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viernes, 20 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - El aporte tecnológico

Los incas tuvieron el desarrollo más complejo que existió en los Andes; para muchos investigadores, haciendo una analogía con civilizaciones como la de los aztecas o los romanos, este desarrollo puede ser considerado imperial (Bauer, 1992; D’Altroy, 1992; Julien, 1982; Pärsinnen, 1992; Pease, 1978, 1982; Presta, 1995; Rostworowsky, 1988; Saignes, 1985, 1990; Schreiber, 1992; Stanish, 1997). Esto está relacionado –como ya se dijo- sobre todo a su afán de expansión territorial y política, aspecto no observado en ningún desarrollo precedente en los Andes.

El proceso expansivo en todo el Imperio implicó cambios radicales para los grupos locales, pero también se invirtió en la creación o rehabilitación de un sistema de caminos, la construcción de tambos y el reasentamiento de colonias (mitmas) hacia diferentes partes del Tawantinsuyo, dando la opción de detentar poder a las autoridades locales administrando y controlando la movilidad para su beneficio. Su sistema organizativo y la construcción de la infraestructura pública utilizaron la fuerza de trabajo, basándose en un sistema decimal, como indica Julien (1982). Un aspecto que lo diferencia de Imperios como el Azteca u otros en el mundo es el hecho de que la extracción de riqueza también utilizó la fuerza de trabajo y no el tributo en especie (Murra, 1975).

A nivel tecnológico, su presencia es la síntesis del conocimiento de los grupos precedentes, por lo cual está marcada por elementos representativos que fueron registrados arqueológicamente en muchas partes de su territorio. Entre ellos, es relevante la arquitectura de este periodo, que si bien denota un patrón muy particular, estaba basada en la tradición arquitectónica de Tiwanaku, denotando su influencia. Los elementos más representativos son estructuras como kallankas, ushnus y torres funerarias, construidas en piedra, con formas y técnicas particularizadas de acuerdo a las regiones. Dicha infraestructura es registrada en diferentes partes de los Andes, sobre todo asociada a centros administrativos.

A ello se debe añadir la infraestructura agrícola, basada especialmente en la construcción de inmensos campos de terrazas y silos, que eran lugares de producción y almacenaje. Este tipo de construcción implicaba trabajos de ingeniería, hidráulica y conocimiento de los ciclos de la naturaleza. Una de sus características fue el establecimiento de un sistema de riegos asociado, al igual que el funcionamiento a secano de este sistema.

Las terrazas o takanas, sistema más utilizado en ese período, consideraban la fertilidad del suelo, el drenaje del agua y prevenían la erosión, para lo cual fueron construidas utilizando rocas grandes que eran colocadas en la base para nivelar el terreno. Con una capa de piedras más pequeñas se generaban conductos reguladores de agua que evitaban que la tierra fértil, donde se sembraba, se escurra entre las rocas; para darle mayor seguridad, se levantaban paredes de piedra. Estas paredes pueden conformar altas y extensas plataformas, como las observadas en muchas partes de los Andes.

Por su conformación y arquitectura, las terrazas agrícolas definen un paisaje nuevo, donde se cultivaban alimentos tan esenciales como el maíz, uno de los principales productos agrícolas de la época. Debido a su funcionalidad, esas antiguas construcciones aún se utilizan para cultivar alimentos tradicionales, a los cuales se sumaron nuevos productos, como el haba, el trigo, las arvejas y la cebada, introducidos con la llegada de los españoles y que actualmente se incluyen en las tradiciones culinarias en esta vasta región.

Las expresiones materiales registradas en los sitios arqueológicos son los restos de trabajo en cerámica, líticos, textiles y metalurgia, en los cuales se lograron grandes avances tecnológicos y artísticos. Como se observa en lo referente a la arquitectura, la tecnología empleada para la producción de esos artefactos fue una herencia de culturas precedentes, pues los incas rescataron las mejores tecnologías de los Andes como parte de su acervo cultural. La elaboración de los mismos correspondía a especialistas, localizados en diferentes partes de los Andes.

