A diferencia de Mesoamérica donde hubo una
interrelación constante entre culturas del altiplano
con las cálidas y exhuberantes del Este, la
inmensidad del espacio en los Andes hace que
esta frontera ecológico-cultural sea más marcada.
En los Andes es más fluida la articulación de
tierras entre altiplano, valles, costa y en menor
medida los llanos orientales. Las Tierras Bajas
del Este del territorio boliviano, más que otras
zonas desarrollaron procesos independientes
que serán tratados por separado en el capítulo
correspondiente.
En el ámbito social y económico a lo largo
de los siglos se fue constituyendo un sistema de
control del espacio que estaba vigente cuando
llegaron los españoles, cuyas principales características
son: la apropiación y explotación del
territorio en forma vertical y su organización de
manera salpicada, segmentada y jerárquica.
Dadas las características del espacio andino,
ya desde el Formativo optaron por una organización
que incorpora tierras de diversas altitudes
en un solo sistema. En el Intermedio Tardío
las “cabeceras” de los Señoríos ubicadas en el
altiplano controlaban tierras en valles, yungas y
hasta los llanos de manera discontinua o salpicada
como han mostrado John Murra (1975) y Ramiro
Condarco (1971).
Las cabeceras o centros de poder tenían
la mayor concentración demográfica en tanto
que los espacios alejados estaban poblados por
mitimaes o colonos. Los pueblos cuyo territorio
se ubicaba al Oeste normalmente controlaban
“nichos ecológicos” hacia la costa y los que se
ubicaban al Este, accedían más bien a los valles y
tierras orientales hacia el interior del continente.
Esto se aplica desde el lago Titicaca hasta los
Lípez.
Los límites de los territorios estaban en
constante negociación y tensión por lo que
una tarea de los incas fue establecer fronteras
más claras evitando los conflictos que caracterizaron
al periodo del Intermedio Tardío. Con
la llamada “pax incaica” se permitió el acceso
a nuevos nichos ecológicos ampliándose el
sistema de mitimaes que cambió su carácter
y fue utilizado con fines rituales, políticos e
incluso militares.
Si el territorio incluía posesiones colectivas
en distintas ecologías de manera salpicada, existió
de manera paralela una tendencia a ocupar el
territorio nuclear del altiplano de manera dispersa
pero organizada en pequeños poblados o
“estancias”. Entonces la gente tenía más de una
residencia que se ocupaba según los momentos
del año. Esto ocurría especialmente entre los
pueblos pastores que debían llevar su ganado
de una estancia a otra según la época del año.
Una intensa movilidad, entonces, caracterizó a
los pueblos del altiplano. La movilidad de los
urus fue distinta, cambiando de lugar siguiendo
siempre a los recursos lacustres.
El aporte de Therese Bouysse (1987) fue
fundamental para comprender que el eje acuático
que cruza el altiplano de Norte a sur, fue un
centro organizador del espacio. Este eje o taypi
formado por el río Azángaro, lago Titicaca, río
Desaguadero, lago Poopó, río Lakajahuira y los
salares dividen el espacio en dos: al occidente el
sector urcusuyu –seco, alto, masculino ¿aymara?-
y al oriente umasuyu–
húmedo, bajo, femenino
¿puquina? Cada uno de los Señoríos del Collasuyu
se organizó a lo largo de este eje a pesar de
la ausencia de un Estado que promoviera este
orden. Todavía está en debate si esta división se
extendió hacia el Sureste.
En la organización interna, los pueblos
volvían a dividirse en segmentos o parcialidades
llamadas por lo general hanansaya y urinsaya y
luego en ayllus, cada uno de los cuales tenía un
nombre propio. Este sistema de organización de
población en segmentos inclusivos tiene funcionalidad
territorial y poblacional.
Una variante de esta organización son las
markas pues en ciertos casos, el Señorío podía
dividirse primero en markas y luego recién éstas
en urinsaya-hanansaya. La “marka” es un concepto
que implica la articulación de una cantidad variable
de asentamientos, “estancias” o “ranchos” dispersos.
Se dividían internamente en hanansaya y
urinsaya, utilizando a veces otras denominaciones
locales, como alasaya y manqasaya, o samancha y
uravi, pero siendo el concepto el mismo. Esa fue la
situación por ejemplo de los lupaca y los carangas.
La división en Urco/Uma y Hanan/Urin ha
llevado a que se sostenga que la organización del
espacio fue siempre dual. Sin embargo, en tiempos
prehispánicos frecuentemente se encuentran
tres segmentos. Por ejemplo, los huanca se dividían
en tres: Hanan Huanca, Hurin Huanca y
Hatun Jauja y los Charcas que estaban divididos
en Sacaca y Chayanta. Sacaca a su vez en tres:
Hila, Pagre y Sulca.
Un elemento ordenador de este espacio es
también la jerarquía ya que siempre uno de los
segmentos debe ser superior al otro. Urco más
que Uma y Hanan más que Urin, pero uno no
puede existir sin el otro, por ello se habla de asimetría
y complementariedad. Asimismo la marka,
por definición es el lugar de mayor jerarquía de la
cual dependían otras poblaciones menores junto
con sus autoridades. El mismo principio se observa
en los ayllus. Los ayllus “Collana” o “Hila”
de donde provienen las autoridades principales se
consideran de mayor jerarquía. Mientras ayllus,
como “Sulca”, son los “hermanos menores”.
La información etnohistórica que se basa
en crónicas y documentos coloniales recoge
la situación de estos Señoríos bajo el dominio
inca, cuando se transformaron en provincias del
Tawantinsuyu. Entonces en las interpretaciones
hay una constante tensión entre lo que habría
sido preinca y lo que habría sido producto de
reagrupaciones realizadas por los incas para su
mejor administración y gobierno. Una provincia
inca tenía territorio y autoridades bien establecidas,
requería que su población no fuera menor
a 5000 unidades domésticas ni mayor a 20.000.
Por ello por lo general no formaron unidades
monoétnicas y en muchos casos como entre los
lupaca, pacaje o carangas estaban conformados
por aymaras y urus y en otros, como los soras,
estaban formados por soras, casayas y urus.
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