Los historiadores orureños, Maurice Cazorla y Florencio Molina resaltaron anoche la participación de los orureños durante la denominada Guerra del Pacífico (1879-1883), en la que Chile despojó a Bolivia su salida soberana al mar.
La exposición de ambos historiadores se realizó en el salón "Alberto Guerra" de la Casa de la Cultura "Simón I. Patiño", ante un lleno total, en su mayoría estudiantes de colegio y de la carrera Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), quienes aprendieron mucho sobre la participación orureña.
El acontecimiento estuvo organizado por la Jefatura de Extensión Cultural de la UTO, con motivo de la conmemoración de los 135 años de pérdida territorial marítima, cuya fecha representativa es el 23 de marzo.
EXPOSITORES
El historiador Maurice Cazorla manifestó anoche que fueron varios los orureños que participaron en la Guerra del Pacífico, principalmente con el Batallón Dalence, que fue comandado por el coronel Donato Vásquez. Asimismo, habló acerca de la fundación de la Cruz Roja durante esa contienda bélica y cuyo protagonista fue Zenón Dalence junto al doctor Abelardo Rodríguez.
También destacó la participación del coronel orureño Gumercindo Bustillos; el coronel Ildefonso Murguía y otros como Manolo Jofré.
"Resaltar la participación de los orureños, entre ellos, de don Silverio Menacho que fue el primero en morir en la defensa de Calama el 23 de marzo de 1879", afirmó.
Respecto al Batallón Dalence, tuvo una ardua participación en la Batalla de San Francisco. Varias comunidades orureñas dieron corderos para la alimentación de los soldados de la tropa, como lo hicieron Pampa Aullagas y Quillacas, ya que estos habitantes carecían de dinero.
Por su parte, el historiador Florencio Molina se refirió al continente Abiah Yala, que es el continente americano, comprendido desde el estrecho de Bering hasta el Cabo de Hornos, que era ocupado por culturas antes de la llegada de los españoles, portugueses.
Explicó acerca de las dos formas de vida de los antepasados, como es la vida del hombre y la vida de la tierra. Ese tema fue asociado a la guerra misma, cuyas caletas y poblaciones costeras, eran ocupadas por gente originaria, que sucumbió ante el poderío chileno.
"Los pueblos originarios hemos tenido todo ello, no se quitaba el uso del aire ni del agua. Ahora no tenemos mar, nos han limitado una serie de cosas por eso es que el pueblo indígena originario debe recuperarlo. Nosotros hemos sentido esta mutilación que nos han hecho, estos chilenos a nosotros no tenían que hacernos nada", indicó.
Argumentó que mucha gente del campo participó en la Guerra del Pacífico, entre ellos, Francisco Mollo Guzmán, quien participó como cañonero en la Batalla del Alto de la Alianza y muchos otros que fueron de Huachacalla, Sabaya y Carangas. Prueba de ello, es la participación del batallón denominado como "carangueños".
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jueves, 27 de marzo de 2014
miércoles, 26 de marzo de 2014
Aparece una copia del llamado “protocolo secreto” de 1904
El internacionalista Augusto García Zúñiga mostró a Página Siete una copia del original Protocolo Confidencial suscrito paralelamente al Tratado de Paz y Amistad de 1904 entre Bolivia y Chile, después de la Guerra del Pacífico.
El 20 de octubre de 1904, Emilio Bello Codesido, ministro de Relaciones Exteriores de Chile, y Alberto Gutiérrez, ministro plenipotenciario de Bolivia en Chile, suscribieron el Tratado de Paz y Amistad. Adicionalmente, estas autoridades suscribieron el Protocolo Confidencial, en el que Chile se comprometía a garantizar a Bolivia la soberanía e integridad territorial del país ante sus vecinos. Pero este documento estaba perdido.
"Ésta es una copia personal de Alberto Gutiérrez. No es el instrumento original. Como en la época no había fotocopiadoras, ni había papel carbónico, entonces las copias las hacían del original, por eso no consignan las firmas, pero es una copia del documento original”, explicó García, quien mostró a Página Siete la copia del original del protocolo secreto, dos hojas escritas con pluma y en papel amarillento, notoriamente antiguo.
García, quien investigó a profundidad toda la relación bilateral entre Bolivia Chile, contó que la copia original del protocolo secreto llegó a sus manos tras adquirir un conjunto de libros antiguos de la época de 1900. "Entre ellos venía la copia personal que correspondía a don Alberto Gutiérrez”, explicó en una entrevista con Página Siete.
Informó que en el archivo de la Cancillería boliviana existe una copia foliada de este documento. "Dentro de la correspondencia que remitió el entonces ministro plenipotenciario de Bolivia, Alberto Gutiérrez, entre 1904 y 1905, está una copia en la Cancillería”, afirmó el experto.
De acuerdo con García, se desconoce el paradero del protocolo original. "Según Bello Codesido, el documento original habría sido sustraído del Archivo de la Cancillería chilena, pero habría sido publicado por la prensa peruana entre 1909 y 1911”, dijo.
El excónsul de Bolivia en Chile Walker San Miguel publicó el fin de semana que el Tratado de Confidencialidad "no estaba en ninguna de las cancillerías (Bolivia y Chile)”, y que sólo era mencionado en el libro Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomáticas con Perú y Bolivia 1900-1904, publicado en 1919, escrito por Bello Codesido, quien firmó, a nombre de su país (Chile), el Tratado de 1904.
Por otra parte, García explicó que este documento no responde a un proceso de negociación, sino que expresa una condición fundamental del Estado chileno para proceder a la firma del Tratado de Paz de 1904, porque ésta significaba una cláusula de garantía que obligaba al Estado boliviano a coadyuvar con Chile en el proceso de verificación del artículo tercero del Tratado de Ancón, que a su vez preveía un plebiscito para definir la soberanía de Tacna y Arica.
Parte del "protocolo secreto” de 1904
Parte del documento secreto, complementario al Tratado de Paz y Amistad suscrito el 20 de octubre de 1904 por el entonces ministro de Bolivia en Chile, Alberto Gutiérrez, y el canciller de Chile, Emilio Bello Codesido, señala: "Bolivia empeñará todos sus esfuerzos, ya sea conjunta o separadamente con Chile, para que los territorios de Tacna y Arica se incorporen definitivamente al territorio chileno”.
Además, indica que "los intereses comunes de Chile y Bolivia establecían entre ambas repúblicas el compromiso de unir su acción y sus esfuerzos en el sentido de hacer definitivo el dominio de Chile en los territorios de Tacna y Arica”.
Asimismo, en la parte final del protocolo secreto se señala que "en reciprocidad Chile prestaría a Bolivia su apoyo diplomático en favor de los derechos de Bolivia sobre el territorio que actualmente ocupa, si llegara a serle disputado por otra nación vecina, ofreciendo su mediación, los buenos oficios u otro recursos amistoso”.
Al final del documento establece: "Y para constancia convinieron en protocolizar esta conferencia firmando y sellando la presente en doble ejemplar”.
martes, 25 de marzo de 2014
Periódicos revelan cómo Chile invadió Bolivia en 1879
Periódicos como "El Comercio" revelaron y denunciaron cómo los chilenos invadieron territorio boliviano, para usurpar el Litoral en 1879, en la "Guerra del Pacífico" (1879-1883), hecho que es exhibido en una de las salas de la Casa de la Cultura "Simón I. Patiño" del 24 al 29 de marzo.
Ayer fue inaugurada esta exposición por las autoridades de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), en coordinación con el expositor de los documentos, Víctor Hugo Ramos Martínez y los investigadores, Fabrizio Cazorla y el amauta de Jach’a Carangas, Florencio Molina.
Durante la ceremonia de inauguración que se realizó cerca al mediodía, los participantes coincidieron que nunca fue una guerra la que se desarrolló, ya que Chile nunca tuvo la intención de declarar la guerra a Bolivia, simplemente, como "un ladrón" ingresaron a territorio nacional para usurpar el añorado Litoral.
El secretario General de la UTO, Raúl Araoz dijo que es un derecho profundo y establecido desde que nacen los bolivianos.
"Nacemos con ese pensamiento y sentimiento que tenemos derecho a la salida soberana al mar, vivimos con ese pensamiento y morimos con ese pensamiento, porque es algo inmanente al ser humano, que nunca vamos a renunciar y que nunca podemos perder. Esta exposición motiva y documenta ese sentimiento histórico que tenemos las bolivianas y los bolivianos, desde que nos han quitado de manera injusta y arbitraria en aquella guerra, fue un asalto no fue una verdadera guerra", explicó.
Por su parte, el expositor, Víctor Hugo Ramos señaló que aprovechando la fecha se muestran documentos auténticos de 1879 y 1880.
"Documentos que reflejan lo que en ese momento pasaba en el país, documentos que reflejan que una vez que llegó la invasión al país, el general Hilarión Daza en esa época hizo un censo de cuántos contribuyentes había en el país, para solventar la guerra. Hay periódicos como El Comercio que fue el primero que reflejó la invasión", afirmó.
El amauta, Florencio Molina dijo que Chile cerró una salida de Bolivia hacia el Océano Pacífico e hizo una reminiscencia de la cultura que existía en todo ese sector, que ahora pertenece al vecino país.
EXPOSICIÓN
Uno de los documentos importantes que se encuentra en la exposición es el periódico "El Comercio", cuya fecha de edición es el 28 de febrero de 1879, cuando en su publicación se denuncia la invasión chilena.
Entre los titulares se advierte: "Mejillones y Caracoles en poder del invasor"; "Todo el pueblo con el Gobierno para defender la Patria", "Criminal ocupación del Litoral por las Fuerzas Chilenas", "¡Bolivianos Alerta! ¡La Patria está en peligro!". "Antofagasta en poder del Araucano", y muchos otros.
En la exposición también están periódicos de Chile como "El Mercurio" de 1911, 1912 y 1927. "El Heraldo" de 1888" y material bibliográfico de esa época.
Ayer fue inaugurada esta exposición por las autoridades de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), en coordinación con el expositor de los documentos, Víctor Hugo Ramos Martínez y los investigadores, Fabrizio Cazorla y el amauta de Jach’a Carangas, Florencio Molina.
Durante la ceremonia de inauguración que se realizó cerca al mediodía, los participantes coincidieron que nunca fue una guerra la que se desarrolló, ya que Chile nunca tuvo la intención de declarar la guerra a Bolivia, simplemente, como "un ladrón" ingresaron a territorio nacional para usurpar el añorado Litoral.
El secretario General de la UTO, Raúl Araoz dijo que es un derecho profundo y establecido desde que nacen los bolivianos.
"Nacemos con ese pensamiento y sentimiento que tenemos derecho a la salida soberana al mar, vivimos con ese pensamiento y morimos con ese pensamiento, porque es algo inmanente al ser humano, que nunca vamos a renunciar y que nunca podemos perder. Esta exposición motiva y documenta ese sentimiento histórico que tenemos las bolivianas y los bolivianos, desde que nos han quitado de manera injusta y arbitraria en aquella guerra, fue un asalto no fue una verdadera guerra", explicó.
Por su parte, el expositor, Víctor Hugo Ramos señaló que aprovechando la fecha se muestran documentos auténticos de 1879 y 1880.
"Documentos que reflejan lo que en ese momento pasaba en el país, documentos que reflejan que una vez que llegó la invasión al país, el general Hilarión Daza en esa época hizo un censo de cuántos contribuyentes había en el país, para solventar la guerra. Hay periódicos como El Comercio que fue el primero que reflejó la invasión", afirmó.
El amauta, Florencio Molina dijo que Chile cerró una salida de Bolivia hacia el Océano Pacífico e hizo una reminiscencia de la cultura que existía en todo ese sector, que ahora pertenece al vecino país.
EXPOSICIÓN
Uno de los documentos importantes que se encuentra en la exposición es el periódico "El Comercio", cuya fecha de edición es el 28 de febrero de 1879, cuando en su publicación se denuncia la invasión chilena.
Entre los titulares se advierte: "Mejillones y Caracoles en poder del invasor"; "Todo el pueblo con el Gobierno para defender la Patria", "Criminal ocupación del Litoral por las Fuerzas Chilenas", "¡Bolivianos Alerta! ¡La Patria está en peligro!". "Antofagasta en poder del Araucano", y muchos otros.
En la exposición también están periódicos de Chile como "El Mercurio" de 1911, 1912 y 1927. "El Heraldo" de 1888" y material bibliográfico de esa época.
lunes, 24 de marzo de 2014
400 kilómetros de costa tenía Bolivia en 1879
Bolivia nació a la vida independiente con un Litoral sobre el Océano Pacífico de 400 kilómetros de costa y 120 kilómetros cuadrados. La posesión de este territorio se dio hace muchos siglos, cuando la cultura Tiwanacota y su influencia se extendieron hasta el mar.
domingo, 23 de marzo de 2014
Los que acribillaron a Abaroa en 1879 asesinaron a Allende en 1973
Recordemos dos hechos luctuosos: 1.- En 1879 capitalistas ingleses y chilenos, asociados en la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, decidieron lanzarse a un complot desembozado para apoderarse de las inmensas riquezas naturales de Bolivia: guano, salitre, plata, cobre, que explotaban con carácter gratuito. 2.- En 1973 el Ejército chileno bombardeó y asaltó el palacio de la Moneda de Santiago de Chile, para matar alevosamente al presidente electo del país.
La Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, formada mayoritariamente por capitales ingleses y chilenos, explotaba gratuitamente salitre en el Litoral boliviano y se alarmó al conocer un decreto del presidente Hilarión Daza, de 4 de febrero de 1878, que establecía un impuesto de 10 centavos al quintal de salitre. Estimó la compañía que tal decreto era lesivo a sus intereses y presentó su reclamo ante el Gobierno de Chile, muchos de cuyos componentes eran accionistas de la compañía.
Con pretexto de aquel impuesto, el 5 de abril de 1879 el Gobierno de Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú después de una invasión, porque tenían suscrito un acuerdo secreto de mutua defensa. Sabía Chile que se trataba de dos países de indígenas dominados por feudales de raza blanca. Los indios caminaban con los pies desnudos y prohibidos de asomar por las plazas, vivían con mayor atraso. Se mantenían las “encomiendas” de la feudalidad de origen colonial, transformadas en haciendas. Una feudalidad empobrecida que vivía de la servidumbre de los indios, incapaz de ofrecer márgenes de ganancia para la acumulación capitalista. País constantemente empobrecido, cifraba sus esperanzas en la herencia de la riqueza minera potosina. Los feudales de tierra adentro ignoraban las riquezas naturales que ofrecía el Litoral; el sistema capitalista se desarrollaba con gran sacrificio y la guerra de los ingleses en complicidad con los gobernantes chilenos ya estaba cerca.
“Chile -escribió el historiador Alipio Valencia Vega- tenía un ejército entrenado perfectamente, disciplinado de 13.000 soldados, al comienzo de la guerra; el Perú un ejército de 4.000 soldados mal armados, indisciplinados, muy revoltosos, y en Bolivia solamente había un ejército de 1.500 hombres de la misma pobreza que los peruanos. En las escuadras navales la diferencia era mayor; la de Chile era grandemente superior a la peruana, Bolivia no poseía ni un barco de guerra.
Los invasores que desembarcaron en Antofagasta el 14 de febrero de 1879, aprovechando astutamente de las fiestas de carnaval, “en Chile no hay carnavales”, no detuvieron su avance hacia el interior del país del altiplano.
El ejército nacional, comandado por el general Narciso Campero, asociado con otra ficha de lo peor, Aniceto Arce, se había perdido en el desierto de Atacama. Los chilenos tomaron Caracoles, Cobija, Tocopilla y Mejillones. En Calama los bolivianos organizaron la defensa al mando de Ladislao Cabrera. Defendería Eduardo Abaroa el puente del Topáter. El comandante chileno, coronel Emilio Sotomayor, ordenó al teniente Saupert actuar violentamente.
“Había llegado la hora del sacrificio total -escribe el historiador Edgar Oblitas Fernández, en Historia secreta de la Guerra del Pacífico 1879-1884- un escuadrón de soldados chilenos avanza al lugar a acabar con la solitaria resistencia. Le intiman rendición, pero Abaroa por toda respuesta dispara su arma. Una nueva descarga a quemarropa de los chilenos hace impacto y su cuerpo se tambalea. Apoyado en una rodilla sigue agitando su rifle. Los chilenos avanzan y lo rodean.
“ Por última vez, ríndase... -suena la palabra encolerizada del invasor. Y Abaroa haciendo un supremo esfuerzo se agita y logra ponerse de pie y a tiempo de disparar por última vez su rifle al enemigo le lanza aquel terrible apóstrofe.
“-¿Rendirme yo? ¡Que se rinda su abuela, c...! Y naturalmente fue acribillado por la nutrida metralla del ejército chileno”.
En 1973 ocurre otro episodio histórico similar. Y siempre con el tema del mar boliviano. En Chile apenas posesionado Salvador Allende Gossens como Presidente Constitucional de la República decidió reparar la injusticia de 1879. Condenó la oprobiosa injerencia inglesa: “No se puede mantener a un pueblo en cadena perpetua”. “Un pueblo que esclaviza a otro pueblo no es digno”, dijo. Esta decisión le costó la vida…
Un par de días después del asesinato del presidente Allende, el homicida Augusto Pinochet Ugarte lanzó un decreto supremo amenazando con fusilamiento colectivo. El Diario Oficial de Chile informaba: “El Gobierno (del general Pinochet) actualizó la Ley de Seguridad del Estado, incorporando nuevas disposiciones que castigan hasta con la pena de muerte los actos que se cometan y que puedan afectar al país tanto en los planos interno como en el externo. El artículo citado expresa textualmente: “Para los que ofendieren gravemente el sentimiento patrio y los que valiéndose de cualquier medio, propiciaren la incorporación de todo o parte del territorio nacional a un Estado extranjero “Bolivia”. (José Hurtado Gonzales - Referencias tomadas del libro de don Néstor Taboada Terán).
La Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, formada mayoritariamente por capitales ingleses y chilenos, explotaba gratuitamente salitre en el Litoral boliviano y se alarmó al conocer un decreto del presidente Hilarión Daza, de 4 de febrero de 1878, que establecía un impuesto de 10 centavos al quintal de salitre. Estimó la compañía que tal decreto era lesivo a sus intereses y presentó su reclamo ante el Gobierno de Chile, muchos de cuyos componentes eran accionistas de la compañía.
Con pretexto de aquel impuesto, el 5 de abril de 1879 el Gobierno de Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú después de una invasión, porque tenían suscrito un acuerdo secreto de mutua defensa. Sabía Chile que se trataba de dos países de indígenas dominados por feudales de raza blanca. Los indios caminaban con los pies desnudos y prohibidos de asomar por las plazas, vivían con mayor atraso. Se mantenían las “encomiendas” de la feudalidad de origen colonial, transformadas en haciendas. Una feudalidad empobrecida que vivía de la servidumbre de los indios, incapaz de ofrecer márgenes de ganancia para la acumulación capitalista. País constantemente empobrecido, cifraba sus esperanzas en la herencia de la riqueza minera potosina. Los feudales de tierra adentro ignoraban las riquezas naturales que ofrecía el Litoral; el sistema capitalista se desarrollaba con gran sacrificio y la guerra de los ingleses en complicidad con los gobernantes chilenos ya estaba cerca.
“Chile -escribió el historiador Alipio Valencia Vega- tenía un ejército entrenado perfectamente, disciplinado de 13.000 soldados, al comienzo de la guerra; el Perú un ejército de 4.000 soldados mal armados, indisciplinados, muy revoltosos, y en Bolivia solamente había un ejército de 1.500 hombres de la misma pobreza que los peruanos. En las escuadras navales la diferencia era mayor; la de Chile era grandemente superior a la peruana, Bolivia no poseía ni un barco de guerra.
Los invasores que desembarcaron en Antofagasta el 14 de febrero de 1879, aprovechando astutamente de las fiestas de carnaval, “en Chile no hay carnavales”, no detuvieron su avance hacia el interior del país del altiplano.
El ejército nacional, comandado por el general Narciso Campero, asociado con otra ficha de lo peor, Aniceto Arce, se había perdido en el desierto de Atacama. Los chilenos tomaron Caracoles, Cobija, Tocopilla y Mejillones. En Calama los bolivianos organizaron la defensa al mando de Ladislao Cabrera. Defendería Eduardo Abaroa el puente del Topáter. El comandante chileno, coronel Emilio Sotomayor, ordenó al teniente Saupert actuar violentamente.
“Había llegado la hora del sacrificio total -escribe el historiador Edgar Oblitas Fernández, en Historia secreta de la Guerra del Pacífico 1879-1884- un escuadrón de soldados chilenos avanza al lugar a acabar con la solitaria resistencia. Le intiman rendición, pero Abaroa por toda respuesta dispara su arma. Una nueva descarga a quemarropa de los chilenos hace impacto y su cuerpo se tambalea. Apoyado en una rodilla sigue agitando su rifle. Los chilenos avanzan y lo rodean.
“ Por última vez, ríndase... -suena la palabra encolerizada del invasor. Y Abaroa haciendo un supremo esfuerzo se agita y logra ponerse de pie y a tiempo de disparar por última vez su rifle al enemigo le lanza aquel terrible apóstrofe.
“-¿Rendirme yo? ¡Que se rinda su abuela, c...! Y naturalmente fue acribillado por la nutrida metralla del ejército chileno”.
