Los collas como ningún otro pueblo del altiplano
se relacionan con el desmoronamiento de
Tiwanaku.
La dispersión que siguió a la perdida
de hegemonía de Tiwanaku afectó a los collas que se instalaron al Norte y Noreste del lago y a los
valles contiguos. Una memoria común, una lengua
y autoridades de gran prestigio como fueron
los Zapana, permitieron que –a pesar de los segmentos
internos– se mantengan cohesionados y
diferenciados de los pacajes al Sur y sobre todo de
los lupacas a quienes consideraban advenedizos
y con quienes se enfrentaban permanentemente.
Los incas aprovecharon estas diferencias
para unir fuerza con los lupacas y conquistar a
los collas. El jefe lupaca, Cari, atacó a Zapana en
Paucarcolla y lo mató; el inca, entonces avanzó
sobre la zona con sus tropas logrando vencerlos
a pesar de la feroz resistencia. No conformes con
este dominio a la muerte del Inca, los collas se
rebelaron nuevamente; finalmente fueron sometidos
y pasaron a formar parte del Tawantinsuyu.
Es posible que fueran los incas quienes establecieron
la división en dos sectores: Hatuncolla y
Paucarcolla.
A pesar de haber contribuido a los incas
con importantes conocimientos como sistemas
de construcción, rituales y medicina, fueron
excluidos de las festividades estatales e incluso
recibieron el apodo peyorativo de “poquis millma
rinri” (torpe oreja de lana), pues llevaban un
bonete con orejeras de lana blanca (Guamán
Poma, [1612] 1980).
Una lectura de larga duración ha permitido
plantear que el surgimiento de lo que conocemos
como “Señorío Colla” es el resultado de la presión
que habría sufrido el pueblo de Tiwanaku
en el periodo de inestabilidad alrededor del
1000-1100 d. C. Los tiwanacotas se refugiaron
en el sector Nororiental y Noroccidental del lago
Titicaca, y ya desligados del Estado se conocerían
como el Señorío Colla (Bouysse, 1991).
Varios elementos apoyan esta propuesta: Los
mitos de origen colla remiten a Tiwanaku y la
isla del sol indicando que los collas se consideraban
herederos del conocimiento y grandeza de
Tiwanak. Esta memoria se apoya en el hecho de
que la orilla umasuyu del lago, de dominio colla,
es donde quedó mayor presencia del puquina,
lengua dominante en Tiwanaku.
También el hecho de que collas e incas se
consideraban con el mismo derecho a gobernar,
este “derecho” se expresa en las imágenes de un
keru (vaso ceremonial) donde los gobernantes
colla e inca brindan una alianza, representados
ambos con la misma categoría; incluso el colla
tiene al sol como símbolo. De manera paralela
el cronista Pachacuti presenta una invocación
donde queda explícita la misma categoría de
collas e incas.
Probablemente por esta situación los collas
no aceptaron el dominio inca y resistieron su
dominio, prueba de ello las pucaras tardias en la
región. Por ello los incas tuvieron que aliarse
con los lupacas para conquistar a los collas. En
castigo a su rebeldía una vez bajo el dominio
inca, los collas estaban excluidos de los rituales
estatales (Bouysse, 1987) aunque los propios
incas consideraban a los “puquina - kolla” como
la “primera generación inca”.
Según Bouysse, “kolla” en puquina significa
“esperanza” mientras que en aymara
quiere decir “medicamento”; colla también
era el título de la máxima autoridad que por
su carácter religioso a veces fue llamado Colla
Capac, Capana o Zapana, que se identificaba
por un emblema en forma de media luna como
muestran Guamán Poma y Martín de Murua
en sus ilustraciones.
Los collas no habrían sido un Señorío unificado
a lo largo del tiempo; uno de los grupos
que forma parte de ellos de manera independiente
fueron por ejemplo los kallawayas. En un
estudio de arqueología Arkush (2009) muestra
a sub grupos o federaciones sub regionales en
el territorio colla asociados a pucaras y estilos
cerámicos. Encuentra claramente cuatro estilos
cerámicos principales: A) Collao, B) Collao
Asillo, C) Sillustani (negro sobre rojo y blanco
sobre rojo) y D) Pucarani. Además parece haber
centros de poder autónomo sobre todo en el
lado urcusuyu.
