbadas. Si Latinoamérica debía unirse para su liberación económica, África debía antes constituirse como una región autónoma de países recién formados y sin experiencia independiente. La revolución allí era, por tanto, un imperativo histórico, y sin embargo no había podido ser realizado.
En Dar Es Salaam, el Che decide dirigirse a Praga, la capital de la República Socialista de Checoslovaquia —bajo la órbita soviética tras el Telón de Acero— y allí reordenar su estrategia revolucionaria internacional.
Antes de partir hacia Europa Central, Guevara recibe la visita de un integrante de los servicios de inteligencia cubanos, el odontólogo Luis Carlos García Gutiérrez, que fue enviado por Fidel para ayudar el Che y evitar que su presencia sea detectada en Europa. La CIA le seguía de cerca y ni siquiera Moscú o la KGB debían saber de sus traslados, pues las agencias rusas y estadounidenses se espiaban mutuamente, y lo que la una sabía, la otra también. El Dr. García Gutiérrez sería el encargado de cambiar radicalmente el aspecto físico del Che y darle una nueva identidad. A partir de allí, el Che dejaría de ser Ernesto Guevara de la Serna, y su pasaporte diría “Ramón Benítez”. (continuará)

viernes, 14 de julio de 2017

La Paz de antaño Plaza Isabel la Católica

Una fotografía de la vista de la Plaza del Óvalo en 1912, hoy Plaza Isabel la Católica, fue declarada como patrimonio arquitectónico y urbano de La Paz, bajo ley 186/2016, está ubicada en la avenida Arce.

En la fotografía se observa a la zona de Sopocachi con casas de una planta y una avenida ancha, hoy la misma plaza está rodeada de edificios y en el centro lleva un monumento de la reina Isabel La Católica, que fue realizada por el escultor español Jaume Otero (1888 -1945). Fue una donación de los residentes españoles en 1928.

La obra está apoyada sobre una piedra de Comanche, con grabados de los escudos de Bolivia y España y otras figuras que la acompañan. Fue instalada en la plaza que durante los años 20.

jueves, 13 de julio de 2017

AYER, EN EL 237 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE JUANA AZURDUY

Juana Azurduy, imposible no recordarla por sus valerosas hazañas que marcaron una huella inmortal y abrieron un camino para el Alto Perú, hoy Bolivia. Con actos protocolares, culturales y la confirmación del anuncio de un monumento de gran tamaño en su honor, ayer se recordó el 237 aniversario de su natalicio, conforme con la historia registrada todavía como oficial.

La actividad central de homenaje a la Mariscala de Bolivia y Generala de América se concentró en la Casa de la Libertad, donde yacen sus cenizas en una urna de madera. Asistieron autoridades municipales, departamentales, militares, institucionales, organizacionales y el colegio Juana Azurduy de Padilla.

El alcalde Iván Arciénega resaltó los valores de la guerrillera, su valentía y la entrega de lo más preciado: la familia y su vida, a favor de la libertad. Subrayó la importancia de su papel en las batallas para entregar al país una identidad. Del mismo modo, comprometió la trascendencia de su memoria en las nuevas generaciones a través de acciones y obras como el monumento "más grande del continente", situado en el cerro Sica Sica o en el Churuquella.

“Ponemos a consideración nuevamente del pueblo de Sucre que para el año 2025, el Bicentenario, podamos estar inaugurando el monumento más grande de América en uno de nuestros cerros emblemáticos de Sucre, precisamente en homenaje a doña Juana Azurduy de Padilla. Será parte de nuestro trabajo hacer que la memoria esté presente siempre en el cada día y en las nuevas generaciones”, indicó.

Respecto a la nueva fecha del nacimiento de doña Juana, difundida en 2015 por el investigador Norberto Benjamín Torres, el Ejecutivo dijo que una vez haya constancia científica de lo estudiado se modificará la normativa de su distinción.

EN LA BRIGADA PARLAMENTARIA

En un homenaje aislado de la Brigada Parlamentaria a la heroína, su presidente, Francisco Cuellar, convocó a la Federación Departamental de Mujeres Juana Azurduy de Padilla, que cumplió su sexto año de vida, a una lucha colectiva desde las propias acciones.

CANCIONES PARA JUANA

La jornada concluyó con un concierto de grabación en vivo del material que interpretan los grupos Trashumante y Sobrevivencia, en la Casa Municipal de la Cultura. Relatos y pasajes cantados de las hazañas de Doña Juana enriquecieron la velada.

Pasa inadvertido el "Día de la Capitalidad"

El Día de la Capitalidad también se recordó ayer como reivindicación al título de Sucre que por ley le corresponde. No obstante, pasó desapercibido principalmente entre las autoridades.

El alcalde Iván Arciénega señaló que “se ha dado un gran paso” para lograr que Sucre sea considerada Capital de Bolivia a través de la Carta Magna. Desde la aprobación de la Constitución en 2009, el parágrafo I del artículo 6 señala que Sucre es la Capital, sin mencionar la sede de los poderes.

“En la Constitución Política del Estado Plurinacional, como nunca antes en la historia, ahora se reconoce de manera puntual y precisa que la Capital del Bolivia es Sucre. Realmente, es un tema que renovamos sobre todo por la precisión establecida de constitucionalidad”, apuntó.

Otras autoridades ni mencionaron la fecha cívica.

La Ley del 12 de julio de 1839 establece que Sucre es la Capital de Bolivia donde deben funcionar los poderes del Estado.

miércoles, 12 de julio de 2017

La Paz de antaño Transportes Saurer

Camión de la conocida empresa de transportes Saurer, ubicada en una calle de la zona norte de la urbe paceña. Esta empresa fue fundada en 1896, para producir coches en Arbon (Suiza) por Adolph Saurer. En 1903 construyó su primer camión: un 4 cilindros de 25/30 Cv y 5 Tm. de carga y transmisión por cardan.