En 1973 ocurre otro episodio histórico similar. Y siempre con el tema del mar boliviano. En Chile apenas posesionado Salvador Allende Gossens como Presidente Constitucional de la República decidió reparar la injusticia de 1879. Condenó la oprobiosa injerencia inglesa: “No se puede mantener a un pueblo en cadena perpetua”. “Un pueblo que esclaviza a otro pueblo no es digno”, dijo. Esta decisión le costó la vida…
Un par de días después del asesinato del presidente Allende, el homicida Augusto Pinochet Ugarte lanzó un decreto supremo amenazando con fusilamiento colectivo. El Diario Oficial de Chile informaba: “El Gobierno (del general Pinochet) actualizó la Ley de Seguridad del Estado, incorporando nuevas disposiciones que castigan hasta con la pena de muerte los actos que se cometan y que puedan afectar al país tanto en los planos interno como en el externo. El artículo citado expresa textualmente: “Para los que ofendieren gravemente el sentimiento patrio y los que valiéndose de cualquier medio, propiciaren la incorporación de todo o parte del territorio nacional a un Estado extranjero “Bolivia”. (José Hurtado Gonzales - Referencias tomadas del libro de don Néstor Taboada Terán).
Bolivia se emancipó de España y nació con salida al Pacífico
En 1825 Bolivia se independizó de España y nació a la vida independiente con una salida al Océano Pacífico con un Puerto denominado Cobija o La Mar. En 1827, llegaron a dicho puerto, algunos comerciantes, dando principio a la introducción de mercaderías hacia el interior de Bolivia. De 1840 a 1845 arribaron varios inmigrantes extranjeros, comerciantes e industriales. En 1850, ya era frecuente la llegada de veleros y vapores al puerto.
Según el historiador Edgar Ruiz Bonilla, en las cercanías del puerto de Cobija se hallaba Mejillones, situado a 23 grados 7 minutos de Latitud Sud y 70 grados 32 minutos de Longitud Oeste. En 1841 el industrial francés Don Domingo Latrille descubrió yacimientos de guano, quien obtuvo del Gobierno Boliviano la concesión de explotación.
Como ya dijimos anteriormente, Bolivia en sus costas tenía salitreras y guano depositado por las aves marinas. Cabe mencionar que en el lapso 1829 y 1839 fue Presidente de Bolivia el Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana, quien crea el Departamento de Atacama, declara Cobija como puerto franco e instaura la Confederación Perú-Boliviana, que concitó el celo y la amenaza de las repúblicas de Argentina y Chile.
Bolivia durante la llamada “Guerra del Pacífico” (1879-1883) y por el Tratado de 1904 cedió a Chile 120.000 Km2 de superficie terrestre y 400 kilómetros de costa sobre el Océano Pacífico, además de aproximadamente 148160 Km2 de área marina, haciendo un total de 268.160 Km2.
A pesar de que Bolivia ha perdido 400 kilómetros de costa sobre el Océano Pacifico, también perdió sus salitreras y guaneras, además de gran parte de su riqueza minera. Así, en el territorio usurpado por Chile se encuentra la mina de Chuquicamata, en las cercanías de Calama, la mina más grande del mundo de cobre, cuya riqueza ha sido y es el sustento de Chile. Es decir, Chile vivió y vive de los Recursos Naturales arrebatados a Bolivia; sin considerar la enorme riqueza pesquera, turística y geotérmica.
Recientemente, el 27 de enero de 2014 la Corte Internacional de Justicia de La Haya delimitó el área marítima entre Chile y Perú, con un paralelo a partir del Hito Nº I por 80 kilómetros y luego de esa distancia una línea de equidistancia con dirección sur-oeste. Esta decisión ha sido favorable al Perú y la República de Chile no está satisfecha con la misma.
Acorde al “Tratado de Paz y Amistad” de 1904 entre Bolivia y Chile, como también al “Tratado de 1929”, entre Perú y Chile y otras consideraciones, podemos afirmar lo siguiente:
- En primer lugar, se deben estudiar al detalle, las 5 estrategias presentadas por Víctor Hugo Chávez, con relación a las 6 islas bolivianas y el problema de los paralelos, que no están incluidos en el Tratado de 1904.
- Desde 1904, los chilenos siempre prometieron una salida al mar, habiéndose realizado acercamientos serios en 1950 y en 1975. En este último se realizó el abrazo de Charaña entre los presidentes Banzer y Pinochet, llegando a un acuerdo de salida soberana para Bolivia, con una compensación territorial. Este aspecto no llegó a un final feliz. Inclusive en 1979 la Organización de la OEA tuvo una declaratoria para la solución del enclaustramiento de Bolivia. Hoy por hoy, Chile continúa con sus falsas promesas, así en la última reunión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y en la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Chile continúa mencionando que existe el Tratado de 1904, que los Tratados son irrevisables y que el problema es bilateral y no multilateral.
- Las autoridades chilenas siempre han prometido una salida al mar con soberanía para Bolivia. Empero, estas promesas no han sido cumplidas sino solamente fueron una dilación en el tiempo.
- El Perú, antes de la última delimitación marítima, jamás aceptó la tenencia de su ex territorio en manos chilenas y así con el Tratado de 1929 se afirmaba que Chile no podía ceder territorio a Bolivia por ex territorio peruano. Cabe destacar que en todo ciudadano boliviano, está en lo más hondo de su espíritu la reivindicación y reintegración marítima de Bolivia.
- Gran parte del “norte chileno”, vive gracias al comercio boliviano, como el caso de Iquique y Arica.
- Como conclusión final, debemos preocuparnos de nuestra política internacional, para dar solución a nuestra salida soberana y útil al Océano Pacífico, ya que se ha escrito bastante de la legitimidad de este asunto.
- Actualmente se está elaborando la Memoria para la presentación ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, esta Memoria debe ser muy bien elaborada con el asesoramiento de internacionalistas de primer nivel, así por ejemplo el Perú tuvo 3 asesores especializados en Derecho Internacional, los mismos que expusieron en inglés y francés la ponencia peruana, mientras que Chile también tuvo asesores internacionales especializados, que se valieron inclusive de argumentos tales como que en textos escolares peruanos existía una delimitación marítima mediante un paralelo geográfico y que además existían ciertos acuerdos internacionales favorables. Por esta razón, el acuerdo de los 13 puntos entre Bolivia y Chile debe olvidarse, ya que la astucia chilena afirmará que no contempla la salida soberana de Bolivia al Pacífico.
- Algunos personajes, sostienen que con el cambio de gobierno de Piñera a Bachellet las relaciones boliviano-chilenas mejorarán, pero sabemos que la política exterior chilena no depende del cambio de presidentes, ya que Chile tiene una política dilatoria y bien determinada en relación con la salida de Bolivia al mar.
- La República de Chile debe vivir agradecida a Bolivia, ya que vive en gran parte de los recursos naturales arrebatados a Bolivia, comprendiendo que es un derecho boliviano la salida soberana al Océano Pacífico.
En 1904, Chile habría firmado un documento complementario Chile ofreció a Bolivia salida al mar en protocolo “secreto”
El excónsul de Bolivia en Chile, Walker San Miguel, reveló que un documento denominado Protocolo Confidencial, complementario al Tratado de Paz y Amistad suscrito el 20 de octubre de 1904, revela que Chile se comprometió a ceder a Bolivia una salida al océano Pacífico.
San Miguel explicó que cuando Chile y Bolivia suscribieron el Tratado de 1904 tenían plena conciencia de que "la cuestión marítima boliviana no había sido resuelta”, por lo que ese mismo día (el 20 de octubre de 1904) firmaron el Protocolo Confidencial, considerado complementario al Tratado de Paz.
El denominado Protocolo Confidencial -según San Miguel- contiene un expreso compromiso por el cual ambos Estados acuerdan unir esfuerzos para asegurar, por todos los medios, que Chile disponga plenamente sobre Tacna y Arica, provincias peruanas que aún estaban en poder de Chile, pero cuyo estatus jurídico aún no se había definido a esa fecha.
De acuerdo con San Miguel, el Tratado de Confidencialidad es mencionado en el libro Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomáticas con Perú y Bolivia 1900-1904, publicado en 1919 y escrito por el exministro de Relaciones Exteriores de Chile Emilio Bello Codesido, quien firmó, a nombre de su país, el Tratado de 1904.
"El citado instrumento tiene una importancia fundamental, ya que ratifica que la cuestión marítima de Bolivia estaba presente en todo el proceso de negociación del Tratado de 1904 y demuestra que Chile le ofreció a Bolivia una salida al Pacífico por territorios que aún eran peruanos pero cuya posesión la tenía Chile”, manifestó San Miguel.
Para la abogada internacionalista Karen Longaric, el mencionado documento es "jurídicamente valioso” porque contiene testimonios de ese triste episodio de la historia compartida con Chile, cuando, bajo presión y coacción, se obligó a Bolivia a firmar el Tratado de 1904.
El documento sería incorporado en la memoria que Bolivia debe entregar el 17 de abril, luego Chile tendrá 90 días para decidir si interpone o no una "excepción preliminar”, es decir, solicitarle a la Corte Internacional de Justicia que se declare incompetente de llevar el caso.
El 24 de abril de 2013, el Gobierno presentó una demanda marítima contra Chile ante la CIJ, en la que solicita al tribunal obligar a Chile a negociar con el país una salida soberana al mar
San Miguel explicó que cuando Chile y Bolivia suscribieron el Tratado de 1904 tenían plena conciencia de que "la cuestión marítima boliviana no había sido resuelta”, por lo que ese mismo día (el 20 de octubre de 1904) firmaron el Protocolo Confidencial, considerado complementario al Tratado de Paz.
El denominado Protocolo Confidencial -según San Miguel- contiene un expreso compromiso por el cual ambos Estados acuerdan unir esfuerzos para asegurar, por todos los medios, que Chile disponga plenamente sobre Tacna y Arica, provincias peruanas que aún estaban en poder de Chile, pero cuyo estatus jurídico aún no se había definido a esa fecha.
De acuerdo con San Miguel, el Tratado de Confidencialidad es mencionado en el libro Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomáticas con Perú y Bolivia 1900-1904, publicado en 1919 y escrito por el exministro de Relaciones Exteriores de Chile Emilio Bello Codesido, quien firmó, a nombre de su país, el Tratado de 1904.
"El citado instrumento tiene una importancia fundamental, ya que ratifica que la cuestión marítima de Bolivia estaba presente en todo el proceso de negociación del Tratado de 1904 y demuestra que Chile le ofreció a Bolivia una salida al Pacífico por territorios que aún eran peruanos pero cuya posesión la tenía Chile”, manifestó San Miguel.
Para la abogada internacionalista Karen Longaric, el mencionado documento es "jurídicamente valioso” porque contiene testimonios de ese triste episodio de la historia compartida con Chile, cuando, bajo presión y coacción, se obligó a Bolivia a firmar el Tratado de 1904.
El documento sería incorporado en la memoria que Bolivia debe entregar el 17 de abril, luego Chile tendrá 90 días para decidir si interpone o no una "excepción preliminar”, es decir, solicitarle a la Corte Internacional de Justicia que se declare incompetente de llevar el caso.
El 24 de abril de 2013, el Gobierno presentó una demanda marítima contra Chile ante la CIJ, en la que solicita al tribunal obligar a Chile a negociar con el país una salida soberana al mar
sábado, 22 de marzo de 2014
La historia inédita del monumento al defensor de Calama, Eduardo Abaroa
En una visita que realizó EL DIARIO al centro cultural Tambo Quirquincho entabló una conversación con el historiador Randy Chávez García, quien relató la historia de Emiliano Luján, escultor del monumento de Eduardo Abaroa que se encuentra en la plaza del mismo nombre, además explicó porque Abaroa se escribe con “v” dentilabial y no con “b” labial.
Según documentos del Tambo Quirquincho, el monumento escultórico estatuario del bulto redondo de tipo cuerpo entero, es una obra realizada a base de bronce fundido, su dimensión se aproxima a los 4.50 m, con un peso estimado de 3 toneladas, el mismo está ubicado en la plaza homónima, entre las calles Belisario Salinas, Sánchez Lima, Av. 20 de Octubre y Pedro Salazar de la zona de Sopocachi.
El monumento fue develado el 23 de marzo de 1952, fecha en la que se recuerda la invasión del ejército chileno a la población boliviana de Calama.
Chávez indicó que el escultor del monumento a Eduardo Abaroa es Emiliano Lujan, un excombatientes cochabambino de la Guerra del Chaco y destacado escultor además de caricaturista.
Cada rasgo es sobresaliente en la escultura es una simbología especial que le dio Luján al monumento de Abaroa.
“Cuando se los mira atentamente sobresalen varios rasgos, uno de ellos es la imagen de su rostro que conjunciona una serie de expresiones como dolor, frustación y molestia”, dijo.
Se refirió a sus manos y señaló que uno de sus dedos se encuentra desproporcionado.
El dedo desproporcionado significa, que Abaroa se dirige hacia el mar “dicen que el mismo autor le bajó el dedo para suplantarlo por otro pequeño”.
El cuerpo tiene la forma de un rayo encrespado “por la postura de sus manos y el cruce de sus pies”. El rayo significa castigo a los enemigos sostuvo.
AVAROA O ABAROA
El historiador Chávez indicó que los primeros documentos que fueron compilados por Ronald Macklin Avaroa compila de su antepasado muestra documentos en los cuales Eduardo Abaroa firma con la “v” dentilabial.
“Ese es el problema que se ha suscitado en el apellido del héroe, en algunos lugares está con “v” y “b”, pero originalmente es “v” Avaroa”, señaló.
PLAZA
Según el documento denominado “Patrimonio escultórico público de la ciudad de La Paz” de la Oficialía Mayor de Culturas, el monumento escultórico estatuario de bulto redondo, de tipo cuerpo entero, en posición yacente representa la imagen de Eduardo Abaroa.
Su dimensión es de 4 m con 50cm, es la escultura fundida más ancha de la ciudad, y su peso aproximado es de 3 t. Obra del escultor Emiliano Luján, realizada a base de bronce fundido en 1951. Está ubicado en la plaza homónima, entre las calles Belisario Salinas, Sánchez Lima, Av. 20 de Octubre y Pedro Salazar de la zona de Sopocachi.
El espacio público donde se ha erigido el monumento que rinde homenaje a Eduardo Abaroa (1838-1879), máximo héroe civil de la Guerra del Pacífico, inicialmente era un campo de malezas, espinos y plantas silvestres.
En 1927 Hugo Ernst, Prefecto de La Paz, dispuso terraplenar y recrear paisajísticamente con jardines el lugar. Ese mismo año se creó el comité Pro Monumento a Eduardo Abaroa, institución cívica que inició una colecta pública para erigir un monumento al héroe del Topater. Sin embargo, el proyecto quedó postergado, siendo materializado recién después de 25 años.
El molde de la obra fue realizado en una sala del Estado Mayor, desde donde fue transportado a la localidad de Viacha para su fundición. Su autor, Emiliano Luján, se convirtió en el primer boliviano en fundir un monumento en Bolivia, para lo cual utilizó vainas de bronce proporcionadas por el ejército.
Luján plasmó perceptiblemente varios simbolismos en la efigie del héroe: uno de ellos fue su dedo “acusador”, realizado en dimensiones desproporcionadas, recordando a los bolivianos el deber de recuperar el Litoral cautivo. El dedo “acusador”, como comúnmente se lo denominó, fue reducido por el mismo escultor, tras sufrir varias críticas.
Indignado y molesto, subió al monumento y le cortó el dedo. Después de algún tiempo, lo substituyó por otro de menores dimensiones; pero aún éste quedó un tanto desmedido.
Entre otros simbolismos que presenta la efigie del monumento, están la del rostro que conjunciona una serie de emociones, expresando al mismo tiempo frustración, molestia, llanto y dolor. También llama la atención su cuerpo, que fue concluido en forma de un rayo encrespado, apreciable en la postura de manos y el cruce de piernas. Un detalle también importante es la forma del pedestal que, con la imagen de un puente quebrantado, representa el puente del Topater.
El monumento fue develado en acto solemne el 23 de marzo de 1952, fecha que recuerda la invasión del ejército chileno a la población boliviana de Calama, en la cual perdieron la vida memorables patriotas, entre los que se encontraba justamente Abaroa. Al acto público asistieron el presidente Hugo Ballivián, tropas militares, instituciones civiles y una numerosa concurrencia que llenó complemente la plaza. También asistió la banda del ejército, que bajo la dirección del mayor Antonio Montes Calderón, interpretó el Himno a Abaroa, del compositor Luciano Bustios, y la canción al Héroe del Topater, del compositor Luís Felipe Arce.
Según documentos del Tambo Quirquincho, el monumento escultórico estatuario del bulto redondo de tipo cuerpo entero, es una obra realizada a base de bronce fundido, su dimensión se aproxima a los 4.50 m, con un peso estimado de 3 toneladas, el mismo está ubicado en la plaza homónima, entre las calles Belisario Salinas, Sánchez Lima, Av. 20 de Octubre y Pedro Salazar de la zona de Sopocachi.
El monumento fue develado el 23 de marzo de 1952, fecha en la que se recuerda la invasión del ejército chileno a la población boliviana de Calama.
Chávez indicó que el escultor del monumento a Eduardo Abaroa es Emiliano Lujan, un excombatientes cochabambino de la Guerra del Chaco y destacado escultor además de caricaturista.
Cada rasgo es sobresaliente en la escultura es una simbología especial que le dio Luján al monumento de Abaroa.
“Cuando se los mira atentamente sobresalen varios rasgos, uno de ellos es la imagen de su rostro que conjunciona una serie de expresiones como dolor, frustación y molestia”, dijo.
Se refirió a sus manos y señaló que uno de sus dedos se encuentra desproporcionado.
El dedo desproporcionado significa, que Abaroa se dirige hacia el mar “dicen que el mismo autor le bajó el dedo para suplantarlo por otro pequeño”.
El cuerpo tiene la forma de un rayo encrespado “por la postura de sus manos y el cruce de sus pies”. El rayo significa castigo a los enemigos sostuvo.
AVAROA O ABAROA
El historiador Chávez indicó que los primeros documentos que fueron compilados por Ronald Macklin Avaroa compila de su antepasado muestra documentos en los cuales Eduardo Abaroa firma con la “v” dentilabial.
“Ese es el problema que se ha suscitado en el apellido del héroe, en algunos lugares está con “v” y “b”, pero originalmente es “v” Avaroa”, señaló.
PLAZA
Según el documento denominado “Patrimonio escultórico público de la ciudad de La Paz” de la Oficialía Mayor de Culturas, el monumento escultórico estatuario de bulto redondo, de tipo cuerpo entero, en posición yacente representa la imagen de Eduardo Abaroa.
Su dimensión es de 4 m con 50cm, es la escultura fundida más ancha de la ciudad, y su peso aproximado es de 3 t. Obra del escultor Emiliano Luján, realizada a base de bronce fundido en 1951. Está ubicado en la plaza homónima, entre las calles Belisario Salinas, Sánchez Lima, Av. 20 de Octubre y Pedro Salazar de la zona de Sopocachi.
El espacio público donde se ha erigido el monumento que rinde homenaje a Eduardo Abaroa (1838-1879), máximo héroe civil de la Guerra del Pacífico, inicialmente era un campo de malezas, espinos y plantas silvestres.
En 1927 Hugo Ernst, Prefecto de La Paz, dispuso terraplenar y recrear paisajísticamente con jardines el lugar. Ese mismo año se creó el comité Pro Monumento a Eduardo Abaroa, institución cívica que inició una colecta pública para erigir un monumento al héroe del Topater. Sin embargo, el proyecto quedó postergado, siendo materializado recién después de 25 años.
El molde de la obra fue realizado en una sala del Estado Mayor, desde donde fue transportado a la localidad de Viacha para su fundición. Su autor, Emiliano Luján, se convirtió en el primer boliviano en fundir un monumento en Bolivia, para lo cual utilizó vainas de bronce proporcionadas por el ejército.
Luján plasmó perceptiblemente varios simbolismos en la efigie del héroe: uno de ellos fue su dedo “acusador”, realizado en dimensiones desproporcionadas, recordando a los bolivianos el deber de recuperar el Litoral cautivo. El dedo “acusador”, como comúnmente se lo denominó, fue reducido por el mismo escultor, tras sufrir varias críticas.
Indignado y molesto, subió al monumento y le cortó el dedo. Después de algún tiempo, lo substituyó por otro de menores dimensiones; pero aún éste quedó un tanto desmedido.
Entre otros simbolismos que presenta la efigie del monumento, están la del rostro que conjunciona una serie de emociones, expresando al mismo tiempo frustración, molestia, llanto y dolor. También llama la atención su cuerpo, que fue concluido en forma de un rayo encrespado, apreciable en la postura de manos y el cruce de piernas. Un detalle también importante es la forma del pedestal que, con la imagen de un puente quebrantado, representa el puente del Topater.
