En la vida de Mango Capac, que fue el primer ynca de donde empezaron a jactarse y llamarse hijos del Sol y a tener principio la idolatría y adoración del Sol y tuvieron gran noticia del diluvio, y dicen que en él perecieron todas las gentes y todas las cosas criadas, de tal manera que las aguas subieron sobre los más altos cerros que en el mundo habían, de suerte que no quedó cosa viva excepto un hombre y una mujer que quedaron en una caja de un tambor y que al tiempo que se recogieron las aguas, el viento hechó a éstos en Tiahuanaco … y que el Hacedor de todas las cosas les mandó que allí quedasen por mitimas y que allí en Tiahuanaco, el Hacedor empezó a hacer las gentes y las naciones que en esta tierra hay … (Cristóbal de Molina, 1585)
El lago Titicaca es considerado un lugar sagrado
por todas las culturas que habitaron sus orillas,
desde los tiempos más remotos hasta el presente.
Los estudiosos de las religiones concuerdan en
que un espacio es sagrado por su directa asociación
con una o varias divinidades, un lugar
donde los seres humanos pueden comulgar con lo
divino y por tanto posee un profundo significado
religioso para sus miembros.
Desde un punto de vista geográfico y
político, el lago marca el centro del espacio y
organiza el altiplano en dos sectores simbólicos.
Constituirse en el taypi del mundo cultural
andino hace que allí se manifiesten los mitos y
se funden las bases de creencias religiosas. Los
cronistas coinciden en situar los mitos en la Isla
del Sol o Titicaca y en Tiwanaku, ubicado a pocos
kilómetros del lago. Las versiones recogidas
entre 1552 y 1653 hacen referencia a dos tipos
La impronta inca en Bolivia
(1470-1540 d. C.)
de mitos, uno de origen de los incas y otro de
creación de los hombres; a veces ambos se funden
en un solo relato, indicando que hubo un hacedor
del universo que creó el cielo y la tierra con las
diversas naciones de hombres que la habitaban
y, entre ellos, de manera especial mandaron a sus
hijos como sus mensajeros. Uno de los mitos de
creación asegura que el Sol y la Luna se refugiaron
en sus aguas, en la oscuridad, durante los días
del diluvio, y allí se encontraron los dioses que
dieron origen al mundo.
El Inca Garcilaso, mestizo de origen cusqueño,
recogió un mito que recordaban sus parientes,
indicando que el dios Sol hizo salir del lago Titicaca
a una pareja de hermanos esposos, Manco
Capac y Mama Ocllo. Ellos tenían el encargo
divino de llevar una vara de oro para establecerse
allí donde ésta se hundiese. La vara se hundió en
Cusco, donde enseñaron a tejer, sembrar maíz, a
adorar al Sol y otras actividades civilizadoras a la
gente del lugar, a quienes anunciaron su origen
divino. Algunos autores son más precisos indicando
que Manco Capac y Mama Ocllo salieron de
la Roca Sagrada de la isla Titicaca y subrayan que
antes de ellos la gente vivía sin orden ni gobierno.
El culto al Sol, entonces, dio origen a una religión
con formas más relevantes para la vida cotidiana.
Es importante señalar que el lago Titicaca era
un centro estratégico sumamente prestigioso a
nivel regional, por tanto, vincularse a este espacio
significaba para los incas la validación de su poder
simbólico y político.
Ramos Gavilán (1988 [1621]), el cronista
agustino de Copacabana, relata que los habitantes
del lugar mandaron a un sacerdote a Cusco para
solicitar la protección del Inca para este lugar
sagrado. El Inca Yupanqui (Pachacuti) fue parte de la primera dinastía en visitar el sitio. Cuenta
Ramos que cuando vio la peña sagrada, no pudo
menos que adorarla como si viera a Dios en
persona, mandando a construir allí un centro de
peregrinación.
Otros mitos hablan de cuatro parejas de
hermanos que salieron de la cueva de Pacaritambo,
cerca de Cusco. Ellos fueron Ayar
Cache-Mama Guaco, Ayar Oche [Uchu]-Cura,
Ayar Ayca-Ragua Ocllo y Ayar Manco-Mama
Ocllo. Algunos de los hermanos se quedaron en
el trayecto, quedando finalmente Manco Capac
y Mama Ocllo. En estas versiones, los personajes
se encontraban vestidos con cumbis (finísimos
textiles) y adornados con joyas y objetos de oro.
Manco Capac y Mama Ocllo, como hijos del
Sol, aparecen entonces como los fundadores de
una dinastía gobernante de origen divino, que
el mito sitúa en Tiwanaku o en la isla Titicaca,
los mismos lugares donde se sitúan los mitos de
creación del mundo. De este modo, este mito se
une al de origen de la dinastía Inca.
Los estudiosos de las religiones explican que
la solarización de los supremos inicios en todas
las religiones conecta una teología solar con una
élite gobernante, justificando el dominio de una
minoría elegida. El mito del lago Titicaca y el
de la cueva de Pacaritambo son versiones que
parecen haber sido resaltadas según se tratara
de una u otra panaca (grupo de élite) Inca. Al
parecer, esta vinculación del origen en el Titicaca
asociada a la deidad solar hizo de esta parte de
los Andes uno de los lugares más importantes
a nivel simbólico y mítico para los incas, como
se verá más adelante. De cualquier forma, estos
mitos de origen son parte de las explicaciones
para entender la conformación de uno de los
desarrollos prehispánicos más importantes de
América.