La información que se tiene del territorio
colla corresponde al periodo inca, pero en
general puede proyectarse hacia atrás. Ubicados
al Norte del lago Titicaca se dividían en
collas de umasuyu y collas de urcusuyu con
dos cabeceras: Hatuncolla y Paucarcolla. La
importancia de la primera queda confirmada
porque se consideraba una suerte de Cusco
local, contaba con palacios, acllawasi (casa de
las mujeres escogidas) y otros sitios rituales.
Hatuncolla y Capachica de los collas, son los
únicos dos lugares en el altiplano donde en el
siglo XVI se hablaba 100% puquina (Bouysse,
1987).
El límite entre collas y lupacas estaba en
Chucuito, cerca de Puno y entre collas y pacajes
cerca de Ancoraimes, donde los incas instalaron
mitmas chinchaysuyus. Justamente Ancoraimes es uno de los lugares donde se hablaba preponderantemente
puquina.
Por los menos en tiempos del Inca, las poblaciones
de collas de Urcusuyu eran: Caracato,
Juliaca, Nicasio, Lamba, Cabana, Cabanilla,
Hatuncolla, Mañaso, Vilacache, Poco, Paucarcolla,
Capachica, Vilque Grande, Cupi, Orurillo,
Ñuñoa, Huancoayllu, Sangarara, Pucará,
Macarí y Omachirí. Y las de collas Umasuyu
eran: Asillo, Arapa, Ayaviri, Chichero, Carabuco,
Cancara, Moho, Conima, Ancoraime,
Huaycho, Huancasi, Vilque Chico, Huancané
y Pusi. En el lado umasuyu hacia los valles
se ubican los kallawaya que eran parte de los
collas. También era colla el espacio sagrado
de Copacabana y las islas sagradas de Titicaca
(Isla del Sol) y Coati (Isla de la Luna) que espacial
y simbólicamente se ubican en el taypi
o centro. Mitimaes collas se encontraban dispersos
por distintas partes del Tawantinsuyu, se
conocen por ejemplo collas entre los carangas
(en Huachacalla) en Combaya o en Larecaja.
Controlaban tierras de valle sobre todo hacia
el sector oriental de su territorio.
La nación Colla estaba formada por collas,
urus y kallawayas. Tal vez anteriormente por una
serie de agrupaciones menores, siendo los collas
la población principal y con mayor poder. La
lengua originaria era la puquina; la lengua aymara
se superpuso y convivió con la primera. Estos
datos son la base para que el lingüista Alfredo
Torero y las historiadoras Therese Bouysse y
Teresa Gisbert, propongan que los collas fueron
un reducto de los antiguos tiwanakotas. Los
urus por su parte, como población más antigua
formaron parte de los collas manteniendo su
propia lengua y modo de vida.
A su vez la situación de los kallawaya era
distinta, manteniendo a lo largo del tiempo rasgos
de identidad diferenciados y con un territorio
ubicado hacia las estribaciones de la Cordillera
Oriental (Larecaja). No ocupaban el lugar más
bajo de la sociedad, como ocurría con los urus,
sino diferente. En algún momento se puso en
duda la antigüedad de la tradición médica de los
kallawayas porque no hay referencias coloniales
a esta actividad. Sin embargo últimamente Loza
(2007) ha estudiado algunas ofrendas rituales, tan
antiguas como Tiwanaku, que eran parte de las
actividades de curación.
Tanto kallawayas como urus hablaban cada
uno una lengua propia. Los primeros el idioma
machchaj-juyai, lengua parecida a la puquina que
hasta la actualidad se conserva por lo menos en
algunos cantos y rituales en la zona kallawaya. Se
hablaba también aymara, como lengua presente
en todo el altiplano.
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