El monumento fue develado en acto solemne el 23 de marzo de 1952, fecha que recuerda la invasión del ejército chileno a la población boliviana de Calama, en la cual perdieron la vida memorables patriotas, entre los que se encontraba justamente Abaroa. Al acto público asistieron el presidente Hugo Ballivián, tropas militares, instituciones civiles y una numerosa concurrencia que llenó complemente la plaza. También asistió la banda del ejército, que bajo la dirección del mayor Antonio Montes Calderón, interpretó el Himno a Abaroa, del compositor Luciano Bustios, y la canción al Héroe del Topater, del compositor Luís Felipe Arce.
viernes, 21 de marzo de 2014
Bisnieta de Ladislao Cabrera pide a Chile devolver mar boliviano
Ana Rivera Sotomayor (90) sobrina bisnieta del insigne patriota y héroe de la Guerra del Pacífico (1879), Ladislao Cabrera Vargas, pidió ayer a las autoridades chilenas escuchar a su pueblo y restituir a Bolivia su cualidad marítima.
“El pueblo no aceptó el atropello a nuestro territorio, no obstante, las fuerzas chilenas consumaron el hecho, ahora repudiado por la población chilena, prueba de ello, la población grita en Chile mar para Bolivia”, dijo Sotomayor a la ABI.
Sotomayor, que participó en el homenaje de la Armada Boliviana al natalicio de Ladislao Cabrera, consideró que por “el atropello de autoridades chilenas de entonces, las actuales debieran enmendar, restituyendo a Bolivia su cualidad marítima”.
Recordó que Ladislao Cabrera salió en armas para defender a Bolivia de la invasión chilena y ´dio su vida en defensa del suelo patrio´.
“El valor de ese pueblo, demostrado también en la guerra a la que nos llevaron es ejemplo para la posteridad y como ahora recordamos a Ladislao Cabrera con un gloria a su memoria también lo hacemos con un gloria a cada uno de esos defensores de la patria”, respaldó, tras depositar una ofrenda floral al pie del monumento de Cabrera.
Por su parte, el jefe de Estado Mayor General de la Armada, Waldo Leonel Calla, transmitió a los descendientes de Cabrera el sentimiento de esa institución.
“El pueblo no aceptó el atropello a nuestro territorio, no obstante, las fuerzas chilenas consumaron el hecho, ahora repudiado por la población chilena, prueba de ello, la población grita en Chile mar para Bolivia”, dijo Sotomayor a la ABI.
Sotomayor, que participó en el homenaje de la Armada Boliviana al natalicio de Ladislao Cabrera, consideró que por “el atropello de autoridades chilenas de entonces, las actuales debieran enmendar, restituyendo a Bolivia su cualidad marítima”.
Recordó que Ladislao Cabrera salió en armas para defender a Bolivia de la invasión chilena y ´dio su vida en defensa del suelo patrio´.
“El valor de ese pueblo, demostrado también en la guerra a la que nos llevaron es ejemplo para la posteridad y como ahora recordamos a Ladislao Cabrera con un gloria a su memoria también lo hacemos con un gloria a cada uno de esos defensores de la patria”, respaldó, tras depositar una ofrenda floral al pie del monumento de Cabrera.
Por su parte, el jefe de Estado Mayor General de la Armada, Waldo Leonel Calla, transmitió a los descendientes de Cabrera el sentimiento de esa institución.
martes, 18 de marzo de 2014
Foto del Velorio del Presidente Hilarión Daza
Muchos supuestos se han escrito sobre el presidente Hilarión Daza, protagonista de la Guerra del Pacífico. Aquí una imagen de su velorio, tras su asesinato en 1894.
Foto compartida por Roberto Luis Ossio Ortube en el muro de Pablo Michel.
Foto compartida por Roberto Luis Ossio Ortube en el muro de Pablo Michel.
Día del Carpintero
Este día se celebra la fecha de José Carpintero, el padre de Jesús. Por extensión, la celebración alcanza a carpinteros de manera especial pero también a los artesanos de la madera. Desde este espacio dedicado a San José, hacemos oportuno el saludo a los carpinteros del mundo entero y a quienes están en la memoria de aquellos pioneros del noble oficio, y muy especialmente a los artesanos que deslumbran con su capacidad en la talla de la madera, siendo motivo de admiración de la gente, no solo de su lugar de origen sino de quienes adquieren sus piezas y permiten que recorran el mundo por tratarse de valiosas piezas de arte nacidas de la creación. De Internet.
lunes, 17 de marzo de 2014
TEORÍAS SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA “TARIJA”
1. El nombre de Tarija deriva de don Francisco de Tarifa, descubridor del Valle, y luego se sustituye la "F" por la "J" y queda establecido el nombre de TARIJA.
William Bluske Castellanos
Don Federico Ávila, en un estudio documentado, dice: “No era pues Francisco de Tarifa, que vino recién a Tarija en 1545, quien podía dar su nombre a los valles de Tarija, nombre que comienza a figurar en los documentos de la época desde 1538, año en que Tarifa ni pensó venir a estas regiones.”
Jorge Aráoz Campero
2. El doctor O’Connor d’Arlach conjetura que quizá haya venido una expedición desde Tucumán antes que vinieran los españoles del Perú, y en la que llegaron algunos moros y que éstos en recuerdo del pueblo español Tarifa, que es el antiguo Tarik de los moros, le pusieron dicho nombre.
Está probado que de Tarija fueron los españoles a descubrir Tucumán, por lo que queda descartada dicha suposición.
Jorge Aráoz Campero
3. El nombre de TARIJA es una derivación de la palabra chiriguana "Taraí" o "Tararí" que quiere decir "Tierra Plana" y, por comodidad del lenguaje fue derivado a "Tarixa" y luego por modernización del idioma se sustituye la "x" por la "j" quedando TARIJA.
William Bluske Castellanos
4. Los cronistas que se ocuparon de Tarija, desde fines del siglo XVI, ya fundada la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, mencionan que, según los indios Chichas, sus antecesores aymaras llamaban al valle –y en especial a las estribaciones de Sama- : Taruka, palabra con la que nombraban también al venado; es decir, que dicho valle era “tierra de venados”.
Edgar Ávila Echazú
5. Don Federico Ávila nos dice que, en quechua la palabra “Tariskja” significa “los vi, los encontré”, o más correctamente –por su connotación descriptiva- “lo que se ha encontrado”, que “muy bien podría referirse al descubrimiento primordial de aquel valle por los incas”.
Edgar Ávila Echazú
Lo de Tarisk’a (“encontrado”), tiene su atractivo, su fuerza sugestiva para leyenda o tradición, peor más parece una de tantas coincidencias que sirven como especiales asideros a lingüistas y a historiadores, resultando a la larga, enmarañados rompe-cabezas.
Víctor Varas Reyes
6. El poeta don Franz Tamayo indicaba que, según la descripción de Tarija (…), le parecía plausible que los aymaras al llegar a las alturas del Chijmuri y ver el valle, lo hayan denominado “Tara–ica”, pues esta palabra significa lo siguiente: Tara, doble o pareado, e Ica, montaña; dado que este valle está como delimitado por dos cordilleras pareadas que discurren paralelas, la de Iscayachi y la del Cóndor.
Edgar Ávila Echazú
7. (Federico) Ávila anota (…), que los Chiriguanos tenían la voz Taraica para designar una zona boscosa, de arboleda espesa, tal como en el siglo XVI lo era Tarija.
Edgar Ávila Echazú
8. La voz quechua “¡jatari!” (¡retírate!), repetida: ¡jatari, jatari, jatari, jatari!
Víctor Varas Reyes
William Bluske Castellanos
Don Federico Ávila, en un estudio documentado, dice: “No era pues Francisco de Tarifa, que vino recién a Tarija en 1545, quien podía dar su nombre a los valles de Tarija, nombre que comienza a figurar en los documentos de la época desde 1538, año en que Tarifa ni pensó venir a estas regiones.”
Jorge Aráoz Campero
2. El doctor O’Connor d’Arlach conjetura que quizá haya venido una expedición desde Tucumán antes que vinieran los españoles del Perú, y en la que llegaron algunos moros y que éstos en recuerdo del pueblo español Tarifa, que es el antiguo Tarik de los moros, le pusieron dicho nombre.
Está probado que de Tarija fueron los españoles a descubrir Tucumán, por lo que queda descartada dicha suposición.
Jorge Aráoz Campero
3. El nombre de TARIJA es una derivación de la palabra chiriguana "Taraí" o "Tararí" que quiere decir "Tierra Plana" y, por comodidad del lenguaje fue derivado a "Tarixa" y luego por modernización del idioma se sustituye la "x" por la "j" quedando TARIJA.
William Bluske Castellanos
4. Los cronistas que se ocuparon de Tarija, desde fines del siglo XVI, ya fundada la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, mencionan que, según los indios Chichas, sus antecesores aymaras llamaban al valle –y en especial a las estribaciones de Sama- : Taruka, palabra con la que nombraban también al venado; es decir, que dicho valle era “tierra de venados”.
Edgar Ávila Echazú
5. Don Federico Ávila nos dice que, en quechua la palabra “Tariskja” significa “los vi, los encontré”, o más correctamente –por su connotación descriptiva- “lo que se ha encontrado”, que “muy bien podría referirse al descubrimiento primordial de aquel valle por los incas”.
Edgar Ávila Echazú
Lo de Tarisk’a (“encontrado”), tiene su atractivo, su fuerza sugestiva para leyenda o tradición, peor más parece una de tantas coincidencias que sirven como especiales asideros a lingüistas y a historiadores, resultando a la larga, enmarañados rompe-cabezas.
Víctor Varas Reyes
6. El poeta don Franz Tamayo indicaba que, según la descripción de Tarija (…), le parecía plausible que los aymaras al llegar a las alturas del Chijmuri y ver el valle, lo hayan denominado “Tara–ica”, pues esta palabra significa lo siguiente: Tara, doble o pareado, e Ica, montaña; dado que este valle está como delimitado por dos cordilleras pareadas que discurren paralelas, la de Iscayachi y la del Cóndor.
Edgar Ávila Echazú
7. (Federico) Ávila anota (…), que los Chiriguanos tenían la voz Taraica para designar una zona boscosa, de arboleda espesa, tal como en el siglo XVI lo era Tarija.
Edgar Ávila Echazú
8. La voz quechua “¡jatari!” (¡retírate!), repetida: ¡jatari, jatari, jatari, jatari!
Víctor Varas Reyes
TEORÍAS SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA “CHAPACO”
1. (…) el hombre campesino tarijeño comenzó a emerger a comienzos del siglo XVII, ganadero y agricultor, hijo o heredero de una mezcolanza de sangre europea y por ello no es casual que el chapaco sea dicharachero, cantor con buena voz, castellano de pura cepa y enamorau. Los quechuas lo llamaban chapacunas que más o menos quiere decir hombre campesino blanco y chaposo y se cree que de ahí nace el nombre de chapaco.
Prof. Luís Aldana Quispe
2. Chapaco voz castellana sacada de un diccionario de la lengua española de 1660, que significa hombre rudo y rústico de campo y de las sierras españolas. Esta voz se aplica a nuestro hombre de campo de los valles tarijeños y alrededores, como a los que, al igual que los asentados en este valle, viven en Chuquisaca, Potosí, Salta y Jujuy en la república Argentina.
Ananías Barreto
3. En aimara la voz chapaca significa persona o cosa sin sustancia, sin gracia; por ejemplo hombre chapaca, que no llega a ser persona insípida. La comida no es chapaca sino lacka, insípida, sin sabor.
Ananías Barreto
4. Luis Pizarro presume que chapaco deriva del verbo chapear, que significa escardar los campos con machete.
Víctor Varas Reyes
5. El apelativo de chapaco, según Bernardo Trigo, dieron los intrépidos hispanos a los campesinos, derivando el nombre de cierta encina coposa llamada chapairo, en cuyas ramas colgantes se ocultaban éstos cuando eran perseguidos por los chiriguanos.
Víctor Varas Reyes
6. También provendría de chapacuey, mote lugareño dado a los encargados de intercambiar comunicaciones postales, como los chasquis incaicos, entre Tarija, Orán y Salta. Así se registran chapac y chapacuey con el mismo significado en el antiguo Diccionario Salvat Enciclopédico popular ilustrado s/f., igual que en la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa – Calpe, Barcelona, sin año.
Quizás, en un comienzo, se dio la denominación de chapacos a los trabajadores del campo que trasladaban encomiendas, quedando el nombre en forma definitiva, concluida la misión originaria.
Víctor Varas Reyes
7. Sin vínculo aparente con las sutilezas anteriores, en Cochabamba y en Chuquisaca se da el sobrenombre familiar de Chapaco al que se llama Sebastián, en la misma forma que se dice Pancho al bautizado como Francisco, o Pepe al que es José.
Víctor Varas Reyes
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
• ALDANA QUISPE, Luís: “¿QUIÉNES SOMOS?”. Artículo sin fecha.
• ARÁOZ CAMPERO, Jorge: “MONOGRAFÍA DE TARIJA”. Editorial Universitaria "Juan Misael Saracho". Tarija, 1979.
• ÁVILA ECHAZÚ, Edgar: “HISTORIA DE TARIJA”. 2ª Edición. Editorial “Luis de Fuentes”. Tarija, 1997.
• BARRETO, Ananías: “COSTUMBRES Y CREENCIAS DEL CAMPO TARIJEÑO”. Editorial Universitaria "Juan Misael Saracho". Tarija, 1993.
• BLUSKE CASTELLANOS, William: “SUBDESARROLLO Y FELICIDAD. Estampas humorísticas de Tarija”. 3ª Edición. Biblioteca Popular Boliviana de “Última Hora”. La Paz, 1980.
• VARAS REYES, Víctor: “EL CASTELLANO POPULAR EN TARIJA”. Segunda Edición, La Paz, 1988.
Prof. Luís Aldana Quispe
2. Chapaco voz castellana sacada de un diccionario de la lengua española de 1660, que significa hombre rudo y rústico de campo y de las sierras españolas. Esta voz se aplica a nuestro hombre de campo de los valles tarijeños y alrededores, como a los que, al igual que los asentados en este valle, viven en Chuquisaca, Potosí, Salta y Jujuy en la república Argentina.
Ananías Barreto
3. En aimara la voz chapaca significa persona o cosa sin sustancia, sin gracia; por ejemplo hombre chapaca, que no llega a ser persona insípida. La comida no es chapaca sino lacka, insípida, sin sabor.
Ananías Barreto
4. Luis Pizarro presume que chapaco deriva del verbo chapear, que significa escardar los campos con machete.
Víctor Varas Reyes
5. El apelativo de chapaco, según Bernardo Trigo, dieron los intrépidos hispanos a los campesinos, derivando el nombre de cierta encina coposa llamada chapairo, en cuyas ramas colgantes se ocultaban éstos cuando eran perseguidos por los chiriguanos.
Víctor Varas Reyes
6. También provendría de chapacuey, mote lugareño dado a los encargados de intercambiar comunicaciones postales, como los chasquis incaicos, entre Tarija, Orán y Salta. Así se registran chapac y chapacuey con el mismo significado en el antiguo Diccionario Salvat Enciclopédico popular ilustrado s/f., igual que en la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa – Calpe, Barcelona, sin año.
Quizás, en un comienzo, se dio la denominación de chapacos a los trabajadores del campo que trasladaban encomiendas, quedando el nombre en forma definitiva, concluida la misión originaria.
Víctor Varas Reyes
7. Sin vínculo aparente con las sutilezas anteriores, en Cochabamba y en Chuquisaca se da el sobrenombre familiar de Chapaco al que se llama Sebastián, en la misma forma que se dice Pancho al bautizado como Francisco, o Pepe al que es José.
Víctor Varas Reyes
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
• ALDANA QUISPE, Luís: “¿QUIÉNES SOMOS?”. Artículo sin fecha.
• ARÁOZ CAMPERO, Jorge: “MONOGRAFÍA DE TARIJA”. Editorial Universitaria "Juan Misael Saracho". Tarija, 1979.
• ÁVILA ECHAZÚ, Edgar: “HISTORIA DE TARIJA”. 2ª Edición. Editorial “Luis de Fuentes”. Tarija, 1997.
• BARRETO, Ananías: “COSTUMBRES Y CREENCIAS DEL CAMPO TARIJEÑO”. Editorial Universitaria "Juan Misael Saracho". Tarija, 1993.
• BLUSKE CASTELLANOS, William: “SUBDESARROLLO Y FELICIDAD. Estampas humorísticas de Tarija”. 3ª Edición. Biblioteca Popular Boliviana de “Última Hora”. La Paz, 1980.
• VARAS REYES, Víctor: “EL CASTELLANO POPULAR EN TARIJA”. Segunda Edición, La Paz, 1988.
Aplazan acto de homenaje para el Destacamento 111
Un día como hoy, hace 81 años, 938 soldados del Destacamento 111 partieron a combatir en las ardientes arenas del Chaco. Lamentablemente, ayer, no se pudo desarrollar el acto de homenaje al único sobreviviente, y la dramatización de la partida de los jóvenes al “infierno verde”, porque falló la parte logística a cargo de la Alcaldía de Sucre.
Los premilitares del Regimiento II de Infantería “Sucre” y las alumnas del Colegio María Josefa Mujía prepararon la dramatización de la partida de los jóvenes soldados del Destacamento 111 a la cruenta guerra del Chaco. Ayer, el acto no se llevó a cabo sólo se hizo un ensayo, porque, a decir de los organizadores, no llegó la amplificación solicitada a la Alcaldía de Sucre y el evento se suspendió hasta el 14 de junio, día del ex combatiente de la Guerra del Chaco.
El miembro de la Fundación Patriótica Manuel Marzana, Julio Llanos, contó que el 17 de marzo de 1933, 938 soldados chuquisaqueños partieron a la guerra; la proeza del Destacamento 111 fue marchar desde Sucre hasta Villamontes y luego, ingresar al frente de batalla.
Cuando terminó la guerra, volvieron a Sucre 221 hombres con varias heridas producto del conflicto bélico con el Paraguay. En la actualidad sólo un ex combatiente vive, Anastasio Reyes, que ayer debió ser homenajeado.
Los premilitares del Regimiento II de Infantería “Sucre” y las alumnas del Colegio María Josefa Mujía prepararon la dramatización de la partida de los jóvenes soldados del Destacamento 111 a la cruenta guerra del Chaco. Ayer, el acto no se llevó a cabo sólo se hizo un ensayo, porque, a decir de los organizadores, no llegó la amplificación solicitada a la Alcaldía de Sucre y el evento se suspendió hasta el 14 de junio, día del ex combatiente de la Guerra del Chaco.
El miembro de la Fundación Patriótica Manuel Marzana, Julio Llanos, contó que el 17 de marzo de 1933, 938 soldados chuquisaqueños partieron a la guerra; la proeza del Destacamento 111 fue marchar desde Sucre hasta Villamontes y luego, ingresar al frente de batalla.
Cuando terminó la guerra, volvieron a Sucre 221 hombres con varias heridas producto del conflicto bélico con el Paraguay. En la actualidad sólo un ex combatiente vive, Anastasio Reyes, que ayer debió ser homenajeado.
Una breve monarquía en Bolivia
Probablemente la mayor parte de la gente del país
ignora que Bolivia tuvo un período, si bien corto, pero
auténtico de monarquía, es
decir, hubo rey, aunque parezca mentira.
Cuando España extendía su tenebroso dominio sobre los territorios de América, después de asesinar y saquear los imperios, avasalló también las tierras orientales tropicales que eran parte de la Real Audiencia de Charcas. Toda esa vasta región comprendía desde los límites del Paraguay hasta el Acre. Tierra cálida, fértil y hermosa, surcada por grandes ríos y selvas llenos de vida, donde la gente también debe luchar a brazo partido por la supervivencia, igual que en la puna y en la montaña, sólo que con sendos métodos. Hacía ya más de dos siglos que se había fundado la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. La parte urbana era pequeña aún, de población escasa bajo una propia metafísica, en casas rústicas de adobe, techadas con teja española, y cercana al río Piraí. El llamado "camba", buscaba acomodarse al medio, antes de buscar refinamientos de tipo europeo. La gente de origen ibérico, contrariamente a lo que aconteció en la parte occidental, había llevado a sus mujeres, de modo que al no suceder la cruza, ni mestizaje, fue el comienzo de la diferencia de occidentales y orientales, en los fenómenos de la existencias. Aquella gran región estaba sembrada de misiones jesuíticas, para el desarrollo del Evangelio cristiano. En una de ellas situada en el Paraguay, patria chiriguana, también hubo pugna entre España y Portugal.
Era el año 1808, Napoleón Bonaparte había invadido España, puesto en fuga al rey Don Fernando VII, que se refugió en Sevilla, e imponiendo a su hermano José en el trono del país invadido. Como existiera ya el embrión de un movimiento revolucionario, los patriotas en ciernes de Chuquisaca aprovecharon aquel acontecimiento, y porque la misma Real Audiencia se hallaba sin saber qué actitud asumir, para proceder a la asonada, y entre ellos los hermanos Zudáñez, Lemoine, Alzérreca, y otros quienes tomaron preso al presidente de la Real Audiencia, Ramón García Pizarro. Era el 25 de mayo de 1809, En La Paz también hubo este mismo movimiento el 16 de julio con Pedro Domingo Murillo. Ambos movimientos fracasaron, pero como el sentimiento patriótico había calado hondo, consideraron que ya no se podía volver atrás, y nació la guerrilla.