A partir de 1904 se empezaron a fabricar camiones Saurer bajo licencia por otras marcas. En 1910 era probablemente el mayor constructor de camiones del mundo, con fábricas en Arbon (CH), Suresnes (F), Lindau (D), Plainfield (USA), y Viena (AT). Además lo construían bajo licencia OM (I), Saurer-Armstrong (GB), MAN (D) y Kraftfahrzeug-Gesellschaft Wien (AT).

Historia de Uyuni “La Hija Predilecta de Bolivia” hace 128 años

A la conclusión de la Guerra del Pacífico, donde Bolivia perdió su Litoral, Chile planificó el repoblamiento de todo el territorio conquistado tanto a Bolivia como al Perú.

Al mismo tiempo, con la visión de sentar soberanía sobre sus nuevos territorios, realizaron una rápida incursión ferrocarrilera por la costa del Pacifico.

Por entonces, e l Dr. Aniceto Arce, que había nacido en la ciudad de Tarija un 17 de abril de 1824, siendo un gran industrial minero y un prominente político, accedió a la Presidencia de la Republica el 15 de agosto de 1888.

Durante su gobierno tuvo grandes intenciones para solucionar pacíficamente el problema del enclaustramiento marítimo al que nos había sometido la República de Chile, para que el puerto de Arica (antes Perú) pasara a depender de la soberanía boliviana; lo que a su interés de industrial minero hubiera favorecido enormemente; pero al convertirse este deseo en una simple quimera, se obstinó en forma determinante en construir el ferrocarril Antofagasta - Bolivia, debido a que en aquella época la exportación del mineral de plata que realizaba la Compañía Huanchaca de Bolivia, que era de su propiedad y que además tenía mucha fama, indispensablemente debía realizarse por el puerto de Antofagasta. Para esa época solo se conocían Empresas carretoneras, que dicho sea de paso, demoraban demasiado tiempo en arribar a puerto. Al ritmo que iban, estos hacían descansos obligados en plena altipampa; entre uno de esos lugares se encontraba un villorrio conocido con el nombre de Uyuni, situado en lo que hoy los lugareños conocemos como “Posta Vieja”.

A propósito del origen de la palabra “UYUNI”, existen la versión que dice que en el lugar denominado “Posta Vieja” se hallaba asentada una familia de apellido Uyuli, de donde derivaría el nombre de Uyuni; sin embargo, hay otra que al parecer es la más correcta y aceptable y viene de los vocablos aymaras: uyuja = mi casa, uyupa = su casa y uyuni = con casa; lo que significaría que Uyuni fue creada en un lugar que para entonces contaba “con casa” o con una especie de tambo que poseía corrales para el albergue de los carreteros y sus animales en tránsito.

El presidente Aniceto Arce, como industrial intrépido y de férrea voluntad, no escatimó esfuerzo alguno en la construcción del ferrocarril, debido a que su Plan de Gobierno era netamente de vinculación territorial; prueba de ello, está la construcción del puente colgante sobre el río Pilcomayo.

La realización del proyecto de vinculación ferroviaria Antofagasta - Bolivia, levantó la voz de protesta de sus adversarios políticos, quienes con duras y severas críticas consideraban al Dr. Arce, como un gobernante entreguista del resto de nuestro territorio al pueblo chileno que nos había usurpado alevosamente nuestro Litoral. Pese a estas protestas, que habían incitado a realizar revoluciones para destituirlo de la presidencia; el hombre de personalidad irreductible, supo campear las tremendas dificultades y llevar adelante su anhelado proyecto, (se cuenta que en una ocasión, tuvo que disfrazarse de fraile para salvar su pellejo); de esta manera interpretada de suma importancia la construcción del ferrocarril, en febrero de 1889 estaba ya concluida la punta de rieles en la zona denominada “Uyuni”, en cuyo villorrio la gente especulaba que los constructores (por lo menos costo en mano de obra, chilenos en su totalidad) saquearían las instalaciones de la compañía Huanchaca de Bolivia. Por este motivo y con la cautela respectiva por la desconfianza que sentían los pobladores bolivianos, se ordenó que en esa altipampa momentáneamente, los trabajos de tendido de rieles se den por terminado.

El motivo del tren que llegaba hasta punta de rieles con el embarque de los minerales hacia el puerto de Antofagasta, dio lugar a una franca actividad comercial y al rápido crecimiento de una población exenta de una correcta urbanización; esto motivó a que las autoridades comisionaran al Ing. Julio Pinkas, la confección de un plano urbanístico acorde a la importancia de la floreciente población, el mismo que fue realizado con un pensamiento futurista; con calles anchas, muy propias de las grandes ciudades del orbe; quizá creyendo que al paso que crecía, muy pronto se convertiría en una gran metrópoli. Este inusitado crecimiento dio lugar a que el Ministerio de Hacienda e Industria a solicitud del Presidente de la República, en un 11 de julio de 1889 diera a conocer la Resolución Suprema correspondiente a la fundación de Uyuni.

DATOS

- Uyuni es la puerta de ingreso al Gran Salar de Uyuni, a las Lagunas de Colores, los Géiseres, al Árbol de Piedra, “Reserva nacional de fauna andina Eduardo Abaroa” y todas las maravillas del suroeste; en las afueras de la ciudad se encuentra el cementerio de trenes donde están locomotoras de finales del siglo XIX.

- También cuenta con el Museo de los Andes Meridionales donde se exhiben objetos de la región del sur oeste de Bolivia (restos de un megaterio, utensilios y momias de los chullpas y mucho más).

