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domingo, 22 de mayo de 2022

La impronta inca en Bolivia (1470-1540 d. C.) - La llegada de los españoles

El último tiempo del Imperio, luego de la muerte de Huayna Capac, estuvo plagado de conflictos políticos y bélicos entre sus dos hijos: Huáscar y Atahuallpa, a quienes se les había delegado el gobierno de Cusco y Quito, respectivamente. Todos los hechos acaecidos por Huáscar, a quien su hermano mandó matar, fueron utilizados luego por los españoles como excusa para acusar a Atahuallpa de fratricidio.

Según los relatos históricos, el Inca tenía mucho interés de conocer a los españoles. Por ello, se dirigió a Cajamarca donde ellos lo esperaban. Los españoles se escondieron en los principales edificios de la plaza principal, donde observaron su fenomenal ingreso, junto a cientos de bailarines, nobles y guardias. El único español que salió al encuentro de Atahuallpa fue el fraile Vicente de Valverde, quien a través de un intérprete habló con el emperador, compartiendo chicha en un vaso keru.

En esa oportunidad, se ordenó que el Inca aceptara el cristianismo como religión verdadera, sometiéndose a la autoridad del rey Carlos I de España y al papa Clemente VII (Dejo Bendezú, 1993). La indignación del Inca y el desagravio del cura fueron el detonante para que se iniciara la masacre de los súbditos quechuas, a manos de la artillería y los fusiles españoles. La matanza fue sangrienta, ya que miles de sirvientes imperiales murieron en esa oportunidad.

Atahuallpa fue apresado en un palacio de Cajamarca. Los relatos de los cronistas cuentan que lloraba mucho, comía y dormía poco (Poma de Ayala, 1988); pero tuvo fuerzas para organizar dos ejércitos, uno bajo el mando de Chalcuchímac, para que fuese a Cajamarca a liberarlo, y el otro bajo el mando de Quisquis, para que tomase Cusco y eliminara cualquier vestigio de Huáscar. La versión tradicional menciona que el Inca habría mantenido algunos privilegios en prisión, como seguir administrando el Imperio, aprender a leer y escribir y a hablar castellano. Se cuenta también que mantuvo una relación amistosa con Francisco Pizarro.

Cuando estaba preso, es muy conocido el hecho de que Atahuallpa ofreció llenar dos habitaciones de plata y una de oro a cambio de su liberación. La codicia de los españoles hizo que aceptaran y de inmediato se mandó la orden a todo el Imperio para enviar la mayor cantidad de oro y plata hacia Cajamarca. A pesar de haber cumplido su parte, el Inca fue sentenciado a muerte por los cargos de idolatría, fratricidio, poligamia e incesto. Su última concesión fue ser bautizado como cristiano con el nombre de Francisco, para luego ser ahorcado. Su ejecución se realizó el 25 de julio de 1533, enterrándose en la iglesia de Cajamarca. Se cree que Francisco Pizarro lloró la muerte del soberano.

La noticia de la desaparición del Inca tuvo varias repercusiones; entre ellas el que muchas etnias dominadas se sublevaran e intentaran recuperar su independencia. Por su parte, los partidarios de Huáscar (como Manco Inca) se unieron a los españoles para derrotar a Chalcuchimac, a Quisquis y a los demás partidarios de Atahuallpa.

Con estos acontecimientos un nuevo orden se estableció en los Andes, con los consiguientes cambios económicos, sociales y políticos; temas que serán abordados en el siguiente tomo de esta Historia de Bolivia.

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