Buscador

miércoles, 16 de febrero de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - Mito e historia del origen de los incas

En la vida de Mango Capac, que fue el primer ynca de donde empezaron a jactarse y llamarse hijos del Sol y a tener principio la idolatría y adoración del Sol y tuvieron gran noticia del diluvio, y dicen que en él perecieron todas las gentes y todas las cosas criadas, de tal manera que las aguas subieron sobre los más altos cerros que en el mundo habían, de suerte que no quedó cosa viva excepto un hombre y una mujer que quedaron en una caja de un tambor y que al tiempo que se recogieron las aguas, el viento hechó a éstos en Tiahuanaco … y que el Hacedor de todas las cosas les mandó que allí quedasen por mitimas y que allí en Tiahuanaco, el Hacedor empezó a hacer las gentes y las naciones que en esta tierra hay … (Cristóbal de Molina, 1585)

El lago Titicaca es considerado un lugar sagrado por todas las culturas que habitaron sus orillas, desde los tiempos más remotos hasta el presente. Los estudiosos de las religiones concuerdan en que un espacio es sagrado por su directa asociación con una o varias divinidades, un lugar donde los seres humanos pueden comulgar con lo divino y por tanto posee un profundo significado religioso para sus miembros.

Desde un punto de vista geográfico y político, el lago marca el centro del espacio y organiza el altiplano en dos sectores simbólicos. Constituirse en el taypi del mundo cultural andino hace que allí se manifiesten los mitos y se funden las bases de creencias religiosas. Los cronistas coinciden en situar los mitos en la Isla del Sol o Titicaca y en Tiwanaku, ubicado a pocos kilómetros del lago. Las versiones recogidas entre 1552 y 1653 hacen referencia a dos tipos La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) de mitos, uno de origen de los incas y otro de creación de los hombres; a veces ambos se funden en un solo relato, indicando que hubo un hacedor del universo que creó el cielo y la tierra con las diversas naciones de hombres que la habitaban y, entre ellos, de manera especial mandaron a sus hijos como sus mensajeros. Uno de los mitos de creación asegura que el Sol y la Luna se refugiaron en sus aguas, en la oscuridad, durante los días del diluvio, y allí se encontraron los dioses que dieron origen al mundo.

El Inca Garcilaso, mestizo de origen cusqueño, recogió un mito que recordaban sus parientes, indicando que el dios Sol hizo salir del lago Titicaca a una pareja de hermanos esposos, Manco Capac y Mama Ocllo. Ellos tenían el encargo divino de llevar una vara de oro para establecerse allí donde ésta se hundiese. La vara se hundió en Cusco, donde enseñaron a tejer, sembrar maíz, a adorar al Sol y otras actividades civilizadoras a la gente del lugar, a quienes anunciaron su origen divino. Algunos autores son más precisos indicando que Manco Capac y Mama Ocllo salieron de la Roca Sagrada de la isla Titicaca y subrayan que antes de ellos la gente vivía sin orden ni gobierno. El culto al Sol, entonces, dio origen a una religión con formas más relevantes para la vida cotidiana. Es importante señalar que el lago Titicaca era un centro estratégico sumamente prestigioso a nivel regional, por tanto, vincularse a este espacio significaba para los incas la validación de su poder simbólico y político.

Ramos Gavilán (1988 [1621]), el cronista agustino de Copacabana, relata que los habitantes del lugar mandaron a un sacerdote a Cusco para solicitar la protección del Inca para este lugar sagrado. El Inca Yupanqui (Pachacuti) fue parte de la primera dinastía en visitar el sitio. Cuenta Ramos que cuando vio la peña sagrada, no pudo menos que adorarla como si viera a Dios en persona, mandando a construir allí un centro de peregrinación.

Otros mitos hablan de cuatro parejas de hermanos que salieron de la cueva de Pacaritambo, cerca de Cusco. Ellos fueron Ayar Cache-Mama Guaco, Ayar Oche [Uchu]-Cura, Ayar Ayca-Ragua Ocllo y Ayar Manco-Mama Ocllo. Algunos de los hermanos se quedaron en el trayecto, quedando finalmente Manco Capac y Mama Ocllo. En estas versiones, los personajes se encontraban vestidos con cumbis (finísimos textiles) y adornados con joyas y objetos de oro.

Manco Capac y Mama Ocllo, como hijos del Sol, aparecen entonces como los fundadores de una dinastía gobernante de origen divino, que el mito sitúa en Tiwanaku o en la isla Titicaca, los mismos lugares donde se sitúan los mitos de creación del mundo. De este modo, este mito se une al de origen de la dinastía Inca.

Los estudiosos de las religiones explican que la solarización de los supremos inicios en todas las religiones conecta una teología solar con una élite gobernante, justificando el dominio de una minoría elegida. El mito del lago Titicaca y el de la cueva de Pacaritambo son versiones que parecen haber sido resaltadas según se tratara de una u otra panaca (grupo de élite) Inca. Al parecer, esta vinculación del origen en el Titicaca asociada a la deidad solar hizo de esta parte de los Andes uno de los lugares más importantes a nivel simbólico y mítico para los incas, como se verá más adelante. De cualquier forma, estos mitos de origen son parte de las explicaciones para entender la conformación de uno de los desarrollos prehispánicos más importantes de América.