- El reloj, situado en la calle principal, a pocos metros de la Alcaldía, es una de las imágenes más usadas para representar a Uyuni. Comenzó a funcionar el 20 de abril de 1930 y se constituyó en un símbolo de ese municipio. ​ ​

Martín Cortez James

(Fragmento tomado de Uyuni Web)

martes, 11 de julio de 2017

Grandes educadores Prof. Alfredo Ayala Zeballos

El “Profesor de Estado” Alfredo Ayala Zeballos, como él se presentaba, fue docente de las materias de Geografía e Historia de los colegios Don Bosco y Alemán de la ciudad de La Paz, entre otros, los años 1954 a 1985 aproximadamente.

Escribió varios libros de Historia y Geogra-fía Universal y de Bolivia, siendo en su tiempo éstos libros, referentes nacionales, razón ésta que nos impulsa a analizarlo en este artículo. En sus textos usaba mucho los “cuadros sinópticos” (llaves) como resumen. Analizándolo, fue un investigador, analista, escritor y difusor de su obra, tal vez mal comprendido.

Tenía un método muy particular, para impartir y calificar a su clase, éste consistía en:

Ordenaba a su curso en los pupitres, desde el que tenía más nota al de menor nota.

En cada clase, con preguntas orales a un estudiante, luego al que se encontraba detrás de éste y así sucesivamente lograba que los estudiantes se movieran en los bancos y por ende en su escala de calificaciones.

Siendo las preguntas, orales de cualquier tema, avanzado hasta ese instante, las cuales había que responder en unos 10 segundos, era muy difícil de hacer trampa. Los estudiantes repasaban todo el tiempo toda la materia.

Entre algunas de sus preguntas que quedaron en el recuerdo se tienen:

Había un estudiante, cuyo padre se dedicaba a almacenar bolas de goma de 80 centímetros de diámetro, en su comercio, y una vez el Profesor Ayala pregunto a la clase “¿qué se llamaban las bolas de goma que se exportaban de Bolivia hacia Europa y Estados Unidos?”, es así que apuntó con su dedo a un estudiante para que respondiera, éste, como siempre entró en stress y no pudo responder, luego el Prof. Ayala apuntó con su dedo al que se encontraba detrás y así sucesivamente y nadie respondía la pregunta, hasta que la interrogante llegó al estudiante cuyo padre tenía almacenados éstas bolas de goma en su comercio, el estudiante se dijo, “pero si yo tengo en mi casa esas esferas de goma”, y cuando la pregunta le llegó, respondió fácilmente, “se llamaban bolachas” y el Prof. Ayala, le ordenó “suba usted al primer lugar de la clase”, mostrándole el pupitre más preciado, que representaba el primer lugar de la clase y la máxima nota en la libreta. Esta anécdota la recuerdan hasta ahora los estudiantes de la Promoción 1965 del colegio Don Bosco.

En otra ocasión con la promoción 1959, la pregunta fue: “¿qué se llama la persona que repara los cables del telégrafo cuando se rompen?”, igual, nadie respondía, hasta que un estudiante recordó que en su pueblo, te-nía un vecino que arreglaba esos cables y le decían “corrector o guarda líneas”, y así respondió, subiendo al preciado “primer lugar de la clase”, y así también asegurando siquiera una nota de 5 sobre 7 en su libreta. Por de-más está decir, que el último de la clase siquiera tenía un 3,6 sobre 7 o tal vez una menor nota.

¿Y cómo impartía su clase el Prof. Ayala?.

En 1957, al parecer mediante una beca, había logrado realizar un viaje por barco desde Bolivia hacia Europa. Entonces en cada clase mencionaba “lo que yo les cuento, no lo hago de memoria, como otros, yo he estado allí, he vivido”. Como raro docente de la actualidad, tenía varios libros escritos por él, de Geogra-fía e Historia, entonces el estudiante podía leer sus textos que eran referencia para el avance de la materia. A cada clase traía sus mapas donde cada estudiante debería ubicar por ejemplo el “Estrecho del Bósforo”, los “Montes Urales”, la “Cordillera del Himalaya”, el “Nudo de Villcanota”, etc. Nuestro Prof. Ayala era ex combatiente de la Guerra del Chaco, es así que también contaba que era ayudante del telegrafista en la guerra y como sabía leer, llevaba los mensajes del telégrafo en el conflicto bélico.

Nuestro personaje no tuvo hijos, no be-bía, no fumaba, vestía siempre traje con un impermeable, portaba un maletín pesado, donde llevaba todos los libros escritos por él y en las manos varios mapas, que trabajosamente transportaba por la calle Landaeta de la ciudad de La Paz, donde vivía, tal vez solo se encontraba un poco pasadito de peso y eso que se lo veía siempre caminando.

En el “primer sorteo de facturas de Impuestos Internos” que existió en Bolivia, fue muy afortunado, porque le tocó un Volkswagen escarabajo cero kilómetros.

Al parecer era muy querido por los estudiantes, es así que la Promoción 1967 (éste 2017 cumple sus “Bodas de Oro”) del colegio Don Bosco y lleva su nombre, cuya inscripción se puede apreciar actualmente en la plaqueta en la puerta de la Basílica María Auxiliadora en El Prado.

Este querido Profesor, físicamente ya nos dejó, ¡pero sus anécdotas y enseñanzas, quedaron para siempre!.

Francisco Pizarro: ¿era hijo de su abuelo?

Francisca González Alonso se negó a apellidar Pizarro a su hijo Francisco durante su bautizo. Bien sabía esta madre soltera que para criar a su hijo recién nacido no iba a contar con la ayuda del pdre, un joven soldado de Trujillo, ni la de su familia de hidalgos. Y es que la sociedad extremeña de la época podía ser despiadada con las madres solteras y los niños bastardos, incluso con este, que iba a terminar siendo el conquistador del Perú.

