Buscador

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los hijos desconocidos de la Guerra del Chaco

La Guerra del Chaco nos trajo desgracias. Muchos emigraron por su culpa, se fueron a Paraguay y ya no volvieron”, lamenta el asambleísta departamental Vicente Ferreira cuando se le pregunta sobre su pueblo, un lugar llamado Samu’ uguate que se encuentra en Villa Montes-Gran Chaco y que es el único territorio que habita esta etnia.
En Samu’ uguate el calor supera los 40 grados y la pobreza se percibe a kilómetros. Los escasos árboles son codiciados para cubrirse del sol, los niños juegan sin importarles los problemas cotidianos y los hombres adultos, para esta época, ya han dejado el pueblo en busca de sustento económico.
Sin embargo, y pesar de todo, nada ha podido borrar la sonrisa de los pobladores del lugar, quienes caminan descalzos por el duro suelo de tierra, el cual les ha costado recuperar.
En la actualidad, algo más de cien tapietes-entre ellos 30 niños- son los sobrevivientes de una oscura época que ha pasado factura a su pobreza. Detrás de sus sonrisas se oculta una historia de muertes, de lucha y de supervivencia.
La Guerra del Chaco, la más importante en América del Sur del siglo XX, enfrentó a Bolivia y a Paraguay por los límites del llamado Chaco boreal (norte) del Gran Chaco, y en ella murieron unos 60.000 bolivianos y 30.000 paraguayos.
Durante este conflicto bélico, los tapietes “fueron fusilados por soldados de los dos países”, posteriormente el pueblo se vació más debido a que algunos se fueron a trabajar a la zafra argentina y ya no regresaron. “Pero a pesar de todo, continuamos viviendo en esta tierra”, dice Ferreira apenado y dispuesto a revelar los detalles de su lucha.
El departamento de Tarija tiene reconocidos, dentro de su estructura, a tres pueblos indígenas: Guaraní, Weenhayek y Tapiete, los dos primeros son los más numerosos y los más conocidos por la población. De este último poco se sabe.

