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martes, 10 de febrero de 2015

Oruro encendió el "fuego" de la libertad en América

"Amigos, paisanos y compañeros: Estad ciertos de que se intenta la más alevosa traición contra nosotros por los chapetones; esta noticia acaba de impartírseme por mi hija; en ninguna ocasión podremos dar evidentes pruebas de honor y amor por a la Patria, sino en esta.

No estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humanidad y rendimiento con que hasta aquí hemos sufrido la traición de los chapetones, en ira y furor, para despedazarlos y acabar, si es posible, con esta maldita raza", fueron palabras pronunciadas desde el sentimiento más profundo del patriota Sebastián Pagador, aquel histórico 10 de Febrero de 1781.

VALOR

Este es el valor principal y significativo de la revolución del 10 de Febrero, porque fue la primera vez que en América, se habló de la constitución de una Patria, que tendría sus frutos en esta parte del continente, el 6 de Agosto de 1825.

Sobre este tema, mucho se ha discutido, cada historiador le dio su propia interpretación, algunos más románticos como Adolfo Mier o fríos como Marcos Beltrán Ávila, y otros con su respectivo aporte en el caso de Mario Montaño, Elías Delgado Morales, Ángel Torres Sejas, Fernando Cajías, entre otros.

Se debe diferenciar algunos hechos que hacen de esta revolución distinta a la de los alzamientos de Julián Apaza, Túpac Amaru o Tomás Catari, ya que estos iban por el asalto a las cajas reales y por la reivindicación clasista hacia el incario.

La de Oruro era mucho más profunda, ambicionaba la libertad y una Patria independiente derrocando a la corona española. No por algo durante esos acontecimientos el escudo real fue llevado al piso, como señal de lo que se predicaba.

El historiador, Alfonso Gamarra Durana, en su libro "Panorama del acontecer heroico en Oruro" señala que la Revolución del 10 de Febrero de 1781 fue denominada "una rebelión propia, autóctona, cuya causa y doctrina se puede pesquisar en las teorías filosóficas que aunaron a los insurgentes de febrero a la sola voz de un clarividente que, débil por su inexperiencia inmediata en la réplica política contra la monarquía, no pudo contener los excesos vandálicos".

Además, se debe tomar en cuenta un detalle simbólico e ideológico, como el Manifiesto de Agravios de 1739. Fue el inicio del eslabón para una conquista de los más altos preceptos libertarios. Juan Vélez Córdova fue el cerebro de ese documento que trasuntó las fronteras del continente americano y sembró la semilla de la libertad.

LA REVOLUCIÓN

La reconstrucción de los hechos del 10 de Febrero de 1781, está basada en el documento escrito por Fray Joseph de Echavarría, denominado: "Relación verdadera de los lastimosos sucesos ocurridos en la Villa de Oruro con motivo de haber, los mestizos y cholos de ella, procedido inicuamente a quitar la vida a los españoles europeos que la habitaban". Escrita en contraposición del diario falso, que formó sugerido de su malicia, un parcial de los amotinados en año de 1781.

Muchos autores se basaron en este documento, como el argentino Pedro de Angelis, que para Marcos Beltrán Ávila plagió el relato del cura, arriba mencionado y lo interpretó a su estilo.

Sin embargo, Fernando Cajías lo recapitula en su libro "Oruro 1781: Sublevación de indios y la rebelión criolla".

"Sebastián Pagador había sido muchos años sirviente en las minas de los Rodríguez y en la actual estación por las tardes con su patrón, Don Jacinto en la mina y entre las buchadas de coca y chicha que tomaban, salió el expresado Don Jacinto, con el adefesio de que el corregidor lo quería ahorcar, en primer lugar a él, en segundo lugar a sus dos hermanos y últimamente a Don Manuel Herrera y demás patricios honrados que había en la Villa. Con esto, irritado el expresado Pagador, le facilitó el asesinato, que después ejecutaron…".