La familia de Francisca era apodada “los Roperos”, porque además de labrar sus tierras y cuidar sus animales se dedicaban al arreglo y venta de ropas. Sin embargo, a la muerte del padre de la joven la empresa familiar debió irse a pique y Francisca hubo de entrar a trabajar como criada en el convento de San Francisco El Real, situado en la Puerta de Coria de Trujillo. Trabajando ya como criada, Francisca mantuvo un encuentro sexual con el soldado, también de la localidad, Gonzalo Pizarro que le cambiaría la vida.

LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA RELACIÓN

Gonzalo procedía de la rama trujillana de los Pizarro, familia cuyo prestigio era creciente en Extremadura por su participación en la Re- conquista. Como explica la historiadora María del Carmen Martín Rubio en su libro “Francisco Pizarro, el hombre desconocido”, el escudo familiar reflejaba a dos osos intentando alcanzar las piñas de un pino sobre un suelo de pizarro, y de ahí el apellido. Desde joven el hidalgo se mostró inclinado por la vida militar de sus ancestros y pronto se sumó a los ejércitos de los Reyes Católicos durante la guerra que mantuvieron contra las fuerzas del Rey de Portugal, aliadas con la candidata al trono castellano Juana La Beltraneja. Y precisamente Gonzalo y Francisca se encontraron durante las fiestas en Trujillo para agasajar a Isabel “La Católica” y celebrar la huida de Juana La Beltraneja del alcázar de la ciudad.

El historiador José Antonio del Busto emplaza entre el 20 de junio y el 4 de julio de 1478 el encuentro sexual del que nacería Francisco. Si bien se desconocen las circunstancias, se sospecha que fue a consecuencia de un galanteo breve o una relación fugaz, no así de una relación amorosa que se prolongara en el tiempo. Gonzalo frecuentaba el convento porque una tía suya era monja allí, de tal manera que había visto a la criada en otras ocasiones. El ambiente festivo fue la excusa para acercarse a ella y mantener relaciones sexuales en esos días. En cualquier caso, la actitud de total indiferencia del padre hacia la embarazada ha planteado incluso que pudiera ser una relación no consentida en el fragor de las celebraciones; una violación de la que no quisiera acordarse el soldado.

Repudiada por Gonzalo, Francisca quedó señalada en todo Trujillo. Al conocerse su estado de gestación las monjas la cesaron en su trabajo en el convento y tuvo que regresar al hogar materno. El pequeño Francisco se crió en la casa de Juan Cascos –segundo marido de su abuela– y creció en un ambiente rural del que, con intención de desprestigiar al conquistador, llevó a algunos cronistas a decir de forma poco precisa que se dedicó a cuidar cerdos en su mocedad. Finalmente, la madre abandonaría Trujillo junto a su hijo y se casaría en una localidad a pocos kilómetros de Sevilla con Martín de Alcántara. Allí nació su segundo hijo, Francisco Martín de Alcántara, catorce años mayor que Francisco y con el que mantendría toda su vida, incluso en las Indias, una estrecha relación.

El bastardo de Trujillo tuvo una infancia humilde y una educación escasa (no aprendió a escribir ni leer), de tal modo que su vida parecía orientada a trabajar en el campo. No obstante, en la mente de aquel joven ilegítimo nunca se borró la estampa paterna del hidalgo bravo que servía, por entonces, al Gran Capitán en Italia. Antes de viajar por primera vez al Nuevo Mundo, Francisco también sirvió a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba en Nápoles y Sicilia. Se desconoce si el futuro conquistador combatió en algún momento junto a su padre en este escenario, pues ambos participaron en 1495 en distintas fases de esta primera campaña italiana. Así y todo, el viaje del natural de Trujillo a América en 1499 puso un océano de por medio entre padre e hijo y evitó que pudieran coincidir en más ocasiones.

Y SI EL PADRE FUERA EL ABUELO...

Gonzalo se casó el 29 de julio de 1503 con una prima suya llamada Isabel de Vargas, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos. Su vida familiar fue escasa, dada su intensa carrera militar, y abundantes fueron los hijos ilegítimos. En su testamento reconoció hasta a seis de estos hijos bastardos, entre ellos dos que procreó con una molinera de la Zarza. No así al conquistador Francisco Pizarro, al que por alguna razón desconocida nunca reconoció ni quiso conocer.

¿No quería reconocer a Francisco porque le avergonzaba las circunstancias de su gestación? ¿Creía que Francisca era de origen judío? ¿Mostró al menos interés por conocer al muchacho?

Cuando Gonzalo Pizarro reconoció en su testamento a sus nueve hijos, entre legítimos e ilegítimos, lo cierto es que Francisco tenía ya 45 años y desde hace 20 años residía en América. Es decir, no se sabía nada de él. Esa pudo ser la razón por la que no le reconoció, además del bajo estatus de su madre, puesto que otras de sus amantes con mejor situación social si recibieron ayuda por su parte. Pero lo que resulta más improbable, en opinión de la historiadora María del Carmen Martín Rubio, es que Francisca tuviera orígenes judíos, dado que en la Probanza de Nobleza que se le realizó a Francisco Pizarro con motivo de su ingreso en la Orden de Santiago quedó acreditado que ambas ramas de su familia pertenecían a cristianos viejos de la ciudad.

En este sentido, la teoría más arriesgada es la que plantea el historiador Roberto Barletta Villarán, quien sostiene que el niño pudo nacer como consecuencia de una relación secreta del padre de Gonzalo, es decir, el abuelo del niño, con Francisca La Ropera. Hernando Alonso Pizarro, regidor de la ciudad, mantuvo según esta hipótesis una aventura a sus 40 años con la joven, de la que habría nacido el futuro conquistador. El principal indicio es que, en contraste con la desidia de Gonzalo hacia el niño, el abuelo ordenó que Francisco fuera a su casa en una ocasión, donde le abrazó secretamente y luchó para darle el apellido familiar.

