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domingo, 12 de abril de 2015

Melgarejo, el espíritu del tirano

La calavera del general Mariano Melgarejo llegó al Centro Luz, Amor y Esperanza de la ciudad de La Paz en diciembre de 1997. Los “hermanos” que asisten a las sesiones espiritistas la recibieron con una solemne misa de almas y la entonación del himno nacional boliviano. Allí permaneció en un pequeño altar hasta enero de 1998, cuando fue trasladada a su pueblo natal, Tarata, en Cochabamba. Actualmente, el altar del centro tiene un retrato pintado de Melgarejo y las personas que asisten a las sesiones aseguran que este lugar, junto al Palacio de Gobierno y Tarata, son los preferidos del espíritu del general tirano de la historia del país.

Rubén Inofuentes fue el encargado de informar sobre la llegada de Melgarejo a los habitantes tarateños. Todos se movilizaron para los preparativos: la Escuela de Sargentos Maximiliano Paredes se dedicó a homenajearla con saludos militares; la Iglesia celebró una misa de almas y la población entera se reunió para recibir a los “hermanos del centro” que acompañaron el traslado. La calavera fue acogida con los honores que corresponden a un general y expresidente de Bolivia.

Desde entonces es uno de los mayores atractivos del pueblo. La “camba calavera” conserva la larga y tupida barba del general y tiene los dos agujeros-huellas de las balas que Aurelio Sánchez le disparó. El escritor tarateño Alberto Iriarte explica que muchos espiritistas, bolivianos y peruanos, llegan a visitarlo cada 13 de abril para festejar su nacimiento y cada 23 de noviembre para recordar el día de su muerte. Y para que no la observen, el sacerdote de la iglesia determinó taparla con una bandera boliviana. A partir de ahí es el personaje convocado desde el más allá.

Católico y militar

Manuel Mariano Melgarejo (13 de abril de 1820 - 23 de noviembre de 1871)) nació en la doctrina de Toco, perteneciente al pueblo de Tarata del departamento de Cochabamba. Durante su infancia fue educado por el cura Antezana, párroco de Tarata, quien le inculcó su reconocida fe católica. Luego vino su fascinación por la vida militar, cuando el oficial Mariano Montalvo lo reclutó al cuartel de Lampa, donde después de tres años de estudio alcanzó el grado de sargento. Este hombre público sería recordado como un tirano que tuvo debilidad por el amor y la borrachera.

La historia oficial creó muchos mitos sobre Melgarejo; se dice que llegó al Palacio de Gobierno el 28 de diciembre de 1864 bajo el grito de “o me seguís coraceros o me destapo los sesos”. Allí no solo derrocó al general José María Achá, presidente entre 1861-1864, sino que puso fin a la vida del “Tata Belzu”, caudillo que luchó contra la propiedad privada y que gobernó al país de 1848 a 1855.

El gobierno de Melgarejo se caracterizó por sus políticas feudales en el altiplano y la Amazonía, entre éstas resalta la Ley de Exvinculación de 1866 que convirtió a las comunidades en haciendas y el Tratado de Ayacucho de 1877, que negoció la venta de más de 100.000 kilómetros cuadrados del Acre boliviano al gobierno brasileño, comprometido a la construcción del ferrocarril Madeira-Mamoré.

Las barricadas paceñas derrocaron a Melgarejo el 15 de enero de 1871. Esa misma noche escapó hacia el Desaguadero y siguió su marcha hasta la ciudad de Arequipa. Mientras tanto su pareja, Juana Sánchez, quedó como prisionera del gobernante Agustín Morales. El escritor Vicente Terán (1980) relata que la libertad de “la Juanacha” le costó a Melgarejo 30.000 pesos, y que desde el encuentro que tuvieron en Tacna hasta que fue asesinado en Lima solo recibió el rechazo de ella.

Este gran amor lo llevó a la muerte el 23 de noviembre de 1872, día en que el hermano de Juana Sánchez, José Aurelio, le “destapó los sesos” con dos tiros de revólver cuando éste intentaba volver a verla. Un final de tragedia detrás del poder. En 1914, Isaac Tamayo, exsecretario de Melgarejo, bajo el seudónimo de Thajmara, asumió su defensa haciéndolo comparecer en una sesión espiritista. Melgarejo entabló una conversación a través del médium Enrique, y explicó a Tamayo que la coyuntura política de la época lo llevó a la tiranía de su sexenio. El libro titulado Habla Melgarejo describe que el espiritismo se practica en Bolivia desde antes de 1870 y quien hizo escuela en esta materia fue Mr. Rand, un gringo alto, flaco y jorobado que era contador del Banco Boliviano y que invocaba a los espíritus cada vez que le venía en gana “para absorber grandes cantidades de aquellos en forma de ron o ginebra”. El espiritismo es una práctica religiosa que sostiene que es posible entablar comunicación con el alma de un muerto a través de un médium.

