La mayoría de los Señoríos cuyas “cabeceras”
se hallaban en el altiplano tenían sus territorios
hasta los valles; algunos de manera continua y la
mayoría de ellos discontinua. Se ha cuestionado
esta mirada “altiplanocéntrica” reclamando que
habría que ver estos procesos desde el desarrollo
cultural de los valles. La realidad es que algunos
de ellos tuvieron su centro político en los valles,
tal es el caso de los yamparaes y de los chichas
en Chuquisaca y Potosí-Tarija respectivamente.
Otros pueblos de valle como chuis y cotas
(Cochabamba) tenían una organización menos
estructurada y no se conoce una cabecera visible.
También algunas parcialidades de los soras eran
netamente vallunas como los soras de Capinota
y de Sipe Sipe. Todos ello, sin embargo, interactuaban
constantemente con las tierra altas,
tanto política, social como económicamente.
Precisamente el sistema de control vertical, tan
característico del mundo andino, es la relación
indisoluble de puna y valle. Lo propio ocurría con los mollo que, aunque el grueso de la población
se ubicaba en una ecología de valle seco, controlaban
también pisos de más altura.
De los desarrollos en los valles destacan en
primer lugar la cultura mollo temporalmente
más tempranos que los “Señoríos” y luego los
quirhuas sobre los cuales todavía está planteado
un debate.
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