Desde el periodo formativo los cazadores (choquelas)
muestran una historia larga de adaptación
a las tierras más altas y áridas del altiplano,
dedicados a la caza de vicuñas, guanacos y tarucas.
De ellos dice el cronista Matienzo ([1567] 1967)
que en el siglo XVI “hay pocos, y los que hay
no entienden sino en matar ganado bravo y en
idolatrar”. Mientras, Bertonio sostiene que no
tenían una organización estable ni caciques. Con
los incas habrían sido incorporados al Estado
formando ayllus como se lee en un padrón de
los lupacas donde se registró un ayllu Chuquila
de cazadores.
Posiblemente los larilari (Bertonio) o choquelas
formaron unidades monoétnicas, dedicadas
únicamente al uso de los camélidos, a la caza y
otras actividades relacionadas con el ganado silvestre
pero no al pastoreo. Sobre los choquelas
hay poca información, pero la que hay permite
caracterizarlos como una población marginal,
que en su peculiaridad participaba del mundo
pastoril. Esta situación hace que los choquelas
sean considerados con poderes sobrenaturales
y guardianes de las huacas (deidades andinas). El
nombre “choquela” podría derivarse de “choque
illa”, elemento mágico de oro. Una de las traducciones
de chuquila según el cronista Cobo podría
ser “resplandor de oro”, haciendo referencia al rayo,
por lo que es muy probable fueran adoradores de
Illapa. Otro grupo de cazadores se encontraban
en la Patagonia donde hubo grupos de cazadores
nómadas que se vestían con la piel de los guanacos
y con esta piel cubrían sus chozas.
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