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lunes, 23 de febrero de 2015

Teoponte, la masacre de “los hijos del Che”



El 15 de julio de 1970, el presidente Alfredo Ovando Candia otorgó públicamente credenciales a un alegre grupo de 67 alfabetizadores. Tres días más tarde partieron los veinteañeros rebosantes de vida a buscar la muerte.

Cada credencial de educador voluntario tenía como contraparte identificaciones con el nombre de guerra y el tipo de sangre grabados en metal. Los bolsones llevaban uniformes, botas y mochilas. Las cajas de cuadernos contenían además municiones, granadas y armas. Partieron en dos camiones y una camioneta prestados por la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), a las 08.30, rumbo al selvático trópico paceño. Ocho horas después pasaron por la población de Caranavi, a 160 kilómetros de La Paz, con banderines marcados por la letra “A” y cantando estribillos de “Palito Ortega”. “Aaaaaa, a alfabetizaaar”, cantaban adaptando las letras del comercial cantautor argentino.
Pero diez leguas más adelante, cobijados por la oscuridad de la noche, se identificaron con la sigla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). A las 02.00 del 19 de julio, pronunciaron el primer “¡Victoria o Muerte, venceremos!” de la guerrilla. Luego, volaron la draga, balacearon la avioneta y la radio de la aurífera South American Placers Incorporate (SAPI), ubicada en la zona de Teoponte. Desarmaron a la escasa guardia de seguridad de la empresa, saquearon el hospital y “expropiaron” la caja, donde hallaron cerca de 4.200 dólares. No lograron llevarse un cargamento de oro que, para su decepción, horas antes había sido enviado a La Paz.
Fue el inicio de una inmolación colectiva. En los tres meses y 14 días que duraría la campaña el destino jugó a placer con los insurgentes y su entorno. De principio, en Teoponte la vida enseñó que a veces le gusta cambiar a las personas caprichosamente. Apenas iniciadas las acciones los guerrilleros descubrieron que el embajador de EEUU, Víctor Siracusa, no estaba en SAPI. Siracusa solía visitar la zona para jugar golf, pero días antes alguien de la más alta confianza de los movilizados se había convertido en delator. Un testigo de la época añade que se trataba de un personaje con predicamento y jerarquía en un conocido grupo religioso.
Según algunas fuentes militares, se esperaba dar un efecto singular capturando al diplomático. Pudo ser un golpe decisivo para el futuro de la guerrilla. Incluso se planteaba como una alternativa para hacer demandas a nivel internacional y como una carta de escape. Pero debieron contentarse con tomar como rehenes a dos técnicos alemanes que usaron para negociar la liberación de prisioneros del ELN en La Paz. Siracusa, de haber estado en el monte como rehén, no habría sido el único estadounidense de esta historia. La guerrilla también tenía entre sus miembros a George Fernández Meana (Felipe), un combatiente llegado de EEUU. Paradójicamente, Felipe cayó en el primer combate contra un ejército armado y guiado por el Pentágono.
Teoponte también significó una lucha en tierra lejana para 14 de sus combatientes. Ocho chilenos, dos argentinos, un brasileño y un colombiano participaron de la aventura. Sorpresivamente, al emprendimiento no se sumaron cubanos. El Gobierno de Fidel Castro retiró sus cuadros meses antes de que se inicie la campaña. Se asegura que la mano del destino esta vez vino desde Moscú.