Revolución de Julio de 1809

España había descubierto estas tierras, las colonizó con la espada y la cruz, luego las organizó administrativamente, a los nacidos en estas colonias se los llamó españoles americanos, y fueron considerados como tales, sin embargo, éstos no podían sentir por la lejana metrópoli el amor que tenían a su propia tierra. No era tampoco el autoritarismo ni el aire de arrogante superioridad de los españoles peninsulares, el más indicado para establecer lazos de concordia y unidad con los criollos. Y, por fin, una razón de crecimiento, conciencia, imponía la separación que ya fue previsto por el conde de Arana y otros eminentes políticos españoles del siglo XVIII.

Y llegó el despertar del “pueblo soberano” cuando España fue avasallada por Napoleón, y la prisión de Fernando VII, que se reflejaron inmediatamente en América. En 1809 en Chuquisaca se dio inicio a la guerra de la independencia, aunque de carácter esencialmente intelectual y propagandístico; no fue precisamente con las armas con que los revolucionarios sacaron triunfante sus propósitos, sino con sus ideas y una acertada percepción. Captaron muy bien el estado de ánimo popular para cuidarse de un rebelión franca sobre la verdadera finalidad del movimiento; de lo contrario, el pueblo no se hubiera levantado a sabiendas de que lo hacía contra el Rey el “Bien amado”.

Si bien el jefe realista Paula Sanz había logrado pacificar la situación, los dirigentes de la revolución habían organizado y despachado a los centros más activos del Alto Perú y Buenos Aires, delegados en misión de difundir las ideas emancipadoras nacidas de la célebre Universidad.

A menos de dos meses de la revolución ideológica de Chuquisaca, estalló otra en La Paz, con consecuencias dramáticas y trágicas para la mayor parte de sus promotores. Los delegados chuquisaqueños: el cura Manuel Mercado y el Dr. Mariano Michel encontraron en La Paz el decidido apoyo a la causa revolucionaria, y la tarde del 16 de Julio de 1809 estalló la revolución comandada por don Pedro Domingo Murilo, se había elegido esta fecha deliberadamente, porque siendo la festividad de N.S. del Carmen, los milicianos realistas gozaban de “franco” y el cuartel quedaba poco menos que desguarnecido, y las altas autoridades estarían preparándose para la asistir a los festejos de la Virgen.

A eso de las 7 de la noche fue tomado el cuartel y las armas, luego los revolucionarios se dirigen a la residencia del Gobernador – Intendente, Tadeo Dávila, que se encontraba en compañía del Obispo Remigio de La Santa y ambos son tomados rehenes, mientras que afuera en la Plaza de Armas se escuchan disparos y el repique de campanas y el pueblo que se unía a la revolución con gritos: ¡Abajo el mal gobierno! ¡Viva la revolución! ¡Cabildo Abierto!

En tanto Gregorio García Lanza y Basilio Catacora, en calidad de representantes del pueblo pedían la renuncia de Dávila y del Obispo, logrando este cometido poco después. Además, el cabildo una vez instalado pidió el desconocimiento de todas las deudas al fisco y ordena la quema de los comprobantes respectivos. La revolución de La Paz había triunfado.

El 22 de julio los revolucionarios a fin de consolidar el nuevo estado de cosas, dan a conocer la futura Constitución o “Plan de Gobierno” redactada por el cura Medina, a la que debe someterse el nuevo gobierno de la provincia. En uno de sus 16 artículos, disponía la formación de una “Junta Tuitiva de los Derechos del Pueblo”.

Organizada la Junta, juraron sus miembros el 24 de julio en el siguiente orden: Presidente, Pedro Domingo Murillo, con el grado de Coronel-comandante; vocales: Presbítero Melchor León de la Barra, presbítero José Antonio Medina, Juan Manuel Mercado, Francisco Javier Iturri Patiño, Sebastián Arrieta, Gregorio García Lanza, Juan de la Cruz Monje, Juan Basilio Catacora, José M. de los Santos, Buenaventura Bueno, Francisco de Palacios. Tres días después La Junta Tuitiva lanzó para conocimiento del pueblo la Proclama de la Independencia, que en uno de sus principales fundamentos decía: “Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional español. Ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de gobierno fundado en los intereses de nuestra patria altamente deprimida por la bastarda política de Madrid. . .”

Sin embargo, la revolución y el nuevo gobierno constituido en La Paz tendrían una efímera vida, no se dejó esperar la reacción del Virrey Fernando Abascal, quien alarmado ante la gravedad del movimiento que habían promovido los paceños, ordenó desde el Perú al sanguinario Goyeneche aplastar y dar fin con los que promovieron esta gesta emancipadora. Se venían días dramáticos y sangrientos para los revolucionarios de Julio de 1809.

Goyeneche emprendió una sañuda persecución y los revolucionarios que se habían trasladado a los Yungas, para ofrecer resistencia desde allí, fueron cayendo uno por uno, Murillo entre ellos, a causa de una traición, estos hechos culminaron el 29 de enero de 1810, cuando los 10 reos escucharon sus sentencias: a nueve de ellos se les condenó a morir en la horca, acusados por alta traición, infames y subversores del orden público. El presbítero Medina fue indultado en última instancia.