Se organizaron cinco focos guerrilleros que equivalían a cinco republiquetas siendo las más importantes la de Manuel Ascencio Padilla y su esposa Juana Azurduy, en el oriente, de José Miguel Lanza, en Ayopaya, y de Ildefonso De las Muñecas en La Paz. Es entonces que en Santa Cruz surgió la concepción independista. Allí también se había organizado la lucha contra el dominio peninsular, de modo que la lucha que duraría quince años fue general en el Alto Perú. En Buenos Aires se había formado una Asamblea denominada Junta de los países del Plata, para atraer la atención también de los cruceños, quienes habían ostensible aversión a la región altiplánica, o legítimo Alto Perú. Durante la guerra uno de los realistas que había descollado en su saña contra los patriotas era el brigadier Francisco Xavier Aguilera. Por otra parte el Brasil, donde gobernaba el príncipe Pedro, hijo del rey Juan de Portugal quien, asistido en sus ambiciones por Carlota pretendía apoderase de una vasta región de la Chiquitanía. En medio de sospechosos actos salidos de las intrigas estaba el verdugo Goyeneche, que parecía jugar a dos cartas: por un lado y muy secretamente a favor de Carlota y por otra del rey Fernando VII. Portugal tenía también problemas con Buenos Aires, y había concentrado sus propósitos ambiciosos en región denominada Banda Oriental (Uruguay).
El movimiento independista cruceño cada día cobraba más fuerza. Decían que debía crearse un nuevo país: Santa Cruz y sus cinco provincias. Vallegrande parecía la plaza mayor. En 1824 Sucre derrotó definitivamente a los españoles en la Batalla de Ayacucho, lo que significaba la independencia de varios países del cono sur. Llegó el Ejército Libertador a Oruro, donde debió redactarse, según los planes de los libertadores el decreto de proclama de la independencia del Alto Perú, pero los colombianos con Sucre pasaron a Potosí y Charcas, y porque parece que ya comenzaron a influir las intrigas políticas. Nino Gandarilla señala que aparecieron justamente dos históricos intrigantes: Casimiro Olañeta y Vicente Seoane, a quienes conocieron como los de "doble cara" (1). Particularmente el primero de ellos que caminaba pegado a la capa de Sucre para influirle en aciertos y desaciertos. Pero debía crearse ya no más la nueva república del Alto Perú. Así como los mismos altoperuanos le manifestaron a Sucre su deseo de ser independientes tanto del Perú como del Plata, los cruceños, querían su independencia por doble partida: de España y del Alto Perú. En suma, no querían ser parte de lo que sería la república de Bolivia. En la guerra de Independencia habían surgido varios hombres probos, réprobos, caudillos y héroes… y los cruceños mantenían su deseo de ser totalmente independientes. Y hasta acataron en cierto modo a las ambiciosas pretensiones del fatídico brigadier Aguilera, quien desde Vallegrande se colocó al frente de los independistas cruceños, con el propósito de lograr el mando y el poder, en un probable nuevo país.
El ejército cruceño había contribuido también a la independencia en la guerra general y particularmente en Florida, Santa Bárbara y el Pari, evidentemente con Warnes, José Manuel Baca (Cañoto). Como antecedente citaré a Gandarilla, quien anota: "Aguilera compartía con Olañeta la ideología absolutista monárquica rechazando a los constitucionalistas y liberales como La Serna, Valdez, Canterac, y los otros jefes que habían tomado parte del derrocamiento de Pezuela en 1821 (2). Luego dice: "En el mes de julio el general Valdez se dirigió hacia esa región y estableció negociaciones con Aguilera pidiéndoles que se mantenga al margen de la guerra. Como Aguilera está indeciso acerca de quien ganaría esta batalla entre los ejércitos españoles, aceptó el pedido para mantenerse inactivo. Proyectaba esperar el desenlace final" (3). Esta actitud expectaticia de Aguilera mostraba su profundo interés en el poder que podía caerle del cielo, mostraba ya las uñas de gavilán, bien afiladas. Habiendo conocido en Santa Cruz la derrota del ejército realista en Ayacucho, en febrero de 1825 se proclama la independencia de Santa Cruz. El 15 de febrero se redacta el Acta: "Sala Capitular de Santa Cruz, 15 de Febrero de 1825. (Suscriben) José Manuel Mercado, Marcelino Montero. Antonio Suárez, José Manuel Baca, José María Ramos, José Manuel Ramos, Juan Manuel Melgar Antonio Vicente Seoane, Nicolás Cuéllar, José Reyes Oliva, José Ignacio Méndez, Rafael del Rivero, M. J. Justiniano, José Lorenza Moreno. Tomás Marañón, José Manuel Vásquez, Nicolás Mercado, Juan Hurtado, Juan Áñez". No obstante aún no se consolidaba la Independencia, porque todo se encontraba en un conglomerado de contradicciones entre autonomistas, nacionales y realistas: es así que en fecha 5 de marzo de 1825 hubo crisis en el gobierno por la llegada de los interventores, que virtualmente interrumpieron la Independencia.
El 28 de marzo de 1825 el gobernador de Chiquitos, Sebastián Ramos capitaneó un levantamiento contra El Alto Perú. Esa proclama levantisca lleva el siguiente párrafo. "Hasta que evacuada la América o el reino del Perú del poder revolucionario comandado por los sediciosos Simón Bolívar y Antonio José de Sucre sea reconquistado por las armas de su majestad Católica y reclamad por dicho soberano o un general a su real nombre (…) la provincia, sus frutos y demás que hay de sus temporalidades, la manufactura y adelantamientos serán considerados del erario de su majestad" (4). Esta proclama fue bien aprovechada, el 3 de abril, se subleva en Vallegrande el ejército cruceño contra los mandos del Alto Perú. Como puede verse, la tendencia de una gran parte de los cruceños era hacia los remanentes monárquicos y su alejamiento del Alto Perú. Aguilera y otros nostálgicos realistas se aprovechaban del carácter vernacular de los cambas. Les hicieron ver la creación de la república altoperuana como una hidra espantable. De ese modo fermentó el movimiento de apoyo a la monarquía española, que era la mejor opción. Aprovechando también de la inestabilidad de la nueva república en ciernes, como algún político ha dicho: "la república de Olañeta".
Sin embargo, creada la nueva república el 6 de agosto de 1825, debía consolidarse, pero Aguilera y otros prosiguieron en su afán de prolongar el dominio español. Era ya una conspiración. Señala Gandarilla que el brigadier realista comprometió a muchos patriotas y sinceros equivocados como Francisco Suárez, Rafael Salvatierra que debía declararse monárquico al movimiento cruceño. Y organizó un batallón de 180 hombres. Pero el Batallón de Cazadores, comandado por el coronel Anselmo Rivas leal a la nueva república derrotó a Aguilera. El brigadier huyó a Vallegrande, repuso fuerzas y proclamó la monarquía de Santa Cruz y sus cinco provincias: Vallegrande, Moxos, Chiquitos y Cordillera. En fecha 26 de octubre de 1928 Aguilera se nombra "General en Jefe del Ejército". A todas luces y se constituye en monarca de Santa Cruz, bajo la siguiente Proclama: "Vallegrande, 28 de Octubre de 1828, Francisco Xavier de Aguilera, General en Jefe del Ejército Real, al Cnel. Don Anselmo Rivas. Ayer a las cuatro de la mañana tomé posesión de esta plaza, con el objeto de restablecer el respeto y obediencia a los más sagrados derechos de la religión católica, rey y patria, y en obsequio de esto y la humanidad tengo a bien decir a V.S. que rinda las armas de su mando a mi disposición (…), le extenderé seguro pase como a los demás individuos para el destino de su agrado (…) considerando a V.S. ya situado en el pueblo de Samaipata. Espero su contestación en el término de cuatro días, o de ocho, si se halla más distante. "Sin embargo de que ya no era posible establecer una colonia española, Aguilera consiguió situarse como una prolongación de la monarquía española como monarca de Santa Cruz. Fue rey, pero su locura le duró poco. Sucumbió al poder del país altoperuano. Gandarilla escribe: "Casi seis días duró el gobierno monárquico de Aguilera. Después de un breve combate logró fugar ileso, pero fue delatado y fusilado" (6).
BIBLIOGRAFÍA:
(1-6) GANDARILLA GUARDIA, Nino, "200 años, bicentenario de la Independencia de Santa Cruz". Centro de Estudios
Nacionales; Santa Cruz de la Sierra, 2010.
ignora que Bolivia tuvo un período, si bien corto, pero
auténtico de monarquía, es
decir, hubo rey, aunque parezca mentira.
Cuando España extendía su tenebroso dominio sobre los territorios de América, después de asesinar y saquear los imperios, avasalló también las tierras orientales tropicales que eran parte de la Real Audiencia de Charcas. Toda esa vasta región comprendía desde los límites del Paraguay hasta el Acre. Tierra cálida, fértil y hermosa, surcada por grandes ríos y selvas llenos de vida, donde la gente también debe luchar a brazo partido por la supervivencia, igual que en la puna y en la montaña, sólo que con sendos métodos. Hacía ya más de dos siglos que se había fundado la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. La parte urbana era pequeña aún, de población escasa bajo una propia metafísica, en casas rústicas de adobe, techadas con teja española, y cercana al río Piraí. El llamado "camba", buscaba acomodarse al medio, antes de buscar refinamientos de tipo europeo. La gente de origen ibérico, contrariamente a lo que aconteció en la parte occidental, había llevado a sus mujeres, de modo que al no suceder la cruza, ni mestizaje, fue el comienzo de la diferencia de occidentales y orientales, en los fenómenos de la existencias. Aquella gran región estaba sembrada de misiones jesuíticas, para el desarrollo del Evangelio cristiano. En una de ellas situada en el Paraguay, patria chiriguana, también hubo pugna entre España y Portugal.
Era el año 1808, Napoleón Bonaparte había invadido España, puesto en fuga al rey Don Fernando VII, que se refugió en Sevilla, e imponiendo a su hermano José en el trono del país invadido. Como existiera ya el embrión de un movimiento revolucionario, los patriotas en ciernes de Chuquisaca aprovecharon aquel acontecimiento, y porque la misma Real Audiencia se hallaba sin saber qué actitud asumir, para proceder a la asonada, y entre ellos los hermanos Zudáñez, Lemoine, Alzérreca, y otros quienes tomaron preso al presidente de la Real Audiencia, Ramón García Pizarro. Era el 25 de mayo de 1809, En La Paz también hubo este mismo movimiento el 16 de julio con Pedro Domingo Murillo. Ambos movimientos fracasaron, pero como el sentimiento patriótico había calado hondo, consideraron que ya no se podía volver atrás, y nació la guerrilla.
Se organizaron cinco focos guerrilleros que equivalían a cinco republiquetas siendo las más importantes la de Manuel Ascencio Padilla y su esposa Juana Azurduy, en el oriente, de José Miguel Lanza, en Ayopaya, y de Ildefonso De las Muñecas en La Paz. Es entonces que en Santa Cruz surgió la concepción independista. Allí también se había organizado la lucha contra el dominio peninsular, de modo que la lucha que duraría quince años fue general en el Alto Perú. En Buenos Aires se había formado una Asamblea denominada Junta de los países del Plata, para atraer la atención también de los cruceños, quienes habían ostensible aversión a la región altiplánica, o legítimo Alto Perú. Durante la guerra uno de los realistas que había descollado en su saña contra los patriotas era el brigadier Francisco Xavier Aguilera. Por otra parte el Brasil, donde gobernaba el príncipe Pedro, hijo del rey Juan de Portugal quien, asistido en sus ambiciones por Carlota pretendía apoderase de una vasta región de la Chiquitanía. En medio de sospechosos actos salidos de las intrigas estaba el verdugo Goyeneche, que parecía jugar a dos cartas: por un lado y muy secretamente a favor de Carlota y por otra del rey Fernando VII. Portugal tenía también problemas con Buenos Aires, y había concentrado sus propósitos ambiciosos en región denominada Banda Oriental (Uruguay).
El movimiento independista cruceño cada día cobraba más fuerza. Decían que debía crearse un nuevo país: Santa Cruz y sus cinco provincias. Vallegrande parecía la plaza mayor. En 1824 Sucre derrotó definitivamente a los españoles en la Batalla de Ayacucho, lo que significaba la independencia de varios países del cono sur. Llegó el Ejército Libertador a Oruro, donde debió redactarse, según los planes de los libertadores el decreto de proclama de la independencia del Alto Perú, pero los colombianos con Sucre pasaron a Potosí y Charcas, y porque parece que ya comenzaron a influir las intrigas políticas. Nino Gandarilla señala que aparecieron justamente dos históricos intrigantes: Casimiro Olañeta y Vicente Seoane, a quienes conocieron como los de "doble cara" (1). Particularmente el primero de ellos que caminaba pegado a la capa de Sucre para influirle en aciertos y desaciertos. Pero debía crearse ya no más la nueva república del Alto Perú. Así como los mismos altoperuanos le manifestaron a Sucre su deseo de ser independientes tanto del Perú como del Plata, los cruceños, querían su independencia por doble partida: de España y del Alto Perú. En suma, no querían ser parte de lo que sería la república de Bolivia. En la guerra de Independencia habían surgido varios hombres probos, réprobos, caudillos y héroes… y los cruceños mantenían su deseo de ser totalmente independientes. Y hasta acataron en cierto modo a las ambiciosas pretensiones del fatídico brigadier Aguilera, quien desde Vallegrande se colocó al frente de los independistas cruceños, con el propósito de lograr el mando y el poder, en un probable nuevo país.
El ejército cruceño había contribuido también a la independencia en la guerra general y particularmente en Florida, Santa Bárbara y el Pari, evidentemente con Warnes, José Manuel Baca (Cañoto). Como antecedente citaré a Gandarilla, quien anota: "Aguilera compartía con Olañeta la ideología absolutista monárquica rechazando a los constitucionalistas y liberales como La Serna, Valdez, Canterac, y los otros jefes que habían tomado parte del derrocamiento de Pezuela en 1821 (2). Luego dice: "En el mes de julio el general Valdez se dirigió hacia esa región y estableció negociaciones con Aguilera pidiéndoles que se mantenga al margen de la guerra. Como Aguilera está indeciso acerca de quien ganaría esta batalla entre los ejércitos españoles, aceptó el pedido para mantenerse inactivo. Proyectaba esperar el desenlace final" (3). Esta actitud expectaticia de Aguilera mostraba su profundo interés en el poder que podía caerle del cielo, mostraba ya las uñas de gavilán, bien afiladas. Habiendo conocido en Santa Cruz la derrota del ejército realista en Ayacucho, en febrero de 1825 se proclama la independencia de Santa Cruz. El 15 de febrero se redacta el Acta: "Sala Capitular de Santa Cruz, 15 de Febrero de 1825. (Suscriben) José Manuel Mercado, Marcelino Montero. Antonio Suárez, José Manuel Baca, José María Ramos, José Manuel Ramos, Juan Manuel Melgar Antonio Vicente Seoane, Nicolás Cuéllar, José Reyes Oliva, José Ignacio Méndez, Rafael del Rivero, M. J. Justiniano, José Lorenza Moreno. Tomás Marañón, José Manuel Vásquez, Nicolás Mercado, Juan Hurtado, Juan Áñez". No obstante aún no se consolidaba la Independencia, porque todo se encontraba en un conglomerado de contradicciones entre autonomistas, nacionales y realistas: es así que en fecha 5 de marzo de 1825 hubo crisis en el gobierno por la llegada de los interventores, que virtualmente interrumpieron la Independencia.
El 28 de marzo de 1825 el gobernador de Chiquitos, Sebastián Ramos capitaneó un levantamiento contra El Alto Perú. Esa proclama levantisca lleva el siguiente párrafo. "Hasta que evacuada la América o el reino del Perú del poder revolucionario comandado por los sediciosos Simón Bolívar y Antonio José de Sucre sea reconquistado por las armas de su majestad Católica y reclamad por dicho soberano o un general a su real nombre (…) la provincia, sus frutos y demás que hay de sus temporalidades, la manufactura y adelantamientos serán considerados del erario de su majestad" (4). Esta proclama fue bien aprovechada, el 3 de abril, se subleva en Vallegrande el ejército cruceño contra los mandos del Alto Perú. Como puede verse, la tendencia de una gran parte de los cruceños era hacia los remanentes monárquicos y su alejamiento del Alto Perú. Aguilera y otros nostálgicos realistas se aprovechaban del carácter vernacular de los cambas. Les hicieron ver la creación de la república altoperuana como una hidra espantable. De ese modo fermentó el movimiento de apoyo a la monarquía española, que era la mejor opción. Aprovechando también de la inestabilidad de la nueva república en ciernes, como algún político ha dicho: "la república de Olañeta".
Sin embargo, creada la nueva república el 6 de agosto de 1825, debía consolidarse, pero Aguilera y otros prosiguieron en su afán de prolongar el dominio español. Era ya una conspiración. Señala Gandarilla que el brigadier realista comprometió a muchos patriotas y sinceros equivocados como Francisco Suárez, Rafael Salvatierra que debía declararse monárquico al movimiento cruceño. Y organizó un batallón de 180 hombres. Pero el Batallón de Cazadores, comandado por el coronel Anselmo Rivas leal a la nueva república derrotó a Aguilera. El brigadier huyó a Vallegrande, repuso fuerzas y proclamó la monarquía de Santa Cruz y sus cinco provincias: Vallegrande, Moxos, Chiquitos y Cordillera. En fecha 26 de octubre de 1928 Aguilera se nombra "General en Jefe del Ejército". A todas luces y se constituye en monarca de Santa Cruz, bajo la siguiente Proclama: "Vallegrande, 28 de Octubre de 1828, Francisco Xavier de Aguilera, General en Jefe del Ejército Real, al Cnel. Don Anselmo Rivas. Ayer a las cuatro de la mañana tomé posesión de esta plaza, con el objeto de restablecer el respeto y obediencia a los más sagrados derechos de la religión católica, rey y patria, y en obsequio de esto y la humanidad tengo a bien decir a V.S. que rinda las armas de su mando a mi disposición (…), le extenderé seguro pase como a los demás individuos para el destino de su agrado (…) considerando a V.S. ya situado en el pueblo de Samaipata. Espero su contestación en el término de cuatro días, o de ocho, si se halla más distante. "Sin embargo de que ya no era posible establecer una colonia española, Aguilera consiguió situarse como una prolongación de la monarquía española como monarca de Santa Cruz. Fue rey, pero su locura le duró poco. Sucumbió al poder del país altoperuano. Gandarilla escribe: "Casi seis días duró el gobierno monárquico de Aguilera. Después de un breve combate logró fugar ileso, pero fue delatado y fusilado" (6).
BIBLIOGRAFÍA:
(1-6) GANDARILLA GUARDIA, Nino, "200 años, bicentenario de la Independencia de Santa Cruz". Centro de Estudios
Nacionales; Santa Cruz de la Sierra, 2010.
martes, 11 de marzo de 2014
1945: La “apocalíptica” fase final de la guerra del Pacífico
Hamburgo, Marzo (DPA).- Cuando las armas callaron en Europa en 1945, la guerra del Pacífico entraba en la “apocalíptica” fase final de esta gran contienda.
Finalmente, el 2 de septiembre de 1945, Japón capitulaba por orden del emperador Hirohito, apenas tres semanas después de que la bomba atómica arrasase Hiroshima y Nagasaki. Finalizaba así, después de seis años, la II Guerra Mundial, la contienda más sangrienta de la historia del género humano.
Como resultado de la guerra, que alteró totalmente el rostro de Asia, las potencias europeas: Gran Bretaña, Francia y Holanda perdieron sus imperios coloniales y Japón tuvo que enterrar sus sueños hegemónicos.
En los años ‘30 el militarismo japonés había iniciado un brutal movimiento expansionista en Asia y el Pacífico. La guerra de agresión contra China alcanzó niveles de crueldad hasta entonces nunca vistos.
Los militares nipones, sobre toda la Marina Imperial, concibieron la idea de expulsar a los europeos del Sudeste Asiático, apoderarse de las fuentes de materias primas de la región y cortarles a los chinos definitivamente las vías de aprovisionamiento.
Parece que la decisión secreta de emprender una vasta guerra de conquista en el área del Pacífico –también contra Estados Unidos, si fuera necesario– se tomó en Tokio, en julio de 1940, casi al mismo tiempo que Hitler decidía en Europa poner en marcha la “Operación Barbarroja”, que se traduciría en 1941 en el ataque alemán contra la Unión Soviética.
Para “cubrirse la espalda” en el Asia Oriental soviética, Japón firmó con Stalin el 13 de abril de 1941 un pacto de no agre-sión. La progresiva penetración militar nipona en el Sudeste Asiático y el embargo comercial estadounidense contra Japón desde julio de 1941 aceleraron la carrera del país del “Sol Naciente” hasta el abismo.
El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacaron por sorpresa la flota americana del Pacífico fondeada en Pearl Harbor, en las Islas Hawaii. Tres días antes, Tokio ha-bía recibido seguridades de Hitler y de Mussolini de que también Alemania e Italia entrarían en guerra contra Estados Unidos.
Al principio de la guerra, los japoneses sólo se apuntaron victorias. En poco tiempo se apoderaron de Indochina, la península ma-laya, con el estratégico puerto de Singapur, las Islas Filipinas, Tailandia, las Indias holandesas (hoy Indonesia) y plantaron pie en Nueva Guinea, lo que suponía una amenaza grave para la vecina Australia.