Censura y muerte
Así, en las incursiones iniciales, la guerrilla quedó completamente desubicada, esto porque además entre las primeras pérdidas se registró la del radiotransmisor. Quedó inutilizado y con ello los guerrilleros “elenos” perdieron contacto con las redes urbanas. Y antes, algunas de éstas decidieron alejarse con una significativa parte de los fondos de guerra. Pronto el hambre empezaría a debilitar al grupo que tampoco pudo ubicar las fuentes alimentos que había concebido en la estrategia inicial.
Paralelamente, cerca de 1.000 soldados empezaron a rodear la zona y cazas Mustang P-51 D lanzaron sucesivos bombardeos con bombas Napalm, prohibidas por las convenciones internacionales, como señal de que la lucha no sería limpia. La prensa fue impedida de acercarse a la región a decenas de kilómetros de Teoponte, censura total.
A 10 días de iniciada la incursión, los problemas de locación aumentaron. Diez de los combatientes sintieron que se hallaban en el lugar equivocado. Confiados en un perdón anunciado por el Gobierno, ocho pidieron formalmente su baja, los otros dos huyeron. Partieron vestidos de civil, pero tan solo para morir a pocos kilómetros de donde comenzaron su retorno a casa. La oferta del Gobierno era una trampa. Una orden interna instruía a los mandos castrenses en la zona: “Ni un herido, ni un preso, todos muertos”.

Entre el amor y la muerte
En medio de la creciente tensión, en el grupo que abandonaba la guerrilla se desató un singular drama familiar. Eduardo y Adolfo Quiroga Bonadona decidieron dejar la lucha. El tercer hermano de la familia, Emilio, optó por continuar. Ninguno sobrevivió a Teoponte. Con el tiempo, su progenitora, María Luisa Bonadona de Quiroga, se destacó como activista de los Derechos Humanos.
Hubo también dramas familiares marcados por distancias aún mayores. Cuando las autoridades entregaron los cadáveres de los guerrilleros ejecutados, un militar pidió permiso para identificar a los caídos. Al teniente de fragata Alberto Letelier, su progenitor, del mismo nombre, le había pedido que encuentre a su hermano, Luis Ernesto (Mauro). El uniformado naval confirmó la tragedia.
La guerrilla también cosechó sus héroes. De Teoponte la lección más conocida es valor de varios de sus combatientes para sostener sus ideales hasta la inmolación. Y, sin duda, el más destacado fue Néstor Paz Zamora (Francisco). Su diario personal ha tenido vasta difusión internacional e incluso traducciones al inglés. Personalidades célebres como Julio Cortázar, Ernesto Cardenal, Pedro Shimose o Miguel D´Escotto difundieron y destacaron los valores encerrados en el texto. Allí el ex seminarista fusionó la lucha política basada en el humanismo del Che Guevara con el misticismo cristiano.
Paz Zamora murió en Teoponte por inanición. Durante las 11 semanas que duró su lucha guerrillera, buscó encarnar de manera superlativa el sacrificio por el prójimo, por construir en sí mismo al hombre nuevo. Alternaba sus reflexiones entre el Nuevo Testamento y el diario del Che. “El amor lo entiendo como una urgencia de solucionar el problema del otro donde estás tú”, advertía al momento de definir sus convicciones. “Estoy aquí hasta el final. Esto es sólo ´victoria o muerte´”. Éste es el camino por donde avanza la historia, no hay otro. Es así ser cristiano”, reflexionaba en medio del desgaste guerrillero. Los testimonios de los ocho sobrevivientes de Teoponte recordaron al camarada ideal. “Primo, me has dado la mejor lección de amor a la humanidad. ¡Gracias!”, escribió, en la página final del diario, el único testigo de la agonía de Francisco, su primo Gustavo Ruiz Paz (Omar).
La figura emblemática de los idealistas de la guerrilla falleció, cerca del río Mariapo, en la cabecera amazónica, un día antes de cumplir 25 años. A las 12.00 del 8 de octubre de 1970, casi tres años exactos de la muerte del Che, sucedida a las 12.00 del 9 de octubre de 1967. El combatiente más religioso del grupo, quien portaba como emblema una cruz en vez de la estrella del ELN, murió en “Teoponte”, lugar al que una deducción etimológica define como “el puente hacia Dios” (*). La zona donde su cadáver estuvo sepultado durante casi 23 años se convirtió en un centro de peregrinación de los campesinos. Algo similar sucedió algunos kilómetros hacia el norte con los restos del cantautor Benjamín Cordeiro, Benjo Cruz (Casiano).
Paz Zamora, el ideólogo de aquella juvenil guerrilla de poetas y estudiantes, también legó una romántica historia. La mayoría de las frases de su diario están dedicadas a Cecilia Ávila Seifert, su esposa. “Mi reina adorada, (…) Quiero decirle ante todo que la extraño como algo esencial, sustancial”, le escribe en la primera nota el 24 de julio. “Te amo y que esto quede bien claro. Eres lo que más amo. Lo que amo a plenitud”, fueron las últimas palabras del diario antes de la agonía final. Cecilia y Néstor se juraron amor el 1 de agosto de 1968, la misma fecha prometieron fidelidad a la revolución.
Cecilia guardó el diario de Paz Zamora hasta principios de 1972. Entonces era perseguida por los organismos de represión del dictador Hugo Banzer y confió el texto a sus suegros. El 23 de marzo de aquel año, los agentes de seguridad la acribillaron en una casa de seguridad.