En cambio para los cronistas españoles los
incas emergieron de la oscuridad, alrededor del
siglo XV, durante el reino del Inca Viracocha y de
su hijo Pachacuti Inca Yupanqui. Estos dos líderes
habrían logrado la unificación de los diferentes
grupos étnicos que habitaban el valle de Cusco,
promoviendo una decisiva e histórica victoria
sobre sus tradicionales rivales, los chancas. Antes
de la década de 1970, ésta era la explicación más
acertada para explicar el origen de los incas.
Sin embargo, nuevas investigaciones arqueológicas
(Bauer, 1992, 1998, 2006) realizadas
en la región de Cusco durante las décadas de 1980
y 1990 ofrecen nuevas líneas de evidencia para
entender su origen. Luego de la caída del Imperio
Wari, se produjo un cambio radical en la forma de
ocupación del territorio, con el consiguiente crecimiento
de la población de la cuenca de Cusco.
Múltiples grupos étnicos, reconocidos también
a partir de los documentos coloniales, poblaron
esta próspera región. Entre ellos se encontraban
los pinahua y mohína, al Este; los chillque, masca
y tambo, al Sur; Huayllacán y Cuyo, al Noroeste,
y dos poderosos grupos: Anta y Ayarmarca, al
Oeste de Cusco (Fig. 95).
Estas poblaciones interactuaron durante el
denominado período Killke, que se desarrolló en
el Intermedio Tardío. La evidencia material registrada
es la existencia de un estilo de cerámica, al
que John Rowe (1944) denominó Killke (1000-
1400 d. C.) y que es considerado el antecedente
inmediato de la cerámica Inca en la región de
Cusco (Bauer, 2006) (Fig. 96). Múltiples muestras
fueron registradas en las excavaciones realizadas
en los sitios arqueológicos de la ciudad de Cusco,
demostrando que antes de la consolidación del
Imperio Inca existía una considerable población
identificada por el estilo cerámico Killke.
El paisaje también fue transformado, incrementando
la producción agrícola, sobre todo de
cultivos de maíz, uno de los más importantes en
la región. Este panorama ofrecía condiciones
estables para darle autonomía y poder al grupo
que lograra el control regional.
El acceso a esos recursos y la competencia
por el control territorial produjeron rivalidades
entre los grupos étnicos, haciendo que las poblaciones
entren en conflicto. Según los datos de
cronistas como Sarmiento de Gamboa (1572),
una forma de solucionar estas rivalidades para
unificar a los grupos fue la serie de matrimonios
entre miembros de las élites locales.
En opinión de los investigadores, como resultado
de los conflictos, matrimonios y alianzas
étnicas, se formó una compleja jerarquía social
y política en la región de Cusco. Así también,
la unificación y eliminación de las poblaciones
redujo la diversidad étnica y la competencia
política en el transcurso de varios siglos. Puede
decirse que la población inca es la conjunción
de múltiples etnicidades, las que participaron
indistintamente en su formación, dando como
resultado el surgimiento del Imperio Inca.
Otra línea de análisis para entender su origen
tiene que ver con la lingüística. Alfredo Torero
(1987) propone que la difusión del idioma de
los incas, el quechua, habría sido una estrategia
de los españoles. Sin embargo, los incas habrían
utilizado el aymara como idioma general en su
proceso de expansión, aspectos que resultan muy
sugerentes en cuanto a la desaparición de otros
idiomas y dialectos existentes en los Andes, previo
al proceso expansivo imperial.
De la misma manera, los cronistas del siglo XVI
relatan sobre la existencia de un idioma secreto de
los incas, el cual sólo era conocido por los más altos
jerarcas y la clase sacerdotal, asumiéndose que este
idioma pudiera haber sido el puquina. Éste es procedente
del área del Titicaca, ya que se plantea que
fue la lengua de Tiwanaku, correspondiéndose con
el mito de origen que habla del nacimiento de los
fundadores en la Isla del Sol. Entonces, es posible
que el puquina pudiera mantenerse como el idioma
de élite, debido a su importancia genealógica.
Un balance de las diferentes posturas que se
tienen para entender el origen de tan importante desarrollo nos lleva a identificar dos claras posturas.
Por un lado, la visión mítica y la lingüística proponen
el origen de los incas relacionado al Titicaca,
e incluso relacionado a Tiwanaku como cultura
antecesora que luego les hereda parte de su bagaje
tecnológico. Por otra parte, se identifica un origen
más evidente y muy similar a lo observado en la
cuenca del Titicaca durante el Formativo, donde
diferentes grupos de la cuenca de Cusco pelearon
por la hegemonía política. Por lo que muestran los
datos, son los killkes los que se impusieron, dando
origen a un desarrollo regional, que luego –durante
su fase expansiva– se convirtió en el Imperio Inca.
Los datos arqueológicos proporcionan insumos
muy relevantes para la discusión de las
diferentes posturas. Por un lado, en el Titicaca
se identifican los mayores santuarios del periodo
Inca, pero sin evidencias muy claras de una
ocupación en su fase inicial. En cuanto al tema
lingüístico, es más difusa la información, ya que
los topónimos de la cuenca del Titicaca y los de
las cercanías de Cusco son de origen aymara, no
quedando evidencias del llamado idioma secreto
de los incas. Por último, las evidencias arqueológicas
en la cuenca de Cusco muestran la existencia
de una diversidad de desarrollos antes de la etapa
imperial, uno de los cuales –los killkes– parece
haber asumido la hegemonía política regional.
El paso subsecuente de este proceso es la
formación del Estado en Cusco, el cual –siglos
más tarde– diera lugar a la formación del Imperio
Inca. Desde esa perspectiva, podemos asumir que
la evidencia arqueológica es la que mayores elementos
aporta en la resolución de la problemática
del origen de los incas.
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