Según historiadores estadounidenses, el ministro de la Guerra japonesa había esbozado un delirante plan de dominio de toda el área del océano Pacífico y países ribereños, incluídos Australia, Nueva Zelanda y Centroamérica. Pero Estados Unidos, entre tanto, había puesto todo su formidable potencial industrial al servicio de la guerra y las primeras grandes batallas navales del Pacífico asestan un mazazo a las ambiciones hegemónicas niponas.
Frente a la costa nordeste de Australia, en la batalla del Mar de Coral, los acoraza-dos y portaaviones de Estados Unidos y Japón chocan con estruendo por primera vez. Es el mes de mayo de 1942 y Australia se salva. Como contragolpe, el almirantaz-go japonés quiere apoderarse de las Islas Midway, a mitad de camino entre ambas riberas del Pacífico, con el propósito de amenazar de cerca las Islas Hawaii e inclu-so el propio continente americano.
La batalla cambia el signo de la guerra en el Pacífico: con bombardeos en picado, los bombardeos de Estados Unidos hunden en pocos minutos cuatro poderosos portaavio-nes japoneses, además de otros barcos de guerra. En las Islas Midway queda patente que la guerra del Pacífico van a decidirla los portaaviones, y no los pesados acora-zados que yerran por los mares como tor-pes dinosaurios de acero, sin apenas hallar blanco digno de su poderosa artillería de largo alcance.
De isla en isla, y en Birmania, america-nos y británicos van obligando al enemigo a retroceder. Nombres como las Islas Salo-món, Guam, Iwo Jima, Okinawa o el Golfo de Leyte, en Filipinas, son otros tantos ja-lones de esta estrategia. La batalla de Ley-te supone para los japoneses un desastre naval del que ya no se recuperarán: pierden cuatro portaaviones, tres a-corazados y seis cruceros.
Los japoneses recurren a un arma nueva: los jóvenes pilotos suicidas “kamikazes”, que se lanzan con el avión contra los barcos enemigos. Pero tampoco los “kamika-zes”, empleados por primera vez en noviembre de 1944, logran cambiar el curso de la guerra.
Después de apoderarse de las Islas Marianas, paso pre-vio a la reconquista de Filipi-nas por el general Douglas MacArthur, Japón ya está al alcance de los bombarderos estadounidenses, que desde noviembre de 1944 realizan raids sobre Tokio. La derrota final del Japón empieza a to-mar visos de realidad concre-ta.
Para que los cielos queden, sin embargo, despejados para los “superfortalezas vo-lantes” B-29 en sus incursiones a Japón hay que destruir los radares japoneses que alertan de la proximidad de los aviones estadounidenses desde dos pequeñas is-las próximas al archipiélago nipón: Iwo Jima y Oxinawa.
Iwo Jima, es tomada a sangre y fuego en una terrible batalla de casi un mes, iniciada el 19 de febrero de 1945 con el desem-barco de dos divisiones de “nucas de cue-ro”, el ataque le costó a Estados Unidos cerca de 7.000 muertos.
Finalmente, el 2 de septiembre de 1945, Japón capitulaba por orden del emperador Hirohito, apenas tres semanas después de que la bomba atómica arrasase Hiroshima y Nagasaki. Finalizaba así, después de seis años, la II Guerra Mundial, la contienda más sangrienta de la historia del género humano.
Como resultado de la guerra, que alteró totalmente el rostro de Asia, las potencias europeas: Gran Bretaña, Francia y Holanda perdieron sus imperios coloniales y Japón tuvo que enterrar sus sueños hegemónicos.
En los años ‘30 el militarismo japonés había iniciado un brutal movimiento expansionista en Asia y el Pacífico. La guerra de agresión contra China alcanzó niveles de crueldad hasta entonces nunca vistos.
Los militares nipones, sobre toda la Marina Imperial, concibieron la idea de expulsar a los europeos del Sudeste Asiático, apoderarse de las fuentes de materias primas de la región y cortarles a los chinos definitivamente las vías de aprovisionamiento.
Parece que la decisión secreta de emprender una vasta guerra de conquista en el área del Pacífico –también contra Estados Unidos, si fuera necesario– se tomó en Tokio, en julio de 1940, casi al mismo tiempo que Hitler decidía en Europa poner en marcha la “Operación Barbarroja”, que se traduciría en 1941 en el ataque alemán contra la Unión Soviética.
Para “cubrirse la espalda” en el Asia Oriental soviética, Japón firmó con Stalin el 13 de abril de 1941 un pacto de no agre-sión. La progresiva penetración militar nipona en el Sudeste Asiático y el embargo comercial estadounidense contra Japón desde julio de 1941 aceleraron la carrera del país del “Sol Naciente” hasta el abismo.
El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacaron por sorpresa la flota americana del Pacífico fondeada en Pearl Harbor, en las Islas Hawaii. Tres días antes, Tokio ha-bía recibido seguridades de Hitler y de Mussolini de que también Alemania e Italia entrarían en guerra contra Estados Unidos.
Al principio de la guerra, los japoneses sólo se apuntaron victorias. En poco tiempo se apoderaron de Indochina, la península ma-laya, con el estratégico puerto de Singapur, las Islas Filipinas, Tailandia, las Indias holandesas (hoy Indonesia) y plantaron pie en Nueva Guinea, lo que suponía una amenaza grave para la vecina Australia.
Según historiadores estadounidenses, el ministro de la Guerra japonesa había esbozado un delirante plan de dominio de toda el área del océano Pacífico y países ribereños, incluídos Australia, Nueva Zelanda y Centroamérica. Pero Estados Unidos, entre tanto, había puesto todo su formidable potencial industrial al servicio de la guerra y las primeras grandes batallas navales del Pacífico asestan un mazazo a las ambiciones hegemónicas niponas.
Frente a la costa nordeste de Australia, en la batalla del Mar de Coral, los acoraza-dos y portaaviones de Estados Unidos y Japón chocan con estruendo por primera vez. Es el mes de mayo de 1942 y Australia se salva. Como contragolpe, el almirantaz-go japonés quiere apoderarse de las Islas Midway, a mitad de camino entre ambas riberas del Pacífico, con el propósito de amenazar de cerca las Islas Hawaii e inclu-so el propio continente americano.
La batalla cambia el signo de la guerra en el Pacífico: con bombardeos en picado, los bombardeos de Estados Unidos hunden en pocos minutos cuatro poderosos portaavio-nes japoneses, además de otros barcos de guerra. En las Islas Midway queda patente que la guerra del Pacífico van a decidirla los portaaviones, y no los pesados acora-zados que yerran por los mares como tor-pes dinosaurios de acero, sin apenas hallar blanco digno de su poderosa artillería de largo alcance.
De isla en isla, y en Birmania, america-nos y británicos van obligando al enemigo a retroceder. Nombres como las Islas Salo-món, Guam, Iwo Jima, Okinawa o el Golfo de Leyte, en Filipinas, son otros tantos ja-lones de esta estrategia. La batalla de Ley-te supone para los japoneses un desastre naval del que ya no se recuperarán: pierden cuatro portaaviones, tres a-corazados y seis cruceros.
Los japoneses recurren a un arma nueva: los jóvenes pilotos suicidas “kamikazes”, que se lanzan con el avión contra los barcos enemigos. Pero tampoco los “kamika-zes”, empleados por primera vez en noviembre de 1944, logran cambiar el curso de la guerra.
Después de apoderarse de las Islas Marianas, paso pre-vio a la reconquista de Filipi-nas por el general Douglas MacArthur, Japón ya está al alcance de los bombarderos estadounidenses, que desde noviembre de 1944 realizan raids sobre Tokio. La derrota final del Japón empieza a to-mar visos de realidad concre-ta.
Para que los cielos queden, sin embargo, despejados para los “superfortalezas vo-lantes” B-29 en sus incursiones a Japón hay que destruir los radares japoneses que alertan de la proximidad de los aviones estadounidenses desde dos pequeñas is-las próximas al archipiélago nipón: Iwo Jima y Oxinawa.
Iwo Jima, es tomada a sangre y fuego en una terrible batalla de casi un mes, iniciada el 19 de febrero de 1945 con el desem-barco de dos divisiones de “nucas de cue-ro”, el ataque le costó a Estados Unidos cerca de 7.000 muertos.
lunes, 10 de marzo de 2014
El robo de minerales en el Potosí colonial
El robo de minerales en la ciudad de Potosí fue una práctica común que no se pudo controlar en la Colonia. Por ejemplo, en la década de 1570 las quejas por el kajcheo -como se conocía a esta práctica- se multiplicaron, pues incluso se denunciaba que las esposas de los mitayos estaban comprometidas. Según las denuncias, cuando las mujeres subían al Cerro Rico para alimentar a sus esposos, éstos aprovechaban para entregarles los "ricos minerales” que eran vendidos en el mercado indígena o c’atu de la Villa Imperial.
En 1573, el Virrey Francisco de Toledo implantó el sistema de trabajo obligatorio, conocido como mita, y el proceso de amalgamación con mercurio para purificar el mineral, el cual se realizaba en los denominados ingenios. Enrique Tandeter, en su obra Coacción y mercado, afirma que paralelamente a la construcción de ingenios, las denuncias de robo de mineral se habían multiplicado.
Kajcheo tolerado
Sin embargo, el kajcheo fue tolerado por las autoridades porque atraía a trabajadores eventuales que se quedaban en la Villa Imperial y porque los trabajadores indígenas veían a la "apropiación directa del mineral” como un complemento de la paga que recibían.
Tandeter afirma que con la introducción del proceso por amalgamación la situación de los yanaconas, que hasta 1573 refinaban los minerales en los hornos indígenas o huayras, cambió radicalmente, pues pasaron a depender de un jornal. Por ello, para trabajar en las minas o en los ingenios los indígenas impusieron la condición de apropiarse de una parte de la producción.
Bartolomé Álvarez fue un clérigo que llegó a Potosí posiblemente a fines de la década de 1570. En 1588, este religioso terminó de escribir su obra De las costumbres y conversión de los indios del Perú, en la cual afirma que el robo de minerales estaba directamente relacionado con las condiciones precarias del trabajo en las minas.
Por ejemplo, en el Cerro Rico había minas que no tenían protección, a las cuales se ingresaba sin dificultad. Pero, también había otras que tenían un guardia o una puerta de seguridad en sus respectivos accesos. Para acceder a ellas, los indígenas buscaban entradas abandonadas.
Álvarez dice que estos ingresos se abandonaban porque el mineral se había agotado o bien, porque las cajas de las vetas se habían ablandado y habían perdido fortaleza, lo cual provocaba que las condiciones de trabajo se tornasen peligrosas.
Así, los indios que entraban a "hurtar” por los accesos abandonados eran quienes se exponían a los "mayores peligros”. Cuando los kajchas ingresaban por senderos abandonados, dice Álvarez, el camino que debían recorrer era mucho más oscuro, largo y peligroso.
Además el trayecto era recorrido llevando "a cuestas” no sólo herramientas, sino también comida. De esta forma se atravesaba por sitios peligrosos abandonados y se pasaba por "lugares que se están (estaban) cayendo”, decía el clérigo.
Derrumbes
Álvarez observó que dentro de las minas ocurrían derrumbes debido a los cuales "mucha cantidad de indios” quedaba atrapada o perdía la vida. El clérigo, al tener una visión religiosa, creía que los desastres eran un castigo, pues afirmaba que éstos no habrían ocurrido si los indígenas no habrían entrado "a hurtar”.
Las "desgracias que les suceden (a los indios)” eran "guiadas del cielo por sus intolerables desatinos”, decía el clérigo. Estaba claro que a los naturales les sucedería algún mal porque ingresaban "idolatrando”, buscando "el peligro”, "apartados de Dios y su conocimiento”, además lo hacían "acompañados del demonio, a quien van [iban] invocando con sus sacrificios y ejercicios”, añadía Álvarez.
Así, en opinión del clérigo, los indígenas que ingresaban a robar se buscaban el "mal y daño” que sufrían, ya que éstos no vacilaban en ingresar a las minas "ascuras (a oscuras) de día y de noche”, y atravesaban "caminos temerarios y peligrosos que se están (estaban) cayendo”.
Los accidentes que sufrían los indígenas eran su exclusiva responsabilidad, decía Álvarez, por lo cual las autoridades que los obligaban "a la labor en las minas” podían tener "limpia la conciencia”. Sin embargo, el religioso fue testigo de que se trataba de reducir los peligros en los socavones, pues pudo apreciar que se reparaban los derrumbes y otros "riesgos”.
Derroche
Es necesario aclarar que una de las razones por las cuales Álvarez escribió su obra fue para solicitar la intervención de la Inquisición en la evangelización de los indígenas, pues consideraba que esta labor estaba siendo mal ejecutada por las autoridades responsables. Así se explica su visión, que a nuestros ojos contemporáneos puede resultar exagerada o incluso racista.
Según Álvarez, los indios gastaban las ganancias obtenidas por el robo de minerales en borracheras, que en Potosí eran "más ordinarias que en otras partes”. Así el clérigo afirmaba que no había día en que los curacas no se encontraran bebiendo y tampoco faltaba quien les acompañase.
Las fiestas, donde cantaban y bebían "de ordinario”, empezaban "desde mediodía hasta toda la noche” y en ellas se obraban "todos los pecados de fornicación [...] con más libertad y vicio”, decía el religioso, que no dudaba en calificar a Potosí como un "bebitorio (bebedero) ordinario”.
Frente a este comportamiento, los sacerdotes que tenían esperanza en la evangelización como Álvarez, no podían hacer nada,pues los indios se quejaban a las autoridades diciendo "mentiras y falsos testimonios”.
Ante las quejas, los jueces argumentaban que todo estaba "cometido a la Justicia Real” y que los sacerdotes no debían "meterse en ello”.
Incluso, afirmaba el clérigo, "por tener (a) los indios contentos” se intentaba trasladar a los curas. En esta apreciación tal vez se refleje la propia experiencia de Álvarez, que por desavenencias en la Villa Imperial fue trasladado a la parroquia de Aullagas, a orillas del lago Poopó, donde concluyó su obra.
Así el clérigo renegado creía que los jueces y los responsables seculares no pensaban en la salvación de las almas de los indios. Las autoridades, decía, "sólo piensan en cómo le servirá el indio y cómo se podrá aprovechar del indio”. Por ello, según Álvarez, "dichas autoridades” les dejaban vivir como quisieran "mientras asistan a la labor de sus intereses”.
Polémica
En 1579 se generó una polémica entre las autoridades civiles y eclesiásticas de la Villa Imperial acerca de la mita y la conveniencia de eliminar el mercado indígena, donde se comerciaban los minerales robados. Así, había miembros de la Iglesia Católica que no estaban de acuerdo en forzar a los indios a trabajar en las minas. Álvarez no era de esta opinión, pues creía que la mita debía continuar.
En todo caso, sugería el religioso, lo que se debía hacer era suprimir el consumo de coca, perseguir la idolatría y prohibir el robo de minerales y el ingreso a las minas en estado de ebriedad. Si se tomaban estas medidas, aseguraba Álvarez, "Dios se dolería dellos (los indios) y daría menos lugar al demonio para que triunfase”.
Bartolomé Álvarez observó que las condiciones de trabajo en las minas eran sumamente peligrosas, por lo que recomendaba a los mitayos tener "mucho juicio y seso” cuando se desplazaban a través de las escaleras, ya que las minas eran profundas y oscuras y los derrumbes eran frecuentes.
Los minerales que se robaban se vendían en el "c’atu de Potosí” o "mercado ordinario” y quienes estaban de acuerdo con su existencia, según Álvarez, argumentaban que los mitayos al ser "naturales” tenían el derecho de hacer lo que quisieran con los "bienes de la tierra”, pues les eran "propios de derecho”.
Asimismo, esas voces argumentaban que los españoles estaban presentes en los territorios por la fuerza y comían "los bienes que los indios habían de comer”.
En opinión de Álvarez, para resolver el problema era necesario juntar "un concilio de letrados desapasionado del interés desta tierra”, formado por "hombres prácticos” que debían analizar no sólo el daño que sufrían los propietarios de minas e ingenios, sino también el beneficio que percibían quienes no tenían minas y benefician el mineral que compraban en el c’atu; además de las utilidades que obtenían los indios por la venta del metal.
No hurtarás
Pero Álvarez, fiel a su visión religiosa dogmática y tal vez poco práctica, decía que el principal problema de mantener el c’atu tenía que ver con la trasgresión del mandamiento: "No hurtarás”, que atañía no sólo a quienes robaban y vendían el mineral, sino también a los que lo compraban. Todo el mundo sabía que los indios hurtaban los mejores metales y sabían lo que llevaban para vender, porque eran "mejores mineros y conocedores que los españoles”, decía Álvarez.
Para el clérigo este asunto también estaba relacionado con la confesión, pues como manifestaba, si se habría determinado la legalidad del robo de minerales, también debería haber circulado un documento entre los curas mediante el cual se autorizase a absolver a los indígenas que confesaban dicha práctica.
Pero en la época en la cual Bartolomé Álvarez terminó de redactar su memorial (1588), todavía no se había decidido si el robo de minerales era lícito o no, pues además era imposible determinar el origen de los minerales que se comercializaban en el c’atu de Potosí.
Así, el mercado indígena o c’atu se mantuvo y se permitió el intercambio de mineral de origen dudoso, que de una u otra forma llegaba a las arcas de las autoridades coloniales que lo despachaban a ultramar.
El kajcheo fue tolerado porque atraía a trabajadores eventuales que se quedaban en la ciudad y porque los trabajadores veían a la "apropiación directa del mineral” como un complemento de la paga que recibían
En 1573, el Virrey Francisco de Toledo implantó el sistema de trabajo obligatorio, conocido como mita, y el proceso de amalgamación con mercurio para purificar el mineral, el cual se realizaba en los denominados ingenios. Enrique Tandeter, en su obra Coacción y mercado, afirma que paralelamente a la construcción de ingenios, las denuncias de robo de mineral se habían multiplicado.
Kajcheo tolerado
Sin embargo, el kajcheo fue tolerado por las autoridades porque atraía a trabajadores eventuales que se quedaban en la Villa Imperial y porque los trabajadores indígenas veían a la "apropiación directa del mineral” como un complemento de la paga que recibían.
Tandeter afirma que con la introducción del proceso por amalgamación la situación de los yanaconas, que hasta 1573 refinaban los minerales en los hornos indígenas o huayras, cambió radicalmente, pues pasaron a depender de un jornal. Por ello, para trabajar en las minas o en los ingenios los indígenas impusieron la condición de apropiarse de una parte de la producción.
Bartolomé Álvarez fue un clérigo que llegó a Potosí posiblemente a fines de la década de 1570. En 1588, este religioso terminó de escribir su obra De las costumbres y conversión de los indios del Perú, en la cual afirma que el robo de minerales estaba directamente relacionado con las condiciones precarias del trabajo en las minas.
Por ejemplo, en el Cerro Rico había minas que no tenían protección, a las cuales se ingresaba sin dificultad. Pero, también había otras que tenían un guardia o una puerta de seguridad en sus respectivos accesos. Para acceder a ellas, los indígenas buscaban entradas abandonadas.
Álvarez dice que estos ingresos se abandonaban porque el mineral se había agotado o bien, porque las cajas de las vetas se habían ablandado y habían perdido fortaleza, lo cual provocaba que las condiciones de trabajo se tornasen peligrosas.
Así, los indios que entraban a "hurtar” por los accesos abandonados eran quienes se exponían a los "mayores peligros”. Cuando los kajchas ingresaban por senderos abandonados, dice Álvarez, el camino que debían recorrer era mucho más oscuro, largo y peligroso.
Además el trayecto era recorrido llevando "a cuestas” no sólo herramientas, sino también comida. De esta forma se atravesaba por sitios peligrosos abandonados y se pasaba por "lugares que se están (estaban) cayendo”, decía el clérigo.
Derrumbes
Álvarez observó que dentro de las minas ocurrían derrumbes debido a los cuales "mucha cantidad de indios” quedaba atrapada o perdía la vida. El clérigo, al tener una visión religiosa, creía que los desastres eran un castigo, pues afirmaba que éstos no habrían ocurrido si los indígenas no habrían entrado "a hurtar”.
Las "desgracias que les suceden (a los indios)” eran "guiadas del cielo por sus intolerables desatinos”, decía el clérigo. Estaba claro que a los naturales les sucedería algún mal porque ingresaban "idolatrando”, buscando "el peligro”, "apartados de Dios y su conocimiento”, además lo hacían "acompañados del demonio, a quien van [iban] invocando con sus sacrificios y ejercicios”, añadía Álvarez.
Así, en opinión del clérigo, los indígenas que ingresaban a robar se buscaban el "mal y daño” que sufrían, ya que éstos no vacilaban en ingresar a las minas "ascuras (a oscuras) de día y de noche”, y atravesaban "caminos temerarios y peligrosos que se están (estaban) cayendo”.
Los accidentes que sufrían los indígenas eran su exclusiva responsabilidad, decía Álvarez, por lo cual las autoridades que los obligaban "a la labor en las minas” podían tener "limpia la conciencia”. Sin embargo, el religioso fue testigo de que se trataba de reducir los peligros en los socavones, pues pudo apreciar que se reparaban los derrumbes y otros "riesgos”.
Derroche
Es necesario aclarar que una de las razones por las cuales Álvarez escribió su obra fue para solicitar la intervención de la Inquisición en la evangelización de los indígenas, pues consideraba que esta labor estaba siendo mal ejecutada por las autoridades responsables. Así se explica su visión, que a nuestros ojos contemporáneos puede resultar exagerada o incluso racista.
