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martes, 11 de enero de 2022

Señoríos y Desarrollos Regionales (1000/1100- 1440 d. C.) - Cerámica y textiles

Probablemente debido a la conflictividad que caracterizó a este periodo y a la alta movilidad de estos pueblos pastores, no construyeron grandes poblados, por ello los restos de la cultura material son escasos y queda sobre todo cerámica y en menor cantidad textiles que por su material sobrevivieron menos en el tiempo.

Ya no se halla la sofisticada producción cerámica que hubo en Tiwanaku donde los especialistas no solamente dominaban las técnicas sino también la iconografía y sus complejos mensajes. Se pierde la policromía para dar paso a una cerámica dominantemente utilitaria mostrando una ausencia de especialistas; en el terminado domina el negro sobre rojo o naranja y los diseños simples.

En los estudios académicos se ha planteado un debate respecto a la relación cerámica- identidad étnica, es decir si a ciertos “Señoríos” corresponde un tipo de cerámica. Se discute si la cerámica expresa las identidades locales, y si la diferenciación que existe es más regional y más amplia que los “Señoríos” como ocurre en algunos casos, como se verá en detalle más adelante. Existen diferencias en cuanto a las técnicas de elaboración, la pasta, forma y sobre todo en los diseños del decorado. De este modo podemos distinguir los esquemáticos camélidos de la cerámica Pacaje, las volutas de Carangas diferenciada apenas de la de Quillacas. Asimismo el estilo Huruquilla (Ibarra Grasso, 1973) tiene una amplia distribución en el Este de Potosí y el Suroeste de Chuquisaca, lo que corresponde en parte con el territorio que fue ocupado por la confederación Caracara. (Ibarra Grasso, 1957; Rivera, 2011). Otra es la Yavi caracterizada por el material que dio como resultado objetos con diseño granulado entre blanco y negro que corresponde aproximadamente al territorio Chicha. Por su parte los diseños más abstractos y quizás más sofisticados son conocidos como estilo Yampara con motivos naturalistas y muy estilizados de seres antromorfos (Tapia, 2009) que sin embargo geográficamente se extendió mucho más allá que los límites del Señorío del mismo nombre, llegando hasta Cochabamba (Barragán, 1994). Precisamente en Cochabamba hubo una interesante tradición alfarera previa incluso a Tiwanaku que dio lugar al estilo conocido como Tiwanaku derivado y luego a una intensa producción local.

Cerámica y ampara antropomorfa (posiblemente un mallku)

Ceramica posiblemente ceremonial


En Cochabamba se evidencia una tradición cerámica por lo menos desde el intermedio temprano (200 -700 dC.) donde se revela la coexistencia de tres estilos cerámicos: Tupuraya Tricolor, Sauces Tricolor y Cochapampa Tricolo (Döllerer y Sanzetenea, 2011). Esta tradición se vincula con otra denominada Mojocoya tardío que corresponde también a los valles de Chuquisaca, Sureste de Cochabamba hasta Santa Cruz, cuyos cuencos y trípodes la relacionarían con la Amazonía y con el Chaco. Estas tradiciones coexisten con el fenómeno Tiwanaku por un tiempo (Tapia, 2009). Para el periodo del Intermedio Tardío, por tanto en los valles del sur, parece confluyeron influencias de las tierras altas desde el altiplano orureño, desde La Paz por la ruta del río Cotacajes, de Chuquisaca, la Amazonía y Chaco. Esta coincidencia se observa en la cerámica local de gran producción apoyada en una especial calidad de la arcilla local. Así se hallan en Santa Lucía, cerca de la ciudad de Cochabamba, enormes vasijas para enterramientos secundarios y restos de talleres de cerámica, también cuencos con los característicos “ojos grano de café” propios de la Amazonía.

A su vez, en la región del Chaco los fuertes regionales construidos después del ocaso de Tiwanaku sugieren una antigua amenaza de los pueblos tupi-guaraní sobre los valles contiguos (Saignes y Combés, 1995), siendo incluso posible suponer que esta presión pudo haber modificado las identidades previas, pues algunos de ellos comparten características comunes y estereotipos de las Tierras Bajas (Barragán, 1994). Sobre este punto, es notable la presencia de iconografías como espirales, comunes tanto a la cerámica asociada a Tierras Bajas, como a la cerámica de los valles fronterizos de Tarija y zonas adyacentes (estilo Yavi-Chicha) (Krapovickas, 1965, 1983; Angelo, 2003). Este rasgo común a ambos estilos cerámicos apunta a algún tipo de relacionamiento entre pobladores del pie de monte con grupos vallunos, o incluso con grupos de tierras altas. Lamentablemente no disponemos de fechados más definitivos (Rodríguez este volumen).

Probablemente debido a que la textilería no estaba únicamente en manos de especialistas sino también de las tejedoras de cada unidad doméstica, los textiles del periodo de los Señoríos conservan la calidad que caracteriza a este arte en los Andes. Se trata de un lenguaje panandino comprendido por los pueblos como expresión de identidad cuya antigüedad se pierde en el tiempo tanto así que según el mito de creación, Wiracocha mandó que cada pueblo tuviera el traje que debía llevar.

Son pocos los tejidos que se pueden datar específicamente del periodo de los Señoríos. Algunos de ellos se encontraron en tumbas correspondientes a un área muy seca del Sur andino que permitió que se preservaran por mucho tiempo. En el vocabulario de Bertonio (1612) se registra una importante cantidad de términos en lengua aymara que hacen referencia a una sofisticada producción textil pues se mencionan técnicas de hilado, teñido y de diseños que permiten constatar la importancia que tuvo la textileria entre los pueblos de lengua aymara.

Una de las prendas relacionadas con el textil que diferenciaba una nación de otra, son los tocados. Son también elementos diferenciadores los diseños, técnicas y colores. Su permanencia más adelante como señal de identidad local durante el dominio de los incas, nos da claras pautas de su exquisitez (Gisbert, Arze y Cajías, 1997).

Chuspa de Carangas

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