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martes, 18 de julio de 2017

Melgarejo y el dolor de muelas

Mi padre, don Oswaldo Álvarez de Condarco, médico cirujano de prestigio profesional, conocido por todos en la ciudad de Oruro, más que todo por su modestia y generosidad, tuvo la suerte de atender al sargento de Tarata. Que, por un motín contra su compadre el general José María Achá, llegó a la presidencia de la República en el Día de los Inocentes.

La vida de Mariano Melgarejo es casi de to-dos conocida: Violento y disoluto; ignorante y arbitrario; apasionado y caprichoso; imponiendo su voluntad como norma de conducta y leyes. Militar, formado en cuarteles y revueltas, valiente hasta la temeridad y el sacrificio, al llegar una vez a Oruro, fue vencido por un dolor de muelas, antes que por las dificultades del viaje y sus campañas para derrotar a los opositores.

En esta ocasión, había llegado inesperadamente a media noche, alojándose en el Palacio de Gobierno. El dolor pudo más que su resolución de seguir con el viaje. Desesperado, gemía como un niño y a veces bramaba más que un toro enfurecido. No encontraba alivio ni en la bebida, hasta que su recuerdo le iluminó, ordenando a sus edecanes. “Conducir, inmediatamente, al doctor Condarco, para atender a S.E. de una operación urgente”.

Sus edecanes, cumpliendo la orden, casi derriban a golpes la puerta del domicilio de mi padre, que apenas distaba una cuadra del Palacio y, notificando al médico le imponen acompañarlos.

Con el instrumental necesario y su maletín clásico, mi padre fue conducido, dejando alarmada a su esposa, la señora Clotilde Sierra de Condarco. Y una vez ante la presencia del Ge-

neral y Presidente, preguntó:

–¿De qué se trata, mi General?

–Melgarejo, en ese instante, se incorpora lanzando bramidos y rugidos, como un león herido y mirándolo fijamente, le responde:

–¡¡De las muelas doctor!!. . . Hay que hacer una “operación urgente”. ¡¡¡Ataque Ud. pronto!!! ¡¡¡Pronto!!!, porque esta muela me ha de vencer.

Ante la inminencia de la orden, mi padre muy presto sacó sus fórceps y elevadores, tomando al paciente más sumiso y resignado que nunca.

El General le indicaba:

–Esta muela doctor – gritando inesperadamente – ¡¡¡A la carga doctor!!!. . . A la carga. . . –, decía débilmente, en el instante en que la extracción se producía.

Cuando la muela le fue mostrada y su alvéolo desinfectado con yodo y alcohol, Melgarejo re-cuperó su bienestar y, entusiasmado exclamó:

–¡Hemos vencido doctor; hemos triunfado!! Esto hay que festejarlo!. ¡Ordenanza! ¡¡¡Sirva Ud. cerveza alemana al galeno!!!. –, mientras mi padre, que era abstemio por temperamento, in-sinuaba: –No suelo beber cerveza mi General–.

El Presidente Melgarejo, desconcertado, mi-rando hacia todos lados sin encontrar una ra-zón, exclamó:

–Eso no se opone doctor para que Ud. me acompañe y brinde por el éxito de la operación. Ordenando después: ¡Ayudante! Prepare Ud. chocolate y bizcochos para el doctor. . .

Inmediatamente, la mesa fue servida y mi padre obligado a brindar tomando chocolate por el éxito de la operación.

Como el tiempo transcurría, su esposa, ya nerviosa por la tardanza y pensando que algo malo le podía haber ocurrido, salió en su busca y llegó al Palacio, siendo recibida amablemente por S.E., quien al escuchar los motivos que ella tenía, sin responder nada ordenó:

–¡Jefe de guardia!. . . Que la escolta presidencial acompañe a la matrona y su esposo para que ningún impertinente se cruce en su camino. Conducirlos hasta su domicilio con todos los honores necesarios a su rango porque hemos vencido al dolor y ha cumplido bien su misión.

He aquí esta anécdota antigua de Oruro, que nuestra madre desde niños nos contaba y que ha sido muchas veces explotada en diferente forma. He aquí la evocación de Oruro en un pasaje de aquellos años turbulentos.

De “El duende” – La Patria – Oruro.

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