La barbarie en el monte
Teoponte también dejó lecciones de crueldad extrema. La guerrilla virtualmente abortó al finalizar su fase de ambientación. Fue víctima de delaciones, abandonos. Fue víctima especialmente de una marcada falta de previsión, entrenamiento y organización. A ello se sumó una reacción militar que, tras unas semanas de confusión, movilizó abundante tropa y moderno armamento, provisto por EEUU. Los estadounidenses enviaron prestamente armas en aviones Hércules hasta El Alto y en barcos hasta las costas peruanas. La subestima a un ejército ya curtido dos años antes en su lucha contra el Che subió el costo de la aventura.
La masacre se saldó con 58 guerrilleros y cuatro soldados muertos. Los militares no informaron sobre subversivos heridos. Análisis forenses evidenciaron torturas inmisericordes, seguidas de ametrallamientos y hasta bazocazos, en la masacre del Pajonal, contra desertores y detenidos. “Cómo explica usted que mi hijo Adolfo no tenía vísceras, ni pulmones, ni corazón. Estaban absolutamente huecos y mostraban señales de balas (calibre) 44 en el cuello, en el cuerpo y hasta en los pies y las piernas? ¿Cómo puede ser que mi hijo Eduardo no tenga manos y que su cuerpo estaba lleno de balas?”, reclama una de las partes de la carta de María Luisa Bonadona al Comandante del Ejército Luis Reque Terán. Las misivas de varios padres de familia hacen testimonios semejantes.
Fue la etapa más macabra de casi cuatro años de emergencia guerrillera y lucha antisubversiva. Teoponte constituyó la continuidad y la recurrencia, a momentos calcada, de Ñancahuasú. Ernesto Che Guevara adquirió un valor político paternal para los dirigentes universitarios que “volvieron a las montañas” y, como él, apostaron al quijotismo.
Así, con la violencia como método de lucha, en el ELN tampoco faltaron los excesos. En Teoponte, el 26 de septiembre, cuando la guerrilla languidecía, el líder de la columna, Oswaldo Peredo, decidió matar a dos combatientes por haber robado dos latas de sardinas y un trozo de manteca. Cerca de 15 asesinatos fueron ejecutados por los subversivos antes y después de la experiencia en la selva paceña. Supuestos delatores, informantes, así como torturadores, cayeron en diversos atentados. No todas las muertes fueron justificadas, incluso algunas, como las de los esposos Catalán, respondieron a motivos pasionales.