Como doctrina religiosa se autoidentifica como cristiana ya que se basa en el poder que otorga el amor para servir al prójimo. En La Paz, las sesiones espiritistas del Centro Luz, Amor y Esperanza se realizan en la calle Ballivián. Lastimosamente, quienes manejan el centro no guardan el registro de la fecha de su creación, pero recuerdan que hace 50 años se ubicaba en la calle Juan de la Riva. Estas sesiones reservadas se efectúan los sábados y asisten alrededor de 60 personas. Las mismas se inician con la celebración de una misa católica, posteriormente el secretario del centro, el hermano Wálter Saavedra Miranda, se encarga de agendar citas con los espíritus médicos, guías espirituales o algún familiar en particular. Se ofrecen rezos y cantos para que la llegada de los espíritus sea alegre y activa.

Para el catolicismo, Dios es el único que puede decidir sobre el paso de la vida a la muerte y sobre el paso de la muerte a la vida. Por eso no es casualidad que el primero en presentarse durante las sesiones espiritistas sea San Lázaro, a quien Jesús resucitó de la muerte. Dentro del centro, no solo son los hermanos quienes aseguran que el espiritismo es cosa de Dios; sino que hasta el mismo Melgarejo da gracias a Dios por haberle permitido encontrar el camino del espiritismo para ayudarnos. La hermana Flora Villagómez, directora del centro, explica que las almas de los asesinados fueron abruptamente cortadas de una existencia de expiación y misión cristiana. Éstas no pueden reencarnar normalmente y el sufrimiento que les ocasionó su muerte las lleva a ayudar a quienes sufrimos en vida.

El espiritismo es una manera de plasmar nuestros deseos espirituales sobre la muerte. La experiencia de Melgarejo, al haber sido sometido a la tortura física y social, creó un contradiscurso que desmitifica al antihéroe, lo reivindica y le permite habitar un alegato mágico que traspasa lo verdadero y lo falso; en palabras del investigador Michael Taussig (1987): “El espacio de muerte es importante en la creación de significado y de conciencia, y en ninguna parte tanto como en las sociedades donde la tortura es endémica y donde florece la cultura del terror. Podemos pensar el espacio de muerte como el umbral que permite, tanto la iluminación como la extinción. A veces, una persona lo traspasa y vuelve a nosotros para contarnos el cuento”.

Las sesiones espiritistas para invocar a Melgarejo se realizan en los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. En el centro espiritista de La Paz, cuando “el hermano Mariano” posesiona a la médium, se presenta con un discurso patriótico, religioso y optimista. Los asistentes aseguran que le gusta que quienes comparten las reuniones lo escuchen atentamente, le conversen y lo despidan cantando Viva mi Patria Bolivia, Sandunga y en ocasiones especiales, como la pascua, el himno nacional. Los autores Ismael Sotomayor y Tomás O’Connor describen que Melgarejo festejaba su cumpleaños durante la Pascua de Resurrección, fecha movible que cae el primer domingo después de la primera luna llena del equinoccio de primavera.

En la cosmovisión andina se dice que los militares que hicieron daño en vida tienen el poder de ayudar a los vivos, por eso “Mariano Melgarejo con tantas cosas que ha hecho cuando era presidente, ahora quiere ayudar a los pobres. Es una persona que si antes ha sido mala ahora quiere que lo vean con todo respeto”, dice Villagómez. En el imaginario social boliviano, el personaje como creación cultural delata que nuestro inconsciente político no adquirió una conciencia civil ante el morbo dictatorial. Al parecer, las políticas populares de los militares que como Mariano Melgarejo y René Barrientos financiaron grandes festines y jolgorios (al primero le encantaba festejar el día de la pascua en toda Bolivia y al segundo le gustaba donar vestimenta militar a las vírgenes y santos) crearon jerarquías sociales en nuestra cultura. Por eso, a pesar de la paz neoliberal que se resguarda en los derechos humanos, dentro de nuestra sociedad, el servicio militar continúa consolidando una identidad nacional que es motivo de orgullo y patriotismo.

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