"Hallábase éste, a la sazón, divirtiéndose con dos eclesiásticos: el uno era el doctor Don Manuel Amézaga, cura de Challacollo, y el otro, Fray Lazo, de la orden de San Agustín. Alborotáronse todos los con la noticia de que este bribón les trajo y suplicó a los dos eclesiásticos, dicho (comerciante Casimiro) Delgado, para que fuesen a avisar esta fatalidad que amenazaba a los acuartelados. Estos eclesiásticos, sin la menor reflexión y acuerdo, dando crédito a la iniquidad tramada por (Nicolás) Herrera, pasaron inmediatamente a dicho cuartel, llamaron al capitán Menacho y a otros que le acompañaban y les dieron noticia de lo que sabían, previniéndoles que guardasen".

"Con esto y a la voz de traición, que ya el expresado Herrera había esparcido por las principales calles de la Villa, confirmaron de verdadera, la nueva que trajo la hija de Pagador, porque acudían en tropas crecidas a dicho cuartel, las madres, hijas y hermanas de los soldados, unas llevando armas para que se defendiesen y otras dando voces y pidiendo con lágrimas dejasen el cuartel".

De acuerdo a los testimonios que se recolectaron posteriormente y tras un juicio impetrado a los participantes de la revuelta, Juan Alberto Mejía, abogado de la Real Audiencia en su confesión de 1784 dijo textualmente:

"El origen de dicha sublevación fue una aprehensión que formó la plebe de Oruro de que los españoles europeos que allí había y vivían en la casa de Don Diego Flores, parte de ellos, en la que reunieron sus caudales y personas, los habían de matar, no fiándose de dicha plebe, temerosos de ser entregados por ella a los indios, que ya hacía algún tiempo estaban alterados en las provincias inmediatas y Oruro prevenida para en el caso de algún acometimiento, con arreglamento de algunas Compañías, y demás providencias conducentes a la defensa; cuya aprehensión parece que fundó la plebe en ciertas expresiones relativas a este mismo concepto, con que hubieron de explicarse los europeos don Francisco Santelices y don José Caballero, sobre las que oyó hablar el confesante a don Ventura Ayarza, también europeo manifestando al corregidor don Ramón de Urrutia (en cuya casa se hallaba el mismo que confiesa y la que trataba con frecuencia sirviéndole muchas veces de asesor confidencial) estas terminantes palabras".

PASQUÍN

Antes de la revolución en la Villa de Oruro circulaban pasquines que fueron denominados "subversivos" tal el caso del que fue registrado por Marcos Beltrán Ávila en su libro "Capítulos de la Historia Colonial de Oruro".

"Ya en el Cuzco con empeño quieren sacudir, y es ley, el yugo de ajeno Rey y coronar al que es dueño. ¡Levantarse americanos! Tomen armas en las manos, y con osado furor, ¡maten sin temor a los Ministros tiranos! ¡Retractarse es disparate! En una cosa tan notoria, ¡siendo cierta la victoria porque multi sunt vocati (muchos son los llamados)".

Muchos criollos como mestizos tomaron muy en cuenta ese pasquín que motivó un cambio de pensamiento para afrontar lo que se avecinaba con fuerza.

Los sucesos de la Revolución se hicieron evidentes el 9 de febrero, por noticias crecientes de una invasión de la indiada a la Villa, los criollos se acuartelan por orden del corregidor español y de acuerdo a planes defensivos, de antiguo instaurados, para de allí salir a patrullar o, en caso necesario, combatir a los atacantes.

El Capitán Menacho y su alférez Azurduy hacen circular el rumor de que han sido acuartelados para ser pasados a cuchillo por los españoles, los que a su vez creen que aquellos están en convivencia con la indiada.

Las mujeres de los acuartelados llevan armas cortantes a los milicianos, los que finalmente se revelan, provocados por las actitudes altaneras del corregidor Urrutia. El denominador común entre mestizos, criollos e indios de la Villa es el odio al europeo.

También influyó a este hecho las ordenanzas de Jacinto Rodríguez quien pidió a todos los patriotas de la Villa que se vistan de indios.

"… que todos los habitantes de Oruro vistiesen con el traje de los indios, tal como usaban en la época de los incas, y de esa manera hombres y mujeres vistieron de uncus y de ajsus", como se refiere Mario Montaño en su libro "Síntesis histórica de Oruro".