Según Álvarez, los indios gastaban las ganancias obtenidas por el robo de minerales en borracheras, que en Potosí eran "más ordinarias que en otras partes”. Así el clérigo afirmaba que no había día en que los curacas no se encontraran bebiendo y tampoco faltaba quien les acompañase.
Las fiestas, donde cantaban y bebían "de ordinario”, empezaban "desde mediodía hasta toda la noche” y en ellas se obraban "todos los pecados de fornicación [...] con más libertad y vicio”, decía el religioso, que no dudaba en calificar a Potosí como un "bebitorio (bebedero) ordinario”.
Frente a este comportamiento, los sacerdotes que tenían esperanza en la evangelización como Álvarez, no podían hacer nada,pues los indios se quejaban a las autoridades diciendo "mentiras y falsos testimonios”.
Ante las quejas, los jueces argumentaban que todo estaba "cometido a la Justicia Real” y que los sacerdotes no debían "meterse en ello”.
Incluso, afirmaba el clérigo, "por tener (a) los indios contentos” se intentaba trasladar a los curas. En esta apreciación tal vez se refleje la propia experiencia de Álvarez, que por desavenencias en la Villa Imperial fue trasladado a la parroquia de Aullagas, a orillas del lago Poopó, donde concluyó su obra.
Así el clérigo renegado creía que los jueces y los responsables seculares no pensaban en la salvación de las almas de los indios. Las autoridades, decía, "sólo piensan en cómo le servirá el indio y cómo se podrá aprovechar del indio”. Por ello, según Álvarez, "dichas autoridades” les dejaban vivir como quisieran "mientras asistan a la labor de sus intereses”.
Polémica
En 1579 se generó una polémica entre las autoridades civiles y eclesiásticas de la Villa Imperial acerca de la mita y la conveniencia de eliminar el mercado indígena, donde se comerciaban los minerales robados. Así, había miembros de la Iglesia Católica que no estaban de acuerdo en forzar a los indios a trabajar en las minas. Álvarez no era de esta opinión, pues creía que la mita debía continuar.
En todo caso, sugería el religioso, lo que se debía hacer era suprimir el consumo de coca, perseguir la idolatría y prohibir el robo de minerales y el ingreso a las minas en estado de ebriedad. Si se tomaban estas medidas, aseguraba Álvarez, "Dios se dolería dellos (los indios) y daría menos lugar al demonio para que triunfase”.
Bartolomé Álvarez observó que las condiciones de trabajo en las minas eran sumamente peligrosas, por lo que recomendaba a los mitayos tener "mucho juicio y seso” cuando se desplazaban a través de las escaleras, ya que las minas eran profundas y oscuras y los derrumbes eran frecuentes.
Los minerales que se robaban se vendían en el "c’atu de Potosí” o "mercado ordinario” y quienes estaban de acuerdo con su existencia, según Álvarez, argumentaban que los mitayos al ser "naturales” tenían el derecho de hacer lo que quisieran con los "bienes de la tierra”, pues les eran "propios de derecho”.
Asimismo, esas voces argumentaban que los españoles estaban presentes en los territorios por la fuerza y comían "los bienes que los indios habían de comer”.
En opinión de Álvarez, para resolver el problema era necesario juntar "un concilio de letrados desapasionado del interés desta tierra”, formado por "hombres prácticos” que debían analizar no sólo el daño que sufrían los propietarios de minas e ingenios, sino también el beneficio que percibían quienes no tenían minas y benefician el mineral que compraban en el c’atu; además de las utilidades que obtenían los indios por la venta del metal.
No hurtarás
Pero Álvarez, fiel a su visión religiosa dogmática y tal vez poco práctica, decía que el principal problema de mantener el c’atu tenía que ver con la trasgresión del mandamiento: "No hurtarás”, que atañía no sólo a quienes robaban y vendían el mineral, sino también a los que lo compraban. Todo el mundo sabía que los indios hurtaban los mejores metales y sabían lo que llevaban para vender, porque eran "mejores mineros y conocedores que los españoles”, decía Álvarez.
Para el clérigo este asunto también estaba relacionado con la confesión, pues como manifestaba, si se habría determinado la legalidad del robo de minerales, también debería haber circulado un documento entre los curas mediante el cual se autorizase a absolver a los indígenas que confesaban dicha práctica.
Pero en la época en la cual Bartolomé Álvarez terminó de redactar su memorial (1588), todavía no se había decidido si el robo de minerales era lícito o no, pues además era imposible determinar el origen de los minerales que se comercializaban en el c’atu de Potosí.
Así, el mercado indígena o c’atu se mantuvo y se permitió el intercambio de mineral de origen dudoso, que de una u otra forma llegaba a las arcas de las autoridades coloniales que lo despachaban a ultramar.
El kajcheo fue tolerado porque atraía a trabajadores eventuales que se quedaban en la ciudad y porque los trabajadores veían a la "apropiación directa del mineral” como un complemento de la paga que recibían
domingo, 9 de marzo de 2014
Posnansky: Tiwanaku en el alma
El error más grande que cometió fue tratar de abarcar demasiado. No le alcanzó la vida para terminar su propia obra”, sentencia Juan Carlos Álvarez, restaurador del Ministerio de Culturas y posnanskista reconocido. Arthur Posnansky tuvo 17 profesiones, aprendió siete idiomas, cinco dialectos, escribió 300 libros, filmó una película, intentó construir una ciudadela tiwanakota en La Paz y se coronó como científico con su obra: Tihuanaku: cuna del hombre americano. Definitivamente, la vida no da más de sí.
A principios del siglo XX, todo el mundo en La Paz le conocía. Don Arturo, austríaco de nacimiento y boliviano de corazón. El dandy que derrochaba elegancia. El hombre que trajo el primer automóvil a Bolivia. El “Indiana Jones” que llegó para combatir en la Guerra del Acre y por cuya estrategia bélica fue declarado héroe nacional. Pero por encima de todo, el hombre que vivió hasta sus últimos días obsesionado por una de las culturas ancestrales más importantes de Sudamérica. Tiwanaku fue su religión, él dio la vida por ella y se dejó la piel en convencer al mundo entero de que era la cuna de la civilización humana. A través de estudios que conjugaban la astronomía y la arqueología, concluyó que la cultura tiwanakota estuvo asentada en Bolivia en el norte de La Paz desde el año 13.000 a. C.; que tuvo un desarrollo extraordinario y una perfección técnica en el manejo de la alfarería y los tejidos no comparable con nada hasta la fecha. Una sociedad tremendamente jerarquizada, cuya proyección llegó desde el norte paceño hasta Argentina, Chile y Perú. Sus detractores, científicos academicistas, le reprochaban que sus estudios basados en la alineación de los templos eran poco aproximados y la hipótesis de que Tiwanaku fue la cuna de la humanidad sigue siendo todavía hoy muy cuestionada en los círculos académicos.
Pero donde Arturo se ganó más detractores fue en el lugar que más amaba y luchaba por preservar. “Dice la leyenda que nuestro bisabuelo despertó a los dioses de Tiwanaku y que a modo de venganza (por el saqueo al que había sido sometido) éstos lanzaron una maldición sobre nuestra familia”, relata su bisnieta, Vanesa J. Posnansky.
Charlamos en la sala principal de la que fue su tercera vivienda en La Paz y donde hoy residen su nieta, bisnietas y tataranietos. Frente a la plaza del estadio que Arturo proyectó como un museo al aire libre se erige una casa de ladrillo de tres pisos. El portal ya deja entrever la fascinación tiwanakota de su dueño. La iconografía en pan de oro está presente en portal, escaleras y paredes. El candado rechina cuando Jessy J. Posnansky abre la habitación a la que solo entran en ocasiones especiales. Una gran chimenea ornamental acapara la atención de cualquiera y varios sillones antiguos de gran calidad custodian el espacio en el que las únicas sucesoras que quedan en Bolivia guardan los libros que escribió su bisabuelo, además de mapas, dibujos, reconocimientos y hasta dos piezas auténticas que rescató de Tiwanaku para estudiarlas.
Posnansky tuvo tres hijos varones. Manuel, Raúl y Carlos. El menor, Carlos, murió ahogado a los tres años en la fuente del Palacio Tihuanaku, el actual Museo Nacional de Arqueología, cuando la familia Posnansky aún vivía allí antes de venderlo al Estado en 1920 por una suma millonaria.
Años más tarde, Raúl Posnansky, el segundo hijo de Arturo, avivó la tragedia. Su cuerpo apareció sepultado tras una avalancha en Chacaltaya, la pista de sky más alta del mundo que habría descubierto años antes junto a su hermano Manuel. “Eso marcó mucho a la familia. A nosotras nunca nos dejaron ir a Chacaltaya”, relata Vanesa. “Fuimos hace cinco años por primera vez”, añade Jessy.
Quizá por respeto o superstición, Manuel, el único hijo que sobrevivió a la supuesta maldición, nunca quiso remover el pasado. “Cuando éramos pequeñas y empezamos a interesarnos por nuestro bisabuelo, le preguntábamos, pero él no quería decirnos nada”, comenta Jessy. Lo cierto es que meses antes de morir, Manuel Posnansky tuvo la necesidad de abrir la caja de pandora y contarles a sus nietas retazos de la historia de su bisabuelo. “Siempre se quejaba, decía: con todo lo que mi padre hizo por este país, ¿y qué nos ha quedado? Nada”, cuenta Vanesa, mientras rescata algunos mapas de la maleta que acompañaba a Posnansky en todos sus viajes, y que hoy luce ajada en un rincón del salón.
Su familia indica que Posnansky era extremadamente generoso. A pesar de que venía de una familia muy rica todo lo invirtió en su pasión tiwanakota. La edición y publicación de sus libros, la construcción de sus casas o la proyección de la plaza del estadio. Todo lo hizo con sus medios. “Mi bisabuelo murió enfermo y arruinado. Aunque yo pienso que nos dejó mucho. Toda la cultura patrimonial y arqueológica, además de esta casa”, matiza Jessy. Posnansky había comprado todo lo que hoy constituye el barrio de Miraflores en La Paz, desde el parque Urbano Central hasta el mirador Killi Killi. Su intención era construir una especie de ciudad tiwanakota en esa zona, con la plaza del Hombre Americano como foro principal.
“Su primera casa-palacio, construida en 1914 en el lugar donde ahora se instala la Alasita se derrumbó tras un movimiento sísmico que sacudió la zona”, cuenta el arquitecto Juan Carlos Álvarez . De nuevo los dioses lanzaron la maldición sobre él.
Juan Carlos pertenece al grupo de los que se consideran posnanskistas. Pero su conexión con Arthur va más allá de una simple atracción académica. “Yo nací el 13 de abril, el mismo día que Arturo y creo que por eso la vida me jala a él todo el tiempo, es como si me buscara”. Sus intentos por desvincularse de él han sido en vano. El destino y la maldición también le han perseguido. “Nosotras quisimos hacer junto con Juan Carlos una fundación Posnansky para recuperar el trabajo que hizo nuestro bisabuelo y mostrarlo a la gente, pero todo han sido impedimentos”, menciona Jessy mientras nos invita a visitar el resto de la casa. La madera de las escaleras chirría cuando descendemos. “Impresiona el crujido”, les comento. “Sobrecoge todavía más cuando lo escuchas y no hay nadie caminando”, añade Vanesa entre risas.
La idea de Arthur era hacer un centro de estudios en esta casa, “pero nunca pudo lograr su sueño”, explica Vanesa. “Nosotras ahora queremos regalarle eso”. A pesar de que las dos bisnietas han obviado la superstición que rodea todo lo Posnansky, “hay días que nos planteamos que es cierto”, apunta Vanesa. “Nadie nos ha dado facilidades, ni para crear la fundación, ni para montar aquí el centro de estudios. Tampoco nos invitaron a la presentación de la reedición de la obra de nuestro bisabuelo”, comenta indignada.
Posnansky vivió en esta casa desde 1920 hasta que falleció en 1946. Entre sus paredes diseñadas con orientación astronómica se inspiró para escribir Tihuanaku: cuna del hombre americano. Vanesa y Jessy pasean por el patio mientras explican el objetivo de su construcción. “La forma triangular y el doble arco tiene una función astronómica muy interesante —señala Jessy—. En el solsticio de invierno, el sol entra directamente por el segundo arco y la luna se proyecta en el agua de la fuente a través del primero”. El centro del patio lo preside un Plinio, según cuentan, el único árbol de esta especie que hay en Bolivia. Posnansky lo trajo de Alemania para atraer con él la suerte que los dioses de Tiwanaku parecían haberle arrebatado. “Lo curioso del árbol —comenta Jessy— es que tenía dos ramas enormes que impactaban en cada pared del patio. Desde que la mitad de la casa cambió de dueño, la rama de aquel lado murió y el árbol se ha ido inclinando hacia el nuestro”.
Para muchos fue un genio, generoso, apasionado, amable y correcto; para otros, un hombre de carácter tosco y estirado, cuyas investigaciones eran más fruto de opiniones que de hechos verificables y que derivaron en que ciertos sectores que le rechazaban le apodaran “el arqueólogo nazi”. “Solamente este tipo de personalidades controversiales llegan a consolidarse”, apunta Pedro Susz desde su despacho de la Alcaldía de La Paz, la encargada junto con la editorial CIMA de la reedición casi medio siglo después de su obra Tihuanaku, cuna del hombre americano. Posnansky nunca alcanzó a ver editados los tomos tres y cuatro. Un derrame cerebral se lo llevó en julio de 1946. Sus restos yacen en el Mausoleo de los Héroes del Acre en el Cementerio General de La Paz. Su alma con seguridad se quedó en Tiwanaku.
A principios del siglo XX, todo el mundo en La Paz le conocía. Don Arturo, austríaco de nacimiento y boliviano de corazón. El dandy que derrochaba elegancia. El hombre que trajo el primer automóvil a Bolivia. El “Indiana Jones” que llegó para combatir en la Guerra del Acre y por cuya estrategia bélica fue declarado héroe nacional. Pero por encima de todo, el hombre que vivió hasta sus últimos días obsesionado por una de las culturas ancestrales más importantes de Sudamérica. Tiwanaku fue su religión, él dio la vida por ella y se dejó la piel en convencer al mundo entero de que era la cuna de la civilización humana. A través de estudios que conjugaban la astronomía y la arqueología, concluyó que la cultura tiwanakota estuvo asentada en Bolivia en el norte de La Paz desde el año 13.000 a. C.; que tuvo un desarrollo extraordinario y una perfección técnica en el manejo de la alfarería y los tejidos no comparable con nada hasta la fecha. Una sociedad tremendamente jerarquizada, cuya proyección llegó desde el norte paceño hasta Argentina, Chile y Perú. Sus detractores, científicos academicistas, le reprochaban que sus estudios basados en la alineación de los templos eran poco aproximados y la hipótesis de que Tiwanaku fue la cuna de la humanidad sigue siendo todavía hoy muy cuestionada en los círculos académicos.
Pero donde Arturo se ganó más detractores fue en el lugar que más amaba y luchaba por preservar. “Dice la leyenda que nuestro bisabuelo despertó a los dioses de Tiwanaku y que a modo de venganza (por el saqueo al que había sido sometido) éstos lanzaron una maldición sobre nuestra familia”, relata su bisnieta, Vanesa J. Posnansky.
Charlamos en la sala principal de la que fue su tercera vivienda en La Paz y donde hoy residen su nieta, bisnietas y tataranietos. Frente a la plaza del estadio que Arturo proyectó como un museo al aire libre se erige una casa de ladrillo de tres pisos. El portal ya deja entrever la fascinación tiwanakota de su dueño. La iconografía en pan de oro está presente en portal, escaleras y paredes. El candado rechina cuando Jessy J. Posnansky abre la habitación a la que solo entran en ocasiones especiales. Una gran chimenea ornamental acapara la atención de cualquiera y varios sillones antiguos de gran calidad custodian el espacio en el que las únicas sucesoras que quedan en Bolivia guardan los libros que escribió su bisabuelo, además de mapas, dibujos, reconocimientos y hasta dos piezas auténticas que rescató de Tiwanaku para estudiarlas.
Posnansky tuvo tres hijos varones. Manuel, Raúl y Carlos. El menor, Carlos, murió ahogado a los tres años en la fuente del Palacio Tihuanaku, el actual Museo Nacional de Arqueología, cuando la familia Posnansky aún vivía allí antes de venderlo al Estado en 1920 por una suma millonaria.
Años más tarde, Raúl Posnansky, el segundo hijo de Arturo, avivó la tragedia. Su cuerpo apareció sepultado tras una avalancha en Chacaltaya, la pista de sky más alta del mundo que habría descubierto años antes junto a su hermano Manuel. “Eso marcó mucho a la familia. A nosotras nunca nos dejaron ir a Chacaltaya”, relata Vanesa. “Fuimos hace cinco años por primera vez”, añade Jessy.
Quizá por respeto o superstición, Manuel, el único hijo que sobrevivió a la supuesta maldición, nunca quiso remover el pasado. “Cuando éramos pequeñas y empezamos a interesarnos por nuestro bisabuelo, le preguntábamos, pero él no quería decirnos nada”, comenta Jessy. Lo cierto es que meses antes de morir, Manuel Posnansky tuvo la necesidad de abrir la caja de pandora y contarles a sus nietas retazos de la historia de su bisabuelo. “Siempre se quejaba, decía: con todo lo que mi padre hizo por este país, ¿y qué nos ha quedado? Nada”, cuenta Vanesa, mientras rescata algunos mapas de la maleta que acompañaba a Posnansky en todos sus viajes, y que hoy luce ajada en un rincón del salón.
Su familia indica que Posnansky era extremadamente generoso. A pesar de que venía de una familia muy rica todo lo invirtió en su pasión tiwanakota. La edición y publicación de sus libros, la construcción de sus casas o la proyección de la plaza del estadio. Todo lo hizo con sus medios. “Mi bisabuelo murió enfermo y arruinado. Aunque yo pienso que nos dejó mucho. Toda la cultura patrimonial y arqueológica, además de esta casa”, matiza Jessy. Posnansky había comprado todo lo que hoy constituye el barrio de Miraflores en La Paz, desde el parque Urbano Central hasta el mirador Killi Killi. Su intención era construir una especie de ciudad tiwanakota en esa zona, con la plaza del Hombre Americano como foro principal.
“Su primera casa-palacio, construida en 1914 en el lugar donde ahora se instala la Alasita se derrumbó tras un movimiento sísmico que sacudió la zona”, cuenta el arquitecto Juan Carlos Álvarez . De nuevo los dioses lanzaron la maldición sobre él.
Juan Carlos pertenece al grupo de los que se consideran posnanskistas. Pero su conexión con Arthur va más allá de una simple atracción académica. “Yo nací el 13 de abril, el mismo día que Arturo y creo que por eso la vida me jala a él todo el tiempo, es como si me buscara”. Sus intentos por desvincularse de él han sido en vano. El destino y la maldición también le han perseguido. “Nosotras quisimos hacer junto con Juan Carlos una fundación Posnansky para recuperar el trabajo que hizo nuestro bisabuelo y mostrarlo a la gente, pero todo han sido impedimentos”, menciona Jessy mientras nos invita a visitar el resto de la casa. La madera de las escaleras chirría cuando descendemos. “Impresiona el crujido”, les comento. “Sobrecoge todavía más cuando lo escuchas y no hay nadie caminando”, añade Vanesa entre risas.
La idea de Arthur era hacer un centro de estudios en esta casa, “pero nunca pudo lograr su sueño”, explica Vanesa. “Nosotras ahora queremos regalarle eso”. A pesar de que las dos bisnietas han obviado la superstición que rodea todo lo Posnansky, “hay días que nos planteamos que es cierto”, apunta Vanesa. “Nadie nos ha dado facilidades, ni para crear la fundación, ni para montar aquí el centro de estudios. Tampoco nos invitaron a la presentación de la reedición de la obra de nuestro bisabuelo”, comenta indignada.
Posnansky vivió en esta casa desde 1920 hasta que falleció en 1946. Entre sus paredes diseñadas con orientación astronómica se inspiró para escribir Tihuanaku: cuna del hombre americano. Vanesa y Jessy pasean por el patio mientras explican el objetivo de su construcción. “La forma triangular y el doble arco tiene una función astronómica muy interesante —señala Jessy—. En el solsticio de invierno, el sol entra directamente por el segundo arco y la luna se proyecta en el agua de la fuente a través del primero”. El centro del patio lo preside un Plinio, según cuentan, el único árbol de esta especie que hay en Bolivia. Posnansky lo trajo de Alemania para atraer con él la suerte que los dioses de Tiwanaku parecían haberle arrebatado. “Lo curioso del árbol —comenta Jessy— es que tenía dos ramas enormes que impactaban en cada pared del patio. Desde que la mitad de la casa cambió de dueño, la rama de aquel lado murió y el árbol se ha ido inclinando hacia el nuestro”.