En cambio para los cronistas españoles los incas emergieron de la oscuridad, alrededor del siglo XV, durante el reino del Inca Viracocha y de su hijo Pachacuti Inca Yupanqui. Estos dos líderes habrían logrado la unificación de los diferentes grupos étnicos que habitaban el valle de Cusco, promoviendo una decisiva e histórica victoria sobre sus tradicionales rivales, los chancas. Antes de la década de 1970, ésta era la explicación más acertada para explicar el origen de los incas.

Sin embargo, nuevas investigaciones arqueológicas (Bauer, 1992, 1998, 2006) realizadas en la región de Cusco durante las décadas de 1980 y 1990 ofrecen nuevas líneas de evidencia para entender su origen. Luego de la caída del Imperio Wari, se produjo un cambio radical en la forma de ocupación del territorio, con el consiguiente crecimiento de la población de la cuenca de Cusco. Múltiples grupos étnicos, reconocidos también a partir de los documentos coloniales, poblaron esta próspera región. Entre ellos se encontraban los pinahua y mohína, al Este; los chillque, masca y tambo, al Sur; Huayllacán y Cuyo, al Noroeste, y dos poderosos grupos: Anta y Ayarmarca, al Oeste de Cusco (Fig. 95).

Estas poblaciones interactuaron durante el denominado período Killke, que se desarrolló en el Intermedio Tardío. La evidencia material registrada es la existencia de un estilo de cerámica, al que John Rowe (1944) denominó Killke (1000- 1400 d. C.) y que es considerado el antecedente inmediato de la cerámica Inca en la región de Cusco (Bauer, 2006) (Fig. 96). Múltiples muestras fueron registradas en las excavaciones realizadas en los sitios arqueológicos de la ciudad de Cusco, demostrando que antes de la consolidación del Imperio Inca existía una considerable población identificada por el estilo cerámico Killke.

El paisaje también fue transformado, incrementando la producción agrícola, sobre todo de cultivos de maíz, uno de los más importantes en la región. Este panorama ofrecía condiciones estables para darle autonomía y poder al grupo que lograra el control regional.

El acceso a esos recursos y la competencia por el control territorial produjeron rivalidades entre los grupos étnicos, haciendo que las poblaciones entren en conflicto. Según los datos de cronistas como Sarmiento de Gamboa (1572), una forma de solucionar estas rivalidades para unificar a los grupos fue la serie de matrimonios entre miembros de las élites locales.

En opinión de los investigadores, como resultado de los conflictos, matrimonios y alianzas étnicas, se formó una compleja jerarquía social y política en la región de Cusco. Así también, la unificación y eliminación de las poblaciones redujo la diversidad étnica y la competencia política en el transcurso de varios siglos. Puede decirse que la población inca es la conjunción de múltiples etnicidades, las que participaron indistintamente en su formación, dando como resultado el surgimiento del Imperio Inca.

Otra línea de análisis para entender su origen tiene que ver con la lingüística. Alfredo Torero (1987) propone que la difusión del idioma de los incas, el quechua, habría sido una estrategia de los españoles. Sin embargo, los incas habrían utilizado el aymara como idioma general en su proceso de expansión, aspectos que resultan muy sugerentes en cuanto a la desaparición de otros idiomas y dialectos existentes en los Andes, previo al proceso expansivo imperial.

De la misma manera, los cronistas del siglo XVI relatan sobre la existencia de un idioma secreto de los incas, el cual sólo era conocido por los más altos jerarcas y la clase sacerdotal, asumiéndose que este idioma pudiera haber sido el puquina. Éste es procedente del área del Titicaca, ya que se plantea que fue la lengua de Tiwanaku, correspondiéndose con el mito de origen que habla del nacimiento de los fundadores en la Isla del Sol. Entonces, es posible que el puquina pudiera mantenerse como el idioma de élite, debido a su importancia genealógica.

Un balance de las diferentes posturas que se tienen para entender el origen de tan importante desarrollo nos lleva a identificar dos claras posturas. Por un lado, la visión mítica y la lingüística proponen el origen de los incas relacionado al Titicaca, e incluso relacionado a Tiwanaku como cultura antecesora que luego les hereda parte de su bagaje tecnológico. Por otra parte, se identifica un origen más evidente y muy similar a lo observado en la cuenca del Titicaca durante el Formativo, donde diferentes grupos de la cuenca de Cusco pelearon por la hegemonía política. Por lo que muestran los datos, son los killkes los que se impusieron, dando origen a un desarrollo regional, que luego –durante su fase expansiva– se convirtió en el Imperio Inca.

Los datos arqueológicos proporcionan insumos muy relevantes para la discusión de las diferentes posturas. Por un lado, en el Titicaca se identifican los mayores santuarios del periodo Inca, pero sin evidencias muy claras de una ocupación en su fase inicial. En cuanto al tema lingüístico, es más difusa la información, ya que los topónimos de la cuenca del Titicaca y los de las cercanías de Cusco son de origen aymara, no quedando evidencias del llamado idioma secreto de los incas. Por último, las evidencias arqueológicas en la cuenca de Cusco muestran la existencia de una diversidad de desarrollos antes de la etapa imperial, uno de los cuales –los killkes– parece haber asumido la hegemonía política regional.

El paso subsecuente de este proceso es la formación del Estado en Cusco, el cual –siglos más tarde– diera lugar a la formación del Imperio Inca. Desde esa perspectiva, podemos asumir que la evidencia arqueológica es la que mayores elementos aporta en la resolución de la problemática del origen de los incas.
Resto de vasija del estilo Killke registrada en los alrededores de Cusco

Mapa de disposición de las diferentes etnias alrededor de Cusco

No hay comentarios:

Publicar un comentario