La elaboración de cerámica también fue una herencia de Tiwanaku, localizándose sus principales ceramistas en las márgenes del lago Titicaca, considerados los “olleros del inca”, como menciona John Murra (1982). Luego de un periodo donde resaltaba el negro/ rojo en las vasijas, vuelve la policromía en la elaboración de finos artefactos, los cuales eran un símbolo del prestigio de los incas y de los señores locales.

Las formas más típicas y rituales de la cerámica Inca fueron los aríbalos, los kerus (vasos ceremoniales) y los platos playos con decoración geométrica polícroma, producción sumamente estandarizada. Los colores más usados fueron diferentes tonos de marrón y sepia, además de rojo, negro, blanco, naranja y morado, los que producían una gama relativamente variada de combinaciones. Se aprecia en esta alfarería la predilección por los diseños geométricos, predominando rombos, barras, círculos, bandas y triángulos. Este tipo de artefactos se encontraron en los Andes, presentando manifestaciones particulares de acuerdo a las diferentes regiones (Fig. 113).

Paralelamente, se registra material doméstico, el mismo que no presenta decoración y que responde a las características tecnológicas de las diferentes regiones anexadas al Imperio. A este tipo de materiales se los define como estilo Inca local, cuya característica es el uso de un profuso engobe de color rojo.

Por último, también se advierte un sincretismo tecnológico entre el estilo cerámico imperial y los estilos locales. Su característica es la conservación de las formas emblemáticas como el aríbalo o el plato playo, pero el decorado presenta un estilo local. Este tipo de artefactos es registrado, sobre todo, en las áreas marginales del Imperio, siendo uno de los indicadores para establecer el tipo de relación de las poblaciones locales con los incas. Como ejemplo, podemos mencionar los estilos Inca Pacajes, Inca Carangas e Inca Quillacas, registrados en el altiplano de La Paz y Oruro (Fig. 114).
Los Aribalos

A nivel de artefactos líticos, sobresale el fino trabajo pulido, sobre todo de hachas y armas o instrumentos de guerra, los cuales fueron registrados en muchas partes de nuestro territorio. La tecnología lítica era más elaborada que en tiempos anteriores, haciendo mucho uso de finos acabados. Las formas más representativas son las hachas líticas y las azadas, las que se registran en muchas partes del territorio; son artefactos que fueron utilizados a nivel ritual y para la agricultura, respectivamente (Fig. 115). Otro tipo de artefactos líticos son las armas o herramientas vinculadas a los conflictos ejercidos por los incas en su proceso expansivo. Estas armas consisten, sobre todo, en macanas y boleadoras que eran utilizadas junto a las hondas.

En cuanto a la escultura, son relevantes las representaciones zoomorfas de auquénidos, llamas, vicuñas y alpacas, así como algunas representaciones fitomorfas, y numerosos cuencos y recipientes llamados popularmente morteros. En este tipo de expresión se observa la simplificación de las formas por medio de volúmenes geométricos sencillos y una esquematización de los motivos decorativos. La escultura de este periodo se caracterizó por la sobriedad, la geometría y la síntesis, tendiendo más a lo práctico y funcional que a lo formal.
Sincretismo

Hacha Litica


La tecnología metalúrgica fue una de las más relevantes en el periodo Inca, dado que el área andina fue la cuna de la metalurgia. En toda la costa existieron expertos plateros, como una herencia de los poblados de Chimú, Pachacámac, Ica y Chincha, los que eran considerados como los mejores orfebres de los Andes. Durante el apogeo imperial, se enviaron mitmas a Cusco para la producción de objetos suntuarios. Entre ellos, fueron relevantes los artefactos utilizados por las élites, destacándose las diademas, orejeras, pendientes, anillos, pecheras, tobilleras, tupus, (prendedores) etc. Por otro lado, se consignan pequeños elementos rituales y de ofrendas, finamente elaborados en oro y plata, como regalo a las deidades naturales. Algunos de estos objetos fueron registrados en el lago Titicaca y en diferentes contextos rituales. Sin embargo, los más recurrentes son los tumis (cuchillos ceremoniales) y las hachas rituales, artefactos de aleaciones que se registraron en muchos sitios de esta región (Fig. 116).

