El período Formativo, que según el esquema clásico
incluye los procesos de sedentarización (primeros
pueblos), inicios de la agricultura y aparición de
la alfarería, parece iniciarse en la Amazonía más
tempranamente que en los Andes. Las primeras
evidencias de producción alfarera en montículos de
conchales que se da en las fases Minas y Taperinha,
de sitios cerca de la boca del Amazonas, datan
alrededor del 3500 a. C. o incluso antes.
En el río Itenéz o Guaporé, actual frontera
entre Bolivia y Brasil, se tienen las evidencias
más antiguas de terras pretas (5000 a. C.), que son
el producto de asentamientos prolongados (ver
recuadro 22). Las excavaciones de Eurico Miller
en la década de 1970, en uno de los conchales del
Guaporé Medio, denominado Monte Castelo,
pusieron al descubierto restos ocupacionales
de varios miles de años. En una estratigrafía de
7 m de profundidad, se documentaron entierros
humanos, bienes funerarios, hoyos de poste,
material cerámico decorado y artefactos líticos,
datados cerca del 1800 a. C. (Neves, 2006).
En los Llanos de Mojos, este período todavía
carece de datos. Es posible que los sitios del
Formativo se encuentren cubiertos por metros
de sedimentación aluvial y algún día uno de ellos
sea descubierto casualmente en el barranco de
un río o al excavar una noria. Sería lógico que
si existen sitios arqueológicos para el período
de los cazadores y recolectores, estas evidencias
continúen y no desaparezcan. Aún más porque a
partir del 300 d. C. se tienen numerosas pruebas
de la existencia de sociedades sedentarias, agrícolas,
muy bien establecidas en las pampas de los
Llanos de Mojos.
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