Pasajes de una dura historia
Según el estudio del antropólogo Wigberto Rivero Pinto, la cartografía del siglo XVIII sitúa a los tapietes en lugares alejados del río Pilcomayo de Tarija, hacia el este, en dirección al Paraguay. Fue recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX que sus asentamientos fueron asediados por misioneros franciscanos y por criollos-mestizos que ingresaron a la región.
De acuerdo a datos históricos recolectados por El País eN y confirmados por Ferreira, a mediados del anterior siglo, la religión evangélica de la mano de los misioneros suecos, conquistó a los tapietes, quienes dejaron atrás su cultura basada en la magia, las bebidas, la danza y la coca. Hoy, y como herencia, los tres pueblos indígenas del Gran Chaco (Guaraní, Weenhayek y Tapiete) están siendo educados bajo las premisas de la enseñanza sueca en escuelas que estos foráneos fundaron.
Pero el hecho sangriento que marcó la vida de la etnia llegó en 1932, según lo expresa Ferreira. Se trata de la Guerra del Chaco, acontecer histórico que puso contra la pared a los tapietes, quienes intentaron escapar para evitar participar en un enfrentamiento, cuyas razones desconocían. Algunos lograron huir y otros murieron.
Se cuenta que durante su huida los confundieron con espías, razón por la que fueron fusilados. Hubo quienes incluso ayudaron con sus barcazas a trasladar al Ejército por el Pilcomayo. Empero, de la participación de los tapietes en la guerra ya casi nadie se acuerda, sólo quedan algunos rastros, que se han convertido en testigos mudos de la historia.
Un recuerdo de este sangriento episodio se levanta a 20 kilómetros de Samu’ uguate, donde hay cientos de cruces plantadas en el piso. “Allí están los antepasados”, dice Ferreira. El lugar es llamado Curirenda o Tierra de Cruces. Un sitio para que los tapietes no olviden su historia de dolor.
Pero más allá de esto, el asambleísta revela que cuando terminó la guerra, los pocos que quedaron volvieron a sus tierras, mas aún éstas ya habían sido ocupadas por mestizos, los cuales se convirtieron en grandes ganaderos y sometieron a los tapietes al “peonazgo”. Muchos años después se organizaron y se liberaron de este sometimiento.
Hoy sus territorios se extienden por toda la región del Chaco: en Argentina, Bolivia y Paraguay. En Argentina se encuentran en las aldeas de Tartagal y Mosconi; en Bolivia sólo en Samu’ uguate y en Paraguay en las de Curvita y La Merced. Según Ferreira la mayoría de los tapietes se fue a Paraguay.
No obstante, en Bolivia, su lucha por recuperar su tierra permaneció entre sus demandas durante décadas. Así, en el año 2000 el pueblo Tapiete se convirtió en la primera etnia que consolidó una Tierra Comunitaria de Origen (TCO) con una superficie de 24.840 hectáreas.
Samu’ uguate en la actualidad
En Samu’ uguate ya no hay ancianos, por lo tanto ya no hay quienes relaten las leyendas de sus antepasados o conserven sus tradiciones y normas de convivencia. Pero a pesar de esta ausencia, los jóvenes aún guardan con dolor los relatos de sus padres.
“Ya no hay gente mayor en el pueblo, así que ya no se practican muchas costumbres antiguas. Ahora vivimos puros jóvenes y aunque no se hagan las cosas de antes, al menos tratamos de enseñarlas”, explica Ferreira.
El asambleísta calcula que en el pueblo hay en promedio 65 mujeres, 30 niños y 70 hombres. Al concluir el cálculo lamenta que sus hermanos se hayan ido a Argentina y al Paraguay, empero revela que tienen la esperanza de su regreso, pues de Argentina ya tuvieron algunos retornos.
“La migración se debe a la Guerra del Chaco”, insiste Ferreira y destaca que “los tapietes en Bolivia han sufrido bastante por sus tierras”. “Vivíamos trabajando para terceros, éramos empleados. Todo a causa de la guerra”, recuerda, más aún su rostro apenado se llena de orgullo cuando explica que en la actualidad lograron recuperar parte de su territorio.
Para esta tarea se aliaron en un inicio con los weenhayeks y luego con los guaraníes. De esta manera, los tapietes fueron los primeros que obtuvieron su Tierra Comunitaria de Origen. Actualmente sus 24.840 hectáreas se dividen en dos áreas discontinuas de 17.921 y 6.918 hectáreas ubicadas en la provincia Gran Chaco.
Sin embargo, esto no fue suficiente para este pueblo, pues en la década de los 90 sus hombres se organizaron con el objetivo de mejorar la condición de vida de sus habitantes. “Empezamos la vida orgánica y dirigencial a la cabeza de dirigentes que ya no están pero que nos han dejado un camino abierto para los jóvenes”, cuenta Ferreira y añade que no ha sido fácil comenzar “a pelear por las demandas de su pueblo”.
Hasta la fecha, gracias a su organización, se consolidaron varios avances. Así en el año 2014 la dirigencia logró la instalación de alcantarillado, la dotación de agua y la instalación de luz en las viviendas. Sumado a esto se consiguió la construcción de 30 viviendas sociales, proyecto que se efectuó con contraparte del Ministerio de Vivienda, la Gobernación y la Subgobernación.