Paradojas de la guerrilla
Y en medio de un sinfín de paradojas, Teoponte también dejó lecciones económicas. A decir de algunos testigos, tres legados de prosperidad, muy alejados de los ideales guevaristas, se gestaron en 1970. Por una parte, la presencia guerrillera sirvió para que algunos empresarios audaces le compraran grandes paquetes de acciones a la SAPI. Las noticias sobre los guerrilleros habían puesto por los suelos su cotización en las bolsas. Dos años más tarde, durante el Gobierno de Banzer, vino la bonanza. Entonces los empresarios se hicieron crecientemente fuertes en los esquemas del poder político y eran capaces de digitar gabinetes y jefaturas de cámaras legislativas.
Además redituaron quienes accedieron a los fondos que nunca llegaron a una guerrilla convenientemente aniquilada. Ellos también se integraron a las élites políticas y empresariales de la época. Cosas del destino, la guerrilla, sin quererlo, catapultó hacia esferas del poder a algunos personajes nada idealistas.
Pero su lucha armada no concluyó del todo en Teoponte. Durante el golpe de Banzer, el 21 de agosto de 1971, los elenos sostuvieron su última batalla. Derrotaron a un batallón del regimiento Castrillo en el cerro paceño de Laikacota. Se cuenta que emergieron con armas y granadas en formación militar y con brazaletes rojos. Varios de ellos compartían militancia con la del naciente Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR).
Durante la siguiente década, las dictaduras aún supieron ensañarse con lo que supiese a ELN o MIR, por su proximidad. Sin embargo, la era democrática sumó otra paradoja a esta historia. Casi tres décadas después de Teoponte, en agosto de 1989, el MIR, liderado por el hermano de Néstor, Jaime, había reconvertido su doctrina hacia la social democracia. Por su parte, Banzer había ingresado en las lides electorales encabezando a la derechista Acción Democrática Nacionalista (ADN). Y en 1989 ambas fuerzas iniciaron un pacto político que duraría 12 años y detentaría dos Gobiernos.
En ese contexto, en enero de 1991 surgió una paradoja, probablemente final. Jaime Paz Zamora era Presidente. Entonces un pequeño grupo subversivo secuestró al acaudalado empresario Jorge Lonsdale, gerente de Coca Cola. La organización se autodenominó “ELN - Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ)”. Los operativos para rescatar al empresario derivaron en la aniquilación de la CNPZ y la muerte de Lonsadale. Valga aclarar que la CNPZ no tuvo relación alguna con el ELN original, cuyos últimos encuentros organizativos y militantes se produjeron en 1978, antes de su disolución final.

(*) El nombre de Teoponte originalmente corresponde al idioma Leco. “Teo”es el nombre de un arbusto de la zona y “ponte” significa lugar.

Con datos de:
-Teoponte, una experiencia guerrillera – Hugo Assman – Cedi 1971.
-Néstor Paz Zamora – Diario de campaña- Fundación II Centenario
- Culminación del modelo Nacional Revolucionario – Issac Sandóval, Ed. Urquizo
- Teoponte, la otra guerrilla guevarista – Gustavo Rodríguez Ostria, Ed. Quipus
- Misión Teoponte – J. Etchevarne, Ed. TRN

Tarijeños en la guerrilla del ELN

Seis tarijeños fueron parte del Ejército de Liberación Nacional que combatió en Teoponte. Inicia la lista el geólogo Enrique Farfán Mealla (Adrián) tenía 27 años cuando murió combatiendo en Tabacuni. Era el único de los seis que había recibido entrenamiento guerrillero en Cuba. Por su parte Delfín Mérida Vargas (Mario o Chapaco), de familia tarijeña, aunque nacido en Camiri. Era estudiante de medicina. Falleció a manos del Ejército cuando tenía 24 años en Santa Rosa de Mapiri. Jorge Ruiz Paz (Omar) tenía 30 años cuando ingresó al trópico paceño y había estudiado geología. Fue uno de los ocho sobrevivientes a la masacre. Falleció el año 2003 en Cuba a causa de crónicos problemas de salud generados en la guerrilla. Adolfo Quiroga Bonadona (Gordo o Rodolfo) nació en Villa Montes en enero de 1945 y murió ejecutado por el ejército el 30 de agosto de 1970. Edisón Segade Jurado (Jesús) era transportista y mecánico tenía 26 años cuando ingresó como combatiente al monte. Es otro de los ocho sobrevivientes. La lista la completa Néstor Paz Zamora (Francisco), de familia tarijeña, pero nacido en Charagua, Santa Cruz. Tenía 24 años cuando ingresó a Teoponte. Ex seminarista y estudiante de medicina. Murió de inanición el 8 de octubre de 1970.

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