Un debate permanente se refiere a si las unidades
que conocemos como “Señoríos” fueron
tales antes del dominio inca. Lo más probable
es que los conocidos lupaca, pueblo aymara
hablante, ubicado en la orilla occidental del
lago Titicaca (hoy Perú) cuya economía se
basaba en el pastoreo, conformó una “provincia”
dentro del Tawantinsuyu. Estudios de
arqueología en la región permiten considerar
que antes de los incas varios grupos o Señoríos
locales habitaban la región, unidades que
incluso podrían remontar su existencia antes
de Tiwanaku (Stanish, 1997).
Los lupaca ocuparon únicamente en el lado
urcusuyu del lago lo que podría ser la pauta de
que “urcu” (zona seca y alta) era la región más
pastoril del altiplano aunque se debe recalcar
que esta vocación no excluye que también se
cultivaran ciertos productos (Medinacelli, 2010).
Según el cronista Cieza de León los lupacas
guiados por sus capitanes Cari y Cusi llegaron
desde el Sur, tan lejos como Coquimbo y Copiapo
(hoy Chile); de allí en diversas oleadas
se fueron asentado en la zona del lago. En su
afán por controlar la zona atacaron el centro
ritual más importante –la Isla Titicaca (Isla del
Sol)– que se hallaba en manos de los collas. Al
parecer luego de atacar la isla, se retiraron a la
orilla occidental del lago dejando establecida
su supremacía guerrera. De hecho luego fueron
aliados de los incas contra los collas. Asentados
en la orilla occidental del lago, convivieron
con la población uru y tal vez con otros grupos de lengua puquina los que tuvieron un status
inferior. Como se trata de un pueblo de lengua
aymara y economía pastoril que necesitaba
moverse por el territorio para sobrevivir, estructuraron
su territorio bajo una organización
segmentaria dividida en markas.
Desde la arqueología se duda de este origen
pues no existen evidencias materiales sobre esta
migración y en Copiapó no existen restos de
lengua aymara ni otros indicios, sin embargo los
datos del cronista Cieza recogidos en el siglo XVI
están ahí planteado las preguntas que por ahora
no tienen otra respuesta. Lo que sí existe al Sur, es
el sistema constructivo circular con techo embovedado
típico de las construcciones de chullpas.
El estudio de Stanish en la zona lupaca
particularmente en el eje Juli - Pomata establece
varios puntos defensivos para el Intermedio
Tardío llamado por su equipo Periodo Altiplano.
En este momento constata el desarrollo de sitios
fortificados en las cumbres de los cerros que
representan un cambio radicalmente diferente
del precedente patrón Tiwanaku y representa un
cambio profundo en la organización política y
económica. De los sitios estudiados la Pukara Juli
parece fue el principal refugio de este periodo. Se
trata deun enorme sitio fortificado que yace sobre
el pueblo moderno de Juli. Sin embargo también
existen sitios no fortificados que se tienden a
concentrar cerca de las pucaras.
En cuanto a su organización interna, esta se
conoce bastante bien gracias a la Visita realizada
por Garci Diez de San Miguel en 1567 pero no se
puede afirmar que correspondan necesariamente
al periodo de los Desarrollos Regionales. Más
bien lo que la arqueología considera es que no
hay datos suficientes que permitan afirmar que
hubo un sistema de poder centralizado en la región
antes de los incas (Lawrence, 1997). Lo que
el estudio sostiene es que el sistema constructivo
(distribución espacial y diferenciación de construcciones
más complejas), la ritualidad, el tipo
de cerámica sin decorado y otros elementos no
permiten sostener un sistema político centralizado.
Sin embargo nuestras propias conclusiones
son que al existir pucaras de enormes dimensiones
como la de Juli Pukara con varias murallas
y con cientos de estructuras habitacionales y tal
vez de almacenamiento, son en si la muestra de
un sistema de organización con autoridades con
suficiente
poder. En la región, Juli aparece como el lugar preinca más importante y pudo haber
sido uno de los lugares que aglutinaba poder. Por
otra parte es indispensable tener en cuenta que
una sociedad pastoril tiene un sistema político
que no busca ni la construcción de ciudades ni la
especialización, por tanto los restos materiales que
deja son también diferentes (Medincelli, 2010b).