En el patíbulo que se levantó en la Plaza Mayor de la ciudad de La Paz; Murillo antes de ser ejecutado pronunció su frase profética: “¡La tea que dejo encendida no se apagará jamás!”. Efectivamente, las llamas libertarias de la tea de Murillo iluminaron rápidamente otras ciudades de nuestro continente. El 19 de abril de 1810 en la patria de Miranda se formó una Junta Gubernativa a nombre de Fernando VII. En el virreinato del Río de la Plata, una revolución triunfante el 25 de mayo de 1810 depuso al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La capitanía general de Chile inició su movimiento el 18 de septiembre de 1810. En México se produjo el levantamiento de Hidalgo el 15 de septiembre de 1810. Las nuevas banderas americanas flameaban ya hacia 1824 sobre las repúblicas independientes.

Investigaciones explican la pérdida del Litoral boliviano



La reivindicación marítima no pasa solo por la lucha diplomática y por la demanda internacional que se instaló contra el país usurpador, sino por la reivindicación histórica, que tiene que ver con el aporte bibliográfico que existe y que se construye en Bolivia.

La contribución incluye trabajos de investigación, publicaciones, reediciones sobre la Guerra del Pacífico y la recuperación de documentos históricos poco conocidos en gobiernos anteriores.

El libro del mar, promocionado a nivel internacional, resume la historia boliviana y la materia legal que ha guiado las acciones de Bolivia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), pero no integra hechos e historias que a su vez tejen el entramado necesario para comprender el contexto de la época y por ende las acciones de los principales protagonistas.

Durante el trabajo de recolección de información se encontraron publicaciones que a través de iniciativas de ministerios o instituciones se difunden en las ferias de libros. En este apartado se destacan:

El Diario de la Campaña del Ejército Boliviano en la Guerra del Pacífico, un importante documento que narra las vicisitudes del Ejército boliviano en su intento de frenar a las fuerzas bélicas expansivas de Chile. Escrito en el calor de los hechos por el joven abogado José Vicente Ochoa.

La historia refiere que éste fue contratado por el presidente Hilarión Daza para narrar situaciones, conflictos, el ánimo de los protagonistas y todo lo que el abogado considerase importante, con total autonomía, vale decir, que ni el propio presidente podía conocer o influir en el contenido.

El diario de campaña es una obra reveladora, cuya originalidad fue estudiada por expertos. Hoy representa a Bolivia en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco (Mowlac, por sus siglas en inglés).

La obra tuvo su primera publicación en 1899 y fue reeditada en 2014 en Cochabamba gracias a la biblioteca Jesús Lara y el Centro Pedagógico y Cultural Simón I. Patiño, que conservaron y promocionaron el original. Se aguarda una tercera publicación.

El Ministerio de Educación se centró en los estudiantes de nivel inicial y de primaria, para quienes publicó Mi primer libro del mar, que a manera de cuento narra los hechos históricos y llega acompañado de ilustraciones coloridas. Destaca el mensaje del presidente Evo Morales Ayma a las futuras generaciones: “El mar que pedimos por justicia es un mar para los pueblos…”.

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Libro sobre el batallón Sucre

Recientemente salió a luz la obra del actual embajador de Bolivia en Perú, Gustavo Rodríguez Ostria.

Se trata de una investigación que tiene como base la experiencia familiar sobre el conflicto y que lleva el título de Huéspedes Guerreros, El Batallón Sucre en el sur del Perú (1879-1880),

Un trabajo que además de revelar hechos históricos de poca trascendencia o sacarlos a la luz hace énfasis en la unión de dos países hermanos, en la creación de un lazo que aún permanece. La obra destaca también a los otros regimientos, sobre todo al de las casacas amarillas, que intentaron vengar con su propia sangre la matanza de los colorados.

Es otro relato apasionante que ubica al lector en el centro mismo de la contienda bélica.

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Publicaciones breves y con mayor periodicidad

El Ministerio de Defensa es el que destaca más por las publicaciones relacionadas con la pérdida marítima, desde memorias gráficas hasta extractos históricos y testimonios recuperados de los protagonistas. Entre los que llaman la atención por la crudeza y autenticidad del relato está Apuntes de la Campaña de 50 días de las Fuerzas Bolivianas en Calama con motivo de la Invasión Chilena, y retirada de éstas a la ciudad de Potosí después del combate el 23 de marzo (edición facsimilar), por Andrés Lizardo Taborga.

Taborga formó parte del grupo patriota que defendió Calama junto a Ladislao Cabrera y Eduardo Avaroa, sobrevivió a la masacre y quedó con el alma enferma ante el dolor y la bestialidad chilena.

Otras obras no menos importantes son Manifiesto del Coronel Rufino Carrasco sobre la expedición al Litoral Boliviano en 1879 (edición facsimilar); Los Colorados de Bolivia, recuerdos del subteniente Daniel Ballivián, primera publicación en 1919; Reintegración marítima de Bolivia, entre otros.

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Bibliografía

Diario de la Campaña del Ejército Boliviano en la Guerra del Pacífico, escrito por José Vicente Ochoa.
Apuntes de la Campaña de 50 días de las Fuerzas Bolivianas en Calama con motivo de la invasión chilena, y retirada de éstas a la ciudad de Potosí después del combate el 23 de marzo (edición facsimilar), por Andrés Lizardo Taborga.
Huéspedes Guerreros, El Batallón Sucre en el sur del Perú (1879-1880), escrito por Gustavo Rodríguez Ostria con el apoyo del Ministerio de Defensa del Estado Plurinacional.

viernes, 7 de julio de 2017

Gigantografías de La Paz de antañoGigantografías de La Paz de antaño



En la Galería Al Aire Libre de Bajo Següencoma (Av. Costanera, entre las calles 14 y 15) se exponen desde anoche 24 gigantografías del archivo Cordero que revelan los rostros de la antigua ciudad de La Paz.

Las fotografías de la muestra en gran formato corresponden mayormente a Julio Cordero Castillo y a Julio Cordero Ordóñez, abuelo y padre, respectivamente, de Julio Cordero Benavides, también fotógrafo.