Es importante mencionar la importancia que tenía el oro para los incas, ya que reflejaba su relación con lo divino, y cuyo trabajo de acopio fue delegado a los mitmas. Para realizar su fundido utilizaban las huayrachinas, donde se realizaban diferentes aleaciones que luego dieron paso a impresionantes artefactos de oro, plata y tumbaga.

Para la creación de armamento se utilizaba cobre y sus aleaciones. Con el bronce elaboraban sobre todo cuchillos ceremoniales y hachas para la nobleza, además de mazas, entre otros objetos militares. Las mazas tenían forma estrellada con un orificio al centro, a fin de colocarla en un palo, por lo cual recibían el nombre de macanas. También se cree que utilizaron platino y hierro, aunque sólo para la elaboración de pequeños ornamentos.
Piezas Ornamentales

En relación a los textiles, es remarcable el hecho de que los incas aprovecharan finas fibras, como las de vicuña, para la elaboración de suntuosas prendas. A la tradición textil existente, cuyos principales representantes fueron las culturas de la costa central –en las poblaciones de Paracas y Nazca–, los incas incorporaron figuras geométricas: cuadrados rectángulos o rombos, ordenados vertical u horizontalmente. Esta nueva forma de representación corresponde a una iconografía centrada en símbolos conocidos como tokapus, significativos de la heráldica prehispánica y mantenida hasta la Colonia.

Los textiles se elaboraban en telares, los que prensaban la trama y la urdimbre con la ayuda de una wichuña, hueso de llama pulido al que le sacaban una punta. Las fibras utilizadas correspondían sobre todo a camélidos, como llamas, alpacas y vicuñas, las cuales tomaban color a partir del tinte de plantas y minerales.

Es justamente en este período en el que prevalece el rol de la fibra de vicuña como elemento suntuario de alto prestigio. Los incas instituyeron el chaku como forma sostenible de obtención y aprovechamiento de la vicuña, es decir que se esquilaba a los animales en vivo para la obtención de la fibra.

Para los incas, la importancia de los textiles fue religiosa, social y política. En ellos expresaban su cosmovisión, su sentido del espacio y de sus divisiones, además de ser símbolos que denotaban el rango social. Los famosos ponchos dameros, blancos con negro y rojos al centro, se destinaban sólo a los orejones o generales allegados al Inca. Se dice que los diseños geométricos, que aparecen en algunos tejidos, servían también para identificar a los incas y a sus familias (Fig. 117). Desde la visión política, los tejidos representaban bienes que se podían intercambiar y/o tributar para cohesionar al Imperio.
Textiles tokapus

A ello se deben sumar las prendas elaboradas con plumas de aves exóticas, que manifiestan un gusto estético por el color y por los recursos de otros ambientes ecológicos. Esta técnica de manufactura se utilizó en mantas, unkus, abanicos y sombrillas, mostrando la relación de los incas con las poblaciones de origen selvático para la adquisición de esa materia prima.

Por otra parte, conceptos y cálculos matemáticos fueron aplicados principalmente en actividades económicas. Los sistemas de registro y cálculo más conocidos eran los quipus y los yupanas. Los quipus eran sistemas nemotécnicos que consistían en tiras anudadas; sólo se anudaban los resultados de las operaciones realizadas anteriormente en los ábacos o yupanas. Los cronistas españoles narran que en este sistema se guardaban fragmentos de la historia de los incas, relatando nacimientos, guerras, conquistas, nombres de los nobles y tiempos de tales eventos.

Los registros arqueológicos realizados en los Andes dan cuenta de innumerables artefactos que prueban el avance de la tecnología incaica. Algunos de esos aspectos también son corroborados en los documentos de la Colonia temprana, donde se describen con detalle algunas tradiciones prehispánicas. Sin embargo, las viejas tradiciones fueron cortadas con los españoles, denotando un nuevo periodo en el que la estética y la tecnología fueron reemplazadas por la funcionalidad de los artefactos y de las construcciones.

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