A partir de documentos coloniales como la
Visita de Garci Diez, Murra (1975) elaboró el
modelo de economía andina denominado “control
vertical”. Los lupaca estaban organizados
en siete markas: Chucuito –que era la cabecera–
Acora, Ilave, Zepita, Yunguyo, Pomata y Juli.
También controlaban oasis en la costa desde
Lluta hasta Sama y Moquegua. Cada una de estas
markas se dividía en dos parcialidades: hansaya
y urinsaya. Luego cada una de ellas en ayllus, la
mayoría de los ayllus eran de población aymara
pero algunos eran de urus.
Los nombres de sus autoridades étnicas Cari
y Cusi, pasaron a ser el título de las siguientes
autoridades. El primer Cari sería el que llegó de
Coquimbo, pasó por Carangas y se estableció
en Chucuito. Otro de los Cari, estableció una
alianza con los incas para atacar a su vecinos los
collas, de este modo vencen a Zapana, jefe de los
collas. En estos enfrentamientos están también
los quillacas que matan a gente de Hatun Colla
que controlaban Machaca. Ya bajo el dominio
inca se sabe que los lupaca fueron llevados al
Cusco para realizar labrados en piedra.
Por otra parte, es común pensar que en el
mundo andino no hubo propiedad privada y que
los bienes, particularmente la tierra eran propiedad
comunal. Sin embargo esta situación es diferente
en lo que se refiere al ganado según se puede
establecer en la Visita de Garci Diez (1567) que
aunque se trata de una información tardía permite
proyectar a la situación un par de siglos antes.
La propiedad del ganado se escalonaba desde
los rebaños propios de las huacas pasando por los
de la comunidad, los de familias privilegiadas,
hasta los de propiedad individual como indica
Polo de Ondegardo [1571]. Cada una de las “mitades”
lupaca tenía cientos de miles de cabezas.
En una escala inferior, sabemos que por ejemplo
en la marka de Acora cada ayllu tenía su propio
ganado. Entre los hombres más ricos figura Juan
Alanoca de Chucuito, de quien se decía tenia
en 1567 más de 50000 cabezas y del cual no se
registra tuviera relación parental alguna con las autoridades lupaca. Las autoridades étnicas también
tuvieron sus hatos como deja ver un padrón
“…de los mil indios ricos” de Chucuito.
Puesto que carecer de animales limitaba las
posibilidades de intercambiar y también de tejer,
ambas actividades importantes para obtener otros
productos, las familias se esforzaban por tener en
propiedad algún ganado. Los padres legaban a
sus hijos algún ganado y también se les regalaba
en algunos ritos como en el primer corte de pelo.
En la misma Visita se establece que los indios aymaras,
aún los más pobres, tenían algún ganado.
La cantidad de ganado marcaba el status social de
su dueño y permitía a las autoridades ejercer con
mayor holgura la reciprocidad con los miembros
de su grupo. El ganado pastaba en amplios lugares
donde a veces podían estar revueltos los animales
de los caciques, principales y particulares en cambio
los pastos eran compartidos. Para su registro
se desarrollaron quipus que permitían anotar lo
que cada cual poseía y que las autoridades podían
controlar estrictamente. Todavía en el periodo
colonial se encuentran datos de encargados de
registrar el ganado en quipus (Medinacelli, 2010).
Como un pueblo dueño de mucho ganado
desarrollaron finas técnicas textiles. Documentos
coloniales estudiados por Murra evidencian la
existencia de un importante núcleo textil en la
región de Chucuito, capital de los lupacas, donde
se realizaban tejidos de cumbi (tejido muy fino
de lana de alpaca, vicuña y algunas veces de pelo
de chinchilla). Este sitio parece fue establecido
por los incas tomando la experiencia textil de los
lupaca, para ello trasladaron mitimaes de otras
zonas. El centro textil y también cerámico se
instaló en Millerea cerca de Huancané, siendo un
centro multiétnico dirigido por los lupacas. Según
Gisbert, Arze y Cajias (1987) los cumbicamayos
(especialistas en tejidos de cumbi) eran tanto
de la parcialidad de anansaya como de urinsaya,
formando una comunidad de tejedores dirigidos
por personas de una elite estrechamente ligada
al conocimiento religioso ya que debían tejer los
símbolos de sus dioses, tanto así que en tiempos
coloniales estuvieron presos por “hechiceros”.
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