Para muchos fue un genio, generoso, apasionado, amable y correcto; para otros, un hombre de carácter tosco y estirado, cuyas investigaciones eran más fruto de opiniones que de hechos verificables y que derivaron en que ciertos sectores que le rechazaban le apodaran “el arqueólogo nazi”. “Solamente este tipo de personalidades controversiales llegan a consolidarse”, apunta Pedro Susz desde su despacho de la Alcaldía de La Paz, la encargada junto con la editorial CIMA de la reedición casi medio siglo después de su obra Tihuanaku, cuna del hombre americano. Posnansky nunca alcanzó a ver editados los tomos tres y cuatro. Un derrame cerebral se lo llevó en julio de 1946. Sus restos yacen en el Mausoleo de los Héroes del Acre en el Cementerio General de La Paz. Su alma con seguridad se quedó en Tiwanaku.
La República de Bolivia pasó del caudillismo a la pugna bipartidista
BALLIVIÁN Y VELASCO COMENZARON LA PUGNA IDEOLÓGICA AL INICIO DE LA REPÚBLICA; BELZU ENTRÓ A PALACIO CON GOLPE, PERO LLAMÓ A ELECCIONES QUE GANÓ JORGE CÓRDOVA. AÑOS MÁS TARDE, TRAS LA PÉRDIDA DEL LITORAL SURGEN LOS PARTIDOS POLÍTICOS. CONSERVADORES CON GREGORIO PACHECO Y LIBERALES CON JOSÉ MANUEL PANDO Y EL IDEÓLOGO DE LA ÉPOCA, ELIODORO CAMACHO.
A partir de la Independencia, Bolivia tuvo que asumir su autogobierno, dejar atrás el yugo de la Colonia Española y emprender un sistema republicano que se basó al inicio, en el caudillismo militar.
Dos corrientes comenzaron a surgir tras la etapa de consolidación de la República, y el posterior gobierno del mariscal Andrés de Santa Cruz. La restauración y la regeneración se pueden citar como las primeras formas de organización política bajo el mando militar que se disputó el poder y la continuidad de la República.
Los primeros obedecían a José Miguel de Velasco y los segundos a José Ballivián, que se vieron obligados a unirse para enfrentar al ejército peruano de Gamarra y consolidar la Independencia del país el 18 de noviembre de 1941 en la Batalla de Ingavi.
La Asamblea General fue la encargada de designar a los gobernantes de Bolivia desde su fundación en 1825 traspasando el mando a partir de las decisiones del Consejo de Ministros.
De Simón Bolívar a Antonio José de Sucre y de éste a la primera estirpe de militares bolivianos, la Presidencia se basó en las constituciones de coyuntura, que suman a diecisiete con la vigente promulgada en 2009.
La seguidilla de golpes de Estado y sucesiones “a dedo” marginaban la participación ciudadana. Velasco, por ejemplo, fue dos veces presidente interino en 1928 y 1929, para luego tomar el poder de facto en 1839. Ante toda esta clase militar, sólo un civil fue convocado. Mariano Enrique Calvo que sucedió a Sebastián Agreda en un efímero mandato de 1941.
No fue hasta 1948, cuando José Miguel de Velasco llega al poder por cuarta vez, que se establece un régimen estable. Manuel Isidoro Belzu impone golpe de Estado a Velasco y gobierna por casi siete años, terminando su gestión y entregando el poder al primer presidente electo por voto, Jorge Córdova, en 1855.
La “feudo-burguesía”, como es llamada esta casta, según historiadores, fue sorprendida con la llegada de Belzu al poder, pues se abrió la participación del pueblo, pero sin cambiar las estructuras del Estado.
PRIMERA ELECCIÓN
Al dejar el mando, Belzu llamó a elecciones y su entorno propuso a Córdova, yerno del Presidente, que enfrentó a José María Linares y Celedonio Ávila. Por supuesto, en esa época los comicios estaban restringidos a grupos de poder excluyentes, sin mujeres ni campesinos.
Córdova fue posesionado el 15 de agosto de 1855 por el Congreso Nacional. El golpe de Linares dos años después y una junta provisional truncaron la aplicación “democrática” en el país.
José María Achá en 1861, derrocado por Mariano Melgarejo, y luego Adolfo Ballivián en 1873 que murió en el ejercicio de la primera magistratura, marcan otras dos elecciones y posesiones constitucionales en medio de la hegemonía militar en Bolivia.
Precisamente, el sucesor de Ballivián, Tomás Frías, fue derrocado por Hilarión Daza, presidente militar que tuvo que enfrentar el episodio más negro de la historia nacional, al sentir la invasión al Litoral boliviano y la pérdida de Puerto La Mar. Su gobierno no pudo enfrentar a las tropas chilenas y entre febrero de 1879 a mayo de 1880 Bolivia vio cómo el invasor se apoderaba de la salida al Pacífico.
Daza fue desconocido por la junta de Gobierno y fue reemplazado por Narciso Campero, de tendencia liberal, cerrando el capítulo de la Guerra del Pacífico. Este dramático hecho abrió las puertas para la formación de la nueva casta política civil que comenzó a estructurar el sistema partidario en Bolivia.
FORMACIÓN PARTIDARIA
Cuatro corrientes surgen en esta etapa, los Conservadores, los Liberales, los Constitucionalistas y los Demócratas.
Eliodoro Camacho fue ideólogo del Partido Liberal, mientras Gregorio Pacheco representó a la élite del Partido Conservador, ambos mayoritarios en las urnas.
Los Conservadores con sus corrientes alineadas reprodujeron el poder desde 1884, primera elección posterior a la Guerra del Pacífico, hasta 1899. El golpe de Estado de José Manuel Pando abrió el paso al Partido Liberal para gobernar por dos décadas caracterizadas por la Guerra Federal que determinó la reorganización política del país bajo dominio de La Paz, la firma del Tratado de 1904 que fue la delimitación formal impuesta por Chile sobre la costa boliviana, y observando el crecimiento de los llamados barones del Estaño gracias al auge del mineral.
HACIA LA REVOLUCIÓN DEL 52
Sin embargo, pese a ese bipartidismo hegemónico, el país asumía su cualidad participativa, política y democrática.
Los movimientos indígenas también se encontraban en proceso de gestación tras el protagonismo asumido en 1899 por líderes aymaras rebelados como Zárate Wilca; la clase media comenzó a crecer y organizarse primero en el Partido Republicano durante la primera década del nuevo siglo, incluyendo a disidentes del Liberalismo, y después el Partido Nacionalista creado en 1927.
Finalmente, las tendencias marxistas llegaban al sector sindical concretando el panorama partidario previo a la Guerra del Chaco hasta la primera mitad del siglo XX en Bolivia.
jueves, 6 de marzo de 2014
El Alto celebra sus 29 años de creación
Los actos oficiales en homenaje a los 29 años de creación de la ciudad de El Alto, aledaña a La Paz, se iniciaron este jueves con una ceremonia interreligiosa, en la que participó el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera, además de autoridades departamentales y locales.
La ceremonia fue realizada en la Avenida 6 de Marzo, en pleno ingreso a la urbe alteña. A la misma asistieron miembros del Concejo Municipal y representantes de organizaciones sociales.
El Alto cambió la historia de Bolivia con su lucha en la guerra del gas, en 2003, cuando se movilizó en rechazo a la exportación de gas natural a Estados Unidos por puertos chilenos, que impulsaba el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada con lo que se forzó su salida del país.
La ceremonia fue realizada en la Avenida 6 de Marzo, en pleno ingreso a la urbe alteña. A la misma asistieron miembros del Concejo Municipal y representantes de organizaciones sociales.
El Alto cambió la historia de Bolivia con su lucha en la guerra del gas, en 2003, cuando se movilizó en rechazo a la exportación de gas natural a Estados Unidos por puertos chilenos, que impulsaba el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada con lo que se forzó su salida del país.
HOMENAJE EL ALTO: HISTORIA, IDENTIDAD(ES) Y PERSPECTIVAS
Cual coinciden investigadores/as, la historia de Suni Pata, Altu Pata o El Alto no se reduce a los últimos 29 años. Es de siglos y milenaria.
Estratégico territorio plano extendido, ofreció posibilidades para la agricultura y ganadería. Además, ha sido excelente acceso a valles ubicados al este y sur, las orillas del Titikaka en el oeste y noroeste, tierras semitropicalesyunqeñas y amazónicas hacia el noreste y norte, y la vasta altiplanicie sur y acceso a la costa por el sudoeste.
Ya Chiripa, Tiwanaku, el señorío Pakajaqi y el Tawantinsuyu apreciaron el espacio alteño, que les permitía ceremonias, asentamientos y acceso a la emblemática ChukiyawuMarka. En la época colonial y republicana, vinculado a las parroquias de San Sebastián, San Francisco y San Pedro, conservará su importancia para la producción y el transporte. Además, en momentos clave desde el siglo XVIII, tendrá papel clave en búsquedas y definiciones políticas trascendentales.
El historiador Germán Choque afirma que El Alto surge como ciudad durante la rebelión de Amarus y Kataris, 1780-1782, específicamente durante el cerco originario a ChukiyawuMarka/La Paz de 1781 que comandó Tupak Katari. Fuentes de la época, como el Diario del criollo Francisco Tadeo Diez de Medina transcrito y estudiado por María Eugenia del Valle de Siles, indican que en la Ceja los/as sitiadores levantaron carpas, refugios y depósitos. Agregando, que en el lugar mencionado y otros aledaños instalaron “capillas”, donde oraban, efectuaban fiestas religiosas y celebraban triunfos. No era para menos, por la cantidad de combatientes movilizados a quienes acompañaban sus familias.
Otro “Diario” que corresponde a posterior sitio a la urbe paceña en plena lucha independentista, 1811, escrito por el influyente presbítero Ramón de Mariaca, amerita consideración. Destaca que se trata de legado del movimiento revolucionario de 1809, en el cual participa aliada población originaria, mestiza y criolla; asimismo, que en esta oportunidad hay apoyo a los atacantes desde el interior de la ciudad.
Mariaca hace numerosas referencias a las acciones de posicionamiento, ofensiva y repliegue en las faldas y la propia planicie elevada. Menciona el “Alto” o “altos” de la ciudad, destacando los vínculos y complementariedad existentes. También en relación a las rutas y el transporte, así como las zonas que se iban definiendo, señala los “altos de /Qusqu/ Lima y Potosí” y cada uno de manera individual. Esto teniendo en mente los“caminos” correspondientes, en dirección noroeste y sudoeste y sur, e hitos que marcaban el ingreso a la hoyada chukiaweña/paceña. Asimismo, apunta zonas alteñas, destacando su vecindad, estrechos lazos u orientación respecto a otras, principalmente Chakaltaya, Tikina, Wentilla, Wiyacha, Laxa, Jachukalla, Ururu(Oruro) y Desaguadero.
El centro o taypi alteño, que fuera destacado por Germán Choque, aparece como la “/C/eja de los caminos” de Qusqu/Lima y Potosí, que permite divisar la “falda” que desciende al este. De igual manera, es punto de observación de la “hoyada” y alturas de Killikilli, Pampaxasi y Cordillera Oriental. Lo interesante de las anotaciones de Mariaca, es que se indica ya un espacio con identidad(es) y definido por sí y ya no sólo en conexión con otros. Aparece “el Alto” o “del Alto” en varias partes, mostrando una denominación que se había consolidado para hacer referencia a la geografía y población asentada.
Al presente, Altu Pata/El Alto ratifica su(s) identidad(es). Es centro productor industrial, conectado a las diversas provincias paceñas, así como múltiple articulador/distribuidor en escalas mayores. Si se insiste en aspectos como los servicios urbanísticos y educativos, el medioambiente y la seguridad, puede seguir ofreciendo inmensas cuanto esperanzadoras posibilidades a sus habitantes.
Fuentes: Comunicación personal con Germán Choque, marzo de 2014.
Diez de Medina, Francisco Tadeo, “Diario del alzamiento de indios conjurados contra la ciudad de Nuestra Señora de La Paz”, 1781, transcrito y estudiado por María Eugenia del Valle de Siles, La Paz, Escuela de Artes Gráficas del Colegio “Don Bosco”, 1981.
“Un relato inédito de 1811: Sucesos del cerco de La Paz por el Presbítero D. Ramón de Mariaca”, transcripción de Teodosio Imaña Castro, en Noesis (Pensamiento). Revista de la Universidad Mayor de San Andrés, Año II, No. 2, septiembre de 1960, pp. 79-103.
Estratégico territorio plano extendido, ofreció posibilidades para la agricultura y ganadería. Además, ha sido excelente acceso a valles ubicados al este y sur, las orillas del Titikaka en el oeste y noroeste, tierras semitropicalesyunqeñas y amazónicas hacia el noreste y norte, y la vasta altiplanicie sur y acceso a la costa por el sudoeste.
Ya Chiripa, Tiwanaku, el señorío Pakajaqi y el Tawantinsuyu apreciaron el espacio alteño, que les permitía ceremonias, asentamientos y acceso a la emblemática ChukiyawuMarka. En la época colonial y republicana, vinculado a las parroquias de San Sebastián, San Francisco y San Pedro, conservará su importancia para la producción y el transporte. Además, en momentos clave desde el siglo XVIII, tendrá papel clave en búsquedas y definiciones políticas trascendentales.
El historiador Germán Choque afirma que El Alto surge como ciudad durante la rebelión de Amarus y Kataris, 1780-1782, específicamente durante el cerco originario a ChukiyawuMarka/La Paz de 1781 que comandó Tupak Katari. Fuentes de la época, como el Diario del criollo Francisco Tadeo Diez de Medina transcrito y estudiado por María Eugenia del Valle de Siles, indican que en la Ceja los/as sitiadores levantaron carpas, refugios y depósitos. Agregando, que en el lugar mencionado y otros aledaños instalaron “capillas”, donde oraban, efectuaban fiestas religiosas y celebraban triunfos. No era para menos, por la cantidad de combatientes movilizados a quienes acompañaban sus familias.
Otro “Diario” que corresponde a posterior sitio a la urbe paceña en plena lucha independentista, 1811, escrito por el influyente presbítero Ramón de Mariaca, amerita consideración. Destaca que se trata de legado del movimiento revolucionario de 1809, en el cual participa aliada población originaria, mestiza y criolla; asimismo, que en esta oportunidad hay apoyo a los atacantes desde el interior de la ciudad.
Mariaca hace numerosas referencias a las acciones de posicionamiento, ofensiva y repliegue en las faldas y la propia planicie elevada. Menciona el “Alto” o “altos” de la ciudad, destacando los vínculos y complementariedad existentes. También en relación a las rutas y el transporte, así como las zonas que se iban definiendo, señala los “altos de /Qusqu/ Lima y Potosí” y cada uno de manera individual. Esto teniendo en mente los“caminos” correspondientes, en dirección noroeste y sudoeste y sur, e hitos que marcaban el ingreso a la hoyada chukiaweña/paceña. Asimismo, apunta zonas alteñas, destacando su vecindad, estrechos lazos u orientación respecto a otras, principalmente Chakaltaya, Tikina, Wentilla, Wiyacha, Laxa, Jachukalla, Ururu(Oruro) y Desaguadero.
El centro o taypi alteño, que fuera destacado por Germán Choque, aparece como la “/C/eja de los caminos” de Qusqu/Lima y Potosí, que permite divisar la “falda” que desciende al este. De igual manera, es punto de observación de la “hoyada” y alturas de Killikilli, Pampaxasi y Cordillera Oriental. Lo interesante de las anotaciones de Mariaca, es que se indica ya un espacio con identidad(es) y definido por sí y ya no sólo en conexión con otros. Aparece “el Alto” o “del Alto” en varias partes, mostrando una denominación que se había consolidado para hacer referencia a la geografía y población asentada.
Al presente, Altu Pata/El Alto ratifica su(s) identidad(es). Es centro productor industrial, conectado a las diversas provincias paceñas, así como múltiple articulador/distribuidor en escalas mayores. Si se insiste en aspectos como los servicios urbanísticos y educativos, el medioambiente y la seguridad, puede seguir ofreciendo inmensas cuanto esperanzadoras posibilidades a sus habitantes.
Fuentes: Comunicación personal con Germán Choque, marzo de 2014.
Diez de Medina, Francisco Tadeo, “Diario del alzamiento de indios conjurados contra la ciudad de Nuestra Señora de La Paz”, 1781, transcrito y estudiado por María Eugenia del Valle de Siles, La Paz, Escuela de Artes Gráficas del Colegio “Don Bosco”, 1981.
“Un relato inédito de 1811: Sucesos del cerco de La Paz por el Presbítero D. Ramón de Mariaca”, transcripción de Teodosio Imaña Castro, en Noesis (Pensamiento). Revista de la Universidad Mayor de San Andrés, Año II, No. 2, septiembre de 1960, pp. 79-103.
ALTO LIMA, UNA DE LAS PRIMERAS ZONAS DE LA CIUDAD DE EL ALTO
Notas
1 Maks Portugal, “Historia de las columnas ubicadas en El Alto de la ciudad de La Paz”, en Khana, Revista Municipal, Año XX, Vol. 1. Nº 42, noviembre de 1987, La Paz.
2 Raúl Calderón y Marcelo Ramos, “Marka Prehispánica y Legados”, en Realidades de Nuestra Historia, Año 2, No 9, julio-agosto de 2008, La Paz.
3 La Nación, viernes 30 de julio de 1954, p. 5.
El segundo día de paro del transporte sindicalizado dejó como saldo al menos 12 personas heridas en diferentes zonas de La Paz. Autoridades ediles lamentaron la violencia y reiteraron que sólo dLa historia de la ciudad de El Alto, en los últimos años está siendo trabajada por investigadores/as nacionales y extranjeros/as. Históricamente, desde el período prehispánico, la explanada alteña mereció interés por su ubicación geográfica y sus vínculos con zonas vecinas y otras regiones.
Alto Lima forma parte de la ciudad de El Alto. Sus asentamientos humanos se inician en los tiempos antiguos, durante el siglo IV, cuando la cultura Tiwanakuta había comenzado una expansión desde su centro religioso y urbano hacia muchas direcciones, incluso llegando a la costa del Pacífico.
El lugar que enfoca la presente investigación, tiene la particularidad de ser un punto de referencia, desde el cual principalmente se observa la salida del sol, y contempla el grandioso Illimani así como el manto blanco de la Cordillera de Chakaltaya.
En la época colonial temprana, sirvieron para indicar el ingreso a Chukiyawu Marka/La Paz, dos pilares de forma piramidal. Uno ubicado precisamente en Alto Lima y otro en Alto de Potosí. Estos señalamientos a un principio eran simples estructuras de barro, parecidas a las Chullpas de adobe. Cabe recordar, que en tiempos de la administración española, la ciudad de La Paz, fue un lugar de primera importancia. Sobre todo, para que las autoridades ibéricas controlaran la organización social y económica de los vastos territorios aymaras circundantes.
En un segundo momento, estos hitos tenían el propósito de hacer conocer mediante bandos dirigidos a los/as habitantes, las medidas a aplicarse frente a actos de alzamiento. Sucedió, por ejemplo, durante la rebelión de Tupak Katari en La Paz y los hermanos Katari en el norte de Potosí.
Según trabajo de Maks Portugal, “La columna de Alto Lima tiene la siguiente inscripción en uno de sus laterales”: “Esta columna (fue) eregida con el cacique de indios (de) San Sebastián (de) su real señor natural”. El investigador añade que, “Es muy probable que el cuidado de estas columnas y el camino de entrada fue encomendado a los indígenas de la Parroquia de San Sebastián , (…): Ayllo Primer Inga; estancia Chacaltaya; estancia Pantisirca; estancia Pura Pura; Ayllu Quinto Inga; Ayllu Chinchaya; Ayllu Cañasr(i) Chachapoya y el Ayllu Condesuyo”. 1
El resultado de los asentamientos y poblamiento en Chukiyawu Marka, se puede ver, es la presencia y persistencia de ayllus en diferentes zonas. Se trata de unidades comunales aymaras y linajes de inkas. Tenían como actividad la agricultura, cría de ganado, extracción aurífera, medicina herbolaria, guía espiritual y el cuidado de la Waka.2
Al ingresar al siglo XX, Alto Lima siguió conservando sus rasgos ancestrales en gran parte. Aunque hay que considerar que su actividad primordial fue la agricultura y ganadería introducida, pues allá existió un considerable número de haciendas que proveía al mercado urbano de una variedad de productos.
A medida que el moderno progreso se extendía por esta y otras zonas, acompañando los sistemas de transporte motorizados, el lugar estudiado dejó gradualmente sus características.
Algunos años después de concluida la Guerra del Chaco (1932-1935), en este espacio ubicado en la zona norte alteña, se fraccionaron los terrenos para urbanizarlos. Esta medida también se aplicó en las zonas de “Villa Dolores” y “12 de Octubre”.
Cuando aún no estaba urbanizado el barrio, mucha gente que no podía utilizar coches, sobre todo de la ciudad que debía realizar un viaje a Guaqui, Achacachi, Pucarani, Zongo, Copacabana o más lejos, hacía el ascenso por los caminos de las faldas de El Alto a pie o utilizando animales de carga, que ascendían lentamente las escabrosas pendientes.
Un poco antes de 1950, Alto Lima se convirtió en una de las zonas más populares de El Alto. Para esto, mucho tuvo que ver su efectiva organización vecinal.
Una de las prioridades fundamentales de las autoridades y representantes, fue proveer de servicios básicos a la zona alteña. En un acto sencillo, de julio de 1954, muestra de estos esfuerzos, se procedió al acto de inauguración de tres piletas de agua potable para Alto Lima. Fue designado padrino de dicha inauguración, el señor Adrián Castillo Nava.
