Mucho de lo que sabemos de las culturas que
existieron en América antes del período colonial
es gracias a los escritos que dejaron los cronistas.
En el caso de los Llanos de Mojos, los datos etnohistóricos
corresponden al siglo XVII, es decir, son
muy tardíos y sus descripciones hacen referencia a
poblaciones diezmadas por las enfermedades, la esclavitud
y la conquista (Block, 1997; Lehm, 1999).
Aun así, destaca la envergadura de los Llanos
de Mojos como centro de importantes culturas,
aunque por lo general se hace alusión a un ámbito
geográfico inmenso y no claramente delimitado,
caracterizado por un número infinito de pobladores
(Lizarazu, 1906 [1636]: 121). Es a partir de
1667 que se cuenta con fuentes jesuitas; de ellas,
una de las más conocidas es la del hermano Joseph
del Castillo, de la Compañía de Jesús, escrita
en 1676. Estas fuentes describen un patrón de
asentamiento disperso y frágil, de poblaciones
reducidas y de una gran diversidad étnica, reflejo
de una conquista lenta y avasalladora. Por lo que
podemos concluir que los datos etnohistóricos
no sólo estaban impregnados de una mentalidad
eurocentrista y evangelizadora, sino que el paisaje
social en los Llanos de Mojos ya había sufrido
fuertes procesos de cambio antes de que los
primeros relatos jesuitas hubieran sido escritos.
A pesar de estas desfavorables circunstancias
esta información nos lleva a profundas reflexiones.
Por ejemplo, que en todas las fuentes escritas
se recalque la diversidad cultural y lingüística de
los Llanos de Mojos:
La provincia de los Mojos, que consta hoy de más
de 6,000 personas repartidas en más de 70 pueblos,
unos de 30 personas, otros de 40, los más de 60 á
80, algunos de más de ciento y algunos aunque
muy pocos de más de 200 personas, no son éstos
más que dos ó tres […] Y por excusar la prolijidad
digo que á este modo prosigue lo restante de la provincia
sobre este río Mamoré á una banda y otra.
Satirnonos, apereanos, mayuncanos, siyoboconos,
cubuquinianos, boseonos, muboconos y otros
nombres y remata la provincia en los mopereanos
que colinda con los canesies distinta provincia que
prosigue sobre el río y son enemigos como también
lo son los mujanaes que éstos llaman mojrono de
donde pueden ser que les diesen á estos indios
nombre de mojos, porque á la verdad mujuono
suena lo mismo que mujus en lengua moja por
ser el o no la nota de su plural. Y este nombre de
mojos no lo usan entre ellos, los de Santa Cruz los
llaman mojocosi que es lo mismo que mojos por la
misma razón de ser el cosi, nota de su plural. (del
Castillo, 1906 [1676]: 294, 298-299)
Esta cita, como muchas otras, nos demuestra
que los “Mojos” o “Moxos” nunca existieron como
una entidad cultural, sino más bien que el nombre
aglutina a un gran número de naciones. Del
surtido de nombres que menciona del Castillo no
quedó ninguno en uso ni tampoco se tiene mayor
información sobre la localización de los mismos, ni
cómo se diferenciaban los unos de los otros. Por
eso, lo que se puede discernir del paisaje cultural
que encontraron los jesuitas en el siglo XVII se
reduce en el contenido de la siguiente cita:
Por Mision de los Moxos entendemos un agregado
de muchas Naciones de Gentiles, que por
haber sido la de los Moxos la primera, que solemnemente
recibió el Sagrado Bautismo, dio la
denominación a todas las demás, que con ella la
continúan (Orellana, 1970 [1704]: 28).
Las “naciones”, que con poco detalle aparecen
en los escritos tempranos, sólo son los
últimos representantes de un proceso histórico
largo que comenzó con la llegada a los Llanos
de Mojos de los primeros grupos de cazadores y
recolectores alrededor de 8000 a.C.
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