La hija de Sebastián Pagador, Lita, es la primera en llegar al cuartel y luego informar de lo acontecido a su padre. En el cuartel, las cuatro compañías se alarmaron e inquirieron de qué se trataba, resaltando en las respuestas anti españolas los de la compañía del capitán Menacho, asumiendo el sargento Sebastián Pagador, a partir de ese momento, según referencia de Ángel Torres Sejas en su libro "Oruro en su historia".

Al asumir Pagador el mando, la noche del 9 de febrero emite su proclama. Ningún español intentó poner orden, porque todos se encontraban reunidos en la plaza del Regocijo, hoy Manuel de Castro y Padilla, donde estaba la casa de propiedad de Diego Flores y alquilada al comerciante ibérico, José de Endeiza.

Simultáneamente se armó un tumulto entre los criollos y mestizos, quienes se dirigieron a la casa de Jacinto Rodríguez para defenderlo, porque había la versión que sería victimado por los chapetones.

El sábado 10 de febrero, tras el toque de diana, muchos soldados abandonaron el cuartel. El corregidor Urrutia trató de persuadir a sus seguidores para evitar una posible invasión de indios a la Villa.

Al anochecer, se escuchó un toque de corneta y de otros, fuera del cuartel y más tarde el sonido de pututus. El llamado se hizo intenso y Urrutia desplegó a los soldados en la Plaza Mayor, hoy 10 de Febrero, como en la del Regocijo. Los patriotas se reunieron en el Conchupata, emitieron consignas de muerte contra los españoles.

Pasada las 20:30 horas, tanto Rodríguez con su gente tomaron camino hacia la plaza, lo mismo hizo Sebastián Pagador con sus compañías. Desconocieron la autoridad del corregidor Urrutia. Éste al verse sorprendido decide escapar a Cochabamba.

Al no tener resistencia, los patriotas se dirigen a la casa de los españoles en la plaza del Regocijo, a la casa de Endeiza. Desde allí, armados comenzaron a defender con armas de fuego matando a los criollos sin piedad. Ante ese hecho, los patriotas comenzaron la arremetida con piedras y también ají picante quemado.

Prendieron fuego a la casa, los españoles resistieron hasta el 11 de febrero, pero ese día fueron sacrificados y muertos de la manera más horrenda. Aquel hecho permitió formar un nuevo gobierno a la cabeza de Jacinto Rodríguez. En la revuelta también habían participado los indios.

Tras ese día, los indios sembraron el terror en la Villa y saquearon las casas de los españoles, asimismo, los victimaron. Profanaron templos. Rodríguez intentó controlar a esa parcialidad y ordenó que todos los habitantes de Oruro se vistan como indígenas.

Pese a esa situación y que recibirían un peso para que retornen a sus ayllus, continuaron en la Villa sembrando el caos. El 15 de febrero, cuando Pagador junto a un pequeño contingente de soldados custodiaba las Cajas Reales a la espera de la llegada de Túpac Amaru, los indios asaltaron el lugar.

Pagador al defender el predio rompió la cabeza de un indígena. Detienen al sargento y piden justicia ante Rodríguez, quien decide enviarlo a la cárcel. En el trayecto, Pagador muere de la manera más sanguinaria a costa de los indios con vaciedad.

Más tarde, los mismos indígenas traicionarían a los revolucionarios y los entregarían en manos de Urrutia, para que sean juzgados y encerrados en la cárcel de Oruro situado en Buenos Aires. Muchos de ellos como los hermanos Jacinto y Juan de Dios Rodríguez murieron allá, en total abandono, acusados de traición y sedición contra la corona española.

También fueron juzgados Clemente Menacho, Diego de Antonio Flores y Manuel de Herrera quien falleció en Potosí.

Esa es parte de la historia y de los hechos que acontecieron el 10 de Febrero de 1781. Queda como reflexión que Oruro fue el centro de la libertad y la semilla de la emancipación en el continente americano. Posteriormente, fue un ejemplo para alzamientos en otros lugares que a la postre dejarían como legado la independencia absoluta de un yugo que solo quiso imponer con ignorancia su modo de pensar y actuar.

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