De la misma forma, en una ceremonia simple, el Alcalde de La Paz tomó posesión oficial de 1.000.000 de metros cuadrados, donados por el benefactor Castillo. El propósito era a la construcción de plazas, avenidas, áreas verdes, campos de deporte y otros espacios públicos.3
En la actualidad, Alto Lima es considerado, uno de los barrios más poblados, donde dinámicamente se encuentran los idiomas aymara, quechua y castellano. Sus caminos se conectan con los distritos de Alto Portada, Ceja, 16 de Julio, Río Seco, Complejo y el Cerro Nevado de Chakaltaya.
En octubre de 2003, la población de la zona luchó al igual que la de otras zonas históricas, cuando se produjo la denominada “Guerra del Gas”2.
La nueva historia a ser escrita, nos llama a profundizar y buscar antecedentes importantes que han sido el día a día de la sociedad alteña. Alto Lima, en tal sentido, se convierte en un punto de referencia, donde se puede realizar varias investigaciones, considerándolas como micro historia zonal.
Por estos aspectos tan importantes, hacemos un merecido homenaje en el mes aniversario de la ciudad más joven de Bolivia, a una de las primeras zonas que vio y acompañó sus transformaciones históricas.
1 Maks Portugal, “Historia de las columnas ubicadas en El Alto de la ciudad de La Paz”, en Khana, Revista Municipal, Año XX, Vol. 1. Nº 42, noviembre de 1987, La Paz.
2 Raúl Calderón y Marcelo Ramos, “Marka Prehispánica y Legados”, en Realidades de Nuestra Historia, Año 2, No 9, julio-agosto de 2008, La Paz.
3 La Nación, viernes 30 de julio de 1954, p. 5.
El segundo día de paro del transporte sindicalizado dejó como saldo al menos 12 personas heridas en diferentes zonas de La Paz. Autoridades ediles lamentaron la violencia y reiteraron que sólo dLa historia de la ciudad de El Alto, en los últimos años está siendo trabajada por investigadores/as nacionales y extranjeros/as. Históricamente, desde el período prehispánico, la explanada alteña mereció interés por su ubicación geográfica y sus vínculos con zonas vecinas y otras regiones.
Alto Lima forma parte de la ciudad de El Alto. Sus asentamientos humanos se inician en los tiempos antiguos, durante el siglo IV, cuando la cultura Tiwanakuta había comenzado una expansión desde su centro religioso y urbano hacia muchas direcciones, incluso llegando a la costa del Pacífico.
El lugar que enfoca la presente investigación, tiene la particularidad de ser un punto de referencia, desde el cual principalmente se observa la salida del sol, y contempla el grandioso Illimani así como el manto blanco de la Cordillera de Chakaltaya.
En la época colonial temprana, sirvieron para indicar el ingreso a Chukiyawu Marka/La Paz, dos pilares de forma piramidal. Uno ubicado precisamente en Alto Lima y otro en Alto de Potosí. Estos señalamientos a un principio eran simples estructuras de barro, parecidas a las Chullpas de adobe. Cabe recordar, que en tiempos de la administración española, la ciudad de La Paz, fue un lugar de primera importancia. Sobre todo, para que las autoridades ibéricas controlaran la organización social y económica de los vastos territorios aymaras circundantes.
En un segundo momento, estos hitos tenían el propósito de hacer conocer mediante bandos dirigidos a los/as habitantes, las medidas a aplicarse frente a actos de alzamiento. Sucedió, por ejemplo, durante la rebelión de Tupak Katari en La Paz y los hermanos Katari en el norte de Potosí.
Según trabajo de Maks Portugal, “La columna de Alto Lima tiene la siguiente inscripción en uno de sus laterales”: “Esta columna (fue) eregida con el cacique de indios (de) San Sebastián (de) su real señor natural”. El investigador añade que, “Es muy probable que el cuidado de estas columnas y el camino de entrada fue encomendado a los indígenas de la Parroquia de San Sebastián , (…): Ayllo Primer Inga; estancia Chacaltaya; estancia Pantisirca; estancia Pura Pura; Ayllu Quinto Inga; Ayllu Chinchaya; Ayllu Cañasr(i) Chachapoya y el Ayllu Condesuyo”. 1
El resultado de los asentamientos y poblamiento en Chukiyawu Marka, se puede ver, es la presencia y persistencia de ayllus en diferentes zonas. Se trata de unidades comunales aymaras y linajes de inkas. Tenían como actividad la agricultura, cría de ganado, extracción aurífera, medicina herbolaria, guía espiritual y el cuidado de la Waka.2
Al ingresar al siglo XX, Alto Lima siguió conservando sus rasgos ancestrales en gran parte. Aunque hay que considerar que su actividad primordial fue la agricultura y ganadería introducida, pues allá existió un considerable número de haciendas que proveía al mercado urbano de una variedad de productos.
A medida que el moderno progreso se extendía por esta y otras zonas, acompañando los sistemas de transporte motorizados, el lugar estudiado dejó gradualmente sus características.
Algunos años después de concluida la Guerra del Chaco (1932-1935), en este espacio ubicado en la zona norte alteña, se fraccionaron los terrenos para urbanizarlos. Esta medida también se aplicó en las zonas de “Villa Dolores” y “12 de Octubre”.
Cuando aún no estaba urbanizado el barrio, mucha gente que no podía utilizar coches, sobre todo de la ciudad que debía realizar un viaje a Guaqui, Achacachi, Pucarani, Zongo, Copacabana o más lejos, hacía el ascenso por los caminos de las faldas de El Alto a pie o utilizando animales de carga, que ascendían lentamente las escabrosas pendientes.
Un poco antes de 1950, Alto Lima se convirtió en una de las zonas más populares de El Alto. Para esto, mucho tuvo que ver su efectiva organización vecinal.
Una de las prioridades fundamentales de las autoridades y representantes, fue proveer de servicios básicos a la zona alteña. En un acto sencillo, de julio de 1954, muestra de estos esfuerzos, se procedió al acto de inauguración de tres piletas de agua potable para Alto Lima. Fue designado padrino de dicha inauguración, el señor Adrián Castillo Nava.
De la misma forma, en una ceremonia simple, el Alcalde de La Paz tomó posesión oficial de 1.000.000 de metros cuadrados, donados por el benefactor Castillo. El propósito era a la construcción de plazas, avenidas, áreas verdes, campos de deporte y otros espacios públicos.3
En la actualidad, Alto Lima es considerado, uno de los barrios más poblados, donde dinámicamente se encuentran los idiomas aymara, quechua y castellano. Sus caminos se conectan con los distritos de Alto Portada, Ceja, 16 de Julio, Río Seco, Complejo y el Cerro Nevado de Chakaltaya.
En octubre de 2003, la población de la zona luchó al igual que la de otras zonas históricas, cuando se produjo la denominada “Guerra del Gas”2.
La nueva historia a ser escrita, nos llama a profundizar y buscar antecedentes importantes que han sido el día a día de la sociedad alteña. Alto Lima, en tal sentido, se convierte en un punto de referencia, donde se puede realizar varias investigaciones, considerándolas como micro historia zonal.
Por estos aspectos tan importantes, hacemos un merecido homenaje en el mes aniversario de la ciudad más joven de Bolivia, a una de las primeras zonas que vio y acompañó sus transformaciones históricas.
HOMENAJE NACIMIENTO “LEGAL Y OFICIAL” DE LA CIUDAD DE EL ALTO
La emergente y rebelde ciudad de El Alto, que hoy se constituye en la segunda urbe mayor poblada del país, con 848.840 habitantes (Censo 2012), fue denominada de distintas formas antes de su nacimiento legal y oficial. Así, en la época precolonial fue conocida como Alturas de Chacaltaya e Ichu Kollu; en la colonia como Altos de Nuestra Señora de La Paz y Altos de Batalla; y en la república, como Altos de La Paz, Ceja,Cruz Pata y El Alto de La Paz.
La ciudad de El Alto pasó de ser una zona rural a una zona suburbana en un proceso de varios siglos, para dar el salto de zona suburbana a ciudad en pocas décadas.
A principios del Siglo XX, el servicio del ferrocarril jugó un papel importante en el dinamismo del transporte en ese importante espacio geográfico. La vía férrea Guaqui-La Paz inició sus operaciones en 1903 y en 1906 estrenó el tramo El Alto-La Paz. Más tarde, en 1913, funcionaba el ferrocarril Arica-La Paz, con paso forzoso por El Alto. Y en 1917, se construyó el ferrocarril La Paz-Viacha, que también atravesaba por la futura ciudad.
En esa primera mitad del Siglo XX, la mayor parte de las tierras de ese sector estaba en propiedad de terratenientes de la élite paceña como: Adrián Castillo, Raúl Jordán, Francisco Loza, Jorge Rodríguez, Vicente Tejada, Julio Téllez y la familia Zalles, los mismos que iniciaron gestiones para urbanizar “sus propiedades”. Terrenos (haciendas) que alternaban sus espacios con algunos ayllus y tierras comunales como Charapaqui, Qullpani, Yunguyo, Ingenio, Kupilupaqa, San Felipe de Seque y Jucchu Sirka, y algunas instituciones estatales y privadas.
Volviendo a lo de las gestiones urbanizadoras, Julio Téllez por ejemplo, fundó la urbanización de Villa Dolores (el nombre de su esposa) en una pequeña parte de su extensa propiedad; siendo la fecha de su creación el 14 de septiembre de 1942, claro, todavía como parte del radio urbano de La Paz. Pero esta naciente Villa tropezó desde sus inicios con la carencia de agua potable; entonces sus pobladores se vieron obligados a transportar agua diariamente desde la Zona Munaypata (ladera oeste de la ciudad de La Paz) y desde las instalaciones de las empresas de ferrocarril. Así empezaba la historia de las centenas de urbanizaciones que hoy conforman la ciudad de El Alto.
En ese mismo año, en el gobierno de Enrique Peñaranda, se aprobó la Ley de 24 de octubre de 1942 que decretaba: “Artículo 1. Se incorporan a la ciudad de La Paz: Obrajes y sus jurisdicciones de Calacoto, Irpavi, Seguencoma y Villa Hugo Zalles”. (1) Esta última villa, “perteneciente” a dicha familia, formaba parte de El Alto de La Paz. Años mas tarde, en 1947, esta villa sería incluida por primera vez en un plano levantado por la oficina de Urbanización de la Alcaldía Municipal de La Paz.
Poco tiempo después, en 1950, se creaba oficialmente la Zona 16 de Julio, al aprobarse la planimetría sobre terrenos del mencionado hacendado Jorge Rodríguez.
En los años 60 empezaron a formarse los ejes de conurbación (unión de áreas metropolitanas); situándose las mayores cantidades de población a lo largo de la carretera a Viacha, carretera a Oruro y carretera Panamericana.
En 1962, el Consejo Nacional de Vivienda adquirió los terrenos de la exhacienda del también mencionado Vicente Tejada, y licitó la construcción de las primeras 365 viviendas tipo, que fueron entregadas a los adjudicatarios en 1966, consolidándose así la Zona Ciudad Satélite. De esa forma, a fines de la década de 1970, los barrios y villas de la emergente ciudad eran ya cerca de 140.
Pero habría que esperar hasta la década de 1980, que fue el periodo de mayor desarrollo urbano en El Alto por el incremento del flujo migratorio desde el altiplano y desde los centros mineros hacia La Paz, para que recién obtenga su carácter jurisdiccional propio. Entre las principales causas para la “creación” de la ciudad resalta “el empuje de sus pobladores que, por su propio origen, tenían un desarrollado sentimiento de solidaridad de clase, acción comunal e intereses zonales comunes, ante la dramática realidad de marginalidad urbana en que vivían, además de un agudo sentimiento de abandono con relación al Estado centralista, que transmitía el mensaje de que los servicios básicos y la seguridad pública sólo llegarían cuando hubieran sido satisfechas las necesidades de la hoyada.
El empuje de los pobladores se vería reforzado por la llegada de ex-mineros, conformando un complejo tejido social y político con diferentes actores sociales: juntas de vecinos, gremiales (transportistas, comerciantes, desocupados), asociaciones de mujeres (comités de amas de casa, clubes de madres, grupos de trabajo), ex-mineros (asociaciones y comités de trabajadores mineros relocalizados, grupos de ex-cooperativistas mineros, comités de amas de casa y de mujeres mineras relocalizadas) y jóvenes (centros juveniles, estudiantes de unidades educativas)”. (2)
En 1984 se creó el Frente de Unidad y Renovación Independiente de El Alto, que presentó el proyecto de autonomía administrativa. Y en 1985, un grupo de parlamentarios, con la aquiescencia del Presidente del Congreso, Julio Garrett, propusieron y aprobaron la creación de una ciudad jurídicamente separada y distinta de La Paz con el nombre de El Alto; abriendo un nudo de problemas al crear la urbe más pobre y con el mayor crecimiento demográfico del país.
De esa manera, en el segundo gobierno (1982-1985) de Hernán Siles Zuazo, el Congreso Nacional de la República aprobó la Ley 728 de 6 de marzo de 1985:
“Artículo 1. Créase la Cuarta Sección Municipal de la Provincia Murillo con su Capital El Alto de La Paz, del Departamento de La Paz.
Artículo 2. Son sus límites: Al Norte, con el Cantón Zongo, de la Tercera Sección de la Provincia Murillo, al Sur, con el Cantón Viacha de la Provincia Ingavi, al Este con la Ceja de El Alto de la ciudad de La Paz, y al Oeste, con el Cantón de Laja de la Segunda Sección de la Provincia Los Andes”. (3)
Posteriormente, en el cuarto gobierno (1985-1989) de Víctor Paz Estenssoro, El Alto adquirió ya la condición de ciudad en virtud de la Ley 1014 de 26 de septiembre de 1988:
“Artículo Único. Elévase a rango de ciudad a la población de El Alto de La Paz, Capital de la Cuarta Sección Municipal de la Provincia Murillo del Departamento de La Paz”. (4)
Así nació “legal y oficialmente” la ciudad de El Alto; que al momento de revisar su historia ya sea anterior o posterior a dichas fechas, es como revisar la historia misma de la ciudad y departamento de La Paz por losineludibles nexos territoriales y políticos que los unen.
Notas:
(1) Costa, Rolando. El mito del orden territorial. Tomo II. Compilación de las disposiciones legales en materia territorial. 2006. La Paz: FUNDAPPAC. p. 197.
(2) El Alto, Gobierno Municipal. PAR. El Alto: 9 aspectos que configuran la ciudad. 2005. El Alto: PAR. pp. 19-20.
(3) Costa, Rolando, ob. cit., p. 323.
(4) Ibid, p. 360.En caché - Similares
La ciudad de El Alto pasó de ser una zona rural a una zona suburbana en un proceso de varios siglos, para dar el salto de zona suburbana a ciudad en pocas décadas.
A principios del Siglo XX, el servicio del ferrocarril jugó un papel importante en el dinamismo del transporte en ese importante espacio geográfico. La vía férrea Guaqui-La Paz inició sus operaciones en 1903 y en 1906 estrenó el tramo El Alto-La Paz. Más tarde, en 1913, funcionaba el ferrocarril Arica-La Paz, con paso forzoso por El Alto. Y en 1917, se construyó el ferrocarril La Paz-Viacha, que también atravesaba por la futura ciudad.
En esa primera mitad del Siglo XX, la mayor parte de las tierras de ese sector estaba en propiedad de terratenientes de la élite paceña como: Adrián Castillo, Raúl Jordán, Francisco Loza, Jorge Rodríguez, Vicente Tejada, Julio Téllez y la familia Zalles, los mismos que iniciaron gestiones para urbanizar “sus propiedades”. Terrenos (haciendas) que alternaban sus espacios con algunos ayllus y tierras comunales como Charapaqui, Qullpani, Yunguyo, Ingenio, Kupilupaqa, San Felipe de Seque y Jucchu Sirka, y algunas instituciones estatales y privadas.
Volviendo a lo de las gestiones urbanizadoras, Julio Téllez por ejemplo, fundó la urbanización de Villa Dolores (el nombre de su esposa) en una pequeña parte de su extensa propiedad; siendo la fecha de su creación el 14 de septiembre de 1942, claro, todavía como parte del radio urbano de La Paz. Pero esta naciente Villa tropezó desde sus inicios con la carencia de agua potable; entonces sus pobladores se vieron obligados a transportar agua diariamente desde la Zona Munaypata (ladera oeste de la ciudad de La Paz) y desde las instalaciones de las empresas de ferrocarril. Así empezaba la historia de las centenas de urbanizaciones que hoy conforman la ciudad de El Alto.
En ese mismo año, en el gobierno de Enrique Peñaranda, se aprobó la Ley de 24 de octubre de 1942 que decretaba: “Artículo 1. Se incorporan a la ciudad de La Paz: Obrajes y sus jurisdicciones de Calacoto, Irpavi, Seguencoma y Villa Hugo Zalles”. (1) Esta última villa, “perteneciente” a dicha familia, formaba parte de El Alto de La Paz. Años mas tarde, en 1947, esta villa sería incluida por primera vez en un plano levantado por la oficina de Urbanización de la Alcaldía Municipal de La Paz.
Poco tiempo después, en 1950, se creaba oficialmente la Zona 16 de Julio, al aprobarse la planimetría sobre terrenos del mencionado hacendado Jorge Rodríguez.
En los años 60 empezaron a formarse los ejes de conurbación (unión de áreas metropolitanas); situándose las mayores cantidades de población a lo largo de la carretera a Viacha, carretera a Oruro y carretera Panamericana.
En 1962, el Consejo Nacional de Vivienda adquirió los terrenos de la exhacienda del también mencionado Vicente Tejada, y licitó la construcción de las primeras 365 viviendas tipo, que fueron entregadas a los adjudicatarios en 1966, consolidándose así la Zona Ciudad Satélite. De esa forma, a fines de la década de 1970, los barrios y villas de la emergente ciudad eran ya cerca de 140.
Pero habría que esperar hasta la década de 1980, que fue el periodo de mayor desarrollo urbano en El Alto por el incremento del flujo migratorio desde el altiplano y desde los centros mineros hacia La Paz, para que recién obtenga su carácter jurisdiccional propio. Entre las principales causas para la “creación” de la ciudad resalta “el empuje de sus pobladores que, por su propio origen, tenían un desarrollado sentimiento de solidaridad de clase, acción comunal e intereses zonales comunes, ante la dramática realidad de marginalidad urbana en que vivían, además de un agudo sentimiento de abandono con relación al Estado centralista, que transmitía el mensaje de que los servicios básicos y la seguridad pública sólo llegarían cuando hubieran sido satisfechas las necesidades de la hoyada.
El empuje de los pobladores se vería reforzado por la llegada de ex-mineros, conformando un complejo tejido social y político con diferentes actores sociales: juntas de vecinos, gremiales (transportistas, comerciantes, desocupados), asociaciones de mujeres (comités de amas de casa, clubes de madres, grupos de trabajo), ex-mineros (asociaciones y comités de trabajadores mineros relocalizados, grupos de ex-cooperativistas mineros, comités de amas de casa y de mujeres mineras relocalizadas) y jóvenes (centros juveniles, estudiantes de unidades educativas)”. (2)
En 1984 se creó el Frente de Unidad y Renovación Independiente de El Alto, que presentó el proyecto de autonomía administrativa. Y en 1985, un grupo de parlamentarios, con la aquiescencia del Presidente del Congreso, Julio Garrett, propusieron y aprobaron la creación de una ciudad jurídicamente separada y distinta de La Paz con el nombre de El Alto; abriendo un nudo de problemas al crear la urbe más pobre y con el mayor crecimiento demográfico del país.
De esa manera, en el segundo gobierno (1982-1985) de Hernán Siles Zuazo, el Congreso Nacional de la República aprobó la Ley 728 de 6 de marzo de 1985:
“Artículo 1. Créase la Cuarta Sección Municipal de la Provincia Murillo con su Capital El Alto de La Paz, del Departamento de La Paz.
Artículo 2. Son sus límites: Al Norte, con el Cantón Zongo, de la Tercera Sección de la Provincia Murillo, al Sur, con el Cantón Viacha de la Provincia Ingavi, al Este con la Ceja de El Alto de la ciudad de La Paz, y al Oeste, con el Cantón de Laja de la Segunda Sección de la Provincia Los Andes”. (3)
Posteriormente, en el cuarto gobierno (1985-1989) de Víctor Paz Estenssoro, El Alto adquirió ya la condición de ciudad en virtud de la Ley 1014 de 26 de septiembre de 1988:
“Artículo Único. Elévase a rango de ciudad a la población de El Alto de La Paz, Capital de la Cuarta Sección Municipal de la Provincia Murillo del Departamento de La Paz”. (4)
Así nació “legal y oficialmente” la ciudad de El Alto; que al momento de revisar su historia ya sea anterior o posterior a dichas fechas, es como revisar la historia misma de la ciudad y departamento de La Paz por losineludibles nexos territoriales y políticos que los unen.
Notas:
(1) Costa, Rolando. El mito del orden territorial. Tomo II. Compilación de las disposiciones legales en materia territorial. 2006. La Paz: FUNDAPPAC. p. 197.
(2) El Alto, Gobierno Municipal. PAR. El Alto: 9 aspectos que configuran la ciudad. 2005. El Alto: PAR. pp. 19-20.
(3) Costa, Rolando, ob. cit., p. 323.
(4) Ibid, p. 360.En caché - Similares
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