Cordero Benavides se inició en la fotografía en 1950. La exposición presenta 11 lugares simbólicos de La Paz (entre 1910 y 1955) del archivo Cordero, que fue adquirido por el municipio en 2013. Las imágenes revelan distintos contrastes entre la ciudad de hace décadas y la actual.

Algunas de las fotografías que son parte de la muestra corresponden a la avenida Montes en 1910, 1915 y 1930, Calacoto (zona Sur) en 1910, Miraflores en 1930, la plaza del Estudiante en 1912, la avenida Villazón en 1930, el Teatro al Aire Libre en 1955 y la Terminal en 1925.

“Las fotos de la ciudad de La Paz que sacó mi abuelo han sido las más representativas. Ahora esos paisajes se han destrozado con las nuevas construcciones. Con la edificación de edificios altos se ha perdido toda la armonía que tenía la ciudad”, afirmó Cordero Benavides.

El fotógrafo, que aún conserva su estudio y realiza algunos trabajos, guarda en su memoria cómo eran las costumbres de las familias paceñas hace décadas, los momentos emotivos que se consideraban “importantes para el registro fotográfico” y otras situaciones.
En la Galería Al Aire Libre de Bajo Següencoma (Av. Costanera, entre las calles 14 y 15) se exponen desde anoche 24 gigantografías del archivo Cordero que revelan los rostros de la antigua ciudad de La Paz. Las fotografías de la muestra en gran formato corresponden mayormente a Julio Cordero Castillo y a Julio Cordero Ordóñez, abuelo y padre, respectivamente, de Julio Cordero Benavides, también fotógrafo. Cordero Benavides se inició en la fotografía en 1950. La exposición presenta 11 lugares simbólicos de La Paz (entre 1910 y 1955) del archivo Cordero, que fue adquirido por el municipio en 2013. Las imágenes revelan distintos contrastes entre la ciudad de hace décadas y la actual. Algunas de las fotografías que son parte de la muestra corresponden a la avenida Montes en 1910, 1915 y 1930, Calacoto (zona Sur) en 1910, Miraflores en 1930, la plaza del Estudiante en 1912, la avenida Villazón en 1930, el Teatro al Aire Libre en 1955 y la Terminal en 1925. “Las fotos de la ciudad de La Paz que sacó mi abuelo han sido las más representativas. Ahora esos paisajes se han destrozado con las nuevas construcciones. Con la edificación de edificios altos se ha perdido toda la armonía que tenía la ciudad”, afirmó Cordero Benavides. El fotógrafo, que aún conserva su estudio y realiza algunos trabajos, guarda en su memoria cómo eran las costumbres de las familias paceñas hace décadas, los momentos emotivos que se consideraban “importantes para el registro fotográfico” y otras situaciones.

miércoles, 5 de julio de 2017

Prisioneros de guerra ‘pilas’ en bolivia.



El 12 de junio se cumplió un nuevo aniversario del cese al fuego de la Guerra del Chaco, uno de los mayores conflictos del siglo XX en el mapa de Latinoamérica. Librada entre Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935, la contienda se tradujo en una disputa territorial que significó la movilización de 250.000 soldados bolivianos y 120.000 paraguayos, con un saldo de 2.000 prisioneros “pilas” en Bolivia y 20.000 compatriotas capturados por el Ejército de Paraguay. El 18 de julio de 1935, en Puesto Merino, ubicado en la tierra de nadie camino a Villa Montes, se produjo el primer encuentro entre los comandantes de ambos ejércitos que de ahí en más acordarían el intercambio de sus prisioneros.

Según las crónicas de la época, los oficiales y soldados prisioneros bolivianos habían sido trasladados hasta Asunción, la capital paraguaya, en algunos tramos a pie y el resto en camiones pequeños, con enfermedades infectocontagiosas, maltratados y sin una alimentación adecuada. Tristes revelaciones para quienes ya tuvieron que soportar duros combates, más aún si pertenecieron al propio bando. Pero, situándose en las botas del otro, cabe la pregunta: ¿cómo fueron derivados los “enemigos” hacia territorio nacional? Según el libro del paraguayo Horacio Sosa, 50 Años después. Recuerdos de la Guerra del Chaco, los uniformados del vecino país fueron recibidos con una metralla de agravios de parte de los combatientes bolivianos una vez en sus manos. “¡Pilas cobardes! ¡Patapilas! ¡Gallinas argentinas! Tales los insultos que nos endilgaban a gritos los soldados, y aún los oficiales, con los que nos cruzábamos en nuestro camino. Y frente al Puesto de Comando del coronel Bernardino Bilbao Rioja, de los insultos pasaron a los hechos. Nos desnudaron: camisas, pantalones y zapatones eran minuciosamente examinados so pretexto de que éramos traicioneros y cobardes y que no había que descuidarse porque podríamos tener granadas de mano o cuchillos”.

A decir del teniente paraguayo Eulogio Recalde, él y sus soldados fueron conducidos vía aérea desde el fortín Ballivián en el trimotor Chorolque hasta Villa Montes, de ahí en el trimotor Bolívar hasta la ciudad de Tarija, de esta ciudad a Villazón en camiones, y desde ahí por vía férrea hasta Oruro, ciudad donde permanecerían una semana. Según el historiador orureño Mauricio Cazorla M., estos prisioneros que habían librado la batalla de Cañada Strongest en su camino hacia la ciudad de La Paz estuvieron alojados en el cuartel Modelo, actualmente regimiento Camacho. Muchos de ellos pasaron a ser empleados en trabajos de apertura de caminos y otros fueron trasladados a las minas por la escasez de mano de obra debido al conflicto. Como curiosidad, Cazorla afirma que el trabajo estaba bien remunerado, “les pagaban bien o igual que a los peruanos y chilenos residentes en el lugar; inclusive con mejor salario que a los bolivianos”.