Lo que no poseen en el pueblo es gas domiciliario pero sobre esto tienen un acuerdo que indica que si bien no llega este beneficio a Samu’ uguate, se dotará de garrafas a los habitantes. Este plan aún no fue cumplido, por lo que en la actualidad cocinan a leña.
Sin embargo, hay otro hecho que ha cambiado la forma de vida de los tapietes, se trata de la sequía que impera en el Chaco, pues ésta ha terminado con la tradición recolectora del pueblo.
Antiguamente sus habitantes poseían parcelas que se ubicaban detrás de sus viviendas, donde se sembraban hortalizas y cereales. Su tradición recolectora tomaba fuerza de octubre a noviembre, meses en los que niños y mujeres acumulaban el fruto del algarrobo en sus llicas; añadido a esto las mujeres recogían miel en el bosque a muy tempranas horas.
“Si hablamos de agricultura es mentir”, dice el asambleísta con tono resignado al tiempo que revela que hoy optaron por la ganadería, pues crían algunas vacas, chanchos y chivos. Esta actividad les sirve sólo para sobrevivir, ya que no tienen las condiciones para comercializar estos productos. Otra actividad es la pesca en el río Pilcomayo.
El resto del año, cuando ya no pueden realizar estas actividades, los hombres salen a la ciudad en busca de otros trabajos mientras las mujeres se quedan solas en el pueblo al cuidado de los hijos.
La organización y vida dirigencial
Hasta 1990, los tapietes trabajaban el campo para hacendados de la región. Pero ese año se organizaron en una Asamblea para enfrentar a los ganaderos invasores e impulsar su propia economía.
El inicio de la vida dirigencial en el pueblo fue difícil, debido a que sus dirigentes no eran escuchados por las autoridades de turno. De esta manera, se sintieron marginados y olvidados a lo largo de la historia. Pero la lucha fue constante y en la actualidad su organización ya tiene 25 años.
Según sus habitantes, al ser el pueblo Tapiete una sola comunidad, en Bolivia posee una sola autoridad superior que es el Capitán Grande, luego le sigue el segundo Capitán Grande y el Secretario. Dichas autoridades se elijen de acuerdo a los usos y costumbres del pueblo.
De acuerdo a Ferreira, la elección se realizaba cada dos años, más aún las últimas autoridades se mantienen ya por cuatro años. “Hacemos una evaluación cada mes de noviembre cuando es nuestra asamblea. Ahí presentamos informe, no sólo del capitán sino de todos”, explica.
Agrega que para estos cargos pueden postularse todos aquellos que tengan cumplidos los 18 años o sobrepasen esta edad. Detalla que el primer capitán fue Daniel Valientes en el año 1990, posteriormente en 1993 entró su padre Tomás Ferreira y en la actualidad el capitán es su hermano, José Luis Ferreira.
“Fallece mi papá hace cuatro años y automáticamente sube mi hermano”, dice y añade que en la cultura tapiete la vida dirigencial es una cadena familiar.
Otro reto para este pueblo fue su representación en la Asamblea Legislativa Departamental, Ferreira revela que para su pueblo esta experiencia fue muy novedosa, pues ahora debían trabajar con “políticos antiguos”. “Para mí ha sido difícil estar rodeado de gente profesional. A mí me sucedió que pensaba mucho cuando quería opinar”, afirma.
Respecto a los proyectos que logró como asambleísta cita la electrificación, el agua en los domicilios a través de la excavación de pozos profundos y el proyecto de viviendas. Pero resalta que un objetivo pendiente se inscribe en el sector de salud, pues Samu’ uguate no cuenta con un centro médico por lo que sus habitantes deben ir hasta el municipio de Villa Montes para ser atendidos. El viaje dura en promedio tres horas y media.
“Teníamos un proyecto pero el alcalde anterior no ha sabido ejecutarlo. Cuando fuimos a preguntar dónde está la plata nos encontramos que esa plata la habían destinado para otro beneficio”, cuenta resignado.
El retorno al pueblo
Para las estadísticas y para Ferreira el pueblo Tapiete en Bolivia está en proceso de crecimiento, sobre todo porque según señala muchos de sus antiguos pobladores están regresando de la Argentina y del Paraguay.
“Tenemos la esperanza de que nuestros parientes vuelvan de Paraguay, donde hay muchas comunidades tapietes”, dice y detalla que antes no estaban organizados, pues se trataba de un solo pueblo grande, que debido a los hechos históricos tuvo que dispersarse.
Pero hoy Vicente Ferreira asegura que su pueblo está en proceso de crecimiento y se niega a que se diga que su etnia está en peligro de extinción. “A veces la gente exagera, decían pa que representante pal pueblo tapiete si es chiquito. Pero somos un pueblo y nos hemos basado en la Constitución”, concluye.

El casamiento convenidob en el pueblo

No hay comentarios:

Publicar un comentario