Aunque como en la mayoría de los Señoríos
existe un conflicto entre lo que el área que
cubren se considera una unidad cultural y los
restos arqueológicos intentaremos relacionar
la información histórica con la arqueológica.
Los chichas formaron una agrupación social
integrada por una serie de grupos corporativos
con diversas etnicidades conocidas como tales
recién a partir del siglo XVI. Tienen como elemento
común el papel activo que desempeñaron
en la resistencia a los grupos chiriguanos. En el
periodo que nos ocupa se caracteriza n por una gran dispersión étnica aunque compartían como
indicador característico el material cerámico
definido como estilo chicha y/o Yavi. El estilo
Yavi-Chicha se caracteriza por una cerámica
de colores claros (naranja, rojo, morado,ante)
con inclusiones blancas, cubierto de un engobe
claro, anaranjado, rojo, morado y decorado con
complejos motivos geométricos. Ha sido reportada
para la región de Lípez, el valle del San Juan
del Oro y el Altiplano de Sama. Sin embargo, la
cerámica del Valle de Tarija pertenece a cánones
decorativos y tecnológicos muy diferentes y
en las regiones al Norte, el estilo Yavi-Chicha
no está presente en el Período de Desarrollos
Regionales Tardíos (Beierlein, 2008).
Los datos etnohistóricos acerca de los límites
del territorio chicha son muy limitados pero de
los datos obtenidos se puede rescatar la idea de
que los caciques chichas ejercían un cierto grado
de dominación sobre grupos chilenos, especialmente
en el área de Atacama (Beierlein, 2008).
Limitaban con diaguitas, juries, moyomoyos,
umaguacas, casabindos y chiriguanos; es por esta
razón que se los considera como la puerta de
entrada a los territorios chiriguanos. De hecho
el documento colonial conocido como memorial
de Charcas sostiene que entre otros, los chichas
se encontraban “en las fronteras y guarniciones
en las fortalezas contra los chiriguanaes”.
Michel (2006) planteó la hipótesis que la
sociedad chicha se desarrolló inicialmente en
el altiplano y valle de Tarija, constituyendo una
identidad particular desde el periodo Formativo
habiendo encontrado yacimientos de recolectores
y cazadores en la zona del altiplano de Sama.
Desde allí se expandieron hacia el Noroeste
Argentino y hacia los Lípez y las costas del
Pacífico
mediante complejos sistemas de caminos
y caravanas de llamas unidos por centros
poblacionales. Por su parte Krapovickas (1989)
cree que el centro de la tradición cultural chicha
estaría en la región de Tupiza.
Figura 88.
La expansión inca que se produjo, durante el
reinado de Tupac Inca Yupanqui (1470), no tuvo
características de ser pacífica. Por el contrario, la
reacción ante el avance del Imperio provocó considerables
conflictos que dejaron en evidencia la
capacidad guerrera de los chichas y favoreciendo
el surgimiento de elites locales particularmente
relacionadas con lo militar. Entonces la presencia
inca rediseñó la estructura social. Los chichas
tuvieron un trato preferencial por parte de los incas,
quienes los nombraron Orejones Chichas; esta
alianza final revestía una importancia particular:
garantizaba la paz en los márgenes del Imperio
(Rodríguez, 2011).
Es posible que la política empleada por el
Tawantinsuyu haya desestructurado importantes
redes de interacción a través de la imposición
de límites territoriales y fronteras. La presencia
incaica asumió también un carácter de vigilante
en la zona, cuyo objetivo era contener la latente
amenaza de los habitantes del llano.
Ubicados en la región denominada área Meridional
Andina que se extiende desde el altiplano
Sur y valles mesotermos de Bolivia hacia el Noroeste
argentino, los chichas habitaron una serie
de valles interandinos que cortan transversalmente
las serranías de montaña y comunican los valles
con la región de la puna altiplánica al Oeste, y
Tierras Bajas del Chaco al Este. Se distinguen
por tener alturas entre los 2200 y 3200 m.s.n.m.
presentando climas benignos y cálidos; de este
modo la economía chicha tuvo un importante
potencial agrícola. Estos valles constituyen una
parte extensa de la cuenca del río San Juan del
Oro, afluente del Pilcomayo (Rodríguez, 2011).
Estudios de arqueología sugieren que las
ocupaciones chichas se ubican en las gargantas de
ríos y rutas de tránsito natural. En este sentido,
los chichas se presentan principalmente como un
área de contacto entre distintas regiones ecológicas.
Según Zanolli (1995) el territorio era vivido
como una frontera ecológica y a la vez cultural pues limitaba también con los chiriguanos de las
Tierras Bajas. Cuándo éstos avanzaron hacia los
valles altos en los otros márgenes limitaban con
carangas y lipez.
Hay quienes circunscribieron la presencia
chicha exclusivamente al sureste de Bolivia (departamentos
de Tarija y parte de Potosí), en cambio
otros autores consideran la existencia de una cuña
étnica que desde Bolivia se habría extendido sobre
territorio argentino llegando hasta la localidad
de Casabindo, donde habrían estado en contacto
directo con los diaguitas. La extensión de su territorio
comprendía las localidades de Talina, Tupiza,
Gran Chocaya, Santiago de Cotagaita, Calcha,
Esmoraca, Vitichi y Suipacha (Rodríguez, 2011).