El historiador también dice que algunos contingentes de prisioneros se quedaron en la ciudad dedicados a obras públicas. “Algunos pocos que quedaron en Oruro se los ocupó en la pavimentación de calles y obras menores, como arreglo de tuberías de alcantarillado y de conexión de agua. Siempre llamó la atención su fisonomía y su lenguaje guaraní que era desconocido en la ciudad. No se conoce de romances”, señala el testimonio, aunque es de dominio, dice Cazorla, que una paraguaya fijó su residencia en Oruro y se casó con un paisano, junto a quien formó su familia.

El resto de prisioneros, en su camino a la sede de gobierno, fue transportado en vagones del ferrocarril hasta la localidad de Viacha. El mayor Sinforiano Herbas, a cargo de los prisioneros, permitió allí la entrada de un grupo de periodistas, cuya recepción fue descrita de la siguiente manera: “Se nos recibe amablemente, traspuesto el umbral se ofrece a nuestra vista una abigarrada multitud de soldados paraguayos. Muchos llevan las frazadas envueltas al cuerpo; parte de la dotación del Ejército boliviano, la ropa de campaña con que han caído prisioneros está en buen estado, es de un tono color azul verdusco claro. Una buena parte de estos soldados prisioneros carece en absoluto de ropa interior, de tal manera que llevan el uniforme sobre la carne”.

Asimismo, un corresponsal del periódico La Razón manifiesta su curiosidad en la visita al cuartel de Viacha, al observar a un conjunto de prisioneros, de rasgos diferentes, de quienes afirma que eran “indios” del mismo corazón del Chaco, “que no saben hablar castellano, que ellos mismos ignoran si son paraguayos o bolivianos. Son ‘indios’ lenguas chulupis, matacos, que ahora figuran como prisioneros paraguayos”. En el mismo periódico hacen referencia a la llegada de los 2.000 prisioneros paraguayos a la ciudad de La Paz con la siguiente descripción: “A las 13.30 llega desde Viacha el convoy de vagones a la Estación Central, en medio de un imponente silencio. Esperaban en los andenes el jefe del Estado Mayor Auxiliar, general Blanco Galindo, el coronel Gonzales Portal, el teniente coronel Candia, y el teniente coronel Brito del Ministerio de Guerra. En las afueras de la estación se encontraban algunas góndolas y carros ambulancia que debían trasladar a los heridos y enfermos”, escribe el periodista Zacarías Monje. Según añade, todos los vagones estaban custodiados por10 soldados; los primeros en bajar fueron los jefes y oficiales que cayeron prisioneros en Cañada Strongest y después los que se encontraban en el pueblo de Quime.

“Los tenientes coroneles Candia, y Brito saludaron al mayor paraguayo César López, oficial de la más alta graduación entre los prisioneros y le manifestaron que por gracia especial del Estado Mayor se le dispensaba de desfilar con los prisioneros, siendo trasladado en auto al Colegio Militar en compañía del teniente coronel Candia”.

Recibimiento

Una vez que se produjo la llegada de los soldados dentro del mayor orden y silencio, se dio inicio al desfile de los prisioneros encabezados por un pelotón de carabineros, a quienes seguía un grupo de jefes y oficiales cautivos, entre los que se hallaba el capitán Joel Estigarribia y los tenientes Ortigoza y Russo Padín.

Costos. Oficialmente el 18 de julio de 1935 los generales de ambos ejércitos, José Félix Estigarribia (Paraguay) y Enrique Peñaranda (Bolivia), se reunieron en Puesto Merino y firmaron la paz. La Guerra del Chaco había terminado con un trágico saldo de 90.000 muertos.

La avenida Tarapacá, la calle Comercio, la plaza Pérez Velasco, las calles Murillo, Ayacucho, Mercado, Loayza, y la avenida 16 de Julio iban a ser las arterias por donde circularía la procesión de soldados cautivos. Lo amargo de la jornada, según las mismas crónicas, ocurrió cuando los combatientes forasteros se vieron expuestos a ojos extraños. “Aparecen las secciones de hombres que parecen pálidos, como los jefes y oficiales. Chorreados, desmirriados; muchísimos vienen abrigados con ponchos de lana y frazadas del Ejército boliviano, que han recibido de caridad. En todo el trayecto se oyen voces de compasión y curiosidad; pero invade la tristeza, están desnutridos, famélicos y esqueléticos. El desfile ha sido a lo largo de callejones humanos como si las gentes hubieren querido proteger a los paraguayos. Después, paso a paso, hasta el Colegio Militar, hasta el final de la avenida Arce”, escribe el periodista Monje, de La Razón.

En el libro 50 Años después… se documentan otros datos como “la comida era buena, pero por un tiempo seguían tratándonos de ‘pilas cobardes, ‘patapilas’, ‘cojudos’, etc. Nos demoraban la correspondencia, o no nos las entregaban. A veces, y sin razón alguna, nos encerraban y por semanas no nos permitían las salidas al patio”. Otro de los relatos de un oficial paraguayo no identificado explica que por actos de indisciplina, un grupo fue trasladado a la cárcel de San Pedro, donde fueron víctimas de humillación y constantes “baldazos de agua fría”. En el libro Memorias de un prisionero de guerra, del excombatiente boliviano Nery Espinoza Mier, se recoge un sentimiento acerca de la llegada de los soldados foráneos, en la que destaca “la ansiedad del pueblo por conocernos y entre los más ansiosos se veían a los ‘cholos’, que se mostraban muy furiosos, con deseos de lincharnos. Sin embargo, en los balcones había mujeres impresionadas por el acto; se secaban los ojos y con el mismo pañuelo saludaban a los que desfilábamos”.