Como su nombre lo indica, son extensiones de suelos oscuros que han resultado de la actividad humana.
Estos suelos se diferencian notoriamente de los suelos amazónicos (que en muchos casos son oxisoles),
considerados pobres en nutrientes y generalmente de colores rojizos o amarillentos (Fig. 122). Numerosas
y amplias extensiones de terra preta han sido encontradas en territorios altos, no inundables, en la mitad
oriental de la cuenca del río Amazonas. Al estar los suelos enriquecidos principalmente con material vegetal
carbonizado y otros componentes identificados (calcio, fósforo, manganeso, potasio, estroncio y zinc), su
fertilidad es más alta y hoy en día son muy codiciados para prácticas agrícolas (Arroyo-Kalin, 2014).
Los investigadores distinguen entre: tierras negras, suelos oscuros con mucha presencia de artefactos
de cerámica y cuyo estrato tiene una profundidad mayor a ca. 60 cm, y tierras mulatas, que cubren
extensiones adyacentes, de mayor tamaño pero que carecen de artefactos arqueológicos, con niveles de
nutrientes no tan altos como los de la terra preta, pero todavía mejores que los suelos sobre los que se han
formado. Como está comprobado, que la formación de tierras negras, es el resultado de los asentamientos
de sociedades precolombinas, su disposición, profundidad y extensión nos dan pautas importantes sobre la
intensidad de la ocupación humana en esos asentamientos (para mayor información al respecto, se sugiere
Arroyo-Kalin, 2010; 2014).
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