Pese a la ambigüedad existente en la jurisdicción
del territorio chicha, se puede establecer que
ocuparon una región que abarcaba desde Tarija
hasta Lípez, de Este a Oeste, y desde Cotagaita
hasta Umaguaca, de Norte a Sur. Los límites
estaban definidos por fronteras naturales como
los ríos La Quiaca y Quirhue que los separaba
de Umaguaca y el río San Juan del Oro que lo
dividió de Chuquisaca. Dentro de este territorio
se encontraban los principales poblados chichas.
Además especialmente desde el periodo inca se
constata la existencia de territorios con ocupaciones
multiétnicas los que no se pueden definir
fácilmente como chichas pero formaron una
provincia inca con este nombre.
En cuanto a la organización interna, según
la cédula de encomienda que otorgó Francisco
Pizarro en 1539, la provincia de los chichas
estaba organizada en dos parcialidades cada
una con sus autoridades. Esta cédula muestra la
situación aproximada de los chichas en momentos
finales del Imperio incaico. Se observa a los
mitimaes formando la parcialidad de hanansaya
y Zanolli (2003) cree que éstos debieron ubicarse
hacia el Sur y el Este, concretamente en
las zonas de fronteras. Aunque sobre la base
de documentos sobre encomiendas Thierry
Saignes propuso que los chichas tuvieron dos
parcialidades la una en Talina y la otra en Calcha,
por el momento, es imposible determinar
con exactitud los espacios correspondientes a
las parcialidades de hanansaya y urinsaya. La
movilización de estos mitimaes contempló,
como primera instancia, el aspecto bélico y en
menor medida el productivo.
Sin embargo, un conjunto de actividades
agrícolas, mineras y ganaderas dieron a esta
región un importante potencial económico. Los
cultivos, especialmente del maíz, constituyeron la
base de su economía aunque también la práctica
de la minería fue llevada a cabo desde tiempos
prehispánicos. Para los incas, la importancia del
territorio chicha radicaba en el potencial agrícola
y la riqueza de sus minas de plata y oro, que fueron
explotadas por los propios chichas a favor del
Estado. Cerca del río San Juan tenían minas de
oro labradas por orden de Huayna Capac cuyas
riquezas se trasladaban al Cusco.
No se tiene certeza de que los chichas hubieran
sido una unidad étnica unificada antes
de la conquista inca. Desde el punto de vista
arqueológico, Ángelo (2003) considera a los chichas
una sociedad conformada por una serie de
grupos étnicos definida mediante las relaciones
de parentesco, consanguinidad, alianzas y otros
vínculos de tipo económico. A su vez desde un
punto de vista histórico la documentación colonial
muestra una amplia diversidad étnica con
pueblos apatamas, casabindos, churumatas e incluso
lípes y atacamas ocupando espacios reconocidos
como chichas, compartiendo, como vimos,
un estilo cerámico. Los apatamas, por ejemplo,
parece que fueron un subgrupo de los chichas en
tanto que los casabindos y cochinocas se los ha
considerado unas veces como etnia chicha y otras
como atacameña y aún diaguita. Esta diversidad
sugiere que su organización no debió estar ordenada
de manera lineal sino que funcionaban sin
la necesidad de un núcleo de control estatal. Así
se explica la complejidad de sociedades sin una
estructura jerárquica y centralista..
Existen diversas teorías acerca de la lengua
hablada por los chichas. Según el Memorial de
Charcas hablaban el aymara; por el contrario,
Ibarra Grasso considera que tuvieron una lengua
propia y que adoptaron el quechua con el dominio
incaico. Respecto a la toponimia, algunos
autores llaman la atención a la frecuencia de
topónimos que presentan el prefijo “es” (Escaya,
Estarca, Esmoraca, entre otros)..
Para la década de 1570 el cura Hernán
Gonzáles realizó un proceso de “extirpación” de
cierto culto clandestino ubicado en el pueblo de
Caltama dependiente de la parroquia de Toropalca
y Caiza al Sur de Caracara sobre la frontera
con los chichas rebeldes. Se trataba de un centro
religioso hacia el cual se dirigían las peregrinaciones
de los devotos de los chichas junto a las otras
“naciones” de la provincia de Charcas. Pedían
fertilidad, salud y victoria sobre sus enemigos. El
culto de origen preincaico se centraba en varios
cerros agrupados alrededor de la mina y huaca
principal de Porco, la cual se encontraba junto
con otras cuatro, las cuales pertenecían a otros
cerros y minas de la región llamadas Cuscoma,
Chapote, Suricava y Aricava. La huaca de Porco
estaba compuesta por tres piedras que pesarían
una arroba. En la época prehispánica los altos
cerros tenían dos tipos de huaca uno en la cumbre
y otro escondido en el interior de la montaña
(Platt, Bouysse y Harris, 2006).
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