El origen de la población
La pregunta sobre del origen de la población americana fue una interrogante constante desde que la existencia de este continente fue conocida en Europa. Las respuestas que se intentaron reflejan los conocimientos, la mentalidad y los imaginarios de cada época, desde explicaciones que recurrían al Antiguo Testamento para ubicar a los habitantes de América dentro del contexto de relatos bíblicos, hasta teorías sobre el origen de la población en continentes desaparecidos. Debido al persistente interés en el asunto, en el siglo XVIII se realizaron varias expediciones científicas que permitieron profundizar el conocimiento de la población americana.
Más adelante, durante el siglo XIX aparecieron teorías del origen autóctono de las poblaciones americanas, planteadas por el argentino Florentino Ameghino, pero se descubrió que los restos óseos presentados no eran de humanos. En 1925 el portugués Mendes Correia propuso la idea de que la población de América habría llegado desde Australia. La más aceptada fue la del Norteamericano Alex Hrdlicka (1937) sobre el origen asiático de la población americana y su llegada a través del estrecho de Behring, aunque también se desarrollaron teorías sobre un origen poligenético de la población, que procedería de diferentes continentes y habría llegado de distintas maneras, entre ellas navegando de continente a continente, como planteó el francés Paul Rivet en 1943. Descubrimientos arqueológicos permitieron establecer las pruebas para las teorías, pero también éstas apelaron a la lingüística y a la biología.
Otro de los temas más estudiados y discutidos fue el de la datación de las primeras evidencias de grupos humanos en América, es decir, la antigüedad de los sitios donde aparecieron las primeras evidencias de presencia humana. Descubrimientos arqueológicos al extremo Sur del continente en las últimas décadas del siglo XX pusieron sobre la mesa de las discusiones académicas y científicas nuevos datos que todavía están en discusión. A principios del siglo XXI, el proyecto de investigación científica del genoma humano abrió las posibilidades de estudios genéticos aplicados al análisis de los restos de seres humanos que vivieron hace miles de años y que probablemente estuvieron entre los primeros pobladores del continente. Sin duda, los descubrimientos futuros y el estudio de las evidencias encontradas permitirán aclarar más el panorama de la historia temprana de la población del continente americano.
Poblaciones más tempranas
La época conocida como Arcaico se desarrolló aproximadamente entre 11000 y 4000 años antes del presente (9000 y 2000 a.C.). Las investigaciones sobre estas etapas son las menos numerosas dentro del campo arqueológico y de otras disciplinas en Sudamérica y son más escasas aún en Bolivia. Las instituciones estatales no promovieron trabajos arqueológicos que se enfocaran en este período y los esfuerzos y hallazgos realizados hasta ahora proceden de iniciativas de investigadores como Dick Edgard Ibarra Grasso (1986), Jorge Arellano (1981), Eduardo Berberian (1981) y otros. La Universidad Mayor de San Simón tuvo un papel importante con el trabajo de Ricardo Céspedes y David Pereira (2005). La colección de objetos de esta etapa histórica excavados por Ibarra Grasso, Céspedes y Pereira forma hoy parte de los fondos del Museo Arqueológico de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba.
En 1903 el estudioso francés Georges Courty localizó un yacimiento paleolítico en Sur Lípez. En 1954 el investigador argentino Ibarra Grasso descubrió el sitio de Viscachani, considerado actualmente un campamento al aire libre. La existencia de una enorme cantidad de instrumentos y herramientas líticas en este sitio hizo que durante décadas Viscachani fuera considerado el lugar más importante del período Arcaico, y que una de sus fases tuviera la reputación de ser la más antigua evidencia de presencia humana en Bolivia; sin embargo, descubrimientos más recientes cambian este panorama.
El inglés William Barfield realizó excavaciones en Laguna Hedionda, Lípez, al Suroeste del país, en 1958. En 1978 E. Berberian y J. Arellano encontraron y estudiaron otros sitios en Lípez con restos de herramientas líticas, y en 1982 Ibarra Grasso y Querejazu Lewis hallaron restos arqueológicos de esta etapa en San Pablo de Lípez. A partir de 1980 continuaron las excavaciones en el altiplano y en la zona de Lípez y también excavaciones en las Tierras Bajas del Chaco, al sureste de Bolivia, donde en el sitio de Ñuapua se encontraron restos humanos que fueron datados con una antigüedad de 6000 años y considerados como los más antiguos encontrados hasta entonces. También por esa misma década se realizaron excavaciones e investigaciones en Cochabamba.
Las investigaciones más recientes sobre el Arcaico fueron realizadas en 2012 por José Capriles y Juan Albarracín en el sitio de Cueva Bautista de San Cristóbal (Lípez, Potosí); los resultados permiten confirmar allí presencia humana de 10.900 años de antigüedad (c. 8900 a.C.), lo que hace que éste sea el sitio con presencia humana más antigua en territorio de la actual Bolivia.
Las investigaciones arqueológicas en Bolivia tomaron nuevos rumbos en el siglo XXI. La arqueología, centrada anteriormente en Tiwanaku, cedió paso a nuevas excavaciones que se dirigen más bien a buscar información sobre las historias de otras regiones. En el caso de las Tierras Bajas se debe mencionar que un equipo multidisciplinario (Lombardo, et al. 2013) confirmó recientemente, que algunas de las islas de bosque en los Llanos de Mojos, son en realidad acumulaciones de desechos alimenticios, principalmente de caracoles, restos de fauna y material orgánico por grupos de cazadores y recolectores que vivieron hace por lo menos 10000 años.
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